Obra de arte
Desde luego, en este de la inspiración, uno no sabe con que lidia.
OBRA DE ARTE
En cuanto se despertó, la pintora fue a su estudio a ver de nuevo el cuadro que había pintado esa noche. Estaba muy orgullosa de él. Se trataba de una mujer desnuda que le había quedado particularmente realista. Los volúmenes, las sombras, los brillos Cuando por fin la terminó, no pudo evitar masturbarse mirándola.
Pero, al entrar en el estudio, descubrió que el lienzo estaba vacío.
¿Lo había soñado? No, no podía ser. Recordaba como había trazado las líneas sobre la tela, como se detuvo a considerar donde y como aplicar las sombras, como mezclo con cuidado los colores
Entonces oyó un ruido en la cocina. Asustada, cogió un pincel por la punta y fue sigilosa pero temblando hacia allí. Se paró junto a la puerta y se asomó al interior.
Allí estaba la mujer del cuadro, preparándose un café. El pincel se le deslizó de la mano y cayó al suelo. La mujer se dio la vuelta y la miró. Quedaron mirándose mutuamente hasta que la mujer del cuadro caminó hasta ella y, justo cuando la pintora iba a decir algo, la silenció posando la yema de un dedo en sus labios, que después cubrió con los suyos. La pintora se dejó hacer mientras la mujer del cuadro le abrazaba y se estrechaba contra ella.
Sin dejar su abrazo, fueron caminando poco a poco hacia la cama. El beso se hacía cada vez más apasionado, las lenguas se entrelazaban y se perdían en los recovecos la boca de cada una. Las manos de la mujer del cuadro se deslizaban por todo el cuerpo de la pintora. Cuando llegaron a la cama, la mujer le quitó el pijama mientras besaba cada parte de su cuerpo que quedaba desnuda. La pintora tan sólo se dejaba hacer.
Parecieron horas, y seguramente lo fueron, todo aquel tiempo en el que estuvieron haciendo el amor. La pintora alcanzaba un orgasmo tras otro a manos y labios de aquella mujer que había pintado la noche anterior. Cuando no pudo más, cayó dormida con su cabeza entre los senos de la mujer.
La mujer del cuadro, cuando la pintora se durmió, se apartó delicadamente, la cogió con cuidado en brazos y la llevó al estudio. Allí, la introdujo en el lienzo. Después, regresó al cuarto, se vistió con las ropas de la pintora, y salió a la calle a disfrutar de la vida que se le había otorgado.