¡Oblígame a obedecer! (fragmento)
Traducción de un fragmento ofrecido libremente por PF. Dudas e incertidumbres
¡Oblígame a obedecer! (fragmento)
Título original: Force Me To Obey!
Autora: Lizbeth Dusseau (c) 2002
Traducido por GGG, junio de 2002
Durante algunas horas yací en la oscuridad, dentro de una jaula de madera y metal. Apenas había sitio para que pudiera moverme y no había forma de que pudiera ponerme en pie. No tengo ni idea de cuanto tiempo estuve allí antes de que me liberaran con otros propósitos. Sospechaba que era por la mañana cuando la mujer vino con un plato de comida, pero realmente no podía asegurarlo.
Saboreé cada bocado de pan y queso que me dio, y comí la manzana, incluido el carozo. Apenas llené el estómago pero era un alivio bienvenido para el agrio dolor que había sentido toda la noche.
"¿Está Preston Lockhart aquí por casualidad? pregunté a modo de tentativa, justo cuando la mujer estaba a punto de retirar mi plato.
"No tengo ni idea," contestó. Obviamente no le preocupaba y decidí que era poco inteligente preguntarle nada más. A sus ojos estaba reducida a un status situado en alguna parte por debajo de la mascota favorita de la casa. Una molestia para ella, una carga más por la que no preguntaba.
Pasé los siguientes dos días en la casa aprendiendo variados comportamientos de zorra, con los que supongo que Preston quería que me familiarizara. Aprendí a arrastrarme de la forma adecuada, agacharme con algo de aparente gracia, se había notado mi vacilante intento de la primera noche. Aprendí a caminar en actitud sumisa y a separar ampliamente mi cuerpo, haciéndolo accesible para el uso sexual, tanto si estaba de espaldas, como de pie o de rodillas. Me trabajaron durante varias horas con estiramientos, posturas, pellizcos, pinzas, azotes, golpes de látigo en incluso me hicieron correr alrededor de un pequeño corral en el patio de la casa, perseguida con un látigo de calesa para corregir cada defecto en mi figura. No tenía ni idea de que 'figura' se suponía que tenía que adoptar. Tantas veces como ajustaba el ritmo o alargaba el paso o hacía una postura, nunca era correcto, nunca perfecto, nunca agradaba a los hombres que me trabajaban.
Cada sesión práctica dentro o fuera era agotadora, y mientras los hombres se cambiaban cuando estaban cansados a mí me obligaban a continuar la implacable práctica hasta que apenas podía moverme.
Casi después de cada sesión intentaba plantear alguna sencilla pregunta sobre el paradero de Preston - hablando con sumisión pero seriamente mientras me devolvían a la celda. Tanto si conseguía plantear la pregunta como si no, los hombres que me entrenaban actuaban como si no supieran quien era Preston Lockhart. Dudaba de que fuera posible pero no había manera de sacar información de estos hombres duros.
Nunca me follaban de verdad. Había cantidad de falsas pollas entrando en mi coño y mi culo; a veces me llenaban a la vez los dos agujeros y lo hacían con dureza y velocidad hasta que gritaba. Pero nunca tuve una polla de verdad en mi coño; que parecía reservado para alguien en especial - para Preston, esperaba. Me gustaba un poco esa idea, una vez que se hizo claro que los hombres evitaban mi cuerpo con sus erecciones. Les veía follarse a varias de las otras mujeres - y envidiaba el placer sexual de éstas. Pero era a Preston a quien deseaba, no a los clones sin nombre que me torturaban, que me dejaban agotada, y después de dos días, apenas capaz de sentir nada sexual en absoluto.
Más tarde la noche del sábado - acababa de plantearme que hora sería, puesto que había pasado algún tiempo desde que había visto la luz del día - me rebelé inesperadamente. Casi sin avisar una oleada de sensaciones de rabia se me echó encima, y mi rabia reprimida y mi miedo explotaron, sintiéndome bastante enfadada de haber sido retenida de esa forma. Cabreada de que Preston no hubiera mostrado su cara, me rebelé.
Me puse de pie después de que una sucesión de varas y cañas y látigos descargaran en mi culo. Me habían atado sobre una barandilla para azotes, había estado pidiendo a gritos que pararan y finalmente cuando las cuerdas se habían aflojado a mis pies y me volví a los dos hombres. Uno era Ryder; había estado abusando de mí todo el fin de semana, recreándose en su actitud de seguridad. Le detestaba. En ese momento detestaba a cualquier hombre que viera, y más especialmente a Preston Lockhart, que ni siquiera estaba presente.
"¡Dadme la ropa y sacadme de aquí!" miré de arriba abajo a Mr. Guapetón y gruñí mis órdenes.
"¿Qué fue eso?" preguntó todavía en tono burlón.
"Ya no juego más a vuestro juego, y podéis decirle a Preston que se vaya al infierno."
Contestó primero divertido pero su cara se iba volviendo solemnemente severa. "¿Crees que esto es un juego?" Me enganchó y me empujó hacia él, pellizcando mi pezón y tirando hacia delante.
Intenté sacudírmelo pero desde detrás de mí el segundo hombre me cogió del pelo con la mano.
"Te han informado mal si crees que tienes derecho a irte por tu propia voluntad. Eres una propiedad. Una zorra. Una esclava. Un coño, un chocho, un recto, una boca, un culo y muslos, un par de pechos. Eso es todo. Eso es todo lo que eres en esta casa, todo lo que eres para cualquiera que venga a jugar aquí. Eres un juguete. Tu misión es entretener. Tienes un problema con eso, muy malo." Sus labios de curvaron en una sonrisa maligna. Los dedos que habían pinzado mi pezón se trasladaron a mi coño. "¿Sabes? honradamente no puedo entender que tengas semejante problema con esto." Su pulgar rozó repetidamente mi clítoris mientras otro dedo encontraba mi punto "G" dentro de la vagina. "Estás empapada, zorra." Me restregó un poco más fuerte y todo mi cuerpo se contrajo, amenazando con explotar. No podía mantenerme en pie; estaba demasiado débil. El hombre de atrás empezó a toquetearme mi culo dolorido, recordándome que la carne estaba caliente, y la sensación era penetrante y orgásmica. Ryder me restregó más vigorosamente y me lanzó repentinamente al precipicio de la corrida. Sabiendo que estaba a punto de explotar retiró bruscamente la mano. "¿Ves a qué me refiero?" su voz estaba empañada de sarcasmo. "Solo un chocho y un par de pechos y un culo prieto y redondo." Los dos hombres me empujaron al suelo, aunque apenas tuvieron que ponerme la mano encima. Mi cuerpo se acobardó por sí mismo.
"Si tienes algo que objetar respecto a tu tratamiento o tu status cuéntaselo a Preston, quien coño quiera que sea. Nosotros solo estamos aquí para pasar buenos ratos.
Empujada por sus zapatos de cuero italianos, me arrastré de nuevo a la jaula del sótano que había sido mi solitario hogar y mi lugar de descanso desde que me trajeron aquí la noche del jueves.
Imagino que era el domingo por la mañana cuando me volvieron a llevar a la sala de estar donde empezó mi fin de semana. Las cortinas estaban completamente descorridas y un sol brillante resplandecía a través de las ventanas.
Estaba desnuda todavía, entrando en una sala donde todo el mundo llevaba ropa. No hubiera esperado nada distinto. Pero después de tres días de tortura y abuso estaba aturdida y pasiva. Cualquier rebelión en mí había muerto. No estoy segura de que fuera la demostración de Ryder lo que me había convencido. Odio pensar eso. Pero era obvio para mí que mi cuerpo adoraba lo que mi mente todavía cuestionaba y mis miedos intentaban odiar. Me pusieron un collar, una correa y fui llevada a rastras al centro de la sala donde me dejaron a la espera. Me senté, con el culo descansando sobre las piernas y manteniendo los muslos bien separados, mientras me enganchaban las manos al codo opuesto por detrás de mí como habían hecho tan a menudo desde la noche del jueves. Varios hombres a mi alrededor hablaban tranquilamente mientras bebían zumo de naranja fresco y champán. El olor de desayuno - huevos con beicon y café - llenaba la habitación, penetrando en ella desde la puerta tras la cual el cocinero estaba preparando la comida matutina. Esperé con el estómago gruñendo. No recordaba cuando había sido la última vez que me habían ofrecido comida, pero parecía como si hiciera un siglo. A mi alrededor los hombres discutían de lo que suelen discutir los hombres en tales reuniones. Podía ser de deportes, existencias, navegación - quizás como flagelar a una mujer sin dejar marcas. No les escuchaba; ni siquiera intentaba escuchar. Nadaba en mis sensaciones - mis oídos captaban sonidos, mi nariz aspiraba los fragantes aromas de la comida, y mi piel se sentía erizada por los esbozos de aire que me hacían ligeras cosquillas. Sentía con todos mis sentidos, pero mi mente racional estaba aturdida y no había ningún pensamiento en mi cerebro.
Había varios hombres a mi derecha y tres hombres de pie a mi izquierda. Otros estaban sentados en sillas y no podía verles las caras. Cuando los tres de mi izquierda se volvieron hacia mí, notaron mi presencia porque no la habían percibido antes.
Todo el ambiente de la habitación cambió repentinamente, y me estremecí inexplicablemente. A la espera de que jugaran de nuevo con él, mi cuerpo reaccionó con un espasmo vibrante en mi entrepierna. Luego los tres hombres modificaron su posición, echándose a un lado lo suficiente para mostrar que mi amo, Preston Lockhart, estaba sentado en una butaca, sorbiendo café. Mi corazón respondió instantáneamente con excitación, mientras mi sexo se humedecía cálidamente. Viendo que le miraba dejó la taza.
"Skye." La voz era la misma fría y despiadada que había excitado mi clítoris antes. Ahora me parecía especialmente fría y paternal. Se levantó de su asiento y caminó hacia mí, mirándome desaprobadoramente. "¿Qué es lo que he oído sobre que querías irte?" Agarró la cadena que me rodeaba el cuello y la tensó, levantándome de mi posición, erguida sobre mis rodillas. Casi me ahogaba. Tiró de mí hacia él de forma que mi desnudez entró en contacto con la tela lisa de sus pantalones, lo suficientemente cerca como para que pudiera sentir sus piernas debajo. Y a la altura de la cabeza el calor de su entrepierna se derramaba sobre mí. Tiró de la cadena con una mano, con la otra agarró mi barbilla y me forzó a levantarla. "¿Quieres irte?"
"No, señor," dije sin pensar, porque era lo que suponía que quería oír.
"Pero eso es lo que le dijiste a mis amigos. ¿Puedes explicarlo?"
"Me varearon duramente."
"¿Y eso es un problema para ti?"
"Lo era entonces," admití.
"¿Y por qué lo era?"
Podía sentir mi cuerpo estremecerse, con cierto enfado agitándose en mi vientre.
"Yo te deseaba y tú no estabas aquí," solté de repente. "Te esperaba a ti y me dejaste con estos lobos."
Me abofeteó. Me quedé aturdida. La comezón se irradiaba hacia fuera desde el punto en que su palma se estrelló con mi mejilla. Tiró de nuevo de la cadena, tensándola aún más, más arriba hacia él.
"Debes a estos hombres una disculpa por ser tan grosera."
Mi estómago se sacudió ante esa idea.
"¡No puedo!" Mi voz, embargada de emoción, se quebró.
"Caballeros," se dirigió a la sala de hombre expectantes. "Parece que la zorra necesita una lección de humildad." Retrocedí asustada como un conejo. "Traedme un poco de aceite de especias."
En cuestión de segundos aparecieron una botella de vidrio verde con tapón a juego, justo mientras Preston tiraba de mí hacia un gran cojín de piel y me arrojaba sobre el espeso colchón. Me ató las manos a los extremos de las piernas, me levantó el culo con varios almohadones bajo mi entrepierna y luego ató mis piernas y pies todo lo separadas que mi cuerpo podía soportar. De pie tras de mí se sentó en una silla y manipuló mi agujero avanzando con rudeza sus dedos dentro de él. Cuando pareció haberlo aflojado a su gusto sentí el aceite derramándose dentro, cálido y grasiento. Le llevó unos instantes el que me diera cuenta lo que implicaba "aceite de especias". La sustancia se fundió dentro de mi carne, en el tejido poroso del interior y en las tiernas superficies que rodeaban mi ano. Un fuego se encendió dentro y fuera, transformando, en cuestión de segundos, lo que solo era cálido en ardientes llamaradas. Luego, desde algún punto tras de mí, oí el chasquido de los guantes de látex y sentí la mano de mi amo profundizando en mi recto, extendiendo el aceite muy adentro. Me folló con la mano hasta que creí que iba a arder entera.
Tan precipitadamente como había llevado la pavorosa escena finalizó su participación en ella. Arrancándose los guantes de las manos los pasó a uno de los hombres. Luego se inclinó para que pudiera oírle - solo un instante de intimidad, con la mano sujetándome firmemente el cuello, "Acostúmbrate, Skye. Ya no eres una mujer dueña de sí. Eres mía, y actuarás para mí."
Soltándome el cuello se enderezó y se echó atrás.
"Úsenla, caballeros, con todo el rigor y todo el tiempo que quieran," le oí decir. Había observado la escena con el rabillo de mi ojo abierto. Una vez que dio sus instrucciones le vi dejar la habitación y abandonarme a las manos sobonas y las pollas carnosas de aquellos extraños.
Intuyo que a algunos hombres les gustaba mi portal ardiente, porque me follaban con las pollas desnudas. Otros preferían llevar condones para proteger su preciosa piel de las especias de mi recto. No me importaba como me jodían por detrás, cada uno llevando aún más tormento, llevándome al límite de mi aguante. Aunque no iba contando no creo que me perdiera ni una polla aquella mañana excepto la de Preston que estuvo notoriamente ausente.
Después de usar mi culo, me dejaron ir, desatados mis agotados miembros, me empujaron hacia la puerta. Alguien dijo, "Sal por la puerta por la que viniste." Estaba demasiado aturdida para andar, así que me arrastré fuera de la habitación. Supongo que no me habrían dejado andar erguida pero nunca lo sabré. Tampoco estaba segura de que es lo que me estaban ordenando hacer, pero la respuesta pronto estuvo clara. La mujer sin nombre de la noche del jueves estaba allí para llevarme a la puerta de servicio al final del corredor. Mi ropa estaba allí colgando del gancho donde la había dejado. "¿Puedo usar el baño antes de irme?" pregunté.
"Por allí," señaló un lavadero tras de mí. La sensación caliente de mi culo se había calmado, dejando un ardor cálido en mi trasero. Pero estaba hecha un revoltijo pegajoso y me llevó algún tiempo eliminar todo rastro de corridas y aceite de especias. Mi ano había sido dado de sí hasta tal punto que me preguntaba si volvería alguna vez a la normalidad. De hecho, parecía que todo mi trasero era un agujero bostezante, un territorio recién explorado, que permanecería para siempre descaradamente accesible para que una polla lo follase. Contemplé en el espejo mi cara cansada, sintiendo curiosidad por la mujer que veía allí. Veía paz en su expresión, nada del vacío que habría esperado, solo paz y satisfacción, saciedad y contento. ¿Me sentía realmente de esa manera? ¿Era verdad todo lo que habían dicho sobre mí? ¿La zorra, el chocho, el culo, los pechos, el cuerpo? ¿Era esta mi verdadera naturaleza? No estaba preparada para responder a la pregunta. Esperaría hasta más tarde para confirmar la respuesta, pero suponía que para entonces tendría toda la confirmación que necesitaba.
Mi cuerpo apestaba con el sudor de tres días manando de mis poros. Jugos sexuales agrios se adherían a mi piel. Me até el pelo grasiento en una cola de caballo para apartarlo de mi camino. Necesitaba un baño - ningún número de lavados en la pila podían eliminar las manchas. Necesitaba una ducha caliente y ponerme a remojo en la bañera.
Salí del lavadero y me vestí rápidamente, mientras la severa mujer me observaba críticamente. Luego dejé la casa, dirigiéndome con premura al coche. Conduje hacia casa por la carretera abierta, sintiéndome aturdida, agitada, todavía asustada y desenmascarada.