Obligado por unos policias
Una noche conoci un par de policias que me enseñaron nuevas cosas, ayudandome a descubrir nuevas placeres.
Hace algún tiempo coloque un relato en el que describí como fue la primera vez con un hombre, ya han pasado casi un año desde eso y la verdad no he vuelto a tener rollos con manes (claro que si me he masturbado varias veces recordando), además me persiguen mucho la viejas, ahora contare algo que me paso un día que no esperaba nada.
Esto me ocurrió hace algún tiempo cuando me dirigía de gimnasio hacia la casa en mi bicicleta, eran ya las 10:00pm e iba rápido pues las calles estaban algo solas además estaba haciendo una noche fría, mi bicicleta es una todo terreno en estupendo estado, me gusta ir rápido, y fue en un cruce de vais el cual pase aun con el semáforo en rojo cuando, poco después, una sirena se situara detrás de mí. Era la policía. Una patrulla me adelantó a gran velocidad y se situó delante, cerrándome el camino y haciéndome parar en una acera. Dos policías bajaron rápidamente y me encañonaron. Yo estaba muerto de miedo, aquello se veía muy raro, aunque sabia que no había hecho nada, me daba susto que me hubieran confundido con alguien mas, alguien peligroso y así me tratasen; ya veía las consecuencias: el calabozo mientras me revisaban los expedientes, hasta pasar una noche en un hueco de esos, con chicos delincuentes que cualquiera sabe qué podrían hacerme, el futuro en entredicho, sin universidad ni nada que hacer.
El caso es que los policías me alejaron de mi bicicleta, la cual tiraron en la acera, me pidieron los papeles y me colocaron con violencia sobre el capó del carro, empujándome y me golpearon en el abdomen, las cosas se ponían mal. Yo llevaba puesto sólo un pantaloneta corta y una camiseta, porque la noche era calurosa, además porque acababa de salir del gimnasio todo sudado y cansado; los policías poco tuvieron que registrar. Sin embargo, el que me registraba creyó percibir algo entre mis piernas, y me ordenó bajarme la pantaloneta, la pendejada se ponía peor pues esa noche había visto unos chicos muy simpáticos y mientras iba en la bicicleta me había puesto a fantasear con ellos, entonces se imaginaran que andaba un poco excitado y estaba todavía con el aparato como una morcilla, el policía debió creer que escondía alguna arma por el bulto que se me formaba en la pantaloneta. Me la bajé, como quería, y me quedé con una tanga blanca que apenas podían contener el nabo que pugnaba por salirse. Yo pensaba que las cosas no se podían poner peor, solo, en la noche, dos policías berracos, y yo parolo
Los policías sonrieron y se miraron entre sí. No supe entender qué significaba aquella sonrisa, pero siempre temiendo lo peor me imagine que me iban a golpear o a encerar de una en un calabozo por mariquita. Me ordenaron entrar en el carro, en la parte trasera. Uno de ellos se sentó a mi lado en el vehículo, mientras el otro arrancaba. Los cuestione por mi bicicleta y solo recibí un golpe en el abdomen por su macana.
El policía que estaba a mi lado dijo:
--Bueno chico, creo que es hora de que empieces a pagar tu penitencia con la justicia y yo te empezare cobrando...
yo estaba totalmente asustado, no sabia lo que pasaba, nunca había hecho nada malo, y ellos me decían eso? Me confundirían con otro? Tenia una similitud de pensamientos que me abarcaban la cabeza y no era capaz de hablar bien, el miedo no me dejaba
Y el policía llego se recostó y con una mano se abrió la bragueta y sacó un pedazo de nabo de no menos de 20 cm. de longitud. Yo me quedé de piedra, no sabía qué quería aquel agente, aunque empezaba a tener alguna idea. El hombre, que tendría como 30 años, me tomó por la cabeza y me obligó a agacharla hasta situarla delante de su verga. Yo me resistí, nunca me había imaginado hacer una cosa así, yo ya había tenido sexo con un man y que me había hecho pajazos recordándolo, pero me daba susto el que me obligaran, el sentirme presionado, obligado. Pero aquel hombre tenía una fuerza tremenda, y quisiera o no, me vi obligado a tragarme aquella verga. Me dieron unas arcadas, pues le sentí el sabor a orina y un olor poco agradable, pero el tío entonces me obligó a mecérmela más adentro aún, y la cabeza de aquel glande traspasó hacia la garganta.
El policía solo le grito al otro
--Mira el mamón, se la ha tragado entera, tiene una boca enorme, tiene que ser un gran puto el malparidito este.
Yo no podía decir nada pues no podía hablar, con aquella vergota encajada hasta la garganta. El policía comenzó a masturbarse con mi boca, tomándome del pelo, metiéndome esa verga por la boca, sacándola, metiéndola, sacándola...
Cada vez que lo hacía me la metía toda, parecía que ya se había aprendido el camino y no volvieron las arcadas, entraba perfectamente en mi orificio bucal. Yo sentía aquel gran pedazo de carne entrarme tan adentro, y realmente sólo podía sentir terror, el pánico del momento, estar siendo violado por un agente de la ley, sin poder hacer nada. De pronto noté algo viscoso y caliente en mi boca, que me llegaba por oleadas, y comprendí que el tío se estaba corriendo dentro de mi. No pude hacer otra cosa más que tragarme aquella marea de leche con una sabor agrio, mientras el policía gritaba de placer dentro del coche.
Me apartó de un empujón y se guardó la verga, cuando ya no quedó más leche que tragar. Yo me eché a un lado, lloroso, asustado, adolorido pues el había sido muy brusco e infinidad de veces me había golpeado la cara con la hebilla del pantalón, pues no se lo había bajado, sin saber qué había pasado, aunque tengo que reconocer que aquella situación, lejos de bajarme la excitación me la había puesto aún más a tope; estaba muy excitado, no sé si por la violencia que había ejercido el agente, o por aquel gran pedazo de carne que me había obligado a chupar, o por el sabor (debo reconocer que estaba muy lejos de disgustarme) de la leche que me había tenido que tragar.
Cuando el otro, el que conducía el coche, lo aparcó a un lado de una fabrica, sola y con poca iluminación.
--Bueno, ahora me toca a mí, no vas a pasarlo bueno solo vos
El que estaba a mi lado se salió del vehículo y fue sustituido por el otro. El primero se puso al volante y el segundo me puso su vergajo, algo más pequeño que el otro (no menos de 18 cm, de todas formas), pero más grueso, frente a la boca. Yo me hice un poco de rogar, entre otras cosas porque seguía muerto de miedo, pero el tío me agarró del cabello y me hizo sepultar su nabo en mi boca. Aquella si que era gruesa, por lo menos medía 6 cm. de diámetro, y tuve serios problemas para alojarlo dentro de mi cavidad bucal, si bien el policía contribuyó decisivamente con un golpe en el abdomen que me saco el aire y ayudo a meterme aquella verga en la boca. El policía debía estar muy caliente, porque se corrió enseguida. Me obligó a tragarme la leche, y ésta me supo aún mejor que la primera; se ve que le iba tomando el gusto a todo esto de la dominación y de sentirme obligado...
Cuando llegamos al comando, el primero de los agentes que me había abusado me dijo:
--Ahora, pilas cállate todo sobre lo que ha pasado, o te parto la cara.
Y lo dijo con una determinación tal que lo creí. Entramos en el comando, había poca gente, sólo algunos policías y uno que otro ladrón cogido en batidas.
El primer policía me llevó hasta una puerta que decía "calabozos", y me introdujo dentro de aquel cuarto. Allí había otra gente, algunos me miraban de pies a cabeza, otros ni me repararon.
Ya llevaba como 1 hora allí cuando escucho la voz de un guardia:
--Pon a este mono con el loco, anda, a ver si se le quitan las ganas de correr en esa bicicleta en la noche.
Yo no sabía quién era el tal loco, pero me hacía alguna que otra idea. El policía de los calabozos me llevó hasta una estancia con una reja. Allí, tumbado en la litera de abajo, había un negro descomunal, grande como un toro; era el loco, claro. Me hizo entrar en la celda, y el guardia se marchó, no sin antes decirle al negro:
--Preséntale tus "respetos" al chico...
El negro se incorporó, me tomó de los hombros y me arrojó como un muñeco sobre la cama. Yo era incapaz de hacer nada, aparte de que poco podía hacer contra aquella mole de más de 1.90 metros de altura y complexión fortísima. Con horror vi como se bajaba el pantalón que llevaba, mostrando, bajo un pequeño slip, una enorme masa que pugnaba por escapar de aquel pequeño habitáculo. Me acercó la pelvis a mi cara y se sacó un verga que jamás me hubiera imaginado, negro y potente; la verga del policía, que me pareció grande, era como de juguete al lado de aquella verga, a ciencia cierta nunca supe cuanto media, pero le calculo unos 24-25cm de pura verga grande y gruesa, con una cabeza aún más grande, cuyo diámetro no debía medir menos de 7 centímetros. Me agarró por el pelo y dio un fuerte tirón hacia atrás; por el dolor que me produjo, yo abrí la boca, y el negro me metió dentro el glande, que apenas si me cabía. Empezó a metermelo por la boca, como si me culiara, la verdad creí que me iba a ahogar. Era demasiado grande aquello, así que decidí que tenía que hacer lo que fuera para salir con bien de aquel trance. Ahuequé la garganta, como había hecho antes con el policía, con la esperanza de que así aquella verga tuviera mejor cabida en mi boca y no me siguiera lastimando tanto la garganta o me desencajara la mandíbula. Afortunadamente, funciono, y aquel gran pedazo de carne, del que sólo había entrado apenas diez centímetros, penetró otros seis o siete, no sin esfuerzo. Pero afuera quedaban todavía no menos de 6 o 7cm, y parecía como si tuviera ya un toro dentro de la boca. No sé cómo saqué fuerzas pero, abrí al máximo mis boca y acomodándome, coincidí con una de las emboladas del negro, y me encajó, enterito, dentro de la boca, traspasando limpiamente las amígdalas y buscando la garganta. Tenía la nariz ya enterrada en la pelambrera púbica del negro, y con el labio inferior tocaba sus huevos, que iban y venían, conforme el tío me follaba por la boca. De buenas a primeras el negro dio un gran alarido y dentro de mi boca se sucedieron los chorros de semen, uno tras otro, aquello era como el rabo de un caballo corriéndose. Noté que me ahogaba y saqué, como pude, esa vergota; los últimos trallazos cayeron en la lengua, pero ya sabía que la leche era muy sabrosa, y la de aquel negrazo resultó serlo aún más.
El negro me mantuvo la verga en la lengua hasta que ya no quedó nada, y exhausto como estaba creo que no se dio cuenta de que yo le di un lengüetazo en el ojete del glande, rebuscando alguna gota postrera. Cuando acabó, me tiró al suelo y se tumbó en la litera, en la parte de abajo. Curiosamente, se quedó dormido casi instantáneamente.
Yo, con la mandíbula casi desencajada por aquella enorme mole que me había tenido que tragar, me quedé mirando aquel espectáculo: el negro estaba tirado cuan largo era en la litera, con los pantalones y el minúsculo slip bajados y el nabo, ya morcillón, colgándole, aún enorme, entre las piernas. Tuve entonces que reconocer que no había visto nunca un espectáculo tan fabuloso como aquel, y que el recuerdo de la leche que todavía guardaba en mi paladar, el semen de aquel prodigioso ejemplar de raza negra, era algo que nunca olvidaría.
Me bajé de la litera y miré casualmente hacia la reja del calabozo; cuál no fue mi sorpresa cuando me encontré, mirando entre los barrotes, al policía encargado de aquella zona, al que guiñó el primer policía que me violó.
--Cuánto... cuánto tiempo lleva ahí-
conseguí articular, sintiendo volver el miedo.
--Todo el tiempo -dijo el policía con una sonrisa pícara.-Bueno, ahora me toca a mí, ¿no? No irás a dejar a papaíto sin su ración...
Y me hacía señas con el dedo para que me acercara a él. Yo lo hice, temeroso de lo que pudiera ocurrir.
Cuando estuve a su alcance, el policía me tomó de los hombros y me hizo agacharme. Me encontré entonces que, entre las sombras de los barrotes, aparecía una verga bien grande, quizá sobre los 20cm o mas, y gorda, con una gran cabeza.
--¿No quieres darle un besito a mi muñeco, putito? -Me preguntó el policía.
Yo, cuando vi aquel manjar, no me hice de rogar. Abrí la boca al máximo y me metí aquel gran glande dentro. Era enorme, casi tan grande como el del negro, y el policía dio un golpe de pelvis y me alojó la mitad dentro de la boca.
--Así, así, grandísimo maricón, quiero que me la chupes bien chupada.
Yo obedecía, más por mi placer que por el suyo, y mamaba glotonamente aquel vergajo, que sentía entrar más y más dentro de mi boca; traspasó las amígdalas, camino de la garganta, pero antes de terminar de encajarse totalmente en mi boca, el policía dio un gran grito y se salió casi hasta la entrada, soltándome en plena lengua siete u ocho trallazos de leche riquísima. El policía se echó hacia atrás mientras decía:
--Grandísimo puto, qué bien sabes mamarla, cómo se ve que has chupado miles de vergas, con lo joven que eres...
El policía se retiró, supongo que a los servicios, y yo volví a la litera. Allí seguía el loco, con su vergajo al aire, de nuevo en reposo, y no me pude resistir: me metí el glande en la boca y pronto se lo puse a tono. Como tardó más en descerrajar su leche, pude disfrutar un buen rato de mamarle esa verga a placer. Cuando por fin se corrió, pude gozar de aquella leche, más reposada, más suave, que la otra que ya me había descargado el negrazo. Pero casi al momento de terminar de correrse, el negrazo se despertó y me encontró todavía agarrado por la boca a su verga. Yo me eché a temblar; podía hacerme cualquier cosa. Sin embargo, el negro se tiró de nuevo en la litera, ahora bocabajo, y se quedó de nuevo dormido como un tronco.
Exhausto, me tumbé en la litera de arriba, y me quedé dormido al instante.
A la mañana siguiente, me despertó el policía del calabozo, como si no hubiera pasado nada.
--Vamos, chico, hora de irse a casa, revisamos en el sistema y no tienes antecedentes, levántate ligero que afuera esta tu bicicleta.
Yo me desperté y pensé que todo había sido un sueño, pero cuando bajé de la litera vi al negro que todavía estaba desnudo y bocabajo, con el culo en pompa. El policía me sacó de la celda, mientras yo miraba por última vez al negrazo.
Ya en el vestíbulo de la comisaría, tras echarme la filípica el sargento, me atreví a preguntarle:
--Sargento... el negro, ¿por qué está aquí?
El sargento, sin mirarme siquiera, dijo:
--Borrachera.
Salí de la comisaría, con mi bicicleta y me dirigí hacia mi casa, allí me desvestí y tome una ducha, mientras me masturbaba pensando en todo lo que me había.
Espero les guste y cualquier inquietud hágamela saber, después les contare mas. Hey si es posible quiero conocer hombres varoniles y vergones en Medellín, escríbanme
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