Obligada a hacerlo con mi hijo

Nueva versión del relato escrito por mi, de Mi hijo abusó de mi. Por un chantaje, una madre accede ha hacerlo con su hijo sin que este sepa que es ella.

Si Alicia había accedido a estar con nosotros era única y exclusivamente para que su hijo no llegase a ver nunca sus fotos. Esas fotos que la comprometían y hacían que de momento estuviese en mis manos.

Mi padre, empezó a aconsejarme que acudiera a algunas reuniones importantes de empresa. Decía que en unos años yo sería quien manejaría los negocios de la familia. Eso hizo, que participase activamente en la compra de una nueva compañía, de la cual, me pidió que fuera yo quien se encargase de ella como presidente, aunque no apareciese en ningún papel, me permitiría entrenarme en los negocios, sin demasiado riesgo.

  • Hijo, este es tu negocio. Pide ayuda a Luis. Lo primero que has de hacer es fichar un director general, alguien, que a otro nivel, haga lo que hace él en nuestra empresa matriz.

Parecía que la suerte estaba de mi lado. Hablé con Luis y le dije que me llevaría a Alicia como directora general de la nueva empresa. A él le pareció una idea excelente puesto que creía que era una persona con dotes empresariales, pero sé que lo mejor era que la perdería de vista, puesto que temía que en cualquier momento se destapase el escándalo de la orgía mientras estaba drogada. Luis era un hombre casado y no se podía permitir un escándalo así, ni tan siquiera rumores sobre lo que había pasado unos meses atrás.

Por otra parte, ella estaba deseando dejar la empresa y sino lo había hecho ya era por motivos económicos. Sabía que el negocio de su marido atravesaba momentos difíciles, por lo que no era complicado convencerla para cambiar de trabajo, con unas condiciones infinitamente mejores que las anteriores.

Ordené a Luis que se encargara de la contratación de una secretaria recepcionista. Lo hizo bien, y seleccionó a Ana, una muchacha joven y eficiente.

Por mi parte, yo me encargué de los dos directores de departamento que estarían a las órdenes de Alicia. Además de la formación y experiencia adecuados para el puesto, contacté con un hacker informático que me permitió ver los entresijos de los ordenadores personales de los candidatos. Así encontré a las dos personas que dirigirían los departamentos de la empresa y que digamos, tenían unos gustos similares a los míos.

Durante varios días, antes de la toma de posesión de Alicia como responsable de la nueva sociedad, me reuní con Iñaki y Gabriel. Les expliqué al principio quien sería la nueva directora. Les mostré alguna fotografía de ella, por supuesto, vestida e intenté poco a poco ganarme su confianza.

Aunque ambos tenían pareja y además, Iñaki estaba casado conseguía a diario llevar la conversación hacia el sexo. Sabía que los dos estarían de acuerdo en participar en un encuentro esporádico con su jefa.

Por mi parte, mi mente iba más allá, puesto que una vez que había tenido a Alicia a mi disposición en un par de ocasiones, ahora anhelaba verla con Carlos, su hijo, aunque para que eso fuera posible, necesitaba un nuevo encuentro, esta vez, con sus compañeros en lugar de los míos.

Por fin se incorporó a su puesto como directora. Se tomaba muy en serio su trabajo. Conseguí que los dos chicos fuesen leales a mi. Por las tardes, después de salir del trabajo, nos reuníamos con cualquier excusa en un bar próximo a la oficina.

  • Qué os parece vuestra jefa? Os trata bien? Les pregunté una tarde.
  • Es un poco seca con nosotros. Marca siempre quien es el superior en la empresa. A veces nos ha llegado a dejar en ridículo en alguna reunión.
  • Y físicamente, que os parece?
  • Está buenísima a pesar de su edad, dijo Iñaki.
  • Tiene un buen polvo, o dos, contestó Gabriel riendo.
  • Os gustaría tirárosla? Les pregunté

Los dos quedaron sin habla, así que les empecé a contar.

  • Un día drogamos a Alicia en la oficina con ayuda de mi padre y Luis. Pasamos un buen rato con ella los tres, y al final, le hice bastantes fotos

Ambos me miraban atónitos.

  • Gracias a esas fotos y bajo la amenaza de que su hijo pudiera verlas, la invité a mi casa otra vez, sólo que en esta ocasión, me acompañaron dos amigos. Ella accedió a todo lo que nos apeteció, y lo mejor, fue que grabé varios DVD de todo lo que sucedió allí.

Los dos directores se miraban con complicidad.

  • Quiero organizar otro encuentro en mi casa, y si me ayudais, vosotros sereis quienes la disfruten esta vez.
  • Qué debemos hacer? Preguntó Iñaki.
  • Mi deseo es que su hijo se lo monte con ella. Para ello necesito un encuentro en mi casa, en la que vosotros, cuando llegue mi amigo, os escondais en el garaje y conseguir que el temor a que su hijo sepa quien es ella, acceda a tener sexo con él.
  • Pero su hijo la reconocerá, añadió Gabriel.
  • No lo hará. Él nunca ha ha visto desnuda, y no llevará pendientes, ni pulseras que pueda delatarla. Usará una máscara, y por supuesto, no hablará para que el muchacho no la reconozca.

Los dos chicos se miraron y sonrieron.

  • Puedo contar con vosotros? Pregunté

Gabriel e Iñaki dieron su conformidad al pacto.

Al día siguiente, les mandé a los dos unos paquetes con los books de fotografías y un DVD con las escenas gravadas en nuestro último encuentro.

Durante el fin de semana volví a reunirme con ellos a fin de ver sus reacciones.

Los dos estaban excitadísimos por lo que habían visto y deseaban participar en una fiesta con ella.

  • Me alegro que os apetezca tanto. Lo pasareis bien. Lo prepararé todo para que venga a casa la semana que viene.

El domingo por la noche preparé un correo para Alicia. Había varias fotos de las que tomé en la oficina y unos pequeños fragmentos de la fiesta en mi casa. También contacté con Carlos y le propuse venir a mi casa el miércoles a las 7 de la tarde, momento en que por fin haría realidad mi sueño de ver a Carlos con su madre.

Sabía que Alicia estaba muy nerviosa por lo que me decían mis infiltrados en la empresa. Lo mejor de todo, es que ella no sabía que yo trataba habitualmente con ellos.

Estábamos en invierno, en vacaciones de navidad, por lo que disponía de bastante tiempo libre. Así que me acerqué a la oficina para culminar mi plan. Ana, la secretaria, después de anunciarme, me acompañó a su despacho.

  • Buenos días, Alicia, que tal estás? Quiero hablar algunas cosas contigo.
  • Qué haces aquí? Qué quieres ahora? No has tenido ya bastante? Y por qué no estás en el colegio?
  • Recuerda que estamos de vacaciones de navidad. Vamos a reunirnos con tus directores. Tengo cosas que deciros a todos.

Alicia quedó desconcertada, y supongo que pensó que volvería a chantajearla.

Los dos jóvenes se sentaron en la pequeña mesa de reuniones que había en su despacho.

  • El otro día, les envié un paquete con el book fotográfico tuyo, así como los videos en DVD filmados.
  • Qué has hecho qué? Hijo de puta.¡¡¡¡........ Qué pretendes?
  • Tenía que compartirlo con alguien, pensé en Carlos, tu hijo, pero imaginé que preferías que lo hiciera con tus subordinados.

Alicia se echó las manos a la cabeza y comenzó a llorar, mientras los demás permanecíamos en silencio.

Le dije que no debía estar triste, puesto que a ellos les habían encantado las fotos y su papel en la película.

Al decir esto, se levantó y se fue al baño. La dejé que se tranquilizaba unos minutos pero al ver que no salía decidí intervenir.

Me acerqué a la puerta del lavabo y le pedí que volviera a continuar hablando, pues de lo contrario, hablaría con su hijo y le enseñaría las fotos.

De nuevo fueron mágicas las palabras. Alicia salió y sin decir nada, volvió a sentarse en la mesa. Su cara estaba enrojecida y apenas podía mirar a sus subordinados, sabiendo que la habían visto en situaciones embarazosas.

Le expliqué que tanto ella como sus compañeros se vendrían a casa a comer. Ya había dicho al servicio doméstico que preparasen comida para cuatro y que se tomasen todos la tarde libre.

Alicia comenzó a gritarnos. Nos tachó de sinvergüenzas, de querer abusar de nuevo de ella. Nos recordó todo lo que habíamos hecho con ella el último día, dejando claro que la habíamos violado.

Tuve que responderle.

  • El último día has estado con nosotros de forma voluntaria. Todo lo hiciste sin coacciones ni violencia, nadie te quitó la ropa, nadie te sujetó, habrían bastado un palabra de stop por tu parte, y te hubieras marchado.
  • Sabes que lo hice por las fotos que tienes en tu poder. Pero ya se acabó, no habrá una tercera vez. Os podeis ir a follar a vuestra puta madre, contestó.
  • Entonces invitaré a comer a tu hijo. Seguro que él valora más que tú el material que le enseñaré sobre su madre.

Salí del despacho y me dirigí a la calle. Sabía que en breve saldría alguien a pedirme que volviese, aunque si eso no sucedía, iba a disfrutar enseñando a Carlos las fotos sobre su madre. En cualquier caso, yo siempre ganaba.

Antes de llegar al ascensor, Gabriel se acercó a mi sonriendo.

  • Quiere que vayas, ya la tenemos en nuestras manos.
  • Y en nuestras pollas, repliqué riendo.

Volví a entrar en el despacho y le pregunté con voz chulesca si quería verme.

Me respondió con voz firme, intentando dar una imagen de superioridad ante sus empleados, aunque los tres sabíamos que estaba ya de nuevo sometida a nuestros deseos.

  • Quiero que me prometas que no habrá ningún tipo de cámara y que no habrá más veces.
  • No habrá cámaras, eso te lo prometo y es probable que no haya más veces. En cualquier caso, no estás en disposición de negociar.

Salimos de la oficina y comunicaron a Ana que no volverían hasta el día siguiente. Cogimos el coche de Gabriel y fuímos a mi casa. Le pedí que dejara el vehículo en el garaje, para que posteriormente no sospechase nada extraño Carlos.

Entramos directamente al salón. Les ofrecí asiento mientras llegaba la hora de comer. Alicia lo hizo en la butaca, mientras los hombres lo hacían en el sofá. Todos, por motivos diferentes, estaban muy nerviosos.

Aunque fuera hacía mucho frío, la casa estaba bastante caldeada, por lo que hice un comentario.

  • Hace calor en la casa, seguro que Alicia quiere ir despojándose de su bonita ropa para nosotros mientras llega la hora de la comida.

Alicia me miró sorprendida y airada. De nuevo comenzó a llorar y a suplicar.

  • Anda, no protestes, le dije. Si al final vas a terminar haciendo todo lo que te pidamos.

La senté sobre la mesa y le quité sus zapatos de tacón. Después la coloqué una silla para que pudiera subir a la mesa y comenzar el espectáculo. Llevaba una falda verde, un jersey negro de cuello alto y unas tupidas medias del mismo color.

Puse música. Ella se quedó parada encima de la mesa, por lo que tuve que animarla a bailar y a quitarse el jersey. Lo hizo con cierta soltura, muestra de que ya le costaba menos desnudarse delante de otros hombres.

Le dije que jugase con su falda, que la subiese, y aunque lo hizo no resultaba demasiado erótico debido a las medias que que llevaba. No hizo falta decirle que se las quitase, fue ella quien lo hizo.

  • Quítate esas medias, no me gustan, no son eróticas.

No hubo que repetirlo. Alicia quedó con tan solo el sujetador y tanga negro. Sus tetas volvían a marcarse por los nervios que tenía, aunque en esta ocasión, ella aparentaba cierta soltura.

Yo animaba a los chicos, hacía comentarios obscenos sobre sus tetas y culo, pero ellos se sentían cortados ante lo que estaban viviendo

Pedí a la directora que bajase, y le dije que haríamos algo que nunca habíamos hecho.

Me miró aterrada, sin saber lo que le iba a proponer. Creo que se alivió al saber que era un beso con lengua. La abracé, metí mi lengua hasta su garganta. A la vez, desabroché su sujetador, quedando sus puntiagudas tetas a la vista de todos.

La mujer miraba a sus compañeros con odio, a la vez que estos no movían la vista de sus pechos, por lo que le advertí que no podría despedirlos de la empresa. Esto volvió a hacer sonreir a los muchachos.

  • Alicia, el otro día cometimos una falta de caballerosidad. Una fue permitir que comieses desnuda, por lo que hoy te he traído algo para que te cubras

Era una bata totalmente transparente. Se ofendió al verla y me acusó de querer humillarla aún más. No obstante, los dos hombres rieron.

Comenzamos a comer, pero cuando estábamos terminando Alicia tuvo un ataque de pánico, poniéndose a llorar de forma desconsolada. La tranquilicé diciéndole que el postre lo comeríamos en platos, que estuviera relajada.

Eso pareció relajarla, por lo que fuimos nosotros quien trajimos el postre a la mesa y la recogimos posteriormente.

Cuando terminamos, pedí a nuestra invitada que nos sirviese algo de beber. Después se sentó de nuevo en la butaca, cruzando los brazos para intentar tapar sus pechos.

  • Sabes lo que tienes que hacer verdad? Le pregunté.

Ella intentaba evadirse, así que le dije directamente que se quitase la bata.

Se `puso de pie, la desabrochó y esta cayó al suelo. Le dije que estirase las manos hacia abajo, para que pudieran contemplar sus espléndidas tetas. Alicia lloraba mientras miraba al suelo. No quería ver la cara de sus compañeros.

  • Alicia, uno de estos dos chicos va a quitarte tu tanga. Elige quien quieres que sea
  • Qué? No voy a hacer eso. Decídelo tú si quieres, cabrón.
  • Qué mal educada eres. Se lo diré a tu hijo. Le diré que eres una zorra, una ninfómana, y que te encanta que te fotografíen

Era un momento sublime. Una cosa era que le bajasen las bragas como hizo Oscar la última vez, y otra que fuese ella quien lo eligiese.

Miró fijamente a Gabriel y sin dirigir la cara al otro compañero, pronunció el nombre de Iñaki.

Me recreé en la situación, y le obligué a decirlo con todas las palabras.

  • Iñaki, por favor, podrías quitarme el tanga? Expresó las palabras mirando a un lado de la habitación.

Lo hizo despacio, recreándose centímetro a centímetro. Le sacó las bragas por debajo de sus pies, y antes de volver a levantarse le dio un fuerte beso en medio de su coño.

Les pregunté que querían hacer con su regalo. Ambos dijeron que les había gustado mucho lo del postre, pero como ya habíamos terminado de comer, se conformarían con montarla de nata.

La mandé tumbarse sobre la mesa. Ella me recriminó mi falta de palabra al decirle que no tomaríamos postre sobre ella, pero me debía a los directores, así que a pesar de sus protestas y súplicas, la subí y le dije.

  • Ya sabes Alcia, piernas abiertas, brazos hacia atrás...............
  • Sois unos hijos de puta, respondió llorando.

La unté bien de nata por todos lados, principalmente encima de sus tetas y su coño. Todos sus puntos eróticos quedaron tapados por la pasta

Ella intentó protegerse explicándole que era su compañera, aunque ambos hicieron caso omiso mientras daban buena cuenta de la nata.

Como si estuvieran sincronizados, los dos se turnaban para dejar totalmente limpio su sexo y sus senos.

Iñaki se hizo cargo de la situación y mandó a Alicia ya a Gabriel a la ducha. Los dos se lavaron primero la cara, que estaba totalmente blanca. La mujer se mantuvo digna, evitó llorar mientras la bañaban, y al igual que la otra vez, procuraban que sus orificios y sus pechos quedasen relucientes.

De nuevo volvieron al salón. Les pregunté que deseaban hacer con ella a lo que Iñaki fue el primero en contestar.

  • Quiero follármela. Lo quiero hacer en una silla. Que ella se ponga encima de mi.

De nada sirvieron las súplicas de Alicia que apelaba al matrimonio de Iñaki, a la diferencia de edad, al compañerismo. La calentura de un hombre, de nuevo, anulaban todos sus argumentos.

Tenía una polla enorme, por lo que la sintió dentro de ella. Iñaki era un hombre muy fuerte. La levantaba sin esfuerzo y cada vez que caía su polla se metía dentro de la vagina de Alicia. Sus movimientos hacían que la boca y lengua le acariciasen los pechos, se los tocasen. Ella daba ligeros gritos, aunque supongo que no eran de placer. Estuvo penetrándola más de quince minutos por lo que la dejó extenuada y dolorida una vez que se corrió dentro de ella

Sabía que a Gabriel le habría encantado metérsela por el culo, pero eso era para mi y no lo cedería. Por tanto, él eligió que se la chupase.

Tenía la polla a punto de estallar. De nuevo muy digna, sin pronunciar palabra se acercó a Gabriel, sacó su pene del boxer y comenzó a chuparlo. Por suerte para ella, estaba tan caliente que apenas tuvo que dar un par de lametones.

Me sorprendía y molestaba que aceptase todo lo que tenía que hacer sin protestar, así que le dije que la iba a penetrar por detrás, como la última vez.

Altiva, me respondió que sería la última vez que lo haría, y se colocó en posición para que pudiera terminar mi faena.

La penetré. Aguanté mucho más que las otras veces. Ella no protestó como en otras ocasiones. Estaba aguantando estóicamente. Por fin terminé.

Alicia hizo ademán de recoger su ropa, pero de inmediato la paré.

  • Me gusta verte desnuda, le dije con la sóla intención de hacer tiempo.

Enseguida sonó el timbre. Los dos empleados sabían que debían irse al garaje. La mujer los miró extrañado y noté en su cara cierto desconcierto. Por mi parte, salí a abrir la puerta.

  • Alicia, he de decirte algo.
  • Ya lo sé, hay otro amigo tuyo que quiere divertirse conmigo, verdad?
  • Si, así es. Sólo quiero comentarte que ese amigo es Carlos, tu hijo.
  • Hijo de puta, dijiste que no le dirías nada si hacía todo lo que tú querías, y lo hice.
  • No le he dicho nada. No sabe quien es la mujer que está aquí, ni la de las fotos. Quería conocerte y no pude decirle que no. Le dije que no podría verte la cara y aceptó.
  • Dios mío. Qué hago ahora, me has hundido, cabrón. Juro que te mataré. Mi vida ya yo vale nada.
  • Toma, ponte esto.

Alicia comenzó a llorar. No paraba de insultarme hasta que terminó diciendo que no lo haría.

  • Está bien, sino lo haces, le diré que pase él y los muchachos. Te verá desnuda y sabrá todo lo que has hecho. A parte le enseñaré todas las fotos y los videos, para que sepa quien es su madre.

Nuestra amiga entró en razón. Ahora sólo le preocupaba que no le reconociera. Era sencillo, le pedí que se quitara todos las joyas y abalorios que llevaba, incluido el reloj, para que ningún objeto de los que llevase le resultase familiar. Además, le entregué una máscara de cuero, que sólo tenía unas pequeñas aberturas en la boca, nariz y ojos.

Estaba muy nerviosa. Le dije que se vistiera con el tanga y la bata, mientras yo le coloqué la máscara, metiendo su pelo por dentro.

Notaba como lloraba a pesar que no veía su cara. Le dije que se tranquilizase o su hijo sospecharía.

Por fin hice pasar a Carlos y la presenté como Señora X. La presenté como una ninfómana que haría todo lo que él quisiera.

Le invité a disfrutar de la señora X. La notaba llorar en silencio, pero jamás había visto a un chico hacerlo con su madre, y esa primera vez provocaba mis más bajos instintos.

Su hijo le pidió que se quitase la bata. Ahora no se mostraba tan firme como antes, y aunque lo hizo, procedió a taparse los pechos con sus manos inmediatamente. Yo estaba a su lado, y se las aparté dejándolos al descubierto y sobre todo, a la vista de su niño.

Se acercó a tocarlos. Lo hacía de forma torpe. Los besó y mordió. De nuevo sus pezones estaban de punta. Esto no había hecho más que empezar.

  • Puedo quitarle el tanga, preguntó Carlos
  • Claro, y quedártelo si te gusta. Te lo regalará, verdad?

La toqué por la espalda. Notaba ruídos en su nariz, señal de que lloraba. Ella asintió.

Sabía que Carlos era virgen, y hoy se iba a estrenar, delante de mi y ante su madre. Una vez más, le bajaron las bragas a Alicia delante de mi, sólo que esta vez fue especial. Era su propio hijo quien lo hacía.

Alicia intentó taparlo de nuevo. Sabía que le daba ya casi igual que yo lo viese, pero que fuese su hijo quien estaba delante era algo difícil para ella. Le dije a Carlos que le gustaba que le pidiesen que no se tapase, y el chico, de forma inocente:

  • Por favor, señora, podría apartar sus manos?

Los dos nos acercamos a su coño. Yo se lo mostraba, explicándole lo bien que lo tenía depilado y lo perfecto de su raja., todo en voz alta, para provocar su humillación.

  • Qué más quieres de esta mujer, le pregunté a mi amigo.
  • Me gustaría fotografiarla, contestó. Unas fotos como las que me enseñaste. Las haremos en el sofá

Iba a hacerle unas fotos eróticas a su madre. Resultaba morboso.

Sabía que Alicia lo estaba pasando mal, y que se le estaba pasando por la cabeza descubrirse así que volvía a presionarla un poco más.

  • Ali.......Señora X, por favor, puede ir al sofá? Le pregunté

Estuve acertado porque al decir las tres primeras letras de su nombre, como en un error, ella volvió a tomar noción de la magnitud de lo que sucedía.

Temiendo que fuera yo quien descubriese las cartas se dirigió al sofá y empezó a recibir las órdenes de su hijo.

Estaba totalmente desnuda, con las piernas abiertas. Su hijo se acercaba descaradamente para tomar fotos de todas partes de su cuerpo, en especial de sus pechos y de la vagina. Por los movimientos de su cara y pequeños jadeos, sabía que lloraba mucho, aunque Carlos no se enteraba de nada.

Le pidió que se pusiera la bata, sin abrochársela. Ella obedecía como una autómata los deseos del muchacho.

  • Ahora me gustaría fotografiarle el culo.

Sin pensarlo demasiado se dio la vuelta. Yo agarré sus cachetes y se los separé, después hice lo mismo con su coño. Las imágenes eran buenas, aunque la cara del muchacho era lo mejor.

  • Como me ha dado el tanga, voy a romperlo por delante, para hacer unas fotos

Como el mejor de los trabajos manuales, recortó el triangulo delantero, dejando una prenda de lo más parecido a lo que se podía encontrar en un sex shop.

Alicia se lo puso y de nuevo volvió a abrir sus piernas para que siguiera fotografiándola. Cuando terminó, sabría que querría perder su virginidad con ella.

  • Dónde quieres hacerlo? Le pregunté.
  • En una cama, si es posible.

Traje un colchón autohinchable y le coloqué una sábana. Agarré a Alicia, que estaba totalmente hundida y la llevé hacia él. Sabía que este era el peor momento de todos los que había pasado.

Antes de nada, volvió a hacerle unas fotografías más con las piernas abiertas. Sin quitarse la bata ni el maltratado tanga, Carlos, que ya estaba desnudo, se tumbó sobre ella. Era muy torpe y le encontró encontrar el camino hacia su madre, pero al final lo consiguió.

Con torpes embestidas se vació en ella. El muchacho se vistió, y antes de marcharse dio dos besos en la mejilla de la mujer.

Después de salir de la casa, Alicia se quitó la máscara. Sus ojos estaban desorbitados, me dijo que jamás me perdonaría lo que había hecho. Cayó al suelo y estuvo llorando, sin moverse durante quince minutos.

Gabriel e Iñaki la ayudaron a vestirse y salieron de la casa.

Sin duda, Alicia ya me había dado el placer que podía imaginar. El procedimiento había sido excelente, por lo cual, habría que buscar una nueva mujer que nos provocase el mismo morbo.