Objetivo: mi suegra (2)

Continúo follándome a mi suegra y a mi suegro finalmente le excita tal situación.

Como les conté en la primera parte, resulta que tras quedarme viudo mis suegros vinieron a pasar unos meses conmigo para echarme una mano sobre todo en los cuidados del niño. Pronto sentí atracción sexual por Rocío, mi suegra, incitado por mi propio suegro, Gregorio, que no dejaba de alabar las maravillas de su mujer en su presencia. Una noche, durante sus juegos sexuales fui vouyeur invitado y aquello les excitó tanto a ellos como a mí. En los planes de Gregorio desde luego no entraba que yo tocase ni una pizca a su mujer, pero finalmente pactamos que yo haría siempre que quisieran de vouyeur para que él se excitara y consiguiera una erección natural a cambio de que me dejase follar de vez en cuando con su mujer, eso si, en privado.

Rocío y yo nos quedamos solos por primera vez una tarde de domingo. Ambos teníamos la misma necesidad de follar, aunque ella estaba algo asustada por considerarme un joven león hambriento de sexo, mientras ella ya era algo madura. La tranquilicé diciéndole que practicaríamos coitos delicados. Así pues, y a pesar de las ganas que ambos teníamos, lo hicimos con dulzura. Besos, caricias y sexo oral sin prisas, y como suele decirse, sin pausa. Me comí su coño como si se tratara de la mejor ración de marisco que jamás hubiera degustado. Ella experimento su brutal orgasmo con aquello y a mi me produjo una erección terrible. Sin obligarla ni pedírselo Rocío se decidió a darme una mamada, así que rocé gustoso sus labios con mi glande. Ella sólo lo había hecho una vez y con su marido, pero expresó su temor de que a mi no me gustase. Le dije que tratándose de ella me gustaría lo hiciese como lo hiciese. Y lo hizo muy bien. Es más, creo que cualquier puta con años de experiencia no lo hubiese hecho mejor.

Su legua y sus labios se movían alrededor de mi pene proporcionándome un placer que hacía tiempo no experimentaba. La mujer sabía como emplear su saliva para darme goce y sus manos no paraban de cosquillearme los testículos, y fue por esa sensación tan fascinante que perdí la noción del tiempo; no sé si transcurrieron cinco minutos o media hora, el caso es que ella la chupaba tan bien y yo me hallaba tan cómodo y excitado que acabé eyaculando en su garganta. En principio yo no quería que eso ocurriera pues ella se podía sentir asqueada, entonces le pedí afligido disculpas y ella sólo me dijo que no me preocupase pues pasó lo que ella deseaba que pasará, o sea, que le llenara la boca de semen. Así pasaron casi dos horas y todavía no me la había follado en el sentido exacto de la palabra. Pronto volverían Gregorio y el niño, Rocío me esperaba abierta de piernas y con el chocho encharcado deseosa de que le clavase mi enorme polla tiesa.

La puerta de la casa se oyó; allí estaban ellos. Dudamos sobre seguir adelante o no, pues nos podían sorprender, pero eran tantas las ganas que cerramos el dormitorio por dentro con el cerrojo y nos decidimos a hacerlo cuanto antes y en el menor tiempo posible. Fue un record, me follé a mi suegra en menos de dos minutos, pero fue imposible reprimir gritos de placer, sobre todo ella que parecía enloquecida por el goce de aquel polvo. Gregorio lo hubo de oír desde fuera y cuando salimos tenía cara de cierto enfado, normal, me acababa de follar a su mujer. El niño también lo oyó pues preguntó que si le había puesto otra inyección a la abuela.

-Así es hijo mío- le explicó Rocío- tu papá pone la inyección de maravilla.

Fueron días difíciles para Gregorio, pues veía cómo su mujer también gozaba con otro, pero esto sirvió de aliciente a la relación de ambos pues todas las noches Gregorio aparecía ante Rocío con su polla bien tiesa y con ganas de guerra. Se estableció una dinámica de turnos para tirarse a aquella mujer. Gregorio lo hacía de noche y yo durante el día siempre que tenía ocasión, como aquella vez que la encontré cocinando y llegué desde atrás, le remangué la falda, le bajé las bragas y se la introduje desde atrás. Las lentejas que estaba preparando se quemaron mientras ella me suplicaba que no dejara de follarla. Una hora después Gregorio ya se la estaba follando en el dormitorio. La verdad es que teníamos a Rocío extenuada de cansancio por aquel ajetreo sexual, a pesar de que a ella le gustaba también hacerlo y siempre estaba dispuesta a satisfacernos. Llegó un momento en el que mi suegro y yo casi no nos hablábamos, porque aquello era como cosa de dos machos que se disputasen a una hembra. Pero me di cuenta de que si ambos queríamos poseer enteramente a Rocío, ella también nos deseaba a los dos, por eso cuando Gregorio le propuso hacer las maletas para marcharse de mi casa, ella se negó en redondo, alegando que tenía que cuidar del niño, pero teniendo otro motivo de mucho más peso: el placer que yo le daba. Ya no me importaba meterle la polla a mi suegra y hacerla rugir de placer sabiendo que Gregorio no andaba lejos y nos podía oír. La tensión entre él y yo creció de tal manera que Rocío tuvo que tomar cartas en el asunto si no todo acabaría muy mal y quizá los tres saldríamos perjudicados. Una noche después de cenar ella se sentó en el sofá entre su marido y yo y dijo:

  • Ahora voy a hacer algo para demostraros que os quiero y os deseo a los dos. Si alguno de vosotros me rechaza en los próximos minutos me perderá como hembra. Si los dos aceptáis mi juego me tendréis para siempre.

Gregorio y yo nos quedamos callados y expectantes. Él se hallaba a la derecha de su mujer y yo a la izquierda. A continuación dio comienzo un juego en el que Rocío dio muestra de su habilidad con ambas manos. Nos bajó la cremallera del pantalón y extrajo la polla de ambos para empezar a pajearnos suavemente. La situación era excitante porque ella ponía en práctica dotes de auténtica fulana. Gregorio le dijo:

-Nena, eres una verdadera puta.

  • Lo sé –dijo ella-, y sé que a ti te encanta.

  • Sí –dijo él- me encanta que nos menees la polla a tu marido y a tu yerno a la vez.

Gregorio, al fin, disfrutaba con aquello tanto como yo, pero no cesaba de llamar puta y otras cosas a Rocío, la cual no se sentía molesta, sino más excitada todavía ante las provocaciones de su marido.

-¿No nos vas a hacer a una buena mamada pedazo de zorra? –me atreví a decir yo.

-Bueno –dijo ella-, ya que lo has pedido...

  • Empieza por tu marido y enséñale todo lo que has aprendido conmigo, yo mientras te comeré ese delicioso coño que tienes.

Así lo hicimos, mientras Rocío chupaba la polla de Gregorio yo le lamía la raja del coño a ella y ponía su clítoris a punto. La mujer manaba abundantes jugos y ya era el momento de meterle la polla por allí. Ella misma lo pidió, y fue su marido, quien apartándome de un empujón tomó posesión de la cueva húmeda de su mujer que de puro placer ya no dejaba de gemir. No me importó tener que irme hacia la boca de Rocío para que continuara realizándome la felación. Los tres tuvimos nuestro orgasmo simultáneamente e inundamos a mi suegra de semen. El juego parecía acabado y me dispuse a ir a mi dormitorio y dejarlos solos a ellos tumbados sobre la alfombra del salón, pues al fin y al cabo ellos eran matrimonio. Pero Gregorio me detuvo diciéndome que me quedase un rato más a disfrutar con ellos, ya que en cierto modo Rocío me pertenecía a mi también. Me tumbé al lado de ella y lamí todo su cuerpo; y lo mismo hacía su marido recorriéndole con la lengua aquellos maravillosos senos y pezones. En un rato estuvimos a punto de nuevo. Tan a tono nos pusimos que Rocío dijo:

-Bueno, ¿qué es lo más atrevido, puerco y morboso que podemos hacer entre los tres?

Nos quedamos pensativos. Yo exclamé:

-Un sándwich.

  • ¿Qué es eso?- preguntaron el hombre y la mujer a un mismo tiempo.

Aunque eran diestros en cuestiones sexuales no conocían la terminología. Quisé abandonar la idea porque no me atrevía a explicárselo, pero finalmente lo hice ante la insistencia de ambos. Les dije que uno se la metería en el coño y otro mientras tanto le daría por el culo. Gregorio no supo qué pensar y lo dejó a la elección de su mujer, la cual accedió pero pidiendo que lo hiciéramos con delicadeza. Quedaba decidir quien se la iba a clavar en el coño y quien en el culo. Como la postura del que le perforase el ano a Rocío iba a ser bastante más difícil Gregorio me cedió a mi el privilegio. Él se tumbó en el suelo y de un golpe Rocío se sentó en su polla clavándosela en el coño. Se agitaron un poco y seguidamente procedí a introducírsela en el pequeño agujero. Costó un poco, pero con ayuda de sus líquidos vaginales lo conseguí. Comencé a embestir a mi suegra por atrás y no me pasaba desapercibido el placer que el matrimonio experimentaba con aquella experiencia. Mis cojones se rozaban de vez en cuando con los de Gregorio, el cual al igual que yo, jadeaba como un cerdo, pero es que lo de mi suegra era descomunal, gritaba como si la estuvieran matando, no de dolor sino de placer. Nos volvimos a correr triunfalmente.

  • ¡Qué puta tan deliciosa eres! –dijo Gregorio a Rocío, mientras ella sonreía. ¿Qué opinas tú?- me dijo él a mi.

  • Esta mujer es insaciable. Seguro que aparece otro tío y folla con él aquí mismo y ahora.

Todos reímos.

-Sí –dijo ella- follaría con tres hombres a la vez, podéis estar seguros.

Eso sucedió días mas tarde. Quién quiera conocer la historia que la pida con argumentos en la siguiente dirección de correo: fratss@hotmail.com