Obediente
Decido obedecer a mi mujer en todo...
Te bajas del autobús, y llegas a casa. Estás cansada y estresada, has estado discutiendo una serie de problemas en la universidad, y necesitas aliviar tensiones. Según entras por la puerta de casa, me llamas para saber dónde estoy. Te contesto desde la cocina. Vas hacia allí, y sonríes satisfecha. He seguido tus instrucciones al pie de la letra. Me encuentras haciendo la comida, con el delantal que me compraste. Sólo con el delantal. Te doy un beso, y sigo a lo mio. Empiezas a estar muy cachonda. No sólo por verme cocinar desnudo, si no por haberte obedecido como un perrito. Te aviso de que la comida casi está. Te pones detrás mío, y cuando me voy a dar la vuelta para mirarte, me sujetas del hombro y me mantienes de espaldas a ti. Me quitas de delante del fuego, y haces que me apoye en la encimera. Yo, me dejo hacer, muy sumiso. Empiezas acariciandome la espalda y el pecho, muy suavemente, deleitándote con cada centímetro de mi piel. Cuando te cansas, empiezas a bajar, hasta llegar a mi culo. Me lo acaricias con más fuerza, y me das unos azotes suaves. Enseguida te pegas a mí, y metes la mano por debajo de mi delantal, y me agarras la polla sin miramientos, decidida, con una pulsión que no puedes ni quieres dominar. Gimo por la impresión de sentir tu mano. Me lo recriminas con un azote, y empiezas una suave paja. Yo estoy muy excitado, y se me pone muy dura al instante. Con la mano izquierda, te subes lentamente el vestido, y dejas tu coño totalmente depilado al aire, y lo notas húmedo y muy caliente. Te alegras de no llevar bragas. ¿para qué? piensas, y sonries lasciva. Te cansas de pajearme y me fuerzas para que me de la vuelta. Una vez cara a cara, me sonries y empujas por mis hombros hacia abajo, para que me arrodille delante de ti. Lo hago, y me dices que ya se lo que tengo que hacer. Así que meto mi cabeza entre tus piernas, y empiezo a comerte el coño. Empiezo muy fuerte desde el principio. Tu, te retuerces de placer desde el primer momento, y me sujetas la cabeza contra tu puvis muy fuerte. Parece que quieras que meta la cabeza dentro. No dejo de comerte el coño con fuerza hasta que te corres por tercera vez, entre gritos, gemidos y estertores de placer. Te tiemblan las piernas, pero te agachas y haces que me incorpore otra vez. Tengo la cara llena de tus flujos. No te importa, y me das un beso que me deja sin aliento. Me coges la polla, que sigue de piedra, y te das la vuelta, te apoyas en la encimera, miras hacia atrás, y me dices, con voz ronca por la excitación: ¡follame! Yo, hago que te agaches un poco mas, y te la meto de una sola vez, con mucha fuerza desde el principio. Te cojo de las caderas para tener mas fuerza y te follo sin piedad. No paro entre los orgasmos, solo encadenas uno con otro, mientras te convulsionas, gimes y gritas de placer. Te aviso de que estoy a punto de correrme, tu te das la vuelta con medio cuerpo, me miras y me dices, hazlo dentro. Yo, espero a que te estés corriendo, y lo hago dentro de ti, inundando tu coño de semen caliente. Cuando termino, me inclino sobre ti, y te beso. Te bajo el vestido, y me recoloco el delantal. Mientras te sientas en la mesa, sirvo la comida. Al sentarte y empezar a comer, notas como mi leche se escurre entre tus piernas, y te preguntas qué me harás cuando te levantes de la siesta... Fin.