Obediente
Soy la mujer de mi dueño. Nada me produce mayor satisfacción que atender y obedecer a TODO lo que me pide. Cada día es un nuevo reto por mejorar y hacer feliz a mi dueño.
Abro la puerta con mi propia llave. Está sentado en el sofá de la sala, mirando la tele distraídamente. Entro sin hacer ruido. Puede conocer mi estado de ánimo sólo por mi forma de saludar. Avanzó hasta quedarme de pie a su lado, nerviosa. Llevo puestos unos vaqueros, camiseta y botines camperos. Me mira de arriba abajo y me dice: -vete y no vuelvas hasta que te vistas correctamente-.
Sólo contesto –vale- y salgo con ganas de echarme a llorar. Soy de lágrima fácil.
Media hora después vuelvo a abrir la puerta con mi llave. De nuevo me plantó frente a él para ser observada. Sigo nerviosa. Me he puesto un vestido corto negro hasta la mitad del muslo. Ceñido por la cintura, con apenas algo de vuelo. Tirantes finos que dejan ver a su vez los tirantes del sujetador, a juego con el vestido. Chamarra de cuero negro colgada del brazo. Sandalias de tiras rojas y tacón fino de ocho centímetros.
-Súbete la falda-
Obedezco y dejó ver un minúsculo tanga a juego con el sujetador.
-Bájate un poco el tanga-
-Está depilado- le digo.
-Cuando quiera que hables ya te lo diré-
-Perdón- y me retiro el tanga para enseñar el coño recién depilado.
-Bien-
Se quita el pantalón y el calzoncillo y con un gesto me indica que le toque. Me arrodillo y le acaricio recordando los gestos precisos que él me ha enseñado. La erección es inmediata.
-¿Chupo?- pregunto.
-Calla y sigue tocando-
Sigo acariciando y manteniendo firme la erección.
-Súbete el vestido y quítate el tanga-.
Obedezco. Sólo entonces se levanta del sofá, me reclina contra la mesa del comedor con el vestido recogido en la cintura y me penetra por detrás. Se corre de inmediato y vuelve a vestirse.
Sigo reclinada contra la mesa y pregunto si puedo moverme. No me contesta y se limita a mandar un mensaje por el teléfono. Apenas un minuto después llaman a la puerta.
-Abre-.
Me arreglo el vestido y voy a abrir. Es un chico joven que se presenta como Igor. Igor sonríe y me palpa bajo el vestido. Tengo la reacción de apartarme. Entonces me mira con severidad y pregunta -¿Pasa algo?-
-No, nada. Perdón-.
-Igor ha venido a divertirse un rato, así que sé amable y cariñosa, ¿entendido?-
-Sí-
Igor vueva a palpar bajo mi vestido mientras exhibe una sonrisa burlona. Me busca la boca para besarme y aparto la cara. –Es que en la boca, no puedo…- digo a modo de disculpa.
En esta ocasión tan sólo me mira y comprendo. Igor me besuquea mientras sonríe y me quita el vestido. Me quedo sólo con sujetador y sandalias.
En dos movimientos ágiles Igor se desnuda y se tumba en el otro lado del sofá. Me dice que se la chupe y yo me inclinó sobre su polla. Es evidente que Igor está pasando un buen rato. Pasan unos diez minutos hasta que Igor me agarra por la cintura y me tumba en el sofá. Me come el coño hasta que considera que estaba bien mojado y me pone la punta de la polla en el coño con intención evidente de penetrarme.
-Sin condón no- suplico.
Los dos hombres se miran y entonces él dice: -Fóllatela-
Me la mete en un gesto violento y se agita en mi interior sin hacer caso de mis protestas.
-Deja de lloriquear- me dice y enmudezco.
Igor bombea con ímpetu hasta que llega el orgasmo. Tarda en retirarse, perezosamente, sin prisa, dándome una palmada en el trasero. Se nota mi gesto compungido y hago lo posible por contener el llanto.
Los dos hombres intercambian algunos comentarios banales mientras Igor se viste. Le acompaña hasta la puerta y se despiden.
Yo sigo tumbada en el sofá y con cara de circunstancias.
-Anda, vístete- me dice.
Me arreglo el vestido y me siento a su lado. Seguimos viendo la tele.
-La próxima vez que te diga que te pongas algo obedeces a la primera. Si tienes alguna duda, preguntas y si no, atente a las consecuencias.-
-Vale.-
-Por lo demás, estoy contento, te has portado bien.-
-Gracias.-