Nuri y Mauricio

Mauricio conoce a Nuri en la terraza de una cafetería.

Estoy sentado en la terraza de una cafetería. Me tomo un café bombón mientras observo la gente pasar en una mañana gris y fría: hombres y mujeres de camino al trabajo, madres de la mano de sus hijos yendo al colegio, un repartidor descargando cajas de su furgón… La terraza está casi vacía. Casi todos están en el interior de la cafetería debido al tiempo. Sólo tres obreros se sientan en una mesa cercana y desenvuelven sus bocadillos envueltos en aluminio y beben sus cervezas mientras hablan animados y hacen bromas alternando comentarios sobre sus pésimas condiciones de trabajo.

Al cabo de un rato veo llegar una chica que cuelga su bolso en el respaldo de la silla y se sienta dos mesas más allá. Es rubia y su pelo rizado acaricia su abrigo a la altura de sus hombros. La camarera sale a tomarle el pedido y vuelve a entrar en la cafetería. La chica saca de su bolso lo que parece ser una agenda, la abre y comienza a escribir en ella. A los pocos minutos sale la camarera con un café, se lo sirve a la rubia y le cobra. Yo sigo observando. La veo tomar pequeños sorbos de su café con leche. Ella levanta su mirada y encuentra la mía. Me sonríe y le devuelvo la sonrisa. Ella continúa escribiendo en su agenda y yo continúo observándola, como atrapado por un potente imán que anula todo a mi alrededor.

Unos quince minutos después ella cierra su agenda y se levanta. Pienso que se va a ir pero, para mi sorpresa, cruza el espacio que la separa de mi mesa y mirándome, me pregunta si puede sentarse a mi mesa. Algo desconcertado, asiento con la cabeza. Ella busca con la mirada a la camarera, que está recogiendo la mesa donde se sentaban los obreros. La camarera se acerca y ella le pide una infusión. Yo aprovecho para pedir otro café. Me tiende su mano. –Nuri –me dice sonriendo. –Mauricio –respondo yo estrechando su mano. –No sé cómo quitarme el frío de encima hoy, así que voy de café al poleo y otra vez al café –comenta ella. Se me pasa una idea fugaz por la cabeza a modo de sugerencia para quitarle el frío, pero opto por un comentario más diplomático –Tal vez ayudaría si te metieras en la cafetería en vez de sentarte en la terraza. Ella se ríe. Su risa es como un tintineo que despierta mis sentidos del letargo del frío. –Me gusta respirar aire puro y sentir el viento en la cara. Además, las cafeterías llenas de humo de cigarrillo me agobian –me aclara. –A mí me pasa igual. Y dime, ¿que haces por aquí? –le pregunto. –No trabajo hasta la tarde-noche, así que me he tomado la mañana de relax. –¿En qué trabajas? –le pregunto con algo de temor a parecer indiscreto. –Soy auxiliar de vuelo. Llegué anoche en un vuelo desde Tenerife y esta noche tengo un vuelo a Colonia. Y tú, ¿qué haces por aquí? –me pregunta ella ahora. –Tengo el día libre y me apetecía disfrutar de la ciudad, hace tiempo que no lo hago, siempre estoy liado –respondo. –Y ¿a qué te dedicas que te tiene siempre tan ocupado? –sigue preguntando. –Soy profesor, así que siempre me toca llevarme faena a casa. La miro beber de su infusión mientras me escucha. Observo sus labios. Son rosados y carnosos. –Vives por aquí por el centro, imagino –me dice. –Más o menos –respondo yo, sin querer darle más datos -¿Y tú?. –No, no –dice ella –yo vivo en Ibiza, estoy aquí de paso como ya te he dicho. Estoy en el hotel un par de noches y mañana vuelvo a la base. –Interesante… -Pienso yo en voz alta.

Continuamos la conversación durante una hora más. Nos hacemos preguntas uno al otro, averiguando un poco más de la vida del otro. Parece una conversación sincera y los dos nos sentimos cómodos. Nuri me cuenta que tiene novio oficial, aunque a veces piensa si quiere seguir con la relación porque, aunque tengan altibajos como todas las parejas, los "bajos" son más duraderos que los "altis" y se pregunta si vale la pena. Yo le cuento que estoy casado, que tengo dos hijos y que a veces me miro al espejo y me pregunto quién es la persona que veo reflejada para después imaginar cómo sería mi vida si siguiera soltero y finalmente abandono el auto-análisis y continúo con mi vida rutinaria de familia.

-¿Tienes planes ahora? –me pregunta rompiendo el ritmo de la conversación. –Pues… La verdad es que no –respondo sinceramente. –¿Te apetece acompañarme? He venido al centro a hacer unas pequeñas compras. Si quieres… -me dice, invitándome con su sonrisa. –¡Claro! ¿Porqué no? –acepto. Nos levantamos y caminamos hacia la calle Austria mientras seguimos conversando. –Intentaré hacerlo breve, sé que a los hombres no os gusta ir de tiendas –me dice riendo. –No te preocupes, no me importa ir de compras si es en buena compañía –le digo yo. –Yo también prefiero tener compañía –continúa Nuri –además, eso de estar sola en la cuidad me resulta un poco deprimente. Y si he de comprar algo de ropa, siempre es bueno tener una segunda opinión, ¿no? –me mira medio coqueta. –¡Por supuesto! –digo yo, contento de ser una buena compañía para ella.

Entramos en una tienda de ropa. Vamos revisando estanterías y percheros haciendo comentarios sobre la ropa. De vez en cuando, ella se pone algo por encima y me pregunta qué me parece. Yo le doy mi sincera opinión, normalmente gesticulando favorablemente si me gusta, o arrugando el ceño si me desagrada. –Bueno –me dice –realmente lo que necesito son medias, porque me he quedado sin, y necesito dos o tres pares. No sabes lo que se destrozan cuando te mueves en el mini espacio del avión. Aunque he visto una faldita que me apetece comprar también. Te prometo que sólo será un momento. Nuri escoge tres pares de medias de los estantes y pasa por el colgador donde vio la minifalda de la que hablaba. Se lo lleva todo al probador y echa la cortina. Yo deambulo sin rumbo por el local. Al poco rato Nuri asoma la cabeza por la cortina y me llama –¡Mauricio! ¿Me das tu opinión? –me pide. Evidentemente, yo acepto y me acerco, esperando que descorra la cortina y me enseñe cómo le queda, pero en lugar de eso, me toma de la mano y tira de mí para hacerme entrar al probador para después correr la cortina de nuevo. Ella sonríe y me mira, como una niña consciente de estar haciendo una travesura. Es la primera vez que veo a Nuri sin abrigo. Es delgada de cuerpo y de caderas anchas. Lleva un jersey de lana y cuello vuelto con rayas horizontales anchas, de tonos marrones y grises. Sus pechos son medianos. La minifalda de lana gris realza su trasero respingón y las medias tupidas y marrones me dejan distinguir sus piernas esbeltas y bien torneadas. –Bueno, ¿qué tal? ¿Cómo me queda? –me pregunta, expectante. –Sinceramente –le respondo –perfecta. Pero ¿no pasarás frío con eso? –¡Qué va! Sólo es cuestión de más café o más infusiones calentitas o… –me mira, pícara –de una buena compañía –dice ella, como leyéndome el pensamiento. –Además –continúa –estas medias son supercalientes y suaves, mira. Me toma la mano otra vez. Empiezo a presentir que cada vez que Nuri me toma la mano es para provocarme. Lleva mi mano a su rodilla y después la hace deslizar por su muslo, despacio. Mientras lo lace, me mira a los ojos, sonriendo. Yo la miro también a los ojos, medio sonriendo y levantando una ceja en señal de aprobación. Estamos muy cerca uno del otro. Puedo sentir su aliento fresco. –¿Qué te parece? –pregunta. –Me parece que se siente incluso mejor que se ve –respondo yo sin dejar de acariciar su muslo sobre la suave tela de las medias. –Ah ¿sí?, y… ¿qué se siente? –Nuri sigue con su divino interrogatorio. –Se siente… suave, cálido… muy agradable –le describo. –Sí, ya veo… a juzgar por tu erección te resulta superagradable –me dice, acercando su boca a la mía peligrosamente. Nuri tiene razón, no me había dado cuenta, pero bajo el pantalón tengo una erección que no se puede disimular. Estoy a punto de poner alguna excusa, pero me dejo llevar por la situación. –Una imagen vale más que mil palabras, ¿no? –le digo, riendo. –Ahá… Me gusta tu… "opinión gráfica" –ríe también. No puedo evitar mirar su boca, sonriente. Entonces Nuri pega su cuerpo al mío y atrapa literalmente mi boca con la suya. Nos enredamos en un beso húmedo, nuestras bocas abiertas, nuestras lenguas buscándose una a la otra. Su mano baja directa a mi erección y toma mi sexo sobre la ropa. Lo aprieta, sintiendo su dureza. Mis manos pasan de sus muslos a su trasero, sintiendo esa tela elástica y suave y amasando sus nalgas. Nos comemos la boca mientras nos magreamos mutuamente. –¿Tienes coche? –me pregunta con la voz entrecortada. –Sí –respondo brevemente. –Anda, llévame al hotel. Nuri se pone el abrigo y mete los pantalones que llevaba puestos antes en su bolso. Se calza los zapatos, me toma de la mano y salimos del probador. Pasa por caja, paga la falda y las medias, diciéndole al a chica que se lleva puesta la falda y unas medias.

Salimos de la tienda. –¿Tienes lejos el coche? –me dice. –No, a un par de manzanas –respondo yo. Andamos uno al lado del otro, sin hablar y con paso rápido, como si llegáramos tarde a una cita importante. Nuri me lanza miradas de vez en cuando, sonriendo. Llegamos al garaje. Bajamos al sótano y nos metemos en el coche. Nuri no me da tiempo a arrancarlo. Se abalanza sobre mí, mete su lengua en mi boca y lleva su mano a mi sexo de nuevo. Empieza a despasar la correa, después el botón y la cremallera. Lleva su boca a mi oreja y empieza a lamérmela, la chupa, muerde mi lóbulo y mete su lengua en ella mientras su mano se hace camino bajo mi ropa interior. Libera mi sexo, hinchado y duro y empieza a masturbarme despacio, pero apretando fuerte. –Quítame el frío, Mauricio –me susurra al oído. Yo apenas puedo contestar. Tengo a este pedazo de mujer comiéndome la oreja literalmente, haciendo que toda mi piel se erice mientras me masturba con pasión. Abato un poco al respaldo del asiento. –Tienes una buena poya, ¿sabes? –me dice, calentándome más aún. Sin más, se inclina sobre mi sexo, con su mano baja hasta la base del tronco dejando mi capullo al descubierto, abre la boca y sin más preámbulos se la mete. Succiona fuerte, casi haciéndome daño. Chupa, juega con su lengua sobre mi capullo dentro de su boca. Mi mano sube su falda y se cuela bajo las medias y bajo sus braguitas. Amaso sus nalgas y me abro camino entre ellas, alcanzando su rajita. Mi dedo corazón se desliza entre los labios de su coño y siento su calor y su humedad. –Estas supermojada, ¿sabes? –le digo. Ella asiente con mi poya llenándole la boca –Mmm hmmm… Me abandono a su mamada deliciosa mientras sigo jugueteando con mi dedo en su conchita resbaladiza. Ella no me da tregua. Mi verga palpita cada vez más rápido en su boca hasta que siento que me voy a correr. Con mi mano en su nuca y mis dedos enredados en su pelo, siento el ritmo del subibaja de su cabeza y le advierto de que estoy apunto. Espero que ella, sabiéndolo, decelere el ritmo de su comida, pero todo lo contrario. Acelera sus movimientos y succiona con más fuerza y entonces sé que ya no hay marcha atrás. En unos segundos estallo en un orgasmo explosivo. Siento cómo los primeros disparos de mi leche entran con fuerza en su boca viciosa, que no deja de mamar y tragar. Una y otra vez me derramo en esa boca caliente que me lleva al cielo e intento reprimir sin éxito un grito de placer que marca el final de mi corrida. Es entonces cuando Nuri ralentiza su ritmo, con unas últimas mamadas lentas y unos lametones a todo lo largo de mi verga todavía palpitante. Ella se incorpora, muy sonriente y atrapa mi boca en la suya, como en el probador de la tienda, para fundirnos en un beso largo, profundo y húmedo. Todavía puedo sentir el sabor de mi sexo en su boca. –Eso es lo que yo llamo una buena mamada –le digo medio riendo. –Me alegro de que te haya gustado –me responde ella –a mí me ha puesto a mil… Anda, llévame al hotel, ¿quieres? –me sugiere. A modo de respuesta, arranco el coche y salimos del garaje.

Llegamos al hotel en 15 minutos, junto al antiguo cauce del río, aparco y nos dirigimos al ascensor. Esta vez soy yo quien se abalanza sobre Nuri mientras el ascensor sube los ocho pisos. Ella atrapa mi pierna entre sus muslos y mis manos agarran su trasero, pegándola bien a mí mientras nos comemos a besos. Su lengua entra en mi boca buscando la mía. Me muerde los labios, después mi cuello… Estoy seguro de que ella siente de nuevo mi erección. Respiramos agitados. El ascensor llega a su destino y se abren las puertas. Nuri me lleva de la mano haciéndome entrar a su habitación después de abrir la puerta con la llave-tarjeta. Antes de que el muelle cierre la puerta detrás de nosotros, ya nos estamos desvistiendo uno al otro y dejamos un rastro de prendas desde la puerta de la habitación hasta la cama. Las cortinas dejan pasar parte de la luz grisácea del día. Nuri queda desnuda, de pie junto a la cama. Me retiro un paso para observarla. Como he contado antes, es delgada de cintura y cuerpo. Ahora puedo ver sus pechos medianos, tersos y pálidos, coronados por unos pezones rosados deliciosos. Su pubis muestra un vello castaño y poco denso y puedo distinguir una peca tentadora entre él. Sus piernas son largas, parecen duras, bien torneadas, invitándome a perderme en ellas y no encontrarme jamás a mí mismo.

Nuri se tumba en la cama. Cuando lo hace observo su culo, redondo, muy pálido, de nalgas contundentes y respingonas pero duras, sin ser excesivas. Ella queda tumbada boca arriba y me mira, invitándome a seguirla. Me tumbo a su lado y la beso. La tranquilidad y privacidad de la habitación del hotel hace que nos los tomemos con un poco más de calma. Acaricio la boca de Nuri con mis dedos. Ella saca su lengüita y chupa mis dedos. Después toma mi mano y la baja poco a poco, haciendo que acaricie su cuerpo hasta alojarla sobre su sexo. Abre las piernas. Nos fundimos en un beso y mis dedos empiezan a explorar su rajita. Sigue mojada, más incluso que antes, cuando estábamos en el coche. Mi dedo corazón recorre sus labios, los abro, hago resbalar mi dedo, mojándolo con sus flujos, me detengo en tu botoncito, que se hincha por momentos. Cuando paso el dedo sobre él, Nuri me besa más profundamente, más húmeda, más caliente, y sus gemidos suaves se ahogan en mi boca. Sigo masturbándole con calma, despacio, con todo el tiempo del mundo. Siento cómo se moja más y más. Ella abre su boca invitándome a penetrarla con mi lengua. Lo hago, explorando cada rincón de su boca con mi lengua caliente mientras mis dedos la masturban. Meto un dedo en su conchita, entra a fondo y ella se retuerce de placer. Después meto otro y la follo con mis dedos, sin prisa pero sin pausa. Ella toma mi cabeza y la empuja hacia abajo. De camino a su sexo, chupo sus pezones y los siento duros en mi boca. Después me acomodo entre sus piernas y abriéndoselas con mis manos, lamo entre los labios de su sexo. Ella amasa sus tetas mientras yo doy lengüetadas a su clítoris y mis dedos entran y salen de su coñito esponjoso. Nuri apoya los pies sobre la cama y abre completamente sus muslos para que mis dedos entren aún más. Sus caderas de mueven cada vez más y de pronto jadea medio gritando en un primer orgasmo. Se derrite sobre mi boca y yo no dejo de lamerla, devolviéndole el favor del coche.

–Qué bien comes el coño, cielo –me dice aún medio acelerada. –Gracias –respondo halagado. Descansamos unos minutos en la cama, desnudos, calientes. Nuri se levanta para dirigirse al baño. Abre la ducha y deja correr el agua caliente, que pronto empaña el espejo. Vuelve junto a la cama y me toma de la mano, hace que me levante y le siga al baño y nos metemos en la bañera. –No creerás que con eso tengo bastante, ¿no? –me pregunta, sin esperar contestación. Enjabona sus manos y empieza a pasarlas por mi cuerpo. Enjabona con dedicación mi sexo, pasando sus manos espumosas sobre todo el tronco de mi verga que ya está erecta de nuevo. Masajea mis huevos, llenándolos de jabón y espuma. Después la correspondo, enjabonando su espalda, sus tetas, su vientre, sus muslos, sus nalgas, sus piernas y por último su concha. Después nos abrazamos y hacemos resbalar nuestros cuerpos, calentándonos de nuevo. Nos comemos a besos mientras nos masturbamos mutuamente. Nos enjuagamos con el agua y hago bajar mi boca por su piel perfumada. Lamo y chupo sus pezones mientras amaso sus tetas, sobándolas bien. Después me arrodillo y ella apoya un pie sobre el borde de la bañera. Lamo entre sus labios. Está mojada de nuevo. La penetro con un dedo mientras lamo su clítoris. Ella se recuesta sobre los fríos azulejos de la pared, disfrutando de mi mamada. Saco mi dedo de su conchita babosa y lo hago resbalar hasta llegar a su culo, que empiezo a acariciar, Nuri rompe el silencio, –entra en mi culito, anda, no seas malo –me alienta. Sin dejar de lamerla, hago entrar mi dedo en su trasero, primero poco a poco y después más a fondo y más rápido. Siento cómo se contrae, abrazando mi dedo, y cómo se dilata poco a poco. Nuri me toma de la cabeza y hace que me levante. Hunde su lengua en mi boca para después girarse, ofreciéndome su trasero. –Cómemelo un poquito y luego… quiero que me lo folles. Ante tal despliegue de decisión, no hago apenas comentarios. Abro sus nalgas y lamo su culito fruncido. Ella hace ondular sus caderas, y noto cómo empieza a masturbarse. Después me levanto y encajo la punta de mi sexo sobre su rotito. Ayudándome con la mano, empiezo a empujar y Nuri respira acelerada, excitada por la expectación. El capullo de mi verga entra despacio, ensanchando su entrada. Ella arquea su espalda, poniéndomelo más fácil. Con mis manos abro sus nalgas y veo maravillado cómo su culito va engullendo mi sexo hinchado, podo a poco. –Así, Mauricio, sí… Poco a poco, mi amor… Ahhh… Qué rico… –Nuri habla con la voz entrecortada por la excitación. Sus dedos siguen masturbando su coñito mojado. –Tienes un culo divino –le digo –es todo un espectáculo. Siento cómo se relaja su culito y cada vez me es más fácil entrar y salir de él, así que empiezo a bombear aumentando el ritmo cada vez y entrando más a fondo. Agarro su melena rubia y culeo con fuerza. Jadeamos, calientes, en una harmonía de gemidos. –¿Te gusta así? Dime –le pregunto embistiendo contra su trasero. –Sííííí, así, más, más, mááássss… Mmpfff, joder, Mauricio, follas mejor que comes, cabrón. Estoy a punto de correrme otra vez –me dice, desbocada. Sus palabras calientes, su cuerpo desnudo, la visión de sus nalgas abriendo paso a mi verga que desaparece cada vez en su culito vicioso, me llevan al límite. –Me corroooooo… le digo a Nuri. Su única respuesta es un largo y grave gemido que me indica que ella también se está corriendo. Mis embestidas se hacen más pausadas y profundas al llegar al final de nuestro orgasmo. Es fascinante sentir su culito prieto abrazando con fuerza mi verga y sus nalgas bien pegadas a mi cuerpo.

Nos limpiamos de nuevo con agua y gel y tras secarnos nos dirigimos a la cama. Nuri se ha convertido en mi diosa, en una droga de la que no quiero desengancharme. Desnudos sobre la cama nos acariciamos, esta vez con más calma, sin las prisas de tenernos el uno al otro. Ella atrapa uno de mis muslos entre los suyos. Siento su sexo ardiendo sobre él. Nuestros torsos están pegados y noto sus pechos medianos, perfectos, apretándose duros contra mí. Nos besamos con dedicación, nuestras bocas abiertas y nuestras lenguas explorando cada centímetro de la otra, húmedas, calientes, derritiéndose deliciosamente. Sus manos acarician mi espalda, la arañan extasiándome hasta el infinito. Las mías recorren la suya, subiendo a su nuca para descender después poco a poco hasta sus nalgas y comenzar el recorrido de nuevo mientras seguimos deshaciéndonos en besos profundos, largos y húmedos. Nuri es como un mar en el que he naufragado. Su cuerpo es una gran ola que me mece, me desorienta, me pierde. Ella siente mi sexo creciendo, hinchándose cerca del suyo. Su pierna abraza mi cuerpo más arriba, a la altura de mi cintura y una de sus manos alcanza mi sexo para dirigirlo suavemente al suyo. Movemos nuestras caderas y la penetro fácilmente. Su coñito está tremendamente mojado, empapado de sus aceites y mi verga resbala hasta el fondo. Nos deshacemos de nuevo en besos, comiéndonos la boca apasionadamente. Hago ondear mis caderas penetrándola despacio, sintiendo cada centímetro entrar en su concha esponjosa. Nuestras respiraciones se aceleran poco a poco. Nuri lleva sus manos a mi trasero, amasa mis nalgas y las empuja para sentirme más adentro. Yo la abrazo fuerte, pegando su cuerpo al mío con fuerza y seguimos retorciéndonos, ondulando, convirtiéndonos en uno, derritiéndonos juntos mientras follamos abandonándonos al placer. Un orgasmo largo y dulce pero intenso nos sorprende al unísono. Nuri me clava sus uñas en la espalda mientras yo empujo mis caderas intentando llegar más allá. Caemos juntos en un abismo espiral que nos desorienta. No sé cuánto tiempo seguimos así, perfectamente acoplados, aferrándonos uno al otro hasta que caemos adormecidos.

Despierto cuando la única luz que queda es la de las farolas de la avenida y el rugido de miles de coches volviendo a la ciudad tras una jornada de trabajo suena opaco detrás de las ventanas. Aún medio dormido, miro alrededor. Nuri no está, pero todavía puedo sentir su perfume flotando en la habitación. Hay una nota sobre el escritorio: "Gracias por esta fantasía maravillosa, Raúl. Siempre es un PLACER verte. Un beso, Magda".