Nunca sabes cómo acabará la noche
Mi marido siempre me recordaba una estúpida apuesta de universitaria. Esa noche de principios de verano lo consiguió. Voyerismo, trio, orgia y algo de lésbico.
Aquella noche de principios de verano después de ver una película que tan solo resultó entretenida, disfrutamos de una excelente cena en pareja. Habíamos podido dejar a los niños con los abuelos, los padres de Javier mi marido. Hacía tiempo que no disfrutábamos de una velada para nosotros dos.
Caminábamos abrazados en busca del coche cuando Javier propuso alargar la noche un poco más. Sugirió ir a bailar y tomar unas copas. La verdad no me apetecía demasiado. La semana había sido bastante dura y suspiraba por llegar a casa, ponerme cómoda y relajarme. Le dije que mejor irnos a casa y descansar. No dijo nada, caminaba callado a mi lado. No estaba enfadado, quizás algo decepcionado de que no quisiera en una de las pocas ocasiones que nuestras obligaciones nos lo permitían.
Entonces lo vi. Ahí estaba al otro lado de la calle con sus neones eufóricos que parecían señalarnos. Era un local, como su cartel reivindicaba, de "Exotic Dancing”. Una manera muy sagaz de llamar al típico local de topless. Desde el día que le confesé a Javier haber entrado en uno de esos por culpa de una estúpida apuesta de universitaria, siempre me recordaba que un día tendría que ir con él.
.-Venga vamos. –señalándole la entrada desde donde los neones nos saludaban.
.-¿Quéeee? –parándose en seco y mirándome desorientado.
.-Me has oído bien. Siempre me lo recuerdas y hoy lo vas a tener. Entramos nos tomamos una copa y nos vamos. -estirando de su brazo para que reemprendiera la marcha- Vamos antes de que cambie de opinión. -su expresión pasó de la decepción al asombro.
Deciros antes de continuar que mi nombre es Erika, 44 años. Soy de aspecto muy mediterráneo. Pelo castaño oscuro, rizado, de piel morena y los unos ojos marrones muy cerca del negro. Soy alta, más que la media, delgada pero con curvas que consiguen realzar mis caderas. Tengo los pechos firmes de buen tamaño, coronados por un par de “chupetes” como dice mi marido. A pesar de haber dado a luz a dos preciosos hijos, sigo manteniendo una buena figura.
Aquella noche no iba de fiesta, vestía muy de sport, vaqueros, blusa negra bastante vaporosa eso sí y unos zapatos de pequeño tacón muy cómodos. Habíamos salido a ver una película y a cenar. No esperaba que la noche me llevara a un lugar como ese.
Yo estaba muy nerviosa en el momento en que traspasábamos la puerta del local. Al principio me costó acostumbrarme al cambio de iluminación. A pesar de que había suficiente luz, necesité un tiempo para que mis ojos se habituaran y pudieran ver con cierta nitidez. Lo primero que hice sin saber muy bien porqué, fue inspeccionar todo el local con la esperanza de no encontrar a ningún conocido. Me sentiría incómoda de haberlo visto.
Miré con discreción, no sé qué pensaba encontrar. Quizás un grupo de hombres pervertidos desvistiéndome con sus ojos o haciéndome gestos obscenos. Pero no vi nada de ello. Unos estaban hablando, otros contemplando el baile de las chicas, otros en la barra bebiendo… Lo normal.
Algunos me miraron al pasar. ¿Qué imaginarían? me pregunté. ¿Que era una zorra o algo así? Los nervios pensaban por mí, pero pensé que mientras fuera discreta no llamaría mucho la atención. Busqué y no encontré lo que temía, ninguna cara conocida. Yo era la única mujer del local, aparte de las camareras y las bailarinas. Todas mostraban sus pechos excepto yo. Estaba tan ocupada mirando e indagando que podían estar pensando sobre mí que casi tropiezo con uno de los taburetes que rodeaban el escenario. Javier giró uno de ellos y me lo ofreció sentándose a continuación junto a mi. Estábamos en primera línea, podía apoyar mis codos sobre el escenario. Le hubiera llamado la atención, estábamos muy cerca, estaba incomoda, pero había demasiados hombres cerca y no quise ponerlo en evidencia.
Una camarera con unas tetas desafiantes, muy bien puestas por cierto, nos trajo unas bebidas. Ni siquiera recuerdo cuándo Javier las había pedido. Absorta en todo lo que ocurría me encontré con un coctel en mi mano sentada mirando a mi marido. Y al escenario. En él había una chica gateando, moviendo su culo muy cerca de las caras de los hombres sentados alrededor del escenario como nosotros. Estaba desnuda excepto por un minúsculo tanga. A veces rodaba sobre su espalda con las piernas al aire mostrándonos a todos un abultado pubis que la pequeña tela apenas cubría. La canción terminó y empezó a aproximarse hacia los taburetes. Se acercaba y con un baile muy sensual frotaba sus pechos en la cara del afortunado. Parecía que los elegía al azar, pero mi esposo me comentó que las bailarinas mientras bailan van observando quien puede darles más dinero al acabar.
Lo siguiente me sorprendió. La bailarina que acababa de actuar ya se retiraba pasando por detrás nuestro, cuando de pronto, se sentó sobre el regazo de mi marido. Era muy gracioso ver sus expresiones de sorpresa y agrado. Parecía no saber si correr o quedarse sentado y disfrutar. Me reí sin saber que la próxima víctima iba a ser yo.
Rápidamente la bailarina cambio de compañero de baile y se sentó sobre mí. Quise decirle que no me gustaban ese tipo de cosas, pero estaba todavía riéndome de la situación anterior con mi marido. La dejé seguir con su pequeño juego, pero cuando iba a colocar sus tetas en mi cara, amablemente me negué riéndome aún más. Ella iba bailando del regazo de mi marido al mío mostrándose cada vez más provocativa. Yo no prestaba mucha atención al resto de la sala, pero al acabar la bailarina su show con nosotros, oí los aplausos y ovaciones que inundaban el local. Al parecer les encantó.
Seguimos bebiendo y comentando lo ocurrido. Nos reíamos de la pequeña “aventura”. Me negué amablemente con un par de bailarinas que quisieron repetir un baile conmigo. Pero a la tercera va la vencida. Y mi tercer coctel también cayó. Casi me suplicó que bailara con ella. Bajó del escenario y muy sensualmente se me acercó. Cogió mi mano y pidiendo permiso a mi marido lanzándole un beso al aire, me ayudó a bajar del taburete. Al igual que con las dos anteriores rehusé su ofrecimiento. Vaciló. Los hombres que nos rodeaban se reían de su fracaso y poniendo sus manos juntas, como rezando, vocalizo sin sonido la palabra “por favor”. Sin saber aún porque cedí ante los vítores de la multitud que me animaba.
Subimos al escenario entre aplausos y silbidos. Empezó con un baile erótico, sensual, sencillo y fácil de imitar. Yo solo observaba. Se acercó y me ayudó con mis primeros pasos. La seguí. Al poco cambió el ritmo y sus movimientos se volvieron más provocativos. Se agachó de cuclillas y su cara quedó a escasos centímetros de mis muslos. Empezó a subir lentamente hasta apoderarse de mis caderas con ambas manos. Al notar mi cinturón se detuvo. Sin dejar de mirarme a los ojos intentó suavemente sacarme la blusa. Quería decir que no que parase, que ya había llegado demasiado lejos, pero cedí ante los halagos que me lanzaban y el ego que ello me producía. Sin sacar la blusa por completo de mis pantalones, quitó lo suficiente para poder desabrochar los botones más bajos. Seguía agachada con su mirada fija en mis ojos observando mis reacciones. Yo solo sonreía mirándola a ella y a Javier.
Alzó los brazos por encima de mis pechos y empezó a desabrochar la blusa. Botón a botón, despacio, muy despacio. Con cada botón que liberaba depositaba un beso en mi ombligo. Cuando solo le quedaban un par por desabotonar, se levantó. Separó la blusa de mis hombros y está resbaló hacia atrás. Estaba paralizada exhibiéndome en sujetador. Estaba prisionera con mi blusa reteniendo débilmente mis brazos. Todo el local era un clamor y yo no oía nada. Recobré mi conciencia al notar sus labios besando mis pechos sobre el sujetador. Subió hacia mi cuello, podía notar su aliento, se acercó a mi oreja y ronroneó "muchas gracias". El beso quedó marcado de carmín en mi mejilla.
La canción casi había terminado. Podía oír a todos los hombres aplaudiendo el espectáculo que les estábamos dando. Al acabar la canción me quitó por completo la blusa. Se acercó a mi marido y bailando solo para él se la lanzó. Volvió a buscarme, seguía en medio del escenario tal y como me había dejado. Me ayudo a bajar del escenario y se despidió de mí con un par de besos. Tuve que caminar unos metros entre todos esos hombres en sujetador hasta llegar a mi taburete. Al pasar me sonreían, me aplaudían y me animaban a seguir bailando. Les daba las gracias sofocada comprobando que sus miradas se perdían entre mis pechos. Tan pronto llegué junto a él, me abracé a Javier besándolo- Recuperé mi blusa.
Estaba abotonándome la blusa y queriéndole preguntar a mi marido por qué a los hombres les apasiona tanto ver a dos mujeres juntas, cuando noté un golpecito sobre el hombro derecho.
Me giré. Quien golpeaba suavemente mi hombro con su dedo era un hombre, alto, bien vestido sonriendo con mucha picardía. Se acercó a mi oreja y me ofreció dinero si le mostraba mis pechos. Mi cara se incendió. Todo era nuevo para mí. Hacía topless en la playa, incluso habíamos estado en una nudista, pero no era lo mismo. Era una situación muy diferente. En la playa no era el centro de atención como me pasaba en ese momento. No soy una bailarina, le comenté. Dibujó una sonrisa ofreciéndome más dinero.
-Solo para mí. – insinuando con su mirada un rincón de la sala.
Javier que no podía oír su proposición nos observaba. Le comenté la extraña oferta que me proponían con la esperanza de recibir su ayuda.
-Yo hasta te lo suplicaría. –respondió ocurrente.
Algo pasaba en mi interior. Miré hacia el rincón que sugirió y se lo señalé.
Hacia allí nos dirigimos los tres. Nada más llegar me desabroché la blusa por completo. Temblorosa y excitada alcé el sujetador y dejé que observara mis pechos desnudos. Se recreó en ellos todo el tiempo que deseó. Cuando así lo decidió, me entregó el dinero y se alejó.
Con mis pechos de nuevo ocultos y recomponiendo la blusa negra, me sorprendí al oír a un grupo de jóvenes que estaban allí sentados. No había reparado de su cercanía. Estaban vociferando, "¡más, más...!". Les había ofrecido, sin saberlo, el mismo espectáculo. Escuchar a esos muchachos coreándome de esa manera, fue un subidón de ego como nunca. No podía creer que quisieran ver mis pechos. Casi podría ser la madre de alguno de ellos. Me giré, les sonreí y apartándome parcialmente la blusa, volví a exhibirles mi sujetador en su totalidad. Su canto no cesaba “¡más, más…!”. Animada como estaba, estrujé mis pechos con ambas manos ofreciéndoselos.
Divertida y también acalorada por mi osadía, regresábamos a nuestros taburetes cuando un nuevo canto emergió, "¡tetas, tetas, tetas...!" Me di la vuelta y un par de ellos sostenían unos billetes en su mano agitándolos.
De nuevo esa sensación en mi interior. Pregunté a Javier que pensaba. Recibí su misma respuesta.
Cada vez estaba más caliente y por ende me hacía ser más valiente. Fui hacia ellos. Abrí mi blusa y levanté el sujetador cuanto dio de sí y zarandeé mis tetas cuanto pude. Me recreé mirándolos detenidamente. Uno de ellos se me acercó y enterró un dedo entre mis tejanos. Muy cerca de mi ombligo. Tiro de ellos y depositó en el hueco los billetes que me habían ofrecido con anterioridad.
Estaba riéndome de mi temeridad, saboreando un nuevo coctel, cuando mi marido me señaló una zona un tanto especial situada en uno de los extremos del local. Era una zona un poco elevada, casi circular. Recordaba a los palcos de los teatros. En su interior una bailarina ofrecía su show a un par de hombres que la contemplaban. Ella nos daba la espalda mientras se contorsionaba. Por la elevación del lugar y los adornados paneles que lo rodeaban, sólo se podía ver una pequeña parte de su show.
Pregunté a mi esposo y contestó que creía que era la zona de baile privado. Quería saber más. Que era eso de un baile privado. Se encogió de hombros y me respondió que nunca había estado y que no podía decirme que pasaba en su interior. Yo seguí mirando y pude ver a esa única bailarina justo en el momento que se quitaba el sujetador. Los siguientes movimientos de brazos y hombros sugerían que estaba quitándose la falda. Quizás también el tanga. Solo podía verla una pequeña parte. Estaba imaginando todo lo demás. Curioseé a Javier por si él pensaba que se habría desnudado. Probablemente, respondió.
¿Nosotros podríamos ir? Se escapó de mis labios. No, me contestó. Solo se podía acceder con las bailarinas, señalando un cartel situado en la puerta de acceso a la zona.
No perdía de vista el lugar pensando que era algo que yo podía y quería hacer. Era un rincón semiprivado. Podría bailar desnuda para mi marido. No sería como estar en el escenario con todo ese público observándome y sé que a Javier lo volvería loco. Pedimos más bebidas y consulté a la camarera si nos las podríamos tomar allí. Me dijo que no. Que solo era para las bailarinas, pero que como esa noche yo había sido una de ellas, sonriéndome pícaramente, lo preguntaría. Regresó a los pocos minutos con las bebidas preparadas y me comunicó que si podíamos ir. Me bebí la mitad de mi coctel rápidamente, tratando de reunir el coraje suficiente para lo que iba a hacer a continuación.
Pillé de la mano a Javier y lo arrastré hacia la zona de baile privado. Al entrar nos cruzamos con la bailarina que me había subido al escenario (más tarde supe su nombre, Carla). Salía de bailar para un cliente y al verme me hizo un guiño.
Era un espacio desahogado con unos bajos sillones y un par de pequeñas mesas. Senté a Javier en uno de ellos e inicié mi exótico baile. Empecé por quitarme la blusa lentamente. A continuación me despojé de los pantalones tratando de hacerlo lo más erótico posible, difícil. En ropa interior intentaba imitar los movimientos que había visto a las bailarinas.
En ese momento recordé que podían verme desde abajo. Miré pensando ver a todo el mundo pendiente de mí. Tan solo dos hombres parecían observarme. Ni siquiera sé si lo hacían. Me sentí más cómoda y libre. Me incliné sobre Javier y desabroché mi sujetador. Le froté la cara con mis tetas. Empujé su cabeza hacia atrás y le aproximé un pezón entre sus labios. Luego el otro. Antes de acomodarme entre sus piernas, me saqué las bragas tirándoselas sobre su pecho. Era una situación muy provocadora. Estaba desnuda en un club lleno de hombres y solo mi marido podía verme. Solo él podía disfrutarme. Seguí desnuda provocándole hasta que acabó la canción.
Casi había acabado de vestirme, cuando Carla volvió a entrar con otro cliente. Otro baile privado. Nos sonreímos y esta vez fui yo quien le lanzó el guiño. Volvimos hacia nuestros asientos con nuestros cuerpos encendidos. Cuando estábamos a punto de llegar, un hombre me abordó para un baile privado. Desde que me había visto mostrar mis pechos a aquellos jóvenes, deseaba verme bailar, tenerme más cerca. Miré a Javier.
No sabía si hacerlo. Desnudarme para mi marido era una cosa, pero para un extraño era otra muy distinta. Iba a decir que no, cuando Javier se acercó a mi oído y me susurró.
-Venga anímate, imagina que yo soy el que está sentado viendo tu baile. -yo no me movía y no lo hubiera hecho si él no hubiese agregado- Hazlo, anímate, hazlo.
No estaba segura de poder, pero si eso hacía feliz a Javier lo intentaría. Me acerqué y cogiéndole de la mano me lo llevé a la zona privada. Carla aún estaba bailando cuando llegamos. Esto me hizo sentirme más segura. Si las cosas se salían de madre podría ayudarme.
Al contrario que las bailarinas yo iba muy vestida, con ropa de calle. Senté a mi “cliente” en uno de los sillones y me puse frente a él. Empecé mi baile. Lo hacía tan sensualmente como sabía. Me desabroché la blusa, dando giros como queriéndome esconder. Quedé finalmente de espaldas a él con la blusa totalmente abierta. Lentamente la deje caer sobre mis hombros y resbaló por mi espalda hasta caer a mis pies. El primer paso ya estaba dado. Tomé conciencia de que lo estaba sucediendo realmente. Me di la vuelta con los ojos cerrados. Seguí bailando sin parar, en esos momentos la música era mi droga. Me aproximé y sentándome sobre sus rodillas recogí mi cabello con las dos manos. Cerré los ojos. Lo entendió rápidamente liberándome del sujetador que quedó en sus manos. Estaba en topless sentada en el regazo de un extraño.
Me sentía vulnerable. Abrí los ojos. No sé lo que esperaba ver, pero me recibió con una grata sonrisa, como la de un niño abriendo su regalo de cumpleaños. Esto hizo que las cosas fueran un poco más fáciles para mí desde ese momento. Los nervios casi iban desapareciendo.
Miré a Carla que seguía su baile. Su mirada se cruzó con la mía en ese instante. Sonreímos.
Me envalentoné. Me incliné hacia adelante y froté mis pechos contra su camisa. Me alcé un poco y puse uno de mis pezones muy cerca de sus labios. Temía que iba a lanzarse a chuparlo, morderlo o algo así, pero no lo hizo. Solo hizo un gesto señalándome los pantalones. Yo le respondí con otro, ven.
Se puso en pie, se acercó y desabrochó mi pantalón. Vi su mirada libertina al caer mis pantalones. Normalmente voy muy bien arregladita de pelos. Pero en esa ocasión algún pelillo sobresalía por los bordes de la braga. No estaba preparada, nunca podía haberme imaginado encontrarme en una situación como aquella. Me miró con deseo y me lanzó un beso al aire.
Era la misma mirada de deseo que siempre percibo en mi marido cuando lo animo. Esos ojos extraños repasando mi cuerpo de una forma tan conocida, fueron un pequeño alivio para mí. No me lo esperaba. Este tipo no estaba actuando como lo haría un pervertido, pensé. Tampoco sabía que podía esperar de un hombre que pide que baile para él. Todo era nuevo para mí.
Volvió a sentarse y continué con mi baile. Unos pocos movimientos más o menos acertados y me senté de nuevo sobre su regazo. Ahora le daba la espalda estrujando con mi culo sus muslos y algo más. Muy suavemente, sus manos rozaban la parte externa de mis muslos. Nunca trató de acariciarlos por su interior. Ni mi culo. Le dejé hacer, estaba ocupada notando como la erección subía a través de sus pantalones.
Era hora de perder las bragas, ahora o nunca, me dije. Me agaché entre sus piernas frente a él y con mis pulgares me las saqué lentamente. Estaba tan cerca de ella que podía comprobar la pugna que había en el interior de sus pantalones. Cuando las tenía a la altura de mis rodillas, me fui poniendo en pie. Su cara de sorpresa y satisfacción me sorprendió. Estaba a punto de sacármelas del todo cuando Carla vino hacia mí muy apresurada, susurrándome al oído que no estaba permitió el desnudo integral. Ponte las bragas rápidamente, fue su última frase antes de volver con su cliente.
Fue muy embarazoso. Estaba desnuda ante un desconocido y no se podía hacer. Me agaché rápidamente y casi sin que se diera cuenta me las subí. Parecía decepcionado por habérmelas puesto de nuevo.
Me senté de nuevo sobre él y le susurré al oído que no sabía que estaba prohibido. Riendo insistía en que me las quitara otra vez. Susurraba con picardía que las normas están para saltárselas. Pero ante mi negativa aceptó. Estábamos sentados frente a frente con mis piernas colgando sobre las suyas. Notaba perfectamente su erección contra mi coño en cada uno de mis movimientos. Yo seguía bailando en su regazo y contestaba a sus preguntas. Estábamos en esas cuando descubrió por mis respuestas que era una mujer casada. Era una clienta que aún no sabía cómo había acabado allí. Y fue cuando empezó a mover sus caderas excitándome enormemente.
Me gustó la forma que tenía de moverse, así que seguí hablando con él. La canción terminó y Carla se marchó dejándonos solos. Tan pronto como habían desaparecido aparté un poco mis bragas para mostrárselo. Sonrió y presionó más contra mí. Abrí hacia un lado un poco más las bragas. Me sentía cómoda, excitada y por eso creo que aparté totalmente las bragas exponiendo mi área más privada solo para él.
Curioseaba sus ojos mientras lo hacía. Nuestras miradas finalmente se cruzaron. Asintió con la cabeza y se reclinó tanto como el sillón se lo permitió. Acaparó con sus manos mis nalgas y me alzó tratando de ver mi coño lo mejor posible. Le dejé recrearse un buen rato. Finalmente me levanté y recostándome sobre él, presioné mis pechos contra su cara como despedida. Me dió el dinero que me había ofrecido y se despidió.
De vuelta junto a Javier comencé a contarle todo lo que había vivido. Comenté el incidente en el que Carla me había avisado demasiado tarde que no podía desnudarme totalmente. Me sonrojé cuando me preguntó si me había visto el coño y le golpeé el hombro llamándole cerdo. Pero otra vez lo preguntó y tuve que decirle que sí, ruborizándome aún más. Quiso saber si había disfrutado y fue cuando me di cuenta que sí, que me había gustado. Pero le recordé que fue el quien lo había provocado. Había estado tan nerviosa que no me había dado cuenta de ello.
Necesité ir al baño. Supongo que además de mi facilidad por visitarlos con cierta frecuencia, los nervios por lo vivido ayudaron. Estaban situados muy cerca de los vestuarios de las bailarinas. Al acabar y después de asearme, me crucé con Carla. Se presentó dándome un par de besos y me agradeció que hubiese aceptado jugar con ella sobre el escenario. Los hombres se excitan mucho al ver a dos mujeres jugar juntas y luego me ponen mucho más dinero en mis tanguitas, me comentó. Se rió al comentar el incidente en la zona de baile privada. Y como me había visto con muchos pelos, me preguntó si alguna vez no había pensado en quitármelos. En verano los recorto mucho más, le respondí, pero cuando crecen me pican y me molesta mucho.
.-¿Quieres que te los quite? Aquí tenemos de todo para ello. Tenemos que salir bien coquetas.
.-No sé. Tendría que pensármelo.
.-Como mínimo hazte la línea del biquini. -insistió- ¿Y si te sale otro baile privado…? -riendo y señalado ahí abajo.
.-Tienes razón. -sabía que eso le encantaría a mi marido- Nunca se sabe…
Entramos en los vestuarios. Empezó a reunir cuanto necesitaba y me pidió que me sacara los pantalones. Mientras buscaba en un armario comentó que las bragas que llevaba no eran nada sexys. Al regresar traía en su mano un minúsculo tanga de los que utilizan ellas para las actuaciones. Era francamente pequeño, rojo, con cierto brillo y con lazos a sus lados. Me lo ofreció para que me lo pusiera. Por delante cubría solo lo necesario y por eso un montón de pelos asomaron. Por detrás dejaba por completo desnudo mi culo.
.-Súbetelo, más. Algo más. Venga, te hará las piernas mucho más largas. Y poda esos pelos. -riéndose acercándome unas tijeras- Procura recórtalos lo más cerca posible del tanga. Luego los quitaremos del todo. -dijo antes de desaparecer.
No había acabado con mi poda que ya estaba allí observando como lo hacía. Al finalizar me sugirió que para acabar de sacarlos lo mejor era la cera caliente. No sabía que decirle. Me enseñó el suyo y me lo hizo tocar. Estaba muy suave, parecía la piel de un bebé. Esto acabó por convencerme y le dejé hacer.
Desapareció unos segundos y volvió con una especie de maleta. Era grande y estrecha de color granate. Me sorprendió que al abrirla se convirtiera en una camilla. Incluso tenía su agujero para poder introducir la cara para un buen y relajante masaje. La situó en el centro del vestuario.
.-Venga súbete y pon los pies aquí. -dando una palmada sobre la camilla y señalando su extremo.
Así lo hice. Me sentía muy incómoda y más cuando, cogiendo mis tobillos para que no pudiera moverlos, comentó.
.-Arrímate más, acerca el culo más hacia mí y no te preocupes que entre nosotras lo hacemos muchas veces. -acariciándome la parte interna del muslo.
Las únicas personas que habían tenido esa perspectiva eran un par de ex novios, mi marido y por supuesto mi ginecólogo. Me pregunté si podía ser lesbiana. ¿Intentaría algo conmigo? Cogió un poco de cera con el aplicador y empezó a extenderla. Estaba caliente pero no tan tanto como cabía esperar. Frotó con la yema de sus dedos apretando suavemente sobre la cera y de un tirón seco la arrancó. Duele un poco, pero muchísimo menos de lo esperado. Me asusté por la acción y me anticipé a un dolor que nunca llegó por completo. Repitió la acción por todas partes. Las ingles, entre las nalgas, alrededor de los labios, del ano y finalmente el monte de venus.
Me hizo sentar y echó un vistazo al resultado. Me había dejado un triángulo más pequeño que el tamaño del tanga. Me palpé la zona. No recordaba mi piel tan suave desde de que era adolescente. Me gustó el tacto tan delicado que tenía.
.-Para poder llevar el tanga ya hay suficiente, pero… -recorriendo con un dedo el borde del triangulito que había dejado- Te queda tan poco que yo me lo quitaría.
Pensé en Javier, el siempre me lo pedía. Así que empezó otra vez.
Ya casi habíamos acabado, tan solo quedaban unos pocos pelos rebeldes alrededor de mi clítoris y entre mis labios. Para hacerlo pondría un dedo sobre esas partes tan sensibles antes de tirar. Esa era la parte que estaba esperando. Sabía, intuía que era lesbiana y estuve a punto de decirle que no. Pero hasta ese momento no se había aprovechado de mi situación y había tenido suficientes oportunidades. Sacudí mi cabeza dejé que prosiguiera. Puso su dedo sobre mi clítoris para resguardarlo y lo apretó. Rápidamente aplicó una fina tira de cera y los pelos desaparición con el tirón. Su dedo permaneció inmóvil en todo momento.
A continuación me advirtió que notaría la cera algo más caliente sobre mis labios, la zona es extremadamente sensible y pondría su mano para protegerla. Otra vez imaginé que iba a introducirme un dedo o algo así. Pero al igual que con mi clítoris su manos no se movieron más que lo necesario.
Cuando terminó, cogió una botella de una loción que había traído y empezó a frotarme por toda la zona depilada. Esta era la oportunidad perfecta para manosearme. Me equivoqué de nuevo. Ya no sé si es o no lesbiana. Solo sé que conmigo se comportó correctamente. Al acabar le comenté mis temores. Había asumido que podría ser lesbiana. Sonrió y me comentó que cuando ella empezó a bailar también pensó que la mitad de las chicas lo eran.
Me dió el bote con la loción y dejó que yo continuase. Esparcí un poco sobre mi mano y froté mi piel con ella. Disfruté de las sensaciones que reencontraba. Pensé en Javier. Que dirá cuando lo vea tan desnudo y sobre todo cuando lo acaricie. Me imaginé bailando sensualmente para él, cuando me volvió a la memoria la imagen que acababa de ofrecer a un extraño desnudándome completamente por “error”. Recordé esa dura polla pugnando por atravesar los pantalones en mi primer baile privado. Fui yo quien la había despertado. Antes de darme cuenta me estaba preguntando si podría hacer lo mismo con la de otros. Me estaba masturbando sin darme cuenta y no quedé muy lejos del orgasmo. Estaba encendida. ¿Qué podría pensar Carla si me veía así? Dejé de frotarme con la loción y se la devolví.
Iba a vestirme cuando detuvo mi mano.
.-Un momento, no tengas tanta prisa. ¿Qué número calzas? -mirándome los pies.
.-El 40, 41 a veces. Depende. -sin saber a qué venía la pregunta.
Abrió un armario y un montón de zapatos de diferentes diseños y colores aparecieron. Cogió un par y los acercó a mis pies.
.-No, estos no. ¿Haber estos? -cogiendo el siguiente par.
Repitió un montón de veces este movimiento hasta que por fin se decidió. Eran unas sandalias negras de tacón alto, unos 8 cm, con plataforma y atadas firmemente al tobillo.
.-Prueba estas. -sin dejar de mirar mis pies- Son bastante cómodas y sexys.
No sé cuándo lo hizo, pero en su mano sostenía un par de medias negras de rejilla muy bonitas.
.-Erika, yo tengo que seguir trabajando. -dejando las medias sobre la camilla y saliendo del vestuario. Me vestí y fui a reencontrarme con mi marido.
Cuando regresé al lado de mi marido este preguntó donde había estado tanto tiempo. Le dije que Carla me había estado dando consejos para bailar como ella. Además tenía una sorpresa para él. Continuamos hablando sobre todo lo que estaba pasando esa noche y aproveché para comentarle lo divertido que había sido bailar para un desconocido en privado. Y como fue él quien me había animado la primera vez, le pregunté si no le importaría que hiciera alguno más. Me confesó que lo estaba deseando.
Con su aprobación miré hacia una mesa muy cerca nuestro donde tres hombres hacía ya tiempo me observaban. Me aproximé y les pregunté si alguno quería un privado conmigo. Casi no acabé la frase que los tres, para mi sorpresa, sostenían en sus manos el dinero. Los tres tuvieron su baile. A los tres les puse la polla dura como yo deseaba. Pero el último de ellos tuvo premio.
Cuando entró en la zona privada, al contrario que con sus compañeros, lo esperé sin blusa ni sujetador. Estaba esperándolo en topless. Lo que vio al entrar debió gustarle por la pícara sonrisa que me dedicó. Para mí era el más guapo de los tres y yo ya me estaba quemando en mi interior.
Se sentó y con la mano pidió que empezara. Y así lo hice. Al no tener ropa que quitarme, empecé contorneando y acariciándome el cuerpo. Las caderas. Los pechos. Los apretaba, los zarandeaba y hasta llegué a pellizcármelos. Me giré y balanceé mi culo muy cerca de su cara. Me senté de espaldas sobre sus rodillas. Froté su regazo. No tardé en notar el cambio de volumen de su entrepierna. Estaba seducida por las habilidades que había aprendiendo en una sola noche. Al poco me levanté y siguiendo el ritmo de la canción, deambulé a su alrededor poniéndole la mano sobre su cabeza. La despeiné manoseándole el cabello. Le acaricié la cara, el cuello, el pecho. Cuando volví a quedar frente a él de nuevo, me senté por segunda vez sobre sus rodillas. Pero ahora estaba de frente, mis pezones rozaban levemente su camisa. Cogí su cabeza y la presioné contra mis pechos. Este si lo hizo, los lamió. Arqueé mi cabeza en el momento que sus manos juntaban mis tetas sobre su cara. Un escalofrío me recorrió. Estábamos solos y sabía que no debía dejárselo hacer. Pero no era yo. Aparté a un lado el pequeño tanga y le mostré mí húmedo coño. Siempre era yo quien daba el primer paso, el tan solo cogía lo que yo le ofrecía. Y lo cogió, lo manoseó y lo penetró no con uno, sino con dos dedos que movió rítmicamente. Entraron sin dificultad. Al oír el sonido de su cremallera deslizándose tuve conciencia de mis actos y me levanté rápidamente. No debía, no podía seguir. Bailé un poco más y por suerte la canción terminó. Nos despedimos dándonos un tierno beso en los labios. Que caliente estaba.
Decidí volver como estaba. Solo me cubrí con la blusa. Dejé mis pantalones y el sujetador en el vestuario de bailarinas. Javier se sorprendió al verme de esa guisa, solo con la blusa que transparentaba mis pechos más que los ocultaba y el tanga. También se fijó en que no sobresalían pelillos por los costados de tan pequeño trapo. ¿Cuándo te has depilado? ¿Cuánto te has quitado? preguntó insistentemente riendo mi osadía. Yo le respondía con mi silencio. Tanto insistió que al final solo le dije que tendría que esperar para averiguarlo.
Seguimos hablando, la noche nos había deparado muchas sorpresas y le pregunté si estaba tan excitado como yo por todo lo que estaba sucediendo. Miró a la chica que en esos momentos estaba bailando en el escenario y señalándola afirmó que lo único que quizás podía encenderle aún más sería que subiera al escenario a bailar sensualmente frente a todos. No me lo podía creer. Era insaciable y depravado. Al negarme quiso que me sacara la blusa. Quería exhibirme orgulloso con los pechos al aire. Volví a negarme, no quería, no podía delante de tantos hombres. Él es muy insistente y trató de abrir la blusa en más de una ocasión. No sé porque es tan pervertido cuando se trata de enseñar mi cuerpo.
Carla volvía a tener sus minutos sobre el escenario. Esta vez no me lo preguntó. Con la colaboración de mi marido y un par de hombres que manosearon mi culo pretendiendo ayudarme, me subieron al escenario. Estaba todavía cegada por las luces cuando Carla me arrancó la blusa. Allí estábamos las dos, con los pechos al aire y un pequeño trozo de tela cubriéndonos lo último que podíamos enseñar. No oía la música. Lo impedía la algarabía de tantos hombres vociferando.
Me dio un beso en los labios, reclinó su cabeza sobre mi hombro y frotando ligeramente con la palma de sus manos mis pezones comentó.
.- Ya sabes que no soy lesbi… Pero… Es tan excitante tenerte tan cerca… aquí arriba… frente a estos salidos... –lamiendo descaradamente mi cuello subiendo por detrás de mí oreja.
Inauguramos el baile con nuestros cuerpos muy pegados. Nos besamos, nos acariciamos. Estábamos recreando un “falso” espectáculo lésbico. Nos lamimos mutuamente los pezones y terminamos simulando un 69 sobre nuestros tangas. Al acabar nos marchamos saludando y riéndonos entre nosotras. No creo que hubiera accedido a este juego si no hubiera sido por la conversación anterior con ella.
Nunca había hecho algo así antes, ni siquiera soñado. Sólo estaba haciendo lo que me apetecía esa noche y aún no sé por qué. Volví junto a Javier y me abrecé besándolo. Solo llevaba el tanga, las medias y las sandalias. Estaba en topless. No hacía mucho se lo había negado. Las felicitaciones y comentarios sobre mí eran constantes. Todo el que pasaba o se acercaba para felicitarme me palpaba con su mirada. Me senté y le susurré a Javier que estaba tan caliente que podría hacer una locura. Di un salto y puse mis pechos en su cara zarandeándolos.
Estábamos muy acaramelados disfrutando de la noche cuando Carla se nos acercó de nuevo.
.-Tengo tres señores que querrían conoceros. -dijo.
.-¿Quiénes son? -preguntó Javier mirando por encima del hombro de Carla.
.-No están en esta sala. -prosiguió- Tenemos una sala VIP a la que muy pocos pueden acceder.
Al salir de los vestuarios, después de la depilación, observé detrás del escenario una puerta de madera de cuarterones, similar a las de entrada de muchas casas. No desentonaba con la ambientación, pero sí que daba la impresión de contener algo oculto.
.-Es una sala muy especial. Son tres personas muy serias que tienen curiosidad e interés por conoceros. -con cada frase Carla iba mirándonos alternativamente- Uno de ellos es mi pareja y los otros dos son los dueños del local. -mirándola sorprendidos- Si queréis os los presento y nos tomamos algo mientras charlamos. Seguidme. -casi sin darnos tiempo a reaccionar.
Me cogió de la mano y me despego de Javier. Ni siquiera le habíamos llegado a responder. Cruzamos toda la sala y al llegar junto a la puerta pulsó un timbre situado en su marco. Al instante oímos el ruido del cerrojo al desbloquearse. Entramos.
Era un salón bastante grande. Al fondo, en una pequeña barra de bar, uno de esos caballeros se preparaba en esos momentos su bebida. Un sofá con un cheslong enorme, casi del tamaño de una cama, se apropiaba de la pared contigua que estaba decorada con cuadros modernistas muy coloreados. Al frente de esta, seis sillones agrupados rodeando un par de mesas. Justo detrás de los sillones había un armario de cristal bastante grande, como un expositor. Estaba lleno de objetos de forma y colores diversos, algunas cajas y ropa muy sexy. Parecía el mostrador de un sex-shop. Y lo era. Era un catalogó visual de otro negocio que regentaban los dueños del local. En el centro se encontraba una plataforma circular elevada con unos taburetes rodeándola. Sobre la puerta que acabábamos de cruzar, colgaba una enorme pantalla de TV y seis más pequeñas, tres y tres a su lado. En conjunto recordaba un poco a la sala acabábamos de dejar atrás.
.-Buenas noches. -nos saludó uno de ellos levantándose del sillón en el que se encontraba- Carla haz las presentaciones por favor.
.-Esta maravillosa pareja que nos ha sorprendido y también nos ha hecho disfrutar esta noche son Erika y Javier. -señalándonos- Ya habéis visto lo divertidos que pueden llegar a ser. -acariciándome la mano.
Los tres ya se habían acercado y estaban a nuestro lado. Carla prosiguió.
.-Empezaremos por Juan. Hay que tener un respeto por la edad. -riendo sonoramente- Pero no os preocupéis, todo es apariencia. Tiene un espíritu muy joven. -sin parar de reír.
Juan era un hombre en los 50, de abundante pelo algo canoso, muy moreno y bastante alto. Parecía bien cuidado físicamente y con una sonrisa diabólica. Se me acercó y me dio dos besos. Solo cuando noté el roce de su jersey sobre mis pezones caí en la cuenta de mi desnudez. Estaba en topless. Me acaloré al instante. El dándose cuenta me acarició la mejilla. A continuación saludo con un apretón de manos a mi marido.
.- Pedro. Mi amigo y consejero. -mucho más seria y recatada- Siempre lo encuentras cuando te hace falta. -concluyó.
Tendría la misma edad que yo, unos 45. Más bajito y algo gordito pero sin ser fondón. Calvo pero con una mirada muy seductora. Carla tenía razón, emanaba confianza. Nos dimos un par de besos y saludó a Javier efusivamente.
.-Y por último y para mí el primero, Ramón. Mi amor. -dándole un beso en los labios.
Era el más joven de los tres. Sobre los 30. Musculado, con unos dientes blancos que aumentaban el tamaño de su sonrisa. Picarón con la mirada y seductor en sus movimientos. Un guaperas de discoteca pensé al verlo. Pero al ir conociéndolo posteriormente era culto y muy correcto. Por mi afinidad con Carla, supongo, me dio dos besos abrazándome efusivamente. Lo mismo hizo con Javier. Apretón y afectuoso abrazo.
.-¿Queréis tomar algo? –preguntó Ramón ya detrás de la barra del mini bar- Aquí hay de todo y si no, llamamos y nos lo sirven. -señalando las TV.
En ese momento la mayor de todas ofrecía una imagen del escenario donde una bailarina ejecutaba su danza. La calidad era excelente. En las otras, las pequeñas, aparecía el escenario desde diferentes ángulos y otras zonas de la sala. Javier y yo las contemplamos y entonces entendimos la presentación de Carla. Nos habían estado observando todo el tiempo. Habían visto mis evoluciones en el escenario y fuera de él. ¿También podían ver la zona de baile privado? ¿Me habían visto en mi último privado?
Nos quedamos como embobados mirando la pantalla. El zoom entró en acción y la bailarina empezó a acercarse. Cada vez estaba más cerca. Acabó llenando la pantalla por completo. La calidad seguía siendo la misma. Perfecta.
.-La tecnología no tiene límites. -bromeó Juan- Dale más al zoom. -pidió a Ramón que en esos momentos tenía el mando en sus manos.
En esos momentos la bailarina había acabado su actuación y respiraba profundamente en el centro del escenario. El zoom se aproximó rápidamente y un par de pechos inundaron la pantalla. Si no fuera por su agitada respiración se podría apreciar hasta los poros de su piel. ¿Cuán de cerca me habían visto? ¿Con que parte de mi cuerpo se habían deleitado más? Mi sorpresa y sonrojo eran más que evidentes y Ramón que había vuelto a la barra del pequeño bar, lo advirtió.
.-Creo que es el momento de que te tomes algo Erika. ¿Te apetece un gin? -asentí con la cabeza- Ven a buscarlo mientras Carla nos deleita con uno de sus sensuales bailes. ¿Verdad mi niña? -le suplicó con la mirada.
Mientras yo iba a por mí gin, Carla que no se hizo de rogar, accedió a la pequeña plataforma para iniciar su baile. Juan tuvo que apartarse para dejarme pasar y aprovechó la ocasión para acariciar mi cintura pretendiendo ser galante ayudándome. No dejó me dejó mucho espacio. Nos rozamos ligeramente, pero al final su mano resbaló hasta mi culo. La note caliente. Le sonreí.
Javier observaba junto a Pedro, sentado en uno de los sillones, como Juan miraba mi culo descaradamente mientra me alejaba.
.-Cariño tráeme otro a mí también.
Regresé con los dos gin’s. Quería estar junto a mi marido y me senté con las piernas cruzadas sobre el brazo del sillón que ocupaba. Erguida, como estaba, mis pechos desnudos emergían con mayor claridad. Las medias, tensas por la postura, realzaban mis muslos. Aunque no quiera admitirlo, me sentía cómoda. Estuvimos hablando tranquilamente donde los halagos hacia mí persona eran continuos. Los elogios hacia mi sensualidad y belleza eran continuos, cada vez más calientes, más directos. Yo solo sonreía, agradecía los cumplidos y me dejaba adular. Era el centro de la reunión.
Javier disfrutaba, lo sabía, era una situación propia de sus fantasías. Lo notaba también por su mirada. Hacia mí y hacia ellos. Por las caricias sobre mi muslo. Por esa mimosa mano en mi cintura que subía y bajaba hasta acabar acariciando mi culo. Por eso y porque me apetecía, decidí acompañar a Carla que seguía bailando para nosotros en el escenario
.-Señores no está bien dejar sola a una dama. Tendré que abandonarles y reunirme con ella. – incorporándome.
Carla que me había oído, gateaba sobre el escenario moviendo un dedo que decía, ven, ven.
Todos lo celebraron. Subí al pequeño escenario. Al momento ocuparon los taburetes a su alrededor. Los cuatro verían muy de cerca el espectáculo que les íbamos a ofrecer. Empezamos bailando como hiciéramos en el show de la pista central. Ahora no eran insinuaciones, no era un “falso” espectáculo como el anterior. Hundiendo sus pechos en mi espalda, Carla cazó con sus dos manos los míos. Los masajeaba, los estrujaba. Yo apoyé mis manos sobre sus nalgas. Éramos un solo cuerpo retorciéndose al compás de la música. Nos besamos contorsionando nuestras cabezas. Lentamente una mano descendió hacia mi pubis. Primero tanteó sobre la minúscula tela en pequeños círculos. No la interrumpí. Un dedo inició su incursión bajo mi tanga. Lo movía de izquierda a derecha repetidamente. Con cada uno de sus recorridos se esforzaba más en ocultarse bajo el.
Yo ya no estaba, para mí todo eran sensaciones abrasadoras. Tenía los ojos cerrados y me dejaba hacer. Sin esperarlo pero deseándolo, su mano acabó deslizándose por completo. Mis piernas flaquearon, o fue la torpeza de mis movimientos en un baile tan sexual. Yo ya no estaba. Por unos instantes había desaparecido. Escuché vítores y aplausos de los presentes, volví en mí. No descubrí el motivo de tantas exaltaciones hasta ver mi tanga dando vueltas sobre mi cabeza.
.-Por fin. -escuché a Javier al ver mi coño totalmente depilado- Este era el secreto por el que debía esperar. -aplaudiendo y riendo.
Ahí estaba yo totalmente desnuda. ¿Quién me lo iba a decir un par de horas antes?
Le devolví la sonrisa y me giré para ocultar mi desnudez. Solo conseguí unir mis pechos a los de Carla. Esta vez sí que nos dimos un beso de verdad. Nuestras lenguas desafiantes luchaban por ser las ganadoras. Nuestros brazos se fundían sobre nuestros cuerpos. Y mis manos, aprendo rápido, desataron el tanga de Carla. Al igual que a yo, no se dio cuenta hasta que nuestros cuerpos se separaron y cayó al suelo. Me miró, me hizo un guiño y sonrió. Más aplausos, más piropos.
En esos momentos ya estaba muy impulsiva y empecé a mordisquear sus pezones. Mi vagina volvió a estar entre sus manos, se las mojaba. Creí que no lo soportaría y empecé a estremecerme. Carla paró. Acarició mis mejillas con ambas manos. El olor de mi propio sexo me inundó. Despacio, dándome tiempo a sosegarme, se tumbó en el suelo y me ayudó a colocarme sobre ella. Me encontraba a cuatro patas lamiendo un coño y dejándome lamer el mío. Pedro fue el afortunado que quedó frente a él. Podía ver como la lengua de Carla lo recorría en su totalidad. Podía ver mi interior sonrosado, sus brillos. Estaba abultado y hervía. Carla separó mis nalgas con ambas manos tanto como pudo y hundió aún más profundamente su viciosa lengua.
Estaba deleitándome con los olores y sabores que ella me ofrecía, cuando note que algo se introducía en mi coño. Un dedo giraba lentamente, repetidamente entraba y salía. Cada nueva incursión era más profunda e impetuosa. Dos, ahora eran dos los dedos que ejercían su poder en mí. No podía ser, Carla aún mantenía sus manos sobre mi culo. Entonces… Me volví y pude ver a Pedro sentado sobre del escenario. Nuestras miradas se cruzaron. Sacó sus dos dedos de mi interior y mirándome los chupó.
.-Erika no pares. -reclamó Carla- No me dejes así. -no me lo pensé y seguí comiéndoselo.
Ese fue el punto de no retorno. Pedro acercó su lengua para lamer y arar mi coño. Separaba con ella mis labios y se perdía buscado su final. Desaparecía y dejaba a Carla. Se alternaban en sus mimos. Juan ya desnudo, fue el primero, se colocó de rodillas entre las piernas de Carla y me ofreció su polla. Tenía un coño y una polla al alcance de mi boca. Chupaba y lamía sucesivamente a ambos. Estaba tan embriagada que no percibí como Pedro restregaba su polla en mi coño hasta que noté la embestida. Me penetró. No fue violento, pero la sorpresa me hizo gemir liberando la polla que en esos momentos lamía. Juan reaccionó con energía ante mi abandono y apoderándose con ambas manos de mi cabeza, me folló literalmente la boca. Me faltada un poco el aire y babeaba sobre los muslos de Carla.
Javier observaba sentado en el taburete viendo nuestras evoluciones sobre el escenario. Se le acercó Ramón con una caja entre sus manos.
.-Mira que he encontrado. -la caja contenía tres plug’s anales de diferentes tamaños- Es lo último que comercializan esos dos. ¿Qué te parece? -mirando lujurioso hacia el escenario.
Javier cogió la caja y eligió. Era el más grande de los tres. Tendría unos 10 o 12 cm de largo y un buen calibre. Era negro. Pero lo más curioso era esa cola que colgaba. Era como de un palmo y medio, más o menos, de un pelo marrón rojizo muy espeso, gruesa y con una punta totalmente blanca en su extremo. No había ninguna duda, era una cola de zorro. Pero hoy no. Hoy sería para nosotras, hoy sería una cola de zorra.
.-Juan, Pedro, tenemos que comprobar la calidad de estos nuevos productos. –les dijo enseñándoles los plug’s.
.-Ok. -Juan sacando su polla de mi boca- Pongámoslas frente a Javier y Ramón.
Pedro seguía follándome sin darse por aludido. Tres o cuatro embestidas más y la sacó.
Nos colocaron a cuatro patas con las caras apoyadas en el suelo mirándonos la una a la otra. Separaron nuestras rodillas generosamente, quedando nuestros culos elevados y expuestos. Justo detrás de mí, bajo el escenario, estaba Ramón. Javier tenía a Carla en la misma situación.
Mientras ellos untaban con gel los plug’s y también nuestros culos, Pedro aprovechó para desnudarse.
.-Creo que ya están bien lubricadas. –dijo Javier dando una palmada en el comprometido culo.
.-Sí. –replicó Ramón.
Por suerte para mí el más largo y gordo era el de Javier.
Juan apoyó sus manos sobre mi culo y lo abrió generosamente. Uno de sus dedos giraba al alrededor de mi agujero y se colaba débilmente. Cada vuelta, cada giro alrededor de mi ano, acababa con su dedo dentro, cada vez un poco más profundo. Un dedo de su otra mano se unió en las caricias y acabó junto a su compañero. Dentro de mí. Ahora además de penetrarme me separaban desde el interior. Carla recibía de Pedro un tratamiento similar.
Y llegó el momento. Ramón apoyo la punta del plug presionando mi ano y rotándolo en vaivén sin prisas. Poco a poco iba desapareciendo. Tenía cierto temor. No era mi primera vez, pero lo había hecho en pocas ocasiones. Intenté relajarme. Cuando su parte más gruesa pasó el anillo anal lo engullí. Al instante solté una queja, más de sorpresa que de molestia. La sensación era agradable, iba acompañada de unas débiles cosquillas que los pelos de la cola me producían al rozar mis labios. Carla me miraba, aún no habían empezado con ella.
Pero duro poco su espera. Javier alertando a Pedro, inició la incursión. Tenía el culo muy abierto y su agujero era muy visible. Seguro que formaba parte de sus prácticas habituales. Mejor para ella viendo el tamaño de semejante monstruo. Y también para mi marido que nunca había jugado con uno de semejante tamaño. Imitó a Ramón en sus movimientos. Sin prisas. Según me comentó después, tenía que hacer mucha fuerza para poder seguir avanzando. Lo sacó.
.-Es muy grueso. -dijo mirando a Ramón- Temo hacerle daño.
.-No te preocupes. Se ha comido de más grandes.
.-Sí, sí, sigue. –Carla alentando a Javier.
Volvió a introducirlo y empujó con fuerza. Carla cerró los ojos y suspiró. Tenía el ano totalmente dilatado y aún faltaba la parte más gruesa. Empezó a jadear y a resoplar. Yo la miraba asustada.
.-Ahora. -casi chilló Ramón- Empuja fuerte. De golpe.
No se lo repitieron. Javier de un fuerte empujón rompió todas las resistencias y enterró el plug por completo.
.-AAaaggghhhhrrr!! -salió de la boca de Carla abriendo los ojos por completo. Estaba sudorosa y resoplaba. Cuando recobró un poco la calma sonrió.
.-Cuesta de entrar. -mirándome- Cuando lo tienes completamente dentro la sensación de plenitud es total. -solo sonreí con una mueca de asombro.
.-Ves cómo le cabe todo. Cariño ¿cómo estás?
.-Muy bien amor. Ya sabes que me cuesta un poco, pero cuando lo tengo dentro…. Uuuummmh.
.-Muy bien preciosas. Ahora ya sois un poco más zorras. -riéndose Pedro sujetando nuestras colas- Dad unas vueltecitas para nosotros.
Empezamos a gatear juntas. Parábamos y nos lamíamos, nos husmeábamos. Hacíamos el papel de gatitas. Hasta que al llegar a la altura de Pedro acabamos cada una a su lado. Empezamos a disputarnos el premio que poseía en su entrepierna. Mientras una la engullía, la otra lamía y besaba cuanto podía. Durante ese tiempo Ramón y Javier aprovecharon para desnudarse.
.-Sois deliciosas. Pero no estoy solo. Vamos. -cogiendo y tirando a cada una del pelo como si de una correa se tratara. Gateando le acompañamos, una a cada lado, hacia donde nos esperaban los demás.
Ramón y Javier nos esperaban con sus pollas bien erectas. Nos acercó a cada una de ellas ofreciéndome a mí la de Ramón. La altura del escenario era perfecta. Estaba tan excitada que me la tragué rápidamente. Tenía que agacharme un poco para conseguirlo y eso dejaba mi coño totalmente accesible. Esta vez fue Juan quien se colocó tras de mí y mientras yo seguía mamando la polla de Ramón me la enterró. Estaba totalmente llena con la cola clavada en mi culo y mi coño recibiendo las sacudidas de Juan. La excitación no hacía otra cosa que aumentar.
Ramón se apartó dejándome ver a Carla. Tenía atrapado a Javier por la cintura tragándose por completo su polla. Movía furiosamente su boca sobre ella, a golpes. Mire hacia tras y vi que Pedro ya le había sacado la cola y la estaba enculando frenéticamente. Oía sus ahogados gemidos y los golpes que recibía en su culo con cada penetración. Pedro no duró mucho más y descargó convulsionándose varias veces. Con cada sacudida la polla de Javier desaparecía en la boca de Carla.
Y no aguanté. Mi coño estaba siendo trabajado con ímpetu. Sus cambios de ritmo eran constantes. Estaba tan excitada que al tocar mis labios la polla que Ramón me ofrecía de nuevo, me corrí.
.-AAaagghhhrrr!! UuuUUuuuHHhh!! Ni se te ocurra parar, sigueeee. -berreando como podía.
Juan aceleró cuanto pudo y me acompañó hasta el final. Sus penetraciones fueron bajando en ritmo y velocidad hasta finalizar acariciando mi clítoris con la punta de su polla. No se había corrido. Su polla seguía más desafiante que al principio.
No sabía que había ocurrido con Javier y si había obtenido su premio, pero yo en aquel momento no pensaba. Solo sentía el placer recorrer mi piel que se desvanecía lentamente. Estaba recostada con las piernas dobladas sobre el escenario, mientras Juan me acariciaba la cabeza y la espalda.
.-Nos merecemos un descanso. -dijo Juan sabiendo que yo no podía continuar de inmediato- Pago esta ronda. -riéndose mientras iba hacia la barra.
Pedro lo acompañó y se sirvieron unas bebidas, whisky creo. Javier a mi lado, me acogía entre sus brazos y me besaba.
.-Quieres beber algo. -me dijo- Me apetece otro gin. ¿Quieres otro? -asentí con la cabeza- Poner un par de gin’s. Ahora vamos.
Carla y Ramón estaban tumbados en el gran cheslong haciendo un 69. Estaba claro que a Ramón yo le había dejado a medias y tenía ganas de continuar. Bebimos un poco y hablamos distendidamente. Todavía conservaba la cola en mi culo. No me molestaba, al contrario, me recordaba permanente lo que acababa de disfrutar.
Javier me rodeó por la cintura. No me había acabado el gin que depositó un beso sobre mis labios y palmeó la cola un par de veces.
.-Veo que te gusta. Pero debemos quitártela. Ves hacia aquel sillón y nos esperas. -una mano sobre mi hombro me apremió a agacharme.
Estaba gateando de nuevo. Sabía que los tres estarían mirando el balanceo de mi culo y su cola. Moví mis caderas haciendo de ello un baile erótico. Oía sus comentarios sobre la sensualidad y la sexualidad que transmitía. Al llegar me senté sobre mis piernas y esperé sin girarme.
Oí unos pasos acercarse. No los veía. Eran dos o eran tres. Lo que si sabía es que eran más de uno. Me cogieron por las axilas y me izaron. Eran Juan y Javier. Me acorralaron y empezaron a besarme y acariciarme. Mis pezones reaccionaron de nuevo y por ello recibieron algún pequeño pellizco, avivándolos más. Centraron un poco el sillón apartándolo de cualquier obstáculo y me “colgaron”. Mis manos se apoyaron sobre los brazos del sillón y mi vientre reposaba en su respaldo. No era muy alto y podía mantener los pies en el suelo. Pero de nuevo mi culo estaba ofrecido.
.-Javier me ha cedido el honor de sacarte esta magnífica cola que llevas. -apoyando una mano en una de mis nalgas y tirando de la cola hacia arriba- Seré lo más delicado posible.
Empezó a tirar de ella despacio pero cada vez con mayor fuerza. Al sobresalir un poco el plug lo movía facilitando poco a poco su extracción. Pero al llegar el punto de mayor grosor me quejé.
.-Para, para. Me molesta.
Javier que estaba preparado, bañó con gel el trozo de plug que emergía. Juan lo volvió a enterrar haciéndolo girar en su nueva incursión. Repitieron esta maniobra en varias ocasiones. El gel resbalaba por mis muslos, era frío y viscoso. Volvieron a llegar al punto de máxima dilatación.
.-Para, no puedo, me quema.
.-Relájate y verás que sale solo.
Juan tiró fuertemente y Javier soltó su mano dándome una sonora palmada en mi culo.
BLooopp, se oyó antes que mis quejas.
.-AAaaggghhhhrrr!! Diossss. -incorporándome rápidamente con ambas manos arropando mis nalgas. Sorpresa, temor. Seguía de pié con las manos masajeándome el culo esperando su llegada. No llegó, no hubo dolor. Solo una leve molestia que disminuyó en un instante.
.-Ya está, ha salido del todo. Lo tenías muy bien lubricado. -Juan obligándome de nuevo a reclinar mi vientre sobre el respaldo del sillón- Hay que tapar este agujero. -abriendo cuanto pudo mis nalgas y ofreciéndoselo a Javier que me enculó.
Entró sin dificultad, casi diría que se deslizó. Mi marido me perforaba rítmicamente. Yo mantenía los brazos en tensión bien sujetos a los reposabrazos, tal era su ímpetu que el sillón se desplazaba un poco con cada nuevo puyazo. Me estaba apartando del sillón luchando por no caer. Al ver mi dificultad, sin sacarla, giró hacia Juan. Este se apoderó de mis piernas poniéndolas a horcajadas sobre sus brazos y me alzó. Me abracé a su cuello y repose mi cabeza sobre sus hombros. Me dejaba hacer. Estaba emparedada entre dos hombres que sacudían libremente mi cuerpo buscando su posición. Notaba la polla de Javier clavada en mi culo. La de Juan, muy firme, rozaba mis labios con cada nuevo movimiento esperando su oportunidad.
Y llegó.
Cada una de ellas perforaba su orificio. Me elevaban y me dejaban caer sobre sus miembros profanándome a la vez. Dos pollas como una sola, saliendo y entrando de mi interior.
No las distinguía. Las sentía. Jadeaba. Me abrazaba. Mis pezones arañaban el pecho de Juan. Intentaba mover mi culo. No podía.
.-AAaaggghhhhrrr!! UUuuhhhhhhgggggg!! AAaaggghhhhrrr!! –exploté.
Mis gritos retronaron por todo la sala. No sé por cuánto tiempo se prolongó mi delirio. Era una muñeca satisfecha entre sus brazos. Poco a poco fueron pausando su ritmo hasta la finalización de mi éxtasis. Mis brazos, inertes, caían sobre los hombros de Juan y mi cabeza, descolgada, descansada sobre los de mi marido. Seguía empalada. Dulcemente regresaba de donde quiera que hubiera ido.
.-Nos has asustado. -escuché a Carla riéndose a carcajadas junto a mí. No la había oído llegar- Que manera de correrse hija. Que envidia. -acariciándome con su pulgar mis labios.
La miré, poco a poco mis jadeos cesaban e hice una mueca que quería ser una sonrisa. No quería, no podía mantener mis ojos abiertos. Carla unió sus labios a los míos.
.-Llevémosla al sofá así juntitos los tres -Javier incitando a Juan.
.-Por mí no será.
Mis dos amantes iniciaron el camino con pequeños y torpes pasos. Iba en volandas aferrada entre sus brazos. Tropezaban constantemente intentando ajustar el paso. Con cada traspié sus pollas trataban de escapar de mí interior, pero conseguían realojarlas por completo inmediatamente. Debía ser cómico presenciar esa “baile” en busca del sofá. Pero lo consiguieron.
Lentamente Juan se sentó sobre el cheslong y empezó a reclinarse sobre él. Javier hacía lo imposible por no separarse de mí, pero finalmente su polla me abandonó. Juan aprovechó el momento para acomodarse y presionar mis tetas contra su pecho. Quedé con el culo en alto de nuevo ofrecido.
Pedro que hacía rato nos observaba, se acercó y apoderándose de mi pelo alzó mi cabeza hacia su entrepierna. Su polla rozó mi boca y la engullí. Carla separó cuanto pudo mis nalgas, animando a Ramón a invadirme. No tardó. Lentamente se abría paso. Era la más grande que mi culo había recibido hasta entonces. Ya tenía más de la mitad en mi interior cuando de un solo golpe me atravesó por completo.
Fue el pistoletazo de salida. Juan y Ramón se acompasaron en sus embestidas. Notaba su furia con cada una de ellas. Mi coño y mi culo se dilataban y relajaban sucesivamente. Carla acariciaba cuanto podía, mis nalgas, mi clítoris. Masajeaba y estrujaba ambas pollas cuando salían de mí. Pedro, marcando el ritmo de mi boca, alzó un poco más mi cabeza y mis pechos, inflamados, fueron también manoseados por Carla que estiraba y retorcía levemente mis pezones. Una mezcla de pasión y dolor me confundió.
Un fuerte manotazo de Ramón en mi culo me hizo abrir los ojos por completo, pero la polla de Pedro no me dejó emitir más que un débil gruñido. El culo de Carla estaba a mi lado, muy cerca de mi rostro. Javier lo asaltaba con ímpetu y mis tetas recibían la furia de sus envites apresadas por las manos de Carla en su intento por no derrumbarse sobre mí. Durante unos instantes la mirada de Javier y la mía se cruzaron.
.-UUuummhh!! Que culo más prieto. -Ramón dándome una segunda y ruidosa palmada- Que poco me falta. AAaahhgg!!
.-Abre bien la boca preciosa. –oí justo en el momento que Pedro derramaba su placer.
El primer chorro alcanzó su objetivo en el interior de mi boca, pero la agitación en sus movimientos hizo que los siguientes se esparcieran sin control. Que abundancia. Mi lengua intentaba acariciarla reforzando su placer. Percibía su caliente corrida descendiendo lentamente por mi cara. Cuando sus convulsiones casi cesaron la engullí, bombeándola casi sin querer por las sacudidas que recibía por mi doble penetración.
La casualidad, hizo que ambos alcanzaran el éxtasis en ese instante. Primero Juan, cruzando firmemente sus brazos sobre mi espalda aprisionando mi cuerpo sobre su pecho. La dureza de su polla era total y sus convulsiones me ardían. Ramón que seguía aferrándose a mis caderas, me aguijoneaba con una penetración cada vez más rápida. Me sentía vacía y al instante totalmente llena, mientras ambas se aliviaban descargando en mi interior. Mi boca no pudo retener a la de Pedro y grité sin medida, uniéndome al coro de sonidos, balbuceos e incluso improperios que en esos momentos inundaban la estancia.
.-AAaaggghhhhrrr!!
.-Sigue, diooosss, mueve ese cuuuulooaaaggghh.
.-UUuummmmm!! Traga.
.-AAaaggghhhhrrr!!
Los cuatro nos precipitamos finalmente uno encima del otro. Juan recibió el peso de todos nosotros mientras jadeaba intensamente. Pedro, encorvado, descansaba su mejilla contra la mía, aprisionándome la cara contra el cheslong. El peso de Ramón sobre mi cintura me venció y quede totalmente espatarrada con su torso sobre mi espalda. La polla de Juan era la única que aún permanecía retenida en mí interior.
Los sonidos, los ecos de la lujuria desparecieron gradualmente. El silencio, tan solo roto por la música ambiental que había permanecido sorda a mis oídos hasta ese momento, triunfaba. Miré a mí alrededor, Pedro por fin me había liberado y pude elevar un poco la cabeza. Estaban frente a mí. A escasos metros Carla tumbada sobre una mesa, con las piernas separadas y alzadas en los brazos de mi marido que seguía llenándole el culo. Estaban muy quietos, abandonados, mirándonos hipnotizados y sonriendo.
.-¡Que espectáculo nos habéis regalado! Hemos contenido nuestras ansias para no perdernos detalle. ¿No es así Carla?
.-Me he embobado mirando como disfrutabais los cuatro. Que máquinas. Ja Ja Ja.
.-Ya sabes cuánto me gusta mirarte mientras te diviertes y a Carla parece que también. Es algo voyeur al igual que yo, pero tenemos que acabar lo que empezamos.
Un sonido rítmico y seco rompió el aparente silencio. Javier reanudaba su cabalgadura golpeando contra las nalgas de Carla. La cadencia se incrementaba poco a poco. Ramón miraba sentado en el amplio sofá, junto a mis pies, observando las expresiones de su pareja. Se incorporó y avanzó hacia ellos. Caminaba sereno. Tan pronto estuvo a su alcance, se fundió en un pasional beso.
Seguí sus pasos y atrapé los pechos de Carla que seguía saboreando la boca de Ramón. Los acaricié, los estrujé, los besé, los retorcí, incluso mordí tiernamente sus pezones. Fue mi dulce venganza por las nuevas y gratas sensaciones que antes ella había obsequiado a los míos.
Javier la mantenía firmemente sujeta, estrellándose una y otra vez contra su culo. En cada nueva incursión el cuerpo de Carla se zarandeaba sobre la mesa. Yo persistía jugando entre sus pechos hasta advertir su máxima excitación. Separé un poco más sus muslos y me lancé hacia su entrepierna lamiendo y bebiendo de su incendiado y abultado clítoris. Mi lengua se deslizó entre sus labios intentando hurgar en su interior. El ímpetu de la enculada de Javier, también cerca de su final, lo hacía difícil. Y ocurrió.
.- uuuummhh!! uuuuuuummmmmhhhhh!!
Los primeros gemidos de Carla fueron ahogados por la boca de Ramón.
.-AAAAAAGGGGGHHHHHRRRRR!!!! UUUUUUHHHHHGGGGGG!!!!
En su agitación Carla movía todo su cuerpo haciéndome casi imposible mantener mi lengua entre sus muslos. Mi cuerpo, totalmente recostado sobre ella, la aprisionaba y los brazos de Javier le impedían cerrar sus piernas.
.-AAaaaGGgggggHHhhrrrrr!!! uuuuuhhhhhgggggg!!
Finalmente el cuerpo de Carla, vencido, dejó de estremecerse. Mis manos rozaban levemente su piel. Con los ojos cerrados recibía las caricias de Ramón que amasaba su cabello y acariciaba sus encendidas mejillas.
Pero Javier seguía.
No recuerdo cuanto tiempo pasó, más bien poco. Cada vez su respiración era más intensa al igual que sus movimientos. Gruñía con cada nueva penetración. Estaba desbocado zarandeando a Carla cuando alivió toda su excitación con unas fuertes y rápidas embestidas obligándola a gemir de nuevo.
Poco a poco todos fuimos volviendo a la normalidad, exhaustos casi desfallecidos, nos derrumbamos literalmente sobre el sofá.
.-Mientras sufríais, sobre todo esos dos -riéndose descaradamente y señalando con la copa que sostenía en su mano a Carla y Javier- Juan y yo hemos preparado unas bebidas que a buen seguro necesitáis.
Los cuatro asentimos si pronunciar palabra. Nos sentamos y tan solo alargamos la mano para recogerlas.
.-Brindemos por este inesperado y agradable encuentro. –alzando su bebida Juan.
Lo acompañamos en el brindis y saboreamos su contenido.
Sin prisas, uno a uno, nos fuimos aseando. Carla y yo nos duchamos juntas enjabonándonos y acariciándonos mutuamente. Nos volvimos a excitar, pero eso es otra historia. El resto de la velada transcurrió “decentemente” hablando y brindando en más de una ocasión.
De esto hace más o menos medio año. Desde ese día hemos visitado en más de una ocasión el club y hasta me he animado a volver a subir al escenario junto a Carla.