Nunca Nadie...

Un relato de placer. Vagina, lengua y pies bellos de mujer.

Es de mañana, ya las once, verano, miles de deditos de pies de mujer me alteran los sentidos. Hace cuatro meses que no toco un pie de mujer. Recién comienzan los calores, las chicas deseosas de mostrar sus pies, sandalias de todo tipo, deditos expresándose en libertad, uñas sin pintar y pintadas de todos los colores. Sala de espera de oficina. Secretaria de sandalias con tacos altos, piernas cruzadas, pies que juegan con el calzadop bajo el escritorio, la miro, la miro más, me caliento al extremo. Mi verga explota, cruzo las piernas para aumentar el roce, no doy más.

Tomo un diario, hojeo los clasificados, Servicios para el Hombre y la Mujer. Busco, ansioso el aviso que me lleve al paraíso. Quiero pies de mujer, quiero pies de mujer para chupar los deditos y sacarme esta calentura por pies femeninos que me ahoga. Busco frenéticamente, lo veo "Pies al rojo. Tacos muy altos, medias de seda, uñas muy rojas. Llamanos.

Llamé, convine dirección y fui, desesperado, tan caliente que ya no miraba los pies que como el agua se abrían a mi paso y se cerraban como agua al pasar un barco.

Llegué, toqué el timbre, voz aterciopelada y sugerente, franqueé la puerta. Me abrieron la puerta a una habitación. Mujer morena, piel blanca, vestido muy corto, negro, como de seda. Medias de encaje negras, sandalias negras con altísimas plataformas, con deditos al aire que pugnaban por escaparse. Dedos largos, pie delgado, uñas rojo sangre. Concertamos el precio, pagué, entré, la arrojé sobre la cama, le quité las sandalias, lamí las plantas de seda, chupé los dedos largos y movedizos, me los quitó de la boca, los apoyó en mi pantalón donde el bulto reventaba la tela. Electricidad de placer que recorre mi cuerpo. Le quité las medias, me atiborré la boca de piel desnuda, suave, delicada, las uñas mordidas por mis ávidos dientes, lamí desde los talones hasta el nacimiento de los deliciosos deditos metí la lengua entre cada espacio saboreando esa piel suave, delicada, turgente, tan con sabor a pie de mujer bella. Me detuve, ella se reía por las cosquillas, "soy nueva en esto, me da cosquillitas". "Yo te las sacaré", y mi cabeza se abalanzó entre sus piernas, hasta llegar a sus carnes rosadas, ella se sorprendió, ¿comerse una puta, que quién sabe quién la cogió antes? No importa, es delicada y huele a perfume, también a hembra limpia y suave. Pero me dejó hacer, levantando su cabeza y mirando para creer.

Aparté sus muslos y mi boca deseseperada de oralidad se aproximó al calor aterciopelado de su vagina, su sabor salado atacó mis labios, entreabrí su intimidad con mi lengua y lamí con fruición sus carnes mórbidas, cuando mi lengua tocó su botón rosa, dio un respingo hacia arriba, sorprendida y satisfecha. Seguí con desesperación atacando su sexo con toda mi boca y lengua, me sentía voraz. El orgamos brutal, incontrolable le vino desde el abismo. Aulló, se contorsionó y me ahogó empujando hacia arriba el pubis y apretando los muslos. Se desmadejó, satisfecha.

Unos segundos y lenató la cabeza, se puso de pie, me desvistió y se acostó frente a mí, levantó las piernas y acercó sus maravillosos pies a mi boca, ahora sí, mientras chupaba sus hermosos dedos, lamía entre ellos y recorría sus plantas con besos ardientes, ella sonreía satisfecha y sin cosquillas, es más, se metió la mano entre las piernas y jugó con su vagina, su dedo entraba y salía, yo me calentaba cada vez más. Oh que deliciosos pies, me tumbé de espaldas, sus dedos envolvieron mi verga y la masajearon, doblaron, torturaron, acariciaron, sobaron, estiraron. El placer me cortaba el aire.

De repente me soltó y movió sus deditos apetitosos sobre la cabeza enhiesta, siin tocarla, amilímetros, casi que parecía una serpiente, me latía y saltaba de calentura. Ella sonreía y me acariciaba el pecho y la cara con esos pies maravillosos. Me ahogó, casi, llenándome la boca, con los dedos de sus bellísimos objetos de deseo.

Cuando no daba más, volvió a mi turgente y dura verga, abrazó la cabeza con esos dedos irreales, donde las preciosas uñas rojas acentuaban la belleza de los más perfecto y adorable que una mujer tiene para mí: los dedos de los pies, y comenzó a subir y bajar en cortos y suaves movimentos, el placer me inundó desde el fondo de mi ser, estaba tan caliente que no podía llegar al final. Pero ella, con destreza de novata, apretó lo necesario con esos deditos de maravilla, y exploté en un orgasmo bestial, animal, que me hizo gritar al derramarme entre sus hermosos pies que no se detenían. Sólo lo hicieron cuando mi cuerpo dejó de temblar y ya no había más por ordeñar.

Me devolvió el dinero y me besó en los labios. Nunca nadie..., me dijo, y cerró la puerta.