Nunca más estarás sola.
¿Qué harías si te dijera que el amor de tu vida maneja una gandola? ¿Me creerías? Se lo que piensas, yo tampoco me creería. Una neurótica y prepotente profesora de literatura con poco paciencia, aprenderá a ver la vida desde la posición de una poco convencional ingeniera muy creyente y heterodoxa.
Capítulo 1
- Que algún homosapiens aquí me expliqué, ¿Por qué aún no han, avanzado en esta clase? -frote los dedos por mi frente- llevamos meses conviviendo, y ustedes no han dado pie para aprender la lección. ¿Como quieren que se los explique? Esto es algo de coordinación, quiero que todos puedan dialogar y expresar sus puntos sin acribillarse, sin insultos y mucho menos sin culpar a los demás. De nuevo, lo explicare una ultima vez y pasaremos a coordinación conjunta más anticipación de movimientos.
Tome el apuntador láser, señale la pantalla blanca a nuestro frente, donde reposaba una sobrecargada diapositiva de investigación.
- Primeramente. Si van a usar láser, no pueden hacer esta clase de cosas -mi muñeca comenzó a temblar- porque no quiero créditos por esa presentación -los jóvenes rieron- bien, hay que ser elocuentes, no pueden comenzar hablando de petróleo y terminar hablando de pan rallado. -hice referencia a la ultima información de la diapositiva- comenzaran hablando de la creación, los comienzos del crudo, agregaran los procesos a los cuales es sometido para sus diferentes fines y luego me darán ejemplificaciones de los puntos a donde quieren llevar su proyecto. -observe mi reloj- tienen diez minutos, cada uno utilizara 3 minutos con treinta segundos para exponer. Los estaré evaluando.
me senté en la silla frente a mi escritorio, mientras observaba a los 5 jóvenes delante de mí, su cerebro parecía que haría combustión en cualquier momento.
Me entretuve los pocos minutos en arreglar mi itinerario para los días siguientes. Tenia tres presentaciones de equipo y una evaluación. Más que complacida toque la campana anunciando que el tiempo de preparación había caducado.
- Muy bien, sorpréndanme -les dije alzando una ceja. -
Martin fue el primero en comenzar hablar, ese joven no tenia madera de líder. Ni nada similar. Pero podría muy bien vender fruta fuera de la universidad. Su acento era tan... Como decirlo sin que suene ofensivo, chabacano. Me molestaba como terminaba arrastrando las palabras, como si su lengua se adormeciera al pronunciar la R y la terminara cambiando por un L, como cuando decía la palabra "Catolce" quizás en ese momento, Machiavelli se retorcía en su tumba, o, Sontag, agradecía estar hecha polvo para no tener que escuchar su jerga.
Tal era el caso de Patricia, muy talentosa con los números, excelente con las cuentas, pero definitivamente la vida le había negado el don de la dicción y oratoria, con ella tenia mucho trabajo. Siempre que hablaba era como si cantara una canción del bajo mundo, o hiciera una promoción de remate en algún medio de transporte "Guenas taldes, profesora" era suficiente para causar en mí una migraña completa para Todo el día.
Había dos jóvenes que eran rescatables, un poco toscos, pero querían aprender, su postura era buena, mantenían un admirable tono de voz y hacían una proyección alentadora. Todo su mal radicaba en el juego de manos donde se delataban sus nervios. Eso era un 15% de perdida en su nota final.
La ultima joven que hablo, podría decir que era la más cerca del 100% de efectividad. Su nombre era Johana, y su talento era singular, ella solo le faltaba tener mas iniciativa y seguridad en si misma. Así podríamos rescatar ese 10% de calificación que le faltaba.
- Muy bien, Profesora. ¿Que tal hemos actuado?
- ¿Esto ahora es una actuación? -le pregunte al grupo levantándome del asiento- porque, en definitiva, jamás los contraria ni para la fiesta de un grupo de ignorantes.
- ¿Cual es su puto problema? -ese fue Martín- nos hemos partido el culo estos días y usted solo nos menosprecia e insulta.
- Cálmate Martín, nos joderás el proyecto. -ese era uno de los toscos jóvenes, Alberto- ella sabe de lo que habla.
- Contrólate mocoso, mira que la profesora solo nos ayuda. No puedes arruinar tres meses de dinero y trabajo con tus rabietas. -ahí estaba Jorman, el otro joven-
- Me sabe a poco toda su porquería, nadie me ha tratado como ella, y no lo voy a seguir permitiendo. -camino como león enjaulado- no aceptó me trate como monigote -bravo una palabra nueva a su vocablo- yo soy un estudiante de petroquímica y una simple maestra de oratoria falta de una buena cogida no me va a venil a deci -ahí estaba su falta de pronunciación de las consonantes- como carajo tengo que exponer algo que llevo estudiando durante siete jaños. -ahí estaba su falta de compromiso con el mundo -
- Si esto no te importa deberías irte. -acotó Patricia- polque ella -me señalo con la cabeza- nos ayudado mucho. Ca’ día. -ahí estaba mi migraña nuevamente- eres el mas insensato de todos -punto para la joven- debemos aceptar que tenemos culpa en nuestra falta de compromiso -la mayoría asintió-
De pronto y en cuestión de segundos comenzó una fuerte tertulia entre los futuros ingenieros, donde disparates iban y venían, sorprendentemente había una pausa entre hablantes, claro, aunque todavía no eran capaces de darle paso a la sensatez, desde mi posición tenía una vista prolongada de toda la escena. Todos manejaron una dicción decente, aunque si faltaban muchos detalles en su pronunciación que, en lugar de escucharse europea, parecía más una versión barata puertorriqueña, nada que un mes más de esfuerzo no pudiese corregir. Cuando estaba por intervenir, salto la voz de Johana. En los últimos tres meses la había visto distante de su equipo, mujer de pocas palabras y falta de iniciativa con seguridad.
- Alto -espeto fuerte. - hagan el favor de controlarse. -se coloco en medio de la tertulia- hemos avanzado progresivamente. Hemos tenido muchos cambios, nos hemos unido más, aunque no lo admitamos. En estos pocos meses se han desarrollado habilidades que ninguno supo que teníamos. -tomo aire- mi dinero vale. Así como mi tiempo y el de la profesora. El hecho de tener que tomar cada fin de semana dos trenes para llegar aquí no ha sido fácil. Así que les agradezco sean coherentes -concluyo- es para impulsarnos, desde un principio nos advirtió que su carácter no era sano. Y mucho menos el más prudente para una profesora de oratoria y dicción. Pero lo aceptamos. -suspiro haciendo que se rebajara la tensión- ahora, sólo procuremos dar lo mejor de nosotros y que ella nos siga pateando el culo hasta que nos perfeccionemos.
no tuvo comentarios, todo se quedo en silencio. Camine un poco por el salón.
- Han aprobado la lección -dije recogiendo mis pertenencias. - puedo llenar sus credenciales hasta la fecha -comencé de nuevo hablar- acotando las lecciones aprobadas y la calificación hasta ahora. -termine de recoger y los jóvenes me observaron, Martín dio un paso al frente-
- No entiendo -se rasco la cabeza. - ¿Como que pasamos?, ¿Seguirás enseñándonos? -lo mire fijamente-
- Aclaremos un punto -camine con dirección a la puerta- mi labor -los observe a todos- es desarrollar cierta catadura con la cual ustedes se han ido instruyendo. Desde el comienzo les indique que mis métodos de faena son un poco diferentes a los que han venido aplicando. -hice una mueca- sus resultados hablan por si mismos
- Esto es una jodida -hablo Jorman- ¿Cómo carajos el hecho de insultarte nos ha ayudado a avanzar? -su confusión era imperiosa-
- Creo entenderla -levante una ceja por volver a escucharla-
- Nútrenos -inquirió Alberto-
- Ella ha sacado lo peor de nosotros con el fin de desarrollar las cosas buenas -Johana tenia un punto- Por lo menos, Martin a utilizado palabras un poco mas objetivas, Patricia se ha destacado en su pronunciación, ustedes -señalo a los toscos- han controlado sus movimientos extravagantes con las manos. Y yo -suspiro- he podido hablar sin sentirme obligada, superando mis temores a las personas y dejando de lado mi desprecio hacia ustedes. -refiriéndose a todos- gracias -me dio una sonrisa.
- Ustedes pagaron mis honorarios, y en el contrato estaba reflejado que en cualquier momento podría utilizar técnicas poco convencionales para desarrollar su intelecto de cualquier forma. -me encogí de hombros- soy la mejor en mi rama.
- Y vaya que lo eres -puntualizó Patricia-
- Hasta la próxima semana.
Salí de la universidad, luego de pasar por la pequeña oficina de profesores a buscar mis patines. Me coloque mi casco negro y los protectores del mismo color. Sostuve la vista al frente detallando las pocas personas que había por la calle. Un poco extraño para un día sábado de pago, estaba por comenzar a rodar cuando la voz de una de mis estudiantes me detuvo.
- Profesora Rilvers. -venia corriendo, la espere-
- Te escuchó Johana.
- Gracias -alce una ceja-
- Es mi labor.
- Es más que eso. -suspiro retomando aire- no todos los profesores hacen hincapié en nuestras habilidades, o en esos malos aspectos a los cuales pueden sacarles tanto provecho, como usted hoy. -sonrió- sé que se escudara diciendo que es su labor, pero le agradezco. Jamás me había sentido tan bien al enfrentar mis miedos.
En medio de su agradecimiento un carro se aparcó al lado de nosotras que estábamos en la salida de la universidad.
- Las llevamos. -negué con la cabeza, señalando mis patines-
- Tengo mi propio transporte. -Sonreí- estoy en contra de esos aparatos vehiculares.
- ¿Ves? -reprochó Patricia sentada del lado del copiloto- la profesora es de la banda velde.
- Verde -dije sobando mi frente-
- Peldon -se intentó disculpar-
- Déjenlo así jóvenes. Feliz fin de semana -antes de comenzar a rodar desvíe la mirada a Johana- de nada.
Me gustan mucho los sábados por la tarde. Me ayudaba a sentirme tranquila el andar por las calles con mis patines, y en definitiva lo prefería antes de un vehículo que comenzara a tirar humareda por toda la ciudad para llegar a la capa de ozono. Aproveche la hermosa tarde para tomar el camino largo a casa. Las personas solían verme extraño, consideraban que no era muy normal ver a una mujer de traje andar patinando por la ciudad, con una cartera de cuerina tallada a mano ser llevada en sus brazos. Hoy no tenía la imperiosa necesidad de llegar y verle la cara larga a Bernardo. Pero le extrañaba un poco, quizás debía llegar pronto a casa para convidarle un helado, hacia algo de tiempo no salíamos juntos. Tomé la avenida principal por el lado de los ciclistas y rodé contra la dirección del viento, mi casa no estaba muy alejada de la universidad. En unos treinta minutos estaba ingresando a mi ducha. Luego de rodar tanto lo que mas necesitaba era el agua para hidratar mi cuerpo, liberar mis poros.
Sonreí al salir y ver a Bernardo listo esperando al frente de la puerta.
- Eres un encanto. -el me observo con sus ojos alargados- Dame 5 minutos y salimos.
Corrí a mi closet agradeciendo a la naturaleza el permitirme usar ropa ligera. No es que no me gustase mis trajes de colores monocromáticos. Pero de vez en vez, era bueno tener sensaciones diferentes en el cuerpo. Tomé una camiseta blanca con un pantalón de algodón negro de nuevo volvíamos a los colores monocromáticos, recogí mi cabellera en una cola sin mucho esmero y salí, Ber' ya estaba un tanto impaciente. Caminaba de un lado a otro.
- No te impacientes canino. - se levanto en dos patas frente a mí- no, no, no, no tienes derecho a reclamarme, tengo derecho de elegir mi vestimenta también. -le Sonreí- ¿Qué tal me veo? -me lanzo un par de ladridos- sabía que te encantaría. -Tome su correa y mi patineta- vamos perro desesperado.
Bernardo era mi gran San Bernardo, mi mejor amigo, podría decir que mi felicidad la mantenía él. Era para el único que procuraba tener tiempo. Nuestra relación era bastante buena, él no me reclamaba por mi carrera, y mucho menos por mis empleos como lo hizo mi familia en algún momento. Bernardo era una promesa, a un final feliz que jamás se había cumplido, era mi deber cuidarlo, así como él me cuidaba a mí. Después de todo solo nos teníamos el uno al otro, hacia 8 años que lo tenía en mi vida, y jamás me cansaría de sentirme agradecida por eso. Su madre había muerto luego del parto, a sus hermanos los había envenenado un viejo sin escrúpulos lleno de odio que deseaba la piel para hacer muebles para niños. Bernardo fue el único sobreviviente por ser él más escurridizo. Pensar en todas nuestras aventuras juntos, nuestro comienzo, nuestros primeros pasos al mundo me hizo sonreír.
Pero Sonreí aun mas cuando tomamos la dirección al parque, lentamente él caminaba a mi lado, mientras yo solo rodaba un poco en la patineta.
- Lupe -escuche a lo lejos en medio de todos los ruidos del lugar-
Ignoré el grito y seguí con mi perro hasta la entrada del parque donde un señor vendía helados naturales para perros, por los cuales Bernardo olvidaba que era un tonto perro de 8 años para comportarse como todo un cachorro y dejar por los pisos mi salario.
- Quieto -dije firme, él se detuvo a mi diestra. - por lo menos aun tienes modales -él acarició su cabeza en mi pierna- Fresas o -ladro- esta bien, no necesito me grites. Buena tarde señor, me da un helado de maracuyá por favor y uno de fresa.
- -tome el dinero de un pequeño estuche que siempre le colocaba a Ber' antes de salir de casa, en el cual se veía su placa, reflejando la dirección de casa. El numero telefónico de la escuela y la universidad. Más su nombre completo. - tome, que lo disfrute.
- Tenga - el señor me entregó los helados, mientras yo le daba el dinero- gracias. -le dije antes de subir a la patineta y comenzar a rodar- vamos asentarnos en esa banca, antes de terminar haciendo una sopa de helado.
Bernardo comió su helado en dos mordidas, por eso siempre le compraba uno extra. Eran naturales y refrescantes.
- Guadalupe -dijo alguien a mis espaldas- hasta que te alcanzó.
- Estas rompiendo el trato. -dije a secas. No necesitaba observar a Richard, mi hermano gemelo, para darme cuenta del desconcierto que mostraba su rostro-
- Yo quiero que hablemos, me ha costado mucho conseguirte. -dijo por fin, luego de unos minutos en silencio, suficientes para que Bernardo terminara su segundo helado-
- No sé qué podríamos concertar tú y yo, si muy claras fueron sus palabras. Ahorrémonos el protocolo, ¿Qué quieres decir?
- -él abordo la esquina desocupada de la banca- quisiera arreglemos las cosas -suspire- se que fuimos tan duros contigo. No teníamos derecho de tratarte como lo hicimos. -me observo con sus penetrantes ojos grises mientras restregó sus sienes, eso era sinónimo de frustración y cansancio- quiero de nuevo convivir contigo -empezó a jugar con sus dedos, estaba nervioso- en casa los demás te han echado mucho de menos, papá ha estado algo enfermo.
- -revise el reloj en mi muñeca- Richard, han pasado 9 años desde que me corrieron de casa. Y 8 desde que dejaron de reconocerme como hija, 7 desde el momento en que me olvide de ustedes, 6 que agradecí a las múltiples becas recibidas, y 5 desde que me mude aquí e hice de nuevo mi vida. -acaricié a Bernardo- no fui al funeral de mamá, y mucho menos a su entierro. Me aferre fielmente a sus crueles palabras.
- -él me observaba fijamente con sus ojos cristalinos- no teníamos porque tratarte así, eran tus sueños.
- Los cuales he cumplido satisfactoriamente gracias a mí -Bernardo ladro al aire, le solté la cadena dejándolo libre para que corriera por el parque- ve muchacho, seguiré aquí.
- ¿Eres feliz? -pregunto luego de unos tres minutos en silencio-
- Aunque la felicidad sea algo sobrevalorado, lo soy... Más de lo que creí. -Sonreí viendo a mi perro correr de un lado al otro persiguiendo una cometa que se elevaba al cielo. - en estos años he alcanzado mucho mas de lo que imaginado.
- El investigador me dijo que te graduaste. -asentí- y has rechazado varios cargos de peso -volví a asentir- te has dado la tarea de callar la boca de cada uno de nosotros.
- Yo solo me he esforzado en alcanzar mis metas. -por primera vez durante nuestra platica acepte sostenerle la mirada mientras le hablaba- soy docente integral, especializada en Literatura, Oratoria, Dicción, Lenguaje de señas, Idiomas y Expresión corporal. -recogí un poco los rebeldes cabellos que obstaculizaban mi visión- aunque suene despiadado e inhumado no los necesite para mucho. Aprendí que el trabajo te lo da la vida, el empleo el destino y la sabiduría tu corazón.
- -su mirada se desvió al cielo-
- No entiendo en que ayudaría mi presencia a esta altura, todos fueron muy claros cuando dijeron "De tu familia has de olvidarte si de Abogacía pretendes librarte" -reí levemente- ustedes jamás comprendieron que para ser abogado o medico, primero deben ser maestros. -le silbé a Bernardo que se había perdido de mi visión periférica-
- Cuanto has crecido -intento sonreír mientras secaba sus lágrimas- eres mi hermana, siempre lo serás.
- Y; ¿Tú? Eres mi hermano, más que cualquiera de los demás, -me encogí de hombros- tuviste que venir tú, para que no ahuyentara a ninguno. -el sonrió-
- ¡Aun no controlas tu mal carácter! -eso fue más una afirmación que cualquier otra cosa-
- ¿Cómo podría hacerlo?, ¿Sabes de dónde vengo? Soy por desgracia una Rilvers.
- No eres solo una Rilvers, Eres Guadalupe Rilvers, la hija del puto amo abogado -fue su turno de encogerse de hombros. -
- Exageras, yo solo soy la dueña de Bernardo. Doy clases, pago mis cuentas, cuido el ambiente y no más.
- ¿Sabes que soy tu gemelo, cierto?
- Y, ¿Qué con eso?
- Nada -negó con la cabeza, me coloque de pie observando a Bernardo que jugaba con unos niños- esta es mi tarjeta -extendió un rectángulo de cartulina.
- No la necesitaré, la romperé en tu cara si la acepto. -Ber' corría hacia mí- Richard acepta el hecho que estoy bien así. Que a pesar de las circunstancias aprendí a vivir sin mi media mitad, Ya no queda caso, no los necesito. -controle mis revoluciones y tome mucho aire- yo no te guardó rencor, pero, tú tomaste tu decisión. Hemos vivido bien con eso por 9 años, hagamos que continúe así. -intente seguir mi camino, pero me detuvo de nuevo su voz-
- Me casare en 6 meses y quiero seas mi padrino. -creo que mi cara de incredulidad se debió notar en el continente americano- ten -dirigí nuevamente mi vista a él- esta es la invitación. -la estiro a mí -suspiro al ver que no la tomaba -la dejare aquí. Y me iré, si aceptas te veré en el salón ese día. A esa hora. Y si no aceptas -intento sonreír- sabré que he perdido a mi única gemela por idiota. -se agacho a la altura de Bernardo. - cuídala mucho muchacho. -me vio fijamente a los ojos una vez que estuvo de pie- piénsalo, de todos siempre fuiste la mas cuerda Guadalupe. -Sonreí por la forma en la que hacia que mi nombre sonará- sé que sabrás escoger acertadamente lo que a tu corazón le de paz.
Y se fue. El oligofrénico de mi gemelo se fue dejándome en una meditación profunda, la cual me conducía solo a un lugar, alejarme de mi familia fue la mejor opción.
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Mil gracias por otra oportunidad.
Dios los bendiga. Sean felices, libres, sonrian, corran, griten, amen... Pero mas que todo ¡VIVAN!