Nunca más estarás sola 7
Tengo que hablarte de algo extraño que me está pasando, siento que hay algo en el pecho que me hace PUM-PUM-PUM cada vez que veo a la estúpida nueva vendedora de expresos en la cafetería.
Nota de la autora... Después que la carta termine te invito a escuchar la canción del link, de ser posible con unos audífonos, en un lugar tranquilo, en paz, solo tú y la lectura. Espero poder transmitir lo que significo este capitulo para mí. Luego me cuentas que te pareció.
https://youtu.be/pK903_jxH3w
Capítulo 7
El almuerzo estuvo monumental, la señora Agustina cocinaba sin comparación; ni si quiera mis niñeras que eran chefs profesionales, cocinaban como ella; pero no, la carne, el pollo, el pescado Esos no eran mis fuertes, tuve que desplazar la chuleta, aunque olía delicioso, pero no más que lo delicioso de ese arroz con berenjena, calabacín, auyama y vainitas, a esas ultimas con el tiempo les había agarrado cariño.
El almuerzo paso con uno que otro momento de tensión de parte Venecia y yo. Aunque la señora Agustina no lo noto, pudimos salir bien libradas de esa.
Debo admitir que la decisión de ser agnóstica la había tomado desde muy joven, en casa nos enseñaron que éramos libre a elegir el credo que más paz nos diese, y en su mayoría, eran todos agnósticos o ateos, aunque eso de ser ateos para mí no tiene sentido, la definición dice, aquel que niega la creencia en Dios o en cualquier acto o hecho que demuestre fe; pero luego salía diciendo creer en sus propias fuerzas.
La conversación con la hija de la señora Agustina sobre nuestros diferentes puntos de vista, me sirvió de relajación, ver la escena con Venezuela, esa niña tenía a mis ojos algo especial. Me despedí de ellas, debía resolver mis propios asuntos, me fui con dirección a casa.
- Bernardo -grite entrando a casa- hermoso mío -sus ladridos resonaron en toda la habitación.
El cachorro traía en su boca un puñado de cartas.
- A ver perro, ¿Quién te manda tantas cartas?
Quizás él que mandaba cartas a mi residencia era una inteligente persona que sabía que yo no tenía teléfono celular, y mucho menos de casa. Comencé a revisar el correo.
- Suscripciones a revistas ambientales, pornográficas y de deportes. -le levante las cejas a Ber- Desechare esta. -refiriéndome a las pornográficas- en definitiva, esto es algo que no me gusta. Recibo de servicios, luz, gas, carta de familia Rilvers, cable, agua, carta de Tess -Sonreí, porque lo más probable es que fuesen la mitad insultos, decidí leerla. -
Para la peor profesora. -esa era la inscripción fuera-
Querida Guadalupe perra Rilvers del puto Ruiz.
La verdad no se quien demonios te crees para no escribirme, te cuento que jamás culmine el estúpido curso de bruja lectora de mentes a distancia. Así que no sé qué diablos pasa por tu greñuda cabeza, para llevar más de un estúpido y triste mes sin escribirme, ni mucho menos venir a verme.
Créeme, debes sentirte sumamente feliz que gaste horas de mi impresionante vida escribiéndote ¡SI! ¡Lees bien, esta puta carta la escribo yo! Mi asistente es una inepta, deberías darle un par de clases; o mejor aún pasarme tu maldita dirección para ir a verte.
Por si lo olvidas, yo sería tu jodida madrina, y ahora me has desplazado, le diré a Kelvin que te torture por tú, torturarme a mí. Eso de verdad no es justo, eres una maldita ingrata.
Ya, disculpa no tengo derecho a jugar con eso. Pero maldición, lo extraño, ¡y también a ti! ¡LISTO! Lo dije; así que deja de ser tan perra ermitaña y permite que mis ojos se deleiten con la madre Guadalupe del puto ambiente.
Tengo que hablarte de algo extraño que me está pasando, siento que hay algo en el pecho que me hace PUM-PUM-PUM cada vez que veo a la estúpida nueva vendedora de expresos en la cafetería. La detesto, porque por su culpa me quedó sin oxígeno cuando estamos en el mismo espacio. Y más aún, siempre quiero ir a comprar un puto café solo que a mí no me gusta esas mierdas. Necesito una amiga.
Pd: se dónde vives perra, si no me das una señal de vida llegare a tu casa tan pronto como mi viejo volvo me lo permita para patearte el trasero y luego sobarte un poco el alma; esto es una amenaza. Abajo adjunto mis datos.
Con cariño, tu eterno amor platónico.
Tuve que reírme, y reír hasta que se me extinguieran las ganas, reí tanto que el perro aullaba a medida que mis carcajadas se disipaban por falta de aire, hicimos casi una melodía para algún nuevo musical psicótico y alarmante donde la gente reía y los perros lloraban. Aproveche mi buen ánimo para responderle.
Querida Tess Ruiz.
Me alegra el alma saber de ti, si se que estarás pensando que soy una hipócrita, pero sabes que jamás podría ser así.
Solo llevamos un mes sin vernos, pero te recompensare el tiempo perdido, toma tu viejo volvo y ven el 13-05, habrá un evento y quizás tu extraordinaria billetera me sea de mucha ayuda para este momento.
Yo igual lo extraño, siento que aún sigue en cada "maldito lugar" pero luego solo me encuentro con Bernardo ladrándome por mis ataques de paranoia.
Eso que sientes se llama corazón, me sorprende que por fin lo uses, pero no me sorprende que sea con una chica, mándame una foto, quisiera darle el visto bueno, y saber que tanto se han sofisticados tus gustos, porque si aun sigues viendo el chavo del 8, ella no se interesara en ti.
Sabes donde vivo. Te esperó un día antes. Se puntual por favor. Besos y abrazos querida Tess.
Termine de escribir la carta y la guarde en un sobre, la llevaría al correo al día siguiente. Me dispuse a seguir revisando mis cartas.
- -encontré una carta de la federación nacional para el ambiente- FAN, oh había olvidado la federación. Ya luego resolveré eso. -Bernardo ladro- carta de la familia Rilvers – dije volviendo a leer la inscripción en la carta, tire el sobre a la pequeña basura a mi lado- no la voy a leer -el perro volteo la papelera, su instinto era bueno. - bien, lo haré, pero no me presiones. Antes de eso me prepararé.
Me desvestí, coloque los patines en su respectivo puesto, el traje que usaba ese día, lo pasaría dejando luego a la tintorería del centro, la cual era ecologista, eso era genial.
Debía también trabajar con una nueva técnica para que los pocos inteligentes de mis alumnos por fin finalizaran el taller de oratoria y presentación para defender sus tesis. Me dispuse a darme una refrescante ducha, para cuando estuve en la comodidad de mi cama, eran las 7pm, Bernardo me reclamo su respectiva dosis de comida, la cual no le pude negar, le serví su jugoso plato, para verlo devorar cada croqueta sin ningún mínimo miramiento, ese cachorro era mi vida entera, él sabia cuanto amor le profesaba mi alma, y eso bajo ninguna circunstancia dejaría de ser.
De pronto me encontré en la mesa un sobre adicional... Sin darle tanta importancia solo di un vistazo al título "Recibo" bufé.
- Menos mal, gano bien en la universidad, sino no podría pagar tantos recibos que llegan. -lo abrí lentamente- ¿será de tu madre? -Bernardo se tiro a mis pies- seguramente de un padre pródigo arrepentido que quiere lograr un perdón final en su lecho de muerte. O de unos hermanos flagelados por los recuerdos de su triste vida. -el canino ladro nuevamente- Bien, bien, quizás sea tu herencia.
Aclare mi garganta antes de comenzar a leer.
Mi amada prometida.
Guadalupe, si estas leyendo esto hoy, es porque ya no estoy en tu mismo plano, y, créeme prometida mía, que sea cual sea el plano en el cual este, te seguiré amando.
El nudo en mi garganta no se hizo esperar, sentí una fuerte opresión en mi pecho. Observe nuevamente el sobre por fuera, "Recibo de mi muerte" solo que las ultimas letras se veían tan distorsionadas.
Hoy, quizás te preguntes que es esto, y la respuesta es muy obvia. Es una carta, la más cruel de todas, que te da en la herida Recordándote que llevo tiempo muerto. Oh prometida mía, no sé cómo aliviar tu dolor, ni si quiera ser como evitar mi muerte. Solo tengo claro lo que claramente siento por ti.
Mis ojos se cristalizaron, aclare mi garganta para dejar que el puñado de letras crueles pasarán con una parsimoniosa realidad por mis cuerdas vocales.
En esta pequeña hoja, te dejo plasmado mi más grande deseo prometida mía, porque, aunque yo no esté para brindar a tu lado, quiero seas feliz. Es lo más egoísta que puedo pedir, pero créeme no deseo nada más que eso, perdón si mi ortografía se torna ilegible, es que las lágrimas nublan mi mirar. Perdón Guadalupe, perdón, por jamás decirte como me iré de este mundo. Y perdón nuevamente por solo dejar letras que no se llevan el dolor.
La respiración se me corto y las lágrimas quebraron su pequeña capa de cristalización, cayeron por todo mi rostro ahogado en esas letras de un difunto amor.
Le he pedido a mi apoderado te entregue cada una de estas cartas cuando te considere lista. Cuando te vea fuerte, mi prometida, perdón por haberme ido sin avisar, así es la muerte, una intrusa que llega cuando nadie es capaz de esperarla, y fíjate, me ha pedido la acompañe. Se que si aun sigo escribiendo es porque sigo vivo... Pero mañana o pasado no estaré y mi condena será vivir en el limbo llorando nuestra triste separación.
Me escurrí entre la silla hasta dar al piso, Bernardo se acostó en mi regazo.
- Ber... Ber... Él lo sabía, lo sabía, y jamás me lo dijo. -mis amargas lágrimas me ahogaron La voz- él sabía que se moriría y prefirió irse antes de pedir ayuda.
Sonríe mucho Guadalupe, no dejes de creer en las cosas pequeñas, en las estrellas, en los malos momentos, no dejes de creer que te amo. Mi hermosa prometida, junto con esta carta de confesión adjunto un cheque, esto es solo una pequeña parte de todo lo que te ha de tocar recibir el día de la lectura de mi testamento, acéptalo por favor. No tengo familia, no dejo hijos, solo dejo a una hermosa mujer con el corazón roto. Mi herencia, sé que sabrás hacer algo bueno con el dinero.
- Me dejo dinero. ¿Por qué te llevaste tu presencia? -mi llanto se reventó duramente- Esta muerto Ber, y esta maldita carta solo me recuerda que jamás lo volveré a ver -mi pequeño grito me dejo sin oxígeno, había evitado tanto pensar en él, porque sabía que dolería-
Mi amada Guadalupe, para despedirme, te quiero pedir me visites en ese frío hueco al que voy a parar dentro de poco, llévame chocolates, quizás en el otro lado no vendan tu delicioso chocolate -Sonreí entre mis lágrimas, él jamás dejaba las bromas- Te Amo, y a ese hermoso cachorro, Bernardo, deberías adoptarle su Bianca, porque déjame decirte prometida mía, tú eres mi Bianca, aunque andes libre por la vida; así te dejo amor, libre por esta hermosa vida, no te cohíbas de vivirla.
Con un amor desmedido... Tu Prometido.
- No puedo Bernardo, yo no puedo aceptar su muerte, él se ira de mi vida completamente, y su recuerdo es todo lo que me queda. -sacudí mi nariz en una servilleta- Cuanto lo extraño, mi prometido -desaté una oleada de infinitas lágrimas aterradoras que escondían todo el dolor, dolor que jamás había querido aceptar. -
Tenía cuatro años cuando lo conocí, él ya tenía diez. Éramos nuevos en el vecindario y él era la clase de joven que jamás pasaba desapercibido, a mis padres le pareció un buen prospecto para mi hermana Rebeca, la primogénita Rilvers, pero él jamás estuvo de acuerdo con un matrimonio. Él solía acompañarme en mis paseos en caballo, o a mis largas clases de literatura inglesa, las cuales terminaba siendo ver viejos vídeos en el sótano de la casa.
Los años pasaron, y creció, yo igual lo hice, la vida nos juntó, pero fue nuestra decisión aceptarnos. Él quiso estudiar Ingeniería Petroquímica, mientras yo terminaba de sacar la secundaría; pasábamos muchos días compartiendo, más en vacaciones, esas eran nuestras fechas amadas, anheladas. Cuando cumplí quince años, él llegó a mi ostentosa fiesta de cumpleaños.
Guadalupe Rilvers, me concede usted esta pieza?
Kelvin Ruiz, será todo un placer para mí.
Le hice un gesto sujetando los lados de mi vestido, Él hizo una reverencia. Sonó en el fondo del salón una vieja canción salida de uno de esos pueblos lejanos, de los cuales o ya no quedaba rastro, o no existía ya el cantante. "A tu regreso- Cecilia Todd"
Llegaste a tiempo -le dije cuando sujeto mis manos para bailar-
Jamás me fuese perdido esto, jamás fuese dejado que el intensivo de verano me cohibiera de poder tomar tus manos de esta manera. -beso mi mano izquierda antes de darme una vuelta por la pista de baile-
Gracias -dije descansando mi cabeza sobre su pecho-
Él era alto, muy alto y algo ancho, sus ejercicios de natación le habían desarrollado la espalda preciosa que tenía, y sus largas horas en el gimnasio esos músculos diminutos que acompañaban su lindo porte. Me encantaba cuando tomaba mi mano y la besaba, me hacía sentir especial. Sus ojos amarillos eran un paso incierto a su mundo simple de sueños y metas, el color de su piel bronceada en la espalda y brazos por las tardes en la piscina. Su cabello con un corte perfecto, haciendo referencia al príncipe de Ariel, a él le encantaba esa caricatura.
Se mi esposa -dijo suavemente mientras me mecía de un lado a otro entorno al baile-
Jamás alguien como tú, podría desear casarse con alguien como yo.
-el detuvo el baile y me observó directo a los ojos- Te Amo, Guadalupe Rilvers. Esperare por ti el tiempo necesario. Nunca más estarás sola.
La canción llegó a su fin, pero nosotros no nos detuvimos, me sujeto más fuerte a su cuerpo y yo me abracé más fuerte a su cintura. Jamás olvidaría ese día. Jamás se iría de mi mente el aroma a su perfume. Nunca olvidaría mi mente su hermosa sonrisa, y el sonido carcajeándose cuando arrugaba mi frente y ensanchaba mi nariz.
Pasaron años luego de ese día. Años hermosos donde él jamás soltó mi mano, aun en la distancia él me amo, y yo debo ser sincera, yo también lo amé de tal manera que mi corazón suspiro su nombre.
Un día, después de mi graduación de secundaria. Tome la decisión más difícil de mi vida, mi felicidad o mi estatus en una familia. Eso fue fácil. Lo que más no fue fácil tuvo que haber sido la decisión de mis padres.
Como me pides que me calme Ximena, si nuestra hija, la última Rilvers pretende ser maestra. -papá aventó mis papeles académicos por la ventana, las copias para mi buena fortuna. - escúchame muy bien Chiquinquirá, ninguna hija mía, ninguna, será maestra. -golpeo fuerte el escritorio- que clase de deshonra es esa para tus abuelos?
Tu padre tiene razón Guadalupe, ¿Qué dirían tus abuelos de ti? -critico mamá señalando el enorme retrato de mis antepasados en el estudio. -
¡Que fuera feliz! ¡¡¡Que siguiera mis sueños!!!, como siempre me dijeron.
Y, como todos en esta familia tus sueños deben estar puestos en ser abogada. No una simple maestrica de sexta.
Primero. ¡No quiero ser abogada! Y segundo... ¡Sin los maestros no existirían los abogados, doctores, ingenieros!
Esas ideas te las metió en la cabeza la inútil de tu nana -mis ojos estaban a reventar de lágrimas, pero me prohibía desatar una sola- maldita vieja. Jamás debí hacerte caso Ximena. Es que tú también eres culpable de este circo.
NINGÚN CIRCO, Humberto Rilvers, mi carrera la respetas, porque vale tanto como la de ustedes o la de mis hermanos.
No me vengas con esas mierdas diplomáticas Chiquinquirá, aun eres una mocosa tonta que no conoce de la vida.
Cálmense los dos -esa era mi madre- dejen de discutir.
¡Aquí nadie está discutiendo, solo tu hija está buscando que me explote el corazón!
¡No hay marcha atrás! ¡Seré docente, con o sin su consentimiento y es mi última palabra!
¿Eso harás? -me reto mi padre-
Si. Y no desertaré de eso. -le respondí visiblemente fuerte por fuera, pero muerta De miedo por dentro-
Hasta hoy serás mi hija. -me volvió a señalar con su dedo-
Humberto, no hagas esto. Piensa que es nuestra hija.
Una hija mía jamás seria docente jamás me deshonraría de tal manera. Desde hoy, Tú, Guadalupe, ¡quedas muerta para mí! Largo de mi casa. De mi villa. Largo de todo lo que involucre el apellido Rilvers y no vuelvas jamás, mucho menos cuando los tres centavos que te paguen por hora te recuerden que abandonaste a tu familia por algo que no merecía la pena.
No estoy abandonado a mi familia. Porque tu familia no te abandona, no te aleja, no te corre, una familia jamás preferiría el qué dirán por encima de su hija. -suspire tan profundo como el dolor me lo permitió- Créeme que esos tres centavos valdrán más que cualquier cosa material que tú me hayas dado.
Con mi frente lo más alto posible, baje las escaleras para encontrarme a una desconsolada nana.
Mi niña, perdóneme. -ella lloraba y me sujetaba las manos- todo esto fue mi culpa.
No nana, nunca podría ser tu culpa. Te estoy tan agradecida. Tan en deuda contigo. Porque sin tu motivación jamás fuese sido tan fuerte como para enfrentarlos. -bese sus manos- ahora soy libre nana, puedo hacer lo que siempre quise. -mis lágrimas corrieron solas por mis mejillas-
Se muy feliz mi niña. -beso mi frente- con el hombre que amas.
Con el hombre que amo -ambas observamos por los cristales de la puerta a Kelvin que permanecía recostado de su auto con su imponente pose- ¡lo amo, nana! Lo Amo. -bese sus mejillas- debo irme.
Con las lágrimas de liberación que corrieron por mis mejillas corrí a donde estaba el hombre de mi vida, que solo se comportaba como un hermoso caballero desde hacía tantos años atrás.
Guadalupe - me observó asustado, mientras aceleraba su paso a mi encuentro, me abrazo fuertemente, estrechándome a su pecho agitado- como te sientes?
Estaré bien. -no llore más por esa tarde, me daba vergüenza lucir tan patética ante él. -
Luego de estar fuera de casa, partimos con dirección a una pequeña residencia en la universidad donde ya me había matriculado. -
¿te sientes segura de querer hacer esto? -pregunto él-
Mas segura que nunca. -él tomo mi mano izquierda y la beso, para luego ir por mis maletas. -
Entonces andando a su nueva vida señorita.
Kelvin me ayudo a organizarme, luego de pasar dos horas arreglando todo, me tumbe en la cama.
Guadalupe, te ocurre algo? -Él beso mi mano-
Nada. -respondí con los ojos cerrados-
Estas llorando, no asumas que dejaré tranquila mi cabeza.
No lo había notado -dije secando mis lagrimas-
Tranquila, ven aquí -me subió a su pecho, para descansar un poco- estaré aquí, desahógate.
Esas fueron palabras suficientes para que todas las lágrimas se desbordaran de mis ojos y formaran un enorme lago en la camisa de Kelvin. Lloré sin miramientos porque mi familia justo ese día me había abandonado. Me había dado la espalda. Ellos, los que siempre estarían conmigo fueron los primeros en arrojarme del barco cuando deje de sucumbir a sus actitudes.
¿Estas mejor? -preguntó él, secando con sus pulgares mis lágrimas-
Ya no tengo tantas lágrimas. -Él sonrió. Y que hermosa sonrisa-
Mi Guadalupe -beso mi frente y luego mis mejillas- mientras yo viva, no estarás sola. Y después de mi muerte, mi espíritu te acompañara cada día, hasta reunirnos en los cielos.
-suspire- el cielo no existe. Y después de la muerte no hay espíritus, Kelvin.
No puedes cambiar mis creencias, ni yo puedo cambiar las tuyas, pero no puedes prohibirme creer en ti, en lo que siento por ti.
Te Amo, Kelvin Ruiz. -dije suave, con mi cabeza aun sobre su pecho-
No hay nada sobre la tierra, que me haga más feliz, que tu amándome a mí. -beso mi cabello- te esperare todo el tiempo que Dios me lo permita. -Me abrazo un poco más fuerte, y luego me soltó- ya es hora de irme. -observo el reloj- segura quieres seguir aquí? Puedes ir a mi casa, seria para mí un honor traerte cada día.
Kelvin -lo tome de las mejillas-
Se lo que me dirás... -suspiro- pero, no me rendiré. Te he esperado todo este tiempo, y no me cansare de esperarte. -tomo mi mano izquierda y la beso- te seguiré esperando, Guadalupe Rilvers.
Él se fue esa noche, y regreso cada día; cada mañana y cada tarde justo a la hora del café. Él, con su gentileza me enamoró, con su paciencia. Él me enseño que dos humanos pueden ser una pareja, y esta a su vez puede funcionar con mucha paciencia y perseverancia.
- Finalmente, seria usted Guadalupe Chiquinquirá Rilvers Pontte, la mujer con el honor de hacer feliz a este hombre -Sonreí, mientras Kelvin se arrodillaba- ¿quieres pasar tus días a mi lado? -sus ojos amarillos brillaron-mientras hablamos de Dios y materia existente, de política y humildad, de literatura e ingeniería. ¿Quieres ser tú, la humilde esposa de este guapo ingeniero, pasando cada día de tu hermosa vida a mi lado?
No sé cuándo acepte que lo amaba... No sé cuándo le dije lo enamorada que estaba de él... Ni si quiera sé cuando por primera vez, accedí a mis sentimientos y deje que me besará. Pero este día 26-11 yo jamás lo olvidaría. El hombre de mi vida arrodillado a mis pies, pidiendo mi mano, mi cuerpo y mi esencia.
- Acepto -respondí arrodillándome frente a él- aceptó estar con usted -acaricié su rostro- cada día de mi vida. -esa fue la primera vez que accedí a mi juicio, yo lo besé-
Enamorada. Profundamente enamorada, acepte ser la esposa de Kelvin Ruiz, mi amor. Un hermoso amor. Quizás todos tengamos un amor, y estemos destinados a vivirlo en cualquier circunstancia, esa era la mía; siendo desplazada por mi familia, ignorada por mis hermanos, desterrada por mi padre, olvidada por mis "amistades" y comenzando desde cero en una familia ajena a mí. La mejor circunstancia para aceptar vivir un nuevo capítulo.
Planeamos casarnos cuatro meses después, al final de cuentas no habría nada ostentoso; no habría recepción, baile de bienvenida ni mucho menos, solo seriamos Kelvin, su familia, mis profesores y yo saliendo de un juzgado en busca de una comida.
De tanto insistir, di pie para que Matilda, mi futura suegra, me ayudara a elegir un vestido que lucir el día en cuestión; ella se veía más emocionada que yo.
Diciembre paso, y con él se fue el primer año de mi carrera, la emoción, felicidad, euforia y gratitud que sentí al ver mis notas no se comparaba con nada. O quizás sí, con Kelvin llegando por mí y un espectacular cactus. Cactus el cual aún conservo.
Esa navidad a pesar de ser la primera sin mi familia, fue la primera con él, con mi prometido y, a decir verdad, fue increíble.
Feliz navidad, prometida -el me entregó una enorme caja de cartón- tu obsequio.
Pero... Yo no te compre ningún obsequio -y en verdad, solo tenía dinero para comer, me las apañaba como podía para costear los útiles y necesidades en la universidad, daba clases teóricas, trabajaba con mis docentes, literalmente había comenzado desde cero en mi economía- no puedo recibirlo.
Claro que puedes, y lo harás -Él me regalo su hermosa sonrisa, le correspondí-
Está bien, pero lo abriré luego.
¡NO! ¡¡Debe comer en treinta minutos!! -él golpeo su frente- lo he arruinado.
Baje la caja dejándola en el piso de cerámica marroquí de su hermosa casa. Lentamente desate el lazo Azul y levante la tapa, de manera suave cayeron las cuatro caras de la caja dejando a un pequeño san Bernardo hecho bolita en una manta color azul.
Debo ser honesta, me derretí cual caramelo de azúcar en la boca de alguien. Era bello, tan pequeño y frágil, se veía dormido, dio un pequeño bostezo volviendo acomodarse nuevamente en la manta.
Que precioso. -la sonrisa no entraba en mi rostro- me encanta... Que lindo eres -le hable al cachorrito
Su madre murió y fue él, el único de la camada en sobrevivir. -Kelvin sonrió- ahora sé que lo cuidaras muy bien, debes elegir un nombre.
¿Cómo quieres llamarte? -tome la manta entre mis brazos procurando el cachorro siguiera su dormir-
¿Qué te parece Bernardo? -Kelvin se inclinó a mi altura-
¿Quieres llamarte Bernardo? -el cachorro se movió un poco, y toda la tristeza que tenía en mi vida se fue al ver sus ojos profundos y marrones. - será Bernardo.
Sonreí por millonésima vez esa noche, besando la mejilla de Kelvin. No podía creer cuán buena estaba siendo la vida conmigo. De la nada una escurridiza lágrima humedeció mi rostro.
Amor -esa palabra hizo eco en mis oídos; reclamando toda mi atención- quiero estar contigo en cada paso de tu vida, yo quiero cuentes conmigo -nos sentamos en el piso, junto al esqueleto de la caja- por eso quisiera vinieras a vivir a mi lado. -mis lágrimas poco a poco salieron de mis cuencas. - no te estoy pidiendo te entregues a mí, esperaré por eso todo lo que tenga que esperar, pero quiero ayudarte.
No necesito ayuda -coloque mi mano izquierda sobre su mejilla- puedo apañármelas sola. No quiero incomodarte.
Guadalupe Rilvers, tan terca como siempre, y tan autosuficiente como ninguna. Eso me cautivo de ti. -Su suspiro inundo la estancia mientras besaba mi mano- ven a vivir conmigo.
-intente contener mis sentimientos dentro de mis ojos, porque sabía perfectamente que él no me miraba con lastima, sino con todo el amor del mundo, tal con yo lo hacía desde muy niña- Aceptó.
-Kelvin acuno mi rostro entre sus manos observando directamente mis ojos, estaba pidiendo permiso para besarme, asentí- te amo -su frente reposo sobre la mía-
Me fuese gustado tener una cámara en ese momento para haber fotografiado tal escena, él. Bernardo y yo.
Se fue diciembre como un suspiro, y retorne a mis actividades escolares, habíamos acordado vivir juntos luego de casarnos, por ahora yo sólo dejaba él me ayudará con los pocos gastos que me abrumaban algunos días. Enero fue un mes de comienzos, mis pasantías comenzaron y me vivía ocupada gran parte de mi tiempo, Kelvin por otra parte había comenzado una empresa, la cual con una buena administración y estrategia prometía ser buena. Me sentía tan feliz por él.
Luego febrero tocó a la puerta, un mes de paz, donde el invierno comienza a dejar de ser tan frio, pero la primavera aun no llega, todo era tan perfecto. Parecía un sueño. Uno demasiado irreal.
¿He pensado algo... -dijo apagando él carro frente a la universidad- y, si a Bernardo, le buscamos una Bianca?
¿Bianca?
Si, ya sabes como la historia de Disney, donde dos ratoncitos descubren que se aman tras un viaje.
-mi sonrisa de quinceañera quizás lo alertó porque me quedo mirando fijamente- Te Amo prometido. -lo besé, con amor, con pasión, lo besé con todos los sentimientos que se acunaban en mi pecho- ellos también tendrán su historia de amor, y llegarán con nosotros a viejitos.
Iremos el martes adoptar a Bianca.
Me parece perfecto. -ambos suspiramos-
Amo estar contigo -él hablo primero- pero verte un domingo para luego verte un martes por la tarde, me parece tan injusto.
Prometido, pronto nos casaremos. Y estaremos juntos hasta nuestro último suspiro.
Nuestro último suspiro -repitió él- Descansa.
Te Amo Bernardo, cuídalo mucho, y espántale a cualquiera que se le acerque en mi ausencia.
¿Con la expresión de tonto que me dejas cada día, crees que alguien más seria capaz de fijarse en mí?
Es cuestión de naturaleza.
Es cuestión de Dios, él te creo para mí, y me siento tan agradecido por eso. -me observo como cada vez que quería besarme, asentí dándole el consentimiento a invadir la privacidad de mis labios, yo tenía necesidad de él- hasta el martes.
-abrí la puerta del auto y bajé- feliz domingo por la noche.
Él se fue. Literalmente esa fue nuestra última vez. Nuestro último encuentro. Nuestro último abrazo. Esa noche fue la última vez que mis ojos lo vieron con vida.
El martes auguraba ser un excelente día, contaba las horas para verlo, mis dos primeras y únicas clases del día habían pasado en un suspiro, lo esperaba como cada día sentada en el banquillo fuera de mi facultad, pero su auto no llegó, sin embargo, fue el auto de Matilda que llegó. Ella tocó corneta tantas veces que mis tímpanos por poco estallan, corrí a su encuentro.
Su rostro estaba rojo. Sus ojos estaban aún más rojos. Su pulso temblaba. Algo había pasado.
Chiquinquirá. -su voz se quebró, en solo segundo subí al auto- Él...
Llévame -suspire sintiendo como mi mundo se acaba, ella no hablaba conmigo-
El camino a su casa fueron los minutos más largos de la vida, cuando vi que estábamos entrando a la ostentosa mansión me lancé del auto y corrí a su habitación, corrí mucho hasta llegar a la cinta amarilla que impedía el paso. Había un olor a formol en el aire.
- Kelvin -pude decir antes de que Bernardo llegara a mis pies- ¿Dónde está? -grité-
A mi lado apareció nuevamente Matilda con sus ojos llenos de lágrimas y Rubí, su hermana, tía de Kelvin, ella fue quien se acercó.
- Debes ser fuerte. Esto -mordió su labio inferior que no dejaba de temblar- él -sus balbuceos aumentaban mi agonía- él se fue.
Él se fue... Cuando creí que nada podría ser más doloroso entro alguien a la casa gritando como alma en pena. Era Tess una prima lejana de la familia, muy apegada a nosotros.
- Se murió...
Su llanto lleno de lamentos me termino de quebrar, Rubí me abrazo fuertemente.
- Nadie lo pudo evitar... Murió -ella sollozo- esta madrugada tras -solté un gemido- derrame cerebral.
Mi mirada se nubló. Mis ojos se ensombrecieron, mis labios se tiñeron de pálido y todas las lágrimas de mis vidas pasadas se desataron ahí en brazos de una señora que también había perdido a un ser querido.
- Kelvin...
Matilda y Tess se arrodillaron frente a mí, ambas me veían con tal lastima, pero mi dolor sobrepasaba cualquier cosa.
Te llevaremos a la capilla donde él esta. -esa fue Rubí-
Pero debes calmarte, sino no podrás entrar.
Tess me ayudo a levantar y me acompaño al baño. Me ayudo a hidratarme, pero nadie me ayudo a prepararme para ver al hombre que amaba metido en un ataúd.
Al bajar a la capilla familiar, la cual quedaba tras la casa, una pequeña estructura nada extravagante; repleta de árboles frutales a su alrededor; a medida que daba un paso sentía como miles de dagas traspasaban mi piel, como miles de cuchillas me rompían el corazón.
Al entrar había una música extraña de fondo, y varias personas llorando, todas me quedaron viendo, al mismo tiempo que se alejaban del féretro. Tess me dejo caminar sola y casi me caigo para llegar al maldito lugar donde estaba alguien que no tenía que estar ahí.
Estaba hinchado, muy hinchado fue lo primero que note. Sus ojos se pusieron más grandes y sus mejillas más rosadas. Toque el cristal que nos separaba.
- Kelvin... -sin poderlo evitar me desplome en lágrimas sobre su ataúd- Kelvin...
Este era el momento más doloroso de todos mis 19 años. Yo nunca estaría preparada para perderlo y menos de esa cruel manera, necesitaba respuestas; muchas jodidas respuestas que él ya no me daría. Lloraba al mismo tiempo que me torturaba observándolo.
Había un grupo de mujeres rezando, mi cabeza quería explotar porque yo les gritaría que Dios no exista porque si existiera Kelvin jamás se fuese ido y menos de esa manera
"Un derrame cerebral" ¿Quién carajos iba a estar preparado para eso? La salud de alguien es fundamental, pero nadie sabe cuándo la muerte toca a nuestra puerta.
Yo solo tenía algo claro en ese momento, y, era que parte de mi vida iba en ese ataúd lleno de un cuerpo inerte. Un cuerpo que dejo lágrimas de sangre por todo su rostro, yo sabía que él no se quería ir. Sabía que eso no era culpa de nadie, pero yo me sentía culpable, si fuese estado cerca quizás las cosas hubiesen sido diferentes. Tal vez si debí haberme ido a vivir con Él, íbamos a dormir en la misma habitación, en la misma cama, algo fuese sentido, para impedir lo que estaba pasando.
No fue tu culpa. -esa era Tess sobando mi espalda- nadie pudo evitarlo. -ella sonó su nariz- los médicos dicen que paso a las 3:52am, él estaba dormido. No sufrió.
Pero... Si, quizás yo...
No, no, Lupe. No ibas a evitarlo, fue algo fulminante.
Pero... Eso acarrea síntomas.
Unos muy leves en algunos casos. -ella suspiro abrazándome por la espalda- él tuvo cuando muy pequeño un accidente.
Lo sé, el auto que lo golpeó. Pero él se recuperó. De verdad. Yo estuve ahí. En su recuperación.
Pero quedaron secuelas mínimas para nuestros ojos. Quizás para sus ojos igual.
Llore nuevamente al verlo ahí, porque el amor existe y en mío se iba en una caja de caoba para no volver jamás.
Al día siguiente fue su entierro y yo llore mucho más que el día anterior porque no quería dejarlo ir, y, ¿Cómo puedes dejar ir a la persona que te ha amado incondicionalmente.? Eso no es posible. Lloré sobre su tumba, después que los tres metros de tierra lo cubrieron. Llore porque él se había ido y ya no volvería.
Tantos años desde su muerte y mi dolor sigue siendo igual de vivo; ahora más encontrándome con sus memorias.
- Bernardo, mira... -el perro lamió mi rostro- papá nos escribió.
El perro lanzo un ladrido al aire mientras mis lágrimas seguían consumiendo cada espacio de mi rostro. Suspire por la ironía, hace una hora reía por las palabras de Tess y ahora lloraba por las palabras de Kelvin.
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