Nunca más estarás sola 4

Esto era parte de mí, de mi esencia. Esta era solo una tajada de quien en realidad era Venecia Abrahams.

Capítulo 4.

Al ir por la vía decidí desviarme a casa, para tomar la intercomunal y llegar de nuevo a la petrolera, era relativamente cerca; estaba concentrada en el camino, los frenos de la gandola hasta ahora funcionaban bien. Se daban muy buenos, si no le tuviese tanto cariño a copita quizás pidiera cambio de gandola. Pero, no. Copita era única, mi primera y única gandola en los últimos 5 años que llevaba manejando. Pensando en mis comienzos y en como de ser ingeniera mecánica termine siendo la primera mujer en una multinacional petrolera en manejar una gandola. Y aparte jefa del sindicato de choferes. La vida da muchas vueltas y Dios en definitiva era bueno. Él me había dado muchas cosas buenas que jamás podría reprochar. Ahí estaba mi hija haciéndose científica loca mientras yo perdía el trasero, sentada en una enorme máquina de metal. Pero nos iba bien, procuraba que nuestra vida fuese buena. Quería para ella la mejor educación. Que no se obsesionará con un capricho que terminara atándola; por eso la mandaba a esa institución donde le enseñaban desde las vocales hasta mecánica cuántica. Ella merecía lo mejor, y me explotaría el ano para dárselo.

Ya iba de vuelta a la compañía, había rodado lo suficiente como para autorizar la salida de la gandola lo más pronto posible. Pasando por la calle poco concurrida del edificio, observe a mi hija bajar de una bicicleta con una joven, pensé podría ser una compañera de clases por su cara de niña. Y ahí lo recordé. YO TENIA QUE IR A BUSCARLA. Esto me saldría muy caro.

Como regalo para ella, le dedique el segundo cornetazo con una sonrisa. Pero ella no sonrió y la muchacha que la acompañaba mucho menos cuando por poco cae de su bicicleta.

Desde arriba leí los labios de Venezuela, "Esto te saldrá muy caro" Me bajé del aparato dejándolo encendido. Vaya que ella era más su padre que nada. Ese estúpido, lo debía tener presente para poder patearlo cuando lo viese.

  • ¿Qué haces aquí tan temprano Venezuela? -le pregunte fingiendo demencia- todavía deberías estar en clases.

  • ¿Has revisado tu reloj el día de hoy? -no había sonrisa, ni nada parecido-

  • Ay su madre... -dije viendo el reloj 1:57pm- quizás se me hizo un poco tarde.

  • Lo único que tenías que hacer, era tomar tu gandola, tu auto, la moto o mi pequeña bicicleta e ir por mí -sus mejillas se habían puesto muy rojas- pero es más importante estar montada allí, que tú única hija. -ella resoplo audiblemente- Profesora feliz tarde, hasta luego. Gracias por esto.

Venezuela se fue dentro del edificio y escuche la fuerte sacudida que le dio a la puerta, esta niña acabaría con mi propia cordura, patearía a Emiliano. Que no entraba en el caso, pero debía hacerlo.

- Creo que es mejor me vaya -dijo la joven-

- Un momento, usted es...

- Guadalupe Rilvers, profesora integral de la niña Venezuela. -

- ¡Ay caray! ¿Qué onda pues Lupe?, Lupe.

- Por favor -dijo con el mismo tono que Miranda hablaba cuando estaba disgustada- evite hacer bromas respecto a mi nombre. -acaricio su mentón- Dígame Guadalupe, u opte por llamarme por mi apellido, Rilvers -hizo hincapié en cada letra-

- Como tú digas Lupe, Guadalupe- Limpie mi mano en el pantalón, aunque estaba limpia- Yo, soy Venecia Abrahams, el prospecto de madre. -ella no correspondió el saludo, solo estaba ahí, viéndome sería- Un gusto Lupita. - le sonreí recogiendo mi mano- Guadalupe Rilvers -imité su pronunciación. -

- Debería ser más cabal, y galante con su hija, aun es una niña. -acomodo el casco en su cabeza-

- Pierda cuidado, cada quien se ocupará de sus responsabilidades en lo que resta de vida. -respondí cambiando mi expresión radicalmente, ya no existía sonrisas, o bromas a mitad, mi ceño estaba fruncido; ella se balanceo en el asiento de su bicicleta- Gracias por traer a Venezuela Miranda a casa.

- Sea usted quien la busque la próxima vez -Subió un pie al pedal de la bicicleta- señora Abrahams, buen día.

- Buen día -concluí dándole la espalda para volver por mi camino inicial-

Suspire recobrando el sentido al ver la enorme gandola allí mal puesta en la vía. Debía llevarla a la compañía y devolverme a enfrentar esa pequeña niña que hace solo un par de años me buscaba para ocultarse de los monstruos de su cama.

Deje el vehículo en el taller, y llene la hoja de supervisión para ser llevada ante Rodrigo; él tomaría luego su decisión. Al llegar de nuevo al departamento mi madre venia saliendo de mi hogar.

- Venecia -su tono de voz me dio miedo- ¿Qué le paso a Venezuela?

- A Venezuela le han pasado muchas cosas, ninguna buena, un mal gobierno, mala praxis. Robo, Estafa, falta de fe, dedicación, conformismo -enumere- ¿quieres que continúe? -me golpeó la cabeza-

- Gandolera tenías que ser -suspiro- igual al insensible de tu padre. Tu hija ha estado muy triste ésta tarde. ¿Qué paso?

- La llevé unos minutos tardes a la escuela, y no fui por ella. -fingí que era algo sin importancia- ¿por qué se tiene que poner así?

- Es una niña, Venecia. -hizo una mueca- aunque no juegue con muñecas, ni ande corriendo para subirse a los árboles, ella tiene ilusiones, sueños de toda niña. Ayer cuando le dije que hablara contigo para ir al colegio, me dijo que te presentaría con sus compañeros, le han preguntado tantas veces quien es su mamá -eso en definitiva me estaba rompiendo el corazón- Debes intentar empatizar más con tu hija, ya que el hecho que ella no sea como tu fuiste, no quiere decir que es un adulto, así que deja de tratarla como tal. No amargues su infancia.

Por motivos de mi trabajo, eran mis fieles padres, los que iban por mi hija al colegio. Habíamos llegado al acuerdo, donde ellos estarían al tanto de su educación, las necesidades escolares, la verdad no sé, que fuese hecho con una niña si ellos no fuesen sido mis pilares.

  • Lo siento. -dije con la voz rota- iré hablar con ella.

  • Es lo mejor -ella colocó su mano en mi hombro- has sido una buena madre. Pero no le puedes quitar a ella las ganas de presumirte y mostrarle al mundo a la mujer que ella ve en ti.

Asentí, partiendo con camino a la habitación. Fuera de esta un enorme cartel del mapamundi donde se señalaba la línea del tiempo desde los comienzos de la historia. Toqué un par de veces, no hubo respuesta, solo abrí un poco la puerta.

  • ¿Venezuela? -la llame despacio, estaba recostada sobre su cama rodeada de libros y abrazada a un pequeño muñeco de científico loco que le había regalado su papá, me senté en la orilla donde reposaba su cabeza, le di un beso y aparte los libros- hija, perdón por no llevarte a la hora acordada a clases. Y perdón por no irte a buscar.

  • Un perdón no arregla los daños ocasionados. -respondió con la voz apagada-

  • Entonces, ¿me negaras el perdón? - me abracé a ella, mi cabeza había quedado encima de su oído. Comencé hacer el sonido de un cachorrito clamando- no hay ni un perdoncito para la madre de tus entrañas -acaricie su cuello con la punta de mi nariz. Mientras pasaba mi mano derecha bajo su cuello para poderla rodear con ambos brazos- ¿me perdonas? -Miranda se mantuvo en silencio- el perdón no se le niega a un padre, ni a una madre. Menos a la madre que más te ama.

  • La madre que más me ama, ha hecho que en una caída aparatosa se perdieran las alas de mi corazón.

  • Lo siento hija de mi corazón -bese su mejilla izquierda que estaba más cerca de mi alcance- te prometo mañana llevarte a la primera hora de luz del día a tu correccional de cerebros. -ella se aferró más a mi abrazo- Te Amo mi amor, esto no se repetirá.

  • Promételo. -inquirió-

  • Lo prometo.

  • Con el corazón -sonrió- hazlo

  • De acuerdo. -hice un corazón en mi pecho del lado izquierdo- lo prometo con el corazón.

  • Te Amo mami. -dijo con su vocecita adormilada- con mi vida -su respiración se comenzó hacer más suave. Se había dormido. -

Debía meditar, y nada mejor para hacerlo que la calidez de mi hija abrazada de mí. No podría darme el gusto de perder su infancia ni alejarla de sus ilusiones por mi triste manera de ser. El amor de un hijo sobrepasaba cualquier barrera, y yo estaba en una nube volando por el helio que le daba Venezuela a mi corazón. Repasando en mi cabeza todas aquellas cosas, dormí como un niño abrazado a su madre. Ahí estaba mi hogar, mi felicidad. En Venezuela. Mi amada Venezuela.

En medio de mi plácido sueño me desperté, observé la hora en el reloj Digital que estaba en la pared, el cual tenía de fondo el sistema solar. 5:38am. Me levante con sumo cuidado caminando a la cocina. Debía prepararle la lonchera conjuntamente con un decente desayuno para ambas. Pero antes de eso, hice lo propio. Darme una merecida ducha. Hoy si tendría que salir en Copita, pero me vestiría decentemente para llevar a mi científica loca para su correccional.

Un pantalón de vestir negro, la flamante camisa azul cielo que me había obsequiado Emiliano en mi cumpleaños pasado, la camisa no era fea, pero bien podría mostrar las estiradas tetas que me gastaba, para lucir más decente aun me coloque un chaleco negro sobre la camisa, los dulces zapatitos negros con los cuales soñé por tanto tiempo y ahora adornaban mis pequeños pies. Esos de los que parecían un pequeño rectángulo con los bordes redondeados. Hermosos. Terminaría mi vestimenta con una chaqueta de cuero. Y ahora lo más difícil de todo el conjunto mi cabello. Debo admitir que mi madre no me decía cabeza de desastre por nada. Todo tenía su razón de ser. Era corto, muy corto, para lo que es considerado en la actualidad. Y maleable, tanto así, que podía darle forma con mis manos. Pero hoy no, me peinaría para verme decente y representable con mi pequeña.

Después de la pinta pintoresca que tenía fui a despertar a la científica loca. Tomé una trompeta de juguete que colgaba en la sala, abrí la puerta con mucho sigilo; encendí el equipo de sonido colocando a todo volumen la tonada de "La Diana", pobre hija mía, la compadecía, por poco se cae de la cama al escuchar el trompetazo.

  • A levantarse -dije con voz autoritaria- vamos... Arriba -grité de nuevo- ¡firme soldado!

  • -una perezosa Venezuela me daba los buenos días- buen día madre! -intento observarme, pero sus ojitos se cerraban-

  • Arreglarse señorita Abrahams. La espero a las 6300 horas para desayunar.

Salí de su habitación dejando el estrepitoso ruido. Mientras me aplicaba en el desayuno, cuando mis esperanzas estaban pérdidas, una caja de cereal se mostró por la alacena. Perfecto.

El desayuno se dio con bastante calma. Café, cereal, jugo. El periódico del día. El libro de la mañana. Mi hija estaba notoriamente feliz. A las 7 en punto emprendimos marcha al estacionamiento.

  • Me gusta cómo te ves hoy -me sonrió mientras no apartaba la mirada de su libro- gracias.

  • ¿Ves? Yo también se verme hermosa. -la tome en mis brazos- eso es para que te sientas orgullosa de tener una madre así. -le guiñe un ojo-

  • Pero que hermosa escena- escuche una voz varonil tras nosotras. Imposible no reconocerla-

  • Papá, papá -salió corriendo Venezuela directo a los brazos del tonto musculoso que tenía por padre. - Papi te extrañe mucho. -se fundieron en un abrazo y yo camine despacio para verlos-

  • Venecia. -me saludo con una sonrisa-

  • Emiliano -lo abrace cuando Miranda me lo permitió- no te sigas perdiendo así. -le di un golpe en su hombro- y deja de usar esteroides-

  • No me volveré a ir mi vida. -Dijo él sonriente abrazando a La niña- ¡te extrañe mucho! ¡Demasiado! ¡Inmenso! ¡Bastantísimo! -Sonreí, el acento latino de Emiliano era de lo mejor, y como se trataban, parecían par de novios enamorados- ¿a dónde van tan temprano? -pregunto tomando en brazos a la niña y caminando con nosotras al estacionamiento.

  • A clases, hoy mami me llevara -Nuestra hija estaba profundamente feliz, y eso me inflaba el corazón, ella comprendía que la relación de nosotros no pudo funcionar, pero habíamos llegado al punto cero donde nos llevábamos de una increíble manera. - ¿vienes con nosotras?

  • Pero por supuesto. -dijo con otra estúpida sonrisa de tonto enamorado.

Camino con dirección a su humilde camioneta Hillux último modelo color ladrillo, con un científico loco en el cristal de atrás. Eso había sido idea de Venezuela. No sé en qué momento quedé desplazada y me volví el chofer para dejar que el par de tórtolos hablaran tranquilamente.

Emiliano Puertas, ahora un hombre fornido y elegante, culto, respetado, buen mozo, cinco años mayor que yo. Fue mi refugio cuando la adolescencia se despedía y la adultez tocó a mi puerta, mi primer novio, con el cual me termine embarazando a mis casi 21 años. Quién les dijo que el terminar afuera no embaraza, estaba muy equivocado. Al descubrir mi estado, ya no había marcha atrás, tenía 6 meses. Pero hacía tiempo que habíamos terminado, nos dimos cuenta que nuestra atracción era solo momentánea y bajo ninguna circunstancia podría ser.

Al ser la única hija en medio de cuatro hermanos, desatamos un indicio a la tercera guerra mundial. La única hija de la familia Abrahams embarazada. Pero, Emiliano quiso hacerse cargo de la niña, darle su apellido, aunque yo decidí que llevaría primero el mío y luego el suyo. Desde entonces nos unimos mucho para darle la mejor educación y ejemplo a nuestra hija. Con el pasar del tiempo, Teníamos problemas, porque yo no la quería lejos de mí, y él la quería todo el tiempo. Para el bienestar de Miranda y mi paz mental, él comenzó a visitarla diariamente, la llevaba al parque. Le daba cariño. Cuando su trabajo le demando salir del país, era muy tarde, Venezuela estaba completa e irrefutablemente enamorada de él, y el tonto ese lleno de bolas corporales estaba sumamente entregado a ella, solo veía por sus ojos. Con el pasar de los años, Él nos visitaba, se la llevaba algunos días a casa de su madre. La presumía con sus amistades. Le dio el lugar de una reina en su vida, pero comenzaron nuestras discusiones cuando la niña no podía desear nada porque él se volvía su padrino mágico.

  • Papá, quisiera me comprarás un juego de laboratorios que vi la semana pasada en la tienda cerca de la petrolera.

  • Claro mi amor, hay que explotar tu potencial al máximo. -ahí estaba él, dándole todo- sabes también creo deberíamos hacerte un pequeño cuarto aparte donde puedas desarrollar tu misma tus propias técnicas e inventos.

  • Seria súper genial eso papá, -dijo ella brincando en el asiento del auto-

  • Ya va... ¿Y mi opinión, cuando dejo de contar? -esta era yo siendo la mala madre. - eso es un pésimo plan.

  • ¿Pero por qué? -presiono él- si en el departamento no hay espacio podría tenerlo en casa, te lo he dicho, hay muchas habitaciones y La de Venezuela sigue a la espera de ella. -suspiro abrazando a la niña- te he extrañado tanto mi amor. No me volveré alejar de ti por tanto tiempo.

  • ¡Dios! -dije exasperada- solo duraron una semana sin verse.

  • Toda una vida mami, como te sentirías tú. ¿Si paras una semana sin mí a tu lado?

  • Hija eso no pasará. No hay manera que yo pueda sobrevivir tanto tiempo sin ti -le guiñe un ojo por el espejo retrovisor. -

  • Te Amo madre. Te Amo

  • ¡Ay ya van a comenzar con esas cursilerías! -reprocho Lio-

  • Llegamos -revise mi reloj- y con treinta minutos de sobra.

  • Bueno mi niña, te veré muy pronto. Tan pero tan pronto que hoy vendré por ti para ir a almorzar juntos.

  • Siiiii -grito la niña eufórica- te estaré esperando, pero no puedes hacer como una madre por ahí -me observo de reojo. -

  • ¿Quién te ha dicho que la puntualidad es amiga de tu madre? -todos rieron-

  • ¿Quieren entrar conmigo? -nos preguntó-

  • -sonreímos enormemente- claro -esto era la conexión que teníamos los tres. -

Bajamos de la pequeña camioneta y entramos con nuestra pequeña tomándonos de la mano. Ella nos presumía con sus pocos compañeros hasta que nos arrastró donde estaba una mujer.

  • Papá, mamá. Ella es mi profesora. -y aquí íbamos de nuevo- profesora, ellos son mis padres.

  • Un placer -dijo Emiliano extendiéndole la mano- Emiliano Puertas. Orgulloso papá de esta hermosa niña. - estrecho con ímpetu la mano de Rilvers- encantado -luego tomo a la niña en brazos. ¿Pero se detuvo observando el rostro de la profesora- es usted la joven que comenzó a prestar servicio en Tierra azul?

  • Si -ella sonrió, por primera vez- usted es... -le preguntó queriendo disipar la interrogante-

  • El presidente -acoto Miranda colocando sus manitas en el rostro del fortachón- mi papito es el presidente de la Organización. -sus ojos brillaron al ver a mi hija-

  • Qué bueno conocerlo señor Puertas -se escuchaba aún más animada que antes. -

  • Me han comentado de su excelente trabajo en estos meses -ella asintió- me alegra personas como usted formen parte de mi equipo laboral.

  • Gracias a ustedes, porque si las cosas no pasaran así, no fuese tenido la espléndida oportunidad de laborar con un personal tan capacitado y dispuesto ayudar. -de nuevo volvió a sonreír-

  • Un gusto Guadalupe -Sonreí pronunciando su apellido tal cual el día anterior- Rilvers. -Sonreí- Venecia Abrahams -su rostro era serio ahora- Ya habíamos tenido el gusto de conocernos.

  • Supongo -dijo observando atentamente Venezuela- ¡Muy bonita familia tiene usted señorita! -le dijo sonriente a la pulga, está no dejo de sonreírle en ningún momento-

  • La mejor de todas -paso una mano sobre mi cuello acercándome a ella para empezar hacer parte del cuadro familiar y me beso- la mami más bonita de todo el mundo. -Miranda sonrió ampliamente igual que Lío- la mujer que usted vio ayer es una gandolera. -hizo una mueca- esta dama que está aquí hoy, es una ingeniera mecánica. -beso nuevamente mi mejilla- y, es mi madre.

  • Oh -pareció sorprendida-

  • Mi niña -intervino Lio- esta pequeña traviesa siempre muy ocurrente -la profesora nos veía atentos-

  • Que hermoso cuadro familiar -observo su reloj- debo irme -coloco su mano sobre la mejilla de Venezuela- te veo en clases. -nos observó- fue un gusto familia Puertas Abrahams.

  • El gusto fue nuestro, profesora Rilvers -esa era yo de nuevo-

Ella asintió sonriendo y se fue, inmediatamente mire a Venezuela.

  • A ver tu pulga, ¿cómo que la gandolera no es tu madre? -ella río, su risa removía mis cimientos, purificaba mis sentidos- te Amo mi niña fea.

  • Te amo madre mía.

  • Y, ¿a Lío? ¿Nadie le da nada? ¿Yo no siento? ¿No valgo? ¿No importó?

  • Un poco más y escupes plumas.

  • Papá, pero que dramático eres. A ti, te amo. -lío sonrió- te amo mucho, mucho, mucho.

Sonó la campana que anunciaba sus clases.

  • Nos vemos, chao, chao, los amo. A la una. -grito antes de perderse con la muchedumbre por los pasillos-

  • Esta enorme -me abrazo Lío- has hecho un excelente trabajo.

  • Hemos, querido. Hemos, porque ese tamaño ha sido esfuerzo de ambos.

  • Te Amo Venecia, ¿lo sabes?

  • ¿Como podría no saberlo? -Sonreí mientras el besaba mi cabello- te Amo masa de esteroides andante.

  • Ustedes son lo más importante para mí. -caminamos con dirección a su camioneta- son mi vida.

  • Eres parte de mi familia. - acaricie su mejilla- pero eres muy grande para mi gusto.

  • ¡Oh, vamos! ¡Tengo todo lo que cualquiera quisiera! -reprocho encendiendo el auto-

  • Tranquilo guapo, que estoy fuera de tu alcancé. Ahora llévame a mi empleo.

  • Ja, ¿llamas empleo a distribuir dióxido de carbono la vida?

  • Esa distribución es la que mantiene tus bolsillos llenos. -Sonreí- y no es que tu pequeño vehículo sea muy sano para el ecosistema.

  • Touche cariño. -el resto del camino fue en completo silencio-

Por cuestiones de trabajo, Emiliano y yo nos habíamos alejado. Pero nuestra comunicación era constante. Mas aun con una niña de por medio. Su entrega y devoción por Venezuela era tanta, que un día, la niña lo llamo diciéndole que había perdido su primer diente él saco de músculos con patas dejo pleno negocio con los inversionistas australianos por ir a colocarle sal a la herida de su princesa.

  • Eres un tonto.

  • ¿Y ese alago por qué viene?

  • ¡Tu devoción por ella es increíble! -observe el fondo de pantalla de mi celular, era Miranda corriendo mientras reía a carcajadas-

  • No soy el único fan de ella.

  • Es mi hija, que te puedo decir.

  • Claro -íbamos llegando- ¿y te la hiciste con los dedos?

  • No. Me la hizo un bobo de metro y medio que estallo en hormonas un año después.

  • Ya dejé los esteroides. -sonrió, llevaba mucho rato sonriendo- la profesora, tiene algo extraño. ¿Lo notaste?

  • ¿Por qué lo dices?

  • ¿Qué clase de educadora anda en patines por la institución? -se encogió de hombros- sólo me pareció algo extraño.

  • Un poco, quizás. Pero esta en tu equipo laborar, ¿qué más podemos pedir?

  • No me puedo quejar, ha hecho un excelente trabajo. Con todos. -estacionó frente a la compañía de transporte- Venecia. ¿Has considerado dejar esto?

  • En ocasiones lo he pensado. Pero pienso todo lo que perdería, no quiero estar fuera de aquí. Sabes que no voy a cambiar de opinión -él coloco una mano sobre mi rodilla- no vamos a tener sexo.

  • Eres una pesada, largo de aquí. -me corrió de su humilde aparato. Luego nos veríamos-

Llegar al taller era sentir una emoción cuando me pasaban la lista de donde tendría que ir a descargar. ¿Como podría no desear estar ahí? Me encontré en camino a mi transporte con mis hermanos. Aristóteles el mayor de todos, él era encargado de la compañía.

  • Venecia -en el trabajo, no había familia- ¿cómo te va? Necesito renueves el informe médico, antes de la próxima semana.

  • ¿Otra vez? Lo renové el año pasado.

  • Cada año se tiene que renovar. -acoto serio, su ceño siempre andaba fruncido-

  • Está bien. La próxima semana será. -con el jefe no había discusiones-

  • Te toco ruta corta hoy.

  • Ya me he dado cuenta, Tote. Me cambio y salgo.

  • Bien, el informe médico. La próxima semana.

Aristóteles era un poco muy exigente. Demandante. Él no se comportaba como un hermano, era más un mandatario, que otra cosa.

Todo lo diferente a Melquiades, el que venía antes de mí. Este era amargado. Y único en su especie. Su triste humor negro era la perdición de mi madre y la risa del resto de la familia.

  • Gandolera -me saludaba igual de animoso como solo él pudiese serlo- ¿ahora manejas en traje?

  • Barre pisos. ¿Qué lo que contigo? -él Sonreía-

  • ¿Desde cuándo te crees con el derecho de poder hablarme así Gandolera? -lleno su pecho de aire- manten distancia de mí.

  • Oh, su majestad -hice una reverencia-

  • Ahora tráeme el informe de la última vez que te dieron por el culo. -levanto sus cejas-

  • Ya lo olvidé -comencé a cantar-

  • Date prisa Gandolera. Nadie está libre del jefe. -Melquiades se perdió por los pasillos bailando como niña mientras yo casi me orinaba de la risa al ver sus tonterías.

Sin tener más opción me cambie de ropa colocándome la braga Gris, que representaba la compañía de trasporte. Hoy mi guía informaba que debía surtir dos ciudades. Esto serian unas cinco horas en carretera.

La pulga había hecho una lista de reproducción para mí al momento de viajar.

  • Voy a cantar soy el chofer ... manejare toda la noche hasta el amanecer... Tiempo no hay, para perder...

Venezuela, Venezuela, que sería mi vida si no pudiese estar en ti. Entre suspiro y canciones se me fue el tiempo en la vía. Esto era parte de mí, de mi esencia. Esta era solo una tajada de quien en realidad era Venecia Abrahams.


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Gracias por estar aquí. Por leer estás letras cargadas de sentimientos. Les envío u. Fuerte abrazo.

Esto tan sobrevalorado a lo que le negamos la vista es el tiempo y te invito a abrazarlo y disfrutarlo para que te des cuenta de su valor.

Bendiciones y éxitos.