Nunca más estarás sola 12

Nada, solo quise saber - él intento irse, pero cometió un único error, quizás el peor de todos en sus 55 Años, él se fijó en la mujer equivocada- sus gustos no se pueden reducir a una niña insegura.

Capítulo 12

Los días siguientes a la despedida de mi hermano fueron algo de lágrimas, suspenso y buenas vibras para el idiota que ahora representaría la compañía en Francia haciendo un negocio millonario. Todos estaban súper felices, pero yo solo tenía un objetivo en mente.

Enamorar a Guadalupe.

El día de las olimpiadas llegó y Miranda gritaba por toda la casa, todo el edificio se enteró que este sería su día.

  • Venecia Abrahams, si llegas tarde esta vez, solo por un minuto, ten, pero seguro que en tu lapida escribiré "La más irresponsable del mundo"

  • No llegare tarde, ¿de acuerdo? -le dije acomodando mi desastroso cabello-

  • Me gusta cuando usas esa camisa -ella se refería a la camisa corte tradicional, que se ajustaba a mi torso de color negro - te da seriedad -ella estiro su falda, la cual no tenía ni una arruga-

  • Tranquila -la observe por el espejo retrovisor- lo harás excelente.

  • Lo sé. -ella no sonrió, sus nervios la estaban pasando-

  • Miranda llevas semanas estudiando para esto. Toda tu tonta infancia la llevas metida en una cápsula que te ha agrandado el cerebro. Todo el conocimiento de hoy, está ahí. -ella me observó asintiendo- y, ¿si no ganas? No hay problema, siempre habrá un pedazo de pastel en casa esperando por mí para poder darte ánimos.

  • Mamá -dijo mientras evitaba reír- es mi pastel. Así que por favor. -sonrió- sé que esa es tu manera de darme apoyo. Y la agradezco. -le devolví la sonrisa- Te Amo.

  • Te Amo hija.

Pude manejar tranquila mientras ella se relajaba en el asiento. Al llegar a su escuela, su padre estaba ahí. Ella corrió a sus brazos. Él la levantó del piso y era una escena digna de un vómito, tanto amor, él en definitiva no podía negar que era gay, pero aun así se comportaba como un caballero cuando estaba con ella.

Tan hombre era, que tenía varios vídeos de él, jugando con Miranda y él era la princesa otoño. Esa mima de bolas esteroídicas, era la jodida princesa otoño. Le lucia, ya que el otoño era un renacer, un nuevo comienzo, pasaban de los colores vivos a los opacos y oscuros. Y él sin duda era opaco, su color era Venezuela, su tono de piel era llamativo, ante tantas personas blancas alguien de su color era la excepción. Pero una excepción disfrutable, él no se sentía menos por ser alguien de color, todo lo contrario, se sentía más. Él era más. Una luz más.

  • ¿Ya suenan las campanas de la iglesia? -dijo él, llevando en brazos a Venezuela-

  • Papi, no presiones. Eso es con tiempo.

  • Oh, ¿pero cuánto tiempo más? Eso es pronto, porque luego se acaba el asunto y no hace nada.

  • ¿Qué te pasa bolas con patas? -Le dije levantando la mirada ya que era más alto que yo-

  • Que eres una lenta.

  • Pero espérate. Las cosas no son así tampoco -me defendí acomodando mis pantalones-

  • Tiene miedo papá.

  • Lo se mi amor. Por eso nosotros estamos para apoyarla -el beso la frente de mi hija- te veo más tarde, vine a desearte éxitos.

  • Gracias papi -ella beso sus mejillas y se perdió en el auto buscando su maletín-

  • ¿Estás bien? -asentí con la cabeza- ¿has aclarado tus sentimientos por ella?

  • ¿Antes no los tenía claros?

  • Jamás he dicho eso. -Sonreí, nuestra relación parecía más guerra que amor- ¿sabes que hacer para conquistarla?

  • Ser yo misma y no desistir de mi objetivo, su felicidad.

  • Mami, estoy lista. -llego Venezuela- me iré quiero hablar con la profesora Rilvers.

  • Muy bien mi amor -le hice la cruz en el pecho- te veo ahora.

  • Puntual Abrahams -ella beso a su padre y salió corriendo-

  • Ella sabe cómo gobernarte. -dijo él dándome palmadas en la espalda- ¿llegaras?

  • Pedí ruta corta, espero si llegar.

  • Te grabare todo el asunto por si no lo haces -dijo el burlonamente-

  • Lo haré -respondí con convicción- ahora, me voy adefesio humano.

  • Ella sabe que tienes mi apoyo, no dudes en usarlo. -me quedé inmóvil un momento, porque no había entendido bien- Guadalupe -asentí- estoy de tu lado. -esta vez el asunto había quedado claro- atolondrada.

  • Ya, ya -lo abracé, el pego mi cabeza a su pecho-

  • Mañana es el evento. Espero ya tengas tu chequera en la mano, Guadalupe ira - si antes no tenía motivación para ir al eventico ese, ahora sí que la tenía. -

  • ¿A qué horas dijiste que era?

  • La invitación ¿qué le paso?

  • ¿Cuál invitación?

  • Mierda, cara e verga -su acento venezolano me hizo reír- no sirves para un jodida. A las 3pm puntual.

  • Perfecto, creo que la invitación debe estar por ahí. -él negó con la cabeza y se fue alejando-

  • buena suerte con eso.

Volví a mi camioneta para comenzar mis labores. Llegue al trabajo, me cambie, estaba lista para salir. Pero antes de poder hacerlo me interceptó Aristóteles.

  • Venecia, espera -llego corriendo- este... -se recomponía un poco-

  • ¿Ocurre algo? -lo observe fijamente mientras él tomaba aire- deje mis exámenes con tu asistente hace unos días, todo está en perfectas condiciones. -Sonreí retomando el rumbo escaleras arriba de la gandola-

  • No es eso -suspiro- quería preguntarte algo - se tomó la nuca con una mano y por fin me vio- Ella, la profesora... -guardo silencio y no le aparte la mirada- ¿cómo esta?

  • ¿Disculpa?

  • Si, ya sabes, estaba convaleciente cuando salió de casa hace unos días.

  • Bien -dije con cierta irá- y ¿ese nuevo interés por alguien diferente a tus pelotas?

  • Solo curiosidad. -dijo restándole importancia al asunto- quizás me interese un poco -y ahí estaba el balde de agua fría al que yo le huía-

  • OL VI DA LA. -reproche sería- es MÍA. -más que reclamar territorio le daba a entender que, yo en serio la quería y no se metiera en un lugar donde los dos no podríamos entrar-

  • Esto no es una competencia, ni ella es un trofeo -dijo tranquilo, de manera suave, como si solo comprara pan- deja de comportarte de manera infantil... -me baje del vehículo para poder golpearlo con facilidad si llegaba al punto que creía-

  • ¿Como dices? -respire calmadamente, tenía violentos ataques de ira cuando me sentía invadida, y el no solo me estaba invadiendo, sino que estaba haciendo un puto campamento en mi terreno-

  • Nada, solo quise saber - él intento irse, pero cometió un único error, quizás el peor de todos en sus 55 Años, él se fijó en la mujer equivocada- sus gustos no se pueden reducir a una niña insegura.

Y eso fue suficiente para darle tal puñetazo como me había enseñado Lío en preparatoria. Demonios, me dolió la muñeca, el brazo, hasta la uña del dedo gordo del pie derecho. Pero me regocije al verlo sujetándose la mandíbula porque le sangraba.

  • Esta me las pagaras -intento golpearme, pero me agache y el golpe lo recibió Copita-

  • ¿Qué te pasa imbécil? -le grite empujándolo- no tienes los suficientes huevos para estar con alguien limpiamente. -vocifere mientras esquivaba otro certero golpe caminando en reversa, pensaba en la magulladura que le había quedado a copita-

  • ¿Qué? ¿Te crees más que yo? -limpio un poco su sangre- crees que ella desearía estar contigo si supiera todo de ti

Y vino un golpe más, uno directo al pómulo que no pude esquivar porque sus palabras me dieron más fuerte. Me levante de prisa cuando él estaba por tirarse encima de mí, y con toda mi ira contenida, con todo el mal sabor de sus palabras me lancé sobre él y comencé a golpearlo, recuerdo que le pegue en las costillas, en la nariz y en su perfecto ojo color ámbar. Le tomarían par de puntos en algún lugar.

  • Venecia -escuché que alguien gritaba mi nombre mientras mis ojos recobraban el rumbo- reacciona -recibí una cachetada- soy yo estúpida -era Melquiades- soy yo. -me abrazo fuertemente mientras papá y unos ayudantes auxiliaban a Aristóteles que botaba borbotones de sangre-

  • Eres una perra -me grito-

  • -papá golpeo a Aris con su bastón- es mi hija y tu hermana menor, por tal motivo la respetas - él sumiso guardo silenció- los veo en mi oficina a los dos. Enseguida -papá se fue seguido por mi hermano mayor, mientras yo respiraba nuevamente-

  • Debes calmarte -Melquiades me sostuvo de las manos- ¿te sientes bien?

  • Yo, no lo sé -respondí en un hilo de voz antes de caminar con destino a la oficina de papá. -

Al llegar a su oficina, Aris curaba sus heridas, la ira me había segado, lo había golpeado tanto. ¿Cuánto tiempo paso mientras mis puños impactaban su cuerpo? En definitiva, le tomarían puntos en el rostro. Le había partido la boca, parte de la nariz. Y su ceja estaba bien malherida.

  • Siéntate. -dijo papá- ¿saben por qué quise tener cinco hijos? -pregunto paseando por la habitación, lo vi dirigirse al minibar- ¿no? ¿Ninguno? ¿Ni idea? -saco una botella de agua y una de soda, la de agua me la dio a mí y la otra a Aristóteles- yo jamás tuve hermanos, ni primos, ni mucho menos. Me crie en un orfanato -eso no lo sabía- en casas temporales. En albergues. Y cosas que jamás quise para ustedes -destape mi botella y la bebí casi toda- quise tener tantos hijos como me fuese posible y que a ninguno me le faltase nada. -suspiro dejándose caer en su silla- ¿me pueden explicar que pasa aquí? ¿Con ustedes? Con mi herencia. -eso no lo entendí- ustedes son mi herencia cabezas huecas. Yo les enseñe valores, principios -Sobo su frente- no los enseñe a golpearse como gatas en pleno taller siendo la comidilla de todos.

  • Papá... -intento hablar él-

  • No. Cállate Aristóteles. Creo que te he escuchado suficiente. -dejo reposar su espalda en la lujosa silla de cuero vino tinto y me observo- Venecia, sé que siempre me costó aceptar su sexualidad -colocó sus brazos sobre el escritorio- pero... Eres mi única hija, y me has dado el mejor regalo.

  • Papá -hable y levante mi mano para que no me interrumpiera- yo te Amo, y te respeto. También como respeto al idiota este -mire a Aristóteles quien ya no se veía enfadado- pero soy así, creo que fui un experimento de Dios y tengo mi propio fin aquí en la tierra porque si no sabes bienmente que de ser por él ya no estuviese aquí. Pero papá, no puedo cambiar mis ganas, mis sentimientos, mis sueños. -me limpie un poco la sangre que comenzaba a salir de mi pómulo- yo estoy enamorada de una mujer... Y no me importa ni tu opi...

  • Y lo acepto.

  • Nion, ni la de nadie, porque esto es algo mío -me detuve en seco, viéndolo estupefacta desde mi silla- ¿tú qué?

  • Lo aceptó hija. Acepto tus preferencias, y tú amor.

  • -primera vez que papá decía eso. Un hombre tan entregado a los caminos de Dios y tan cultivado a la vieja escuela me estaba dando una lección de vida-

  • Se que no he sido el padre que has querido. Pero quiero lo mejor para ti Venecia. Y para cada uno de mis hijos.

  • Pero a mí también me gusta ella, papá -reprocho mi hermano, quise saltarle encima-

  • No puedo obligarlos a desistir de amar a quien deseen, pero si aconsejarlos. Y esto va contigo hijo -dijo levantando su bastón contra él- la próxima vez que vuelvas a golpear a una mujer, así sea en defensa propia, te quemare los huevos con la misma parrillera que sueles utilizar los fines de semana.

  • Papá -intento defenderse, yo lo interrumpí-

  • La Amo, y que esto te quede claro -lo mire tan fijamente con esa mirada que lo decía todo- lucharé por ella, con todo y mis defectos. Porque le quiero brindar la mayor seguridad y paz que exista en la tierra.

  • Para eso tendrías que ser cristalina, y por lo que veo eres más metal que otra cosa. -él colocaba otro algodón en su nariz-

  • Por favor... -Sonreí observándolo, detallando sus rastros- eres mi hermano mayor, el primogénito de esta estampa, pero cuando me toque elegir ella ira primero que tú en cada momento y no lo pensare dos veces antes de volver a romperte la nariz, otro detalle para que te quede claro es que; Ella siente por mí y no por ti bebé -eso ultimo lo dije con tal convicción que jamás podría desear algo con tanta fuerza como para no verlo materializado al instante en mi mente-

  • Venecia, él mantendrá distancia de tu relación con ella. -asentí escuchando la voz alentadora de papá-

  • No deseo pelear más, tengo tanto por lo cual vivir que no quiero arriesgarme a perder un diente por algo que no me va a dar la paz que deseo. -me acomode el pantalón de la braga y me levante- agradezco tus consejos papá, y tus sacrificios. Pero creo que ha llegado el momento de hacer los míos propios. -dirigí mi caminar a la puerta-

  • Venecia -ese fue Aristóteles- no renunciaré -sonrió y pude ver su encía inflamada- a conquistarla. -esa fue la parte más graciosa, ya no nos mirábamos con odio, sino como dos hermanos peleando por el último dulce que estaba en el tarro-

  • Buena suerte -le di la espalda y salí-

Sonreí por todo el camino rumbo a los baños. Hoy mi hermano me había demostrado de que era capaz y yo, Yo le había dejado claro que, a pesar de mis discapacidades, no me daría por vencida.

Al llegar al tocador, me revise por fin, para terminar, Encontrándome con un pómulo que parecía el tercer ojo, y un cuello muy morado. ¿Qué le diría a Venezuela cuando me viese? "Tu madre peleo con tu tío, como una arrabalera por causa de una mujer que no se decide a quererla."

Intente acicalarme lo mejor posible, pero las manchas de sangre jamás se borrarían de mi camiseta blanca, agradecía que fuese la del trabajo. Cuando pude limpiar bien la sangre de mi cara y manos, me percaté que en varias semanas se borrarían las marcas en mi cuello. Al parecer decente, me quite la braga, mi pierna me punzaba un poco. Observe el pantalón que ya se le asomaban varias arrugas. Resignada salí para encontrarme con Melquiades.

  • Toma -me paso un vaso con agua y dos pastillas- vamos.

  • -me quede en silencio mientras caminaba a su lado, nos dirigimos al estacionamiento- ¿qué haremos aquí?

  • Que harás tú. -apunto mi camioneta- sacar tu huesudo trasero de aquí.

  • -me entrego las llaves-

  • Se cayeron en tu intercambio de golpes.

  • Debo ir a surtir las estaciones de servicio. -objete sin ganas de nada-

  • Martin ya se ha ido. -asentí algo confundida- luego le arregláremos la abolladura a copita. -apretó las llaves en mis manos - lárgate. Papá te dio este día libre y el fin de semana. El lunes te esperamos un poco más lucida.

¡¡¡Sentí tanta irá!!! Respire profundo apretando fuerte mis llaves.

  • La competencia de Nezue ya comenzó.

  • ¡¡¡Mierda!!! -dije trastabillando de camino al carro, me detuve un momento. Devolví la mirada Melquiades- gracias

  • No podría dejarte a tu suerte ni por un segundo.

  • Y ¿por qué no interviniste antes? -quise saber, entendiendo que él había visto el problema desde sus comienzos-

  • Te merecías unos buenos golpes por estúpida, ¿qué esperas? Conquístala. A él en serio le interesa.

  • Y a mí igual. -le dije seria-

  • No te veo haciendo muchas cosas para que estén juntas.

  • Ya, ya. Gracias por ayudarme.

  • De nada. -él se alejó y yo subí a la camioneta- mi pequeña -le hablé a la foto que tenia de Miranda pegada al tablero- perdón.

Le lance un beso, y maneje lo más pronto posible a su escuela. Me termine de cambiar en el auto. Colocándome la camisa que tenía en la mañana. Una chaqueta de cuero que solía tener siempre en el auto. Cuando llegue pude escuchar todos los gritos y aplausos. La presentación ya había comenzado.

Corrí todo lo que la pierna me permitió hasta que llegue al salón de eventos de la escuela, el puntaje de Venezuela iba siendo el ultimo, llevaba varias respuestas en contra y no todas eran de historia. Por estar entre los últimos asientos ella no me observo, pero Lío me tomo fuertemente del brazo para llevarme a la puerta.

  • ¿Qué mierdas son estas tus horas de llegada? -me soltó bruscamente y me miro- ¿qué te paso? ¿Te intentaron robar? ¿Estás bien? ¿Como te sientes? - a él se le desato el lado paterno en el peor momento-

  • Tuve una pelea. -le reste importancia-

  • ¿Como que una pelea, con quién?

  • Ssshhh, baja la voz. Cálmate.

  • Venecia estas muy golpeada. -su rostro mostró aflicción-

  • El otro sujeto quedo peor, pelee con Aristóteles.

  • ¿Tu hermano? -asentí- lo mataré, le diré que se enfrente a un hombre -el ya comenzaba a salir de la escuela- como se atreve a golpearte así?

  • ¡Ya va! ¡Cálmate! -lo intente detener y casi me caigo- vamos con Venezuela ella nos necesita. Luego te doy los por menores, pero no harás una locura.

  • No prometo nada, tú y mi hija son santas e intocables, y tarde o temprano le partiré la cara a ese imbécil. -suspire mientras el acomodaba su traje-

Aunque me costó convencerlo, volvimos a las olimpiadas, para ver a Guadalupe abrazando a Venezuela. Mi hija se veía tensa, su profesora tomó sus mejillas le dijo unas cosas y la niña asintió efusivamente. Luego ambas juntaron sus frentes unos segundos, para terminar Venezuela le dio un corto beso en la mejilla, luego un abrazo rápidamente para después retomar camino al pódium.

  • Muy bien, ronda final -dijo el presentador- esta es la ronda de desempate. -giro una rueda de contenido- y su clasificación es... -los segundos parecían eternos mientras eso se detenía- Historia.

  • Mierda -dije por lo bajo viendo como los ánimos de mi niña se perdían en la esperanza, del tema que más odiaba en la vida-

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Este capitulo me ha dado tanta satisfacción, que no puedo explicarlo. Espero lo disfruten, lo vivan, lo sufran tanto o mas de lo que yo lo hice. Estoy feliz porque estamos a un paso de saber que va a pasar, una parte de mí tiene dudas, y la otra sabe las respuestas.

Los quiero, en serio, ustedes me inspiran a escribir. Estoy muy feliz... Así que sean felices ustedes. Y si hoy no están felices, seamos infelices juntos, después será nuestro momento.

Bendiciones y éxitos... Dios los bendiga, el universo los ampare.