Nunca más. Capítulo 1

¿Qué pasa cuando el amor de tu vida, con quien quieres pasar el resto de tu vida te deja? Introducción de lo que será mi próximo relato. Espero les guste.

-Otra cerveza.

-Ahora mismo.

Mientras esperaba su bebida, mantenía la mirada fija y ausente en la espuma que quedaba en el quinto botellín que había consumido. No veía nada ni a nadie. En su mente sólo aparecían imágenes de sus sueños, imágenes irreales que convertían la vida en algo que ella creía mejor de lo que tenía en aquel momento, aunque en realidad lo único que conseguía de ese modo era aumentar un dolor que parecía incurable y las falsas esperanzas que se sienten cuando te rompen el corazón. En su imaginación María asomaba por la esquina y corría hacia ella suplicando perdón. – Me he equivocado. La vida es insoportable sin ti. Te quiero. Te necesito a mi lado. Eres la mujer más maravillosa del mundo…” Se repetía una y otra vez.

-Aquí tiene . –La camarera intercambió los botellines y dejó a Susana abstraida por completo en sus pensamientos.

Ella creyó estar completamente sola en su burbuja pero se equivocaba, en la mesa de en frente un chico de ojos azules y pelo negro la miraba comprendiendo cada sentimiento que su rostro reflejaba. Tal vez se sintiera identificado o simplemente sintió ternura y empatía por ella, fuese lo que fuese, quiso apaciguar su tristeza.

-¿Qué hace una chica tan guapa bebiendo sola en un antro?

Susana ni si quiera le miró.

-¿ Mal de amores? Ningún hombre merece tus lágrimas.

-No es mal de amores . –Su mirada sombría no se apartó de la boca de la botella.

-Entonces, ¿qué es?. –Sonrió.

- No es asunto tuyo.

Mentía. Y eso hacía que se detestara. ¿Por qué se había ido? Ella estaba segura de no merecerse eso. ¿Qué había hecho mal? María era lo que Susana quería, la razón  por la que habría entregado su vida entera. Por lo visto no era un sentimiento recíproco. Se llevó la botella a la boca y tragó de golpe todo lo que su gargante le permitió.

- Perdona, no quería molestarte, ya me voy.

Volvió a quedarse sola. Alzó la mano para llamar la atención de la camarera que paraba en cada mesa soportando a borrachos impertinentes y molestos. Pensó en pedir otra cerveza, pero ya estaba demasiado mareada y al borde del llanto. Después de varios minutos consiguió pagar la cuenta y se levantó con torpeza.

Se dirigía hacia su casa como cada noche. Casi por inercia cada paso le llevaba al merecido descanso y a la vez a la soledad a la que tanto temía. Hacía poco más de un año recorría el mismo camino a sabiendas de que en su casa encontraría lo único que necesitaba.

- No puedo entenderlo. - pensaba mientras caminaba pisando el charco infinito que eran las baldosas y el asfalto.

De repente, también como cada noche, llegó a una plaza, y al instante comenzó a sonar aquella melodía que de nuevo provocó que se le erizase el vello y los ojos se le llenasen de lágrimas. No sabía  qué era. Sólo sabía que cada nota contaba su historia. Que aquel joven violinista desaliñado la conocía tanto que había compuesto a la perfección la canción que narraba su vida. Se acercó y lo miró a los ojos. Él sonrió a sabiendas de que recibiría por su parte una propina. Sacó un par de monedas del bolsillo de su abrigo y las tiró dentro de una gorra que descansaba en el suelo y que se había mojado a causa de la lluvia.

Inmersa de nuevo en su tristeza llegó a su casa. Al entrar a su pequeño apartamento ni siquiera su gato salió a saludarla. Con la cara bañada en lágrimas se quitó los zapatos y se dejó caer al sofá. El piso se veía tan vacío.

Cuatro horas después la despertó el ruido de la cerradura de la puerta. La luz de la maána alumbraba todo el salón y el pequeño siamés dormía placidamente a sus pies. Se incorporó sobresaltada.

-¿María?

Al pronunciar la última sílaba su ex novia apareció por la puerta.

-Hola.

Se lenvató y fue hacia ella.

-Has vuelto.

-Me dejé olvidados los vestidos que me regaló Nuria. Hueles a alcohol ¿Has bebido?

-Un par de cervezas. Tenemos que hablar.

-No hay nada de lo que hablar, Susana, esto se ha terminado.

-¿Por qué? No puedes dejarme sin dar explicaciones.

-Ya te lo he dicho...

-¿Qué tiene ella que no tenga yo?

La asió del brazo y María se apartó.

- Susana, no empieces.

-No puedes hacerme esto . –Se avalanzó sobre su cuello y lo besó con efusividad mientras agarraba su cadera con las manos.

-Para, estate quieta.

-Aún me quieres y me deseas .

Besó entonces sus labios y acarició su pierna. Después de tres años conocía a la perfección los puntos débiles de María.

-Su... –Su voz ya no sonaba tan segura.

Siguió besando sus labios, esta vez con mas ternura. Recorrió su espalda disfrutando de cada respiro que emanaba de su aliento. Deslizó sus manos por debajo del jersey y sintió sobrecogerse a su compañera.

-Susana... Para.

-¿Por qué? –Volvió a su cuello.

-Porque si hacemos el amor después desapareceré de tu cama y no volverás a verme.

Susana quedó paralizada y fría, sin poder articular ni una sola palabra. María la miró frívola y se dio la vuelta.

-Enviaré a mi hermano a por las cosas.

Lu último que Susana escuchó antes de romper a llorar fue cerrarse la puerta. Sintió morir por dentro. Su cuento perfecto, la historia de amor que tantas veces le hizo soñar despierta había terminado y con ella se había llevado su esperanza, su ilusión y sus ganas de vivir.