Núnca lo hizo

Ante una pantalla, descubre lo que núnca hizo.

En la pantalla de televisión carmen vio a su marido entrar en aquella habitación con aquella mujer del brazo, aquella cámara de alta definición que ella misma había mandado instalar a escondidas, recogía con total nitidez lo que ocurría en la estancia y le mostraba la cruda realidad. Lo que en un principio fue una búsqueda de un ladrón familiar que hacía desaparecer a cuentagotas el dinero, desembocó por azar del destino, en aquellas imágenes tan duras para ella.

Cuando vio entrar a aquella fémina de la mano de su marido las lágrimas de rabia, asomaron en sus ojos. Casi veinte años de vida en común, tres hijos, y muchos momentos se derrumbaron de repente. Y contemplando las imágenes intentó comprender porque había pasado aquello.

Ella lucía un vestido negro cortísimo con un gran escote, y es una cosa que ella nunca hizo. Su educación siempre la había llevado a vestir de forma “decente”, como decía su madre. El saber que cualquier parte de su cuerpo podría ser el objeto de deseo de algún hombre que no fuera su marido, le producía desasosiego, por eso sus faldas nunca subían por encima de la rodilla, y por supuesto no usaba pantalones, y su generosa delantera era firmemente sujeta por ropa intima sin concesiones, y con prendas holgadas y sin escotes exagerados.

Por eso al ver a su marido acariciar su pierna casi desnuda, hasta perderse en su nalga, mientras sin ningún pudor besaba sus expuestos pechos, la llenó de amargura por sus decisiones. Quizás aquello fue un error, y oyendo gemir de placer a la femenina mientras se entregaba a aquel tratamiento lo corroboro.

Su marido, se apartó de la mujer, y se bajó los pantalones y la ropa interior sentándose al borde de la cama, y ella, sin necesitar ninguna palabra se arrodilló entre las piernas de él, y su cabeza se dirigió a la entrepierna, arrancando un aullido de placer.

Era evidente que el pene de su marido había desaparecido en su boca, cosa que ella nunca hizo, le provocaba asco el solo pensarlo. Pero veía la cara de placer de su marido, y la dedicación que le ponía la mujer a la acción, y no parecía que fuera tan desagradable.

La cabeza de ella, subía y bajaba recorriendo el tronco, mientras él con sus manos parecía marcar el ritmo del acto, alguna vez, la forzaba al máximo. Como queriendo que toda su hombría entrara en su boca, provocando audibles gemidos por parte de ella, pero en cuanto la soltaba, seguía con su tarea como si aquel forzado acto le gustase.

A un requerimiento de su marido ella bajó a sus testículos lamiendolos como golosina, dejando a la vista el pene lleno de babas que acababa de tragar.

Después de su entregado tratamiento al miembro de su marido, ella dejó su tarea, y sin el más mínimo rubor se sacó el vestido por la cabeza mostrando un mínimo conjunto de ropa interior de color rojo, que dejó boquiabierto a su más cercano espectador.

Evidentemente ella nunca lo hizo, no hubiera sabido cómo asumir que en su interior un delgado hilo se encajaba entre sus nalgas dejándolas totalmente libres para moverse, y mucho menos saber que la mayoría de su zona íntima quedará expuesta por delante. El mínimo triángulo frontal evidenciaba que nada de pelo poblaba su pubis, por lo que un nuevo nubarrón cubría su mente, ella tampoco se había depilado de esa forma en su vida. No buera podido soportar el roce de su ropa interior contra su sexo desnudo.

De la misma forma, su escueto sujetador, entraba en el terreno de lo incomprensible. So transparencia y minimalismo no dejaba nada a la imaginación, nunca se puso nada parecido y solo de ver la cara de deseo sexual que causaba en su marido, podía imaginar que los hombres en general la hubieran visto como una cualquiera.

Pero la mujer no se quedo ahi, se despojo del sujetador dejando sus pechos al aire acercándose con lentitud a su marido, y se los ofreció con descaro, cosa que él no desaprovechó, deborandolos con su boca. Nunca hizo aquello, no sintió el deseo de su marido, comiendo sus pechos y deborando sus pezones, como ahora veía en aquella pantalla. Nunca sintió el placer que ahora sentía la mujer que profanaba su alcoba, gimiendo como desesperada.

Y tampoco sintió los azotes que su marido propinaba en las desnudas nalgas que estaban a su disposición, y que se ofrecían sin ningún tipo de restricción.

Vio cómo su marido se despojó de las prendas que aun llevaba y se tumbó boca arriba en la cama, igual que ella se deshizo de la única que portaba, y con los zapatos como único residuo, gateo por la cama para poner su cuerpo encima del tieso pene de su marido.

Fue ella quien agarró el falo y lo llevó hasta su sexo, y con un movimiento lento se lo introdujo sin ningún tipo de duda hasta que desapareció totalmente en sus sexo. Aquella desconocida acción le trajo a la cabeza sus actos maritales, donde su marido la penetraba siempre, nunca tomó la iniciativa, nunca agarro su pene para llevarlo a su interior, y nunca sintió el placer que sentía aquella mujer al realizar ella esa acción. Su marido se limitaba a montarla, con delicadeza eso sí.

La mujer botaba totalmente descontrolada, gritando y gimiendo sin ninguna vergüenza, mientras su marido le hablaba despectivamente, llamándola puta, zorra y demás lindeza, que lejos de enojarse, la enardecía todavía más. Ella no escuchó nunca ese lenguaje, pero oyendo la fluidez y desparpajo que su marido tenia, parecia que no era la primera vez que lo utilizaba.

Lo que no entendía era la duración de su marido, con ella el sexo era rápido, intenso pero de corta duración, y con aquella mujer, parecía una máquina. No solo llevaba un un buen rato soportando los embates de su amazona, sino que, la desmonto, la puso a cuatro patas, y diciendo que la iba a follar como una perra, le empezó a penetrar desde atrás.

Eso nunca lo hizo con ella, y tuvo que ver además ver como la agarraba de las caderas mientras su cuerpo imprimía uns fuertes movimientos que la hacían gritar de gusto. En aquella postura no solo se dedico a fornicar si no que con sus nalgas a sus disposición, se dedicó a azotarlas con saña.

El sonido retumbaba en sus oídos, así como los gritos de la mujer que pedía más, que solicitaba más caña, que se volvía loca con el tratamiento. Ella nunca se volvió loca, y esa punzada de celos le dolía, más que la infidelidad. El que a su mujer no la llevara a ese tipo de placer, era algo que no entendía.

Entonces noto como ella comenzó a gritarle que sí, que le rompiera el culo, no se había dado cuenta, pero el pene de su marido, en esa postura, enfilo por el otro agujero, y la penetro con la misma fuerza y empeño. Aquello era una locura, por el culo, ni en su imaginación había pasado, sentir en sus entrañas el pene de su marido. Y parecía que él disfrutaba de lo lindo, por los comentarios que hacía, que culazo tienes, te lo voy a reventar, te lo voy a llenar de leche.

Ella quitó que se corría, y gritó como si la abrieran en canal, derrumbándose sobre la cama. Su marido se tumbó sobre la cama, y ella al verlo se lanzó sobre su pene y lo engulló desesperada. Se la había metido en la boca, después de haber estado en su culo, y ni se inmuto mientras lo hacía. Aquello era ciencia ficción, y cuando su marido gritó con desesperación que se corría, ella siguió con su trabajo, haciendo que él lanzara su semen dentro de su boca. No pudo nada más que imaginar lo que sería aquel líquido pringoso y espeso en su paladar, pero la imaginación no le daba para tanto.

Observó que no tiro nada, por lo que supuso que se lo había tragado, algo que su marido le había gritado que hiciera en su momento de éxtasis.

Después de aquello el silencio invadió la pantalla, y durante unos minutos pareció como si se hubiera pulsado la pausa, nada se movía, hasta que su marido se levantó hacia la ducha y al poco ella le siguió. El ruido del agua se oía de fondo , junto con alguna risa y palabras inconexas a las que no les dio significado.

Pero al poco comenzó a oír gemidos femeninos, y no tardó en escuchar claramente como ella gritaba pidiendo que le follara más fuerte. Estaba claro que su marido estaba

Fornicando en el baño y era otra cosa más que nunca había catado. El único escenario de sexo que había probado era la cama marital.

Durante más de 20 minutos se escucharon todo tipo de sonidos hasta que que cesaron, y al rato, volvieron a aparecer, ya más calmados, aunque con prisas. Se vistieron con una frialdad pasmosa y desaparecieron del foco de la cámara de la misma forma que habían entrado, cogidos de la mano.

La pantalla se puso en negro, todo aquello era una locura, pero una voz la sacó de su nube.

  • ¿porque lo hizo?
  • ¿el que? - Contestó carmen medio ida
  • Matar a su marido, pudo divorciarse, denunciarlo, tenía pruebas - le dijo el policía
  • Eso nunca lo hice

Pero entonces se acordó, de cómo había visto la pelicula del dia, de cómo había cogido la pistola que su marido guardaba en el armario, y como la había cargado, de como se había dirigido al comedor, donde estaba tranquilamente leyendo el periódico, y sin mediar palabra levantó el arma y vació el cargador con extrema frialdad.

Y allí la encontró la policía, de pie, frente al cuerpo acribillado de su marido, recordando todo lo que había visto que ella nunca hizo. Pero lo último, lo que tenía a la vista si lo había hecho.