Nunca imaginado

Qué pasaría si aquel chico de clase en el que nunca te has fijado se acerca a ti en las duchas?

Nunca imaginado

¡Buf! Estaba realmente hecho polvo. Tampoco es de extrañar, pues se había tirado toda la clase de Educación Física corriendo, flexionando, estirando y, durante los últimos veinte minutos, jugando un partido de fútbol.

Entró en tropel con sus compañeros a los vestuarios. El olor a sudor y su humedad se sentían en el ambiente, como una bruma ligera que lo ocupaba todo. Sin embargo, Lucas se encontraba satisfecho con ese ejercicio, se sentía renovado, listo para continuar con el resto de clases y para más si hiciese falta.

Entre los fuertes murmullos y gritos de sus compañeros, se sentó en el banco donde había dejado su bolsa, y se quitó parsimoniosamente la camiseta. Lo hizo lentamente, sin ninguna prisa, dejando entrever poco a poco su lampiño pecho, delgado, transpirante a causa del ejercicio que acababa de realizar. A Lucas le gustaba hacerlo así, lentamente. Así podía observar como sus compañeros de desnudaban, y como iban a las duchas completamente desnudos, mostrando su masculinidad con impunidad, casi con descaro, como exhibiéndose.

Veía como algunos exhibían sus penes como trofeos, haciéndolos bambolear hasta las duchas, con la toalla colgada del hombro. En cambio, otros, más vergonzosos o menos seguros de si mismos iban con la toalla anudada a la cintura, tratando de pasar desapercibidos. Entonces Lucas elegía cuando quería ducharse, si quería compartir ducha con los alumnos más desvergonzados, mirándoles sin problemas sus vergas mientras estos jugaban entre ellos a golpearse con las toallas, o si prefería esperarse a los más rezagados y observar aquellas partes que tan poca gente había visto, aquellos frutos ocultos que despertaban tanto su curiosidad.

Ahora, Lucas se desabrochaba las zapatillas, a la vez que un chico pasaba desnudo extremadamente cerca, casi rozándolo, y tuvo que combatir contra una erección inminente. Por lo tanto, decidió esperar a que se calmase un poco, disimulando mientras recogía y enrollaba cuidadosamente sus calcetines usados.

Entonces vio que ya volvían los chicos más rápidos de las duchas, con sus cuerpos marcados goteantes de agua, iluminados por la tenue luz que dejaban pasar los ventanucos opacos. La mayoría se tapaban con la toalla, pero algunos seguían mostrando libremente su virilidad, por lo que Lucas tuvo que desviar la mirada para evitar la renaciente erección.

Lucas decidió que ya había tardado bastante, se levantó del banco y se bajó sus pantalones cortos, quedando en unos bóxer azul marino. Guardó sus pantalones y sacó la toalla de la mochila. De espaldas, se libró de la ropa interior, dejando ver su culo, lampiño, redondo y duro, al resto de sus compañeros. Cogió la toalla y se dirigió a las duchas.

En el momento que el chico entraba, los chicos de la segunda tanda salían, y quedó él solo en las duchas, como le apetecía ese día. Lucas podía hacer lo que quisiese porque nadie solía fijarse en él. Ni para bien, ni para mal. Era un chico normal, anodino. Tenía el pelo castaño y los ojos de un suave color avellana, capaces de hipnotizar a cualquiera. Su cuerpo era bastante normal, aunque no él estaba orgulloso, se sentía a gusto consigo mismo.

Lucas colgó la toalla en la pared de la ducha y se introdujo desnudo bajo el chorro de agua, ya caliente tras el uso continuado. Cerró los ojos mientras removía su triguero pelo bajo la ansiada agua. El agua chorreaba por su cuerpo, recorriendo todas sus curvas, calmando su piel cansada.

Bajo la tranquilidad de aquel vapor, Lucas no se dio cuenta de que sus compañeros iban abandonando los vestuarios, dirigiéndose a la siguiente clase.

Cuando llevaba unos minutos bajo el chorro de la ducha, vio alguien que entraba a las duchas. Entre el agua pudo ver que llevaba una toalla enredada a la cintura y que parecía entrar cautelosamente. Se colocó en la ducha del costado, y colgó su toalla sobre la pared. Las duchas estaban intercomunicadas, y Lucas pudo verle la cara mientras encendía la ducha. Era un chico muy guapo, que se llamaba Diego. Aunque iba a su clase, nunca había hablado con él. Lucas no era muy hablador y aquel chico parecía muy tímido, por lo que nunca habían llegado a hablar. En lo único que se había fijado Lucas alguna vez era en sus preciosos ojos azules, que siempre parecían tristes.

"Su cuerpo no es nada del otro mundo" pensó Lucas mientras lo observaba cuando estaba de espaldas. El chico era totalmente lampiño, a pesar del pelo negro desordenado y un poco largo que le cubría la cabeza. Sin embargo, su piel parecía fina y suave, lo que le dio a Lucas ganas de acariciarla tiernamente, o quizá incluso, de deslizar su lengua por ella para probar si sabía a azúcar.

Entonces el chico se giró hacía el chorro, y Lucas pudo ver su miembro. Lucas no pudo dejar de observarlo. Era un pene corto, un poco grueso, con la apariencia de ser suave... casi dulce, como el resto de su piel. Tenía muy poco vello púbico, lo que lo hacía aún más apetecible para Lucas.

Lucas levantó la vista hacia la cara del chico y vio que lo estaba mirando, fijamente. "Mierda" pensó, "la he cagado". Rápidamente, Lucas pensó que podría disimular.

– ¿Qué, tú también prefieres ducharte más tranquilo? – dijo.

– Sí, la verdad... – respondió el chico – es mucho mejor.

En eso que Lucas, sin poderlo evitar, estaba comenzando a tener una erección. El otro chico lo miró y sonrió, mirando otra vez hacia enfrente.

– Por lo que veo, tú casi que prefieres la compañía – dijo.

En ese momento, Lucas se murió de vergüenza.

– Em... es... es por el agua caliente, ya sabes... – intentó excusarse Lucas.

– No te preocupes, es algo totalmente natural – dijo tajante Diego.

Lucas miró extrañado a su compañero. El compañero lo miró con esos tristes ojos azules y sonrió, con una sonrisa de complicidad. Luego bajó la mirada y encontró que su compañero estaba completamente empalmado, y su miembro le parecía tremendamente apetecible, por lo que él también entró en una erección brutal.

– Pero... pero... no sabía que tú... – dijo Lucas, asombrado.

– Sí – le cortó su compañero –. Además, ¿sabes qué? Llevo observándote desde el año pasado... en clase, en el patio... en los vestuarios... pero tú nunca me mirabas... creía que tú no eras...

– Pero... tú no sabías que yo era...

– Te pillé la anterior clase de gimnasia observando descaradamente las pollas de los de clase.

– Vaya – dijo Lucas, absolutamente anonadado –... No... no sé qué decir...

Diego se acercó hasta estar sólo a unos centímetros de su cara.

– No digas nada – susurró –. Bésame.

Lucas pudo sentir el pene de su amigo rozándole la pierna, mientras el agua los mojaba a los dos. El agua chorreaba por la cara de su amigo, haciendo que el pelo le cayera sobre la cara, pero sin tapar sus dos grandes ojos azules.

– Pero... nos verán – logró articular, después de tragar saliva.

– Ya se han ido todos a clase.

En ese momento, Lucas se sobrepuso al impacto de la ocasión y se abalanzó a abrazar a su amigo, acercando sus labios a los de él, introduciendo la lengua en su boca, jugando con la suya, palpando sus nalgas con las manos abiertas, rozando sus penes. Diego le contestó de igual manera, mientras el agua cálida caía sobre ellos.

Estuvieron así un rato, hasta que la cuerda del agua acabó y se apagó. Ambos se quedaron abrazados en el silencio de las duchas. Lucas se despegó un poco, miró la cara de su amigo, le retiró los pelos de la frente y miró a sus ojos del color del zafiro.

– ¿Te vienes a mi casa a la salida de clase?