Nunca hay que fiarse de un desconocido

Después de dos meses de hablar con un chico por mensajes, decido finalmente quedar con el, aunque no es como lo había imaginado.

Miraba la línea de encendido en mi Mac con el corazón en un puño. Llevaba dos meses hablando con “Eldestructor” y estaba impaciente por conectarme.

Habíamos comenzado a hablar a través de todorelatos.com. Normalmente suelo subir relatos eróticos a esa página y al tener puesto el correo en ella es normal que de vez en cuando me hablen chicos mencionando lo cachondos que se han puesto con los relatos, la paja que han logrado hacerse gracias a ellos e incluso en alguna ocasión me envíen una foto de su polla. Es por ello por lo que no me sorprendió cuando recibí otro mensaje, pero al contrario que los demás simplemente me comentaba lo mucho que le habían gustado.

Me hizo gracia el Nick de su correo, así que decidí contestarle. Cuál fue mi sorpresa que encontré un chico no muy mayor que yo, con el que se podía hablar y que tenía sentido del humor.

Casi sin darme cuenta ya llevábamos dos meses hablando sin parar. Normalmente siempre tenía ganas de charlar con él, pero ese día iba a ser un antes y un después.

En el correo anterior me había mencionado la posibilidad de vernos cara a cara finalmente y yo ni siquiera me lo pensé. Le dije que si.

Es por ello, que estaba tan nerviosa esa tarde, estaba segura de que por fin me diría cuando quedaríamos y estaba realmente impaciente.

Cuando por fin pude conectarme me metí en mi dirección de correo para ver si me había contestado y así era.

“Hola Sam. ¿Sabes? Después de lo que hablamos el otro día me han entrado más ganas de verte. Mañana no trabajo. Se que quizás es un poco precipitado, pero… ¿Te gustaría vernos en las escaleras de Callao?”

Pablo, que así se llama “Eldestructor” vivía en Madrid. Había vivido allí dos años realizando el master, así que me conocía la ciudad bastante bien. No me pareció mal. Es cierto que también podría desplazarse el, pero recordé en unos correos anteriores que se le había estropeado el coche.

Lo pensé detenidamente.

En esos momentos estaba viviendo con mis padres, por lo que si me iba asi de la nada a Madrid podrían sospechar y claramente no podía decirles a lo que iba realmente.

Recordé en ese instante a Clara, mi amiga del máster, que aún seguía viviendo allí. Estaba segura de que si le decía que me cubriera no tendría ningún problema, asi que conteste a “Eldestructor” diciéndole que ahí estaría.

Concretamos que nos veríamos a medio día. Perfecto para comentárselo a mis padres en esos momentos y mandarle un mensaje a Clara.

Apague el ordenador sin creerme aun lo que iba a hacer. Si bien es cierto que en alguna ocasión había quedado con chicos por Tinder, esto se veía diferente. Ni siquiera nos habíamos mandado una foto, era prácticamente un desconocido para mí y ahí estaba yo mandándole un WhatsApp a mi amiga explicándole la situación.

Fui a la cocina, donde estaban mis padres preparando la cena.

-              Sam. ¿Que quieres? -preguntó mi madre meneando la sartén.

-              ¿Eh? ¿Como?

-              Que... quieres de cenar. Dice tu padre que a lo mejor hace unas tortillas francesas, pero a mí no me apetece mucho. ¿Tú que quieres?

-              Eh… no se… me da igual. Esto… una cosa…. -me senté en una silla contemplando mis manos. Mi padre con el telediario ni siquiera me estaba mirando. -Eh… me ha hablado mi amiga Clara y…

-              ¡Oh, Clara! Mándala recuerdos -interrumpió mi madre

-              Si… si… pues que me ha dicho que si iba a verla a Madrid y la he dicho que si…

-              Oh bueno… claro es normal. Hace mucho que no os veis, tendréis ganas de veros. Y… ¿cuándo te vas?

-              Pues…. mañana.

-              ¿COMO QUE MAÑANA? -gritó mi padre mirándome por primera vez. Mi madre se giró completamente dejando la sartén de lado.

-              Pues eso… dentro de poco se va a ir a ver a sus padres, que ya sabéis que hace mucho que no los ve y me ha dicho que mañana es cuando mejor la viene y yo tampoco es que tenga nada que hacer… así que la he dicho que si.

-              Pero Sam… como se te ocurre. ¡Mañana!

-              Ahí mamá, pues cuando podíamos las dos. Hace mil que no la veo. Anda… solo va ser un día. El domingo ya voy a estar aquí por la mañana. Ni os vais a enterar. Anda…

-              Buff…. Está bien. -sonreí. - Pero si vas a coger el coche no quiero que bebas ni una gota de alcohol, ¿estamos?

-              Pero vamos a ver mamá…. ¿desde cuándo he cogido el coche habiendo bebido? Es que dices unas cosas…

-              Bueno bueno… ¿y tú no tienes nada que decirle a la niña? -preguntó mirando con el ceño fruncido a mi padre

-              ¿Qué quieres que le diga? Ya se lo has dicho tu todo. Que tenga cuidado y ya está.

-              ¡Gracias, gracias! -grité poniéndome en pie de un salto. - Tendré mucho cuidado ya veréis.

Salí de la cocina con una amplia sonrisa. Un zumbido me hizo mirar el móvil. Clara me cubriría si preguntaban mis padres y me deseaba suerte con el chico. No le había dicho cómo había conocido al chico. Sabía que cuando estuviera preparada yo misma se lo diría.

Cuando llegue a mi cuarto grite de felicidad. Todo estaba saliendo a pedir de boca.

Por la noche no conseguía dormir de los nervios, no paraba de imaginarme el momento en que viera por fin a Pablo. A pesar de que Pablo no me había pasado ninguna foto, me había descrito físicamente como era. Al parecer mañana tenía que buscar a un chico de 1.70, moreno con los ojos castaños, rubio y con una camiseta de Nike. La descripción no es que fuera muy buena, pero esperaba que él me viera a mi antes.

El ser pelirroja es lo que tenía, que no podías pasar desapercibida mucho tiempo.

Empecé a imaginarme a Pablo mirándome fijamente y no pude evitar excitarme. Seguro que cuando nos viéramos nos besaríamos con pasión y me miraría con una mezcla de lujuria y posesión, digna del chico con quien había mantenido dos meses de conversación.

Me toque los pechos pellizcándome levemente los pezones. Estaba poniéndome muy cachonda. No paraba de pensar en que me haría en el momento que estuviéramos los dos solos. Seguro que me agarraría las manos subiéndolas por encima de la cabeza y me mordería el cuello, para luego lamerlo con lentitud, marcando su territorio.

Ahogue un gemido en la almohada, frotándome contra el colchón. Me notaba cada vez más húmeda. Metí la mano debajo del pijama acariciándome el clítoris. Lo sentía hinchado y palpitante a la espera de algo de atención.

Seguro que luego me obligaría a arrodillarme en un claro intento de que se la chupara y yo obediente y servil lo haría lamiendo y sorbiendo cada parte de su polla, hasta conocer cada vena y surco que de ella surgiera.

Aumente el ritmo con que me acariciaba, poniéndome una mano en la boca. No quería que mis padres entraran y me pillaran masturbándome.

El calor de la habitación provocaba que sudara a mares aumentando mi lívido cada vez más. A través de debajo de la puerta vi luz en el pasillo, pero yo estaba lejos de poder parar de tocarme. Empecé a acariciarme con más intensidad e incluso me introduje dos dedos, moviéndolos en mi interior.

Imagine a mis padres entrando en la habitación y pillándome en pleno acto. Jadee de puro morbo.

Seguro que si estuviera Pablo en esos momentos me taparía la boca mientras me penetraría de un solo golpe. Dios estaba tan mojada que sentía como el colchón se humedecía debajo de mí. Ni aunque hubiera querido podría haber parado, sentía un placer que me obligaba a cerrar los ojos y agarrar fuertemente, con mi mano libre, la sabana.

Mi clítoris estaba cada vez más resbaladizo y corrientes de placer me recorrían el cuerpo.

Llegó un momento que en no podía mantenerme quieta y cerraba y abría mis piernas sin ningún tipo de control, hasta que finalmente mordiéndome los labios me corrí empapando las sábanas con mis fluidos y sudor.

Una vez pude respirar con normalidad, me quite la mano de la boca y me quede dormida con un único pensamiento: MADRID.

Desperté con una sonrisa de medio lado, la noche había sido bastante movida y tenía pensado que continuará así durante el día, por lo que empecé a preparar un pequeño bolso con las cosas que me iba a llevar, desayune apenas un bollo, tenía un nudo en el estómago de los nervios, pero aun así logre comérmelo y me monte en el coche.

Creo que nunca había deseado tanto llegar a un sitio. Me temblaban hasta las manos.

Llegué a Madrid y como pude aparque cerca de donde vivía antes, me costó 15 minutos, pero al fin encontré un hueco entre dos coches. Ya iría en metro hasta donde habíamos quedado.

Cuando finalmente subí las escaleras del metro hasta la plaza de Callao, estaba igual a cuando me había ido tan solo unos meses antes, llena de gente andando como si llegaran tarde a algún lugar y cantantes situados en diferentes puntos de la plaza compitiendo por ver quien tenía más espectadores.

Observé mi alrededor intentado ver si alguien lograba asemejarse a la descripción que me había dado Pablo, pero nadie parecia estar pendiente mí.

Me fui a una esquina de la salida del metro sin parar de contemplar a cada persona que pasaba por mi lado.

-              ¡Vaya! Eres mucho más guapa en persona. -oí una voz ronca detrás de mí.

Me di la vuelta rápidamente.

Ante mi estaba un chico alto, con los ojos más bonitos que había visto en mi vida de un color miel y a pesar de no estar muy musculado se veía que se cuidaba a través de su camiseta azul marino.

Me quedé mirándole sin saber muy bien qué decir. El me observaba con una sonrisa y los ojos entrecerrados.

-              Veo que el gato se te ha comido la lengua, ¿eh?

-              ¿Que…? ¿Que?

-              Que si el gato se te ha comido la lengua -rio acercándose más a mí.

-              Per...perdón. -tartamudee saliendo del trance. - ¿Pablo?

-              Me preocuparía que te quedaras así de impresionada si no hubiera sido él. - dijo ensanchándose su sonrisa.

Me ruborice.

-              Esto… perdona, es que… no se… te estaba buscando y bueno… la verdad es que me has sorprendido.

-              Ya veo… -me acarició con un dedo el cuello, poniéndome la carne de gallina a su paso. - ¡Oye! ¿Qué te parece si nos vamos a algún sitio un poco más privado?

-              Eh… claro.

Parecía que se me había fundido el cerebro. Apenas podía articular una frase completa sin parecer completamente estúpida.

Pablo me hizo un gesto invitándome a seguirle. Cuando se dio la vuelta para emprender el camino cerré los ojos un instante enfundándome valor y gritándome interiormente que me comportara como una mujer de 24 años y no como la niña de 15 años que es lo que realmente estaba pareciendo.

Me coloque a su lado.

Comenzamos a hablar del viaje hasta Madrid y de algunas conversaciones que habíamos tenido en el transcurso de los meses, nada fuera de lo común. Ni siquiera estaba pendiente de a dónde estábamos yendo, me encontraba tan a gusto con Pablo que sinceramente cualquier lugar a donde fuéramos me parecería bien.

Después de veinte minutos de caminata nos detuvimos delante de un edificio.

-              Este es mi piso. -anuncio sacando unas llaves de su bolsillo. -He pensado que con este calor podríamos conocernos mejor aquí. Además, así no nos interrumpira nadie.

-              Emm… claro

Abrió la puerta y nos subimos en el ascensor. Podía sentir como ese pequeño cubículo se iba transformando poco a poco en un espacio lleno de lujuria y sexo.

Veía como Pablo me observaba desde una esquina de este, comiéndome con los ojos. Mire su entrepierna, encontrándome un bulto apetecible y por lo que se intuía bastante grande.

-              ¿Porque no te acercas un poco? -pregunto invitándome con voz sugerente

Me fui acercando lentamente hacia él. Su simple mirada me calentaba como en una tarde de verano bajo el sol.

Cuando apenas nos separaban unos céntimos me atrajo hacia él cogiéndome de la cintura. Me besó introduciendo su lengua hasta la garganta y apretó con sus manos mi culo.

Gemí al notar su erección.

Pablo aprovechó la situación besándome más intensamente. Comenzaba a sentir como se me iban mojando las bragas por la excitación.

El ascensor paró, abriendo sus puertas en la tercera planta. No quería parar, pero Pablo me separo lentamente de él.

Le mire con el ceño fruncido.

-              Tranquila, nena. -susurro con sus labios a milímetros de los míos. -Tenemos todo el día… -lamió mi labio inferior provocándome un pequeño gemido.

Finalmente nos separamos y salimos del ascensor.

Entramos en su piso. La verdad es que para ser un piso de soltero me sorprendió lo limpio y recogido que se veía todo. Estaba decorado de manera minimalista, dándole un ambiente mucho más limpio y sosegado.

-              ¡Vaya! Tienes una casa preciosa -expresé con asombro contemplando el lugar

-              Tú sí que eres preciosa -murmuró en mi oído.

Me estremecí al sentirle tan cerca. No pude evitar que una pequeña sonrisa se dibujara en mi cara.

-              ¿Quieres tomar algo y nos ponemos cómodos? -preguntó alejándose de mí con una sonrisa de suficiencia en su cara.

Estaba segura de que sabía perfectamente la reacción que provocaba en mí y estaba aprovechándose de la situación.

Asentí levemente sentándome en el sofá.

Pablo se marchó para volver a los pocos minutos con unas cervezas. Me ofreció una y se sentó a mi lado.

Comenzamos a hablar de nuestra vida. Era increíble las cosas que teníamos en común. Los dos habíamos viajado a Francia, vivido en Madrid, aunque él aún continuaba e incluso compartíamos los mismos gustos musicales.

La verdad nunca me había encontrado tan a gusto con un chico. Empecé a relajarme apoyándome en el sofá.

-              ¿Te encuentras bien?

-              Eh… si si. Es sólo el cansancio por el viaje, pero estoy bien.

Continuamos charlando mientras bebíamos de nuestras respectivas cervezas. No sabía muy bien que me estaba pasando, pero me empezaba a encontrar realmente cansada de repente.

Bostecé llevándome una mano a la boca.

-              ¿Seguro que te encuentras bien? -volvió a preguntar mirándome con preocupación.

-              Ehhh… uff…. no se… me siento muy cansada… yo… no sé qué me está pasando…. yo…

Notaba como mis párpados me pesaban cada vez más e incluso ya no veía con claridad.

Apoye completamente mi cuerpo en el sofá, sintiéndolo lapso.

Vi una pequeña sonrisa en Pablo antes de cerrar completamente los ojos durmiéndome en el acto.

Un ligero movimiento me despertó de repente. Estaba tumbada en la cama de una habitación. Mire a mi alrededor buscando a Pablo, pero estaba allí sola. Me dolían un montón las muñecas. Alce la vista, encontrándome que estaba esposada al cabecero de la cama.

¿Pero qué coño había pasado?

Hice fuerza tratando de soltarme, pero nada. Estaba demasiado apretado.

-              Pero mira quien se ha despertado ya…

Gire la cabeza. Ahí estaba Pablo apoyado en el marco de la puerta con una actitud chulesca.

-              ¿Pero que…? ¿Que ha pasado? ¿Porque estoy encadenada? -entonces recordé la cerveza que nos habíamos tomado antes. -¡ME HAS DROGADO MALDITO CABRÓN.- grité revolviéndome.

Pablo sonrió con malicia.

-              Nena... ¿no te han dicho nunca que no hay que fiarse de los desconocidos? Y ahora… aquí estamos…

Se acercó a mi sentándose en la cama cerca de mis pies. Me tensé al notarle tan cerca.

-              Se que ahora mismo no lo entiendes, pero no te preocupes muy pronto lo harás. - dijo ampliando su sonrisa.

-              Si lo que querías es que me acostará contigo no veo la necesidad de drogarme. -murmuré armándome de valor.

-              No es cuestión de acostarnos, nena. En el momento que comenzamos a hablar sabía perfectamente que te hubieras agachado como una puta a chupármela. Es cuestión de hacer lo que a mí me dé la gana y que tú obedezcas al pie de la letra.

-              Pues si eso es lo que realmente piensas. ¡Lo llevas claro! -grite volviendo a revolverme con más ganas.

Soltó una carcajada haciendo que parara en seco mirándole con confusión.

De repente su rostro cambió a una mirada de odio que no había llegado a ver a nadie nunca.

Ni siquiera me di cuenta del bofetón que me había dado hasta que sentí una pequeña lágrima bajar hasta mi mejilla.

-              Creo que no me he explicado bien… -le mire con miedo. -No es cuestión de lo que quieras, es cuestión de que si no haces todo lo que te diga no vas a salir de aquí muy bien parada. ¿Acaso crees que no he hecho los deberes? .-preguntó con voz suave, acariciándome donde me había golpeado. -¡Oh, nena! Debes de pensar que no soy muy listo, ¿verdad? Pero no… -fue deslizando lentamente su mano hasta agarrarme el cuello, presionando con fuerza. - Aproveche cuando estabas inconsciente para cotillearte un poquito y ahora sé dónde vives, cómo se llaman tus papis y el teléfono de tus mejores amigos. Además de todo lo que me contaste en los correos. Y ahora… ¿vas a ser una buena chica y portarte bien? ¿O tengo que seguir convenciéndote?

¡Por dios! Estaba loco. Me había topado con un loco.

Le observé detenidamente. Estaba segura de que decía la verdad. No podía jugármela.

-              Está bien. -suspiré. -Haré todo lo que tú quieras. Pero por… por favor no… no me hagas daño.

-              Así me gusta, nena.

Se levantó de la cama y salió de la habitación para volver al poco tiempo con un cuchillo de la mano. Me estremecí esperando lo peor, pero solamente cortó mis ropas dejándome completamente desnuda.

El miedo que tenía hizo que se me pusieran los pezones en punta. Pablo lo interpretó con que me estaba excitando la situación, dibujándose una sonrisa en su rostro.

Saco una minúscula llave de su vaquero, soltándome las esposas.

Una vez liberada me froté las doloridas muñecas.

-              Bien y ahora vas a ser una buena chica, ¿verdad? -susurró acercándose a mí, lamiéndome la boca. Aguante con todas mis fuerzas no moverme del sitio, ni mostrar repugnancia por el acto. -Ponte de rodillas en el suelo. Me vas a hacer la mejor mamada que tengas en ese repertorio de puta y si realmente me convences me pensaré no partirte el culo. Es un buen trato, ¿verdad?

Le mire con temor. Asentí rápidamente y como pude baje de la cama y me puse donde quería.

-              A cuatro patas. Quiero ver ese culo moverse mientras me la chupas.

Hice de tripas corazón y me coloqué como quería. Me acerqué lentamente a él y desabrochándole el pantalón saqué su polla. Tal y como me lo había imaginado tenía una buena polla, además de muy gruesa.

En otra circunstancia incluso habría mojado mis bragas solo con verla.

Acerqué mi cara y con algo de asco lamí la punta. Me sorprendió que no tenía un mal sabor, olía incluso al jabón con que se había duchado.

Alce la cara. Me miraba con una mezcla de morbo y lujuria.

-              ¡Venga! Comételo todo. Eso es… -susurró cogiéndome de la cabeza obligándome a meterme su polla en la boca.

Abrí más mi boca, chupando y lamiendo como si mi vida dependiera de ello. Que literalmente eso era así.

-              Buuf. Sabía que serías una buena comepollas. Eso es… Abre más esa boquita de chupona.

Me soltó dejándome a mi ritmo. Me la saque de la boca para meterme esos gordos huevos en la boca. Apenas me cabían en la boca, pero me esforcé en dejarlos bien llenos de saliva.

Esperaba que todo eso fuera suficiente para hacerle correrse y me dejará en paz.

-              Jodeeer. Mueve esa lengua. Siii. ¡Dios! -no paraba de gemir apretándome la cabeza contra su polla de vez en cuando.

Oí un ruido detrás mío. Intente girarme, pero Pablo me agarro más fuerte la cabeza impidiéndolo.

-              ¡Joder! Menudas vistas. -oí que decía una voz detrás de mí.

-              Habéis llegado justo en el mejor momento, chicos. La tengo casi a punto de caramelo y no os podéis imaginar lo bien que la chupa esta puta.

-              Ya veo que estás bien servido, ¿eh? -dijo otra voz.

Pero… ¿cuántas personas habían entrado?

Empezaba a asustarme cada vez más.

Por fin Pablo me soltó pudiendo sacarme su polla de la boca entre grandes toses.

Me di la vuelta viendo a dos chicos de aproximadamente la edad de Pablo en la entrada de la habitación.

Mire a Pablo pidiendo con la mirada alguna clase de explicación.

-              ¿Qué quieres que te diga, nena? En cuanto empecé a hablar contigo no pude por menos que contárselo a mis amigos. Y en cuanto les dije que finalmente venías a Madrid, quisieron comprobar lo puta que podías ser en primera persona. Y bueno… -dijo con una sonrisa maliciosa en la cara. -cómo negárselo a mis mejores amigos, ¿verdad? Eso no sería de buenos amigos.

Le miré con odio.

-              Chicos, por favor. ¿Dónde están esos modales? Presentaros ante mi puta.

-              Será un placer. - dijo el chico que estaba más cerca de mí. -yo soy Sergio y este cabrón de aquí. -señaló al chico que estaba más cerca de la puerta. -es Carlos. Estoy seguro de que a partir de ahora seremos muy buenos amigos, ¿a que sí? -río acercándose. -Pero… ¡venga, venga! Sigue con lo que estabas haciendo. No queríamos interrumpir. -dijo con sorna cogiéndome de la cabeza obligándome a volver a meterme la polla de Pablo en la boca.

-              Buuuf. Así… -gimió Pablo nada más notar mi lengua en su glande. -Ahora empieza lo bueno… -murmuró con voz ronca mirando a sus amigos.