Nunca es tarde si la dicha es buena. - Capítulo 1.

Introducción de esta historia que me he decidido a compartir. Es la primera vez que escribo, espero que sean pacientes y me ayuden a mejorar, pero más que nada que sea de su agrado la lectura, ya que es con el único fin de entretenerlos.

- ¡Aaaagh! Maldito desgraciado. Mmm. ¡Sigue y no pienses en detenerte!

Maldije y motivé con esas palabras a Caleb, al tiempo que por enésima vez introducía su vigorosa y dura reata en mi antes estrecho culo.

- ¿La sientes mami?

- Oh si, vaya que la siento. - Dije entre un suspiro.

Y es que se me hacía imposible no sentirla, es grande, robusta, gruesa, firme y poderosa. Ya tenía mucho tiempo entregándome a él, ya eran muchos años siendo su amante y su zorra, tal como él me lo hacía saber en ciertos momentos, especialmente cuando me tenía atravesada por su inigualable lanza de carne.

- Que apretadita estás. - Dijo mi amante mientras seguía empujando lentamente su miembro para clavarlo en mis entrañas.

- ¡Aaaay! Eres un cabrón, con esa verga tan gruesa que tienes siempre me vas a sentir apretada, pero solo yo sé cómo siento el culo de flojo después de cada cogida que me das – suspiré - y que decir de mi queso. Me tienes desbaratados mis agujeros.

Agarrando mi cadera jaló mi cuerpo hacia atrás mientras él impulsaba su pelvis hacia adelante, terminando de meter por completo su verga en mi trasero.

- ¡Ooooh! Me matas mi amor, me matas, pero como me gusta, me encanta. - Dije disfrutando y sintiendo como si esa verga partiera mi cuerpo en dos de una manera violenta.

- Ya lo sé que te encanta Letita, y eso que te resistías. Dijo en susurro cerca de mi oído.

- Siiii… pero ahora no puedo resistirme a sentir esto, al contrario, insisto mucho en sentirlo. Le contesté entre jadeos y mordiéndome el labio inferior.

Dejamos las palabras de lado y seguimos moviéndonos como si tuviéramos baterías infinitas, él jalándome hacia atrás de mis caderas mientras su pelvis venia hacia adelante. Ese ruido provocado por el choque de mi trasero con su pelvis depilado y el golpe de mi vagina con esa talega que colgaba bajo su verga y que cubría su par de grandes y redondos huevos eran notas musicales llenas de lujuria y éxtasis para mí. Soltó mi cadera para llevar su mano derecha a mi hombro derecho y de ahí empujar hacia atrás y su mano izquierda a la altura de mi nuca dentro de mi cabellera negra, le gustaba jalarme del cabello, pero cogiéndolo cerca del cuero cabelludo. Yo apreté mis dientes, sabía que él había llegado a su máximo punto de excitación y se acercaban minutos de calentura y movimientos más intensos.

- ¡Aaaagh! Siii, así cabrón. Cógeme duro, dame duro papi. ¡Aaaaah! Siii. Dame duro que para eso soy tu zorra.

Solo lo escuché resoplar y sentí como aumentaba sus movimientos de manera intensa y desesperada. Mi cuerpo se dedicaba a ser poseído y a sentir un placer indescriptible que hasta hace años era desconocido para mí, placer que se había convertido en algo necesario para mi existir, tan necesario como el aire que respiro. Me tenía empinada a cuatro patas en la orilla del colchón mientras él de pie seguía perforando mi orificio trasero. Esos últimos minutos de nuestro encuentro, fueron de un delicioso y bravío sexo, donde me demostró y me hizo saber una vez más con su desempeño sexual, el porque me había convertido por voluntad propia en su amante y en su zorra. Daba igual como me llamara, mi felicidad se había reducido a pasar tiempo con él y a ser única y exclusivamente de él. Y repito, esto último fue decisión mía, por esa decisión es que me encontraba y encuentro tan feliz y dichosa en ese torbellino de placer y de mucho amor también.

- ¡Vamos papi! ¡Ooooh!  Estoy cerca, ya casi.

Soltó mi hombro y llevó esa mano a mi panocha, remojo un par de sus dedos en mis fluidos y localizó mi clítoris de manera certera para masajearlo haciendo presión en el y haciendo movimientos que solo él sabía hacer.

- ¡Siiiii! ¡Aaaah! Sigue así Caleb, por favor. ¡No te detengas corazón! – Le rogué mientras mi cuerpo advertía mi inminente orgasmo.

Solo un minuto después mi cuerpo se tensaba y un temblor sacudía mi interior llevando esa vibración por toda mi anatomía, él jaló con más fuerza mi cabello y dio varias palmadas de manera continua en mi panocha.

­ - Mmm, si amor. Que rico. Que rico me coges papito. Uff. Siempre me llevas al cielo.

En un solo movimiento sacó su reata de mi culo, también haciendo alarde de su fuerza en un solo movimiento me volteó y me puso de espaldas contra el colchón. Fui más rápida que él, me incorporé y llevé mi mano derecha a su tiesa y gruesa verga. Comencé a masturbarlo mientras regaba mi saliva a lo largo de su tronco.

- Ya sabes lo que me gusta zorra. – Me dijo con esa voz varonil y con don de mando que posee.

- Después del placer que me regalas esto es lo menos que puedo hacer mi amor. – Le contesté totalmente entregada.

- Yo también disfruto contigo Letita, sabes lo mucho que me gustas y me vuelves loco. – Me dijo esto viendo fijamente a mis ojos.

- Lo sé cariño, y tú a mi tienes encantada. – Y así era, estaba y estoy perdidamente enamorada y sometida a ese ejemplar varonil.

Yo seguía moviendo mi mano a lo largo de su verga, variando en la velocidad y presión que hacia sobre esa barra de carne, que si bien es cierto una de mis manos no alcanzaba a abrazarlo por completo, ya me las había ingeniado para saber cómo llevarlo al éxtasis de esta y muchas maneras más.

- Dame mi premio mi amor, he sido una buena puta contigo. ¿O no? – Pasé mi lengua por mis labios mientras le hacía esta petición.

- Claro que si putita. Eso no lo dudes, en cada encuentro mejoras.

Escupí una vez más sobre su verga y Caleb me empujó sobre el colchón, solté una risa traviesa y me levanté recostándome sobre mis codos. Él siguió dando jalones a su poderoso pene, se trepó al colchón y se acomodó a la altura de mi vientre, quedando a horcajadas sobre mí. Me calentaba de manera increíble ver como esos abdominales marcados se apretaban al igual que sus dientes y comenzaba a acelerar su respiración mientras él se daba unas buenas jaladas en su verga.

- Oh papi. Me pone caliente verte así amor, a punto de estallar.

- Y tú eres la culpable zorra. Me dijo mientras su mirada penetraba mis ojos y continuaba jalándose el pene.

­ - Si yo soy culpable, entonces castígame con tu leche mi amor. ¡Dámela! ¡Ya la quiero papi!

Segundos después mientras mi hombre emitía bufidos, esa verga que me tenía loca comenzaba a disparar gotas gruesas y potentes de semen. Las primeras dos impactaron en mi quijada cayendo en medio de mis voluminosos senos y deslizándose hacia mi vientre. El resto de su abundante eyaculación él se encargó de repartirla en lo largo y ancho de mis tetas, las cuales quedaron totalmente bañadas de ese líquido blanco y denso que me hipnotiza.

- Mi amor… sí que me guardaste lechita papi. – Le dije muy emocionada y complacida.

Y es que ya teníamos casi mes y medio sin poder estar juntos para desfogarnos, y en una video llamada muy sexual que habíamos tenido le hice prometerme que, a partir de ese momento no se masturbaría, con la finalidad de que en el próximo encuentro me entregara todo el acumulado de su esperma.

- Ah Letita… Eso te pasa por calentarme tanto.

- Yo no me estoy quejando eh.

Dije esto mientras los dedos de mi mano derecha recogían parte de esa leche y la llevaban a mi boca, mi lengua salía para lamer mis dedos y relamer mis labios. Cuando ya no pude recoger nada, con esa misma mano embarré lo que quedaba por mis senos.

- Mmm, leche calientita de mi macho. – Musité relamiendo mis dedos y guiñando mi ojo izquierdo a Caleb. La verdad es que me fascina el semen de mi hombre.

Caleb se lanzó sobre mí y me besó, este hombre me tenía totalmente idiotizada. Fue un beso como esos que das en tu época de secundaria o preparatoria, no quieres que nunca acaben. Nos acomodamos en esa amplia cama dentro de esa habitación de un hotel de 5 estrellas, que como otros más era testigo de nuestros encuentros sexuales cada vez que la ocasión se presentaba, lo ameritaba o simplemente se nos antojaba. Esta vez yo había sorprendido a mi amante con este encuentro exprés por así decirlo. Nos acurrucamos como dos enamorados pues al siguiente día debíamos abandonar el hotel a las 15:00 horas y tomar carretera para regresar a nuestra ciudad. Acomodé mi cabeza sobre su amplio y fuerte pecho, acaricié su marcado y duro abdomen y le di las buenas noches. Me respondió lo mismo solo que agregando un beso en mi frente. Sonreí dejando escapar un suspiro, cerré mis ojos y me decidí a dormir. Mientras Morfeo me seducía vino a mi mente un pasaje, el de ese día en que todo cambió.

Soy Leticia Ruvalcaba, tengo 36 años, soy originaria de un poblado de nombre Yurécuaro, en el estado de Michoacán de Ocampo, en la República Mexicana. Soy de tez morena clara, cabello negro y lacio a la altura de los hombros, ojos oscuros, cejas y pestañas delgadas, pómulos y mentón marcados. Mi complexión es mediana, no tengo un cuerpo de ensueño y nunca lo he tenido. Mis senos son lo que más me gusta de mi cuerpo, son del tamaño perfecto, redondos, firmes, tersos y suaves; según palabras de Caleb, que no se cansa de acariciarlos, besarlos, amasarlos o apretujarlos en cada ocasión que tiene oportunidad de hacerlo. Mis tetas están coronadas por pezones y areola de tamaño mediano en un color similar a la miel. ¡Dios! Este hombre y sus comparaciones. Mis piernas son tonificadas, aunque no tienen mucho volumen, mi trasero de la misma manera, aunque me ayuda mucho el hecho de que mi cadera es prominente y resalta, haciendo ver curvas en mi cuerpo. Mi vientre es un poco abultado, cuando me siento se me hace un rollo de grasa en mi barriga. Todo esto entra en 157 cms de estatura.

Nací en el seno de una familia humilde pero trabajadora, estrictamente católica, pero con la libertad de decidir nuestras creencias cuando nuestro propio criterio comenzara a forjarse. Artesanos por generaciones, elaboran artículos religiosos tallados en madera, dicha actividad es el sustento principal de mis padres, Artemio y Gudelia; así como de la mayoría de mis hermanos. Provengo de una familia numerosa, en total somos 11 hermanos, 7 varones y 4 mujeres. Yo soy la menor, la diferencia con mi hermano mayor es de casi 21 años, con su primogénito tenemos una diferencia de 3 años, obviamente yo soy mayor, y aunque es mi sobrino lo considero mi hermano favorito. Durante nuestra infancia y entrando a la adolescencia andábamos juntos para cualquier lado, nos hicimos amigos y confidentes. Solo que yo me comencé a alejar de él cuando mi cuerpo comenzó a desarrollarse, pero la gota que derramó el vaso fue una tarde que nos fuimos a bañar al río. Él entraba en calzoncillos a bañarse, contaba con muy buen cuerpo producto del trabajo en el campo, pero me incomodó porque él me miraba mucho mis senos, al estar mojada y como entraba con ropa (ya saben) gente de pueblo) mis pezones se mantenían erguidos, el fresco del agua y del ambiente fueron los culpables. Ese hecho fue el que me hizo decidir ya no ir con él al río y a causa de eso el convivio fue disminuyendo, pasando de estar casi todo el día juntos ayudando en actividades en el hogar a solo darnos los buenos días y si acaso comer juntos. Ahora yo sé que tuve la culpa de ese distanciamiento y los años y experiencia en la vida me han hecho ver que exageré en ese momento. Ahora cada vez que veo a mi sobrino nos reímos de ese hecho y de otras anécdotas.

Como les digo, mi infancia fue muy feliz, nunca tuvimos carencia de nada gracias al esfuerzo y empeño de todos ellos. Gracias a mis padres y hermanos, y a que no fueron tan apegados a sus creencias, cuando estaba en edad de ingresar al bachillerato decidí mudarme a Morelia, que es la capital del estado de Michoacán. A pesar de amistades de mis padres y hermanos que a través de comentarios negativos intentaban persuadirlos de que no me permitieran hacer ese cambio radical, ellos confiaron en mí. Y así fue como en el año 2001, llegué por primera ocasión a la tan famosa capital. Las calles estrechas del centro de la ciudad colonial están rodeadas de edificios bien conservados del siglo XVII y XVIII, construidos con la piedra rosa característica de la región. Uno de esos edificios es la imponente Catedral de Morelia, de estilo barroco. Sus altísimas y elegantes torres gemelas dominan la plaza central de la ciudad, la Plaza de Armas. Morelia está catalogada como Patrimonio Cultural de la Humanidad.

En la central de autobuses me esperaban familiares de mi madre, para ser exactos un hermano de ella, mi tío Ruperto y su familia, la tía Socorro y su hijo el más pequeño, de nombre Telesforo. Aquí hago un paréntesis para comentar que quizá yo sea una de las pocas personas dentro de mi familia con un nombre no tan excéntrico, por así decirlo. Si les dijera los nombres de mi hermanos y hermanas, sin duda alguna, una que otra risa saldría disparada de sus labios. En fin, continuando con el relato, me recibieron de muy buena manera, llegamos a su casa y nos instalamos. Vivian en una zona más o menos céntrica, y por lo que me indicaron el trayecto hacia el colegio de bachilleres sería por lo mucho de 30 minutos. Confieso que los primeros días el temor se apoderó de mí, pero al finalizar los cursos de preparación ya me desplazaba fácilmente por algunas zonas de la ciudad. Dentro de los 3 años en los que cursé el bachillerato, solo en 3 ocasiones fui a visitar a mi familia, la verdad es que tanto ellos como yo nos mostrábamos felices de mi desempeño en los estudios. Me comporté como una hija más en casa de mis tíos, nunca hubo una queja de ellos hacia mis padres y como siempre llevé buenas notas estaban felices de tenerme ahí. Por fin me gradué del bachillerato en el área Económica Administrativa, un par de meses antes de la graduación me anoté a un concurso para una beca en una de las universidades más reconocidas no solo en la ciudad, sino en el país, la Universidad La Salle. Dicha institución está poblada casi en su mayoría por estudiantes que nacieron en cuna de oro, que llevan apellidos de peso, hijos de políticos y empresarios. Más o menos ya tenía una idea de lo que deseaba estudiar profesionalmente. Afortunadamente gané el concurso y me decidí por la carrera de Mercadotecnia. Con el avance de mis estudios profesionales, me vi en la necesidad de trabajar en mis ratos libres, y esos eran solo en la noche. Lo hice porque también necesitaba reforzar el inglés, lo cursaba en la universidad, pero por lo que había investigado necesitaba hacer cursos extras. En ese tiempo mi cuerpo era esbelto y mis senos me daban ese toque de atracción y lo aproveché tomando un trabajo de RP, en una discoteca de moda en la ciudad. Mi turno comenzaba a las 10 de la noche y terminaba a las 2 am. Gracias a que nunca tuve una indisciplina con mis tíos me permitieron trabajar, no sin antes decirme que ellos me podían ayudar con el gasto del curso de inglés, lo cual no permití. Insistí en que solamente yo debía hacer ese esfuerzo, accedieron con la única condición de que mi tío me llevaba al trabajo y al terminar me recogería.

Y así fue, pero solo trabajé 3 meses, y esto se lo debo a la única amistad que pude forjar durante mi carrera, Isabela Ramírez, una hermosa rubia de cabello rizado, más alta que yo, de ojos verdes, nariz respingada, piel blanca, abdomen completamente plano y marcado, espalda muy trabajada, piernas gruesas pero marcadas, gracias a la natación y el gimnasio, en fin, era una de las chicas más populares de la universidad. Nos hicimos amigas así, de chispazo. Nuestros mundos obviamente contrastaban. Ella es descendiente de la familia más adinerada de la ciudad, tienen su propia torre de finanzas en una de las avenidas más importantes de Morelia, son socios de una cadena de salas de cine más importantes del país, dueños de concesionarios de automóviles, de plazas comerciales y otros negocios. Isabel contaba con auto propio, chofer y escolta, al final del primer semestre ya habíamos congeniado de maravilla y para el segundo yo me convertí en una visita frecuente en su residencia, especialmente los fines de semana. Mis tíos al inicio no estaban contentos con esa amistad, pero con el paso del tiempo la fueron aceptando, a Isa le fascinaba ir a comer a casa de mis tíos, por la famosa sazón de los pueblos. Durante los años de la carrera Isabela con autorización de sus padres me acompañaba a Yurécuaro, al igual le encantaba la comida del pueblo y la tranquilidad y fiestas tradicionales que ahí se festejaban. Mis padres y hermanos también se oponían a mi amistad con ella argumentando que éramos de mundos diferentes y que cuando me llegara el golpe de realidad me dolería muchísimo. Mas no fue así, corría el tercer semestre cuando comencé a trabajar y casi al finalizarlo, Isabela se dio cuenta que yo llegaba de mal humor a clases, con ojeras, demacrada y por lo mismo mis calificaciones habían caído.

- ¿Qué hongo contigo Isabela? O sea we, tienes color de zombie. ¿Estás enferma?

Solo sonreí con desgano y le contesté.

- Me tapo un ojo, me tapo el otro y cero que ver we. Esa y otras frases características de ella ya eran parte de mi vocabulario. – Saliendo de clases platicamos.

- Ash pueblerina, aun así, le ordenaré ahora mismo a Frankie y a Nicky (el primero su chofer escolta de nombre Francisco, y el segundo también escolta de nombre Nicandro) que adopten modo guardia real y no se despeguen del portón en ningún segundo, por si acaso se te ocurre escabullirte entre la multitud durante la salida. Y en efecto, Isabela llamó a Frankie y le dijo. Estos niños ricos y sus caprichos, pensé para mí.

Saliendo de clase nos subimos a la camioneta de Isa, una BMW X4 de color blanco con vestiduras en color vino, en ese tiempo desconocía mucho de automóviles, ahora soy mucho más experta en el tema, más adelante les diré el motivo. Una camioneta Audi Q7 color blanco con chofer y un escolta seguían el auto donde viajábamos nosotras.

- Omar, atentos. Aún no hay rumbo definido, ya saben. Pendientes en los 4 puntos. – Decía Frankie por un micrófono integrado a la solapa de su saco, para comunicarle a Omar (primer escolta, por cierto, Isa le decía Omis) y a José Carmen (chofer de la camioneta escolta) a este último Isa se lo comía a bromas diciéndole que tiene nombre de mujer, y siempre le decía Carmy. Ellos no se sentían ofendidos ante esa manera en que Isa los llamaba. Y es que ella a pesar de tener todo lo que un joven a esa puede desear, tenía y tiene los pies bien puestos sobre la tierra. Nunca la vi ofender o hacer menos a alguien por su condición social. A todos trataba por igual, e incluso teníamos compañeros que la criticaban por ser tan cercana a mí. Yo presencié como varios de esos compañeros o compañeras trataban con la punta del pie a profesores, intendentes, a sus choferes, escoltas, dependientas en plazas comerciales, en fin. Isa, de un estatus más alto que todos ellos, era todo lo contrario en actitud hacia las personas.

- Vamos al VIPS, frente a Catedral. – Se escuchó la voz de Isa indicando a Frankie el destino.

- Así será señorita Isa. – Dijo Frankie saliendo del estacionamiento de la Universidad, y añadió.

- VIPS de la Madero muchachos. En la Catedral.

Después de unos segundos de silencio, Isabela se dirigió a su chofer.

- Francisco, ¿En cuántas ocasiones te he pedido que solo me llames Isa? - Cuestionó mi amiga a su chofer.

Este, carraspeando un poco le contestó:

- En varias ocasiones señorita, ya han sido varias.

- No quiero volver a repetirlo, tan solo dime Isa por favor.

- Como usted desee Isa.

- Mucho mejor.

Después de ese cruce de palabras, Isa se dirigió a mí.

- Me tienes que contar todo Leticia. ¡Todo! – Lo dijo como si fuera una orden.

- Es que no hay nada que contar, ya te explico cuando lleguemos. – Dije con cierto bochorno.

Llegamos al restaurante, de estos hay por todo el país mexicano, muchas personas hablan mal del servicio o de la calidad de los alimentos. Realmente en muy pocas ocasiones habíamos comido ahí, solo pasábamos por café, ya sea al salir de clases o ya casi entrada la noche. Ingresamos, nos asignaron mesa y mientras nos sentábamos Omis y Nicky se acomodaban en sus posiciones a cierta distancia haciendo su trabajo. En la calle Frankie y Carmy esperaban fuera de los autos.

- ¿Qué pasa Leticia? Que oso contigo we, ir en esas fachas a clase.

- No pasa nada, nada de gravedad. Dije bostezando y apretando mis ojos.

- O sea Lety, tiene que ser grave, tus pinches calificaciones están del nabo wey.

- Solo no he dormido bien últimamente, me siento muy cansada.

- No, no mames. Dime que pasa, somos amigas.

Pasaron unos segundos antes de darle mi respuesta.

- Es que trabajo por las noches.

Isa se quedó mirándome fijamente durante unos segundos.

- O sea, ¿Eso qué we?

- Como escuchaste, trabajo en las noches.

- Ay we, equis, no me mientas.

- Claro que no es mentira Isa, esa es la verdad.

- Eso no puede ser ni aquí ni en otra galaxia. Eres La Salle Lety, ninguno de los estudiantes de esa universidad trabajamos. Tómate una pastilla de ubicatex we.

- Por eso, porque estoy ubicada. Isa, no mames. Soy una becada, una simple becada, no nací nadando en dinero como tú o la mayoría de chavos en la uni.

- Pero, o sea… ¿Por qué? ¿Todo bien con tu familia? – Me preguntó mostrando interés.

- Todo está bien Isa. Solo que he decidido tomar un curso extra de inglés y lo tengo que costear. Aunque el idioma es parte del plan escolar lo quiero reforzar, es importante en nuestra formación, pero como tú ya lo sabes no le das tanta importancia a ese tema.

Y es que Isa siempre estuvo en colegios de renombre, llegó a pasar largas temporadas en el extranjero y dominaba el inglés a la perfección.

- ¿Cuánto pagas por ese curso Leticia? - Me cuestionó de manera seria.

- Es poco Isa, no es nada.

- ¿Cuánto? – Sabía que no pararía hasta que le dijera.

-  Aproximadamente $4,000 mensuales.

Con enojo y mucho fastidio me dijo.

- Wey, por esa mísera cantidad te estás desvelando y fallando en tus calificaciones, con lo cual pones en riesgo tu promedio y la beca que tienes.

- No tengo más que hacer.

- Claro que sí, para eso estoy yo.

Tomó su celular e hizo una llamada.

- Miss Raquel, ¿Cómo está? … Muy bien, gracias. Le tengo trabajo, ¿Cómo anda de tiempo? … Excelente. ¿Le gustaría dar clases particulares? Una amiga y yo, seria en mi residencia y mi chofer va por usted y la regresa a donde usted requiera. Claro. Muchas gracias. Hasta el lunes próximo.

Terminó la llamada.

- Listo pueblerina, ¿Quieres aprender inglés? Aprenderás del inglés bueno, del elegante. Y de la mano de la mejor.

Isa se refería al inglés británico, justo un año antes de entrar a la universidad y de que yo la conociera, ella estuvo en Londres, precisamente tomando un curso de inglés. Miss Raquel, era dueña de una escuela de idiomas, eso ya lo sabía yo porque en alguna ocasión la encontramos en una plaza comercial. Solo que nunca se me ocurrió comentarle a Isa sobre mi interés de aprender a hablar inglés, y mucho menos pedirle que me recomendara con su amiga la Miss Raquel.

- Pero Isa, yo no tengo para pagar a esa Miss.

- Eso es lo de menos, va por mi cuenta, y de paso estudio contigo porque me estoy enfriando con el idioma. También tenemos que ver lo de tus calificaciones, sabes muy bien que puedes perder la beca.

- Lo sé, y gracias por ayudarme Isa, en cuanto pueda yo te regresaré cada peso que pagues por ese curso para mí.

- ¡Ash! Déjate de nimiedades Leticia. Para eso estamos los amigos. – Me dijo con enfado. Yo ya no sabía si prefería escucharla hablar como fresa, pero de manera alegre, o sin comportarse como fresa, pero al hacerlo así hablaba muy seria, hasta de forma golpeada.

Comenzamos las clases particulares de inglés en su residencia, la Miss Raquel resultó muy buena maestra, conforme pasaron los meses el nivel fue subiendo hasta que Miss Raquel llamaba a ciertas amistades a Inglaterra o Estados Unidos para que charlaran con Isa y conmigo. El semestre terminó y al ser tan estricta la universidad mi promedio se vio muy afectado, algunos profesores no aceptaron trabajos extras y mi beca se afectó en un 50%. Cuando me enteré de eso, me fui a uno de los jardines y me derrumbé, todo el esfuerzo de mis padres y hermanos, de mis tíos y de Isa habían sido en vano. Les había fallado. Me vi rápidamente con mi anterior trabajo para ahorrar y después continuar mis estudios, incluso pensé en irme a los Estados Unidos, trabajar quizá por máximo unos 3 años y regresar para concluir mi carrera. Isa me llamó a mi celular, pero no le contesté. Eran casi las 4 de la tarde cuando me disponía a salir de la universidad cuando me gritaron.

- ¡Pueblerina!  – Era Isa, caminaba hacía mi con paso apresurado. Mientras su auto y la camioneta de escoltas se acercaban.

- Sube. ¡Anda!

Entré en su auto y le dijo a Frankie que el destino era su residencia. Este comunicó por el micrófono que nos dirigíamos al nido.

Ya en su habitación conversamos y entre lágrimas le dije lo que había sucedido.

- Weee, te lo dije Lety, sabíamos que esto podía pasar.

Para no hacer esta parte del relato más largo, esa tarde llamé a mis tíos para decirles que me quedaba en la residencia de mi amiga. Durante la cena y ante mi sorpresa Isa habló con su papá y su mamá, Don Rogelio Ramírez y Doña Estela Márquez, les compartió lo que me había sucedido, Don Rogelio miró a su esposa buscando complicidad y así fue como el Sr. Rogelio accedió a pagar el resto de mi carrera, así como también cualquier gasto que surgiera. Me levanté de mi silla y fui a llenar de abrazos a los padres de mi amiga, les dije que no les iba a fallar.

- No te preocupes Leticia, sabemos el valor de la amistad que tienen. Y que tú te empeñes en conseguir lo que deseas es magnífico, sin embargo, también en ocasiones se ocupa un empujoncito. Y no está de sobra decir que nos alegra que mi hija tenga tan buenos valores y sentimientos arraigados y quiera ayudarte. Eso dice que estamos haciendo bien nuestra labor al educarla y forjarla con principios.

Regresé a un lado de Isa y le di un fuerte abrazo, también le dije que no le iba a fallar.

- O sea we, quítate de encima. - Me dijo en broma.

Los años pasaron, concluimos los estudios universitarios nos titulamos por promedio y el grupo había organizado un viaje al extranjero como despedida y para celebrar la culminación de la carrera. Isa ya había planeado con dos meses de anticipación un viaje para nosotras dos, durante mes y medio recorrimos Europa, obviamente sus escoltas nos acompañaron. Isa me ayudó a conseguir visa y pasaporte, yo estaba muy emocionada porque nunca había salido del país, nunca había viajado en avión, nunca soñé conocer ciudades tan hermosas, Madrid, Barcelona, Lisboa, Londres, París, Bruselas, Luxemburgo, Frankfurt, Praga, Zúrich, Roma, Florencia, Venecia y otras más. Guardo como un tesoro los recuerdos de esos días en ese lado del mundo. Los padres de Isa me regalaron una más que suficiente cantidad para gastar en ese viaje, me dijeron que era un regalo aparte por terminar de manera excelente mis estudios. Compré demasiadas cosas para todos mis familiares, Isa me ayudó mucho en comprar, pues, aunque el dinero no es problema para ella sabe administrar y no comprar solo por comprar. El viaje se terminó y regresamos a Morelia, yo me fui a mi pueblo a ver a mis padres, hermanos y al resto de mis familiares. Estaban muy felices por mi logro universitario y por el viaje que hice, les entregué sus regalos y estuve casi 4 meses con ellos. El negocio familiar seguía igual, casi no había novedades a excepción de que mi sobrino el mayor se había marchado a Morelia (más o menos en mi primera semana en Europa) a él le fascinaba el fútbol y una persona lo vio jugar varios fines de semana en el pueblo y le ofreció hacerle unas pruebas en la ciudad y de ser factible unirlo a un club profesional de la capital. Me preguntaron por Isa, ya no les parecía tan mal mi amistad con ella y no por el tema económico, sino porque se dieron cuenta que la amistad siguió firme y sigue hasta el día de hoy. Solo que surgió un inconveniente, unos días antes de que yo regresara a Morelia ya con la idea de buscar un empleo, mi amiga Isa sufrió un intento de secuestro al salir de una de sus clases particulares de yoga y pilates. Afortunadamente su escolta reaccionó y aunque hirieron a Omis, ella salió sana y salva. Se comunicó conmigo desde Inglaterra y me comentó lo sucedido, me entristeció mucho saber que estaría tan lejos hasta nuevo aviso, pero me dijo que me presentara en la Torre Financiera de su familia para que su papá me ayudara a conseguir un empleo. Les comenté a mi familia lo sucedido con Isa, lamentaron el hecho, se atemorizaron y me pidieron que me quedara un poco más en el pueblo, la verdad es que no lo pensé dos veces, me quedaba dinero suficiente para estar tranquila con mi familia un par de meses más. Intenté comunicarme con el padre de Isa, pero me fue imposible, logré localizar a su madre, hablé con ella un largo rato y le pedí que pasara el mensaje a su esposo de que por el momento no me presentaría ante él para platicar acerca de un empleo.

Tres meses después festejé mi cumpleaños 26 en el pueblo, al lado de mi familia y personas que me vieron crecer, hubo muchos invitados, fue un convivio muy agradable con una comida muy sabrosa y apetecible. La pasé de maravilla, me sentí muy querida y apreciada por todos los invitados. Dos semanas después mi destino era la capital de nuevo para comenzar a laborar y poner en práctica lo aprendido en la universidad. Tras un poco más de 3 horas de viaje llegué a la casa de mis tíos, estuve una semana con ellos en la que les hice saber mis planes profesionales y laborales, a la par de mi independencia, algo que ya había hablado con mis padres y en lo que estuvieron de acuerdo. Mis tíos no pudieron ocultar su tristeza y me apoyaron en mi decisión, no sin antes decirme que las puertas de su casa estaban abiertas para mí en cualquier momento, solo les pedí autorización para que una vez instalada en el lugar que sería mi hogar, regresaría por mis pertenencias, que en su mayoría era ropa y zapatos. Tenía la necesidad de pasar unos días sola, así que opté por instalarme en un hotel. Me decidí por uno que está en el Centro Histórico, el Howard Johnson; justo antes de hacer el check-in fue que me decidí que sería una semana la que me hospedaría. La habitación con cama extra grande era lo bastante acogedora con un amplio ventanal con vista a un hermoso jardín, un baño grande con tina y otras cosas más. Tenía contemplado en esos días caminar y buscar un apartamento o cuarto lo suficiente amplio para mí, lo deseaba en esa zona que es muy céntrica. Esa noche de martes salí solo por un café y unas galletas a una tienda de conveniencia, regresé a mi habitación y me di una ducha con agua tibia, el invierno se acercaba y las noches comenzaban a presentarse frescas.

Al día siguiente después del desayuno tipo buffet salí del hotel en busca de ese próximo lugar que sería mi hogar; no encontré nada, pero me mantenía positiva. Fue hasta el día sábado que por fin encontré un espacio tal cual estaba buscando y con una renta adecuada para iniciar mi independencia. El espacio estaba amueblado, sala, una habitación con baño incluido, cocina, patio de servicio y un espacio de jardín con desayunador. Un matrimonio de avanzada de edad (cerca de los 70 años) eran quienes alquilaban el espacio, según me dijeron más que nada lo hacían para no sentirse solos, de ahí la comodidad en el precio, aparte solo habían tenido una hija, quien se había casado con un laboratorista al que le habían ofrecido una muy buena plaza en Canadá y sin pensarlo se habían mudado. Solo en un par de ocasiones los habían visitado y no conocían personalmente a sus nietos. Firmamos un escueto contrato de arrendamiento y como faltaban 4 días para que finalizara el mes, decidimos comenzar con el mes entrante; me ajustó de maravilla ya que el martes siguiente terminaba mi semana en el hotel donde me había hospedado y al siguiente día me podía instalar con ellos. Ese mismo sábado ya entrada la noche me acerqué a la Catedral, la verdad es que, aunque me había criado con raíces católicas, en el tiempo que estuve estudiando acudía muy poco a misa y eso es decir mucho, estaba tan empedernida con los estudios que en ocasiones ni me acordaba. Se estaba oficiando una misa para celebrar una boda, me quedé en la entrada, me persigné y en silencio lancé un corto agradecimiento por mis estudios concluidos, por no haber fallado a mi familia en mi etapa universitaria, por mi viaje a esa otra parte del mundo, por mi amistad con Isa, por el bienestar de ella y de su familia y de la mía. Así como también pedí porque me fuera bien en esta nueva etapa que estaba por comenzar en mi vida.

Cuando creí que había terminado de agradecer fue que reparé en lo que estaba pasando en la Catedral; una boda, una pareja que se ama y se estaban jurando amor y fidelidad para el resto de sus días. Y fue que caí en algo, yo ni siquiera había tenido un novio, es cierto que, en el pueblo, antes de que me viniera a Morelia a estudiar muchos jóvenes de mi edad e algunos incluso mayores que yo; intentaban acercarse a mí para algo más que una amistad pero entre mi sobrino mayor (que creció conmigo como si fuera mi hermano por la corta diferencia de edad que hay entre nosotros) y mis hermanos me llamaban la atención siempre que me encontraban cruzando palabra con alguno de esos muchachos que se me acercaban. Y es que, mis pretendientes no me buscaban en casa, se acercaban a mi casi a escondidas, no perdían la oportunidad de hacerlo siempre que iba a comprar tortillas, abarrotes, pan o cuando iba a la boticaria por algún jarabe o brebaje por alguna leve enfermedad en la familia. Después de recordar todo eso y esbozar una sonrisa, caí en cuenta en mi edad, recién había cumplido 26 y no había sido novia de nadie ni conocía esa sensación de gustarle o de que alguien me gustase (en la universidad todos esos niños fresas y ricachones me veían como un patito feo) y eso aunado a mi empeño en sacar la carrera sin ningún problema me hizo imposible hasta socializar, mucho menos pensar en tener un noviazgo. Isa siempre me comentaba de sus aventuras sexuales con su novio en turno, solo le conocí un par de novios y solo con uno hacía de todo. Algunas compañeras sin ningún pudor se compartían todas sus aventuras, yo solo escuchaba, en ocasiones me ganaba el morbo, y aunque obviamente exploraba mi cuerpo cuando me acordaba, nunca será igual; ahora lo sé muy bien. Veía muy lejos la idea de casarme y de tener hijos, pero desde ese día una espinita en mi se quedó clavada y la idea de que un hombre por lo menos me cortejara se enterró en mi mente.

Al día siguiente de instalarme en mi nuevo hogar fui a la residencia de los padres de Isa, Doña Estela me recibió con un abrazo y un par de besos en mis mejillas, al instante se puso a llorar, pues me dijo que al verme se acordó de Isa, pues yo no visitaba la casa si mi amiga no estaba ahí. Conversamos un largo rato sobre varias cosas, me preguntó por el viaje, por mi familia y otras cosas, si estaba relacionada con algún muchacho, lo cual me causó gracias, pues, como les comenté anteriormente, era algo que ya se me había enterrado en mi mente. Cuando le dije que ya me había instalado en un nuevo lugar me lo recriminó, me dijo que dejara de vivir ahí y me mudara con ellos sin ningún problema, que ahí tendría todas las comodidades, oferta que obviamente rechacé, argumentando que deseaba demostrarme que podía comportarme como una persona adulta e independiente, cosa que me aplaudió, pero haciendo hincapié en que si llegaba a cambiar de opinión las puertas de su residencia siempre estarían abiertas para mí. Después de esa larga charla le comenté el motivo de mi visita, el cual era esa cita que yo había alargado con Don Rogelio para que me ayudara a conseguir un empleo. Me dijo que me quedara a cenar, así los acompañaba y podía platicar cómodamente con su esposo acerca del tema laboral, Doña Estela me dijo que no me preocupara que sin duda en el inicio de la próxima semana yo ya estaría laborando. La cena fue deliciosa y transcurrió de forma amena, les compartí varias experiencias y anécdotas del viaje que hicimos con Isa, el tema del intento de secuestro se abordó de forma superficial, solo me comentaron que ellos habían reforzado su seguridad en su residencia y personal. En conclusión, Don Rogelio me dijo que al día siguiente muy temprano asistiría a una reunión, y al salir de esta haría unas llamadas a gente que trabaja con él para que me acomodaran en alguna vacante, que no había de que preocuparme ya que el empleo era un hecho.

Y así sucedió, me ofrecieron empleo en uno de los concesionarios de automóviles (BMW) de los que es dueño Don Rogelio, la vacante era como Gerente de Ventas, y aunque ya comenzaría a percibir el salario, aun no iba a desempeñarme como tal, ya que debía hacer un entrenamiento cruzado. La Gerente General, una señora de nombre Magda, con título de Contador Público y ya entrada en los 50 años, y además de mucha confianza de Don Rogelio, elaboró un calendario de entrenamiento, este consistía en que en un lapso de 1 año yo me capacitara y conociera de manera detallada las tareas de cada área del concesionario. No fue difícil adaptarme al empleo, solo quedaba a 20 minutos caminando de mi departamento, a la vuelta del primer mes me hice de una motoneta y en 10 minutos ya me encontraba en mi lugar de trabajo. A los pocos días fue Don Rogelio a preguntar como me desenvolvía, me imagino que citó a la señora Magda para una pequeña reunión antes de la entrada a laborar. Me vio llegar en mi motoneta y no pudo evitar reírse, al notar eso me sentí un poco apenada. Minutos después de su reunión se me acercaron los dos:

- ¿Estrenando moto Leticia? – Preguntó Don Rogelio intentando ocultar que le había causado gracia verme llegar en motoneta.

- Este… mmm. Si, Don Rogelio, así llego más temprano. No tengo ni una semana usándola. – Le dije aun sintiéndome apenada.

- Bien, muy bien. Desconocía que tuvieras conocimiento en conducir estos aparatos.

- Bueno, no es que sea una experta, pero me defiendo. Son automáticas y aprendía a manejarlas en mi pueblo, allá se usan mucho.

El padre de Isa respiro profundo y miró a Doña Magda, quien al igual que Don Rogelio no podía ocultar una risa, pero no fue algo que me molestara, más bien era una risa de como cuando te descubren haciendo una travesura.

- Leticia… -dijo Doña Magda y continuó – Estaba esperando a que viniera Don Rogelio, cuando te vi llegar en tu motoneta supe que este momento llegaría, no te espantes. Solo contéstame una cosa; ¿Te has dado cuenta en donde trabajas?

- Si, en uno de los negocios de una de las familias más importantes de Morelia, del estado y del país. – Contesté como si de esa respuesta dependiera mi vida. Me sentía muy nerviosa.

- Respuesta correcta, pero observa bien Leticia, porque te preguntaré lo mismo de nuevo, ¿Te has dado cuenta en donde trabajas? – preguntó ahora Don Rogelio.

No supe que contestar, me intimidaron y lo notaron. Se me acercaron los dos, uno por cada lado y Don Rogelio me abrazó con su brazo derecho.

- Hija, aparte de que estás en una empresa en la que nos gusta y creemos que la comodidad y felicidad de nuestros colaboradores es primordial para el funcionamiento de la misma, ya que con base en eso la productividad es excelente, y considerando que eres casi una hermana para Isa, no puedo permitir que te transportes en una motoneta. – Me dijo eso en un tono muy serio.

- Pero Don Rogelio… está bien, si así lo desea a partir de mañana vengo caminando, solo que le quede claro que conduzco con prudencia y a baja velocidad. – Le contesté con cierto temor.

De pronto escuché que tanto Doña Magda como Don Rogelio soltaban sonoras carcajadas. Mi cara al verlos debió haberlos regresado a la realidad porque yo me encontraba totalmente desencajada ante la situación, no encontraba el menor atisbo de gracia. Él al darse cuenta de esto, aclaró su garganta y me dijo mientras me abrazaba por los hombros:

- Isa, pequeña… Quiero que escojas uno de los carros que tenemos en este concesionario, el modelo que sea de tu total agrado. Por la paga no te preocupes, ya lo arreglaremos más adelante.

Obviamente no acepté a la primera y después de un largo rato de labor de convencimiento por parte de los dos, me decidí por un BMW Serie 1 de tres puertas y automático. Como en mi vida había subido en el lugar del chofer de un automóvil, Don Rogelio se organizó con uno de sus choferes para que me enseñara a manejar, cosa que fue fácil gracias a la caja del automóvil.

Y así fue como me hice de mi primer auto, estaba por finalizar el año 2011 y no tenía dudas de que mi futuro laboral sería exitoso; sin embargo, en el plano personal me faltaba vivir muchas cosas, divertirme, salir, conocer gente y socializar, bailar y muchas cosas más. Y también por supuesto sentirme deseada por el sexo opuesto. Mis compañeras y compañeros de trabajo serian pieza clave para todo este giro que daría mi vida en los próximos meses y años.

Continuará…

De verdad espero que este relato haya sido del agrado de por lo menos uno de ustedes estimados lectores. Por miedo no me habia atrevido a compartir esto, y ahora todavía con miedo lo comaprto, no tengo nada que perder y puedo ganar mucho. Intentaré no demorar con la continuación de esta historia.