Nunca es tarde II (la sauna y el cruising)

Los dos compañeros de piso ya se han acostumbrado a sus sesiones de sexo, pero ambos quieres más.

Este relato es una continuación de “Nunca es tarde” , si bien se puede leer de manera independiente, aunque haré un resumen.

Marcos y Julio son ahora compañeros de piso por azares del destino, si bien éste no les ha tratado especialmente bien. El primero fue víctima de la crisis económica, habiéndose comprado un piso con su novia de toda la vida para separarse poco después y ser despedido de su empresa. Tuvo que volver a vivir con sus padres sin más ingresos que el alquiler de su supuesto nido de amor que se repartía con su ex. Tras un periodo demasiado oscuro con tintes depresivos y apáticos, una empresa de Toledo le contrató devolviéndole casi la vida. Tuvo que independizarse, pero con el objetivo de ahorrar gastos decidió compartir piso. Así conoció a Julio, un comercial de cuarenta y cinco años -diez más que Marcos-, divorciado de una mujer que se quedó con todo, incluidos sus dos hijos. Ellos eran el motor de su vida, así que trabajaba para que no les faltase de nada. Aprovechándose de que su empresa le ponía coche y le pagaba el combustible, y de que su vida social de lunes a viernes se limitaba al trabajo, optó por mudarse a la provincia colindante para ahorrar unos euros en el alquiler. En su búsqueda se cruzó con Marcos, por lo que compartir gastos le pareció incluso mejor idea.

Su convivencia fue tranquila hasta que el más joven se sintió atraído por su compañero. Se las arregló para convencerle de que le permitiera masturbarle e incluso chuparle la polla. No traspasaron esa línea durante semanas, pero la falta de afecto fuera de esas paredes que se reducía a los padres de uno y los hijos del otro, les llevó a crear un vínculo especial que les sumía en una comodidad que ninguno se atrevía a romper. Sin embargo, en los dos fueron floreciendo otro tipo de sentimientos que asustaban desembocando en unas expectativas que temían se fueran a cumplir. Su relación parecía perfecta porque se llevaban bien y eran capaces de separar su incipiente amistad de los momentos de sexo por mucho que ambos desearan que éstos llegaran. No obstante, la perfección -en el caso de que alguien piense que existe- no dura mucho, sobre todo cuando tienes algo pero deseas mucho más.

Lo llamativo de esto es que los dos anhelaban algo. Julio había pasado mucho tiempo conformándose con poco en el ámbito sexual, pues se limitaba a que una masajista le hiciera una paja muy de vez en cuando creyendo que era suficiente. Ahora disfrutaba también de una buena mamada y encima con más frecuencia, llegando a la conclusión de que en ese aspecto de su vida había sido muy poco ambicioso. Por su parte, Marcos había tenido instintos más salvajes justificados por su atractivo, que en algún momento de su vida le llevó a mantener sexo sin compromiso con tías cachondas que le daban lo que él quería. Por eso ahora, habiéndose acostumbrado ya a esa nueva faceta bisexual, tenía deseos de explorar más con el objetivo de revivir viejos tiempos. Y no es que se hubiese cansado de comerle la polla a su compañero, simplemente quería probar más cosas que Julio no iba a ser capaz de darle, aunque no se atrevería a consultarle por temor a perder lo que tenían.

Así, Marcos comenzó a introducirse en el mundo gay focalizando sus fantasías únicamente en hombres. Internet le ofrecía todo un mundo de posibilidades, pero se centró en dos: los chats y las zonas de cruising . Se registró en alguna sala de su provincia donde intercambió mensajes con jóvenes y maduros porque no quería cribar desde el principio. Sí sopesó la idea de quedar en su casa o en la del otro, creyendo que la segunda opción resultaba mejor. Por fin le surgió la oportunidad y un sábado por la tarde condujo hasta un pueblo cercano para conocer a su cita. En teoría Rubén tenía veintidós años, pero al verle Marcos dudó de que fuera cierto y quiso confirmarlo. Rubén confesó que tenía dieciocho excusándose en que con esa edad los tíos no le hablaban por el chat y rogó a Marcos que no se marchara. Vaciló, pero finalmente se quedó recibiendo una increíble mamada a cambio. Marcos tenía otras expectativas, pero el chaval tenía mucha hambre de polla, denotando que a pesar de su corta edad tenía experiencia mamando. Nada más correrse en su cara le pidió amablemente que se marchara y Marcos se fue con una sensación agridulce.

Ese mismo día Julio comía en la finca de sus padres como cada sábado, pero esta vez el aniversario de su hermana reunió a más miembros de la familia. Entre ellos se encontraba su primo Esteban, el único pariente abiertamente gay y al que todos tenían mucho cariño, aunque Julio sentía también cierta envidia por su forma de vida, ya que a él el destino sí que le había sonreído amasando una gran fortuna gracias a varios negocios relacionados con el ocio gay. Con la escusa de que le enseñara su flamante deportivo, los dos primos se separaron del resto y Julio le contó su historia ante una imperiosa necesidad de desahogarse. Pero su confesión tenía una doble intención, ya que quería probar otras cosas fuera de su piso, pidiéndole a Esteban consejo. Él le propuso que fuera a una sauna de la que era propietario provocando en Julio una cara casi de pánico. Por ello, le explicó con minuciosidad cómo iba la cosa y le animó a que fuera esa misma tarde acompañado por él con la escusa de probar el coche nuevo y visitar uno de sus locales. Julio lo meditó mucho, teniendo cierto reparo en dejar a sus hijos a los que sólo veía cada dos semanas para irse a mariconear. Pero como los niños estaban pasándolo en grande con los primos, Julio aceptó.

Durante el trayecto pensó más en lo que le esperaba que en disfrutar del deportivo que tenía entre manos. Preguntaba más a Esteban sobre la sauna que acerca de las prestaciones del coche. Al llegar, el dueño ordenó al empleado de la entrada que le diera todo lo necesario corriendo él con todos los gastos. Acompañó a Julio hasta las taquillas y se despidió de él deseándole suerte. Oteó el lugar con una mezcla de terror y curiosidad mientras se desvestía y guardaba su ropa. Con indecisión caminó a las duchas siguiendo mentalmente las instrucciones de su primo. Tuvo cierto pudor porque allí se encontraban dos hombres más mayores que él con cuerpos menos deseables que le provocaron dos pensamientos: uno más pesimista creyendo que todos los tíos serían así, y otro más alentador porque Julio sabía que él no estaba mal físicamente. Ignoró las insinuaciones de esos hombres y continuó caminando ya con la toalla enredada a la cintura. Descubrió la barra del bar en la que pidió una copa al tiempo que se fijaba en lo que había a su alrededor. Un chaval joven sentado cerca le miró con el mismo desprecio que él había tenido hacia los viejos de la ducha. El otro lado un ventanal dejaba ver un jacuzzi en el que dos tíos se magreaban. Observó unas escaleras que debían de comunicar con el baño turco o con las cabinas, que eran su principal meta. Mientras decidía si ir o no, llegó otro hombre para pedir un trago. Su edad era similar a la de Julio, pero más alto y corpulento que él. Se ve que al otro no le importó, pues no tardó en hacerle una seña para que le siguiera.

Respiró por haber encontrado a alguien de manera más sencilla de lo que esperaba y se fue tras él. Pasaron al lado de una piscina y llegaron a un pasillo lleno de puertas y sillones entre ellas, algunos ocupados por insinuantes tíos. El otro se iba fijando en ellas hasta que encontró una abierta. Tras cerrarla por dentro se abalanzó sobre Julio para comerle la boca, lo que le causó bastante rechazo apartando su cara con un rápido movimiento. El otro captó la idea y se dirigió entonces a su verga. Se arrodilló y comenzó a chupársela sin más mientras Julio suspiraba. Una vez superados el temor y la vergüenza se rindió al placer. Como no había pasado por todo eso para una simple mamada, comenzó a empujar su pelvis contra la boca del otro, al que no pareció importarle pues no se retiró. Aun así, él quería dar un paso más, pero de nuevo el desconocido llevó la iniciativa y le ofreció un condón. “Hazlo con cuidado”, le avisó probablemente sabedor de que era su primera vez. Julio se lo colocó y cogió aire. Ya estaba preparado para penetrar un culo por primera vez, que además era el de otro hombre.

A Marcos la apresurada mamada le supo a poco, quedándose con ganas de algo más. Se planteó ir a casa y comenzar una nueva búsqueda, pero cayó en la cuenta de que había un área de servicio relativamente cerca en la que solían parar camioneros o tíos en busca de sexo. Se metió desde el móvil en una web que recordaba para buscar la localización exacta. Leyó comentarios de gente que estaría allí, y en un arrebato se atrevió a publicar el suyo: “con ganas de rabo, quién me folla x primera vez?” Cuando aparcó unos minutos después, su mensaje tenía ya varias respuestas. Algunos le pedían el teléfono, otros le animaban a esperarles hasta que llegaran prometiendo sexo la noche entera; otros se limitaban a decir guarradas del tipo “así k kieres que te rompan ese culito virgen” o cosas similares. Levantó la vista tras apagar el móvil sin saber muy bien cómo actuar. Pudo  distinguir sólo tres camiones, una furgoneta y un coche. El camión se le antojaba más cómodo además de darle más morbo, pues en coches ya se lo había montado con tías. Por timidez, prudencia o inexperiencia había aparcado a tanta distancia que no podía advertir si ocurría algo entre los vehículos. Determinó arrancar y acercarse un poco más. Del coche salió un hombre que se puso a mear al lado de unos matorrales. Al momento un camionero se bajó para acercarse a él y acto seguido ambos se montaron de nuevo. Se fijó en que ponían unos parasoles, lo que le tranquilizó por aquello de la intimidad si finalmente tenía suerte esa noche.

Salió del coche para fumarse un cigarro y esperar qué ocurría. De los aseos de la gasolinera salió un tío y se fijó en él sin que éste se percatara de su presencia. Poco después otro tío hizo lo mismo, así que se imaginó que ambos se lo acababan de montar en los lavabos. Sin embargo, cuando el primero se acercaba hasta los camiones, advirtió por fin a Marcos. Se hizo ilusiones porque ambos se quedaron mirándose, pero el tipo siguió hasta su camión. Abrió la puerta, pero no se montó. Parecía que dejaba algo y se dispuso a andar hacia él mientras que el otro cogió la furgoneta y se marchó.

-¿Qué hay? -saludó el camionero.

-Aquí, dando una vuelta -Marcos notó la sonrisa pícara del otro.

-¿Me invitas a un cigarro?

Le ofreció la cajetilla y le observó detenidamente. Su estatura no era muy diferente a la suya, y diría que la edad tampoco, aunque llevaba una espesa barba que podría confundirle. Se imaginaba a los camioneros como tíos peludos y corpulentos e incluso gordos por las horas que se pasaban al volante, pero éste era flacucho, si bien el vello sí que se dejaba ver por el cuello abierto de la camisa.

-¿Te gusta lo que ves? -le interrumpió.

-Creo que sí.

-¿Crees? ¿Te gustaría ver más para convencerte? -el maromo se agarra el paquete por encima del vaquero.

Marcos le aparta la mano para sobarlo él.

-Me has convencido.

Los dos sonríen con lascivia y comienzan a andar hacia el camión.

La dura polla de Julio estaba lista para comenzar a taladrar el culo que tenía delante, si bien le costaba creer que aquel pequeño agujero fuese capaz de absorber su verga. Al ir introduciéndola tenía la sensación de estar haciendo daño, por lo que estaba tardando más de la cuenta. El desconocido giró el brazo hasta empujar el culo de Julio indicándole que se la metiera de una vez. Casi se horroriza al ver que había entrado entera con suma facilidad imaginándose un dolor que el otro estaría sufriendo, pero al empezar su vaivén los jadeos evidenciaban que no era así en absoluto. Él mismo comenzó a sentir un inusual placer cuando la largura de su cipote friccionaba con el culo del otro, que también empezó a pajearse. Sus embestidas cobraron un ritmo más ágil que no hacía más que estimularle, apreciando un estremecimiento que ya no recordaba, vibrando en cada rincón de su cuerpo, sobre todo en su polla y sus hinchados huevos deseosos de descargar su leche encima de la espalda de aquel desconocido. Sus propios gemidos se entremezclaban con los del otro y con los de su polla al hundirse por aquel agujero prieto y profundo. Julio se corrió entre espasmos mientras el otro agudizaba sus sollozos de una forma un tanto exagerada para su gusto. Pero no le importó y se recreó en lo que su cuerpo estaba aún sintiendo, tembloroso pero satisfecho tras haber saciado su ansia por follarse un culo.

El camionero se sentó, se desabrochó el pantalón y enseñó su verga morcillona.

-¿No echas las cortinas? -preguntó Marcos.

Sonrió y le pasó uno de los parasoles que cogió del camastro que había detrás de los asientos. Una vez puestos, el conductor se quitó la ropa dejando ver un cuerpo poblado de vello y una polla de buenas proporciones.

-¿Me la quieres comer? -preguntó decisivo.

Marcos fue a agarrársela, pero el otro le pidió que esperara para sentarse en la parte de atrás y ofrecerle por fin su verga. Marcos se arrodilló entre los asientos y acercó su boca. No notó olores intensos tal como esperaba, por lo que entendió que el hombre había estado en el baño para asearse y no para follarse al otro. Comenzó a degustar un sonrojado y gordo capullo al que acarició con la lengua primero para tragárselo poco después animado por los jadeos del camionero.

-¿Te gusta comer pollas, eh? -habló con cierta severidad.

Cuando se la comía a Julio éste no hablaba, pero descubrió en ese instante que le excitaba que le dijeran cerdadas mientras se tragaba la polla. Deslizó la lengua por un cipote que ya se había endurecido, arrastrando su saliva hasta el glande para engullirlo después. Repetía los movimientos hasta que el camionero habló de nuevo:

-Vamos, trágatela.

Marcos obedeció y la engulló sin piedad hasta notarla entera dentro de su boca. Impuso su ritmo, que no era lo que se dice calmado, pero de nuevo el otro pedía implantar su criterio.

-Venga, cómetela entera, hasta el fondo.

Cuando lo hacía, el camionero presionaba la cabeza de Marcos cogiéndole del cuello con virulencia para que tardara unos segundos en sacársela mientras él emitía un intenso gemido. Marcos hacía lo mismo cuando le liberaba y podía coger aire mirándose con lascivia y apreciando el vicio en los ojos del camionero al igual que éste lo vería en los suyos.

-¿Ya te has cansado de comerme la polla?

Marcos negó con la cabeza y se la volvió a tragar con decisión hasta encontrarse con un súbito y brusco movimiento pélvico del camionero que casi le atraviesa la garganta. Lo repitió varias veces con un furor descontrolado que Marcos a pesar de todo agradecía. Le pidió que se levantara y Marcos aprovechó para acabar de desnudarse enseñando una polla completamente tiesa. La rozó cuando el camionero pasó a su lado para cederle a él el sitio en la cama.

-Voy a follarte esa boca de maricón que tienes -avisó.

Se quedó de pie agarrándose del techo y acercó su verga a la boca de Marcos.

-¡Abre la boca, cabrón! -le ordenó con desprecio.

Y sin más el camionero empezó a mover la pelvis casi con violencia perforando con su polla la boca de Marcos. Paró un instante dejándole con cara de pasmado y la boca llena de su propia baba para acercarse a él y darle un lengüetazo que recogía la saliva para escupírsela de nuevo poco después ante un excitadísimo Marcos que estaba disfrutando como nunca antes lo había hecho. Pero no tuvo tiempo de pensar en nada porque otra vez tenía su boca llena con ese trozo de carne ardiente que entraba y salía a sus anchas.

-¿Quieres que te folle ese culito de nenaza que tienes? -habló con rudeza.

Ambos conocían la respuesta, así que Marcos se giró sin esperar instrucciones ofreciéndole un deseoso culo, no sin cierto temor a que aquello le pudiera doler.

-Hazlo con cuidado, que es mi primera vez -le avisó.

-Así que tú eras esa putita de la web con ganas de rabo.

Ahora se arrodilló él posando sus manos en las nalgas de Marcos. Se las apartó y comenzó a escupirle. Marcos sintió un escalofrío al notar la saliva, pero nada comparable a lo que le recorrió el cuerpo cuando la lengua del camionero rozó su ojete. Todo su cuerpo vibró ante aquel estímulo que le pareció casi más placentero que la mamada que un adolescente le había hecho una hora antes. Y eso que los lengüetazos eran bruscos y rápidos al principio, como lamiendo un helado después de haber estado días sin comer. Si acaso Marcos pensó que no podía haber nada más excitante, casi se derrite cuando el camionero trataba de meterle la lengua dentro del culo. Se detenía ahora más tiempo sacudiendo la cabeza hacia los lados perforando con su húmedo músculo la parte más insondable del cuerpo de Marcos, quien se estremecía sin disimulo gimiendo casi de manera descontrolada.

-¿Esto le gusta a tu culito, eh? ¡Pues mi polla le va a encantar!

Tembló al apreciar el gordo capullo con el que se había relamido en la entrada de su culo. Le pidió que lo hiciese despacio, pero el camionero ni le contestó. Exhaló un alarido mezcla de dolor y placer cuando su culo la fue recibiendo.

-¡Me vas a romper!

-Sí, voy a romper ese culito de zorra que tienes.

Y con un último empujón, la polla del macho estaba ya completamente dentro del cuerpo de Marcos.

-¡Joder! -gritó.

Bajo su propio criterio, el camionero inició el mete y saca de forma pausada, pero en cuanto creyó que el culo del otro estaba ya del todo receptivo habiéndola encajado, sus embestidas fueron aligerándose hasta llegar a una follada regular con movimientos constantes pero contundentes que a Marcos todavía le costaban asimilar. Tenía el presentimiento de que aquella polla le iba a desgarrar o algo así, apretando el esfínter en un acto de defensa inconsciente de que eso le otorgaba más placer al otro, que interpretó como una señal y aceleró el ritmo de sus sacudidas. Si bien no llegaron a la violencia con la que le folló la boca, a Marcos le parecía demasiado.

-No lo hagas tan rápido -imploró.

-Calla, si en el fondo lo estás disfrutando.

Aprovechó el comentario para cambiar de postura y ordenarle que se girara.

-Date la vuelta, que quiero ver tu cara de vicio mientras te follo.

Marcos acató su orden a pesar de todo y se tumbó boca arriba apoyando las piernas en los asientos delanteros. El camionero se agachó y le petó el ojete de nuevo observando como pretendía la cara de Marcos, ambigua todavía por esa amalgama de gozo y sufrimiento.

-Ves como te gusta, mariconazo.

-Síii -respondió Marcos alargando el sonido con un suspiro.

-Pídeme más; pídeme que te folle duro.

-Sí, dame duro.

-Más fuerte, cabrón.

-Fóllame duro, joder.

-Di que te gusta tener una polla dentro.

-Oh, sí, me gusta. Métemela bien.

-¡Eso lo decidiré yo! -vociferó con aspereza.

Y en ese instante el camionero empujó con furia clavándola la polla en lo más profundo de su agujero. Marcos dio un grito que ninguno esperaba, por lo que el macho que le follaba se recostó sobre él y empezó a comerle la boca con su verga aún dentro rozándose con la del propio Marcos, la cual estaba totalmente olvidada. Le daba fuertes lametazos a los labios mientras Marcos trataba de sacar la lengua para juntarse con la del otro. En una de esas coincidieron ambas, lo que aprovechó para morderla. También se rozaron sus muslos, pues Marcos bajó las piernas y las situó junto a las del otro percibiendo su recio vello. Lo mismo con el peludo pecho que se frotaba con el suyo, más lampiño, así como la barba cada vez que el camionero se le acercaba para besarle. Se incorporó de nuevo y de manera precipitada le sacó la polla del culo para acercársela otra vez a la boca. Marcos trató de probarla, pero no se lo permitió, sino que comenzó a pajearse con una furia incontrolada. Sus ojos brillantes avisaban de que estaba a punto de correrse.

-Te voy a llenar la cara de leche, cabrón -amenazó.

-Sí, dámela toda.

Y así Marcos sintió los fuertes trallazos de la espesa y caliente leche del camionero mientras éste se convulsionaba al ritmo de los espasmos y un retumbante quejido. Marcos notaba el líquido deslizarse por sus mejillas acumulándose en la comisura de sus labios. Para su sorpresa, el camionero se agachó para probar su propia lefa que luego trató de compartir. Totalmente excitado, Marcos arrancó a estrujarse su verga, que notó palpitar en la palma de su mano al agarrarla con firmeza mientras se morreaba con el camionero y cataba una leche que le sabía diferente a la de Julio. Miraba al conductor que no había perdido un ápice de lujuria, tanto que éste comenzó a acariciarle los huevos besando ahora el cuello de Marcos que cerró los ojos ahogando un gemido como prueba de que se iba a correr también.

-Venga cabrón, a ver esa leche de maricón que tienes.

En ese instante varios chorros salieron de su polla con furia hasta dejarse caer sobre su vientre o su pecho. Ahora fue él quien buscó los labios del camionero para un último morreo mientras sus músculos de destensaban.

-Vaya aguante tienes, colega -celebró.

-Y tú estás hecho un buen tragador.

Le dio un par de palmaditas en el pecho y se apartó.

Julio se montó en el coche de Estaban algo avergonzado, pero su primo le alentó con buenas palabras quitándole gravedad al asunto. Sus comentarios le tranquilizaron en parte, pero no pudo evitar que el desasosiego le acompañara todo lo que quedaba de fin de semana. Cuando conducía el domingo de vuelta a casa cavilaba sobre si contárselo a su amigo o dejar que se la chupara como casi todos los domingos. Marcos había pasado el día pensando en lo ocurrido en el camión y en si debía comentarlo con su compañero de piso. La mamada del adolescente sí que decidió compartirla, pues Julio entendería que él también tenía sus necesidades, pero haber sido follado no era lo mismo porque igual se pensaba que ahora querría más de él y perdería los momentos que ambos compartían. Cada uno por su lado, llegaron a la conclusión de que fingirían normalidad, pero cuando Julio se sentó en el sofá al lado de Marcos y hablaron de sus fines de semana, ambos percibieron algo raro en el otro creyendo que se debía a que no eran capaces de disimular y que se les notaba que no sabían fingir normalidad. Y entonces los dos hablaron a la vez:

-He besado a un hombre.

-Ayer me follaron.

-¿Cómo?

-¿Qué?

Se miraron totalmente extrañados incrédulos de lo que acababan de escuchar.

-¿Qué te han qué? -preguntó Julio.

-Espera, espera. ¿Has besado a un hombre?

Marcos tuvo un torbellino de sensaciones en ese instante. Pensar que Julio había besado a un hombre que no era él le molestaba, puede que sintiese celos o simplemente decepción. Y no porque sintiera por Julio algo tan fuerte, sino que creyó que si esa situación se daba tenía que ser con él, porque lo había deseado, porque le había hecho pajas y mamadas sin recibir nada a cambio guardando siempre la esperanza de que algún día se le ablandara el corazón o se quitara la coraza para apiadarse de él y corresponderle de alguna manera. Porque algún beso en todo ese tiempo hubiera estado bien o un poco de iniciativa, algo que denotara reciprocidad. Y ahora va y le dice que se ha besado con otro hombre.

No oculta su cabreo, levantándose para irse a su habitación mientras Julio le pide que espere. Pero le desoye y sólo se escucha un portazo. Julio se enfada también por haberlo contado. Cree entender a su compañero de piso decretando lo que se temía: que Marcos sentía algo más por él. No obstante, piensa también en lo que el otro ha desvelado, agradeciéndole su confianza por confesárselo aun a riesgo de lo que Julio pudiera pensar. Se levanta y va en busca de su amigo, pero éste le rechaza desde el otro lado de la puerta, pero él insiste.

-Marcos, en realidad me besó el tío a mí. Yo me aparté -el silencio le anima a seguir explicándose-. Fui a una sauna -espera contestación, pero esta no llega-. Y me follé a un tío -acabó por decir.

Marcos abre la puerta con ojos encendidos y un rostro lleno de cólera.

-¡Y me lo dices así! -vuelve a dar otro portazo. Ahora Julio no entiende nada.

-Marcos, déjame que te explique. Vamos a hablarlo. Sabía que esto ocurriría.

El más joven abre otra vez la puerta.

-No hay nada que explicar. Sabes que llevo meses queriendo hacer otras cosas, pero el señorito es muy macho para complacerme. Pero a la primera de cambio se va a una sauna a follarse a otro tío.

-Marcos, no ha sido así.

-¿Ah no? Has ido a una sauna para eliminar toxinas, ¿verdad?

-Vamos al salón y lo hablamos. Y me cuentas tú lo tuyo.

-No te pienso contar nada. Déjame en paz.

Julio no se da por vencido. Se acerca a su amigo y trata de abrazarle. Él se resiste, pero finalmente cede y se relaja algo.

-Por favor, vamos a hablarlo.

Marcos se sienta en uno de los sofás mientras Julio va a por dos cervezas. Le da una y comienza a hablar:

-Marcos, llevaba un tiempo queriendo hacer algo más. Mi intención no era ir a la sauna a follar; y mucho menos a besarme con otro hombre. Es difícil de explicar, pero quería tener una relación con otro hombre que no fueras tú.

-¿Porque soy demasiado maricón para ti? -le interrumpe.

-En absoluto. Y eso que me cuentas de que llevas tiempo queriendo hacer otras cosas, pensé que te referías a hacerlas con otros, no conmigo.

-Pero joder, esperaba algo más de tu parte. Y ya que no te has atrevido a dármelo, por lo menos me lo podías haber contado.

-No sabía cómo te lo ibas a tomar y cómo afectaría a lo nuestro.

-¿A qué te refieres con lo nuestro? ¿A que yéndote a saunas ya no tendrías ganas de que te la chupara yo?

-No es eso.

-¿Entonces? ¿Te crees que estaba enganchado a ti o algo?

-Tampoco. Simplemente me gustaba lo que teníamos, y no quería que nuestra amistad se rompiese.

-¿Se iba a romper porque me contaras que querías montártelo con otros hombres?

-Pues sí.

-Joder, Julio, que aunque te cueste creerlo no estoy enamorado de ti.

-Ya lo sé. O bueno, quizá no. Pero siempre te he dicho que salieras por ahí, te divirtieras y conocieras a otras personas.

-Pues mira, ya ves que ayer lo hice con dos diferentes -contesta seco, casi despechado.

-¿Y qué tal?

-Pues ahora mismo no me apetece contártelo, la verdad.

-Marcos, por favor. Piensa que tú tampoco me has dicho nada al llegar. ¿Y por qué? Pues porque también tenías miedo de cómo me lo tomara.

Se abstrae unos instantes y mentalmente le da la razón a Julio porque sus argumentos son similares a los suyos.

-Vale, sí, igual tienes razón. Pero sigo pensando que deberías habérmelo contado.

-Bueno, cuéntame tú lo de ayer.

-No, háblame de la sauna y de cómo es besar a otro hombre -se burla.

-Ya te digo que me aparté y captó la indirecta.

-Indirecta nada, que se lo dejaste bien clarito.

-La verdad es que tuve suerte porque el tío me entendió y se arrodilló para… ya sabes.

-¿Lo hizo mejor que yo?

-No, nada que ver -le sonríe.

-Y luego me pasó un condón, y ahí fue cuando me decidí. Pensé, si he dado este paso ¿por qué no? Estuve a punto de desistir porque no creía que me entrara por ese sitio tan estrecho.

-Sí, que entra sí -Marcos recuerda al camionero.

-¿Duele?

-Sí, para qué te voy a engañar. Pero sólo al principio.

-El caso es que estaba excitadísimo mientras le follaba, y el tío parecía querer que le diera más fuerte y yo tenía la sensación de que iba a romperle en dos.

-Eso mismo pensé yo.

-Pero lejos de parar, me dejé llevar y le empotré con ganas.

-Julio, no sigas que me voy a empalmar.

-Bueno, pues cuéntame tú.

-La verdad es que si te lo cuento me voy a empalmar igual.

-¿Entonces te gustó?

-La verdad es que sí. Y esto que te voy a decir me da un poco de vergüenza, pero ya que estamos…

-¡Cuenta, cuenta! Ja, ja.

-Pues me ponía mucho que el tío fuera súper seco y brusco.

-O sea que no lo hizo con delicadeza.

-No sólo eso. Era más bien por lo que me decía.

-¿Qué decía?

-Me da vergüenza…

-Anda ya.

-Pues cosas como “¿te gusta, maricón?” o “pídeme que te folle” y cosas así.

-¿Y cómo le dejaste tratarte así?

-Porque ya te digo que me excité muchísimo cuando me lo dijo por primera vez. Es verdad que me llamó putita en alguna ocasión y no me gustó, pero el tío era todo un macho dominante. Y cuando me folló la boca o me escupió mi propia saliva… Buff… -se recoloca su verga porque se le ha puesto dura al rememorar esos momentos.

-¡Marcos!

-¿Qué? Seguro que tú también te has empalmado.

-No, joder, que no hace falta que des tantos detalles…

-Joder, macho, si tú me lo has contado todo.

-Ya bueno…

-¿Te das cuenta de que el camionero hizo conmigo lo mismo que le hiciste tú al de la sauna?

-Hombre, yo no le llamaba mariconazo.

Como era lógico, ambos le dieron vueltas a la cabeza llegando a la conclusión de que lo que habían ido a buscar fuera de casa lo hubieran encontrado en ella de habérselo propuesto. Es cierto que quizá Julio no trataría a Marcos con brusquedad, y puede que Marcos se conformara pensando que la rudeza del camionero merecía más la pena que el cariñoso tono de su compañero de piso. Pero en el fondo una follada es una follada, haya o no palabras de por medio, y en cuanto al ritmo, siempre podría haberlo impuesto él si Julio no se lanzaba…

-¿Entonces cuál es la conclusión de todo esto? -habló Marcos.

-¿A qué te refieres?

-El análisis de lo que hicimos y cómo va a repercutir en lo nuestro.

-Pues no lo sé. La sauna no estuvo mal pese a que me parece una feria de ganado -Marcos se ríe-, pero no creo que vaya a ir con mucha frecuencia.

-Entonces seguimos con lo nuestro…

-Eso depende de ti, pues tú dices que sí te gustó.

-Pero también puedes dármelo tú -dijo pícaro.

-Yo no sería capaz de tratarte mal.

-¿Ni aunque yo te lo pida? -Marcos se levantó para sentarse a horcajadas encima de Julio de manera juguetona haciéndole cosquillas-. No te preocupes, que no voy a pedirte que me beses.

-No es sólo eso, Marcos.

-Pero no te das cuenta de que podríamos tenerlo todo sin necesidad de salir a buscarlo.

-Y si nos cansamos de esto luego querremos más.

-Pero hemos llegado a la conclusión de que hay que hablar las cosas. No va a cambiar nada, salvo que en vez de chupártela nada más, me follarás mientras me dices cerdadas. Ja, ja.

-No podría.

-Bueno, podría pasar sin eso. Y sin que me beses, pero yo sí que puedo hacer esto…

Marcos acercó su boca al cuello de Julio para besárselo. Notó en su oído cómo su respiración se aceleraba, sorprendido de que no le apartase. Consciente de que sus labios no iban a cruzarse, se apresuró a quitarle la camisa y él hizo lo propio con la suya. Ante él un torso más voluminoso que el del camionero y con bastante menos vello que lengüeteó deteniéndose con especial atención en los pezones, que hasta ahora no había probado. Julio comenzó a quitarse los pantalones deseoso de que su compañero de piso le comiera la polla con la destreza que le caracterizaba. Marcos la recibió en su boca ya dura y palpitante, y como sabía que ese día no iba a ser sólo una mamada, no se detuvo mucho tiempo saboreando el capullo o en recorrer el tronco con los labios y la lengua. La engulló pues sin dilación metiéndola y sacándola de su garganta con viveza. Pero la cómoda postura de Julio sentado en el sofá impediría esa violencia que quería experimentar con él, por lo que le animó a moverse.

-Quiero que me folles la boca -le pidió, dejando a Julio un tanto confundido, pues creía haberle dicho que no sería capaz de hablarle con rudeza.

Marcos se fijó en su cara y habló otra vez:

-Vale, tú no me digas nada, pero no te molestará que yo sí te pida cosas…

-Cállate y ponte de rodillas -la severidad de sus palabras sonaba un tanto forzada.

Marcos sonrió y se arrodilló sobre el suelo. Acto seguido tenía la polla de Julio de nuevo en la boca, y a éste agarrándole de la cabeza dispuesto a imponer su ritmo. El primer estoque fue algo brusco, y le pidió disculpas, así que la situación se dulcificaba de nuevo. Marcos le dijo que no pasaba nada, que esa era la idea y volvió a tragarse la verga. Julio tardó un poco en reaccionar otra vez, pero retomó los enérgicos movimientos introduciendo la totalidad de su miembro en la boca de Marcos. Sintió un escalofrío al verle atragantarse, y algo de lástima y pudor al percibir la saliva en sus labios, si bien no pudo evitar que esa estampa le pusiera aún más cachondo.

-Vamos, trágatela.

Le penetró de nuevo con furia, sujetándole ahora la cabeza para que mantuviera su polla dentro. Escuchaba el típico sonido a ventosa de la succión de su amigo, así como éste parecía atragantarse. Los brillantes ojos de Marcos le confundieron, por lo que le preguntó si estaba bien.

-Sigue así, porfa -le pidió.

Le costaba creerlo, pero Marcos estaba disfrutando de aquello, así que siguió follándole la boca con ese intrépido ritmo. Marcos recibía el ardiente trozo de carne con gusto, y aunque no se deleitaba con él como otras veces, esa violencia y esa sensación de tenerla entera dentro de él le ponían a mil.

-Oh, sí… Venga, trágate mi polla. Así, sí, oh…

Sus duras palabras se mezclaban con unos gemidos intensos y sonoros que ninguno había escuchado antes de boca de Julio, pero que a ambos les excitaba.

-Fóllame ya -imploró Marcos mientras se incorporaba.

Se sentó de rodillas en el sofá con los brazos apoyados en el respaldo ofreciéndole su culo que aún se resentía de su primera penetración el día anterior. Vibró al sentir el cipote de Julio en la entrada de su agujero. Por si acaso, Marcos se escupió su mano para llevarla hasta su ojete, ya que la polla de Julio aún tenía restos de su propia saliva.

-Métemela.

No sin cierto miedo, porque a Julio le parecía que el culo de su amigo era más estrecho que el del tío de la sauna, inició la penetración, turbado por el largo jadeo que Marcos emitía.

-¡Oh sí! -balbucieron los dos.

Con todo, Julio la fue introduciendo despacio, lo que Marcos en el fondo agradecía, pues esos primeros segundos sintió más molestia que otra cosa, si bien la fue recibiendo con cierta facilidad hasta notar los huevos rozarle. Ya estaba dentro, así que ahora empezaría lo bueno. Julio observó pasmado cómo aquel culo había absorbido todo su cipote. Fue sacándola despacio y comenzó entonces el vaivén, pausado y calmado hasta que Marcos habló:

-Fóllame, Julio.

-¿Te gusta, eh?

-Ah, sí, me encanta que me folles.

Sus palabras les encendieron más si cabe, y ahora el mete y saca era más vivo, aunque no brusco. Julio le agarraba de las caderas mientras Marcos contoneaba su pelvis para sentir la verga con más intensidad.

-Dame más fuerte.

Le complació avivando el ritmo, sus huevos se balanceaban descontrolados. Se escuchaba el sonido de sus cuerpos chocarse fundiéndose con los acalorados gemidos.

-Dame más.

-Sí… ¿te gusta que te folle?

-Oh sí, Julio, métemela entera. No pares.

Desde luego no tenía intención de parar de follarse aquel culo prieto y casi virgen que recibía su polla con ansias provocándole un placer casi abandonado. Eso mismo sentía Marcos, habiéndose olvidado ya de cualquier molestia sumido en el gozo de ser follado por su amigo, que además le estaba complaciendo con algún comentario obsceno al que él contestaba. Siempre pidiendo más, y más fuerte, demostrando su satisfacción por la situación en general, tan ideal como había imaginado.

-¿Ya? -preguntó Marcos desvalido porque Julio había sacado la polla de su agujero.

-No, aún queda para que te tragues mi leche. ¡Túmbate!

Marcos obedeció y cambio de postura, recostándose sobre el sofá. Julio le apartó las piernas poniéndose él de rodillas. Le clavó la polla al tiempo que veía sus ojos de lujuria, tal como estarían los suyos, y esa cara de vicio que sí había apreciado cuando Marcos se comía su polla.

-¿Te gusta? ¿Eh?

La respuesta estaba clara. A ambos les estaba encantando aquella follada intensa y ruda, hasta el punto de que Julio se dejó llevar y comenzó a pajear a su amigo, dejándole atónito porque no se lo esperaba, pues una vez le pidió que le masturbara y apenas aguantó unos segundos. Debido a esa inexperiencia, el ritmo de las embestidas se tornó algo desacompasado. Por ello, Marcos levantó la pelvis, movimiento que provocó que Julio se estremeciera al sentir su polla combándose dentro del culo.

-¡Oh Dios!

Aunque Marcos lo había hecho inconscientemente, él mismo casi da un respingo al notar la punta de la verga en otra zona de su recto, así que repitió el gesto un par de veces más.

-¡Cabrón! -gritó Julio.

Él ya había abandonado la polla de Marcos, centrándose en las acometidas, ya casi salvajes y que le llevarían hasta correrse. Aunque la opción de hacerlo dentro del culo de Marcos parecía apetecible, la tentación de llenarle la cara de leche se le hacía irresistible, así que se colocó delante de él ofreciéndole de nuevo la polla para que se la chupara hasta que no aguantara más. A Marcos ahora le supo diferente, claro, pues acababa de salir de su propio culo. La mamó igual hasta que Julio la sacó. Casi sin volverse a tocar comenzó a soltar leche con furia sobre el rostro de Marcos, que abría también la boca impaciente. Algunos de los trallazos entraron en ella, pero otros dieron a parar a sus párpados o su barbilla. Sin embargo, la recogió con los dedos para tragársela también, pero sin quitarle ojo a Julio, quien observaba atentamente la cara de perversión de su amigo, así como la gula con la que engullía su lefa.

-Trágatela toda, mariconazo -se atrevió a decir.

Y ante ese desafío, Marcos no se lo pensó y acercó su boca hasta le verga de Julio para extraer de ella cualquier gota que quedase. Él exhaló un vibrante quejido dejando a Marcos satisfecho y disfrutando de esa mezcla de sabores en su paladar, con el regusto a su culo y la ácida leche de Julio. Le regaló su verga hasta que Marcos se corrió, permitiéndole que la chupara aun estando ya casi flácida y creyendo que aquello era una tortura. Con una mano, Marcos se pajeaba, y con la otra acariciaba el firme pecho de Julio, observando su cara de satisfacción, sintiendo su culo encima de su pecho palpitante, así como la punta de su verga reposar en su cuello, pensando incluso en beberse su propia leche, que recogería con los dedos, jadeando cada vez con más intensidad porque el momento de correrse había llegado.

-¡Oh sí, jodeeeerrrr!

Cuando creyó oportuno, Julio se apartó, sentándose al otro lado del sofá, junto a los pies de Marcos. Se miraron y vieron la satisfacción en sus ojos. Y no sólo pensaban en lo bien que había estado esa follada, sino en todas las que vendrían después. Julio se decía a sí mismo que se acabarían las saunas, pero Marcos casi se excita de nuevo al pensar en el área de servicio, en los nervios por encontrar a alguien, en el morbo de hacerlo con un desconocido… Para Julio, su vida se volvería cómoda y placentera. Sin embargo, la de Marcos acababa de descubrir ese fin de semana un mundo lleno de posibilidades por explorar.