Nunca es tarde (4)

Se descubre un antiguo secreto

De madrugada, Juanita se despertó. Junto a ella, aún rodeándola con sus brazos, estaba Pedro, profundamente dormido. Se puso a pensar en el cambio tan radical que había tenido su vida desde la muerte de su padre. De estar enterrada en vida en su pueblo, sin más perspectiva que vegetar día a día, había pasado a estar abrazada a un guapo joven que le había hecho el amor de una manera sublime. La había colmado de placer, de cariño, de ternura.

Se dio cuenta de que se estaba enamorando de aquel muchacho. Sabía que esa relación no tendría futuro. Él era mucho más joven que ella. Y además era su sobrino. Pero era tan feliz, que no le importaba saber que algún día tendría que acabar. Mientras durara lo disfrutaría. Y luego siempre le quedaría el bello recuerdo. Le dio un tierno beso en los labios  volvió a dormirse.

Por la mañana temprano, Pedro se despertó primero. Su tía estaba abrazada a él. Habían dormido juntos toda la noche. Recordó la noche de amor que habían pasado. Nunca había sentido tanto placer con una mujer como con ella. La miró. Le gustaba mirar su carita relajada mientras dormía. Y también él se dio cuenta de que no era sólo deseo sexual lo que sentía por su tía. Sentía mucho cariño....y quizás...amor.

Juanita abrió los ojos. Él la estaba mirando.

-Ummm, buenos días...Pedrito  - bromeó. Sabía que no le gustaba que lo llamara Pedrito.

-Buenos días. ¿Qué tal has dormido, Juanitita?

-Muy bien. Muy relajadita. ¿Y tú?

-Cómo un bebé.

Ella llevó una de sus manos a la entrepierna de Pedro. Tocó su polla. Estaba dura.

-¿Siempre te despiertas así?

-La verdad es que sí, casi siempre me levanto empalmado.

-Jajaja, vaya palabra. Empalmado.

Agarró la polla y empezó a mover la mano, suavemente. El la besó.

-Ummm, que manera más placentera de despertarse, tía.

Juanita recordó el inmenso placer que Pedro le había dado con su boca en su coñito, y deseó hacerle sentir a él lo mismo. Hasta hace poco su vida era asexual, y ahora deseaba realizar tantas cosas....

-Pedro, anoche cuando....ya sabes, cuando me ..comiste... me volviste loquita de placer.

-El placer fue mío.

-¿Me enseñas a darte placer a ti...con mi boca? ¿Cómo lo llamas?

-Mamada.

-¿Me enseñas a hacerte una mamada?

-¿Tú qué crees?

-Jiji, que sí.

-Juanita, cómo me pones.

Se comieron las bocas. Las lenguas y las salivas se mezclaban. La mano de Juanita aferrada a la polla que en unos momentos tendría en la boca. Su coño rezumaba.

Pedro se acostó boca arriba, con la espalda apoyada en el cabecero de la cama, Puso una almohada para estar cómodo. Le pidió a Juanita que se tumbara boca abajo entre sus piernas, como él hizo anoche. Ella obedeció. Ante sí quedó aquella magnífica polla.

-Cógela con una mano...Bien...así.. Ahora dale besitos.

-Muack.

-Ummmm

Juanita le dio besitos por toda la superficie, incluida la suave cabecita.

-Ahora saca tu lengua y lámela. Por todas partes...

Ella lo miraba a los ojos, para ver sus reacciones y seguir sus instrucciones. Empezó a lamer el tronco por la base y fue subiendo. Cuando lamió la punta, la encontró saladita. Estaba soltando un líquido transparente...pegajoso...rico.

-¿Lo hago bien?

-Ummm, lo haces muy bien...Ahora métetela en la boca y chupa como si fuera un caramelo. Mueve tu cabeza arriba y abajo. De vez en cuando la sacas y vuelves a lamer.

Juanita hizo como Pedro le indicaba. En poco tiempo empezó a dominar la técnica. Le estaba mamando la polla a Pedro, y le estaba gustando mucho hacerlo. Se sintió muy excitada. Cuando llevó su mano libre hasta su coñito, lo encontró mojadito y caliente. Se empezó a masturbar mientras la dura polla entraba y salía de su boca.

Los dos gemían. El por el placer que aquella inexperta pero aplicada boca le estaba dando, y ella por el placer que se daba con sus dedos y por el placer que le daba sentir aquella polla en la boca. Le tenía llena. Sólo podía meterse parte de aquel palo en la boca.

-Agggggg, Juanita...que....bien..vas a hacerme correr con tu boca...Me voy a correr en tu boca.

Ella sabía que Pedro expulsaba gran cantidad de semen cuando se corría. Y ahora se iba a correr en su boca. La asustaba y al mismo tiempo la atraía. Ella también estaba a punto de correrse. Chupar aquella polla era muy excitante. Sentía la boca llena. Con su lengua la lamía. Su piel era suave. La punta resbaladiza.

-Aggg ummm, estoy a punto...para no ahogarte tienes que ir tragando a medida que me voy corriendo.

Sin dejar de chupar, ella asintió. El primer chorro la cogió por sorpresa. Le dio en el fondo de la garganta  casi le dieron arcadas. Pero se controló. Los siguientes largos, espesos y potentes chorros de semen los dirigió al paladar. Y como le había dicho Pedro, fue tragando a medida que su boca se llenaba. Aquel espeso líquido que bajaba por su garganta, los gemidos de placer de él, sus dedos en su coñito, todo junto, hicieron que ella también se corriera. Cerró los ojos. Su cuerpo temblaba de arriba a abajo, y su garanta tragaba. En su boca sentía el salado sabor del semen de Pedro. Hasta su nariz llegó su aroma. El mismo que había olido cuando Pedro se había corrido en sus tetas y en su cara. Bebía y se corría.

Cuando aquella fuente dejó de manar, Juanita siguió un rato más con la polla en la boca. chupando y lamiendo más tiernamente. Cuando la sacó, la miró. Que polla más linda, pensó. Y que sabrosa. Le iba a gustar mucho chupársela.

-¿Te ha gustado?

-UF, es la mejor mamada que me han hecho en la vida.

-Mentirosillo.

-Es verdad. Ha sido increíble.

Juanita, sonriendo, se acarició toda la cara con la polla. Seguía dura.

-No se te baja.

-¿Cómo quieres que se baje si una linda madurita la tiene agarrada y se la pasa por la carita?

-¿Quieres otra mamada?

Pedro miró el reloj.

-Mierda, no hay tiempo.

Ella no le hizo caso. Se metió la polla en la boca  empezó una lenta y sensual mamada. Pedro no pudo hacer otra cosa que mirarla. Cuando tocaron a la puerta, casi se la muerde.

-Pedro, levántate ya, coño. Es tarde. - dijo su padre.

-Mierda, mierda.

Se levantó y se vistió. Se le marcaba el paquete. Ella lo miraba sonriendo. Pedro le dio un beso y se marchó.

Juanita se acostó en su cama y se acurrucó. En su boca aún el sabor salado del semen de Pedro. Al rato de se levantó. Se quitó el sexy camisón y lo guardó. Se puso uno de los normales y se fue a desayunar.

-Buenos día, Ana

-Buenos días, Juanita. ¿Qué tal has dormido?

-Ummm, estupendamente, y tú?

-Muy bien.

Las dos mujeres habían tenido una estupenda noche de sexo. Ambas estaban especialmente contentas. Pero había algo que Ana guardaba desde hace años. Un secreto que nadie conocía. Algo que se había vuelto a despertar después de tanto tiempo, y que empezaba a atormentarla. Otra vez.

-¿Qué planes tienes para hoy, Juanita?

-Pues no sé. Nada especial. Haré algo para comer y te echaré una mano en la casa.

-Estupendo.

Entre las dos terminaron rápido con las tareas del hogar, así que se fueron al salón a ver la tele. Hablaban de todo. Se reían, pero Ana en el fondo no era feliz del todo.

Al medio día, llegaron los hombres. Mientras se calentaba la comida, Juanita cogió de la mano a Pedro.

-Ven un momento, tengo algo que enseñarte en el ordenador.

Lo llevó al dormitorio y cerraron la puerta. Le dio un buen morreo.

-Creo que dejamos algo a media esta mañana. no? - le dijo mientras lentamente se arrodillaba delante de él.

Mirándole a los ojos y con una pícara sonrisa, le bajó los pantalones hasta los tobillos. La polla saltó, tiesa. Ella la miró. Luego otra vez a él.

-¿Quieres que tu tía termine la mamada que empezamos esta mañana?

Pedro no contestó. Puso su mano en la cabeza de ella y la atrajo contra él. La polla entró en la boca. Chupó y volvió a sacarla, brillante de saliva.

-Ummmm, que rica polla tiene mi niño.

Aquella mujer, que hasta hace unos días no tenía ninguna experiencia en el sexo ahora lo estaba volviendo loquito. Le lamió toda la polla, le chupó la punta. Se la metió en la boca y empezó a mamar. Sentía como su lengua se enroscaba alrededor mientras entraba y salía de su boca. Llevó una de sus manos a los huevos y los acarició. La otra la tenía en la base de la polla.

-Aggggg, Juanita...¿Cómo has aprendido tan rápido?

-Debe ser un don natural que tengo!! jaja

Apoyado contra la pared, Pedro gemía contemplando como su tía le hacía una estupenda mamada. Lenta, con mucho morbo. Se pasaba la polla por la cara y lamía el tronco hasta los huevos. Su manita la pajeaba. Luego se la metía en la boca y chupaba fuerte, moviendo la mano y la cabeza.

No se podían demorar mucho, así que Juanita se esmeró en hacer correr a Pedro. Y lo consiguió. La polla empezó a temblar en su boca. Pedro cerró los ojos y puso una mueca de placer. Y una nueva catarata de leche invadió la boca de Juanita. Era espesa, salada. Le llenó la boca. Tragó con placer. El espeso líquido bajaba por su garganta. Pedro oía el sonido que hacía ella al tragar. Cuatro veces lo oyó. Había sido una corrida espectacular. Lo dejó vacio.

-Ummmm, cuanto semen tenías.

-Uf, no has dejado ni una gota.

-Nop. Y ahora vamos a comer...

Ella se fue primero. Él tenía que recuperarse un poco. Cuando llegó a la cocina, Ana ponía los platos.

-¿Qué era?

-¿eh?

-Lo que le has enseñado a Pedro.

-Ah....nada, una página de internet sobre cine. Me dijo que le gustaba mucho. Pero ya la conocía.

-Sí, va mucho al cine. Pero le gustan las pelis raras. Tiros, sangre, marcianos, ya sabes.

Mentía. Ana supo que Juanita mentía. Algo pasaba. Se imaginaba el qué, pero lo iba a averiguar. Se sintió...traicionada. Durante la comida estuvo más callada de lo habitual. Todos lo notaron.

Por la tarde, Juanita se fue a hacer la compra. Ana aprovechó y fue al cuarto de Juanita y Pedro. Se puso a rebuscar. No sabía que buscaba exactamente. Algo. Alguna pista. Al final, lo encontró. Aquel camisón transparente que no quiso comprarse el otro día, estaba allí. Escondido. Para que no lo viera.

Estaba claro que se lo ponía para alguien. Y ese alguien tenía que ser su hijo, Pedro. Alberto no podía ser. Nunca estaban solos en casa. Sólo podía ser Pedro. Sintió rabia. Sintió...celos. Se sintió celosa. Pero no tenía celos de Juanita. Tenía celos de Pedro.

Cogió el camisón y se lo llevó al salón. Se sentó a esperar a su hermana. Cuando Juanita llegó y la vio en el salón, seria, se preocupó.

-¿Qué pasa Ana?

-Ven por favor.

Su tono era frío. Juanita se sentó a su lado.

-¿Qué es esto? - le dijo, mostrándole el camisón.

Juanita se quedó sin habla.

-¿No dijiste que era demasiado provocativo? Y lo compraste.

-Ana...yo...

-Te estás acostando con Pedro, verdad?

-No..Ana..no...no es ..

-No lo niegues. Es evidente. Tenía que haberme dado cuenta antes.

Las lágrimas empezaron a caer por la cara de Juanita. Se sentía muy mal

-Lo siento, Ana. Nunca fue mi intención...traicionar tu confianza..pero...oh dios mío...no pude resistirme. Lo siento, lo siento..Por favor, perdóname.

El llanto se hizo desconsolado. Nunca había sentido tanta vergüenza como en ese momento.

-Me iré. Recogeré mis cosas y me iré de aquí. Ana...lo siento.

Salió corriendo y se encerró en el cuarto. Se echó sobre la cama sin dejar de llorar.

En el salón, Ana se quedó destrozada. No era esa su intención. Se fue en busca de su hermana. Se sentó en la cama y le acarició el cabello.

-Juanita, por favor, no llores.

-Ana....me siento tan mal...

Juanita se abrazó a Ana. Ana la apretó entre sus brazos. Le dio un beso en la mejilla.

-Juanita..hay algo..algo que...me atormenta desde hace mucho tiempo.

Abrazada a su hermana, las lágrimas también acudieron a sus ojos.

-Cuando me fui del pueblo hace 20 años, no fue sólo por cambiar de vida. Me fui huyendo de algo que me estaba atormentando. Algo que logré olvidar, pero que al volver a vivir contigo ha vuelto a surgir.

-No..no te entiendo, Ana.

-Mientras crecíamos en el pueblo, siempre te idolatré. Eras mi hermana mayor. Te tenía como modelo, te..te admiraba.

-Ana..

-Con el tiempo, en la adolescencia..esa admiración..se tornó..en amor.

-Ana..yo..

-Déjame terminar. Yo era una joven tan inexperta. Me enamoré de ti, perdidamente. Ese sentimiento me atormentaba. No podía ser. Pero no podía evitarlo. Logré..logré controlarlo por un tiempo. Apareció Alberto y pensé que si me casaba con él quizás lograse que mis sentimientos hacia ti desapareciesen.

-Oh.,.. mi niña.

-Cuando te casaste, creí que al fin todo se arreglaría, que cada una formaría su familia que todo lo que sentía por ti quedaría atrás. Pero ...te quedaste viuda tan pronto. Sufrí mucho por ti. Deseaba abrazarte, besarte. Así que en cuanto a Alberto le surgió la posibilidad de irnos no lo dude. No soportaba estar cerca de ti.

-No sabía nada de eso..

-Nadie lo sabía. Con el tiempo logré olvidar. Alberto ha sido un hombre maravilloso y lo amo...Pero..ahora estás aquí...y lo que sentía por ti..ha vuelto...Y me vuelvo a sentir como...no sé...como un mala persona, por...amarte.

Las dos hermanas lloraban, abrazadas.

-No me odies, por favor, Juanita. No me odies.

-¿Pero cómo te voy a odiar, Ana? Eres mi hermana y siempre te querré.

Se miraron a los ojos. Ana la besó en la mejilla. Estaba salada por las lágrimas. Juanita sonrió. Ana le devolvió la sonrisa.

-Te quiero, Juanita.

Juanita se quedó seria. Ese 'te quiero' sabía ahora que no sólo era amor fraternal.

Entonces Ana la besó tiernamente en los labios. Sintió escalofríos. Se sintió extraña, muy extraña, pero no sintió rechazo.

-Te quiero - volvió a decirle Ana. Y volvió a besarla.

Aquellos tiernos besos dados por su hermana, que acababa de confesarle que la quería...le gustaban. Cerró los ojos y se dejó besar.

A Ana le latía fuertemente el corazón. Estaba haciendo lo que hacía tantos años que deseaba. Estaba besando a su hermana. Y ella no la rechazaba. La miró. Tenía los ojos cerrados. Puso sus manos en su carita y la volvió a besar. Esta vez, entreabrió los labios. Su lengua lamió los labios de Juanita. Y no la rechazaba.

El cuerpo de Juanita temblaba...No sabía por qué. Los besos de su hermana eran...tiernos..Abrió su boca y la lengua de Ana entró en su boca. Ahora le devolvía los besos. Ana la empujó suavemente y cayeron sobre la cama.

Los besos se hicieron más apasionados. Y cuando Juanita sintió como una de las manos de Ana acariciaba sus pechos, empezó a gemir.

-Juanita, si supieras cuantas veces había soñado con esto..

Le empezó a quitar los botones de la blusa. Una de las preciosas blusas que habían comprado juntas. Juanita sintió como su coñito se estaba mojando. Estaba empezando a sentir deseos por una mujer...por su hermana.

Ana admiró los pechos de Juanita, tantas veces deseados. Los acarició sobre el lindo sujetador. Los besó. Notó los pezones bajo la tela. Estaban duros.

Volvió a besarla. Y también la besó en el cuello. Una de sus manos acarició sus muslos, empezando por las rodillas. La suave caricia se dirigía lentamente hacia debajo de la falda. A Juanita aquellos suaves dedos que acariciaban la piel de sus muslos le provocaban una sensación muy placentera. Parecía como si le dieran corriente. Una suave y rica corriente.

Cuando la mano de Ana llegó a las braguitas y las encontró empapadas, se sintió feliz. Su amada hermana estaba excitada. Excitada por ella.

-Juanita, mi amor...estás tan mojadita..

-Ummmm, si Ana...me has puesto..aggg...tan...

-¿Quieres que siga?

-Si.

Juntaron sus bocas y entrelazaron las lenguas mientras Ana metía su mano bajo las bragas y empezaba a acariciar aquella caliente rajita. Como mujer sabía donde tocar. Cómo tocar. Sus dedos se llenaron de los jugos de Juanita. Se los llevó a la boca y los chupó.

-Ummmm, hermanita..qué rica estás.

Juanita la miraba. Se mordía el labio inferior. Estaba muy, muy caliente. Su hermana pequeña estaba chupando los dedos que antes habían estado acariciando su coñito.

-Nunca había estado con una mujer antes.

-Ni yo, Ana. Bueno, y si no hubiese sido por Pedro, casi sin un hombre.

Los dedos de Ana volvieron a acariciarle el coñito. Los dedos iban desde su vagina a su clítoris. La estaban llevando al máximo del placer.

-Umm, Ana...vas a hacerme...correr..

-Espera...aún no...

Le quitó las bragas y ella se quitó las suyas. Se arrodilló al lado de Juanita.

-Tócame, Juanita...lo necesito tanto.

Juanita llevó sus dedos al coño de su hermana, mientras ésta llevó los suyos al de ella.

-Tú también estas muy húmeda.

Cuando las dos manos empezaron a masturbar cada una el coñito de la otra, las dos mujeres empezaron a gemir. Se miraban a los ojos mientras sus dedos exploraban y acariciaban la rajita de la otro. Juanita repetía los movimientos de Ana en su coño. Si Ana le acariciaba e clítoris, ella acariciaba el de ella. Si le metía un dedo dentro, ella hacía lo mismo. Ana movía sus caderas, buscando que los dedos le acariciaran las partes más sensibles. Juanita la imitaba.

-Que rico, Ana... ummm

-Aggggg, creo...que ...me voy a ..correr....ummm

Cerró los ojos y empezó a respiran hondo. El placer apareció lentamente, pero fue subiendo hasta que su cuerpo estalló y su respiración se detuvo unos instantes. Aún estaba en pleno orgasmo cuando Juanita alcanzó el suyo. Las dos mujeres se corrían con los dedos acariciando sus coñitos. Las dos tenían los ojos cerrados. Las dos se quedaron sin respiración. Y las dos quedaron luego flojas sobre la cama, abrazadas.

-Ha sido increíble, Juanita.. Hacía mucho tiempo que no me corría así.

-Ummmm, a mí también me ha gustado mucho.

Estuvieron un rato abrazadas, sin decir nada.

-Antes de comer, cuando fuiste al cuarto con Pedro, no le enseñaste nada en el ordenador, verdad?

-No. Le debía algo desde esta mañana.

-¿Si? ¿Qué le debías.

Juanita sintió que se ruborizaba. Que tonta, pensó. Acabamos de masturbarnos la una a la otro y se me suben los colores por esto.

-Le debía...una mamada.

-jojana, Vaya con mi hermanita. Y yo que creía que eras una mosquita muerta.

-Hasta hace pocos días lo era.

-¿La terminaste?

-¿El qué?

-Qué va a ser. La mamada.

-Ah!! oh, sí sí. Quedó bien servido.

-¿Tiene una buena polla?

-Ana!!

-jajajaja, como madre me gusta saber si mis hijos está bien dotados.

-Bueno, no tengo con qué comparar. Pero yo diría que sí

-Si sale a su padre está bien servido! jajajaja

-jajaja.

-¿Sabes? Cuando apareciste a comer con el nuevo look, le gustaste mucho a Alberto.

-¿De verdad?

-Sip. Se puso como una moto. Tuve que hacerle un apañito antes de irse al trabajo. Y por la noche echamos un polvo como hacía tiempo que no echábamos.

-Vaya con mi cuñadito. ¿Y que apañito le hiciste, pillina?

-Una mamada.

-jajaja, vaya dos hermanas.

-jajajaja. Sí, vaya dos.

Hablar de mamadas y de la pollas de sus hombres las había puesto cachondas a las dos.

-Uf, estoy mojada otra vez.

-Y yo.

-¿Hacemos un 69?- preguntó Ana.

-¿Un 69?

-Jaja, Juanita, Esto es un 69.

Se subió sobre Juanita, sentándose sobre su cara. Y metió la suya entre las piernas de Juanita, que comprendió entonces el numerito. Ante ella tenía el coño de su hermana. Era...hermoso. Estaba abierto por el deseo. Estaba mojado. Cuando sintió la lengua de Ana empezar la lamerla, sacó su propia lengua y empezó a lamer también. El sabor de Ana le encantó. Distinto a la lechita de Pedro, pero también rico.  Buscó el clítoris de Ana y cuando lo encontró lo atrapó entre sus labios. Ana gemía de placer, y esos gemidos hacían vibrar su boca, aumentando el placer que le daba.

Juanita llevó sus manos a las nalgas de Ana y las acarició mientras le comía, por primera vez, el coño. Y lo que Ana le hacía en el suyo era sublime. No paraba de mover la lengua, de chuparla, de lamerla. Le metía los dedos cuando le chupaba el clítoris. Y le metía la lengua cuando lo atrapaba con los dedos.

La habitación se lleno de gemidos y de sonido de las dos lenguas al lamer aquellos dos coñitos. La primera en correrse fue Juanita, que tuvo que dejar de lamer cuando su cuerpo se tensó y fue recorrido por la corriente del orgasmo. Cuando se recuperó no pudo descansar. Tenía que hacer lo mismo por Ana. Así que volvió a meter la cara entre las piernas de su hermana y no paró de comérsela hasta que su boca y toda su cara recibieron el orgasmo de Ana.

Ahora si que las dos mujeres pudieron reposar del placer dado y recibido.

-Los chicos están a punto de llegar. Será mejor que preparemos la cena.

Mientras preparaban entre las dos la cena, se daban de vez en cuando un beso. Ana por fin, después de tantos años, se sintió liberada. Por fin se había quitado de encima el peso que la atormentaba... Por fin era completamente feliz.

CONTINUARÁ