NUNCA ES DEMASIADO TARDE (segundo capítulo)

Esta noche he soñado que mi padre me masturbaba… estoy para que me psicoanalicen.

Tuve una sensación rara por haber pillado a mi padre masturbándose. No es que me extrañase, al fin y al cabo, mi padre era uno de esos que cuando se iba de putas te lo contaba con pelos y señales. “Lo que no me hacía tu madre” solía decir después de enumerar (y fantasear) por cómo se la había follado o cómo le habían comido la polla. Claro que una cosa es que te cuente sus batallas sexuales y otra verlo en acción consigo mismo. Digo que tuve una sensación rara porque no pude dormir, me estuve toda la noche trasvelando. Continuamente venía a mi mente la imagen de su mano deslizándose sobre su miembro y, en mi duermevela, cuando me acercaba a él, para verlo con detalle, descubría que el miembro al que masturbaba era el mio.

Mi abuelo Luís Miguel nunca aprobó la relación de su hija Soledad con mi padre. “No tiene donde caerse muerto” decía de él. Nunca le gustó y nunca lo aceptó. Y a pesar de que mi abuelo intentó por todos los medios que su hija no se casara con “el Parrilla” (de una de las familias mas humildes del pueblo), a pesar de que le dijo que rompería sus relaciones y la desheredaría, a pesar de que mi abuelo no fue a la boda, a pesar de todo ello, mi madre (la Sole) se casó muy enamorada con Miguel (el Parrilla), ella creía que cuando le diera un nieto la relación con su padre volvería por sus fueros. Pero yo tardé en llegar 5 años y eso fue mucho tiempo para que mi abuelo ablandara su corazón. No sé si mi abuelo llegó a conocerme. Falleció cuando yo solo tenía 3 años. Seguramente me vió alguna vez en la calle o algo así, pero sus vecinos y otros familiares me han comentado que preguntaba mucho por mí, por como vivía, como era, a quién me parecía. Cuando se leyó su testamento, dejaba a su hija Soledad la casa en la que ahora estamos mi padre y yo, y el resto de tierras y casas que poseía ordenaba venderlas y con ello hacer un depósito bancario, el cuál me sería entregado a mí (su nieto Miguel Santos Llorca) en forma de renta mensual al cumplir los 18 años.

Y aquí estoy. Mi primera novia pensaba que al cumplir los 18 me independizaría de mis padres y viviría con ella al tener asegurados unos ingresos bastante buenos durante muchos años. Pero no lo hice. ¿Me dejó por eso? Puede ser, aunque también porque no la satisfacía sexualmente. Creo que estaba con ella para ocultar mi homosexualidad. Follé con ella dos veces, es verdad, pero yo tenía que pensar en algo excitante para poder penetrarla. Siempre con condón, no quería ninguna sorpresa. No era pasión por ella. Y esa falta de pasión unida a que hace algo mas de un año le dije que seguiría viviendo con mi padre fue el detonante para romper nuestra relación.

Es curioso. Soy gay, pero solo he follado con una mujer. Nunca he estado con ningún hombre. He vivido algunas situaciones morbosas, pero hasta ahí. Creo que por la influencia de mi padre. Un tío que se considera tan macho, tan macho y ha hecho que mi subconsciente reprima mi tendencia sexual, ocultarla y que no aflore. Y esta noche he soñado que mi padre me masturbaba… estoy para que me psicoanalicen.

Pasaban de las dos de la tarde cuando me dirigía al bar “La Fundición”, pero al aproximarme, ví a Felipe, el amigo de mi padre, que se bajaba de un coche y se dirigía al bar, de repente se dio la vuelta y le dio un beso en la boca al conductor por la ventanilla y se despidió hasta la noche. Me fijé en que el conductor del coche que arrancó era Cecilio. Cambié mis intenciones y me dirigí al “Malacate” otro bar de moda dos calles mas allá con fama de “cruising”(cancaneo) en los aseos de la planta baja.

En el “Malacate” servían algo de comer (hamburguesas y sándwiches) y, sobre todo, de beber y esnifar. No había mucha gente. Al camarero de la barra le pedí un vermú con soda y un sándwich vegetal con atún y huevo duro. Pedí que me lo sirvieran en la mesa del fondo y hasta allí me dirigí. Mientras almorzaba me fijé en una pareja que no dejaron de besarse y meterse mano dos mesas mas allá. No los conocía. Luego vi ascender por la escalera que venía de los aseos a Rosendo, el jefe del taller de mi padre, al que siempre llamaba “el imbécil” , venía guardándose la cartera en el bolsillo trasero de su vaquero y, tras él, aunque disimulando venía “El Flaco”, un conocido chapero de veintipocos años, poco fiable y bullangero. Rosendo salió del bar mientras “El flaco” pidió un cubata y se sentó en la mesa mas próxima a la escalera de bajada a los aseos.

Bajé a mear en los urinarios de la planta baja. No había nadie a la vista. En los aseos masculinos había tres urinarios con puerta, todas ellas con un boquete conocido como Glory Hole y un urinario colectivo rectangular de acero inoxidable que cubría todo un lateral de dichos aseos. Me desabroché la bragueta y empecé a mear al tiempo que “el Flaco” hace lo mismo al lado mio. El único que meaba era yo. El chapero se tocaba su miembro y hacía alarde de él. Un pene largo, delgado con manchas muy claras que supongo eran vitíligo. Después de tocarse repetidamente su polla sin que llegara a empalmarse habló:

-¿Quién eres? ¿Qué estás buscando?

- Solo estoy meando . – contesté tranquilamente.

-Mira chaval, no admito competencia ni intromisiones. Quien me busca me encuentra. Si quieres hachís, coca, pastillas…  yo soy tu hombre, si te va el mariconeo, también soy tu hombre, pero si estas aquí para sacar tajada, mas vale que te lo pienses y busques otro sitio donde poner a trabajar tu polla. – dijo “el flaco” tratando de intimidar.

- Te repito que solo estoy meando. Mira ya he terminado . Y me la sacudí ostensiblemente delante de él. No sé por qué me encontraba seguro y tranquilo, cuando la cara de “ El flaco” mostraba mas violencia e intimidación que sus palabras. Subí las escaleras y salí del “Malacate” buscando aire fresco. ¿Cómo alguien puede pagar por un tipo como éste?, pensaba mientras me alejaba del bar.

Andando sin rumbo llegué delante de los “cines Sevilla” que emitían sesiones ininterrumpidas de dos películas porno (heterosexuales) de dos de la tarde a dos de la madrugada. Entré sin saber bien por qué. La sala estaba prácticamente vacía, solo iluminada por la luz de la pantalla donde dos mujeres de explosivas tetas (una pelirroja y una morena) chupaban la enorme polla de un hombre negro que ni siquiera estaba desnudo, la tenía por fuera de la bragueta y se agarraba a un mueble para no caer de placer. Me senté en la primera butaca que ví y, al momento, un señor mayor (aparentaba mas de 50) se colocó en la butaca contigua. Iba a levantarme e irme cuando lo miré. Era Rosendo, el jefe de mi padre que había visto anteriormente en el “Malacate”. ¿Me reconoció él? No creo. No nos habíamos visto desde hace muchos años y yo había cambiado bastante. Me quedé sentado mientras una mano suya se desplazaba por mi pierna hasta llegar a mi paquete y me apretaba los genitales.

Yo mantenía mi vista fija en la pantalla, por miedo a ser reconocido, pero me daba morbo que el jefe de mi padre buscara sexo con jovencitos. Y eso que supongo que había mantenido relación con “el flaco” menos de una hora antes. Sus dedos intentaban desabrochar mi cinturón cuando habló:

-Anda chaval, ayúdame con tu ropa. Sácate la polla que lo vas a disfrutar.

Y sin decir nada ni mirarlo siquiera me desabroché cinturón y pantalones y me los bajé hasta las rodillas. Al momento se agarró a mi polla la cual tenía ya bastante dura.

-Vaya, ¡qué buena herramienta escondías! Te lo digo yo, que entiendo mucho de herramientas. –comentó Rosendo y tuve hasta que sonreir por el doble sentido de la frase.

El espacio entre butacas era grande y Rosendo lo aprovechó para agacharse a mi lado y empezar a pasar la lengua por la cabeza de mi nabo.

-¡Joder! ¡qué delicia!¡Qué rica esta gotita de leche que tienes aquí! Aguanta en correrte chaval que quiero disfrutar con esta tranca que tienes. –Fue, mas o menos, su siguiente comentario.

Y no habló mucho mas, porque tuvo su boca bien ocupada. Pasaba la lengua por el tronco y engullía la cabeza de mi cipote haciendo un sonido que, a mi, me parecía que se oía en todo el cine. Yo estaba abierto de piernas y con el culo levantado disfrutando de la mamada que estaba recibiendo. Alguien se acercó y Rosendo lo intento ahuyentar con las manos. Como no se movía, y estaba de pie en el pasillo mirándonos y meneándose su flácido pito, Rosendo volvió a insintir:

-Viejo chocho, lárgate. Vete a chupársela al gorila del zoo. Vamos, déjanos en paz. No me estropees la tarde o no sales de aquí con un hueso sano.

El señor mirón se largó tres o cuatro pasos mas atrás, aunque seguía de pie en el pasillo pendiente de la mamada que Rosendo me estaba dando. Mientras me comía la polla se estaba pajeando agachado, pues solo su boca recorría mi nabo, con una mano se agarraba a la butaca y con la otra se pajeaba su pene que no llegué a ver. Como sentí que la corrida estaba al llegar le toqué la cabeza dos o tres veces.

-¿Ya te corres? Venga, échala toda, no pienso desperdiciar nada.

Y dos o tres gemidos mios anunciaron la explosión de leche en la boca de Rosendo. Tuvo que abrirla mientras yo descargaba tres o cuatro trallazos mas. A Rosendo le resbalaba mi semen por la comisura de sus labios cuando noté que él también se corría. Aproveché este momento para levantarme, subirme los pantalones e irme precipitadamente.

Al salir a la puerta de la calle miré que no hubiera nadie pasando y empecé a correr. No paré hasta llegar cerca del hospital de la Asunción. Estaba cerca de casa pero no quería ir todavía, así que me quedé en los jardines del hospital hasta que empezó a anochecer. Miré mi móvil. Varios wasap de grupos, dos mensajes de Lorenzo, otro de mi madre y nada más. Me extrañó que no me hubiera llamado mi padre en todo el día. Creo que era la primera vez que eso pasaba.

Eran cerca de las nueve de la noche cuando me dirigí a mi casa. Al abrir la puerta noté un olor a quemado, no de fuego, sino de comida. En la cocina, un fogón encendido y una olla puesta en él. Era la sopa que se había evaporado todo el caldo y los fideos se requemaban en el fondo. Apagué el fuego y metí la olla en el fregadero mientras abría el grifo de agua.

-Papá, papá, ¿dónde estás? ¿Es que no hueles? – grité

Como nadie contestó me dirigí al salón donde una lámpara daba luz. Nadie. Después miré en la habitación de mi padre, olía a alcohol y allí estaba sentado en la cama, medio doblado sobre ella, y una botella de aguardiente vacía en el suelo.

- Papá, papá, ¿te ocurre algo? ¿cómo estás? –dije preocupado.

-¿Eres tú gilipollas? ¿Todavía no te has ido de casa? Vete a mamarla con tu madre y su novio y déjame en paz . –fue su respuesta.

- Anda dime, espabila, ¿qué ha pasado? ¿el trabajo? ¿Te han echado? – seguía yo intentando saber qué le había llevado a esa situación extrema.

- Ya no funciono, Miguelito, ya no soy un hombre –respondió.

-¿Pero qué estás diciendo? No te entiendo –respondí preocupado.

- Que no se me empina, mamón, eso es lo que me pasa . - dijo medio llorando. He ido de putas esta tarde y nada, por mucho que la puta rumana se empeñó en tocar y chupar, no se me puso dura. Dijo que no me preocupara, que algunas veces pasa. Le pagué el doble para que no dijera nada. Pero no es la primera vez, hijo, algo en mi hombría no funciona ya.

-Bueno, quizás sea el exceso de alcohol que tomas. Hay médicos papá. Todo tiene solución. Anda, un baño y dormir te hará bien. Mañana lo verás todo de otro modo. –intentaba yo calmarlo.

Y al intentar levantarlo vomitó. Salpicó su cama y sus pantalones y algo también me tocó a mí.

-Vamos, ayúdame, pon de tu parte, vamos al baño, estás de pena, papá. –dije casi a gritos, ya no intentaba calmarlo, sino achucharlo con mis palabras. Pero era como llevar un zombi, sin iniciativa ni sentido de donde iba ni qué debía hacer.

En el cuarto de baño puse el tapón a la bañera y abrí el grifo de agua caliente. No le pregunté, sino que empecé a quitarle la ropa. Olía a vómitos y alcohol.

-Déjame, ¿qué quieres maricón? ¿violarme? – refunfuñó.

-Si, no estaría mal que te diera yo alguna vez por culo en vez de darme siempre tú a mi. –Vamos, colabora, desnúdate y métete en la bañera.

Pero no respondía con acciones. Cuando le bajé el pantalón y los calzoncillos al mismo tiempo, apareció una polla larga y delgada pegada a dos huevos colgones con una mata de pelo negro abundante en el pubis y entre las ingles.. Lo difícil fue quitarle las botas y sacarle el pantalón por las piernas, pero, al final, estaba sumergido en la bañera, medio llorando, medio adormilado. Desnudo parecía mas delgado. Dobló sus piernas y se sumergió hasta la garganta. Su larga polla flotaba y parecía que la tenía tiesa, pero era el efecto del agua.

Lo dejé, con miedo no se ahogara y fui a la habitación. Retiré toda la ropa de la cama, llevé toda la ropa al trastero donde estaba la lavadora y allí mismo me desnudé yo quedándome en calzoncillos. Mañana lavaría todo. Cogí la fregona y un ambientador y volví a su habitación pasando por el baño para ver que “seguía vivo” y limpié concienzudamente. Luego volví al baño, seguía sumergido. Volví a abrir el grifo de agua caliente porque el agua había perdido temperatura. Y me dispuse a enjabonarlo.

-Miguel, hijo, déjame, déjame, no sirvo para nada, anda, vete a tocarle los huevos a tu amigo Lorenzo, ¡vete de aquí! –murmuraba con los ojos cerrados.

No tuve que decirle cierra los ojos cuando disparé el chorro de gel sobre su cabeza. Cogí una esponja que vi en la repisa y empecé a lavarlo concienzudamente, cabeza, hombros, espalda y pecho no fue muy complicado. Las piernas, solo tenía que levantárselas para pasarle la esponja con gel, cada vez que lo hacía, su pene bailaba entre la espuma sobre el agua de la bañera. Tenía el prepucio totalmente cubierto de piel. Intenté que se agachara o levantara para lavarle los muslos, culo, vientre y genitales, pero fue inútil, pesaba demasiado y no hacía el mínimo gesto por ayudar. Casi resbalo y tuve que meter una de las piernas en la bañera para no caer. A estas alturas yo estaba también bastante mojado.

Antes de quitarle el tapón y vaciar la bañera intenté nuevamente que se levantara para que no cogiera frio. ¡Eureka! ¡Los hados se aliaron para que se pusiera en pie! Iba a cubrirlo con una toalla por los hombros cuando habló:

-¡No puedo aguantar más! ¡Me meooooo!

-¡Hijoputa!¡cabrón! –le grité sin poderme aguantar. Estaba de pie y ni se había molestado en mear hacia abajo, el chorro de orina me llegó directamente al pecho y al vientre.

-¡Papá, échate el pellejo para atrás y dirige el chorro a la bañera ! – le grité. Nada, ni se inmutó. Estaba agarrado al soporte de la ducha para mantenerse en pie y siguió meando. Su potente chorro regaba ahora la alfombrilla junto a la bañera. Fue instintivo. Dirigí mi mano a su nabo y le retiré el pellejo para atrás al tiempo que dirigía su polla hacia abajo. Tenía un prepucio rosita y cabezón. Fue una larga meada y en ningún momento le solté el nabo. Es más, poco a poco fui cerrando mi mano en torno a su tronco. Aunque estaba floja, sentí que latía, que tenía vida propia. Cuando terminó no se la sacudí. Permanecí un rato mas con su polla agarrada hasta que noté que puso una mano sobre mi hombro y se apoyó en él.

Fuera de la bañera, lo sequé lo mejor que pude y descalzo y desnudo tal como estaba lo llevé hasta mi habitación y lo metí en mi cama. Al taparlo lo escuché hablar casi en un susurro:

-La puta rumana es que no sabía chuparla. El Cecilio sí que tiene que chuparla bien. Con el Cecilio se me pondrá dura como hizo con El Feli. La próxima vez voy a ir con el Cecilio. Que me chupe y se me ponga dura para follarle todo el coño a la rumana. La muy puta no sabía, eso es lo que pasó, que ella no sabía………..

Lo dejé y fui a ducharme, pero antes limpié bien la cocina y el suelo del baño. Estando bajo el agua caliente de la ducha tuve una potente erección. Ya no se me bajó y, desnudo, con una toalla sobre los hombros, me dirigí a mi habitación totalmente empalmado.

FIN del segundo capítulo