NUNCA ES DEMASIADO TARDE (quinto capítulo)

Mientras intentaba dormir no paraba de pensar en lo que habíamos hecho. Sexo, mi padre y yo habíamos tenido sexo, si no completo, sí bastante sexo.

Y el orgasmo llegó.

Y no por anunciado dejó de sorprender a mi padre y a mí mismo. Al primer trallazo de semen, mi padre se incorporó para no perderse detalle de la corrida del “maricón de su hijo”. Su mano seguía apretándome fuertemente la polla, aunque ahora dejó de moverla, la mantuvo en la posición en la cual el glande estaba totalmente descapullado y mi semen no tenía obstáculos para no salir libremente. Ya digo que el primer chorro me sorprendió, no sé dónde fue a parar. A mi vientre supongo, o a la cama, qué se yo. Pero los dos siguientes fueron a la cara de mi padre que se había acercado demasiado a mi nabo, como si fuera a recoger mis mecos con su boca.

-¡Joputa el niño! ¡Qué chorros de leche me estoy mamando! ¡La mierda puta, casi me deja ciego el cabrón! –soltaba improperios mi padre mientras con la otra mano trataba de limpiarse el semen de su cara.

Los últimos estertores de mi corrida dejaron bien pringada la mano pajera de mi padre y todo el pubis y parte de los muslos de mi cuerpo. Yo estaba agotado, había tenido una corrida de las que te deja muerto unos minutos.

-Cabrón, ¿cómo esos huevecitos tenían tanta leche? Menuda corrida te has tirado maricón, no esperaba yo que fueras tan machito para estas cosas. –seguía diciendo mi padre. Y pasaba suavemente su mano por mi polla todavía dura y mi vientre esparciendo el semen por mi cuerpo como si fuera una crema.

Lo miré y me sonreí. Él se tumbó boca arriba. Me fijé en que su erección, que había empezado a tener un buen tamaño anteriormente, se había desvanecido y ahora su largo pene dormía a lo largo de su vientre, pegado a su vientre, como si el que se hubiera corrido fuera él. Me incorporé y le volví a agarrar la polla, levantándosela para abarcar todo el tronco con mi mano.

-Déjalo, comeculo, ya no creo que se vuelva a animar. Hace tiempo que no empalmo como antes, no se me llega a poner dura del todo y enseguida se pone floja. –dijo.

Pero seguí meneándosela un poco mas, efectivamente apenas noté dureza. Entonces lo hice. Creo que no lo esperaba. Me doblé sobre su vientre y le besé la polla, luego lo descapullé, le pasé la lengua y me metí todo el capullo en mi boca, lo chupé y lo ensalivé bien mientras él empezó a gemir, no lograba enterarme de lo que decía, pero le estaba gustando y empecé a notar como aumentaba de grosor en mi boca al punto que tuve que sacarla porque me dolía tener la mandíbula tan abierta.

Y entonces empecé a chupársela como me lo habían hecho a mí y cómo había visto muchas veces en películas. Intentaba tragar todo lo que podía hasta que me daban arcadas y tenía que sacármela tosiendo. Y cada vez la tragaba mas adentro y durante mas tiempo, porque una mano suya me apretaba ahora la cabeza y me marcaba el ritmo de la mamada. Aunque su polla, totalmente erecta, era muy grande para tragármela entera.

-Jodér, mamonazo, ¡qué gusto me estás dando! Anda puto, sigue, sigue, ¡hasta que te ahogue con mi lefa! Chupa, cabrón –decía al tiempo que movía su pelvis y me apretaba con sus manos sobre su miembro chorreante.

Yo estaba deseando que terminara, en un principio lo gozaba, pero ahora me dolían las mandíbulas y en mi cara se pegaba la saliva mezclada con el precum de mi padre, aceleré el ritmo para que terminara cuanto antes.

-Miguelillo, hijo, chupa, chupa mas, abre, abre bien la boca, que me viene, que me viene, joder, que me corro –anunció.

Y sentí como se me llenaba la boca de un líquido pastoso y tibio, y tuve que escupir y soltar su polla para no ahogarme. Lo más gordo de la corrida me lo había echado en la boca, el resto del semen fue a su pubis y resbalaba por su nabo mientras aflojaba la presión sobre mí y se dejaba llevar por la flojera que tenía extendiendo sus brazos sobre la cama y abriendo sus piernas con el nabo todavía tieso con alguna gota de semen en su agujerito.

-Miguelito, hijo, te has portado como un hombre. Gracias, cabronazo.Te has apiadado de tu padre y me has comido el nabo para que me sintiera hombre todavía. Te quiero hijo, aunque seas maricón. Después de todo, ser maricón no es tan malo. Ni es una enfermedad y, si te gusta, pues…

-Papá déjalo ya, deja tu razonamiento filosófico para otro momento. Ahora aquí, los dos despatarrados, con los huevos vacios y oliendo por todos lados a lefa, no es para filosofar. –le interrumpí.

-Bueno comepollas, tampoco hay que ser tan estúpido. Estaba intentando decirte algo agradable, y te he hecho una buena paja, y eso que yo no soy un sarasa como tú. – dijo y yo me callé.

Mientras intentaba dormir no paraba de pensar en lo que habíamos hecho. Por un lado estaba contento por tener esta intimidad y desinhibición con mi padre. Siempre lo había visto como un macho inalcanzable y ahora habíamos tenido sexo, si no completo, bastante sexo. Le había manoseado y tocado su polla y huevos y se la había chupado hasta venirse en mi boca. Además, mi padre me había tocado mi polla y me había hecho una paja. No podía creer lo que había pasado y no sabía si esto nos iba a unir mas o, a la luz del día, nos iba a separar definitivamente.

Ahora solo podía dejar pasar las horas, intentar dormir y pensar en otra cosa. Mi padre ya estaba roncando a mi lado. Su polla volvía a estar floja. Agarré la sábana y la subí hasta taparnos los dos. Antes puse el reloj que sonara a las 8.

Las clases de la mañana se me hicieron eternas. Antes del mediodía una llamada de mi madre me pidió que fuera a almorzar con ella, quería hablarme de algo importante.

Durante el almuerzo, a mi madre le costó sacar el tema, Ricardo no estaba, no sé si se había querido quitar de en medio o es que, realmente, estaba ocupado.

-Mira Miguel, las cosas en la Gestoría no van bien, llevamos varios meses en números rojos y ya no podemos aguantar más, la única alternativa que tenemos para pagar deudas e intentar salir a flote es vender la casa que me dejó mi padre –esto dijo mi madre todo seguido como si se lo hubiera aprendido de memoria.

-¿La casa donde vivimos papá y yo? ¿la quieres vender? –pregunté incrédulo.

-No es que la quiera, es que necesito venderla, y… bueno, ya tengo un comprador que quiere instalarse allí cuanto antes. –fue el siguiente comentario de mi madre.

-Pero… ¿y dónde viviríamos nosotros? –seguí preguntando.

-Bueno, tú te puedes venir a vivir a esta casa, con Ricardo y conmigo, claro, hasta que termines tus estudios. Es lo que tenías que haber hecho ya, no creo que tu padre sea buen ejemplo para ti ni te tenga bien cuidado. –dijo.

-¿Y papá? ¿Qué va a ser de él? –interrogué

-Han pasado ya mas de dos años desde que nos separamos, creo que ya habría podido buscar un sitio para vivir, él sabe que la casa no es suya, yo llevo pagando los impuestos y nunca le he pedido nada, pero ya está bien, ya es hora de que afronte la realidad, puede vivir bien de su sueldo, si no lo gastara todo en alcohol y putas. Bueno, lo siento, no quería hablar mal de tu padre, él sabrá cómo tiene que vivir su vida, pero lo hecho, hecho está. En una semana tenéis que abandonar la casa, ayúdale a buscar algo en alquiler y luego te traes todas tus cosas y te vienes a vivir con nosotros. –razonó mi madre.

No quise discutir con ella. Salí de casa preocupado y sin saber qué le iba a decir a mi padre. En el entrenamiento estuve despistado y el entrenador me mandó pronto a la ducha. Cuando iba a salir, apareció Ramiro. Venía con el mono puesto y traía su propia bolsa con toalla y ropa. No le dije nada. Preguntó por los demás pues se extrañó de encontrarme solo, pero no creo que escuchara mi respuesta pues se desnudó rápidamente y se fue hacia las duchas. Lo esperé sentado en el banco de vestuarios, volvió secándose con la toalla y con la polla empalmada, sin que tuviera apuros por mostrarla.

-Es que esta vez no me he pajeado –dijo para explicar su erección.

Se puso el pantalón sin calzoncillos y se peinó con las manos. Enseguida me dijo que nos íbamos. Cuando salíamos, el resto del equipo entraba en las duchas.

Si esta vez Ramiro quiso sentir mi polla en su culo, no tuvo suerte. Yo seguía distraído y melancólico. No tuve que ser un buen compañero de juerga, a pesar que Ramiro me echaba el brazo por los hombros y me animaba continuamente, me dijo que mejor me dejaba en casa y que ya me recogería otro día para salir.

No había nadie en casa. Me pasé por todas las dependencias recreándome en cada rincón de la casa. Había vivido allí 20 años y ahora debería abandonarla. No es que fuera gran cosa, pero era amplia, soleada y bien situada. Es verdad que hacía mas de dos años que no se le hacía ningún arreglo ni pintura, pero se notaba que era una buena casa. Mi madre la habrá vendido por una buena cantidad.

Sentí llegar a mi padre. Eran las diez. Venía bebido. Dijo que había estado con Felipe y Cecilio, que quién lo iba a pensar de los dos, que resulta que son novios, y que no sabe quién folla a quien, pero que están los dos muy contentos con el culo jodío. No era momento ni estaba él en disposición de que le contara la conversación con mi madre. Le puse la cena, apenas comió y se levantó dos veces para orinar. Dijo que se iba a la cama.

Puse la tele, encendí el ordenador, pensé en chatear con Lorenzo, pero nada me apetecía, así que decidí irme a la cama y esperar al nuevo día para ver qué se me ocurría. Al pasar por la habitación de mi padre, estaba tumbado boca abajo en la cama, vestido, con la puerta abierta. Entré, creí que se había dormido así, pero no, era la borrachera que traía. Empecé a desnudarlo y él se espabiló un poco y me ayudó.

-¡Joder con los mamones de Felipe y Cecilio! ¿Tú qué crees Miguelito, que los dos se dan por el culo o solo uno al otro? Felipe a Cecilio seguro que se lo ha follado, pero Cecilio a Felipe, no sé, ¿a ti qué te parece? – hablaba sin esperar respuesta.

- Ni lo sé ni me importa, que se metan por el culo lo que quieran, ¡y a ti te la voy a meter yo por la boca como no controles la bebida! – dije resignado.

Ya estaba desnudo cuando lo ayudé a entrar en la cama. Iba a salir cuando lo escucho balbucear…

-Quédate conmigo Miguelillo, no seas puto y duerme aquí conmigo.

Iba a cerrar la puerta y dirigirme a mi habitación cuando lo miré. Los ojos cerrados y la boca entreabierta. Pensé que, con tanto alcohol dormiría de un tirón; pero algo me impulsó a permanecer allí. Me desnudé, puse el despertador del móvil y me metí en la cama junto a él. Al entrar se movió y se puso de lado, de espalda a mí. Me acerqué y pegué mi cuerpo al suyo.

-Miguelito, ¿tú crees que te vuelves maricón si te dan por el culo? Quiero decir que si te violan, sin tú quererlo…¿ya eres maricón para siempre? –preguntó, y yo que creía que estaba durmiendo.

-Pues no sé papá, creo que si te follan y te gusta, entonces no es que te vuelvas maricón, es que has sido maricón siempre. –le dije al oído. Y acerqué mi polla, que había empezado a crecer, a su culo. No se retiró, al contrario, noté como movió y acomodó su culo para que mi polla se le pegara a su raja.

-Es que el cabrón del Felipe ha estado toda la tarde insinuándose, creo que, además de tirarse al Cecilio, le gustaría también metérmela bien adentro. –dijo mi padre y, realmente, creo que se había espabilado un poco, no parecía tan borracho.

-¿Y cómo sabes que quiere tener sexo contigo? ¿Te lo ha dicho? –pregunté por seguir el juego. Yo estaba ya, lentamente, moviendo mis caderas y la cabeza de mi polla se refregaba por su raja, todavía sin perforar el ojete.

-Bueno no, pero se puso a mi lado a mear y la tenía bien gorda, y dura el cabrón. Ni siquiera creo que meó, tan solo se la sacudió para que yo se la viera. Y además, que el muy hijoputa, cuando veía la oportunidad se refregaba por mi culo para que yo notara la dureza que tenía entre sus patas. –decía

-Pues parece bastante claro que quiere follarte. ¿Qué vas a hacer? ¿Vas a dejar que tu amigo Felipe te taladre el orto? –dije al tiempo que apreté mi polla contra su ojete. Dio un respingo. A pesar del precum de mi polla, estaba muy seco para que se le dilatara el ojete.

-Es que… ¡nunca me han dado por detrás! – dijo como disculpa.

-Bueno, nunca es demasiado tarde. Y en ese momento escupí sobre mi mano y la llevé a su culo, le refregué toda la saliva por su orto y, con facilidad, le introduje un dedo.

-¿Sigo papá?

FIN del capítulo 5