NUNCA ES DEMASIADO TARDE (primer capítulo)

Claro que sabía por qué aguanto a mi padre. Porque lo quería. Porque a punto de cumplir 49 años tan solo me tenía a mí y a un par de amigos con los que se emborrachaba y, alguna vez, se iba de putas.

De pronto suena Van Morrison cantando Brown Eyed Girl . Esta vieja canción de los años 60 es la que nos interrumpió a Lorenzo y a mí cuando llevábamos cerca de una hora preparando el examen de “Fundamentos de programación”, una de las asignaturas de primero de telecomunicaciones. Era el sonido que tenía para recibir llamadas en mi Smartphone.

-¿No lo vas a coger? –dijo Lorenzo.

- Será el pesado de mi padre . –Contesté. Luego le llamo, vamos a intentar terminar de repasar el examen.

Pero fue imposible, los acordes de esta vieja canción volvían a sonar a los dos minutos, y nuevamente otros dos o tres minutos después.

- Mejor vamos a dejarlo ya . –dijo Lorenzo.

Y al acercar el móvil a mi oreja, escuché los exabruptos familiares de mi padre:

-¡Niño! ¡Deja ya de meneártela y ven pronto, que la cena está encima de la mesa!

-¡Pero qué burro eres papá! Estoy con Lorenzo repasando para el examen del martes.

- Eso dices siempre, seguro que os la estáis cascando el uno al otro. Anda cabroncete córrete ya y vente a cenar, que nunca tienes prisa, ¡cómo se nota que tú no empiezas a trabajar a las 7 de la mañana!

- Ya voy, agonía, no sé cómo te aguanto. – le dije antes de colgar.

Y empecé a recoger todos mis apuntes y tras despedirme de Lorenzo enfilé hacia mi casa, agradeciendo el frescor de la noche y que me quedara un largo paseo hasta casa para ir dejándome llevar por mis pensamientos.

Claro que sabía por qué aguanto a mi padre. Porque lo quería. Porque a punto de cumplir 49 años tan solo me tenía a mí y a un par de amigos con los que se emborrachaba y, alguna vez, se iba de putas. Y el caso es que muchas veces me avergonzaba de él, de su desidia y apatía por vivir, de su vocabulario, lleno de tacos y palabas soeces, de su estilo de vida y de no saber enfrentarse a los sinsabores que la vida le había dado.

Lo recuerdo siendo un niño siempre tarareando Brown Eyed Girl , e inventándose la letra que cantaba porque no tenía ni puta idea de inglés. Por eso puse este tono en mi móvil, para acordarme de esa época en la cual creo que éramos felices. Luego, hace algo más de dos años, cuando yo tenía 18, mi madre lo dejó por su jefe, un contable que tenía una correduría de seguros donde ella trabajaba. Cuando le pregunté a mi madre por qué lo dejaba me contestó:

– Son muchas cosas, Miguelito. He aguantado por ti, pero ya eres mayor y debes entenderlo, habrás notado que no hay amor entre nosotros, tan solo nos soportamos. Y no pregunté nada más, con mi padre intenté hablar del tema alguna vez, pero siempre me mandaba “a tomar por culo”. Y el caso es que cuando mi madre me pidió que me fuera a vivir con ella, le dije que no, que prefería quedarme en esta vieja casa con mi padre. Yo sé que él se alegró, aunque nunca me lo ha confesado, pero noto que necesita y agradece mi presencia, le gusta que cenemos juntos, no cada uno por su lado, y entra en mi habitación con cualquier excusa para saber que sigo aquí y que no lo he dejado yo también.

Anoche estuve cenando con mi madre y Ricardo, su pareja, como volví tarde, estaba ya mi padre acostado y procuré no hacer ruido. Apenas acababa de desnudarme y meterme en la cama cuando se abrió la puerta de mi habitación.

-¡Ah, eres tú!. He escuchado ruido y como no estabas he venido a ver qué podía pasar. - dijo como excusa.

-¿Y a quién esperabas encontrar? – le contesté por seguirle el juego.

- ¡Coño Miguel, no me la mames!, es solo que me preocupo por ti. –dijo mi padre.

-Ya soy mayor, papá, tengo 19 años, estoy en la universidad, e incluso soy independiente económicamente de ti gracias a la renta mensual que me dejó mi abuelo Luís Miguel. Creo que deberías confiar más en mi e intentar vivir ahora tu vida sin preocupaciones, debes salir más, intenta conocer alguna mujer, viaja o busca algo que te guste hacer en tus horas libres.

-¡Qué cabrón eres! ¡cómo sabes darme por culo! Te pareces a tu madre. Mira mamón, mientras vivas conmigo las reglas las pongo yo y déjame vivir como quiera.

Y me quedé mirándole. Estaba apoyado en el quicio de la puerta. Tan solo llevaba puestos unos calzoncillos viejos de cuadritos que le estaban anchos y una camiseta mas vieja aún, de tirantas, con varios agujeros, que en su día había sido blanca. Estaba sin afeitar, presentaba dos grandes entradas en su cabello, que ya empezaba a canear, sobre todo por las sienes y las patillas. Y hablando de patillas, miré sus piernas y me pareció mas delgado todavía, como si hiciera mucho tiempo que no lo veía. Sus piernas tenían pocos vellos, al contrario que sus antebrazos, pero eran fibradas y fuertes. El amplio calzoncillo no dejaba adivinar como eran sus genitales. Alguna vez, siendo yo un crio, lo había visto desnudo e, incluso, le había agarrado su pito jugando, pero tenía una vaga idea de cómo era su pene, aunque me llamó mucho la atención la cantidad de vello que entonces tenía en su pubis. No recuerdo que nunca hubiera hecho deporte o se cuidara, pero estaba delgado y sano y, en este momento, miraba hacia todos lados esperando algo. Como no dije nada, al rato volvió a hablar:

- Bueno, soplapollas, ahí te quedas con tu independencia y vida glamurosa.

Empecé a reirme y le dije:

- Espera pelmazo , ven, que te voy a contar la cena con mamá y Ricardo.

- Sí, cuéntame cómo le va con el hijoputa de Ricardín. ¿Han operado ya de fimosis el micropene del maricón de su novio?

- Por Dios, papá, con lo educado que es Ricardo. Si te oyera ¿qué iba a decir?

- No diría nada, en cuanto abriera la boca le iba a meter mi polla en la boca y no iba a poder decir ni media palabra. Aunque no creo que le cupiera.

Y diciendo esto se acercó, retiró la sábana y se metió conmigo en la cama. Al momento noté su calor, pues se arrimó a mí y nuestras piernas y cuerpos se rozaron.

- Estás helado, Miguelín, ¡cómo se te ocurre meterte desnudo en la cama con el frio que hace esta noche!

- No estoy desnudo, estoy como tú, en calzoncillos, y el frio lo tienes tú, anda pégate a mí y cúbrete con la colcha.

Y pasó un brazo sobre mi pecho apoyando su mano sobre mi pezón derecho y arrimó su pecho y vientre a mi costado mientras enredaba sus piernas con las mias. Así estuvimos hablando hasta que el sueño nos venció. Cuando mi móvil sonó a las ocho, estaba solo en la cama. Me levanté, duché, tomé un leve desayuno y me fui hacia la Uni. Me daba la impresión de que no me acordaba mucho de lo que había estudiado para el examen y de que había dormido muy poco.

La mañana fue mejor de lo que me esperaba. Hice un buen ejercicio y no tengo dudas de haber superado con nota el examen. A mediodía fui a comer a casa de mi madre porque luego, por la tarde, tenía entrenamiento de balonmano y estaba muy cerca de su casa el polideportivo donde entrenaba.

La casa de mi madre es todo lo contrario a la de mi padre, ordenada, pulcra, muebles imitando a los de otras épocas, mucha alfombra, cuadros, jarrones, demasiados muebles, todo muy decorado, todo allí parece controlado y nada fuera de lugar, pero a mí me parece una casa sin vida, de esas que están para ser fotografiadas en revistas de estilo, pero que parece que nadie usa esas vajillas, ni se ha dormido una siesta apoyado en la colección de cojines del enorme sofá-lounge, ni, mucho menos, han follado en un arrebato sexual encima de esas alfombras persas o turcas, sin preocuparse porque el semen de él o los fluidos de ella manchen la alfombra. En fin, mi madre parece feliz allí, al menos lo aparenta, pero yo prefiero el desorden de la casa paterna (aunque tampoco tanto, está visto que ni tanto ni tan calvo, como dice el refrán).

Tres veces me llamó mi padre esa tarde. ¿Me preguntó cómo me había ido el examen? No. Me habló del “ imbécil” de su jefe, del “gilipollas” que trabaja en la gasolinera y del “caraculo” de su amigo Cecilio que se ha vuelto a comprar otro coche y él no sabe de dónde saca tanto dinero para llevar ese tren de vida.

Esa noche tenía yo puesta la mesa cuando entró con su amigo Felipe, uno tan raro y solitario como él. Cenamos los tres. Luego de recoger la mesa encendí mi portátil y me puse a repasar y pasar a limpio los apuntes del día. Felipe y mi padre se sentaron en dos viejas mecedoras cerca de la ventana.

- Bueno, ¿qué era eso que querías contarme? – le dijo mi padre mientras servía dos whiskies.

Felipe hizo un gesto con la cabeza señalándome, del cual me di cuenta, aunque yo estaba sentado lateralmente a él.

- Bah, por Miguelito no te preocupes. Él con su ordenador no se entera de nada. Nos podemos dar por el culo el uno al otro que ni se daría cuenta. –dijo mi padre.

- Pues de eso se trata –dijo Felipe. Y en este momento toda mi atención se centró en su conversación aunque no despegaba mi vista de la pantalla y, de vez en cuando, hacía como que escribía algo.

- Mira Parrilla (apodo de mi padre), me encontré por la tarde con el Cecilio y me invitó a unas cervezas. Estaba rarillo. Demasiado contento y amable. Cuando me iba a ir, me entretuvo y me dijo que había pensado ir al Bahía (club de alterne, con putas que cambiaban cada tres o cuatro meses, la mayoría del este de Europa), que si lo acompañaba.

-¿El cabrón ese de putas? ¡Pero si es maricón! Será para que se la clave hasta los huevos el guarda de seguridad del Bahía. –dijo mi padre.

- Pues si es maricón es un maricón forrado. Me dijo que me invitaba, que no tenía que pagar nada y tras un momento de duda, acepté – dijo Felipe

- Coño, el mamón del Cecilio, y a mí solo me suelta un cigarrillo de vez en cuando. Eso sí, cuando tiene problemas con el coche bien que va a mi taller, y se ha mamado ya mas de un whisky en mi casa. –comentario de mi padre.

- Bueno, te sigo contando. Estuvimos en la barra, dos, cuatro cubatas, luego otro para una putilla ucraniana que estaba siliconada, pero tenía un buen culo y se dejaba sobar. Llegó un momento en que el Cecilio me dijo que subiéramos a un apartado, que Tania nos iba a hacer un dos por uno o algo así, vamos que la íbamos a follar los dos. Yo me paré en la puerta para que él se liara con la puta primero, pero me dijo que pasara, que quería a los dos a la vez.

- Cooooño ¡parece una peli porno!. ¿Los dos follando a la vez a la misma tía? – interrumpió mi padre.

- No veas Parrilla, el Cecilio se despelotó y ya estaba empalmado, así que la putilla empezó a chuparle su polla. Cecilio me indicó que me acercara y me uniera a los dos. Me desnudé y, aunque todavía la tenía floja, la acerqué a la boca de la chica y ésta empezó a alternar las dos pollas, ahora chupo una, luego la otra, nos la tenía agarradas y hubo un momento en que empezó a chocarlas entre sí. Ahí sí que se me puso dura mi polla. Luego intentaba chuparlas las dos a la vez, mi polla se rozaba con la del Cecilio y nos chupaba los dos capullos a la vez. Aunque la del Ceci es mas grande, la mía estaba mas dura, joder, yo estaba que taladraba a quien fuera.

De refilón veía como mi padre se refregaba su polla por encima del pantalón con movimientos lentos de su mano. El relato lo estaba calentando. A Felipe no podía verlo por la posición que tenía. Confieso que yo también estaba… bueno, lo que se dice palote. Me tuve que recolocar mi nabo porque empalmado me molestaba con la posición que tenía sentado. Felipe seguía contando su supermamada con bastantes detalles y mi padre lo acompañaba con una retahíla de palabras y expresiones de su estilo literario.

-Pero, ¿te la follaste o te corriste con la mamada?¿qué pasó? – escuché decir a mi padre.

- A eso voy, Cecilio me dijo que me tumbara en la cama, y la putilla se echó encima mia. Ella misma se la metió por el coño. Sabía moverse la muy puta, incluso me dijo en español que la tenía muy grande. Eso es todo lo que habrá aprendido de nuestro idioma. Bueno también, “me gusta, me gusta” y “fóllame”, que no paraba de decirlo además de jadear. –seguía contando Felipe

-¿Y qué hacía mientras el Cecilio? ¿miraba? ¿se la metía por el culo? -preguntó mi padre.

- Pues aquí es donde yo quería llegar. Una de las veces que se salió mi polla de su chocho, siento que me la chupan un poco y luego me la agarran para volverla a meter en el coño de la chica.

- ¿Cecilio? ¿Te la chupó? – decía asombrado mi padre, aunque mas de una vez lo había yo oído referirse a su amigo Cecilio como maricón.

- Pues yo tenía mis dudas, por un momento pensé que había entrado otra chica más. Pero como se repitió muchas mas veces, ya no me cupo la menor duda. Cecilio estaba agachado tras nosotros y me chupaba el nabo cada vez que salía del coño de la ucraniana.

- Joder Felipe. No esperaba esto. ¿No le dijiste nada? ¿Te dejaste chupar o no podías evitarlo? – exclamó y preguntó mi padre.

- Qué quieres que te diga Parrilla. Yo estaba caliente como hace mucho tiempo que no estaba. Estaba follando y me la estaban mamando también. Y todo gratis. Así que cuando la chica se alejó de mi y vi al Cecilio tragándose mi polla, no dije nada. Me miró a los ojos y volvió a tragarse mi cipote hasta la garganta.

- ¿Y te corriste o le diste luego por el culo? –una pregunta de mi padre muy inteligente.

- No hombre, por el culo no. Cecilio me ayudó a levantarme y nos acercamos a la chica mientras nos pajeábamos, vamos, quiero decir que cada uno la suya. Y nos corrimos en las tetas de la putilla. Yo apunté a la cara, pero casi toda mi corrida se quedó en las tetas operadas que tenía, igual que la corrida de Cecilio.

A estas alturas yo había visto a mi padre servir el tercer whisky, ya sin hielo ni agua. Mientras Felipe le comentaba que se vistieron rápidamente, sin decir nada, que Cecilio le dio a la chica cuatro billetes de cincuenta y que salieron rápido del Club sin apenas decirse nada salvo adiós.

Aunque me hubiera gustado seguir escuchando, consideré que ya era suficiente, así que, en mitad de la conversación, para dar la imagen de no estar interesado en la conversación ni haber escuchado nada, me levanté, apagué el portátil, di las buenas noches y me dirigí hacia el baño del pasillo, cerca de mi habitación. Al levantarme noté que seguía empalmado y, por eso, me costó mucho orinar.

No habían pasado ni dos horas cuando algo me despertó. Observé que venía luz del salón, deduje que mi padre y Felipe seguían con sus historias. Pero no era normal que mi padre se acostase tan tarde teniendo que trabajar mañana, así que me asomé al pasillo y, desde lejos, reconocí la silueta de mi padre sentado en su vieja mecedora, estaba solo y de espaldas a mí. Pero el ruido que había escuchado antes eran jadeos, distinguí sus pantalones y calzoncillos enredados en los tobillos y el movimiento de su mano derecha y la posición de su cuerpo no dejaban lugar a dudas. Se estaba masturbando.

FIN del primer capítulo