Nuevos vecinos y cámara espía (4)

Además de mirar...hablo con ella.

Como de costumbre Inés va al dormitorio a hacer la cama antes de vestirse y salir de casa.

Con la luz del día la cámara capta unas imágenes estupendas. La veo desplazarse a un lado y otro del lecho, inclinarse y estirarse, unas veces de frente y otras de costado.

Las domingas las lleva sueltas y su bamboleo debajo del camisón es muy sugerente. Después de colocar la colcha muy bien estirada y alineada, Inés se quita el camisón que pone debajo de la almohada, se saca las bragas que deja caer al suelo y busca en el mueble de cajones unas limpias para ponerse.

En ese momento suena el teléfono, ella lo coge y lo sujeta entre el hombro y la mejilla mientras sigue buscando la ropa. Tengo un nudo en la garganta pues por una parte la estoy viendo en la pantalla y por otra tengo comunicación abierta con ella a través del teléfono.

Me he cargado de valor y de atrevimiento, después de dudarlo mucho me he decidido a llamarla por teléfono en un momento en que la pueda fijar delante de la cámara.

Después de los saludos le pregunto cómo les va ahora el receptor de TV y si se han solucionado los problemas. Es una excusa para hablar con ella mientras la contemplo desnuda. Ella sigue con desenvoltura la conversación y sigue vistiéndose.

Estoy alucinado por la emoción que me produce la situación. No quiero imaginar lo que ella haría si descubriese que la estoy espiando en la intimidad de su habitación. Durante la conversación se muestra muy jovial y agradecida por mi intervención en el aparato, pero me corta un poco cuando me anuncia que debe salir y no puede continuar la conversación.

-        “Quizás Ramón pueda darte más detalles al respecto”, me aconseja.

La he visto vestirse y me ha parecido delicioso. Ahora solo tengo que esperar a la noche para verla desvestirse de nuevo.

Sobre las diez, suena mi teléfono, es Ramón que quiere agradecer mi intervención en el arreglo de su TV. Aprovecha la ocasión para preguntarme sobre como sintonizar un canal local. Se lo explico, pero me pide que se lo repita, pero esta vez delante del aparato para seguir mejor los pasos.

Se va al dormitorio y lo veo aparecer justo delante de la pantalla. Asusta un poco tenerlo tan cerca, por detrás de él veo pasar a su mujer. Mientras que explico a Ramón los pasos a dar para sintonizar mejor el canal, se vuelve hacia su mujer y le da una palmadita en el culo.

Ella se vuelve para sonreírle y hacer unos gestos con la mano como queriendo decir “si no te portas bien, te tendré que dar unos azotes”. Ramón no le hace caso y le echa mano a las tetas mientras ella trata de ponerse el camisón.

Inés reacciona y viene hasta él y después de refregarse las tetas con el torso de su marido, le mete mano al paquete, sin importarle lo más mínimo que este siga hablando conmigo por teléfono.

Ellos no saben que los estoy viendo, pero parece que les gusta la situación. Mientras el habla ella le pone a tono. A mí me gusta ver como ella juguetea llevando puestas solo las bragas. Al poco rato los tres estamos tan calientes que la conversación no puede continuar.

Justo después de colgar el teléfono, Ramón se pone a perseguir a Inés por la habitación. Esta se escabulle como puede, pasa por encima de la cama, le esquiva o finge hacerse daño para que su marido se descuide y así poder escapar. Me gusta verlos, es un poco infantil pero las tetas de Inés bamboleándose son un espectáculo memorable.

Por fin, la atrapa y se echa encima. Ella esta boca abajo sobre la cama y se protege las tetas ante los intentos de magrearlas. Puesto que ella no cede y se resiste a darse la vuelta, Ramón toma la decisión de aprovechar la postura. Se baja el pijama y se saca el ciruelo. Echa a un lado la braga y con la rodilla fuerza para que ella separe un poco las piernas.

Se pone encima y busca con la polla la entrada de la vagina de ella. Inés trata de revolverse, pero está bien cogida y nada puede hacer por evitar que se la clave. Después de unos cuantos empujones ella se relaja y se deja penetrar suavemente.

Suena el teléfono y los dos se paralizan durante un instante. Deben estar dudando si lo cogen o no. Como el teléfono insiste en sonar, Inés se desliza un poco sobre la cama sin dejar que se salga la polla de su esposo. Alarga la mano y descuelga el teléfono, se lo lleva hasta la oreja y habla.

En el otro lado de la línea estoy yo, preguntando si están interesados en ir a una excursión el fin de semana próximo. No parece interesarle lo más mínimo. Se vuelve hacia su marido y le hace señas indicándole que es el vecino de abajo. En los gestos va implícita la pregunta sobre que hace ¿cuelga o no?.

Él le responde enseguida que continúe hablando conmigo, que me dé coba para mantener la conversación mientras el bombea desde atrás.

Inés se pone a cuatro patas y deja su culete bien situado para que el empuje a gusto.

Yo les veo de costado y lo que más me excita es ver como las tetas se mueven como dos campanas repicando al seguir los impulsos de él.

Cuando la cosa ya está bien avanzada, Inés se despide de mi pues no puede disimular las ganas de gemir que tiene. Alarga la mano y deja el teléfono sobre el soporte, pero de tal manera que no se corta la comunicación.

A partir de ese momento, los dos empiezan a follar con toda la intensidad del mundo, él le grita cosas como:

-        “vaya pedazo de puta que estas hecha”, “como te gusta que te folle mientras hablas”

-        “Si..si… follame…fuerte… así…así”

Yo les veo y los oigo. Me parece fantástica la escena y me tengo que masturbar fuerte adaptándome a la intensidad de lo vivido.

Deverano.