Nuevos horizontes
Marcos y Becca se dejan llevar por sus verdaderos deseos un viernes por la noche.
Él, moreno, alto, de grandes ojos y bien dotado. Ella, una pequeña rubia de ojos verdes, grandes y preciosos pechos y delgadas piernas. Marcos y Becca. El sexo para ellos es algo natural, pasional, el placer a través del amor y el deseo.
Aquella noche de viernes parecía una más en la que relajarse viendo una buena película y, después, travesuras un rato en la cama. Un plan siempre agradable, que ya estaban preparando mientras cenaban con un poco de alcohol. Llegada la hora del postre, la conversación se volvió algo picante y Marcos le comentaba a Becca, entre risas maliciosas que solo pretendían hacerla rabiar, que ella era un poco mojigata en los temas sexuales, que había juegos que nunca llevaban a cabo... Sabía que no era así, y más de una vez se lo había demostrado con arranques de pasión aparcados en un coche en pleno centro, además de con muchos momentos de absoluta espontaneidad sexual. Becca, con la mente algo achispada por el alcohol, recogió el guante. Salio de la cocina y cerró la puerta, dejando a Marcos pensando que ahí se había acabado la cosa, y que la conversación, a pesar de haberle calentado bastante, no iba a llegar a más. Se levantó, recogió los platos, y se dispuso a abandonar la cocina.
Al salir, la encontró apoyada en el marco de la puerta. Solo llevaba puesto un provocativo sujetador negro, acompañado de un tanga del mismo color y unas botas altas. Estaba preciosa y extremadamente sexy. De fondo, sensuales melodías resonaban en todas las estancias, inspirando pensamientos lujuriosos en la mente de Marcos. -"Pasa a la habitación y desnúdate inmediatamente", le dijo Becca con un tono airado. Marcos la miró sorprendido, pues ella nunca solía mostrarse así. Normalmente, le gustaba que todo fuera calmado y delicado, o al menos eso es lo que él creía. Fue la primera sorpresa de la noche, pero ni mucho menos iba a ser la última. Ya en la habitación, Marcos encontró encendido un calefactor que inundaba con calor el pequeño lugar. Obedeció la orden de Becca, aun con rostro incrédulo. Expectante, se deshizo de su camiseta, pantalón y ropa interior. Ella le agarró por su polla bruscamente, y se acercó a su cajón de la ropa interior, de donde extrajo un minúsculo tanga que había comprado días atrás.
-"¡Póntelo!", espetó secamente. Marcos comenzó entonces a comentar que no le iba a valer, a lo que Becca respondió llevándose su dedo a la boca, en señal de silencio, e incitándole a obedecer sin ninguna queja. El se puso el tanga, que no cubría ni la mitad de su sexo, además de quedarle extremadamente ceñido. Ella pareció satisfecha mientras le recorría con la mirada. Le puso de espaldas, y le hizo agacharse, hasta que su culo quedo a su merced. Un par de suaves golpes fueron seguidos por uñas clavándose lentamente, sin demasiada fuerza, la suficiente para quedarse marcadas. Le hizo levantarse.
-"Ahora vas a hacer lo que yo te diga, sin rechistar ni discutir, o te arrepentirás. No quiero oírte hablar a menos que yo te lo ordene explícitamente". Su tono era seguro y Marcos tan solo pudo asentir con la cabeza.
-"Túmbate en la cama, boca arriba, y con los brazos abiertos". Mientras Marcos obedecía, Becca abría un cajón de su mesita, del que sacó dos largos pañuelos. Después, agarró cada una de sus manos y las ató al somier de la cama. Los brazos de Marcos quedaron inmovilizados, y verle ahí, indefenso, con el tanga aun puesto, inspiro los deseos mas perversos de su chica, a la que el alcohol y la vista que tenía delante de sus ojos habían comenzado a poner verdaderamente cachonda. Fue hasta el salón, de donde cogió la cámara de fotos, y empezó a tomar instantáneas del momento, ante la extrañada mirada de él. Solo pretendía dejar claro quien mandaba allí. Cuando estuvo satisfecha, se sentó en su abdomen, y comenzó a recorrerle los brazos lentamente, desde las manos hasta los codos y vuelta.
-"Ahora no quiero que te muevas, ni verte reír". Ella sabía que él siempre había tenido cosquillas, y era el momento de someterle a esta pequeña tortura. Siguió bajando, apenas rozando su piel, recorriendo todo el brazo, y bajando hasta los costados. De nuevo volvió a subir su mano hasta los brazos, y centro su atención allí donde sabía que el iba a saltar, que no iba a poder contener la risa. Él aguanto unos segundos, atado como estaba, pero no pudo más, y comenzó a moverse tratando de zafarse. Ella se tomó en serio su papel, y siguió adelante.
-"Veo que no sabes cumplir ni las ordenes mas básicas...". Seguidamente le desató, y le ordenó tumbarse de espaldas. Tras tomar otro par de fotos, le quitó el tanga, y comenzó a agarrar sus testículos, sin hacer demasiada fuerza, pero demostrando quien tenía el control de la situación. Luego clavo sus uñas en su culo, esta vez con algo más de presión, al mismo tiempo que le golpeaba en sus respingones glúteos con la palma abierta. Después lo mordió, lo que le hizo moverse bruscamente. Volvió a morderle, y después araño su espalda, para llegar al cuello, marcándole con su boca varias veces. Sacó un cinturón, y le azoto en varias veces en su culo. Sabía que era una representación, pero le salía de dentro ser la estrella de la película.
Volvió a darle la vuelta, y ya boca arriba, le vendó los ojos con uno de los pañuelos. - "Tu cometido ahora será lamer todo aquello que deje a tu alcance, para mi disfrute personal". Ella se deshizo de la escasa ropa que llevaba puesta, y acerco sus dedos a la boca de Marcos, que los devoro inmediatamente. Luego sus codos, y después su cuello, de cuya superficie recorrió cada milímetro. Más tarde, le beso con ímpetu, tratando de llenarla su boca, de recorrerla, de llevar a cabo un juego de nudos con sus lenguas gemelas en el que todos resultaron ganadores.
Entonces acercó uno de sus pezones para que la punta de la lengua de él lo humedeciera, y jugara con la aureola. Marcos la recorrió con gusto, trazando círculos y volviendo al pezón, succionándolo suavemente. Becca se movió hacia un lado, cambiando al otro, con el que siguió el mismo procedimiento, para introducir después todo su pecho en la boca de su amante, que apenas podía abarcarlo, pero estaba ya absolutamente caliente, como una rápida mirada a su miembro podría haber atestiguado.
A ella le encantaba sentirse así, ardiente, dominadora de la situación. Por fin estaba siendo ella misma, desinhibida, disfrutando como siempre, sí, pero esta vez sin límites. De su intimidad crecía un manantial que pedía a gritos ser atendido, por lo que decidió darse la vuelta, para observar la escena en el espejo que tenían enfrente de la cama, y ponerlo en la boca de Marcos, que acepto gustoso tan delicioso manjar. Disfrutando de la imagen que el espejo la devolvía, no pudo, ni quiso, evitar acariciarse su clítoris con sus dedos. Se sentía insaciable, como elevada del suelo por la alta temperatura. Estaba disfrutando tanto que cerró los ojos, y simplemente se concentró en evadir todos sus sentidos excepto el del tacto.
Se movió hacia delante accidentalmente, y la lengua de Marcos alcanzo su culito. Esta nueva sensación la hizo estremecerse, y se mantuvo en ese lugar, de modo que Marcos saboreaba toda su intimidad, desde adelante hasta atrás, en cada movimiento. Estaba a punto de estallar de placer... Sus dedos acariciaban su clítoris a gran velocidad, y notaba como el orgasmo se acercaba más y mas. Entonces, se levantó, agarró la polla de Marcos, y se la introdujo lentamente en su coño, que pedía a gritos ser llevado al clímax. Becca volvió a subir y a bajar, ahora un poco más rápido, mientras seguía tocándose. Tenía a Marcos a su entera disposición, era su juguete, su objeto, su perdición, su delirio, y ella era el centro del universo, la diosa lujuriosa que siempre había deseado ser...
Estalló en un increíble orgasmo, gritando como nunca lo había hecho, absolutamente abstraída de la realidad mientras se dejaba llevar hasta los últimos confines de su propio placer. Continuó sus movimientos con los ojos cerrados, más lentamente, paladeando cada décima de segundo, hasta caer rendida al lado de Marcos. Una pequeña sonrisa, la de los más deliciosos momentos, se escapo de su boca, mientras le abrazaba, le quitaba el pañuelo de los ojos, y le besaba en la mejilla tiernamente. Había sido su objeto, un juguete en sus manos. La había hecho sentir, y ella había sabido ser su propia guía.
Siempre es agradable serlo en este tipo de viajes.