Nuevos comienzos
Teniendo 18 años acabe bachillerato y me mudé con mi tío y mi primo.
Teniendo 18 años acabe bachillerato, era de los más pequeños de la clase. Al contrario que otros de mis compañeros yo tenía claro lo que quería estudiar desde hacía mucho, quería ser arquitecto. Me esforcé mucho para tener buenas y poder entrar en la carrera. Al vivir en un pueblo tenía que mudarme a la ciudad si o si. No soy de una familia rica, pero tengo la suerte de que mi tío vive en la capital. Mis padres hablaron con él y accedió a que me quedase con él y mi primo mientras estudiaba la carrera.
Llegó el día de la despedida, dejaba mi casa, mis padres, mis amigos y todo lo que conocía para mudarme a una nueva ciudad. Tras una emotiva despedida con mis padres me dijeron que tenía que portarme muy bien con mi tío por ofrecerse a acogerme en su casa y hacerle caso en todo.
Estaba bastante nervioso, hacía mucho que no veía a mi tío y a mi primo, solía jugar con mi primo cuando era pequeño, pero a medida que pasaba el tiempo nos veíamos menos, el trabajo de mi tío lo mantenía ocupado así que no podíamos vernos a menudo.
Tras más de 5 horas de viaje en autobús por fin llegué. Allí estaba mi tío Rodrigo esperándome, estaba igual que la última que lo vi, tenía 40 años, pero parecía mucho más joven. Era muy alto, tenía el pelo negro, aunque se empezaba a notar alguna cana en su cabeza. Estaba fuerte, siempre fue de esa constitución igual que mi padre. Tenía unos brazos y unas piernas gruesas, los ojos negros cubiertos por unas gafas de sol, llevaba unos vaqueros azules y una camisa negra se podía entre ver algo de vello en sus manos y por su cuello.
Me ayudo a llevar las maletas a su coche y nos pusimos de camino a su casa. Nos pusimos un poco al día de todo, me contó que mi primo esta en 2º de carrera en la misma universidad en la que yo voy a estudiar, que está en el equipo de futbol y que últimamente tiene novia.
-Muchas gracias por todo, tío, no sé cómo agradecerte todo lo que estás haciendo por mí- le dije mientras íbamos en coche. Él se rio y me dijo
-Algún día me lo pagarás.
Por fin llegamos a su casa, me reencontré con mi primo Christian, había crecido desde la última vez que lo vi. Era mucho más alto que yo, casi de la estatura de mi tío. También con el pelo y los ojos negros. Me enseñaron la casa y me ayudaron a instalarme. Compartiría habitación con mi primo. Aunque la casa tenía tres habitaciones mi tío necesitaba un despacho para trabajar, asique compartiría habitación con mi primo Christian.
Al poco de llegar mi tío se fue, dijo que tenía trabajo y no podía quedarse más asique me quede solo con mi primo. Tras terminar de ayudarme a desembalar la maleta me dijo que había quedado y que también iba a salir. Así como estábamos en su habitación, empezó a desnudarse. Se quitó la camiseta que llevaba, se olió el sobaco
-Puufff- dijo- necesito una ducha si o si. Se quitó el pantalón de chándal que llevaba y luego se bajó los boxers.
Tenía un cuerpo atlético, se notaba que hacía deporte. Tenía algo de vello por todo el cuerpo, más que yo, aunque solo me llevase un año. No pude evitar quedarme embobado contemplándolo. Lo que más llamó mi atención fue su polla aunque no la tuviese dura era enorme, mucho más grande que la mía incluso. Él se debió de dar cuenta de cómo lo miraba que me dijo:
-No hay problema en que me desnude delante de ti ¿Verdad, primo? - comento riéndose.
-No, claro que no- le contesté- cogió una tolla y se fue al baño.
No entendía que me pasaba, a mí me gustaban las mujeres y se me había puesto dura viendo a mi primo. Me estaba colocando bien la polla cuando apareció otra vez mi primo en la habitación.
-Joder, sí que te la he puesto dura, eh primo- y empezó a reírse.
-No, es que llevo unos gayumbos muy ajustados y hace calor y …- le respondí sin que él me dejase tiempo a acabar, cogió un bote de desodorante y se fue riéndose.
Se ducho y antes de irse me dijo que estaba en mi casa, que hiciese lo que me diese la gana.
Estuve dando una vuelta por la casa, y haciéndome con mi nuevo hogar. La habitación de mi tío, la mía y la de mi primo, el único baño, el salón, el comedor, la cocina y el cuarto de la lavadora. Al llegar a este último note un olor muy peculiar. Olía a hombre, el mismo olor que tenía el vestuario del instituto.
Había un cesto con ropa sucia: camisetas, vaqueros, pantalones, calcetines… coronado por la ropa que había visto a mi primo llevar hasta hace no mucho. No sé por qué, pero me llamo mucho la atención. Toda la ropa tenía un característico olor a sudor. Al pasar el ojo por encima vi claramente unos slips blancos. Debían de ser mi tío, pues mi primo llevaba unos bóxeres azules la última vez que lo vi.
No sé si fue por instinto o porque fue, pero me llevo los calzoncillos a la cara para poder oleros. Olían a macho, tenía un olor muy fuerte. Tras olerlos un rato me fije más en ellos, Eran los típicos slips blancos, tenían algún que otro vello y un olor muy fuerte. Entre sudor y pis y algunas manchas amarillentas por la parte de adelante.
Empecé a oler los calzoncillos, el corazón me iba a mil por hora y cuanto más olía más me gustaba. Mi polla estaba dura como una roca. Me llevé la mano a ella y pude notar la humedad por encima del pantalón que llevaba. Estaba empalmado y empezaba a lubricar. Solamente podía pensar en los gayumbos y su olor.
Mi única preocupación era poder captar ese olor tan fuerte que desprendían. Era un olor muy característico. Lo más parecido que había notado era el olor del vestuario de mi instituto después de una clase de educación física. Nunca me habían llamado la atención las pollas o los hombres, pero aquel olor era superior a mí. No tenía control sobre mi cuerpo. Mi cabeza solo quería más de aquel olor. Mi cuerpo iba por libre, cuando me di cuenta me estaba haciendo una paja casi de manera inconsciente.
Con una mano llevaba aquellos calzoncillos a mi nariz y con la otra me pajeaba la polla. Notaba a mi polla palpitar a cada subida que mi mano hacia, lo único que respiraba era el aroma que aquellos gayumbos emanaban. Tenía la mente en blanco, solo pensaba en aquellos calzoncillos y la repentina sensación que me provocaban. No recordaba haber estado nunca tan cachondo.
De repente empecé a correrme. Nunca había sentido una corrida tan intensa como aquella. Los chorros de lefa salían disparados sin control, tras unos momentos después de eyacular pude observar el estropicio que había montado. Me había corrido un montón, lo había pringado todo. Nunca antes había echado tanta lefa, me impresione a mí mismo. No terminaba de entender que había pasado.
Estaba exhausto, acababa de tener la paja más bestial de mi vida oliendo los calzoncillos sucios de mi tío. Estaba cansado y desconcertado a partes igual. Aquello que acababa de pasar no estaba bien, pero al mismo tiempo fue alucinante. Me acosté en la cama y me quedé dormido al instante-