Nuevo sostén negro
Sorpresa para un extraño.
El sólo hecho de estar escribiendo, contando lo que me pasó, es prueba suficiente para darme cuenta que recién a los 25 años comienzo un despertar de la experiencia sexual, desencadenada por la conciencia que tengo ahora sobre mi voluptuosidad. Todo esto gracias a la profunda ayuda, paciencia y amor de mi novio, con el que he aprendido que la naturaleza humana es más compleja y maravillosa que lo que una vez creí.
Esta es una pequeña confesión de algo que pasó hace pocos días. Salí con mi novio un viernes para ver una película en el cinema que queda cerca a mi apartamento. Ese día habíamos estado hablando de una adquisición nueva en mi ropero. Pues los sostenes que he venido usando desde mi adolescencia no se ajustan a quien realmente soy, hablando de tallas y medidas. Ya que provengo de una familia muy conservadora, y llena de prejuicios. Se me “educó” para ser recatada. Fui condicionada a pensar que los hombres son personas maliciosas y despreciables. Por esa razón, cuando tenía once años, mi cuerpo, en especial mis pechos, se desarrollaron pero en gran medida. Lo cual condujo a que mi madre y mi hermana se abalanzaran para opinar e imponer sus voluntades represivas sobre mi florecida voluptuosidad. Y muy pronto, al ir a la tienda de ropa interior, ellas se lanzaron a escoger los sostenes que más escondieran y presionaran mis pechos.
El caso es que mi novio fue el primero que me hizo entender que la belleza no se debía ocultar. Y con él compré mi primer sostén que verdaderamente acogía el verdadero tamaño de mis pechos. Al principio me sentía bastante insegura, pero poco a poco fui abriendo mi mente y a sentirme orgullosa de lo que tenía.
Ese día, cuando mi novio y yo nos dirigimos hacia el cine, después de haber tomado unas cervezas, entramos en el elevador del edificio. Y un señor entró en el segundo piso. Y justamente ese día yo llevaba mi nuevo sostén. Aquel que rendía gala al verdadero tamaño y redondez de mis pechos. El resultado como pude ver, fue casi instantáneo, pues el señor que entró con nosotros en el elevador, no podía fingir bien que su atención estaba convirtiéndose en una concentración que apuntaba directamente al pequeño escote que se alcanzaba a apreciar. Una coqueta línea que señala al suelo y a otras cosas que hay más arriba. Mi novio se dio cuenta, pero en lugar de enojarse, miró al señor que no parecía luchar lo suficiente contra su voluntad, y entonces le dijo: “Buenas tetas, ¿no?” y el señor sintió una pulsación de desinhibición y un poco sonrojado dijo.: “Claro, están preciosas”. Yo no podía creerlo, pero aquello, y no sé si las cervezas, produjeron en mí, una calentura inmediata. Una pulsación acelerada, además de una desatadura de nudos mentales. Sonreí y me puse roja por la situación. Entonces mi novio me dijo: “Oye nena, ¿por qué no le enseñas al señor tu verdadero poder?” No podía creerlo pero me reí, risa nerviosa o risa de la que sea, pero me reí y me gustó. Entonces, como impulsada por una fuerza que provenía de mi centro, y que subía con un calor hacia mi pecho y mis manos, abrí mi blusa y levanté el sostén con un poco de dificultad y liberé las tetas que se bambolearon en el aire. ¡Vaya cara la que hizo el señor! Se le iban a salir los ojos. Me comió con su mirada. Creo que me lamió con sus ideas que se veían reflejadas en la expresión que su rostro formó. Mientras mi novio sonreía y disfrutaba de la situación nada usual.
Todo sucedió en unos cuantos segundos. Nosotros llegamos al piso que nos tocaba. Ubiqué mis tetas de vuelta en el nuevo sostén negro. En seguida la puerta de acceso al elevador se abrió y mi novio y yo dejamos al afortunado hombre que aún no salía de su asombro. Se quedó allí parado con un bulto en sus pantalones. Seguramente con esa imagen tendría suficiente para descargar sus tensiones en su casa, o donde sea que le guste liberar sus presiones testiculares.
Aún ahora, contando este pequeño y sencillo relato, mi corazón palpita fuerte por la sensación de juego, juego de grandes, juego de despreocupación, juego de diversión descarada que alguien puede llegar a jugar siempre que la mente esté libre para intentar vivir.
Alicia Wonders