Nuevo local, vieja amiga

Una pequeña introducción y mucho, muchísimo sexo...

Se llamaba Vanesa pero se hacía llamar Van. Era el primer día que pasaba en su nueva casa y todavía tenía todos sus muebles arrinconados en una habitación, todas sus cajas apiladas en otra. Tenía pocas pertenencias, lo cual había facilitado mucho la mudanza.

Su nuevo hogar constaba de dos plantas, con un jardín que lo rodeaba por completo. Grandes ventanas seducían a la luz del sol, que descansaba sobre el suelo de madera de su largo viaje.

Arrugó un poco la nariz cuando fijó la vista en el antiguo mobiliario. El anterior dueño había dejado sillas, mesas, cuadros, armarios... A Van no le sorprendió que no se los llevara, nadie gastaría dinero para trasladar aquellas horribles creaciones.

-Primer paso: deshacerme de todo esto.- Dijo en voz alta, sonriendo suavemente.

Pero eso lo haría más tarde. Era temprano y tenía todo el día por delante para pensar en cómo organizar su nuevo refugio. Diseñadora gráfica de profesión y decoradora de interiores en sus ratos libres, dejó que su imaginación y creatividad empezasen a trabajar en ese mismo instante, disfrutando con todas las opciones que un espacio tan grande le brindaba.

Mientras pensaba en ello, paseó por la casa distraídamente, abriendo algunos armarios, fisgando por los cajones y espiando a través de las antiguas vitrinas con la esperanza de encontrar algo interesante sobre la persona que había vivido allí antes que ella.

-Libros viejos, trapos, más libros viejos... Parece que le gustaba leer -pensó en voz alta-. Y coleccionar trapos también -sonrió.

Uno de los libros le llamó la atención. Aunque era más nuevo que los demás, no destacaba demasiado entre los más viejos porque estaba muy usado. Aún así se podía apreciar que no era de la misma época desfasada que el resto.

Lo alzó, lo abrió y se sorprendió al ver una caligrafía estrecha, apresurada, ligeramente descuidada. Letra de hombre, sin duda.

Al ver que era un manuscrito, su curiosidad aumentó y leyó algunas frases sueltas:

Yo estaba de pie. Doll, delante de mí, me rodeó el cuello con sus brazos y dando un pequeño

salto, me rodeó también la cintura con sus piernas. Estaba tan mojada y dilatada que mi pene entró en ella fácilmente, sin esfuerzo.”

Van sintió un poco de vergüenza al leer esto. Cerró el libro, miró las tapas mientras pensaba si seguir leyendo o no. Era como invadir la intimidad de su propietario. Sin embargo, la imagen que la corta lectura había creado en su mente había provocado un leve cosquilleo en su entrepierna, y ésta fue la que decidió por ella.

Volvió a abrir el libro por una página al azar:

Estaba arrodillada, dos hombres de pie, uno a cada lado. Dos vergas a la altura de su rostro. Una, la más gorda, metida en su boca. La otra en su mano, pajeándola, siguiendo el ritmo de la felación.”

Ya no tenía ninguna duda, iba a leerlo. Al cuerno con la intimidad. Que no lo hubiese dejado ahí.

Subió al piso de arriba y entró en su nueva habitación, donde una antigua cama de matrimonio le ofrecería la comodidad y el espacio suficiente para leer ese manuscrito como era debido.

Apoyó la espalda en el cabecero de madera, estiró las piernas sobre el colchón y empezó a leer:

Miércoles, 14 de mayo de 2014.

Hoy mi amiga Doll me ha pedido algo extraño pero excitante. Lo cierto es que al principio su propuesta me ha sorprendido, sobretodo porque casi nunca hemos hablado de sexo y nunca hemos tenido tensión sexual entre nosotros. Pero ahora estoy deseando que llegue el sábado.

El caso es que Doll me ha hablado de un nuevo local en la ciudad. Parece ser que hace pocos meses que funciona y que no es muy conocido. Resulta complicado encontrarlo, pues según ella es “ligeramente secreto”, pero que ella sabe dónde está.

Una amiga suya fue hace un par de semanas con su marido. Es uno de estos lugares liberales donde se hacen intercambios de parejas, orgías, etc. Para entrar necesitas ir acompañado por tu pareja y ésta debe ser del sexo contrario, pues este local es para parejas heterosexuales (al parecer tienen otros locales para parejas homosexuales). Antes de entrar, ambos deben desnudarse completamente. Te colocan una pegatina en el reverso de la muñeca: un código de barras que te identifica dentro del local.

El interior es una gran sala circular. En el centro, varias camas redondas de 2 metros de diámetro. Rodeando la sala, una barra de bar que recorre todo el perímetro. Allí, con el código de barras van apuntando tus consumiciones, que se pagan a la salida. No hay taburetes ni sillas, sólo las camas y al rededor, sofás de diferentes tamaños y formas, todos orientados hacia el centro, hacia el lugar de la acción.

Doll me ha pedido que la acompañe, pues ninguno de los dos tiene pareja. Estoy deseando ver el lugar. Y verla desnuda también, no voy a engañarme.”

Van también estaba impaciente por leer lo que pasaría aquel sábado, así que echó un vistazo a los días siguientes. Vio que no había nada interesante y pasó directamente al sábado en cuestión.

Las primeras frases hablaban de cómo llegaron al lugar, un local en una calle poco transitada del casco antiguo de la ciudad. De cómo les hicieron pasar a una sala poco iluminada que servía de vestuario. De cómo se sorprendió el autor al ver a su amiga desnuda: bajita, delgada y de pequeños pechos pero con pezones grandes y prominentes. Mostraba una espalda recta y fuerte, rematada por un culo pequeño, redondito y muy bien formado.

Sábado, 17 de mayo de 2014.

Al mirar su cuerpo me quedé embelesado. Tuve que dejar de mirarla porque podía notar que se me estaba poniendo dura. Pero no pude evitarlo, pues justo en ese momento Doll bajó su mirada hasta mi pene y se mordió el labio inferior con lujuria.

-Esa la quiero dentro de mi en algún momento de esta noche -susurró mientras miraba mi pene.

-¡Calla, loca! Vas a hacer que entre empalmado en el local -respondí-. Va a parecer que soy un salido mental.

-Ya es tarde para precauciones -trataba de contener sin éxito una risita nerviosa-. Yo la veo cada vez más gorda.

Y sin decir nada más se agachó, me la agarró por la base y empezó a chupármela. Al principio lo hizo muy rápido, con pasión, pero poco a poco fue bajando el ritmo, disfrutándola más, saboreándola, masturbándome al mismo tiempo.

-¡Joder, Doll! Se te da bien- dije sonriendo.

Ella se la sacó de la boca, me miró a los ojos, soltó una breve risa de malvada y siguió comiéndome.

-Si sigues así me vas a hacer correr -primer aviso. Doll no pareció escucharlo.

-¿Me oyes? Vas a hacer que me corra -segundo aviso. Misma repuesta.

-¡Tía, estoy a punto de...! -y su cabeza se movió más rápido. Sus labios me acariciaron más rápido. Su mano subía y bajaba más rápido. La mano libre se posó sobre una de mis nalgas. Estaba claro lo que quería.

Unos cuantos movimientos más y sentí como mi semen estaba a punto de salir disparado, directo a su boca.

  • ¡Sí, sí, sí,...! -es lo único que pude decir a modo de última advertencia. Cuando salió el primer chorro, Doll me soltó la polla, puso sus manos sobre mis nalgas y se introdujo toda la verga en la boca. Sin dejar de mover la cabeza hacia delante y hacia atrás, con la punta del miembro golpeando el fondo de su boca y con sus manos empujándome contra ella, eyaculé larga y abundantemente.

Ella siguió chupándome suavemente unos segundos más. Poco a poco se fue retirando, cerrando sus labios a lo largo de mi pene, repasándolo hasta la punta. Se puso en pie, tragó y me dio un beso en los labios.

-¡Qué hija de puta! -mi sonrisa iba de oreja a oreja.

-Esto te dará unos minutos de flacidez. O al menos eso espero -y me guiñó un ojo.

Me cogió una mano, la acercó a su coño y se acarició con ella. Estaba mojadísima.

-Yo ya estoy lista -dijo muy cerca de mis labios, casi rozándolos. Su rostro, ahora serio, mostraba su excitación igual que lo hacía su húmeda vagina.

-Sin duda -contesté.

-¿Entramos?

-Entramos.

Sin soltarme la mano, se dirigió a la puerta de acceso a la gran sala y la abrió.”

Van pensó que si el manuscrito empezaba así, sería mejor ponerse cómoda. Aún quedaban muchas páginas por delante y sospechaba que necesitaría libertad de movimientos.

En la pared había un espejo. Se acercó a él y se desnudó lentamente. Primero los pantalones, luego el jersey y, por último, el sujetador. Miró su reflejo y se sintió orgullosa de lo que vio: una chica de treinta años, morena, alta y delgada, vestida con una camiseta blanca de tirantes y unas pequeñas braguitas azules. El pelo liso, que rozaba sus hombros, enmarcaba un rostro amable y hermoso, un poco infantil incluso.

Satisfecha, se estiró en la cama, se apoyó sobre un codo, dejó el diario sobre las sábanas y siguió leyendo.

Al entrar en la sala, una ligera música chill out nos dio la bienvenida. El lugar era exactamente como Doll lo había descrito: las camas, los sofás, la barra... Todo ello iluminado por una suave y agradable luz, cuyo origen era todo un misterio, pues no había a la vista ni un foco, ni una lámpara.

Eché un vistazo a la concurrencia. Sentados en los sofás, seis personas, entre chicos y chicas, charlaban animadamente mientras daban cuenta de sus consumiciones. Dos parejas hacían lo mismo junto a la barra. Todos ellos tan desnudos como nosotros, por supuesto. En una de las camas centrales, una mujer de unos 40 años se encontraba tumbada boca arriba. Encima de ella, un chico mucho más joven, bombeaba el culo mientras la follaba lentamente. Un hombre de edad similar a la de la mujer permanecía de pie al lado de la cama, mirándola mientras sonreía satisfecho. Pensé que seguramente era su marido. Ella lo miró un instante, sonrió también y le lanzó un beso al aire.

Un poco más atrás, cerca del hombre que estaba de pie, una chica de unos 19 o 20 años miraba la escena. Rubia, de cabello muy largo y grandes pechos, jugueteaba con uno de sus pezones mientras acariciaba delicadamente su sexo con la otra mano. La ondulada melena color oro bajaba por delante de sus hombros, tomando la forma de sus pechos al pasar por encima de ellos, muriendo a la altura de la ingle.

Doll y yo nos miramos, divertidos y animados por lo elegante del lugar. La gente parecía tranquila, educada y respetuosa. Nadie alzaba la voz, nadie se mostraba sobreexcitado. Ni rastro de esnobismo por ningún lado. Todos actuaban con naturalidad, con saber estar y con elegancia. Me esperaba encontrar un ambiente lujurioso, frenético, sexual. Pero la energía que manaba de esas personas, del mobiliario, de la música, incluso de las camareras que servían en la barra (también desnudas, por cierto) tenía un nombre: Sensualidad.

-¿Qué te parece? -preguntó Doll.

-Me encanta.

-A mi también. Es tal como lo imaginaba.

-Sí. Yo también lo imaginaba así -me acerqué a ella y la besé en los labios-. Gracias por traerme.

Con una mirada llena de cariño y moteada de deseo dio por zanjada la conversación.

Doll se acercó a la barra. Llamó a una de las camareras con un gesto de la mano y pidió nuestra bebida favorita.

-Toma. Tu EPO -dijo mientras me acercaba el vaso de tubo. Era el nombre que le habíamos puesto al Red Bull con Bacardi que siempre tomábamos al salir por la noche-. Sígueme.

Se acercó al grupo que charlaba en la barra. Mientras hablábamos con ellos, íbamos lanzando cortas miradas hacia las camas. Había cuatro dispuestas en rombo y siempre había alguna ocupada. La pareja que habíamos visto al entrar ya no estaba. En cambio, la chica joven y rubia que había visto de pie, ahora estaba recostada boca arriba en una de ellas. Con las piernas abiertas y los codos clavados en el colchón, mostraba un clítoris grande y abultado. Una chica pelirroja, de rodillas, se lo estaba comiendo con pasión, chupándolo, lamiéndolo, succionándolo, volviéndolo a chupar. Un chico alto, rubio, fuerte y con un enorme pene se acercó a la pelirroja. Le acarició el culo y ésta, sin mirar quién era, levantó el trasero, separó las piernas y le ofreció su coño. Por supuesto, el chico rubio no dudó. Tomó el miembro con una mano y lo fue introduciendo poco a poco dentro de ella. Cuando ya estaba toda metida, puso sus manos sobre la cintura de la chica y la empujó contra él a la vez que apretaba su cuerpo contra el de ella, hincando los últimos milímetros de verga que habían quedado afuera. Esto la obligó a separar los labios del dulce clítoris que estaba comiendo, a soltar a un largo gemido y a mirar hacia atrás, sin duda para saber de quién era esa tremenda polla que la estaba llenando tanto. Sin decir nada, giró de nuevo la cabeza y volvió a chupar el enorme clítoris mientras el rubio empezaba su lento vaivén.

-¿Te gusta la rubia? -dijo Doll.

-Mucho. Es adorable.

-A mi también -abrí mucho los ojos, sorprendido-. Creo que esa chica le gusta a cualquiera. Ese pelo, esa carita, esas tetas...

-Y ese clítoris -añadí yo.

-¡Uf, sí! ¿Has visto qué comida de coño le está regalando la pelirroja? Aunque no me extraña, es para volverse loca -y, después de una pausa, se acercó a mi oído y añadió-. Me muero de ganas de comérselo yo también. Y de abrir sus nalgas y comerle el culo, mientras froto con mis dedos ese gordo clítoris.

-Cuando lo hagas, quiero verlo.

-Lo verás. Estarás ahí, follándome.

Descubrí que su mano acariciaba mi pene, que ya estaba gordo y duro. No sabía cuanto rato llevaba así, pero el resto del grupo nos miraba mientras reían y hacían comentarios entre ellos. Sin soltarla, Doll se colocó detrás mío y, descansando su mejilla sobre mi espalda, siguió pajeándome mientras con la otra mano me acariciaba el pecho, el vientre, los testículos. Estaba regalándoles la paja que me estaba haciendo.

-¿Y bien? -dijo asomándose por un lado de mi cuerpo- ¿Quién me ayuda con ésta?

La sacudía arriba y abajo, ofreciéndola a las chicas del grupo. Una de ellas bebió de su vaso mientras me miraba a los ojos, muy seria. La otra bajó la mirada hacia el miembro en subasta, se acercó despacio, sinuosamente, meciéndose al compás de la lenta música. Tomó la mano de mi amiga y juntas, continuaron masturbándome.

La chica que se había acercado era la más guapa de las dos. Muy alta, pelo corto y negro, ojos azul intenso, labios finos, sensuales y un cuerpo muy sexy. Me soltaron, dejando enlazados sus dedos, que iniciaron un erótico baile mientras sus cuerpos se acercaban el uno al otro. Se tomaron el otro par de manos, iniciando las mismas eróticas caricias. Sus cuerpos juntos, unidos por la frente, la nariz, el pecho, el vientre y, por supuesto, las manos, que acariciaban los brazos de la otra. Ladearon la cabeza lentamente, como una coreografía pactada de antemano. Se besaron dulce y profundamente. Acababan de conocerse pero había anhelo en ese beso.

Cuando el beso cesó, la otra chica le dijo a Doll algo al oído. Mi amiga asintió con la cabeza y se pusieron una a cada lado de la que no quería participar. La chica de ojos azules tomó su copa y la llevó a la barra. Doll la besó en la mejilla, le dijo algo inaudible para nosotros y la besó de nuevo de la misma manera. Después, tomándola por la cintura, la acompañó al centro del círculo que habíamos creado. Ambas se agacharon mientras la que se había ido retornaba al grupo. Cada una eligió a uno de nosotros. Doll y la chica morena ya tenían una polla en la boca cada una. A mí se acercó la otra chica. Ésta era castaña, de cuerpo carnoso pero firme. Tenía el culo ligeramente grande, muy sexy. Y sus pechos, grandes, pesados, de blanca piel y rematados por unas areolas rosa claro, mostraban unos perfectos pezones, ya duros y sobresalientes por la creciente excitación que, sin duda, empezaba a apoderarse de su cuerpo.

Acercó su lindo rostro a mi pene, tímidamente. Sacó la lengua y dio un rápido lametón en la punta. Alzó la mirada hacia mí, lanzó otro lametón idéntico al anterior y se quedó observando mi ojos, expectantes y encendidos por la espera. Unos segundos después, otro lametón y, esta vez sin pausa alguna, comenzó a masturbarme rápidamente. La timidez había desparecido por completo, dejando en su rostro una expresión decidida, segura de sí misma. Se mordía el labio inferior mientras su mano subía y bajaba a un ritmo frenético. Me sentía zarandeado por completo. Mis testículos se sacudían con cada movimiento. Agarraba el pene de forma suave pero firme, tirando de él enérgicamente pero sin hacerme el más mínimo daño.

Ahora miraba directamente al miembro que le había tocado en suerte, concentrada en darle todo el placer que podía con una sola mano, con un solo gesto. De repente paró, hizo una pausa y continuó despacio, masajeándola toda. La estrujó desde la base, haciendo salir todo lo que yo empezaba a gotear. Recogió con la palma de la mano el transparente líquido que manaba de la punta y siguió masajeándome sin prisa, recorriendo la verga entera, desde la cabeza hasta el corto bello púbico, lubricándola con mi propia precorrida.

Alzó la mirada de nuevo hacia mí y otra vez me masturbó rápidamente, igual que al principio. La expresión de su rostro cambió. La boca abierta, dibujando una “O”, y sus ojos también abiertos, fingiendo sorpresa, le conferían una sarcástica expresión que parecía decir: “¿Te gusta esto?¿No me digas?”. Esto me puso aún más caliente. Sin duda, la “tímida” muchacha sabía exactamente cómo excitar a un hombre.

Y después de un rato, otro cambio repentino. Suelta mi polla y se abalanza sobre ella, chupándola al mismo ritmo que me pajeaba hacía tan solo un instante. Sus labios la recorrían entera, abriendo la garganta para dejar pasar el glande. Podía notar cómo me apretaba la punta cada vez que llegaba al fondo. Poco después volvió a pajearme. Luego, a chuparme. Más tarde siguió pajeando. Y así estuvo intercalando felación y masturbación mientras yo me volvía loco.

La chica morena se acercó a nosotros, se puso en cuclicllas junto a mi compañera y, pasando la mano por debajo del culo, le metió dos dedos en la vagina. De inmediato se puso a moverlos rápidamente. Con el movimiento, su antebrazo golpeaba la raja del culo de su víctima, sacudiendo ambas nalgas al mismo tiempo. Observé cómo sus pechos también temblaban con las fuertes embestidas de la mano que la masturbaba.

Mientras se la follaban de esta manera, ella seguía a lo suyo, dándome placer con su boca y con sus manos.

Estaba disfrutando tanto que no quería correrme. Así que para evitarlo levanté la cabeza, apartando la mirada de la escena que tenía delante y de la que era uno de los protagonistas. Vi dos cosas que me llamaron la atención. La primera fue que había más gente que antes, casi todos mirándonos. El resto miraba hacia las camas. Cuando dirigí la vista hacia allí, observé la segunda cosa que me llamó la atención: Doll siendo follada por los otros dos chicos de nuestro pequeño grupo. Ella estaba de costado, con uno de los chicos detrás, abriéndole el sexo con enérgicas embestidas. El otro, delante de ella y de espaldas a mí, de pie al lado de la cama, me impedía ver el rostro de mi amiga que a juzgar por los movimientos de su cuerpo, felaba al chico con desespero.

Noté un cambio en la forma en que me chupaban y miré hacia abajo. Ahora era la chica de ojos azules la que disfrutaba de mi rabo mientras la otra esperaba su turno. Ésta chupaba más despacio, sin metérsela toda en la boca pero jugando con ambas manos, acariciando mis huevos con una y siguiendo el ritmo de la boca con la otra, agarrando el tronco con fuerza.

Y así fueron turnándose hasta que la de pelo castaño intuyó que el fin estaba cerca. Se puso delante de mi verga, desplazando a un lado a la otra, como diciendo “esta corrida es para mí”. Con una mano alzó sus pechos, grandes y hermosos, juntándolos cerca del falo. Con la otra seguía ordeñándome mientras apuntaba el glande hacia sus tetas. La morena se sentó en el suelo, abrió ampliamente las piernas y, mirándonos, empezó a hacerse un dedo rápidamente. Sin duda estaba al borde del orgasmo. Su mirada oscilaba entre lo que tenía delante, una polla a punto de acabar, y la follada que le estaban dando a mi amiga Doll.

La morena comenzó a gemir, cada vez más alto, cada vez más rápido. El clímax estaba llegando. Y por empatía, el mío también. Y mientras ella lanzaba al aire el grito que acompañaba a su orgasmo, yo sentía cómo todo el placer acumulado en mis genitales se desplazaba hasta la punta. Dos sacudidas, como dos calambrazos, fueron el principio. Un enorme chorro de semen salió disparado sobre los pechos de la chica acompañando al tercer calambre. Ella sonreía, contenta de ser la culpable de provocar el enorme orgasmo que acababa de empezar. Otro calambre, otro chorro, y otro... No sé durante cuánto tiempo me estuve corriendo encima de esa chica. Sé que cuando terminó, sus pechos estaban cubiertos de semen. No podía creer cómo había salido tanto, teniendo en cuenta que unos minutos antes, Doll se había encargado de mí y de mi súbita erección. También sé que la morena ya se había ido, seguramente a buscar algún rabo que calmara su calentura.

Y a pesar de la frondosa corrida, yo seguía tieso y excitado. Tal fue el buen trabajo de aquella moza que un orgasmo no era suficiente para bajar el subidón de placer. Así que la llevé a una de las camas, la puse de rodillas, la incliné hacia delante y entré en ella sin preguntar. ¡Qué hermoso, suave y dulce coño tenía esa chica! Estaba tan mojado y dilatado que temí que mi rabo fuese poco para ella. Y aunque el grito que dejó escapar cuando entré demostraba lo contrario, quería estar seguro de poder devolverle el favor que acababa de hacerme. Así que la follé como ella me pajeó antes, rápida, fuerte y enérgicamente.

La muchacha estaba tan caliente que necesitaba correrse ya. Eso pensé cuando acercó la mano a su coño y comenzó a frotarse el clítoris con ella. A los pocos segundos noté cómo las paredes de su vagina se estrechaban, apretándome el pene mientras entraba y salía. Abrió la boca, intentando dejar escapar un grito que había quedado en su garganta. Cuando noté que se estaba corriendo y que su corrida me estaba salpicando en las piernas, cuando por fin pudo chillar su éxtasis, cuando vi que casi todo el mundo se giró a mirar para ver quién estaba teniendo semejante orgasmo y porqué, ahí me corrí de nuevo. Fue un clímax suave pero muy largo. Nunca me había corrido dos veces tan seguido, así que ese segundo regalo fue algo nuevo para mi.

Cuando por fin dejó de chorrear y de gritar, me tomó de la mano y me acompañó a una puerta oculta que daba a unas cálidas duchas. Nos duchamos en silencio, mirándonos de vez en cuando.”

Van apartó la vista de las páginas del manuscrito. Notó que las bragas rozaban suavemente su entrepierna, así que bajó la mano y la metió por debajo de la tela, explorando.

-¡Joder! Estoy empapada -susurró.

El contacto de sus dedos le hizo subir un cálido hormigueo por su vientre. Mientras movía sus dedos en círculo, muy despacio, sobre ese trocito de su cuerpo tan erógeno, disfrutando de esa sensación que subía hasta sus pechos, continuó leyendo.

Volví a la sala, me dirigí a la barra y llamé a la camarera. Dejó mi pedido delante de mí con una pícara sonrisa.

-¿Es tu primera vez, verdad? -preguntó.

-¿Cómo lo sabes?

-Se nota -añadió, ensanchando su sonrisa- Un consejo: no lo quieras hacer todo hoy. Tú sólo déjate llevar... y no bebas mucho-. Y sin decir nada más, me guiñó un ojo y se acercó a una chica que esperaba un poco más lejos.

Reflexioné unos instantes y decidí que no era mal consejo. Así que me acerqué a uno de los sofás, dispuesto a tomar mi consumición tranquilamente y ver qué más sucedería.

Sentado, bebiendo despacio, observé a mi alrededor. Unas treinta o cuarenta personas se distribuían por todo el local. Había espacio suficiente para otras veinte personas, pero hacía rato que no entraba nadie nuevo en la sala, así que no tenía la sensación de estar en un sitio abarrotado. Algunos charlaban por parejas, otros en grupo. Algunos follaban por parejas, otros en grupo. También había unos cuantos hombres y mujeres solos, mirando al resto tal y como estaba haciendo yo en ese momento. Algunos se acariciaban mientras miraban las camas. La gente entraba o salía de las duchas, preparando sus cuerpos para ofrecerlos después al gozo propio y ajeno.

Alguien se sentó a mi lado sin dirigirme la palabra. Al girar la cabeza vi que era la hermosa rubia de pelo ondulado que había visto al entrar. Ella miraba hacia una de las camas, donde tres chicas hacían un trío mientras un chico practicaba sexo anal con una de ellas.

-¿Es tu novio? -pregunté a mi compañera de sofá, señalando al chico de la cama.

-No. Mi novio es aquél de allí, el que está sentado en aquel otro sofá.

-¿Es la primera vez que vienes?

-Aquí sí. Pero hace años que asistimos a otros lugares como éste.

-¿Siempre con tu novio?

-No siempre. A veces voy con una amiga a otro local sólo para chicas.

-Vaya... -dije como un bobo.

Me quedé en silencio, imaginando cómo de hermoso podía ser un lugar como ése. Ella continuó hablando, sacándome del trance.

-Por cierto, me llamo Nim.

Sonreí y le dije el mío.

-Me encanta mirar -añadió de repente.

-¿Cómo dices?

-Que me encanta ver cómo disfrutan otras chicas. Ver sus rostros transformados por el placer, sus cuerpos meciéndose, cómo dejan que esos gordos y duros penes entren en ellas, el movimiento rítmico de sus pechos al ser penetradas... -dijo sin dejar de mirar a las chicas del trío y al chico que seguía disfrutando del pequeño culo de una de ellas. Y lo dijo de una forma tan cálida, tan suave y sensual que noté cómo se iba excitando mientras hablaba y me iba excitando a mí.

-Casi puedo sentir ese pene en mi interior -añadió mirándome a los ojos -abriendo mi culo con cada embestida. Entrando y saliendo de mí, con esos enormes testículos golpeando mi sexo.

Alargó una mano, agarró mi vaso, bebió un poco, lo dejó en el suelo y se acercó a mí, deslizando su hermoso trasero por la suave tela del sofá. Cogió mi rostro entre sus manos y comenzó a besarme.

-Puedo sentir la lengua de esa mujer comiéndome entera. Sus labios besando mi vagina -dijo mientras me besaba.

Sin apartar mis labios de los suyos, acaricié sus cuerpo de arriba a abajo. Su firme espalda, sus grandes pechos, su plano vientre, sus cálidos muslos...

Dejó de besarme, se recostó en el sofá y, mientras volvía a mirar hacia la cama, separó las piernas lentamente. Su profunda respiración hacía que su pecho subiese y bajase, dejando escapar un leve gemido en cada exhalación. Yo ya estaba duro como una piedra otra vez.

Me acerqué a ella y comencé a acariciar ese enorme clítoris que tantas ganas tenía de disfrutar.

-Tú no dejes de mirarlas -le dije al oído. Un gemido más alto me indicó que la idea le había gustado.

Seguí acariciándola despacio, jugueteando con ella, sintiendo con mis propias manos cómo de grande era y cómo se mojaba cada vez más. Sus gemidos eran más frecuentes ahora, más altos. Aumentaban el ritmo poco a poco, al compás de su excitación. Cuando veía que estaba acercándose peligrosamente al orgasmo, variaba el ritmo o la dirección de las caricias para que no se corriese.

Un pequeño grito me hizo notar que algo la había excitado aún más. Miré y vi que un hombre, grande y fuerte, se había acercado a una de las chicas y le estaba dando el mismo tratamiento que a la otra. Supuse que ver cómo se la metían era lo que le había gustado.

Seguí jugueteando con mis dedos en su coño sin perder de vista lo que sucedía en la cama. Cuando vi que otro tipo se acercaba a la chica que quedaba libre, dispuesto a follársela también, decidí que era un buen momento para cambiar de estrategia. El pene de éste último chico era anormalmente gordo y, por lo que vi, también quería entrar en el culo de la chica. Los gemidos de Nim se incrementaron en ritmo e intensidad mientras el falo iba entrando poco a poco en aquella muchacha, que gritaba de placer mientras se separaba las nalgas con ambas manos, invitando y facilitando al mismo tiempo la entrada de la monumental verga. Fue en ese preciso momento cuando puse en marcha la estrategia planeada: me arrodillé en el suelo y comencé a chupar como loco el abultado clítoris de Nim. Mientras me la comía con los labios y la lengua, ella levantó y separó las piernas, haciendo que su placer y el mío aumentasen todavía más. Al poco rato, ella estaba a punto de correrse, así que puse en marcha la última fase: sin dejar de lamer, metí tres dedos en su vagina y los empujé tanto como pude, hacia adentro y hacia arriba al mismo tiempo, dejando el dedo del medio por encima de los otros dos. Sabía que de esta manera estimularía, además de todo su interior, el famoso Punto G.

Y parece que así fue, porque Nim fue encadenando un orgasmo tras otro, gritando como una loca mientras sus dedos se aferraban a la tela del sofá, como temiendo salir disparada si se soltase, con los ojos fuertemente apretados, la cabeza echada hacia atrás y la espalda arqueada, haciendo que sus grandes pechos pareciese aún mayores.”

Van estaba tan metida en la lectura que no se había dado cuenta de que su mano se estaba moviendo mucho más rápido que antes, que el hormigueo que recorría su cuerpo era ahora mucho mayor y que ese hormigueo se estaba replegando, se estaba concentrando en su sexo, en los puntos de contacto de su piel y de sus dedos.

-Sí... Sí... Sí... -se estaba acercando.

-Síííí... Sííííí... -ya casi estaba.

-¡Sííííííí! -el hormigueo había explotado. Con un solo golpe se había expandido por todo su cuerpo, por toda su mente, haciendo que no existiese nada más que placer, nada que no fuese la enorme sensación que su vagina transmitía a lo largo de su ser.

-¡Qué hijo de puta!¡Ha hecho que me corra! -dijo cuando todo había pasado, dejándose caer rendida sobre la cama.

Aunque acababa de tener un orgasmo, su cuerpo le pedía más. Decidida a continuar, pensó que la cosa podría mejorar si bajaba al piso de abajo y buscaba un poco entre sus cajas. Allí, en una de ellas, se encontraba su juguete favorito: un pene de látex de 30 centímetros de largo y un ancho que nunca quiso saber. Lo que sí sabía, gracias a algunos de sus juegos anteriores, era que los preservativos normales no cabían.

Bajó corriendo y enseguida encontró la caja que buscaba. Sacó a su amado compañero de goma de su funda y subió de nuevo corriendo las escaleras. Se tumbó en la cama, abrió las piernas, se introdujo el consolador lentamente, y cuando notó la verga de látex llenándola, bien apretada contra su sexo, continuó con la lectura.

Me quedé un rato mirando a Nim. Se había tumbado de costado, en posición fetal, con ambas manos apretando su coño. Su gesto contraído y sus temblores me hicieron pensar que todavía no estaba lista para continuar. En cambio, mi pene estaba duro y erguido, deseando encontrar un lugar cálido donde reposar su excitación. Y entonces pasó lo que estuve imaginando durante toda la semana. De la nada surgió la culpable de nuestra aventura de aquella noche. Yo estaba de pie. Doll, delante de mí, me rodeó el cuello con sus brazos y dando un pequeño salto, me rodeó también la cintura con sus piernas. Estaba tan mojada y dilatada que mi pene entró en ella fácilmente, sin esfuerzo. Ambos abrimos la boca, sin decir nada, dibujando una O con nuestros labios. Estuvimos así un rato, mirándonos, disfrutándonos. Yo estaba tan sorprendido que no era capaz de moverme. Sólo podía coger sus nalgas con mis manos y sentir su peso sobre mí. Así que fue ella la que empezó a moverse, meciéndose suavemente, acariciando mi polla con las paredes de su sexo. Sus pezones, duros como diamantes, rozaban mi pecho mientras su boca, ahora junto a mi oído, dejaba escapar dulces gemidos.

Mientras tanto, Nim se había recuperado y se había puesto en pie. Se acercó por detrás de mí, me abrazó por la espalda, acariciando el cuerpo de Doll y besándola al mismo tiempo. Cuando pararon, mi amiga me miró sonriendo.

-Te lo dije. Le voy a comer el coño y tú estarás ahí para verlo.

-Follándote, si no recuerdo mal tus palabras.

-Sí, ya lo creo. -Y dicho esto, sus movimientos fueron más rápidos, más ansiosos. La expresión de sus rostro se volvió más lujuriosa y yo, poseído por la pasión que manaba de ella, empecé a moverme siguiendo el ritmo de su culo.

-¿Cómo se llama? -preguntó Doll entre jadeos.

-Nim -contesté.

-¡Eh, Nim! -ella se acercó sonriendo. -Quiero comerte.

-Y yo a ti -contestó la rubia. -Así que cuando hagas que me corra con tu boca no te vayas. Yo también deseo tu cuerpo. -Y, acercándose, le dio un húmedo y sensual beso.

Sus lenguas estuvieron jugando un buen rato mientras Doll no dejaba de follarme. Nuestros cuerpos habían adquirido un movimiento rítmico, automático, que se repetía como un mantra carnal. A pesar de la excitación que sentía, acrecentada por el jugueteo que se traían las bocas de Nim y Doll, supe que podía estar así durante horas sin llegar a correrme, disfrutando de una especie de nirvana sexual donde sólo el hecho de estar dentro de mi compañera era suficiente.

Pero Nim tenía otros planes. Avanzó un paso, colocándose detrás Doll. Acercó los labios y la besó en un hombro. El siguiente beso fue un poco más abajo. Y así fue bajando por su espalda hasta llegar a sus nalgas, donde alternaba los besos en mis manos, sus nalgas y la raja de su culo. Puso las manos sobre la espalda de Doll y paró su bamboleo , dejándome a mí solo con los rítmicos movimientos. Bajó las manos, acariciando su piel, llegaron hasta sus posaderas, las separaron y dejaron su agujero al descubierto. Nim acercó la lengua y lo chupó. Doll abrió mucho los ojos. Mientras la lengua de nuestra nueva amiga se movía con más rapidez, los ojos de Doll se fueron abriendo más y más, igual que sus labios, reflejando la agradable sorpresa que le había producido esa nueva sensación.

-¿Qué está haciendo? -repetía una y otra vez mientras sus dos agujeros eran estimulados al mismo tiempo.

-¿Te gusta, no? -le pregunté, aunque la respuesta era evidente.

-¡Joder! Ya lo creo... -contestó entrecortadamente.

-Pues ya puedes ser buena con ella.

Soltó una mano de mi cuello y la llevó a la nuca de Nim, apretando su cabeza contra su culo. Quería notar su lengua con más fuerza. Nim adivinó sus intenciones e introdujo la lengua dentro de su ano, moviéndola hacia dentro y hacia fuera rápidamente. Doll echó la cabeza hacia atrás, a punto de correrse. Yo paré de follarla, quedándome dentro, quieto, con el miembro latiendo en su interior. Nim notó el cambio y también paró. Se puso en pie, besó de nuevo a Doll en la boca, ambas muy excitadas, y se dirigió a una de las camas.

La seguí hasta allí, con mi amiga todavía empalada por mi verga, su rostro en el hueco de mi hombro, respirando agitadamente. Nim ya estaba tumbada boca arriba, con las piernas abiertas. Yo me dejé caer sobre el colchón, sin soltar a Doll, de forma que ella quedó debajo de mí. No me pude resistir y comencé a follármela muy rápidamente. Le lancé unas rapidísimas embestidas mientras la abrazaba contra mí. Ella comenzó a gritar y salí de repente, sin que ella se lo esperase. Su cuerpo se retorció bajo el mío, presa de una excitación sin colmar. Su coño me buscaba sin éxito y esto hacía que se pusiera más nerviosa aún. Me separé de ella y se lanzó hacia mi, besándome con locura, con frenesí, con una fuerza que casi hizo que cayésemos de la cama. Separé como pude sus labios de los míos y señalé a Nim.

-Cómetela...

Doll la miró y, sin pensárselo un instante, se dejó caer sobre el coño de Nim, comiéndole el clítroris con la misma pasión que unos segundos antes había usado para besarme a mi.

De rodillas me acerqué a mi amiga, puse una mano en la base de su espalda y bajé su culo a la altura de mi polla. Entró tan fácilmente que decidí repetirlo. Volví a salir y entré de nuevo. ¡Qué deliciosa sensación, notar su agujero tan abierto, tan húmedo y caliente! Así estuve un par de minutos, hasta que ya no pude soportarlo más y, poniendo mis manos en sus caderas, la follé, embistiéndola con fuerza.

Nim me miraba a los ojos y yo la miraba a ella. Cuando Doll introdujo dos dedos en su vagina, su cara se transformó, haciéndome saber que estaba a punto de correrse. Saber eso hizo que mi orgasmo se acercara rápidamente. Unos segundos después, Nim cerraba los ojos con fuerza y gritaba mientras acababa en la boca de mi amiga. Por mi parte, dejé caer la espalda hacia atrás para empujar el culo al máximo contra Doll, introduciendo todo mi pene en su interior mientras mis testículos se aplastaban contra su clítroris, sintiendo cómo me derramaba dentro, cómo cada latido de mi polla la llenaba un poco más.

Cuando volví a abrir los ojos, Nim se estaba incorporando sobre el colchón. Tomó a Doll por los hombros y la empujó a un lado, echándola boca arriba. Alzó sus piernas, separándolas, y acercó la boca a su coño. Su lengua empezó a chupar el clítoris. La tripa de Doll se endureció al contacto húmedo de la lengua de Nim, haciendo resaltar sus abdominales. Mi semen comenzó a fluir hacia fuera, resbalando poco a poco mientras Nim seguía juguetendo con el clítoris. Sus ojos me buscaron y cuando me encontraron, sin dejar de mirarme, fue bajando poco a poco hasta el agujero, lamiendo el semen que brotaba. Los movimientos de su garganta demostraban que estaba tragando, que estaba bebiendo lo que del coño de Doll salía. A pesar de la corrida, yo seguía erecto, así que me acerqué al culo de Nim, lo abrí, lo mojé con mi lengua, dejando caer un poco de saliva, me puse de pie y me agaché hasta tocarlo con la punta de mi polla. Primero entré un poco y observé la reacción de Nim. Ésta seguía chupando el coño de mi amiga sin inmutarse. Entré un poco más, metiendo todo el glande en su culo. Esta vez, Nim sonrió un poco. Interpreté que le estaba gustando, así que, despacio, fui entrando cada vez más. No sé si su culo estaba más apretado de lo normal o que mi polla estaba más gorda que de costumbre, pero me llevó un rato hasta que coseguí introducir todo el rabo dentro de ella. Cuando lo conseguí, Nim levantó la cabeza, poniendo sus ojos a la altura de los de Doll, y se quedaron así mientras yo la bombeaba con cuidado.

Poco después, Doll acercó dos dedos a sus clítoris y comenzó a frotarlo. Su mirada oscilaba de los ojos de Nim a los míos, y de los míos al culo de Nim. De repente paró, se puso de rodillas, se acercó al lado de Nim y adpotó la misma postura que ella. Acepté la sugerencia y le di lo mismo que le estaba dando a nuestra rubia amiga. Doll apoyó la cara contra el colchón y separó las nalgas con sus manos mientras mi polla no paraba de follarle el culo. Poco después, me acerqué a Nim y le follé el coño. Así estuvimos alternando, entrando en el culo de una o en el coño de la otra, mientras pensaba que no había conocido tanto placer en toda mi vida.

-Esta corrida le toca a Nim -dijo Doll mientras se sacaba mi miembro del culo. Sonriendo, se puso en pie y se fue hacia las duchas.

-Y yo elijo dónde y cómo la quiero -me dijo Nim al oído, mientras me echaba boca arriba en la cama.

Se sentó sobre mi sexo, mirando hacia mi, y pentró con él su culo, dilatado de la actividad anterior. Así me folló un rato hasta que se lo sacó, se dio la vuelta, dándome la espalda, los pies sobre el colchón, y se agachó hasta meterse mi pene en el coño. Moviendo la cintura, me siguió follando hasta que pensé que me iba a correr. Pero paró, me chupó la polla dulcemente y volvió a empezar el ciclo. Me folló con el culo, con el coño y con la boca durante más de lo que jamás pensé que podría soportar. La excitación era tan grande que era casi dolorosa. Mi glande estaba a punto de estallar de tantas veces que se había quedado a las puertas del orgasmo. Mis testículos estaban más sensibles que nunca. Y ella no paraba, se la metía en el culo mientras me miraba. Se daba la vuelta y se la metía en el coño. Me chupaba mientras me miraba a los ojos. Por fin se apiadó de mí y, con una felación de rápidos movimientos de boca, mano y lengua, acabé mientras ella abría un poco los labios y dejaba caer el semen a lo largo del tronco de mi polla. Cuando ya no salía nada más, siguió pajeándome y chupando mis testículos, lentamente, saboreándome. Luego paró, se puso en pie, sonrió y se dirirgió también a las duchas.”

Van soltó el diario y mientras se abría los labios de la vagina con la mano izquierda, con la derecha bombeaba rápidamente su enorme consolador. Saberse sola en una casa tan grande le dio pie a gritar todo lo que quiso mientras los orgasmos se sucedían uno tras otro. Pero por más que se corría, no podía parar. Deslizó la mano izquierda hasta el clítoris y lo acarició sin dejar de follarse con la gorda polla de látex. Sus gritos subieron de tono al notar cómo se aproximaba un nuevo orgasmo, pero ella era incapaz de saber cuánto estaba chillando, concentrada por completo en su sexo y en la follada que se estaba dando a sí misma.

Pasado un rato se dio cuenta de que si no paraba nunca dejaría de correrse, así que se sacó el juguete de dentro, lo tiró sobre el colchón, se tumbó de lado y se apretó el coño con ambas manos, deseando que parase esa gigantesca sensación de placer y disfrutándola al mismo tiempo.

Cuando todo su cuerpo se calmó, se quedó dormida.

Despertó a media tarde con el deseo todavía encendido. Su vagina estaba muy caliente y mojada. Tenía vagos recuerdos de los sueños que había tenido durante su corta siesta, sin duda eróticos, a juzgar por las ganas que tenía de masturbarse de nuevo. Logró contenerse pensando en leer un poco más, ponerse aún más caliente y así correrse de nuevo a lo grande, disfrutando de su soledad en compañía de sus fantasías.

Así pues, tomó el diario y continuó por donde lo había dejado.

Yo también tomé una ducha. Mi cintura, mi miembro, mis testículos, mis muslos... Estaban cubiertos de la mezcla de licores de los sexos de Doll, Nim y míos. De haber estado en mi casa me hubiese quedado dormido, estirado en la cama, regocijándome en la sensación de estar regado por el néctar de esas dos hermosas mujeres.

Cuando salí de la ducha y entré de nuevo en el local me pregunté dónde estaba Doll. No la había visto en las duchas y tampoco la encontré en ninguna de las camas. Ahora había bastante gente, así que fue difícil encontrarla a simple vista. Decidí acercarme a la barra y pedir algo que me animara un poco mientras miraba la buscaba por el local.

Mientras esperaba mi consumición con los codos apoyados en la barra, giré la cabeza hacia la izquierda y allí vi a mi amiga, junto a la pared del fondo. Estaba arrodillada, dos hombres de pie, uno a cada lado. Dos vergas a la altura de su rostro. Una, la más gorda, metida en su boca. La otra en su mano, pajeándola, siguiendo el ritmo de la felación. Estaba claro que ella no necesitaba un descanso.

Estaba tan concentrada chupando y meneando ambos penes que pensé que lo mejor era dejarla sola con aquellos dos hombres. Me senté de nuevo en uno de los sofás y miré la que le estaban dando a una chica en una de las camas. Estaba arrodillada sobre el borde del colchón, con el rostro sobre las sábanas, el pelo rojo derramado sobre ellas. Tenía un cuerpo espectacular, de carnes prietas y firmes. Sus muslos carnosos, su fuerte espalda y sus pechos, grandes y bien formados, coronaban un excitante perfil, rematado por un vientre plano y un culo redondo exquisitamente moldeado. Tenía junto a ella a un grupo de hombres que se iban turnando para darle el placer que estaba pidiendo. Por turnos se la iban follando mientras ella, de rodillas en la cama, ofrecía su vagina a quien quisiera penetrarla.

Uno de ellos rompió el rito y la tumbó boca arriba. La pelirroja sonrió, abrió las piernas y le exhortó a que entrase.

-Ven, ven, ven... Démela ya, dámela ya... -dijo ella, sedienta de sexo, de notarse una verga dentro. Alargó una mano, agarró al tipo por el pene y lo atrajo hacia su coño, moviendo el miembro arriba y abajo mientras intentaba metérselo, orientando la punta en el agujero de su sexo. Entró en ella de una sola embestida. Sin duda debía estar muy dilatada por todos los hombres que habían pasado por allí en tan poco rato.

Pasados unos minutos, otro hombre ocupó su lugar y se la folló de igual modo. El siguiente se colocó de rodillas a la altura de la cabeza de la chica y con la punta de la polla acarició sus labios. Enseguida ella se la metió en la boca. El tipo comenzó a moverse, metiéndola y sacándola, follándole la boca. Después, otro la puso boca abajo, se tumbó sobre ella y se la folló de esta forma. Cuando salió de ella, otro se acercó y se tumbó en el colchón. Un enorme miembro brotaba de su entrepierna, erecto como un mástil, brutalmente largo y gordo. Cuando la pelirroja vio semejante polla no tardó en sentarse encima e intentar metérsela cuanto antes, pero era tan gorda que le costó un poco conseguir tenerla toda dentro. Una vez así, llena por completo, se quedó un rato quieta, con los labios entreabiertos, jadeando. Solo por tenerla dentro ya estaba disfrutando. Tanto es así que, al frotar un poco el clítoris con uno de sus dedos, enseguida llegó al orgasmo. Pero no se la sacó después, ni mucho menos. Cuando paró de correrse, comenzó a follarsela. Cabalgó sobre la enorme verga como si le fuera la vida en ello. De vez en cuando se la sacaba de dentro, la chupaba un rato y volvía a cabalgarla. Sus grandes pechos botaban de una forma muy sensual. Las continuas embestidas, que golpeaban su hermoso culo, provocaban que sus nalgas se sacudieran violentamente. Verla disfrutando así me estaba excitando muchísimo. Pero más me excité cuando de nuevo y sin dejar de penetrarse con aquel rabo tan grande, frotó su clítoris en círculos con sus dedos, rápidamente y hasta correrse otra vez.

Luego fueron cambiando de postura. Ninguno de los dos quería parar. Ni él quería dejar ese cuerpazo para otro, ni ella esa polla para otra. El tipo se la folló de mil maneras: primero la puso a cuatro patas, después la tumbó de costado y la folló por detrás, seguidamente la tumbó boca abajo sin sacarla de su coño, entrando y saliendo de ella lentamente, luego le dio la vuelta y, en la postura del misionero, la empujó salvajemente... Los gritos de ella cubrían cualquier otro sonido que hubiese en el local.

-Menuda ración de polla que le están dando a esa -dijo alguien en mi oído. La voz venía desde atrás, pero no me hizo falta girarme para saber quién era.

-¡Doll! ¿Cuánto tiempo llevas ahí?

-Pues un buen rato la verdad. Me acerqué a hablar contigo pero me quedé embelesada mirando el espectáculo -continuó diciendo junto a mi oreja.

-¿Y los dos tipos con los que estabas?

-¿Me viste?

-Pues sí, pero te vi muy entregada comiéndotelos y no te dije nada.

-Pues uno se ha corrido en mis tetas y el otro se me ha corrido en la boca -dijo con ligereza.

-¿En serio?

-Claro que es en serio. Ha sido delicioso notar su semen caliente derramándose sobre mi lengua, llenándome la boca, mientras el semen del otro resbalaba sobre mi pecho.

-Doll, que me vas a poner cachondo...

-Después, delante de ellos me he acariciado las tetas, jugando con el semen sobre mis pezones y cuando ya tenía los dedos bien mojados y los pezones bien duros, me he hecho un dedo mientras me miraban.

-Me estás poniendo muy caliente, corazón...

-¡Uy sí! -dijo haciéndose la ingenua. -Ya veo cómo te estás poniendo, amor. Está para comérsela...

Y sin más, dio la vuelta al sofá, se arrodilló ante mí y comenzó a chuparme muy despacio. Se regodeó con mis testículos, se la metió entera, me pajeó... Estaba haciendo todo lo que me volvía loco. Y para colmo, la pelirroja y el tipo del pollón seguían a lo suyo, con una pasión y una entrega que hubiese calentado a cualquiera.

-¿Te parece si nos vamos ya? -preguntó Doll de repente. Aunque me sorprendió y, la verdad sea dicha, no tenía ningunas ganas de que parase de comerme, no quise agobiarla y le dije que sí, que estaría bien irse a descansar.

Nos vestimos, yo intentando disimular la erección que todavía tenía, y salimos del local. La madrugada ya estaba muy avanzada y pronto comenzaría a amanecer. Me sentía tan cansado como lleno de vida. Y mi entrepierna se sentía igual, la notaba rara, medio dormida, pero allí seguía dura como si me acabase de levantar por la mañana.

-¿A tu casa o a la mía? -soltó como un tiro Doll.

-¿Cómo?

-¿Que si vamos a tu casa o a la mía?, ¿no pensarás que la noche termina aquí? -y dicho esto se lanzó a besarme. Su lengua se movía despacio pero con pasión, transmitiendo calor, cariño y deseo a partes iguales. Una mano acariciaba mi nuca, la otra se deslizó hasta el bulto de mis pantalones.

-Y mañana tenemos todo el día para seguir -dijo mientras me besaba. -Tengo la intención de dejarte seco, de llevarme hasta la última gota de ti.

-Vamos a mi casa -contesté. -Está más cerca que la tuya y no puedo esperar mucho para tenerte.

Nos sonreímos y nos fuimos corriendo en busca de un taxi.

Ya en la casa, las prisas y la precipitación dejaron lugar a la calma. Nos quedamos en la sala de estar, besándonos, acariciándonos, desnudándonos el uno al otro. Nos tumbamos sobre la alfombra y continuamos regalándonos cariño. Creo que aquella noche explotó todo lo que habíamos estado acumulando sin saberlo durante tantos años.

Hicimos el amor varias veces. La primera vez, como unos enamorados: despacio, con mucho amor y muchas caricias. Solo hicimos el misionero y acabé dentro de ella.

La segunda vez hicimos muchísimas posturas, tantas como sabíamos. Yo pensé que sería incapaz de correrme de nuevo, pues había perdido la cuenta de las veces que había eyaculado aquella noche. Pero Doll sabía cómo moverse y lo que me gustaba, así que mientras la follaba estando ella de rodillas, a cuatro patas, volví a correrme en su coño.

Y cuando ya pensaba que no podía más, Doll insistió en que quería volver a hacerlo, quería que nos corriésemos una vez más. Y esta vez usó el sexo anal para conseguir que yo acabase. Me tumbó en la alfombra, lubricó mi pene con su boca y se sentó sobre mí, introduciéndose mi verga poco a poco por el culo. Así me cabalgó un rato hasta que notó que ya estaba bien dilatada, que no notaba dolor, solo placer. Y me dio cien vueltas sobre la alfombra, me folló de cien formas distintas, demostrando lo mucho que le gustaba el sexo anal. Hasta que una de las posturas me hizo enloquecer. Yo estaba tumbado, boca arriba. Ella se había puesto de pie, de espaldas a mi. Se agachó despacio y se la metió de nuevo entre las nalgas, abríendolas con una mano y apuntalando mi polla con la otra. Ver su pelo sobre sus hombros, su espalda, su redondo culo mientras notaba la deliciosa sensación de estar entrando y saliendo de él mientras solo ella se movía, saber que con mi miembro estaba dando placer a aquella hermosa mujer,... todo eso fue demasiado para mi y, dejando escapar un grito, me corrí dentro de su culo. Y mientras yo eyaculaba, ella se metió dos dedos en el coño y comenzó a masturbarse. Podía sentir en mi polla cómo sus dedos se movían dentro de su vagina. Y así siguió hasta que con un grito enorme, ella también acabó.

Nos quedamos tumbados en la alfombra, conscientes por primera vez de la cantidad de luz que entraba por la ventana. Ya era de día y estábamos agotados y hasta un poco doloridos por la sobre estimulación que habían recibido nuestros cuerpos. Y así, abrazados y vacíos como nunca, nos quedamos dormidos.”

Van dejó a un lado la lectura y pensó en jugar de nuevo con el consolador. Al final decidió no “estropear” ese final romántico con el juguete y puso sus manos sobre su sexo. Pero un sonido la interrumpió. Se quedó escuchando por si se repetía. Y de nuevo lo escuchó, esta vez claramente: era el timbre de la puerta. Extrañada y sorprendida, pues nadie sabía su nueva dirección, se puso un albornoz por encima y bajó a abrir.

Los que llamaban eran una pareja. Un chico de unos treinta y tantos y una chica un poco más mayor. Ella, bajita y delgada, tenía el pelo negro y rostro muy bonito. Él, un poco más alto y también delgado, fue el primero en hablar.

-Buenas tardes.

-Buenas tardes -contestó Van. -¿Les puedo ayudar en algo? -preguntó mientras con una mano se aguantaba la abertura del albornoz.

-Espero que sí. Soy el antiguo dueño de esta casa. Siento no haber podido cerrar la venta directamente con usted, pero he estado fuera del país y me ha sido imposible. Por eso mismo no he podido recoger todas mis cosas.

-¿Así que los diarios son suyos? -dijo Van. En cuanto acabó la frase se arrepintió de haberla dicho.

-Los has leído... -no era una pregunta.

Van quería morirse por la vergüenza, pero no se atrevía a decir que no.

-Bueno, ¿qué te han parecido? -preguntó la chica bajita mientras sonreía. -Ya que los has leído, podrías decirnos si te han gustado.

-La verdad es que me han gustado mucho -contestó Van, al tiempo que su mirada escrutaba el suelo, como buscando una grieta por la cual escapar.

-Me alegra oír eso, de veras -dijo el chico. -Pero no queremos molestarte, quizás estabas a punto de tomar una ducha y te hemos interrumpido -añadió señalando el albornoz de Van.

-No, que va. En realidad estaba leyendo... los diarios -Van notó cómo un pequeño fuego se encendía justo por encima de su pelvis -¿Os apetece pasar?

-¿Tú qué dices, Doll? -preguntó el chico.

-Digo que me encantaría... -dijo mirando a Van con una pícara sonrisa en sus labios y en sus ojos. Van le respondió con idéntico gesto y, dejando escapar la tela del albornoz, abrió un poco más la puerta, dejando que la ropa se deslizase hacia los lados, mostrando sutilmente la desnudez que unos segundos antes cubría, invitándoles a entrar.