Nuevo comienzo. Capitulo 1: Cambios.

Rouse pensaba que había perdido el amor de su vida. Pero se equivocaba. El destino tenía preparado algo para ella. Algo bueno. Algo nuevo. Algo que la hiciera sentir, como nadie antes lo había hecho.

Tamborileaba los dedos contra la barra de la cafetería. Mis ojos vagaban sobre la gente que ahí estaba, y posé de nuevo la mirada en el gran reloj que estaba sobre la entrada. Faltaba escasa media hora para terminar el turno.

La pequeña campanilla volvió a sonar, indicando que habían entrado más clientes. Era una pareja mayor, ya los conocía, solían ir todas las tardes a merendar ahí. Era una pareja agradable, además que dejaban buenas propinas. Así que no me demoré, y cuando vi que ambos se habían acomodado, en el sitio de siempre, cogí la pequeña libreta y me acerque a donde estaban.

  • Buenas tardes.- Dije sonriéndoles.

  • Oh ... ¿todavía aquí, Rouse?.- Dijo ella, agarrando la mano de su marido.- Pensaba que te habrías ido.

  • Todavía me falta media hora, he conseguido cambiar el turno. ¿Quieren lo de siempre?. - dije tras una pequeña pausa.

  • Sí, por favor.- Dijo él.- Y, ¿qué tal está Jorge?.- Añadió.

  • Trabajando, como siempre .- Dije susurrando - Pero hoy ... hoy haremos algo especial, cumplimos 4 años juntos.- Dije contenta de nuevo.

  • Me alegro mucho. Espero que duréis tanto como yo lo he hecho con mi amada.- Dijo mirando a su esposa de nuevo. Era una mirada pura, sincera. Era amor de verdad, del que sale en las películas, y una envidia que hayan durado tantísimo tiempo.

  • Eso espero. Pues lo de siempre. Disfruten de la tarde.- Dije sonriendo y dándome la vuelta.

*

Salí de la pequeña cafetería que se encontraba en Gran Vía. Eran las 8 todavía, me daría tiempo llegar a casa de Jorge a hacer la cena. Una buena cena. ¿Qué haría?. Seguramente carne, a él le encantaba, y lo acompañaría de alguna clase de pasta. Además tenía que acordarme de comprar un buen vino para la ocasión.

Cogí el autobús, no tardaría mucho, dejaría las cosas y bajaría a comprar. Seguramente Jorge no llegaría hasta las 11, hoy tenía una reunión bastante importante, y no él sabía que había conseguido la noche libre para estar junto a él. Cuatro años. Dios, había pasado el tiempo muy rápido, y él seguía siendo el hombre de sus ojos. Me había dado cuenta que lo amaba muchísimo, y esta cena solo era el comienzo de otro año a su lado.

No vivíamos juntos. Yo todavía conservaba mi pequeño piso, pero había temporadas en las que me pasaba mucho tiempo en su casa. La última vez fueron seis meses, antes de que él tuviera que hacer un pequeño viaje a Tokio, luego había vuelto a mi pisito en un barrio modesto de Madrid.

Él era empresario. En este tiempo había escalado mucho en el ámbito laboral, desde los 18 que estabamos juntos siempre quiso eso, ser rico, ser importante y ambicioso. Yo en cambio no lo había pasado tan bien. Después de terminar la carrera de artes no encontré nada de lo que buscaba, saltaba de un trabajo a otro, hasta dar con un puesto de camarera en esa cafetería y ahí llevaba ya 8 meses. No cobraba tantísimo como Jorge, pero me apañaba, aunque él me repitiera mil veces que podía dejar de trabajar y vivir con él. Pero yo no era una gorrona, no me gustaría vivir así, tenía mi independencia y no renunciaría a ella, aunque tuviera que hacer turnos dobles para poder pagar las facturas.

Tardé media hora en llegar. Saqué las llaves del bolso y me encaminé al chalet donde vivía Jorge. Era lujoso, bonito, pero muy ostentoso para mi, seguramente yo hubiera comprado un piso más amplio, con un gran vestidor para comprarme miles de vestidos. Ya que siempre me había dado mucho apuro estar sola en una casa tan grande.

Entré, dejé las llaves y el uniforme en la entrada, y busqué mi bolso en el gran perchero. Ahí no estaba, debía haberlo dejado en la habitación. Subí las escaleras, y comencé a oír ruidos. ¿Habían entrado a robar? No, no podía ser, había mucha seguridad en esta casa, además que había apagado la alarma. Escuchó risas y gemidos. ¿Gemidos? No, no, no; debía de ser un error; y más risas se escucharon procedentes de la habitación.

No me había movido. Ahí estaba, inmóvil en el ultimo escalón de la escalera. ¿Qué debía hacer? A lo mejor era Marcos, el hermano de Jorge, a lo mejor le había dejado traer a un ligue, no era la primera vez que lo hacía, pero esta vez tenía una sensación diferente, un mal presagio.

  • Siií así, dios ...  no pares ... hmmm - Gimió una voz femenina. La había escuchado en algún lado, la reconocía, pero no la ponía cara. Debía de ser Marcos. Sí, sí. Era él, segurísimo. - Que bueno Jorge ... Dios me corro ...  ¡Jorge!

Y se me cayó el mundo encima.

¿Jorge? ¿Su Jorge? ¿Tirándose a otra? ¿Hoy? ¿En su aniversario?

Avancé más. Y abrí la puerta de golpe. Ahí estaban los dos. Mi Jorge y Natalia. El infiel y la zorra. Era la secretaría de Jorge, la que tantas veces había hablado conmigo cuando le llamaba o visitaba. Estaba encima de él, cabalgándolo como una amazonas, y él con los ojos cerrados, agarrándola de las caderas. Ella era guapa y delgada, una pelirroja bajita, con ojos verdes esmeralda, con unas pechos más grandes que los suyos y unas pecas adornando sus mejillas. ¿Quién no querría acostarse con ella?

Jorge abrió los ojos, después de unos eternos segundos, después de pronunciar "yo también me corro". Cuando se dio cuenta que yo estaba ahí me miro. Mis lagrimas me anegaban los ojos y mejillas, mil pensamientos pasaban por mi mente, y mil explicaciones quería que él me diera, aunque en verdad no quisiera escucharle.

  • Rouse, esto ... esto no es lo que crees. - Dijo pálido, tirando de encima a la pelirroja al otro lado de la cama. Esta cogió la sabana tapándose con ellas. Su cama. Sus sabanas. En donde hacía pocas horas yo también había disfrutado con él. Vi como cogía su bóxer y se lo ponía corriendo. Joder. Era sumamente guapo, aún habiendo follado con otra.

  • No quiero escucharte ... - Dije en un susurro.

  • Mi amor ... - Dijo acercándose, intentando tocarme.

  • No quiero que te acerques, no quiero que me hables. ni que me toques. No quiero que me llames amor. ¿Lo entiendes? Eres un cabrón, no quiero que me llames más, no me busques. Ni se te ocurra. - Dije en un hilo de voz, temblándome la voz.

Me dé la vuelta y corrí hacia las escaleras, bajando rápido, escuchando como él iba detrás intentando convencerme de algo que ni yo misma escuchaba si quiera. Tenía una amante. Me era infiel.

  • Perdóname, lo siento ... yo ... yo soy un cabrón, perdóname, pero no me dejes ... - Suplicaba.- Rouse yo te amo, mi vida ...

  • Tu no me amas. - Dije dándome la vuelta, dándole la cara.- Si me amaras no te hubieras follado a tu secretaria. ¿Cuántas veces más ha pasado? ¿Eh? - Dijé cabreada, esperando una respuesta que no llego.- ¡CUÁNTAS! - Grité, golpeándole el pecho.

  • Yo ... Rouse ... lo siento, te amo, créeme, perdóname mi vida.

Me lo quedé mirando. Sus ojos azules estaban vidriosos y me miraban suplicando. No me gustaba verle así, pero él se lo había buscado. Di un último repaso a su cuerpo. No podía negar que era guapo, piel morena, ojos azules y pelo rubio; pero también me enamoré por su sinceridad, por su apoyo, por que siempre había estado en los momentos difíciles, porque conseguía hacerla sentirse especial y tenía plena confianza en él, confianza que ya estaba totalmente rota, al igual que mi corazón.

  • No. - Susurré volviendo a llorar de nuevo. Me sentía pequeña, me sentía traicionada, defraudada. Solo tenía ganas de irme de ahí, de olvidar toda esa pesadilla.- Hoy era nuestro aniversario ¿lo recuerdas? .- Él me miró y se paso las manos por la cara. - Eso creo que es un no. - Dije ella seca .- Cuatro años, y tú te lo has cargado todo. - Añadí.

Cogí mis cosas y abrí la puerta. Me dí la vuelta de nuevo para mirarle una vez más. Estaba llorando. El empresario vanidoso y rico, lloraba por mi, por que me perdía, pero ya era demasiado tarde para arrepentirse. Dejé en el mueble las llaves, esas que él me dio con tanto cariño en una cena romántica junto con un llavero en forma de "J",  y salí de ese chalet para no volver más.

*

Me encontraba ya en mi piso, acurrucada en la cama. No había dejado de llorar en el autobús, ni cuando llegue a casa. Me dolía la cabeza y los ojos de tanto llorar. Pero no podía remediarlo, no cuando el amor de mi vida se había ido de la noche a la mañana. ¿Por qué? ¿Qué había pasado? ¿Cómo ha podido suceder eso? ¿Acaso ya no la deseaba? Seguramente era eso. ¿Quién podía competir con ese bombón?

Había apagado el móvil cuando llegue a casa. Tenía 20 llamadas perdidas junto con cuantos mensajes de voz, y eran todos de él.

Después de la tempestad llega la calma, y a mi me pasó lo mismo. Me quedó profundamente dormida, acurrucada en la esquina de la cama donde él solía dormir, sintiéndome frágil y pequeña, sintiéndome la mujer más desdichada del mundo. Sintiéndome sola, por primera vez en mucho tiempo.

¡BUEEENAS TARDES SEÑORES!

Me estreno por segunda vez en una novela y, es que, la primera novela, la cual no he terminado, está en otra cuenta y he perdido el correo; así que he tenido que volver a hacerme otra cuenta.

Lo dicho señores y señoras, espero que le guste. Sí, no hay sexo en este capítulo, pero prometo que en los siguientes habrá mucho e intentaré que sea del bueno.

Soy nueva escribiendo, no lo hago a menudo, pero me gusta. Así que no os cortéis en comentar. Por favor hacerlo, y me hacéis la mujer más feliz del mundo. Y votar también eh. Todas las críticas que tenga las tendré muy en cuenta, quiero aprender, quiero escribir bien, y me gustaría que fuerais sinceros.

Pasar un buenísimo día lectores. Nos vemos en los próximos capítulos.

Besos enormes.