Nuevas y bellas emociones I
Casualmente al conocer a Walter descubrí mi atracción sexual hacia él
Estoy escribiendo este relato, mientras mi hombre yace durmiendo junto a mí. Nos hemos amado de la forma más bella y al mismo tiempo libre que te puedas imaginar. He saboreado su sexo hasta hacerle derramar sobre mis labios su cálido jugo. Y después él lo ha tomado de mi boca compartiéndolo ambos en un profundo beso donde nuestras lenguas se lo disputaban como si fuese un espléndido manjar.
No fue fácil para mí aceptar que me gustasen los hombres, pero una vez que pude superar mi conflicto existencial, me alegró de haber luchado contra mis perjuicios que tanto daño y tanta frustración me estaba creando. Porque he descubierto que el amor unido al placer acompañados ambos de una gran dosis de comprensión y sin tabúes que lo obstaculicen nos llevan a un enriquecimiento personal, a un encuentro de la felicidad, ya sea en compañía de un hombre o una mujer.
Yo no estaba preparado, ¿y quién lo está? No me veía recibiendo las caricias de una persona de mi mismo sexo y mucho menos llegando al orgasmo con un hombre, al igual que tampoco me resignaba a hacer gozar a un chico, aunque no es fácil superar estas adversidades, es necesario luchar contracorriente, contra la doble moral que se nos quiere imponer, porque en el fondo mucho de estos moralistas actúan contra sus principios o si no lo han hecho le gustaría hacerlo.
Por eso pienso, que existe en nuestro interior una tendencia, si es que se puede denominar así, que permanece oculta, otros, tal vez, ya la descubrieron y prefieren obviarla reprimiendo sus sentimientos hacia una persona de igual sexo que ellas. Los que la hemos sacado del letargo, hemos descubierto que es maravillosa esa tendencia adormecida en nosotros y que al mismo tiempo nos enriquece como personas colmándonos de felicidad.
Por eso lector@, éste relato quiero que esté cargado de reflexiones, por si tal vez aún no has podido salir de esa caverna donde tan sólo existen las sombras que sobre la pared proyecta el fuego de la represión y que te impide ver otra realidad.
Tal vez, puedo ayudarte si aún eres de los que quieren aceptarse y por las circunstancias de nuestro entorno te esté costando. No sólo es un relato erótico es un camino abierto hacia la felicidad, un camino contra la represión y los perjuicios. En suma es un sendero abierto al amor, un sendero por el que se puede andar libremente sin limitaciones en el sexo, al placer obtenido con el amor de la persona amada.
Todo sucedió cuando la revista para la que trabajo como fotógrafo me encargó hacer un reportaje en Perú. Acostumbrado a trabajar de ésta forma (de un día para otro) la noticia no me agarró de sorpresa, más bien me agradó. Serían unos 15 días recorriendo el sur de Perú. Realizando el trabajo en colaboración con un periodista de allá.
Tras un vuelo de infinitas horas llegué al aeropuerto de Lima. Cargado con mi mochila y mis cámaras, pude observar como un chico moreno me aguardaba entre la multitud alzando una cartulina donde aparecía escrito mi nombre. Tras una rápida presentación se dio a conocer como Walter, era el compañero con el que trabajaría en la elaboración del reportaje.
Mi atracción hacia él en un principio fue nula, sería a medida que iban transcurriendo los días cuando se empezó a gestar en mí una “extraña” atracción hacia él. Mis relaciones siempre habían tenido un marcado carácter heterosexual. Pero su voz dulce, sus gestos pausados y esos rasgos indígenas tan bellos me convencieron de lo que empezaba a sentir por mi compañero iba más allá de una relación afectuosa.
Me costaba aceptar lo que me estaba sucediendo, es más no lo quería reconocer. Estas contrariedades que me invadían me desconcentraba de mi trabajo, incluso muchas veces en la noche acudía al cuarto de baño para masturbarme pensando en él, sin embargo, el tiempo transcurría y el trabajo estaba llegando a su fin. Tenía miedo de que al no mantener una relación gay me frustrase y dejara una laguna vacía en mi vida. Porque estaba seguro de que posiblemente me volvería a ocurrir con otro chico.
Una tarde mientras estábamos descansando en nuestro apartamento tomando un mate le pregunté acerca de su vida sentimental, pues tanto trabajo apenas sí no dejó tiempo para hablar de nosotros. No pensé que me fuera a dar una respuesta tan rápida, ya que él es muy celoso de su vida privada, sin embargo con un cierto pudor me confesó que sus relaciones habían sido siempre con hombres. Me sorprendió bastante, pero me alegró.
- Háblame de ti -me dijo. -Verás, yo al contrario que tú siempre mis relaciones han sido hasta ahora con mujeres. Pero en estos momentos estoy viviendo un momento de confusión, ya que me siento atraído por un chico, y es la primera vez que esto me sucede. Y tras una pausa le confesé que era él por quién me sentía atraído, desde que te conocí siento deseos de amarte, de hacer el amor contigo. Me gustas muchísimo. no sabía cómo decírtelo. Ahora ya lo sabes.
-¿Estás seguro de que quieres tener sexo conmigo? -me preguntó.
-Claro que sí, quiero tener una experiencia homosexual contigo.
-Voy a darme una ducha -me respondió- Te espero allá. No te demores cielo, porque yo también tengo ganas de tí.
Un fuerte pavor me invadió por completo mientras que el corazón me latía considerablemente. No demoré en desnudarme y encontrarme con él. Era el momento más esperado de mi estancia en Perú desde que empecé a sentirme atraído de forma “distinta” hacia él.
Cuando entré en el cuarto de baño, ya me estaba esperando. El agua recorría su cuerpo moreno hasta desembocar en una verga hermosa y circuncidada. Me recibió con un gesto obsceno y provocativo, pero que me excitó considerablemente. Pasándose la lengua por sus labios:
-Tranquilo, acércate, te voy a hacer unas cosas tan ricas y placenteras, que jamás te vas a olvidar de mí.
Me abrazó y empezó a comerme la boca, noté como su lengua se encontraba con la mía chupándola como si fuese un caramelo. Recorriendo mi cuello y descendiendo hasta que llegó a mi sexo. Se agachó introduciéndoselo en su boca, reteniéndolo dentro de ella durante algunos segundos. Hasta que se lo sacó para continuar nuevamente haciéndome una mamada alrededor del glande, no pude más y eyaculé acompañado de un fuerte gemido. Jamás me habían hecho el sexo oral de esta forma tan deliciosa.
Me agarró de la mano y nos dirigimos a la cama. Allí nuestros cuerpos, aun mojados, estaban sedientos de placer, cariño y entrega por parte de ambos. Ahora fui yo el que quería ser activo con él. Él permaneció de pie mientras yo me agaché para meterme su verga en la boca. Era la primera vez que hacía el sexo oral con un chico, sin embargo me excitaba recorrer su sexo con mis labios, sentirlos mojados con su líquido preseminal, fue una primera experiencia que en absoluto me desagradaba, es más me ponía muy caliente y más aún cuando veía que a él mis chupadas le llenaban de gozo, él permaneciendo de pie empujaba su verga dentro de mi boca, como si esta fuese un sexo femenino. Se sentó en la cama, sin embargo yo continuaba saboreando su rica verga, alternando la mamada con caricias con la mano en torno a su glande. Sin embargo llegó un momento en que teniendo su verga dentro de mi boca se corrió. Pudiendo sentir como su cálido semen se deslizaba por mi barbilla.
Tras un breve descanso lleno de abrazos y lascivas miradas, donde nuestras manos permanecían entrelazadas, nuestros cuerpos no sólo demandaban sexo, sino amor y especialmente vivir ese momento al máximo, ya que ambos sabíamos que nuestra relación no sería muy duradera, sino que más bien en cuestión de pocos días llegaría a su fin. Al cabo de unos momentos se levantó para regresar con un dildo y un bote de lubricante.
-¿Qué vas a hacer? – le pregunté.
-Ya verás, ahorita colócate boca abajo.
Hice lo que me ordenó, estaba seguro que algo malo no me aguardaría, como así fue. El se situó encima de mi espalda, noté como su verga erecta se me clavaba entre mis nalgas y cómo su lengua se deslizaba por mi nuca y empezó a recorrer mi espalda hasta que se detuvo entre mis nalgas.
- Colócate a cuatro patas, mi amor, me dijo con su dulce voz.
Abriendo mis nalgas sentí como su lengua recorría mi orificio anal recorriéndolo sin cesar y dejando caer saliva dentro de el, lo lamía con ansia mientras yo me acariciaba mi verga. Después me coloqué boca arriba, me introdujo un dedo, y a continuación dos, para acabar penetrándome con el dildo. Me lo dejó dentro del orificio anal, mientras se dispuso a hacerme una nueva mamada, sin embargo dejó de hacérmela para continuar follándome con el juguete erótico, mientras que yo procedí a masturbarme. ¡Ahhh…! que deliciosa sensación la de correrme con el dildo.
Esa noche no me penetró, lo dejamos para el siguiente día, él fue mi primer hombre, quien me penetró enseñándome los placeres del coito anal, sin embargo me dolió al principio, pero ese malestar se disipó al ser sustituido por una sensación de felicidad, porque noté cómo él estaba dentro de mí y como él disfrutaba. Nos quisimos correr juntos, mientras él me penetraba yo me masturbaba evitando eyacular.
- Espérame cielo, tú me avisas cuándo te vayas a correr. Aguanta un poquito y lo hacemos los dos al mismo tiempo. -Ya, amor mío – me dijo y quitándose el preservativo los dos nos sacamos la leche conjuntamente pajeándonos al mismo tiempo. Caímos tumbados, el uno junto al otro, empapados de sudor y borrachos de amor.
La última noche que permanecimos juntos apenas si pudimos mantener la emoción como consecuencia de la partida. Permanecimos los dos abrazados en nuestro lecho de amor. Aquel que fue testigo de tantas y bellas emociones, de infinidad de caricias que desembocaron en orgasmos compartidos, donde el amor invitaba al sexo, donde yo era feliz proporcionándole placer a mi hombre, viendo como con mis caricias le hacía gozar. Esa última noche, yo lo penetré, dentro de él lo sentí mío, incluso un sentimiento de egoísmo y de dominación me invadió. Lo penetré como él me enseñó, como él me lo hacía a mí: despacio, sin movimientos fuertes, pero deliciosos. Pero especialmente con ternura, delicadeza y mucho amor. Me quité el preservativo y eyaculé junto a él emitiendo un fuerte grito de placer. Acabamos abrazados como siempre, y besándonos. Al cabo de unos momentos me dijo:
-Quiero que tengamos nuestro último gesto de amor: Verás, me gustaría que te tragaras mi semen y yo haré lo mismo con el tuyo, así llevaremos nuestra semilla siempre. – Cielo, por ti soy capaz de hacer cualquier cosa.-le dije.
Ambos nos colocamos adoptando la postura del 69. Le chupé su verga de la forma que a él le gustaba. Reteniéndola unos segundos en mi boca y sacándola, de forma que un hilo de saliva y líquido preseminal unían su verga con mis labios. Mordiéndole el glande, chupándoselo y derramando saliva sobre el. Nos conocíamos y cuando sentía que me iba a correr le daba una nalgada para que parase y poder aguantar la eyaculación. Era nuestra consigna para que en ese momento cesáramos de hacer el sexo oral durante algunos segundos y poder continuar nuevamente. Ambos llegamos a controlar nuestras eyaculaciones y corrernos juntos. Al cabo de unos momentos me tragué su semen y al igual que él hizo lo mismo con el mío.
Mi estancia en Perú fue maravillosa, porque conocí a una persona que me enseñó a descubrir otra sexualidad, la cual yo tenía adormecida.
Cavíl