Nuevas vacaciones y vuelta al sexo

Ya no somos tan críos, y sentí al fin una polla de verdad en mi trasero

No nos habíamos visto en todo el año escolar, cada uno vivía en una ciudad diferente, pero cuando nos volvimos a encontrar aquel verano, no hizo falta que nos dijéramos lo que íbamos a hacer esos dos meses. Los dos habíamos crecido, yo me había hecho algunas pajas, y mi pito ya parecía tener un poco mas de tamaño, suponía yo que a causa de haber practicado este tiempo en solitario.

Como siempre nos fuimos los dos solos por ahí, a ver si había cambiado mucho el pueblo y alrededores, y nos acercamos al rio testigo de nuestras primeras aventuras. Todo seguía igual, tenía agua suficiente, clarísima y helada, y nos propusimos volver al día siguiente con tiempo para pasar un buen rato a su orilla.

Pedimos permiso a su madre, más que nada por comprobar si ya nos consideraban mayores, pero nada, lo de siempre, que para bañarnos teníamos que ir acompañados. No se extrañó que no discutiéramos la decisión, o a lo mejor pensaba que éramos todavía unos buenos y obedientes chicos, porque dijimos que iríamos a jugar entre los árboles y se quedó tan tranquila.

Durante tres o cuatro días, hicimos lo de siempre, correr en bolas, bañarnos y jugar con nuestros cuerpos, hasta que de nuevo propuso lo de ser prisioneros, pero esta vez mas en serio. Lo de serio consistía en atarme algo mejor que solo simulado, y sacó una cuerda acercándonos a un árbol.

Allí quedé en medio del bosque, medio atado, algo fuerte incluso, aunque yo pensaba que si quería podía soltarme moviéndome un poco.

Con lo que no contábamos era con su hermano mayor, que apareció de repente casi, sin darme tiempo a desatarme y diciendo que por haberlo intentado debían castigarme. Bueno, parece que nos seguía el juego, como el año anterior, así que hice un poco de teatro, protestando, hasta que de pronto me agarró la polla, y apretando me hizo callar.

Me acariciaba el culo, mientras ordenaba al pequeño que me chupara bien los huevos para que se me levantase porque esta vez quería verme disfrutar cuando me follase. Ya sabía lo que era eso de follar, y no me pareció mal, pero con lo que no contaba era con lo que le había aumentado de tamaño en ese año.

Después de calentarme un buen rato y lubricar mi agujerito con saliva, comenzó el ataque a mi trasero. Todo transcurrió como siempre, excepto que esta vez lo sentí, sentí una polla dura hurgar por ahí detrás, mi mente estaba a tope imaginando como entraba y salía, más que por la sensación física en sí.

Se corrió de nuevo entre mis muslos y me dijo que solo había estado regular, así que me mantendría atado un rato mas porque quería darme una sorpresa, para que de verdad gozara como un hombre.

No imaginaba qué podría ser, y solo vi la cara de sorpresa de mi primo pequeño mirando hacia un sitio fijamente a mi espalda. Ladeé un poco la cabeza para vislumbrar un tipo, bastante mayor que nosotros, uno del pueblo me parecía, con los pantalones bajados acercándose a su espalda.

No quería protestar y parecer un crio pequeño, ni llorar para que me desatasen, así que esperé con algo de miedo a ver qué pasaba, mientras el primo mayor fue soltando las cuerdas, que aunque ya flojas, aun me sujetaban al árbol.

Y vi como el chico que acababa de entrar en escena, agarraba al pequeño y doblándole un poco la cintura, se la iba metiendo despacio, como a mi hace un ratito antes. Fíjate, me dijo, así es como se hace.

Bueno… la verdad es que era de lo mas excitante que había presenciado en mi vida, la cara de mi primo entre dolor y placer, ver como aquella pija fina y puntiaguda entraba hasta el fondo, hasta desaparecer por completo y el movimiento de los dos cuerpos dándose gusto recíprocamente.

Ya no tenía cuerdas, habían caído al suelo, pero estaba quieto, mirando aquello, mientras el mayor me acariciaba los muslos y el culo. Estoy seguro que si no hubiera sido tan reciente, me habría vuelto a follar. Ver aquellos dos cuerpos desnudos me puso a mil, mi polla estaba tiesa, como nunca la había visto, y sin tocarla, empezó a echar chorros de leche al tiempo que la otra pareja.

Solos los dos después de aquello, llegamos a la conclusión de que ir al rio empezaba a ser algo multitudinario, y que a pesar de que gozamos con la sorpresa, sería mejor dejarlo para cuando de verdad tuviéramos ganas de que nos follaran.