Nuevas reglas 8 (Mamen y Nico: Libro 3)

Continúa la historia

Tania, sin embargo, dejo que mi novio se aproximara y sin tocarlo, le dio un beso lento, pasional, en donde sus lenguas se juntaron durante largos segundos. Extasiada, vi sus bocas juntas, y a Nico disfrutar.

No me miraba, no prestaba atención a mi mano tocando el miembro de Sergio. Ni siquiera cuando se lo lamí, haciendo que él se incorporara y quedara de pie en nuestra cama de matrimonio. Sabía que no estaba haciéndolo por Sergio, sino por mi novio. Intentando atraer su atención.

Me la introduje con lentitud en la boca, saboreándola y gimiendo. Por fin Nico me prestó un poco de atención y sonrió, mientras, que para mi sorpresa, imitó a Sergio y se puso de pie a su lado invitando a Tania a meterse también su polla en la boca. Me entraron celos. Bueno, no sé si era exactamente eso. Quizá, no. Era una mezcla de molestia y de inseguridad por entender que Nico ya no era de mi exclusividad. No me importó tanto el tema sexual, porque, quizás, lo que más me había punzado en mi interior fue aquel beso ardiente, lento y pasional de una mujer como Tania a mi novio, y la cara de este disfrutando de aquello.

Algo tuvo que notar ella, porque con una sonrisa y un ligero beso en mi mejilla, me ofreció la polla de mi novio después de chupársela a conciencia durante unos segundos. Y yo, sorprendentemente, dejando de lado la de Sergio, me entregué a la de mi Nico. Y así estuvimos al menos un minuto, pasándonos una a otra la polla de mi novio, ella incitándome a jugar, yo, sin ser aún demasiado consciente, compitiendo con ella. No sabría explicar la razón, pero me molestaba que Nico pudiera follar con otra persona. Entendía que si yo lo hacía, él podría también, pero me era imposible evitar esa sensación de malestar.

Y entonces, en medio de aquel pensamiento, intenté, lo reconozco, hacer que Nico se corriera. Sabiendo que le costaba recuperarse, quizás si lo conseguía, podía provocar que se acabara aquel encuentro a cuatro. Pero yo no contaba con la experiencia de Tania y algo que me sorprendió mucho: el deseo de Nico de disfrutar de aquella espléndida mujer, todo sexo y naturalidad al follar. Él, con toda tranquilidad, sacó la polla de mi boca y se la ofreció a Tania que antes de metérsela otra vez me miró interrogativa. Nico hizo el resto empujando levemente la polla hasta rozar los labios de Tania que finalmente, se la tragó hundiendo en su boca más de la mitad del tronco.

Sergio me acarició el cuello y volvió a colocar su polla cerca de mi boca, demandando mi atención. Se la chupé y vi la cara de Nico contemplándome como me la introducía con lentitud. Tania, por su parte, hizo lo mismo, aunque, en seguida, se la sacó y se colocó en la postura del misionero. No puede reaccionar y Nico, con un fuerte empellón, empezó a follársela, logrando gemidos de la canaria que hacían que Nico se erizara y arqueara la espalda de excitación.

Yo, molesta, hice que Sergio me penetrara, poniéndome a gatas y dejando que Nico pudiera contemplar toda la escena. No sé si lo consiguió, porque apenas cinco minutos después, escuché como se incorporaba, sacaba su miembro de la vagina de Tania y empezaba a sacudírsela. Y entonces Tania, con una lentitud felina casi exasperante, llegó justo en el momento, para introducirse la polla en su boca y que Nico se corriera en su interior soltando un bufido brutal, majestuoso y triunfal. Cerré los ojos y noté que Sergio seguía empujando con su cadera en mi interior, pero no fui capaz de acompasar sus movimientos a los de mi vagina.

Estaba hipnotizada por la imagen tan sexual de la canaria, que seguía lamiendo con delicadeza y una espectacular sonrisa las gotas de semen de mi novio. Él, de rodillas la dejaba hacer, mirándola con los ojos muy abiertos sin prestarme apenas atención.

Sergio se corrió en mi espalda y yo apenas hice nada por él. Me metí en el baño, mientras miraba cómo Nico le comía el coño a Tania que se dejaba acariciar por Sergio, que a su vez, extrañado, me seguía con la vista hacia el cuarto de baño. Me duché e intenté poner en orden mis ideas. Ni me había corrido, ni siquiera lo deseaba. Solo veía la cara de Nico fascinada por el sexo con Tania. Sin apenas mirarme…

Logré disimular aquello, y decidí que a la mañana siguiente, hablaría con Nico para intentar que esto se terminara. Me veía incapaz de llevar una vida sexual así. Mientras que el agua me caía en la espalda, me daba cuenta de que al contrario que a Nico, a mí no me gustaba, o al menos, no disfrutaba viéndola con otra. No podía negárselo porque yo lo hacía, y me atraía. Pero no encajaba bien esa fascinación que había sentido con otra mujer.

¿Cómo podía vivir con aquello? Salí de la ducha. Tania estaba limpiándose la boca. Desnuda, majestuosa, con un nuevo tatuaje similar al del lado izquierdo de su cadera, en el derecho. Tres rosas se enredaban hasta llegar a su pubis.

—Te noto extraña… —me dijo—. ¿Quieres que lo dejemos?

Negué con la cabeza.

—¿Estás segura…?

—No… —volví a bajar la voz y me quedé quieta, con la toalla en la mano y recordando la cara de mi novio cuando se había corrido en la boca de la canaria.

—Mamen… —se me acercó seria—. No te enfades…

—No estoy enfadada… —contesté demasiado rápido.

Ella no dijo nada y me abrazó. Noté sus tetas en la mías, sus manos en la espalda y aunque tuve un principio de rechazo, al final también la abracé. Por alguna razón, sentí que me tenía cariño.

—Cuando quieras que pare me lo dices, mi reina… —me dijo al oído—. No quiero ser ningún obstáculo para vosotros.

Yo me separé de ella y respiré.

—A mi novio le ha parecido… espectacular. —Casi lloro al decir aquello.

—Lo sé… Y si eso te molesta, me voy, cielo.

—No puedo hacer eso… A él le ha gustado. Y no puedo negárselo.

—Sí puedes, pero has de hablar con él. Debéis dejar las cosas muy claras, sentaos y poned los límites a esto.

—¿Y qué le digo?, ¿que yo puedo tirarme a quien quiera y él solo a mí? —le dije con un par de nuevas lágrimas asomándome otra vez en los ojos.

Me las secó con su pulgar de excelentes unas pintadas de rojo. Sonrió con un punto de tristeza.

—Esto que hacéis, no es fácil… Tener una relación abierta exige mucho. No es todo bonito, mi niña. Debéis aprender. Tú y él —se calló un instante—. Pero si quieres que nos vayamos, cojo a Sergio y salimos por esa puerta hasta que lo tengáis claro.

—No… de verdad. Y gracias —negué con la cabeza intentando sonreír—. Debo aprender como dices. —Pero no puede evitar que volvieran a salir un par de lágrimas de mis ojos. Tania me volvió a abrazar.

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En cierta medida, logré tranquilizarme, por lo menos, el tiempo en que estuvimos charlando en el salón y tomando algo para hacer tiempo al segundo polvo. Porque todos —yo era la única que no estaba segura—, querían un segundo revolcón. Especialmente, Nico.

Estaba hablador, simpático y derrochó simpatías con Tania. Sergio, que ya no me miraba con extrañeza, también parecía estar disfrutando con esa faceta de anfitrión de mi novio. Nico sacó un poco de vino, algo de queso, unos patés y repusimos fuerza entre risas y divertidas anécdotas de Tania, que, desde luego, era el centro de la fiesta. En todos los sentidos. Una hora más tarde, estábamos de nuevo en el dormitorio, y Tania, guiñándome un ojo, sacó su lubricante y el spray anal. Lo dejo en la mesilla de noche y Nico, adivinando lo que se trataba, puso una cara de enorme satisfacción.

Tania, en principio, pretendía que fuera él quien me enculara y así me lo hizo saber por señas, pero de nuevo para mi sorpresa, todo iba a cambiar y a resultar muy distinto a lo planeado. Entre los tres empezaron a excitarme besándome, lamiendo mis pechos, mi clítoris y mi ano. Sinceramente, había momentos en que no sabía quién era el que me lamía mis labios vaginales o el orificio de mi culo. Incluso creo asegurar que Tania lo hizo, siendo tal mi excitación que ni me opuse. Y, desde luego, si fue la vez que sentí más ardor por la dulzura y lentitud de las caricias y lameteos, estaba dispuesta a dejarme hacer. Aunque yo no fuera activa con ella.

Noté el spray y escuché con los ojos cerrados como se rompían los precintos de los preservativos. Tania también se lo había aplicado ella misma después de hacerlo conmigo y se disponía a recibir a Sergio que se había colocado detrás de ella. Pero, en ese momento, fue el mismo Nico, que excitado y con la respiración nerviosa, quien le hizo cambiarse a Sergio, y con el lubricante extendido en el condón, acometió al culo de Tania. Al principio no supe reaccionar y cuando quise hacerlo dándole un ligero toque en el brazo a mi novio, para que regresara a su posición, este ya había introducido un par de centímetros de su polla en el ano de Tania que empezaba a gemir de satisfacción.

No tardó mucho en conseguir que toda ella entrara y empezó a bombear en ella con cierto ritmo. Sergio estaba parado, detrás de mí, pero no se atrevía a empezar. Se me acercó e hizo que me incorporara para masajearme mis tetas y besarme. Yo no podía quitar mi vista de la polla de Nico entrando y saliendo del culo de Tania.

Era algo hipnotizante, demasiado real y cercano para mí. Sentía de nuevo esa mezcla de malestar y de inseguridad. Sergio, con tino, notándome incomoda, me besaba despacio y empecé a corresponderle. Me pellizco un poco mis pezones y me excite con ello. Le besé con toda pasión que pude al ver que mi novio estaba única y exclusivamente interesado en meter y sacar su polla del culo de Tania.

—Métemela en el culo… —le dije, haciéndome que Nico me pudiera oír perfectamente, lo que hizo que su cara de satisfacción se redoblara, incrementando la velocidad de sus acometidas a Tania que gemía ya cercana al orgasmo.

Al menos conseguí que me mirara, me dije. Yo abrí mi culo y dejé que Sergio me la metiera. Fue más sencillo que la primera vez, quizá porque yo misma, en ese estado de semi enfado y molestia, no me percaté de la sensación de ensanchamiento de las paredes anales.

Sentí la polla de Sergio entrando, despacio, delicadamente, pero sin detenerse, hasta que sentí sus huevos rozando mis glúteos. Con cada centímetro yo había bufado de satisfacción y gozo con largos y profundos gemidos. A partir de ese momento, cerré los ojos y me abandoné al placer, sin importarme lo que hiciera o dijera Nico, al que escuché en ese momento, gemir de gusto mientras se corría otra vez. No quise mirar dónde.

Al poco, y a caballo de las acometidas medidas y firmes de Sergio, que volvía a estar pendiente de mi disfrute, llegué al clímax, sintiendo de nuevo aquel orgasmo profundo e intenso, que me recorrió la espina dorsal.

—Fóllame hasta que te corras… como la otra vez —le dije a Sergio.

No tardó en despojarse del condón y acometer mi coño con un profundo y largo empellón. Gemí de gusto cada milímetro que se hundía en mí. Tania estaba recibiendo los caricias de Nico que con sus dedos y su boca, volvía a llevar a la canaria al correrse. Nico, no me miraba y se concentraba en hacerla disfrutar.

Sergio, tras una serie de buenas y contundentes acometidas, sacó la polla de mi coño y apuntó hacia mí que ya me volvía presta a recibir su esperma. Me golpeó en la cara y el cuello dos abundantes chorros. Sin pensarlo, y antes de que terminara de correrse, me metí su polla en la boca sintiendo como me invadían otro par de latigazos de semen dentro de ella. Él, bufó de placer y noté su respiración agitada y satisfecha. Me acarició el pelo y las mejillas.

—Me vuelves loco… —me susurró con una gran sonrisa.