Nuevas reglas 12 (Mamen y Nico: Libro 3)

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—Ha sido espectacular… —me decía Nico una hora más tarde, cuando ya estábamos solos él y yo en nuestra casa, cenando algo de picar.

No dije nada. Para nada opinaba como él.

—No sabía que te pusiera hacerlo con una mujer… —me dijo.

—No me pone nada —le dije sin poder evitar cierta sequedad.

—Yo te he visto correrte cuando Tania y yo…

—No me pone, Nico. Te lo aseguro —le corté.

—¿Entonces por qué lo hemos hecho los tres? ¿Por qué no has llamado a Sergio?

Tragué saliva. La conversación me estaba resultando bastante absurda y molesta. No me cabía en la cabeza que mi novio no entendiera lo que me pasaba.

—Sergio no puede venir más. Tiene novia… —le mentí para no profundizar sobre el tema y con ganas de zanjar cualquier propuesta añadida de Nico.

—Pues habrá que llamar a otro…, ¿no?

—Joder, Nico, no quiero llamar a nadie…

—¿Y eso? ¿Sería más excitante, no crees? Aunque hacerlo con Tania es brutal… a mí me sigue poniendo verte con otro. De verdad.

Lo miré fijamente. Dejé el tenedor en el plato y me levanté.

—Preciosa…

—¿Para qué quieres verme con otro…? Ya tienes tus propias distracciones —no pude evitar soltárselo mientras me acercaba al fregadero.

—No te enfades, por favor…

Hice como si no lo hubiera oído. Metí el plato en el lavavajillas y me fui al salón. No me apetecía seguir hablando. Quería ser liberal y comprensiva con Nico, pero me era muy complicado. No me gustaba verlo con otra. Era, así de simple.

Llegó al salón cinco minutos después y se sentó a mi lado. No me dijo nada y me abrazó. Me dejé hacer. Seguía confundida, perdida y no estaba segura de que lo que había hablado con Tania, fuera a ser cierto. Sí, posiblemente Nico necesitaba una dosis de libertad y de experiencias como las mías. Sentir lo mismo que yo hacía cuando me acostaba con otro. Saborear ese placer de tener a un tercero, sin compromiso, sabiendo que era sexo sin otra cosa que el disfrute puro y duro.

—No te enfades, nena. Solo quiero probar algo que me atrae… Como tú. Me dijo corroborando mis pensamientos. —Nunca seré de otra… Solo existes tú. ¿Es por Tania…? ¿Te molesta que follara con ella?

Negué ligeramente con la cabeza. A punto estuve de decirle que sí. Que con Tania y con cualquier otra. Que sí, que era una egoísta y que me apetecía follar con algún otro alguna vez, pero que a mí me molestaba que lo hiciera él. Quizás debí hacerlo…

—A mí no me pasara lo que a Jorge…

Cerré los ojos al escuchar aquello. ¿Sería eso a lo que yo tenía miedo? ¿Podía quedarse enganchado de alguna, como a mí me pasó con Jorge y a él conmigo, tal y como le confesó a Nico? Noté su mano en mi espalda. Lenta, acariciándome. Yo aún tenía la imagen de él follando a Tania. Eché la cabeza hacia atrás mientras él me desabrochaba el pantalón corto de estar en casa.

—Preciosa, sabes que me excita verte con otro… No lo puedo evitar. Puede que con tiempo también te guste a ti verme… —Susurraba iniciando su excitación.

—No lo sé… —No pude ni quise continuar con su argumento.

—A los dos nos excita esto… No me puedes negar que te pone… ¿O no?

—Claro que me pone… —abrí la boca besándole y sintiendo su lengua jugar con la mía.

—Me excita que me digas cómo te follan…

Me besó con fuerza.

—¿Quién te ha follado mejor…? —me susurró.

No contesté. No me atreví directamente. Me motivaba pensar en Jorge, Javier, Sergio o Adrián, pero sabía que eso, haría que Nico me sustituyera en su cabeza por otra. «Celosa», me dije a mi misma con una buena dosis de cabreo e incomprensión.

—¿Quién es el que mejor te ha follado, nena? —me repitió mientras su lengua paseaba lenta y suave por mi cuello y mi oreja.

Su mano izquierda tiro levemente de mis pantalones y la derecha me acarició la espalda, soltando el sujetador con habilidad. Me eché hacia atrás en el sofá para permitir que el pantalón corto saliera y me quedara solo con el tanga. Estaba empezando a excitarme y me notaba algo mojada ya.

—Todos… todos me han follado muy bien…

—¿Mejor que yo?

Aquello podía ser terreno resbaladizo. Era consciente de que Nico quería que le dijera que sí. Y luego preguntarme uno a uno. Pero tras sus celos e inseguridades de Ibiza, opté por ser prudente.

—Diferente… Cada uno es distinto. —Lo besé de nuevo para que se callara.

—Imagínate que soy uno de ellos…

Respiré y dejé que mis recuerdos volaran libres. Jorge regresó del lugar en donde estuviera, empalándome en el salón, él de pie y yo a horcajadas y sujeta a él como un koala. Recordaba ese polvo como algo brutal y magnifico. Javier metiéndomela mientras yo se la chupaba a Nico. Sergio, apareció igualmente enculándome despacio y con mimo aquella noche… Adrián con aquel aparato tan grande y bonito en el salón de Ibiza… Los dedos de Nico acariciaban mis labios vaginales acariciándoles con suavidad.

—¿Cuál ha sido tu mejor polvo, nena?

—No sé… Todos follan muy bien… —susurré ya entregada y agarrando mi mano a su paquete.

—¿No hay ninguno mejor…? Seguro que sí… —mi camiseta voló por los aires y busqué su boca con ansia. Mi mano derecha se introdujo por la pernera de su pantalón de estar en casa y noté su pene tieso, duro, dispuesto a follarme. Seguíamos besándonos y las imágenes de todo ellos se iban sucediendo. Saqué su polla y me lancé a chuparla.

No quería contestar. Solo deseaba estar con Nico, con mi novio, y echar un polvo normal. Sin fantasías. Él se dejó hacer, se recostó en el sofá y suspiro de placer cuando me introduje su polla en mi boca. La lamí despacio, saboreando a mi novio, a nuestro amor.

Me concentré en hacerle disfrutar. ¿Sería capaz de hacerle olvidar ese deseo de follar con otras? Lo note excitado. Mucho. Supe que estaba cercano a correrse, pero me detuvo. Intercambiamos posiciones y me tumbó en el sofá, recostando mi espalda en todo su largo. Se colocó encima de mí y apuntó con su polla la entrada de m vagina. Me miró a los ojos y despacio, como a mí me gustaba empezó a introducir su pene. Resoplé de placer y le enganché con mis piernas por su espalda haciendo que se tumbara casi sobre mí. Moví las caderas abrazando su polla todo lo que pude con mi coño.

—¿En quién estás pensando…? —me decía en un susurro mientras aceleraba su movimiento de cadera.

Yo seguía sin contestar. Solo deseaba que él tuviera un buen polvo sin fantasías o recuerdos. Lo quería solo para mí… De pronto sacó su polla y meneándosela, se corrió encima de mí. Llegó a mis pechos y mi vientre recibió tres buenas descargas.

Me incorporé y lo besé con pasión, mientras él introducía sus dedos en mi coño. Me hizo ponerme de rodillas y mientras con una mano me masajeaba mi clítoris, ya encendido y a punto de estallar, me introdujo el pulgar de la otra mano en mi ano. Me corrí sin remedio, gritando como una loca, abrazándome a él y respirando con excitación.

—¿Te ha gustado?

—Mucho, cielo… —-me abracé a su cuello y lo besé en la mejilla—. ¿Tú?

—Muy bien, nena… Eres la mejor.

Estuvimos unos segundos descansando. Yo notaba mi corazón acelerado y la respiración de mi novio también agitada. Me abrazó con ternura y me besó en un hombro.

—¿Echas de menos estar con otro? —me dijo con suavidad.

Lo miré. Me sentó hasta mal su pregunta. Yo en ese momento, solo deseaba que me abrazara, que se olvidara de las fantasías y que me quisiera con locura. Seguí sin contestar.

—¿Te pasa algo? —me preguntó girando mi cara hacia él.

—Nada…

—¿Seguro?

—Sí, Nico… No me pasa nada. Solo que no me apetecía hablar de nadie más.

—¿No te excita contarme nada…? Antes lo hacías y a mí me pone como una moto, preciosa…

—No sé, Nico… Es complicado.

—¿El qué? ¿No te apetece estar con alguien más…?

—En este momento, no… Nico, ahora solo quiero estar contigo.

—Los dos queremos estar juntos… Yo te quiero, tú a mí. No hay nada mal si tenemos nuestros fetiches, fantasías…

No dije nada. En realidad, no podía decir nada. Seguía sintiendo como una losa esos errores y mentiras que me impedían poner las cartas boca arriba y decirle a Nico que no me gustaba nada verle con otra.

—No te voy a forzar a hacer nada, cielo… Sabes que te adoro y que te amo con locura. Esto es solo sexo… algo de picante en nuestra vida. Como ha sido hasta ahora…

«Con una variante», pensé para mí.  «A ti te gusta verme con otros, pero yo no disfruto nada viéndote con otras». Estuvimos unos minutos sin decir nada. En mi cabeza bullía la idea de empezar a aclarar las cosas para evitar el malestar que yo sentía y que, en el fondo, amenazaba nuestra convivencia.

Respiré con profundidad, asentí para mí misma, pensé en Tania y me decidí.

—Nico, tenemos que poner unas reglas a esto…

—¿Unas reglas…? —me miró algo extrañado.

—¿Cuáles?

—Pues mira… creo que es sencillo de entender. —Me recosté en el cabecero de nuestra cama—. Por alguna razón, tú has cambiado…

—Yo no he cambiado…

—Sí… sí, lo has hecho —le corté poniendo mi mano derecha en su hombro, a la vez de una sonrisa. No quería estropear el momento—. Antes solo querías verme con otros… Disfrutabas mirando y participando cuando surgía… —Lo miré para percatarme del efecto de mis palabras.

No decía nada. Me miraba entre extrañado y serio.

—Y ahora quieres tener tus propias aventuras, por así decirlo.

—Creo que es lo justo…

—No sé si es lo justo… —le dije—. Lo que sí sé, es que los dos tenemos que estar de acuerdo con esto. Pero con todo.

—Sí, eso es verdad…

—Pues hay cosas que hacemos que no nos gustan… ¿Entiendes?

—Sí… —me dijo a media voz.

—Sé que no te gustó que follara con Sergio el día ese en la casa de Javier. Ni lo de Ibiza… —me adelanté a él.

—Es verdad… —asentía—. Ni que te fueras con Jorge una tarde sola…

—Y tienes razón en todo. —Lo corté antes de que continuara con la retahíla de sucesos molestos para él—. Por lo menos, debería haberlo hablado contigo y saber si era de tu agrado o no. No debía dejarme llevar por un momento de lujuria… o lo que fuese.

—Me sentí muy mal… Que te perdía. —Me acarició la mejilla—. Esa es la parte que no puedo dominar de mí… Yo le besé la mano con ternura.

—Por eso, te prometo que nunca, nunca, nunca, volverá a pasar nada de eso. ¿Vale?

—De acuerdo. —Me miró con suavidad—. Y te lo agradezco.

—¿Por qué?

—Porque esto, nena, lo empecé yo. No hay día que me culpe de ello… Y que a la vez me alegre. Sé que es arriesgado y que ni se puede jugar con los sentimientos, las emociones, los impulsos… Esos celos y esa excitación, todo mezclado, es lo que me para mí este juego tan brutalmente atractivo. Pero necesito tener cierto… papel en ello, por así decirlo. No puedo asumir —cerró los ojos en ese momento—, que te vayas con cualquiera, en el momento que quieras y quedando yo excluido.

—Lo sé… Y te aseguro que me arrepiento. —En mi cabeza pasaban rápidas las imágenes de esa segunda noche con Adrián en Ibiza, cuestión que Nico desconocía totalmente. Esa tarde con Jorge en un hotel o que había estado también con Sergio follando por el culo aquella noche en casa de Javier.

—Olvidemos el pasado… —me dijo—. Tienes razón, marquemos unas reglas para el futuro. ¿Qué es lo que a ti no te gusta que haga?

—Que estés con otras… —contesté con rapidez.

—No es justo, preciosa… —Me sonreía triste.

—Sé que no lo es… Pero me molesta verte disfrutar con otra. No lo puedo evitar. —Note que la voz se me enternecía.

—¿Tú quieres estar con otros? ¿Tener sexo con otros?

​No contesté inmediatamente. Temía que una afirmación categórica me llevara a su terreno. Y, además, para mis adentros, estaba segura de que podía pasar por alto aquello.

​—¿Tú quieres que folle con otros? —pregunté a su vez.

​—Sí… me gusta. —Respiró profundamente—. Me atrae… No te puedo obligar si tú no quieres. Pero sabes que sí, que me excita mucho. Muchísimo… —me recalcó.

​—Tampoco sé bien cómo explicarlo… —empecé dubitativa—. Me atrae la idea de estar con otros hombres. Disfrutar contigo de esto… Pero me da miedo. Yo también tengo dudas… ​

—¿Qué tipo de miedo? —Miedo a que nos alejemos, Nico… Miedo a que perdamos en esta apuesta. A que se convierta en un juego demasiado peligroso.

Ambos callamos y nos miramos. Estaba claro que nos queríamos y que los dos deseábamos seguir juntos. Pero también que aquel juego nos atraía.

—¿Y qué reglas podemos poner para que esto no nos sobrepase?

—Yo no me iré con nadie, si antes no lo hemos hablado y estamos de acuerdo. ¿Te parece? —propuse.

—De acuerdo. No nos iremos con nadie sin que tengamos el… ¿permiso? —dijo con tono interrogativo— del otro.

Aquel plural me alertaba. Era consciente de que no podía impedírselo, pero no me gustaba. No entendía la razón por la que ahora a Nico le atraía aquello. Nunca me lo había planteado, ni tenía idea de que lo quisiera.

—Me va a ser difícil aceptar que te vayas con otra, Nico… No quiero mentirte.

—Vamos a dejarlo así, por ahora. Veremos cómo evoluciona todo. Lo que está claro, es que debemos tener el acuerdo para estar con otros. Yo, seguramente, seré más permisivo que tú —sonrió.

Nos volvimos a quedar en silencio.

—¿Nada más? —dije acariciándole la mejilla y dándole un suave beso.

—Que confiemos el uno en el otro. No debe haber mentiras… Ni engaños, ni ocultarnos nada. Si hay algo que haya que decirnos… es el momento. —Calló—. ¿No tienes nada que decirme?

Me intrigaba esa pregunta de Nico. ¿Sabía o sospechaba algo?

—¿Por qué lo dices?

Me miró, pero no me contestó.

—¿Tú tienes algo? —inquirí yo a su vez.

—No. Yo no tengo nada que ocultar. —Dijo sin apartar su mirada de la mía.

—Yo tampoco —mentí.

Nico se durmió enseguida. Yo tardé algo más. Me quedé pensando en lo que acabábamos de acordar. Era justo, pero incómodo para mí. Nico no renunciaba a tener sexo con otras, y eso, me iba a doler. Sin duda.

Lo miré. Su pecho se movía despacio, al ritmo de una respiración tranquila, ligeramente fuerte. ¿Por qué había cambiado de opinión? ¿Aquella noche en casa de Javier o la de Ibiza con Adrián eran los detonantes para que él buscara estar con otra? ¿Cuándo o dónde había surgido ese cambio? ¿Todo esto era porque intuía que yo había mentido?