Nuevas experiencias 6
Nuria, a pesar de seguir perdidamente enamorada de su marido, empieza a desear y disfrutar nuevos placeres.
A la mañana siguiente, Nuria se despertó con su marido al lado, no había salido a correr y al comprobar que estaba despierto se acurrucó contra él,
-Buenos días cariño, ¿qué tal dormiste?
-Totalmente de un tirón, acabo de abrir los ojos, y ¿tu?, me imagino que también.
-Tardé un poco, pero después estupendamente, ya no me acordaba a dormir acompañada, y me encanta, así que, si te vuelves marchar, tendré que buscar a otro, ja ja ja.
-Pues dormiste sola porque quisiste, al lado tenías a Javi, que seguramente no le importaba hacerte el favor.
-Pero tú eres tonto, eso ni de broma, y ahora que me acuerdo, tengo que hablar con él.
Se levantó, se puso una bata y fue al baño, al salir se encontró con sus padres en la cocina,
-Donde está Javi, no lo encuentro.
-Hoy temprano se marchó, no sé qué dijo de un compromiso y me pidió que me despida de vosotros.
Nuria esbozó una sonrisa y volvió a la habitación a vestirse, así que el chico no se atrevió a mirarla por la mañana; se había pasado varios pueblos, pero tampoco fue tan grave, seguía pensando que siempre lo tuvo bajo control.
-Javi ya se fue, así que vaya sustituto me buscaste tú, le dijo a Carlos.
-Yo no tuve nada que ver, creo que ayer se asustó con el escalón, ja ja ja.
El domingo después de comer, dieron por terminada su estancia en casa de los padres de ella, recogieron todo y volvieron a Galicia. Nuria se despidió de sus amigas Luisa y Laura por teléfono, comentándole que ella y Carlos estaban bien y que cuando estuviesen de nuevo instalados, las pondría al día.
Llegaron a casa, desempaquetaron y como no tenían ganas de cocinar, Carlos llamó a su amigo Jesús, que se llevó una gran alegría y quedaron en picotera algo por ahí.
Antes de salir, Nuria salió a la terraza y como si no se hubiesen ido de vacaciones, allí se encontró con su vecino Germán,
-Bienvenida vecina, la he echado mucho de menos, acérquese que tengo que darle un beso.
-Me alegro de verle sr. Germán.
Nuria se acercó a la verja que separaban las dos terrazas, y enseguida Germán la tomó por la cintura y le dio un par de besos.
-Está Vd. aún más guapa que cuando se fue, tenía muchas ganas de verla.
-Gracias sr. Germán, ahora tenemos un poco de prisa, pero ya nos veremos, ¿vale?
-Hasta luego sr. Germán.
Cuando llegaron al mesón en que habían quedado con Jesús, éstos ya les estaban esperando y como siempre, Elisa dio un grito al verlos, mejor dicho, al ver a Carlos, después de achucharlo, saludó a Nuria,
-Que ganas tenía de veros, ni lo podéis imagina, comentó Elisa.
-La verdad, dijo Jesús dirigiéndose a Nuria, a quién no podía aguantar más sin verlo es a Carlos, tú y yo le importamos menos.
-No hace falta que lo jures, eso salta a la vista, dijo Nuria.
-Parecéis tontos los dos, estaba deseando estar los cuatro juntos.
Todos rieron al escuchar esto último, sabían de sobra que Carlos era su debilidad, se conocían de hacía muchos años. Nuria siempre pensó que Elisa estaba enamorada de él, aunque no desconfiaba de ellos para nada.
Estuvieron juntos bailando en la discoteca de Jesús y ya bastante tarde se fueron para casa.
A Nuria aun le quedaban unos días para incorporarse al trabajo, pero Carlos ya iba por las mañanas ver cómo iba su proyecto, no quería posponerlo mucho ya que si salía bien podría ascender en su empresa, además del orgullo del trabajo bien hecho.
En cuanto a su vida juntos, iba viento en popa, parecía que estaban en luna de miel continua. Carlos volvía a ser el hombre feliz de siempre al lado de su esposa.
Nuria también estaba encantada de que su relación volviese a ser estupenda, ella amaba a su marido, no había nadie como él, pensaba que su vida sin él al lado no tendría sentido, sin embargo, había unos nubarrones que no la dejaban ser feliz del todo y no era otra cosa que las sensaciones que había sentido al ser atacado su cuerpo por manos extrañas; esos recuerdos la hacían temblar, sobre todo cuando estaba en cama y daba rienda suelta a su imaginación.
Pasó el invierno sin ninguna novedad digna de mención, eso sí, Nuria empezó a disfrutar de las miradas que los hombres le echaban, antes ni se fijaba.
Otro detalle en esos meses es que su vecino Germán se hacía más el encontradizo con ella, en el portal o en la terraza, parecía que la vigilaba. Incluso ahora llamaba a su puerta con la disculpa de pedirle algo de la cocina, la cuestión es que se veía más que antes de las vacaciones.
Nuria estaba asombrada con las atenciones que últimamente le dispensaba y se lo dijo a Carlos,
-Este vecino nuestro es un pesado, todos los días tiene algo que pedirme o decirme.
-Nuestro vecino fue siempre un pesado, pero tú siempre le diste conversación y ahora lo aguantas, ya te dije que tú le gustaste desde el primer momento en que te vio, y que estaba enamorado de ti, espero que no sea correspondido, ja ja jaja
-Sí, está muy solo, podías quedar con él, a ver si me dejaba un poco en paz.
-Muy bien y salir también con su amigo…. no me acuerdo como se llama.
-Tomás, se llama Tomás.
Nuria se quedó pensativa, desde la vuelta de Asturias, Germán se arreglaba mucho más, ahora siempre se le veía limpio y aseado, había contratado a una señora, Rosa; una mujer de unos cuarenta y pico años, algo entrada en carnes, pero de muy buen ver, que se encargaba de la limpieza de la casa y por el cambio efectuado en Germán, parecía que se encargaba de algo más, aunque luego sabría que estaba casada con un camionero y tenía dos hijos.
Lo que ella no sabía era que el cambio de su vecino, no se debía a Rosa sino a ella misma; procuraba estar siempre presentable para agradarla y así estar más cerca suya.
Una tarde, Germán timbró en casa de su vecina y ésta abrió la puerta,
-Dígame Germán, ¿desea Vd. alguna cosa?
-Le tengo que contar que hice un muy buen negocio en la aldea y……
-Pero pase Vd. no se quede en la puerta.
Ya dentro, se sentaron en la cocina y después de ofrecerle algo de beber,
-A ver, cuénteme.
Germán estaba encantado de tener a la vecina a su lado, cada vez le parecía más guapa,
-Pues verá, hice una buena venta de unas fincas en mi pueblo y me gustaría celebrarlo con las personas que más aprecio, que no son otras que mi guapa vecina y su marido y mi amigo Tomás.
-No sé qué decirle, se lo agradezco mucho, pero tengo que hablarlo con Carlos; me alegro mucho de que las cosas le vayan bien.
-Me gustaría muchísimo contar con Vds., sería el viernes próximo y lo celebraríamos en el restaurante Alameda, espero que me lo confirme.
En cuanto llegó Carlos, su mujer fue lo primero que le dijo,
-Tengo una sorpresa para ti.
-No me digas, qué celebramos.
-Tu vecino nos invitó a cenar el viernes al Alameda.
¿Ah, mi vecino, no te fastidia, no sería el tuyo?
¿Al Alameda?, ese es un restaurante caro, muy bueno pero caro, y a que se debe ese honor; seguramente es por ti, pues conmigo apenas habla.
-No seas malo, está muy contento por una venta que hizo en el pueblo y desea invitar a sus vecinos y a su amigo Tomás, no tiene nada de extraño.
Todavía era martes, así que faltaban unos días, Carlos no se negó a ir, no es que le agradara mucho, pero no deseaba hacerle ningún feo a su vecino.
El miércoles en el hospital, Nuria se enteró de que al día siguiente saldría el concurso de traslados con efecto inmediato y ella, recién terminada la carrera, aún no tenía plaza segura por no haber hecho las oposiciones correspondientes, y casi con toda seguridad se vería afectada, porque las consultas son muy codiciadas por todos, por eso de no haber turnos, vas por la mañana de 8 a 15 horas de lunes a viernes.
Cuando llegó a casa le contó a su marido sus preocupaciones, ya que temía que tuviese que trabajar a turnos en planta.
-Cariño, no te preocupes, estoy terminando el proyecto y si todo sale bien, que estoy seguro que saldrá, seguramente tendremos que trasladarnos a Madrid y tú ya no necesitarás trabajar.
-Pero no me habías dicho nada de trasladarnos, no me parece correcto que hagas planes sin contar conmigo.
-No hay nada seguro todavía, es algo que he oído en corrillos internos, y si ocurre, no te preocupes que lo hablaremos, pero sería una gran oportunidad para mí y tú podrías aprovechar para estudiar las oposiciones con tranquilidad.
-Ahora ya estoy preocupada por dos cosas, mi trabajo y el traslado, vaya mierda.
-Dejemos todo como está, no adelantemos acontecimientos, haremos lo mejor para los dos, ¿vale?
Carlos la tomó por los hombros y le dio un piquito cariñoso,
-Vamos a dar una vuelta a tomar algo y despejarnos un poco.
Salieron y en la calle se encontraron con el Sr. Germán.
-Hola parejita, me alegro de verlos, entonces quedamos para el viernes, ¿hay algún problema?
-No, quedamos para el viernes, contestó Carlos, y muchas gracias por invitarnos.
-No hay de qué, estoy encantado de celebrar con mis buenos vecinos.
-Pues hasta el viernes, ¿a qué hora?
-A las nueve en el restaurante.
-Bien, allí nos veremos, contestó Carlos.
Nuria se había mantenido callada durante la conversación, su cabeza aún no había reaccionado con las dos noticias, pero se alegraba de que su marido no pusiese pegas a la cena, había visto al sr. Germán muy ilusionado y no deseaba fallarle.
Al día siguiente aparecieron las listas del traslado y, efectivamente, su plaza sería ocupada por otra persona y eso sería el lunes próximo, así que ella debería buscar una vacante libre y para eso, por la tarde se dirigió a su colegio profesional para ver las posibilidades que tendría. Se anotó y quedaron en avisarla para una reunión que se celebraría el viernes por la tarde.
Cuando llegó a casa, extrañamente, ya estaba Carlos, hablaron de lo sucedido y su marido le dijo:
-Pues tendremos que cancelar la cena, no voy a ir yo solo.
-No tengo ganas de cena ni de nada, pero espérate a que me digan la hora de la reunión y ya hablaremos, tampoco quiero hacerle un feo al Sr. Germán.
Llegó el viernes, la reunión era a las seis de la tarde, un poco tarde, pero había compañeros que no podían llegar antes, así que se decidió esa hora.
-Creo que me dará tiempo de sobra para estar a las nueve con vosotros, dijo Nuria.
-Y si tardas, ¿Qué hago yo?, donde te espero.
--No te preocupes, ya iré cambiada de casa y en cuanto salga del colegio voy directamente al restaurante.
Nuria después de ducharse, se puso un vestido con un escote palabra de honor, donde sus pechos lucían majestuosamente, entallado hasta la cintura y terminando en una falda corta con un poco de vuelo; sus piernas enfundadas en unas medias que llegaban un poco más arriba de donde terminaba el vestido, y unos tacones que realzaban sus bonitas piernas. Era increíble lo guapa que iba.
Su marido al verla, quedó asombrado,
-Vas a ser la reina de la reunión.
-Ya sé que este vestido no pega, pero quiero ir guapa a la cena.
-No me extraña, vas a tener dos fieles admiradores, ja ja ja.
-Vete a paseo, sabes que me gusta ir guapa cuando voy contigo; son casi las seis, llévame tú, después ya me traerá alguien, no me apetece conducir con estos tacones.
Carlos la dejó en el colegio y se volvió a casa a dejar su coche, el restaurante estaba muy cerca e iría a pie.
Para hacer tiempo, estuvo viendo deportes y luego con calma, se duchó, se vistió y a las ocho y media salió a tomar algo hasta la hora de la cena.
Germán y Tomás estaban los dos en casa de Germán, emocionados de pasar una velada con su vecina, sabían que tenían que aguantar a su marido, pero algo es algo.
-Tú crees que hoy podremos tantearla un poco, dijo Tomás a su amigo.
-Tendríamos que deshacernos del marido, y a ver si bebe algo, sino no creo que podamos hacer nada.
-No sé, continuó Tomás, como ya te dije en otras ocasiones, todavía hace poco que se casaron y ella aún está en su luna de miel; de todas formas, estas mujeres que nunca se soltaron, suelen ser las más fáciles de caer y el marido me parece uno de esos intelectuales metidos más en su carrera que en atender correctamente a sus mujeres; bueno, ya veremos.
-Tú déjame a mí, añadió Gerardo, tengo que procurar que se vengan a mi casa y con algunas bebidas, veremos cómo se nos da la noche.
Así estaban estos dos viejos haciendo planes, a Nuria deberían sonarle los oídos de tanto nombrarla, pero esa no era la cuestión. Desde que llegó a la reunión, todas las miradas se posaron en ella, tanto los chicos como las chicas se quedaron asombrados del atuendo que llevaba, tuvo que explicarles cual era el motivo de esa vestimenta, que había causado tal sorpresa.
Los chicos no le quitaban ojo intentando descubrir alguna parte de su cuerpo que pudiera quedar a la vista, sobre todo uno que se sentó a su lado, Alfonso, éste tenía los pechos de Nuria tan cerca que no podía apartar sus ojos de ellos, y a menudo se levantaba con la disculpa de pedir la palabra y así desde una posición más elevada poder contemplar esa maravilla.
A Nuria no le pasaron desapercibidas esas miradas, y aunque la ponían nerviosa, sentía unas cosquillitas por todo su cuerpo que le estaban haciendo sentir un placer, que nunca había sentido en momentos como estos, principalmente porque nunca se fijaba en si la miraban o no; ya dijimos antes que, desde que volvió de vacaciones, le encantaba sentirse observada.
La reunión comenzó después de las siete y las discusiones eran constantes, por lo que pasaba el tiempo y no se llegaba a ningún acuerdo; a las nueve sonó el móvil de Nuria,
-Cariño, ya estamos en el restaurante, ¿te falta mucho?
-Creo que no, ya salimos, enseguida llego.
Sobre las nueve y cuarto dieron por finalizado todo y hubo acuerdo para los destinos, a Nuria le tocó un centro de salud de un barrio, por lo que el horario seguía siendo bueno y sin guardias, estaba satisfecha por haberse librado de los turnos del hospital.
Al salir preguntó quién podría acercarla y Alfonso, el compañero que había estado a su lado, le dijo que no había ningún problema, pero antes iban a tomar algo todos, que tanto tiempo cerrados les había dado sed, así que se acercaron a una cafetería cercana.
En la cafetería, ya con menos tensión entre ellos, comenzaron las bromas sobre el mencionado vestido y sobre todo por ser Alfonso el que la llevaría.
-No sé, pero me parece que lo del vestido no es casualidad, os fijáis en que Alfonso y ella no se separaron en toda la reunión y además se van juntos, no sé no sé, dijo Marisa, una compañera ya un poco mayor.
Todos se rieron y asintieron como que esa era la verdad.
Nuria también se reía y para seguir la broma dijo,
-Es que a Alfonso no lo veía desde la universidad, y está muy guapo, ¿no creéis?
Alfonso se puso colorado como un tomate, además ya todos se reían a carcajadas, aunque a muchos les gustaría estar en su lugar.
Cuando se dio cuenta ya eran las nueve y media,
-Me tengo que ir ya, me van a matar. Vamos Alfonso.
-Venga parejita, se os hace tarde, volvió a decir Marisa.
-Hasta otro día, y no seáis malos, dijo Nuria, antes de salir a la calle.
Salieron a la calle, a Nuria le había hecho mucha gracia los comentarios de Marisa porque se percató del sofoco que pasó Alfonso; éste es un chico de su misma edad, que había estudiado con ella; siempre le pareció un poco inmaduro, y no era así, Alfonso era un chico tímido y al lado de Nuria, mucho más, además ella era una chica muy segura de sí misma, todo lo contrario que él, lo que hacía que aún se sintiese peor a su lado.
Cuando subieron al coche, el chico estuvo atento a todos los movimientos de su acompañante para poder observar bien sus piernas y sus pechos. Lo hizo tratando de que no se notara, pero Nuria se dio perfecta cuenta de todo, además estaba encantada de tener ese poder sobre él, estaba disfrutando del momento, se sentía deseada y eso le gustaba
Iban hablando de cosas rutinarias de su profesión cuando Alfonso sorprendió a Nuria,
-Estás guapísima, es una pena que tenga que llevarte con tu marido, preferiría que vinieras conmigo.
Ella riéndose le dijo:
-No digas tonterías y date prisa, que como mi marido esté enfadado nos mata a ti ya mí.
Pero Alfonso estaba crecido, le gustaba esta Nuria tan divertida y no la que había conocido cuando de estudiantes, era muy seria y no toleraba demasiado las bromas, sobre todo de sexo, así que, al llegar a la puerta del restaurante, le indicó:
-No te muevas, espera que este caballero va abrir la puerta a su hermosa dama.
Nuria, sorprendida y muerta de risa, solo acertó a decir, - Vale, esperaré.
Alfonso abrió la puerta y tomándola de un brazo la ayudó a salir, contemplando de paso, esas maravillosas piernas, que, al intentar salir, se abrieron un poco más de la cuenta, dando al muchacho un buen espectáculo.
Nuria, que de tonta tiene lo justo, se percató de la jugada de su amigo, entonces retardó su salida del auto, alargando el momento exhibicionista para disfrute de su acompañante y de ella misma; nunca había hecha nada parecido, y desde luego que lo estaba disfrutando, eso sí, tratando de disimular su enorme nerviosismo.
-Da gusto que un caballero te acompañe a casa, jajaja
Su risa era fruto de los nervios que le había ocasionado esa acción; estaba muy excitada de que Alfonso hubiese mirado sus piernas y lo demás, porque estaba segura de que le había visto las bragas.
Se despidieron con dos besos y una promesa de volver a verse y entró al comedor.
Fue recibida como una reina por los dos viejos, su marido no le dijo nada, en parte porque, al haberse retrasado ella, había tomado algún vino de más y estaba muy alegre.
La cena discurrió normalmente, con mucha alegría, el vino corrió abundantemente y a Carlos, se le notaban bastante los efectos del alcohol.
Nuria había bebido poco, tenía ese puntito, pero nada más, su marido no era un gran bebedor, ni mucho menos pero después de una buena cena solía tomar alguna copa sin problema alguno, pero esa noche con el retraso de su mujer y que la compañía no le era muy grata había bebido antes de la cena y eso lo dejó algo tocado.
Al salir a la calle, Nuria, muy contenta, dijo de ir a bailar, que le apetecía mucho; a su marido no le gustó nada la idea y además estaba cansado, pero no quería coartar a Nuria, así que se encogió de hombros y aceptó, pero los dos viejos tenían planeado otra cosa,
-No será mejor que nos vayamos a mi casa, tomamos otra copa y si queremos ponemos música y bailamos, nosotros ya somos mayores para ir a una discoteca, dijo Germán.
A Carlos le pareció una idea estupenda, tomaban algo y ya se retiraban a descansar, sin necesidad de dar el espectáculo por ahí adelante.
Nuria también aceptó, se agarró a su marido y andando se fueron hacia casa.
El salón de la casa de Germán tenía las mismas medidas que el de Nuria y Carlos, aunque estaba amueblado más sobriamente, constaba de dos sofás de dos plazas, con una mesita baja en medio y una mesa de comedor mediana con cuatro sillas, quedando bastante salón libre, así que en cuanto entraron y, antes de nada, Germán llamó a Tomás y entre los dos movieron la mesa con sus sillas hacia un rincón, quedando una buena pista de baile.
-Ya está, dijo Germán.
-Ahora sentaros que voy a por unas bebidas y luego Nuria puede obsequiarnos con algún baile, ¿no es lo que querías?
Nuria ya veía por donde iba el tema y sonriendo, contestó,
-Si mi marido quiere acompañarme, no hay problema.
Antes de que su marido contestara ya saltó Germán,
-Pero nosotros también queremos bailar, no lo vas hacer solo con tu marido.
Carlos, que estaba un poco achispado les dijo que mejor bailaban ellos, que a él no se le daba excesivamente bien.
Nuria estaba desconocida, siempre intentaba pasar desapercibida, no le gustaba llamar la atención, aunque raramente lo conseguía, dado su imponente físico, pues hoy se encontraba encantada de estar con los dos viejos; se había excitado mucho mostrándose ante su compañero Alfonso y ahora, después de percatarse de las miradas que le echaban y los cuchicheos que se traían entre ambos, iba a provocarlos a ver hasta donde eran capaces de llegar; pensaba que, seguramente, se cortarían y no intentarían nada, además estaba su marido para abortar cualquier situación incómoda que pudiese ocurrir.
Los viejos se fueron a la cocina a por las copas y una botella de cava, así como Whisky para Carlos, que es lo que había preferido. Los dos estaban encantados y solo esperaban ver hasta donde llegarían con su hermosa vecina.
-Tú, dijo Germán dirigiéndose a Tomás, encárgate de que la copa de Carlos esté siempre llena, mientras me ocupo de ella a ver si se encuentra tan caliente como parece.
Cuando llegaron al salón, allí estaba el joven matrimonio con cuchicheos y risitas y alguna que otra carantoña, terminado con una afirmación de cabeza de ella.
Los viejos se sentaron enfrente de ellos y sirvieron las bebidas con las que hicieron un brindis por lo bien que estaban juntos.
Al estar sentados en sofás, las rodillas quedaban más altas que el trasero, eso en los hombres no tenía importancia porque, además de llevar pantalones, estiran las piernas de cualquier manera, pero Nuria llevaba una falda corta, por lo que tenía que permanecer con las piernas muy juntas. Ella tenía mucha clase y eso no era ningún inconveniente, pero, como ya dijimos, tenía ganas de provocar y pasarlo bien, así que, al brindar con su marido, separó ligeramente sus rodillas permitiendo que sus admiradores pudiesen ver un triangulito blanco y estuvieran a punto de estrellar sus copas con la emoción.
Germán ya no podía más, casi no podía disimular el bulto que se había formado en su pantalón, pero lo salvó la campana al oír decir a su musa,
-Que alguien ponga música para poder bailar, que las piernas ya no me paran.
La música ya sonaba en el ambiente y Nuria, más que bailar, se estaba contoneando en medio del salón, ante la atenta mirada de los viejos; su marido estaba de espaldas más pendiente de su vaso que de ella.
Nuria seguía contoneándose, estaba encantada de mantener a los viejos totalmente entregados y para intentar ponerlos más cardíacos, tomó una silla y empezó a bailar alrededor de ella, se agachaba y volvía a levantarse, todo con movimientos sexy, incluso de vez en cuando subía una pierna a la silla y apoyaba su barbilla en el respaldo.
Los viejos se estaban volviendo locos, no paraban de frotarse el bulto que había surgido entre sus piernas.
Estos movimientos también hacían mella en Nuria, estaba excitadísima, ya no se cortaba nada en sus gestos ni se preocupaba de que su falda estuviese más subida de lo normal, con lo que el espectáculo que ofrecía no era solo el baile, su anatomía quedaba muchas veces al descubierto; ella estaba como en trance, cualquiera que la conociera, no se podría creer lo que estaba viendo.
Germán ya no aguantó más y se acercó a ella para bailar; Nuria le pasó los brazos alrededor del cuello y él la sujetó por la cintura, comenzando un movimiento lento y acompasado.
Como dijimos, ella parecía ausente, pero cuando notó que German la apretaba contra él, pareció despertar y lanzó una mirada a su marido, ya que antes habían acordado que, si la cosa se ponía fea, él intervendría, mientras, que se divirtiera y los calentara todo lo posible. Pero el marido o estaba borracho o dormido y empezó a preocuparse, sobre todo cuando notó como una mano bajaba de su cintura y se posaba en su trasero.
Tranquilamente se la apartó sin decirle nada, pero de nuevo volvió a sentirla en el mismo sitio, y al mismo tiempo notó como un bulto se pegaba a su bajo vientre, en ese momento un escalofrío recorrió su columna vertebral, su excitación era máxima, a su mente volvieron los recuerdos pasados durante las vacaciones; tenía que cortar aquello, su cabeza así se lo pedía, pero su cuerpo no la obedecía, e incluso se le escapó un ligero gemido, que por supuesto no pasó desapercibido a su galán. Este al notar el estado en que ella se encontraba, además de apretarle su trasero contra su bulto, comenzó a besarla suavemente en la cara para pasar al cuello; ahora notó como se estremecía,
-Sr. Germán, por favor, vamos a sentarnos, ya no debemos seguir con esto, puede vernos mi marido.
Nuria parecía suplicarle, pero no se separaba ni un milímetro.
-Shhhhhhhhhhhhhhhh, tranquila, todo está bien, déjate llevar, yo sé lo que necesitas.
Mientras la volvía besar en el cuello, sin que ella pusiese resistencia alguna, con su mano derecha seguía apretando sus nalgas, incluso jugando con el elástico de la braga, y su mano izquierda comenzó a subir por delante hasta apoyarse en un pecho y como ella seguía sin oponer resistencia, su mano se apoderó bruscamente de esa teta tan hermosa.
German ni en sus mejores sueños, se creía lo que estaba pasando, la tenía a punto de caramelo, buscó con la mirada a su socio y éste le indicó que el marido estaba dormido, así que le susurró a su diosa al oído,
- vamos a una habitación, allí estaremos más cómodos y no se enterará tu marido.
Nuria, como dijimos, estaba excitadísima y no era consciente de la realidad que estaba viviendo, pero, aun así, en cuanto Gerardo intentó besarla en la boca, ésta reaccionó ligeramente,
-déjeme, por favor, vamos a despertar a mi marido.
-Tu marido en estos momentos ni se acuerda de ti, vamos a una habitación y ya verás que bien lo vamos a pasar, no te preocupes de nada más.
-No, no puedo, mejor nos sentamos en el sofá.
German al ver que Carlos parecía profundamente dormido, la acompañó hasta el sofá, él se sentó a su lado y en el otro, enfrente, estaban Carlos y Tomás, que no perdía ojo de todo lo que sucedía.
Nuria intentó despertar a su marido, pero éste no reaccionó, ni a los toques de ella ni a su llamada.
-Vamos, despierta Carlos, tenemos que irnos.
-Es mejor que lo dejes dormir un poco y luego ya os vais, comentó Germán.
Nuria viendo que nada hacía efecto para despertar a su marido, se dejó caer en el sofá, al lado de Germán, que volvió a la carga sobre la aturdida esposa.
-Eres una mujer preciosa a la que su marido no le hace mucho caso.
-Eso no es cierto, Sr. Germán, mi marido y yo nos queremos y somos muy felices.
-Ya sé mi niña que os queréis mucho, pero tú necesitas más de lo que él te da, ya he notado como te estremeces con las caricias.
Según hablaba, su mano derecha se había posada en los tiernos muslos de ella, casi a la altura del final de las medias, mientras la izquierda la pasó por detrás, frotándole suavemente la espalda.
Nuria estaba escuchando lo que el viejo decía, como en una nube, no le parecía real, y además la mano que estaba entre sus piernas la excitaba cada vez más.
Germán, al notarlo, subió un poco más hasta rozar la fina piel de los muslos, que acarició con mucho mimo, ella suspiró profundamente, pero al mismo tiempo pareció reaccionar y salir del letargo en que se hallaba metida.
-No, eso no Sr. Germán, no puedo hacer eso, soy una mujer casada y mi marido está a punto de despertar.
Al mismo tiempo que hablaba, cogió la mano del viejo e intentó sacársela, y mientras forcejeaba con ella, él con su mano izquierda comenzó a bajarle la cremallera del vestido, el nerviosismo de Nuria iba en aumento, así como la excitación y el placer que estaba sintiendo, era incapaz de reaccionar a los avances que Germán estaba consiguiendo. El viejo notando las dudas de su diosa, avanzó con su mano derecha hasta llegar a su tesoro, por encima de la braga.
Nuria suplicaba, pero ya no era capaz de defenderse de los ataques del caliente viejo, además él seguía atacando verbalmente,
-No te resistas más, déjate ir y disfruta de este día, que puede ser el comienzo de otros mejores.
Nuria ya no podía más, la mano de Germán seguía acariciando su entrepierna y la estaba llevando al cielo, sus gemidos ya no los podía disimular, echó un vistazo a su marido, vio una pequeña esperanza cuando le pareció notar un pequeño movimiento, pero nada, seguía igual y ahora a ella le preocupaba que pudiese verla en ese estado o aún peor, porque Tomás se había levantado y comenzaba a bajarle el vestido por los hombros, en nada ya lo tenía en la cintura, quedando expuestas sus bonitas tetas, aun cubiertas por el sujetador.
Germán dejó de acariciarla para levantar sus piernas e intentar acostarla en el sofá,
-Cógele tú las piernas para acostarla, nos la vamos a follar aquí mismo, creo que está chorreando.
Aun a pesar de estar totalmente entregada, pareció encontrar algo de cordura para decirles.
-No, no, aquí no, delante de mi marido no puedo, llevadme a una habitación, por favor.
Gerardo y Tomás sonrieron y el primero dijo,
A mí me gustaría delante de este inútil, pero si la dama lo desea, la follaremos en la habitación, vamos.