Nuevas experiencias - 5

Y sucede...

Bebimos otro par de sorbos y de pronto sentí su mano en mi copa del gintonic. Me tocó muy poco, apenas un segundo. No sé si por el efecto del calentón que llevaba al llegar a casa, de la sorpresa de mi chico dejándome con él a solas, de su permiso explícito para que follara con él o que estaba muy bueno, o todo junto, pero me subió una especie de calambre por el vientre que terminó en mi nuca.

—¿Puedo probarlo?

—Sí, claro… —Me noté ligeramente azorada.

Bebió un ligero sorbo y puso cara de desagrado. Dejó el gintonic en el posavasos.

—Decididamente, seguiré con mi Coca Cola, con mi vino y alguna cerveza—. Bebió de su refresco un par de tragos—. Mamen, voy a intentar besarte… —me dijo en cuanto terminó.

—Ni se te ocurra —le dije sonriendo.

—Yo lo voy a hacer, si me quieres parar, hazlo.

—Ya te lo estoy diciendo…

Pero no me hizo caso. Se acerco muy despacio y recorrió los escasos veinte centímetros entre él y yo, en un par de segundos, mientras me miraba fijamente. Yo solo veía aquella cara tan perfecta, esos ojos que me penetraban con suavidad y una sonrisa cautivadora. Y en mi cabeza solo volvía a retumbar el hecho de que a mi novio no solo no le importaba que me acostara con él, sino que además, me lo pedía.

Sus labios alcanzaron los míos y en efecto, me besó. Yo no lo hice, pero tampoco se lo impedí. Se retiró un par de centímetros y volvió a besarme. Esta vez, mi boca estaba entreabierta y sentí su lengua en mis labios. Sin darme cuenta la abrí y dejé que pasara. Sí correspondí a ese segundo beso.

Fui a protestar y a incorporarme, pero me cogió de la cintura y me besó por tercera vez. Sin saber bien por qué, me entregué en ese beso e incluso lo apreté por la nuca contra mis labios.

Fue un beso largo, apasionado e intenso. Cuando terminamos, yo ya estaba totalmente entregada y recostada en el respaldo del sofá. Jorge entonces me sonrió abiertamente, me acaricio la mejilla y me dio un suave piquito en los labios al que también correspondí.

Un segundo más tarde, se quitó la camiseta dejando ver unos pectorales perfectos y unos abdominales bien marcados. Yo me mordí ligeramente el labio inferior…


Nico subió a casa algo pasadas las dos horas y media. No sé si se encontró con Jorge o no. Yo estaba tumbada en nuestra cama, dándole vueltas a todo lo sucedido. Al sentir que se abría la puerta, di un respingo. Estaba desnuda y en mi cabeza todavía flotaba el último polvo que me había echado Jorge. El primero, el del salón, tampoco había estado mal, pero con este segundo me encontraba plena.

Esa tarde noche había follado sin ninguna traba, dejándome llevar por un tipo guapísimo, de cuerpo escultural, mirada limpia y azul, y modales de marqués. El primero de los dos polvazos fue inmediatamente después de los tres besos que me dio —nos dimos— en el salón. Sin mediar apenas palabra, me desabrochó con maestría y agilidad el vestido y empezó a besar mis tetas lamiendo con suavidad y precisión mis pezones que en apenas dos segundos ya estuvieron tiesos y puntiagudos como misiles. Un segundo después, estaba totalmente desnuda, salvo las braguitas y los tacones que tardé algo más en quitármelos. Besó mis labios con dulzura, me lamió mi vagina con precisión y mordisqueó los pezones de mis pechos, llevándome a un estado muy placentero.

Jorge me arrancó una oleada de placer con sus primeros lametones en mi clítoris, que me hicieron lanzarme con determinación a su polla en cuanto se quitó el pantalón y los calzoncillos, para metérmela en la boca todo lo que pude. Se la chupé varias veces, todas con avidez y glotonería. Incluso, en un momento dado, y como gracia que nos hizo reír a ambos, se la mojé en el gintonic para mamársela mejor.

Me tocó mi vulva como nunca nadie lo había hecho. Me lamió el clítoris, el monte de venus y los labios vaginales hasta que consiguió un punto de excitación cercano al éxtasis. Acto seguido, me la metió lentamente hasta el fondo, bombeándome con paciencia, potencia y sabiduría. Nunca me habían follado así. Ni Nico en sus mejores momentos.

Si mi novio había elegido entre varios escorts, no lo podía haber hecho mejor, porque, además de lo vistoso que era Jorge, tenía una verga que superaba por un poco, uno de mis palmos. Era más gruesa que lo normal y casi horizontal a su cuerpo. Estaba circuncidado, no como mi novio, y tenía un glande grande, redondeado y rosado, que chupé con ansia y deleite.

—He traído cena —escuché que me decía mi chico desde la cocina.

Miré el reloj. Eran casi las diez de la noche. Había estado follando con Jorge cerca de dos horas sin apenas pausa. Estaba convencida de que Nico le había contado que yo me ponía a cien enseguida y que no me costaba casi nada recuperarme después de un orgasmo, porque tras correrme mientras me follaba a gatas en el sofá del salón, me subió al dormitorio en brazos y tras dejarme descansar y beber un poco de agua, enseguida continuó con sus caricias que hicieron que retomara toda la pasión y el desenfreno de nuevo, casi de forma inmediata.

De pronto me acordé de que mi ropa, mis tacones, todo, estaban en el salón, todo tirado por ahí, sin ningún orden ni control. Nico, seguramente, ya lo había visto y tenía que saber por fuerza que había estado follando con Jorge. Me quise morir de vergüenza y me tapé con las sábanas. ¿Qué le iba a decir a mi novio? Yo lo quería mucho y esto podía romper nuestra relación por un absurdo juego sexual que me había llevado a serle infiel. Se me había ido de las manos...

—¿No bajas? —la cabeza de Nico se asomó por el hueco de la puerta de nuestro dormitorio—. Hay sushi...

Asomé ligeramente la cara destapándome de la sábana que me cubría, y miré casi furtivamente a mi chico.

—Venga, que ya esta todo preparado. He abierto un vino blanco… Date una ducha y baja, preciosa.

Me había llamado preciosa, como cuando estaba de buen humor. No estaba enfadado, no tenía un tono de voz de reproche ni parecía que por su parte hubiera pasado nada. Me costaba entenderlo. ¿Sería verdad que tanto le ponía que admitía que su novia se acostara con otro hombre que además lo había pagado él? Me levanté y bajé tras ducharme con cierta rapidez. No iba a hacerlo esperar encima, pero necesitaba quitarme el olor a sexo que sin duda transpiraba por cada poro de mi piel.

—Hola… —dije tímidamente cuando bajé y le vi servir el vino en dos copas.

—Hola preciosa… —se acercó, me besó y me abrazó con fuerza—. ¿Qué tal todo? Ya veo que bien… —y me señaló mi ropa y mis zapatos tirados en medio del salón.

—Nico, yo…

—Vamos a cenar. Luego me lo cuentas. Tengo hambre. Venga siéntate y come algo. Lo necesitarás.

Mi chico tenía una sonrisa en la cara, sabiendo perfectamente, que su novia había estado follando con un profesional del sexo durante casi dos horas sin importarle nada. O muy poco, porque mentiría si dijera que en ningún momento se apareció Nico en mi mente, pero la lengua, las manos, los dedos o la polla de Jorge, me hicieron olvidarlo siempre que se presentaba en mi cabeza.

Cenamos en silencio, o yo al menos estaba en silencio porque él hablaba sin preocuparle nada de lo que había sucedido. El té que siempre nos tomábamos en el salón, yo intenté que fuera en la cocina. Mi ropa tirada, mis bragas y mis taconazos en medio de nuestra casa me delataban y me acusaban de mi estupidez.

—Vamos al salón, preciosa —me dijo cogiéndome de la cintura.

Yo iba cabizbaja, con sentimiento de culpabilidad y me parecía que toda mi ropa esparcida sin control por el salón me gritaba y señalaba. Recogí las bragas que estaban en medio de la mesa con un movimiento casi furtivo y desplacé un zapato que reposaba en pie al lado del sofá en el que Jorge y yo habíamos estado follando algo más de hora y media antes.

—Te lo has pasado bien, por lo que veo —dijo con cara de satisfacción—. Muy bien… —asentía con una gesto placentero y aprobativo.

Lo miré estupefacta. No entendía nada.

—No te entiendo Nico… Esto es una locura. —Me tapé la cara porque estaba a punto de llorar. Salieron algunas lágrimas de mis ojos. Noté que me abrazaba.

—Tranquila. Ha pasado lo que has querido que pasara y yo te he propuesto. No hay problema ninguno. Yo estoy tranquilo y entiendo que tu estés nerviosa, pero de verdad, no pasa nada.

—Nico —le miré con los ojos llenos de lágrimas—, he estado con un hombre en nuestra casa. No sé cómo ha podido pasar, yo te quiero a ti…

No me dejó continuar, porque me besó profundamente, introduciendo la lengua en la boca que una hora antes tenía la polla de Jorge y la succionaba para que se corriera.

—Pero entonces…

—Preciosa, me ha encantado lo que has hecho y solo quiero que me lo cuentes. Solo te pido eso. No hay ningún reproche, no tienes culpa de nada, estoy totalmente tranquilo y te quiero sin ninguna duda.

Lo besé tiernamente y lo abracé con fuerza.

—Nico, esto ha sido una locura —apoyé mi cabeza en su hombro.

—Una bendita locura que me ha fascinado. Solo quiero que te tranquilices y que, en un poco, si quieres, me lo cuentes y me hagas correrme escuchándote. Te quiero mucho, amor mío. —Volvió a besarme.

Quinta parte de la historia de Mamen y Nico.

Un beso a todos.

Lola