Nueva Vida, Mismas Personas INICIO

–Todas necesitamos dos hombres: nuestro esposo y nuestro amante. -Y entró a la oficina del jefe.

La voz del chofer por el micrófono me despertó. Anunciaba la llegada a nuestro destino.

Agarré mi teléfono y vi muchas llamadas perdidas de mi mamá.

En cuanto bajé, entré al baño de la central de autobuses, tiré mi teléfono por el retrete y vi cómo se fue. Era la última cosa que me ataba a mi pasado.

Estaba sola entre todo el mar de gente y tenía mucho miedo. No sabía ni tenía idea de cómo iba a iniciar mi nueva vida.

Relato anterior – https://todorelatos.com/relato/140183/

Pedí ayuda para que llevaran mis maletas, y fui por un taxi. Subieron mis maletas y arrancó el taxi.

-¿A dónde la llevo? –Me preguntó.

-Buenas tardes. –Le dije.

-Buenas tardes. –Dijo.

-Me mudé para acá y ando buscando un lugar para quedarme, ¿Conoce un lugar donde renten casas o departamentos?

-¿Busca algo económico o…? –Me preguntó.

-El precio no me interesa. –Le dije.

-Hay un lugar donde las rentas van desde los $5mil hasta los $10mil mensuales, casa chica, con muebles y en fraccionamientos privados. Ahora, si quiere algo más barato, hay lugares con rentas de hasta $1500 pesos mensuales pero no incluye muebles. –Me dijo.

-Lléveme a los fraccionamientos privados, por favor. –Le pedí.

-No puedo ser su chofer de planta, puedo llevarla y ahí bajarla.

Saqué un billete de $500 y se lo di.

-Tome. Lléveme a dar una vuelta por el lugar y si me ayuda a encontrar casa, y con las maletas, le doy otros $500. –Le dije. Dudó pero aceptó al final.

-¿De dónde es usted? –Me preguntó. –Tiene acento del norte.

-Soy de tal estado.

-¿Qué anda haciendo tan lejos? –Me preguntó.

-Necesitaba un cambio de aires. –Le dije.

-¿Tan chiquita? –Me preguntó asombrado.

-Si supiera…

-Entonces, bienvenida. –Me dijo sin tratar de abundar en el tema.

Se hizo el silencio en el camino. Me llevó a un fraccionamiento privado. Vimos 3 casas de dos pisos, todas parecidas. Realmente deseaba estar sola entonces agarré una de las casas.

El taxista me ayudó a marcar el número que venía ahí. En 20 minutos llegó la persona, me mostró la casa, tenía pocos muebles. A mí lo que me interesaba era una cama donde dormir y la tenía. Pagué mensualidad y un depósito que no entendí porque se cobraba.

El chofer metió mis maletas y le pagué los otros $500 pesos. Se fue y me quedé ahí sola.

Corrí a la cama y me puse a llorar. Me quedé un rato tirada sin poder dormir pensando en todo. Dieron las 6pm cuando me levanté y salí a comer, y a comprar un teléfono y cosas que necesitaba para el hogar. Salí con miedo pensando que me seguían o que alguien me reconocería y me hiciera daño. No andaba tranquila.

Regresé a mi casa, me bañé. Me senté a ver televisión hasta quedarme dormida. Estaba muy cansada y agotada mentalmente.

Agarré la cocaína y por un momento pensé que era la mejor de las ideas. Pero al estar sola, y después de haber hecho lo que hice, sin duda era la peor idea. Fui al baño y tiré todo lo que tenía. Tenía que limpiarme.

A la mañana siguiente lo primero que hice fue buscar un lugar donde sacar mi IFE. En el lugar me pidieron mi acta de nacimiento y mi comprobante de domicilio, cosa que no tenía. Me resigné totalmente a no sacar mi IFE.

Pasó una semana… no salía para nada de la casa. Entre el miedo y el sentimiento de culpa, no sabía qué hacer. Y lo peor era que no tenía droga, la cual, ya me había propuesto dejar.

Tenía que empezar a hacer algo con mi vida. A la segunda semana salí a buscar trabajo. Busqué en algunos lugares sin éxito, pedían ser mayor de edad. Hasta que encontré uno en un lugar donde no pedían ser mayor de edad ni pedían nada de papelería.

El trabajo era muy simple, consistía en vender artículos varios y al final del día hacer un corte de caja. Trabajaba de 3pm a 10pm. No era muy bien pagado pero me distraía un poco.

Trabajé ahí durante 2 semanas y despacio las cosas empezaron a olvidarse.

A la tercera semana de estar ahí, renuncié. Mi idea era conseguir otro tipo de trabajo. Pensaba en mis cualidades y la verdad es que no sabía hacer nada. Coger, era lo único que se me daba y muy bien. Pero no quería prostituirme. Ya no.

Caminé un poco más adentro de la ciudad y vi algunos edificios grandes. Un trabajo de secretaria no me caería nada mal. Pero sin papeles no lo lograría.

Compré una carpeta y varias hojas en blanco y las metí. Me arreglé bien, con una blusa algo escotada y muy sexy y con seguridad caminé rumbo a los edificios.

En el primero me despacharon rápido. La secretaria me trató muy mal. En el segundo entré:

-Buenas tardes. –Dije.

-Buenas tardes. ¿Qué se te ofrece? –Me dijo la secretaria. Tendría algunos 45 años, unas caderas anchas y una cintura chiquita. Tenía unas nalgotas y pocas chiches.

-Ando buscando trabajo y quería hablar con el encargado. –Dije.

-Ahorita no está el jefe. Pero si me dejas la papelería yo se la entrego.

-Me gustaría esperarlo para yo hablar con él. –Le dije.

-Como gustes. Puede tardar.

-Aquí lo espero un rato.

-¿De dónde eres? Se te nota un acento del norte. –Y su plática me hizo entrar en confianza. Cerca de la hora -Entonces, ¿No tienes nada de papelería aquí? –Me preguntó.

-No, mira mi carpeta está llena de hojas en blanco. –Tiró la carcajada.

-Somos un buffet de abogados. –Me dijo. –Te puedo ayudar a conseguir trabajo. Me ayudas aquí a ordenar la papelería. Mañana vente temprano, a las 8am aquí te quiero, si te interesa.

-Claro. –Sonreí y la abracé. –Muchas gracias.

Me mandó a un lugar para comprarme el uniforme. Me tomé medidas y salí con una minifalda, tacones altos y una camisa muy elegante.

Me tomé el día para lavar, planchar y tener todo en orden a la mañana siguiente. Llegué temprano al día siguiente, el día transcurrió normal, mi trabajo consistía en leer algunos documentos que había en una bodega e identificar los que tenían muchas años ahí para contactar al cliente para entregárselos y si no se contactaba tirarlos.

En la comida, conocí al chico de los mandamos, tenía 23 años y se llamaba Cesar. Muy serio él, y las dos secretarias que había ahí nos armaron una cita.

Salimos durante una semana que fue cuando nos dimos nuestro primer beso y de ahí podíamos considerarnos novios.

Casi a los dos meses de estar en la nueva ciudad, me sentía feliz por el rumbo que había tomado mi vida: tenía un trabajo que una señora muy buena me había conseguido, y tenía un novio que me trataba con mucho respeto.

Estaba dejando atrás a la “Julia” del pasado y estaba regresando la “Julia” que siempre deseé ser. Hasta que un día, el diablo se apareció nuevamente en mi vida:

Estaba sentada encima del escritorio de la secretaria. Mi novio estaba parado entre mis piernas y nos estábamos besando. La secretaria se había metido a una junta con el jefe y la otra secretaria se había reportado enferma desde días antes.

-¿Qué tal si aprovechamos el momento para hacer algo más rico? –Me preguntó Cesar.

-¿Aquí? No seas sucio. –Le dije. Cesar no conocía mi pasado y no le interesaba. Eso me ayudaba a mantener una apariencia de niña buena y mantener un respeto que había perdido.

Me tenía tomada de la cintura y yo con mis brazos, le rodeaba el cuello.

-Ándale. La secretaria no va a salir ahorita. –Me dijo. –Ellos son amantes.

-Cállate. No digas eso. –Le dije dándole un golpe en el brazo. Se rumoraba mucho que la secretaria era amante del jefe, y quizá tuviera razón ya que me consiguió el trabajo muy fácil.

-Ya te dije que quiero hacerlo.

-Sí, pero aun no me siento segura. Espérame. –Le dije. De nuevo me plantó un beso.

La puerta del despacho se abrió y al instante Cesar se separó de mí y yo de un brinco bajé del escritorio y me volteé para limpiarme los labios.

-Buenas tardes. –Dijo un señor de unos 40 años, muy guapo, canoso.

-Buenas tardes. –Saludó Cesar y yo detrás de él.

-¿Dónde está aquel? –Le preguntó a Cesar, que rápido entendió.

-Tiene una junta con la secretaria. –Le dijo.

-Hay, esas juntas, ¿Hace cuánto que se encerraron?

-Tiene como 10 minutos.

-Esto va para largo. Tú. –Me habló. –Tráeme un café.

Corrí al otro cuarto a prepararle un café. El señor imponía y tenía un aura que demostraba mucha seguridad. Como vestía, como hablaba, muy atractivo. Regresé y le di el café.

-Y ¿Cesar? –Pregunté.

-Fue por el periódico. ¿Tú eres nueva?

-Sí señor, soy Julia. –Le dije.

-Encantado, soy Eduardo. Socio de este cabron. -Solté una risita. El señor me miraba fijamente.

-Ahorita vengo. –Le dije. Corrí al baño. Entré y me encerré, me agarré del lavabo y sentí como solté un chorro en mi entrepierna. Me mordí un dedo para no soltar un gemido.

Agarré agua y mojé mi cuello. Me vi en el espejo.

-Cálmate July, ya no eres así. –Me dije. La verdad es que tenía casi dos meses sin coger y una mujer como yo, deseosa de sexo, no podía estar tanto tiempo sin coger. Cesar ya me lo había propuesto y deseaba entregarme a él, pero quería hacerlo de otra manera. Despacio. No quería cometer los errores que había cometido antes.

Pero apareció esta persona y con su sola presencia hizo que mi calentura despertara. No sabía porque, pero deseaba a aquel hombre que estaba fuera.

Salí con la firme intención de no caer en lo que me dijera. Haría las cosas de diferente manera esta vez.

-Y bien Julia, ¿De dónde eres? –Me preguntó. Me puse muy nerviosa.

-De… de… -Bajé mi vista. No pude hablar. Sentí como caminó directo a mí. Tocó mi barbilla con su mano y levantó mi rostro.

-Tranquila, preciosa. –Lo vi y se me hizo un señor guapísimo. Con ese comentario bajó completamente mis calzones.

Me separé rápido de él. Fui al escritorio que me habían puesto y me senté.

-Soy de tal estado. –Le dije rápido.

-Muy bien, ¿Qué andas haciendo tan lejos? –Me preguntó. Lo vi beber café mientras me miraba por encima de la taza.

-Ne… ne… -Bajé mi vista. –Necesitaba un cambio de aires. –Le dije a secas. Estaba muy nerviosa y sentía que iba a ceder a cualquier cosa que me pidiera. Nadie llegaba, y no quería estar a solas con esa persona. “Cálmate Julia”.

Vi como la persona se fue a sentar al otro extremo del cuarto y se puso a leer unos papeles que tenía la secretaria en su escritorio.

Hipnotizada, lo miré un rato. Embobada. Lo deseaba. En mi cabeza empecé a tener una disputa de sentimientos. Respetar a mi nuevo novio, coger con ese hombre.

Llegó Rafa a mi mente. Sentí mariposas en el estómago. Lo amaba.

Se abrió la puerta del despacho, me asusté y brinqué. Me pegué en la rodilla y solté un grito de dolor.

-¿Qué pasó? Julia. -Me preguntó el señor.

-Me pegué en la rodilla. –Le dije mientras me sobaba. Iba entrando Cesar con el periódico.

Se lo entregó. Cesar salió del despacho, diciendo que entregaría unos papeles y se despidió de mí con un beso. Cuando salió.

-¿Es tú novio? –Me preguntó con una voz tan dulce el señor.

-Este… andamos quedando. –Le dije.

-Las cosas son tan fáciles, ¿Es o no es? Ya se dan besos en la boca. –Me dijo.

Y no respondí. La verdad es que muy dentro de mí, no quería decirle que era mi novio. No quería perder la atención de aquel señor.

Pasó cerca de media hora, cuando salió la secretaria.

-Buenos días, Lic. –Lo saludó. –Le aviso al Lic. que está aquí.

-No te preocupes. –Le dijo a la secretaria. –Yo paso. –Se levantó, entró y cerró la puerta.

La secretaria no dijo nada. Se sentó y se puso a trabajar. Como a los 40 minutos, salió el Lic.

-Ahorita le va a dar instrucciones su jefe sobre unas cosas que necesito. –Le dijo a la secretaria. Caminó a la puerta y pasó frente a mí. –Cuídate mucho, Julia. –Me dijo mientras me guiñaba un ojo. Y salió del despacho.

Lo vi salir.

-¿Qué pasó aquí? –Preguntó la secretaria con una sonrisa.

-¿Qué pasó de qué? –Dije rápido. Los nervios me llegaron de nuevo.

-Te echó unos ojitos. –Me dijo.

-Nada que ver. –Le dije.

-Somos mujeres, y entre mujeres nos conocemos. No te es indiferente. –Me dijo. Añadió. –Creo que ya no es un secreto que yo y mi jefe tenemos algo. Él es casado y yo soy casada, y esto nuestro es solo placer. A parte es buena la ayuda económica que me da y algunos privilegios, o ¿Cómo crees que entraste aquí? –No dije nada. –Nadie nos has visto y todo se queda en rumores. Mi esposo y familia están bien conmigo.

-¿Qué me quieres decir? –Pregunté más atenta.

-Las mujeres sabemos esconder a nuestros amantes muy bien y sabemos mantenerlos contentos en el sexo y sobre todo cuando hay “algo” extra. –Me dijo. –Mira el cuerpazo que tienes, ¿Tú crees que a Cesar no lo traes caliente?

-Sí, eso lo sé. De hecho ya me propuso dar el siguiente paso. –Le confesé.

-Cesar es un buen muchacho, pero lamentablemente no te puede dar más económicamente hablando. Tienes que buscar alternativas y quien mejor que el Lic. –Me dijo y empezó a acomodar papeles que tenía en su escritorio. –Es casado, tiene familia y mucho dinero. Estoy segura que no busca más que una amante y tú serías la amante perfecta. –Dicho esto, se levantó con unos papeles. –Todas necesitamos dos hombres: nuestro esposo y nuestro amante. -Y entró a la oficina del jefe.

Realmente no era mala idea la que me decía la secretaria. Durante mucho tiempo fui la amante de muchas personas pero nunca obtuve muchos beneficios de eso. Tan solo era sexo.

Ahora se me presentaba la oportunidad de tener un amante de dinero, un amante que me buscaría para calmar su corazón y me cumpliría todos mis caprichos. Un amante que me daría tiempo. Y no sonaba nada mal.

Pero ya no quería ser ese tipo de persona. Deseaba una vida tranquila, sin preocupaciones, con solo un hombre, y una familia. Cesar quizá no sería ese hombre pero ahorita lo era y quería darle respeto y sobre todo, darme respeto.

Pensé un rato más en eso.

A los 10 minutos salió la secretaria.

-A las 6pm tenemos una junta con el Lic. que se acaba de ir. –Me dijo algo molesta.

-¿Por qué estas enojada? –Pregunté.

-Porque me molesta que me quiten tiempo que podría pasar con mi familia. Hoy tenía una cena y voy a llegar tarde. –Tiró los papeles en su escritorio.

El día transcurrió normal, de arriba abajo. El jefe salió y prácticamente nos quedamos solas la secretaria y yo. Para las 6pm empezamos a cerrar archiveros y guardar papelería y para las 6:30pm salimos rumbo a un restaurante.

-Vamos tarde. –Le comenté cuando subíamos al taxi.

-Claro que no, y esto es lo que me molesta. Las veces que yo he tenido reuniones con el Lic. nunca llega a tiempo, por eso me molesta. Lo más probable es que llegué hasta las 8pm. –Dijo mientras se arreglaba un poco. Hice lo mismo.

Llegamos a un restaurante algo lujoso. Bajamos y pagamos el taxi. Entramos y estaba un señor en la recepción.

-Buenas noches. –Nos saludó. -¿Tienen reservación? –Preguntó.

-Buscamos a tal persona. –Dijo la secretaria. Yo estaba detrás de ella. La verdad es que su culo enorme se antojaba. Fantaseé un rato con ese culo. Me imaginé con mi cabeza dentro de esas nalgas.

-Vamos Julia. –Me dijo la secretaria. Entramos, caminamos rumbo a una mesa y me puse nerviosa al ver al Lic. La secretaria se sentó frente a él y yo me puse a un lado.

Tenía una copa de vino. Nos invitó una copa. La secretaria aceptó y yo preferí tomar agua. Quería estar atenta con mis 5 sentidos bien.

Antes de hablar de negocios, pedimos algo de comer. Iniciamos la comida. Hablamos de cosas personales y cerca de las 8pm, cambió de tema y empezaron a hablar de una persona y sobre sus impuestos.

Esas pláticas me aburrían pero al mismo tiempo les ponía atención ya que era parte de mi trabajo. Timbró el teléfono de la secretaria.

-Es aquel… -Dijo, mirando al Lic. Eduardo. –Sí, ¿Qué pasa? Ajá. Si. ¿Ahorita? Ajá. Y ¿Lo del Lic.? Ajá. Entiendo. Salgo para allá. –Colgó. –Me tengo que ir. –Dijo levantándose y agarrando sus cosas.

-¿Qué pasa? –Dije asustada.

-Surgió algo con el jefe y debo irme. Julia, por favor. Toma algunos datos que te va a dar el Lic. Eduardo. Urge. Mañana temprano trabajamos en eso. –Me dijo y me dio una libreta.

-Yo… ¿Yo? –Dije con nervios y temblando.

-Sí, por favor. –Y salió corriendo.

Miré la libreta, estaba nerviosa y no quise levantar la mirada. Estaba sola con ese señor que me provocaba y alborotaba mis hormonas.

-¿Seguimos? –Me dijo.

-Sí. –Dije. Tenía que salir de ahí, corriendo. No podía moverme. No levanté la mirada para nada.

-Esta persona tiene… -Se detuvo. Sentía su mirada penetrar mi cabeza. Se mojó mi entrepierna. Puso una copa de vino frente a mí. –Toma, para los nervios. –Dudé al inicio. Luego agarré la copa y bebí un poco. No sabía nada mal. Bebí completa la copa.

Me sirvió más. Empezó a preguntarme cosas personales. Pasados unos minutos, sentí como los nervios iban desapareciendo. Le platiqué mi vida, pero en partes y muchas cosas inventadas.

Dieron cerca de las 9pm. El tiempo se pasó rápido. No había tomado mucho pero si suficiente como para sentirme un poco más cómoda a su lado.

-¿Traes auto? –Me preguntó. Era obvio que sabía que no traía.

-Claro que no tengo, usted lo sabe. Tengo dos meses viviendo en este lugar. –Le dije.

-Entonces te llevo a tu casa. –Me dijo.

Pensé en que eso era una mala idea. Con las ganas que traía de coger, el alcohol y lo que me provocaba aquella persona, terminaría revolcándome con él.

-No sé si sea buena idea. –Le dije.

-Qué va. Tan solo es llevarte a tu casa. Ven. –Me dijo mientras me agarraba de la cintura y aplicando un poco de fuerza, me empujó hasta su auto. Iba temblando de nervios y de deseo.

No quería que pasara y al mismo tiempo lo deseaba. Me abrió la puerta de su auto y subí. Vi como rodeó su auto y se subió. “Aun estas a tiempo, bájate”, me dije. Arrancó y me preguntó a donde me llevaba. Le di la dirección.

Por mi cabeza pasaban millones de cosas. Entre ellas era tener o no sexo. “Solo es una vez, para quitarte las ganas, luego ya no lo harás”, “Dijiste que ya no lo harías”, “Estas aquí para olvidar el pasado”, “Tienes novio, no pudiste respetar a Rafa, respeta a Cesar”, “Todas necesitamos dos hombres: nuestro esposo y nuestro amante”, escuché decir a la secretaria.

Llegamos a mi casa, la vi y mi corazón se aceleró. No sabía qué hacer y no sabía que haría el Lic. Eduardo o que diría para convencerme. Lo vi y vi que se bajó del auto. Lo rodeó y luego abrió mi puerta. Bajé temblando. Cerró la puerta y habló:

-Bueno, un gusto conocerte y gracias por hacerme pasar una tarde agradable. –Me dijo. Y todo pasó muy rápido, lo escuché y mis sentimientos se aclararon.

La actitud que tomó en esos segundos me hizo entender que si yo no daba el paso, se me iba a ir para siempre. Y no quería eso.

Me estiró la mano para saludarme y darme el beso en la mejilla. En cuanto me dio el beso, se volteó y me iba a soltar la mano. En ese momento, apreté mi mano y no lo solté. Él vio las manos y luego me vio.

-Pase, para que se tome un café conmigo. –Le dije sin pensarlo. Lo solté y caminé a la casa. El Lic. Eduardo caminó detrás de mí. Abrí la puerta, lo invité a pasar y luego pasé yo. Cerré la puerta detrás de mí.

“Es solo una vez y nadie se tiene que enterar”, pensé.

-Bonita casa, grande y espaciosa para ti sola. –Me dijo.

-Pase hacia la sala, por allá. Tome asiento y ahorita lo alcanzo. –Le dije.

Caminé a la cocina y vi la cafetera, intacta. Nunca la había tocado, de hecho no tenía ni café. No tenía nada para ofrecerle. Caminé al baño y me encerré. Me vi en el espejo.

-Tranquila, no te pongas nerviosa. Es solo un hombre y te has cogido a muchos. Ahorita solo quieres sexo con él y una vez y mañana ya no aceptarás nada de él. Solo es para que te quite las ganas. –Me repetí esta última frase mucho.

Toqué mi entrepierna y estaba húmeda. La toqué más y noté que no le había dado ni una cortadita a mi bello. Tenía una nueva vida y eso tenía que desaparecer por completo.

Salí y caminé directamente hasta el Lic. Lo vi sentado, dándome la espalda. Me puse frente a él y sin pensarlo, me senté sobre él. El Lic. como si lo esperara, puso sus manos en mis caderas y nos besamos. Empecé a moverme encima de él mientras nuestras lenguas jugaban entre sí.

Metió sus manos por debajo de mi camisa y tocó mis pechos, los apretó y los masajeó. Despacio sentía como su bulto iba tomando forma.

Estaba ardiendo, estaba mojada y deseaba ser una puta en ese momento. Pero no lo sería, no mamaría verga sin que me lo pidiera, no utilizaría mis mejores técnicas esa noche. Solo me iba a acostar, abrir mis piernas y dejar que el Lic. hiciera todo el trabajo.

Succioné su lengua como si mamara su verga.

Me levanté y lo tomé de la mano, lo llevé escaleras arriba y entramos al cuarto. En cuanto entramos nuevamente se unieron nuestras bocas. El Lic. apretó mis nalgas, luego bajó su boca a mi cuello y me lo comió.

Lo quité y de un empujón lo separé de mí. Lo vi con una sonrisa pícara mientras me desabrochaba los botones de mi camisa. Me la quité y mis pechos quedaron sostenidos por el brassier. Luego bajé el zipper de la falda y me la quité, para quedar en tanga. Estaba en ropa interior y con los tacones puestos.

El Lic. sin perder detalle, se quitó toda la ropa, y vi su verga sin un bello, apuntando al techo. Tenía un tamaño normal. Hipnotizada, quise hincarme para meterme ese palo a la boca, pero lo que hice fue darme la vuelta y caminar a la cama.

Me acosté en la cama boca arriba y lo vi. El Lic. Eduardo caminó, se subió a la cama y metió su cabeza en mi entrepierna. Con una mano hice a un lado la tanga para que pudiera meter fácilmente la lengua. Lo hizo y empezó a mamar mi panocha.

La pasaba de arriba abajo, metía su lengua en mi cuevita, luego metía un dedo para masturbarme mientras con su lengua golpeaba la parte de arriba de mi rajita.

Se levantó y abrió un condón que traía en la mano y se lo puso. Levanté mis piernas para quitarme la tanga, luego las puse en sus hombros.

El Lic. acarició mis piernas con sus manos, las besó y se agachó para luego poner su verga en la entrada de mi panocha. Esta ya estaba muy bien lubricada y deseaba la verga del Lic.

Y sin batallar, la verga entró fácilmente. Al instante, tuve un orgasmo. No sé si fue por tener tanto tiempo sin sexo o porque el Lic. me provocaban tantas cosas, pero fue un orgasmo delicioso.

Me levanté un poco para poner mis manos alrededor de su cuello y lo jalé hacia mí para besarlo. Empezó a moverse dentro de mí mientras nos besábamos.

Perdí la noción del tiempo. El Lic. se movía sin mucha fuerza pero lo hacía muy profundo y rudo. Sin duda los años habían acabado con su fuerza física pero tenía experiencia sexual.

Se levantó y me levantó.

-Móntame. –Me dijo. Se acostó y rápido me clavé en su verga.

Moví mis caderas como mejor lo sabía hacer, pero a los 3 segundos recordé que no lo debía hacer, y moví mi cuerpo lentamente de arriba abajo. Quité mi brassier para darle una mejor vista al Lic. y me incliné para ponérselas en su cara mientras me movía.

Sentía que pronto me llegaría el segundo orgasmo y deseaba que fuera riquísimo. Y sin pensar en nada más, moví mis caderas lo más rápido que pude. Y a los 30 segundos me puse dura, recibiendo con gusto el segundo orgasmo. Gemí. Escuché como el Lic. también gemía y empujaba su verga contra mí. Estaba llenando su condón de leche, sin duda.

Entre el alcohol, el cansancio mental y el sexo rico, me agotaron, me bajé y me puse a su lado. Le di la espalda y cerré mis ojos.

Sentí como se movió, se bajó de la cama y anduvo por el cuarto…

Abrí mis ojos. El sonido del despertador me despertó. Tenía todavía sueño y no quería levantarme. Volvió a sonar y no dejó de sonar hasta que me levanté. Me bañé y me vestí. Salí rumbo a la oficina.

Llegué y ahí estaba la secretaria. Le di la libreta que me había prestado, la hizo un lado y siguió con lo suyo.

Para las 10am llegó un chavo con un ramo de flores.

-¿La señorita Julia? –Preguntó.

-Yo… yo. –Dije con voz firme.

-Aquí tiene. Firme aquí. –Me dijo pasándome un papel. No entendí a primera que pasaba. Firmé y luego me dio el ramo de flores. Salió el chavo.

-¡Huuuuuy! ¿Quién te mandó flores? –Preguntó la secretaria levantándose y mirando la tarjeta que incluía. Leyó. –“Me gustó conocerte fuera de la oficina. Conocí otra faceta tuya y me encantó. Esperó se repita.”, E.L. –Y me vio con una cara de complicidad. -¿Qué pasó ayer que me fui? –Me dijo sonriendo.

-No sé, no sé quién me mandó flores. –Le dije sin saber que decir.

-“E.L.” significa “Eduardo Lopez”, el Lic. te envió flores. Platícame todo. –Me dijo mientras jalaba una silla y se sentaba a mi lado.

-Pues nada… cenamos y platicamos un poco de mi vida…

-¿Te llevó a tu casa? –Me preguntó.

-Sí… -Y por alguna extraña razón, pensé en Rafa.

-¿Lo invitaste a pasar?

-Sí… -Le dije muy apenada. No levanté mi cabeza para nada. Me abrazó feliz.

-Pero recuerda, es solo para amante y te cumpla caprichos. –Me dijo. –Tú novio es Cesar, y ámalo. Conmigo tu secreto está a salvo. ¿Cómo se portó?

-Como un caballero… -Dije.

-Qué bueno. –Acarició mi cabello. Se acomodó en su escritorio. Me dio la tarjeta y la guardé.

Para medio día llegó Cesar y me sentí un poco mal al verlo. En ese momento me di cuenta que no lo amaba, de hecho ni lo quería, sentía atracción física por él y algún sentimiento de agradecimiento pero hasta ahí. Mi amor era Rafa. Pero a este tenía que dejarlo atrás, y Cesar sin duda era mi mejor aliado en esta lucha.

-Y ¿Estas flores? –Me preguntó.

-Las compré hoy, quería darle un poquito de vida a mi escritorio. –Le dije mintiéndole. “Otra vez las mentiras”, pensé.

Con lo que hice, sentía que ya era momento de dar el paso con Cesar en el sexo. Se quedó un rato platicando conmigo y con la secretaria, hasta que esta se encerró con el jefe.

Cesar se lanzó sobre mis labios rápido, y yo le respondí el beso. Nos besamos con mucha desesperación y deseo. En ese momento él entendió que mi respuesta a sus insistencias era con un “sí”, y puso sus manos en mis pechos.

-¿Hoy? –Me preguntó cuándo tomó un poco de aire.

-Sí, en la noche.

-¿Paso por ti aquí a la oficina? –Me preguntó. Seguíamos besándonos.

-Sí, a las 6pm. –Le dije. –Pero hazte para allá, ya no tarda en venir la secretaria.

Cesar rápido se separó de mí, y como si supiéramos, la secretaria salió.

-Cesar, hazme un favor.

-Dime. –Dijo Cesar.

-Lleva estos papeles a la dirección indicada. –Le dijo dándole un montón de papeles.

-Claro. –Se levantó Cesar y agarró los papeles. Me dio un beso y salió.

En silencio, la secretaria siguió en lo suyo. A los 20 minutos, vi que entró el Lic. Eduardo. Mi corazón latió de muchos nervios que me dieron cuando lo vi.

-Buenos días, Julia. –Me saludó con una sonrisa tan encantadora que, si hubiera estado sola, ahí mismo hubiera cogido con él. –Buenos días. –Saludó a la secretaria. –Voy a pasar.

-Adelante. –Le dijo la secretaria. Entró. –Límpiate la baba. –Me dijo la secretaria al verme que no le quité la mirada de encima.

-Nada que ver. –Le dije siguiendo con lo mío.

De nuevo el silencio. Yo me levantaba y caminaba de la bodega a mi escritorio trayendo y dejando papelería. No avanzaba en los papeles para nada.

A los 15 minutos salió el Lic.

-Te hablan. –Le dijo a la secretaria. Entró y cerró la puerta.

Y nos volvimos a quedar solos el Lic. y yo. No levanté la vista y seguía leyendo los papeles. Sentía como su mirada taladraba mi cabeza.

-¿Te gustaron las flores que te mandé? –Me preguntó. Di un brinco por el susto que me causo cuando habló.

-S… s… sí. Muchas gracias, están muy bonitas. –Le dije.

-¿Te parece si hoy salimos a cenar? –Me preguntó.

-No sé. –Dije levantando la mirada y viéndolo.

-¿No te gustó lo de anoche? –Me preguntó y me mojé.

-No estuvo bien, yo tengo novio… -Le dije.

-No te estoy pidiendo que lo dejes. Solo te estoy invitando a cenar, y es todo. ¿A poco no puedes tener amigos con los cuales salir a cenar? –Me dijo.

Pensé en mis amigos, que todos eran para salir a coger, ninguno para salir a cenar. Me levanté y llevé unos papeles a la bodega. Estaba muy nerviosa, no sabía cómo controlarme y no estaba segura si me iba a controlar en ese momento.

Hice como acomodaba algunos papeles y de pronto sentí como entró también a la bodega.

-Me asustó. –Le dije.

-No era mi intención. –Me dijo. – ¿Aceptas mi invitación?

-Ya le dije que no estuvo bien lo que pasó anoche. Usted es casado y yo con novio, no es correcto. –“Sí, acepto su invitación y luego cogemos”, pensé.

Sentí como puso sus manos en mi cintura y como pegó su paquete en mis nalgas. Besó mi cuello. Cerré mis ojos, y lo disfruté, como si esperara aquello. Pasaron como 30 segundos.

-No, deténgase. –Le dije. Y con habilidad me volteó para poner nuevamente sus manos en mi cintura. Me plantó un beso que le regresé. A los 10 segundos. –No está bien. –Besó mi cuello y yo puse mis manos alrededor de su cuello. –Por favor, esto no está bien. –Bajó sus manos a mis nalgas, yo acariciaba su espalda, y luego bajé mis manos a su paquete que tomaba forma.

Y de pronto me soltó, eso me sorprendió y me quedé congelada viendo a la pared esperando algún movimiento del Lic. Se separó y me vio.

-Está bien, no te molestaré más. –No entendí lo que dijo.

-¿Cómo? –Pregunté desconcertada.

-No quieres tener nada conmigo por respeto a tu novio. Lo entiendo, no te volveré a buscar. –Me dijo. Me vio fijamente.

“No, cógeme Eduardo, quiero ser tuya, ser amantes, te necesito”, pensé. Pero aquello era una oportunidad de oro que tenía para dejar atrás todo.

Agarré otros papeles y me dirigí a la salida. “Háblame y me regreso”, pensé. “No, ya olvídate de eso, concéntrate en Cesar”. Mis pensamientos me jugaban una mala y muy mala.

-Julia. –Escuché la voz del Lic. Volteé rápidamente. –Te quiero pedir un favor.

-Dígame. –Dije nerviosa.

-Sé que es mucho pedir, y quizá no aceptes. Pero me gustó mucho lo que pasó anoche. –No dije nada, solo lo escuché. –Quisiera que me la chuparas. –Me dijo.

-¿Qué? –Dije asustada y excitada. No me esperaba eso.

-Digamos que sería lo último que tú y yo vamos a hacer. Considera esto una despedida. –Dijo.

-Si lo hago, ¿Dejará de molestarme? –Le pregunté.

-¿Te estoy molestado?

-No, claro que no, pero quiero serle fiel a mi novio. –Le dije.

-Aunque no lo hagas, te dejaré en paz. –Me dijo.

Nos miramos por unos segundos, luego puse en el piso los papeles y cerré la puerta de la bodega con llave. Caminé directo hasta el Lic. y me puse de rodillas frente a su bulto. Desabroché su pantalón y lo bajé junto a su ropa interior. Agarré la verga que apareció frente a mí, abrí mi boca y me la comí. Al estar aún flácida, lo hice arriba, abajo, despacio, abriendo y cerrando la boca, llenándola de saliva. Despacio empezó a tomar tamaño.

Sentí su verga dura, y me la saqué para masturbarlo. Lo vi. Me vio sonriendo. Me agarró de la cabeza y me guio hasta su verga, nuevamente abrí la boca y me la comí. Me metí solo la cabecita y jugué con mi lengua dándole unos golpecitos.

De nuevo inicié arriba abajo, con su mano en mi cabeza, me movía a su ritmo. A los 10 minutos, me sacó y apuntó su verga a mí, mientras se masturbaba. Me acerqué, su cabecita quedó dentro de mi boca y esperé deseosa aquella leche.

Sentí el primer golpe en mi paladar cuando gimió, luego otro gemido seguido de otro chorro de leche. Inundó mi boca completamente de leche. Luego la tragué toda.

Me la metí de nuevo para limpiar cualquier rastro que haya quedado. Luego me separó. Estaba ardiendo y me levanté dispuesta a coger.

Vi cómo se subió el pantalón y como salía de la bodega. Me dejó totalmente caliente. “¿No que quería coger?”, pensé. “Pero me dijo que esto era lo último”, y me sentí muy triste. Estaba cumpliendo su palabra, ¿Porque me sentía mal?

Salí algo triste y muy desilusionada de la bodega. No esperaba ese rechazo.

Vi a la secretaria en su escritorio. Me senté, sintiéndome algo sucia. La vi y me vio.

-Todavía traes algo aquí. –Me dijo haciéndome una seña con el dedo a lado de mi boca, para que me limpiara.

Ingenua, agarré una servilleta y me limpié. La secretaria se echó una carcajada.

-Caíste. –Sonrió y me sentí muy tonta. –Entonces ¿Eso hacían? –No respondí. –No esperaba que lo hicieras en el trabajo. –Me dijo.

-Pero ya fue la última vez. –Le dije. –Ya lo hablamos.

-¿Estas segura? –Y se hizo el silencio.

La verdad es que no, deseaba nuevamente la verga del Lic. Eduardo.

Durante el día me calenté demasiado, y pasé de pensar en el Lic. a pensar en Cesar, que hoy a la noche tendríamos nuestra primera vez. Él creía que yo era virgen, o al menos nunca me preguntó por experiencias pasadas. Yo nunca le comenté nada así que, él, esa noche, se comería una virgen.

El Lic. salió y eso me hizo sentir más tranquila. Traía mi pelea mental. Cerca de las 6pm me habló Cesar para quedar en pasar por mí. Le dije que sí.

El jefe se fue. Y la secretaria y yo nos quedamos un rato más. Pasadas de las 6pm, me dijo que se iba a ir. Le comenté que Cesar pasaría por mí y le dije que yo cerraría la oficina. Asintió y se fue.

Empecé a acarrear los últimos documentos a la bodega. En una que estaba dentro de la bodega, escuché que se abrió la puerta de la oficina.

-Tardaste en llegar, ¿eh? –Le dije. –Ya voy. Solo termino estos papeles.

Escuché unos pasos y alguien entró a la bodega. Escuché que cerró la puerta detrás de mí. Volteé instintivamente y vi al Lic. parado en la puerta.

-Hola, Julia.

-Lic. –Le dije y se aceleró mi corazón. Me mojé.

-¿Tardé en llegar? –Me preguntó.

-No, yo… pensé… que era Cesar. –Le dije.

Caminó despacio hacia mí. Yo no me pude mover. Estaba congelada.

Me tomó de la cintura y me plantó un beso, que rápido fue correspondido. Metió un dedo debajo de mi falda e hizo a un lado mi tanga y empezó a dedearme.

Rápido llevé mi mano a su paquete. Y olvidándome totalmente de Cesar y la cita, iba a coger ahí mismo con el Lic. Eduardo.

Me volteó y me inclinó un poco, bajó mi tanga y al puso en las rodillas. Abrió un poco mis piernas. Sentí su lengua golpear mi panocha y entrar en mi culo. Solté un gemido riquísimo.

De pronto, escuché que tocaron la puerta de la oficina.

-To… to… tocan. –Le dije entre gemidos.

-Ha de ser un cliente, ni la secretaria ni el jefe van a venir. –Me dijo.

-¿Por qué estás tan seguro que no son ellos? –Le pregunté.

-La cita de ayer y el que hoy te hayan dejado sola en la mañana es para ayudarme. –Solté un chorro. Me excitó lo que me decía.

-¿En serio? –Pregunté. No respondió. –Y ¿Ahorita? Ellos no sabían qué me iba a quedar.

-No lo sabían. Pero cuando le dijiste a la secretaria que te quedarías, me avisó. Igual si te ibas, ella te iba a invitar a una falsa junta conmigo. Igual que ayer. –Me dijo.

-Hay papi, sigue así. –Le dije. Volvieron a tocar la puerta. –El… que… toca la puerta… es Cesar. Despáchalo para seguir en lo nuestro.

Se levantó y me dio una nalgada. Salió y cerró la puerta.

Me quité la tanga, luego la falda. También me quité la camisa y el brassier y quedé totalmente desnuda, esperando al Lic. Eduardo.

A los 2 minutos entró.

-Ahora sí, puedes gritar a gusto. –Me dijo.

Le hice una seña para que se me acercará mientras me hincaba y puso su bulto frente a mí, bajé su pantalón y ropa interior y su verga ya erecta, me vio. Empecé a mamar.

A los 3 minutos me levantó, me volteé y me empiné.

-No dejé de pensar en ti en todo el día. –Le dije. –Estuve mojada todo el tiempo pensando en que te tendría dentro de mí.

Sin decir nada, abrió mis nalgas y clavó su verga. Gimió un poco, me tomó de las caderas y se movió despacio. Su verga rozaba las paredes de mi panocha. Luego, se movió más rápido. Sus piernas golpeaban mis nalgas y se escuchaba riquísimo.

En eso escuché mi celular timbrar.

-Espera. –Le dije. -¿Qué se escucha? –Pregunté.

-Está timbrando un celular. –Me dijo sin dejar de darme.

-Es el mío, iré a contestar. –Le dije tratando de sacarme su verga.

-No, hasta que termine.

Nuevamente apliqué fuerza y logré zafarme poquito.

-Si quieres que esto siga funcionando, la prioridad es mantener el corazón de Cesar feliz. –Le dije. Aflojó un poco su fuerza y salí corriendo con mis tacones hasta mi escritorio.

-Hola. –Contesté agitada.

-Julia, ¿Dónde estás?

-Disculpa por no avisarte. Me sentí mal y la secretaria me trajo a mi casa.

-¿Puedo ir? –Me preguntó.

-Me siento mal, mejor mañana hablamos y nos ponemos de acuerdo para hacerlo. –Volteé porque sentí unas manos en mi espalda. Luego unos besos. No pude contener la risa.

-¿Qué pasó? –Me preguntó Cesar.

-Es la tele, salió algo que me dio risa. Disculpa, debo colgar. –Le dije y sin más, lo hice.

Me volteé y nos besamos. Me cargó y me sentó en el escritorio, me acostó tirando cualquier cosa que había sobre el escritorio y levantó mis piernas para luego metérmela. Puso sus manos en mis tetas y me dio rápido y fuerte.

A los 3 minutos alcancé mi orgasmo. Me dio durante dos minutos más hasta que:

-Ponte de rodillas. –Dijo. De un brinco bajé y apuntó su verga a mis tetas, casi al instante las llenó de leche.

Sonreímos. Me levantó para darme un beso.

-¿Todavía quieres que me aleje? –Me dijo mientras caminaba a la bodega.

-No, pero las cosas se harán a mi manera y los dos vamos a disfrutar mucho. –Le dije.

-¿Quedaste en verte con Cesar? –Me preguntó.

-Sí, hoy lo haríamos por primera vez. –Le dije.

-Entonces, ¿El pendejo aun no te coge? –Dijo sonriendo.

No dije nada, Cesar era buen muchacho y no merecía esto. Me llegó el arrepentimiento.

Me vestí. Salimos de la oficina. Me llevó a mi casa. Al llegar nos besamos para despedirnos. Bajé y se fue.

Me quedé un rato pensando en lo que estaba haciendo. Nuevamente estaba siendo la “Julia” de antes y no quería eso. Y para colmo, sentí un dolor sentimental en mi corazón. Necesitaba calmarlo.

Desde que llegué a la nueva ciudad, no había tomado ninguna droga, y en ese momento la necesitaba. Caminé hasta fuera del fraccionamiento y pedí un taxi. Le pedí que me llevara hasta un bar de buen ver.

En 10 minutos llegamos, eran casi las 7pm.

Pedí un trago de whisky que bebí rápido y luego me sirvió otro.

El whisky no me ayudaba y necesitaba droga. Me iba a ver mal si le preguntaba al cantinero, pero necesitaba.

Escuché mucho alboroto en una mesa de la esquina. Vi y eran algunas muchachas jóvenes, con otros muchachos que variaban la edad.

Vi como una de las muchachas, a escondidas, se metió cocaína.

Con valor, caminé hasta donde estaban ellos.

-Disculpen. –Todos me voltearon a ver. -¿Saben dónde venden coca? –Pregunté.

Un muchacho se metió la mano a una bolsa que traían y saco una bolsita con polvo blanco. Me hizo una seña de la cantidad que tenía que pagar, saqué el dinero y pagué. Me metí al baño y esnifé un poco.

Salí y me senté en la barrita con mi vaso de whisky.

Pensé en todo lo que había hecho, las infidelidades, las muertes, mi novio, mi prima y sentía un arrepentimiento total. Despacio, me sentí un poco más animada, pero sin dejar de pensar en que la vida que estaba iniciando, me llevaría hasta mi pasado.

-Hola. –Me saludó una muchacha y se sentó a mi lado. Me despertó de los pensamientos que tenía en la cabeza. La vi y noté que era una de las muchachas que estaban en la mesa de la esquina. –Soy Rebecca. –Dijo dándome la mano.

-Soy Julia. –Le dije regresando el saludo sin saber que aquella mujer cambiaría el destino de mi vida.

Continuará.