Nueva Vida, Mismas Personas DESENLACE. (2)
-¿Qué pensaste? Le pregunté sentándome en sus rodillas. -¿Qué te estaría esperando con otra mujer? Le di un beso. -¿Qué nos ibas a ver a las dos tocándonos? Otro beso. -¿Qué las dos, con nuestras bocas te íbamos a mamar la verga? Otro beso más. -¿Qué ibas a tener un trío?
Relato anterior –> https://todorelatos.com/relato/141088/
UNA HORA ANTES DE QUE LLEGARA MI TÍO.
Salí detrás de Magda, vi que se sentó en el sillón y agarró una crema que empezó a untarse por sus brazos. Agarré mi teléfono y faltaban 40 minutos para que llegara mi tío. Tiempo suficiente para ponernos bellas.
-Tenemos más o menos 40 minutos antes de que llegué mí… hombre. –Dije.
-Tiempo de sobra. –Me dijo y me senté a su lado. Vi cómo se ponía crema en su cara. -¿Has hecho esto? –Me preguntó.
-¿Qué cosa? ¿Ponerme crema? –Pregunté tontamente. Sonrió.
-Tonta. –Me dijo. –Un trío.
-Sí. –Respondí orgullosa.
-¿Qué tal? –Se levantó y caminó al espejo que tenía un tocador. Ahí pusimos el maquillaje y pinturas que compramos. Agarró uno de los perfumes y se puso en su cuello.
-Es una excitación incomparable. –Le dije. Agarré crema y empecé a untarme. Me vio por el espejo.
-Estuviste con, ¿hombre-mujer u hombre-hombre?
-Las dos. –Me levanté y puse una pierna en el sillón, me puse crema.
-Anoche noté, y ahorita noté en el baño que eres una mujer caliente. –Dijo. –Muy caliente. Te gusta el sexo y por lo que veo, quieres probar todo tipo de sexo.
-Cuando estoy muy caliente, como hace rato o anoche, me pierdo totalmente y solo deseo apagar mi flama que invade todo mi cuerpo. –Dije.
-¿Qué planeas sacar de este negocio? –Dijo. Caminé al tocador y agarré una crema especial para pies con perfume. Me senté en la cama y empecé a sacarme los pies con la toalla. –Dinero no creo, por lo que me dices y como gastas, no te hace falta.
-Ya te lo dije, me gusta el sexo. –Respondí. Se hizo el silencio. Añadí. –Aparte de eso, no me gusta sentirme débil, me gusta tener poder, control… -No terminé y por un momento pensé en Edith, y en que me estaba convirtiendo en la clase de persona que ella quería que fuera. Una persona fuerte de carácter y ambiciosa.
-Entiendo. –Dijo. Caminó al sillón. -¿Me pintas la uñas? –Me dijo mostrándome un color rojo. Caminé y me puse a su lado, levantó sus pies hacia mí. -¿Qué dice tu prometido sobre esto?
-Somos una pareja muy liberal. –Empecé con sus uñas. –Él puede estar con cualquiera y yo con cualquiera. Y al término del día, nos seguimos amando porque confiamos el uno en el otro.
-Qué envidia. –Respondió. –No quisiera llevar una vida como la de ustedes pero si meterle un poco de sabor a nuestras relaciones. Yo le he propuesto a mi marido tener un trío con otra mujer, y siempre pensé que era el sueño de cualquier hombre, pero no es el sueño de mi marido.
-Quizá te haga falta motivarlo más. Un buen sexo oral tragando su semen o sexo anal. –Le dije.
-Hay no. Qué asco. –Me dijo.
-Si quieres llegar más allá con tu marido, debes hacer algo en la cama con él que no hayas hecho. Demostrarle que puedes llegar más allá.
-Puedes enseñarme, mostrarme cómo hacerlo. –Me dijo.
-Claro, siempre y cuando, tú puedas enseñarme a controlar mi calentura. –Le dije.
-Es un trato. –En 10-15 minutos, terminé con sus uñas.
Nos pusimos frente al espejo y nos empezamos a maquillar.
Habían pasado cerca de 40 minutos y nosotras habíamos terminado de arreglar nuestros cuerpos.
-Ya no tarda en llegar. –Le dije al escuchar la alarma que puse.
-Solo nos falta ponernos nuestros atuendos. –Me dijo sonriendo.
Dejamos caer nuestras toallas. Caminé a la cama, donde me esperaba un calzón muy sexy, color morado. No se metía entre mis nalgas pero las cubría muy rico. Encima no me puse brassier pero si me puse un baby doll, del mismo color. Era transparente y se apreciaban un poco mis tetas y mis pezones. En medio de mis tetas, colgaba un hilo en forma de moño, color negro. Y encima de mis tetas, al formarse la “V”, tenía un hilo que pasaba alrededor de mi cuelo y de ahí se amarraba. Abajo, al llegar a mis caderas, se abría de los dos lados.
Me puse unos tacones negros.
-Y esta persona, ¿Es buen amante? –Me preguntó. -¿Está guapo?
-Digamos que cuando ha estado conmigo me ha cumplido. –Le dije. –Nosotros le vamos a dar un espectáculo y que él se tome su tiempo.
Volteé a ver a Magda. Ella en cambio, se había comprado un baby doll rojo con vistas blancas abajo y en los pechos. El atuendo era muy pegado, no mostraba sus tetas y ocultaba muy bien la tanga roja que se puso. Era transparente en su ombligo. Tenía un hilo que pasaba alrededor de cuello y dejaba al descubierto su espalda.
Se puso unos tacones blancos.
-Te ves muy bien. –Dijimos al mismo tiempo. Reímos. Tardamos como 10 minutos en ponernos la ropa.
Escuché que tocaron la puerta.
-¿Quién? –Pregunté.
-Soy yo, July. –Escuché la voz de mi tío.
-Corre al baño y ponte la gabardina. –Le susurré a Magda. Ella agarró su gabardina y se escondió en el baño. Me puse la mía que me llegaba un poco arriba de las piernas. La cerré y caminé a la puerta. La abrí. –Hola, pasa. –Le dije con una sonrisa.
-Dime, ¿A que vengo? –Dijo algo molesto. Se sentó en el sillón.
-Hay papi, no te pongas así. –Le dije en tono coqueto, me puse a su lado. –Vienes a disfrutar, a relajarte, a pasarla bien.
-July, estoy muy cansado de esto. –Me dijo.
-¿De qué? Papi.
-De esto, de ti, de coger. –Dijo. –No puede pesar esto entre tú y yo.
-Guarda silencio. –Le dije poniéndole una mano en su boca. -¿Acaso no te gusto y no te gusta lo que hemos hecho? –Le pregunté.
-Ese no es el punto, estoy casado, respeto a mi mujer, no puede pasar esto. Aparte tú papá…
-Deja eso. –Le dije. Me levanté y me puse dos metros, separado de él. –Ahorita estas aquí conmigo, yo te puedo dar todo.
-No me interesa el sexo contigo. Ya no. –Me dijo.
Abrí despacio mi gabardina, luego la hice a un lado y quedé totalmente en ropa interior. Puse una música en mi cabeza y empecé a bailar. Apreté mis pechos con mis manos. Moví lentamente mis caderas de un lado a otro. Vi que abrió sus ojos lo más que pudo, no perdía detalle.
-Te ves increíble. –Dijo.
-Soy tuya, entiéndelo. –Le dije.
-A pesar de eso, esto no es suficiente para convencerme. –Me dijo. Me acerqué.
-¿Qué pensaste? –Le pregunté sentándome en sus rodillas. -¿Qué te estaría esperando con otra mujer? –Le di un beso. -¿Qué nos ibas a ver a las dos tocándonos? –Otro beso. -¿Qué las dos, con nuestras bocas te íbamos a mamar la verga? –Otro beso más. -¿Qué ibas a tener un trío? -Y nuevamente un beso. Me levanté y caminé al baño moviendo mis caderas. –Pues, pensaste bien. –Abrí la puerta y salió Magda con su gabardina puesta. Se puso frente a mi tío y dejó caer su gabardina. La vi y se miraba espectacular. Se alejó de mí tío y yo me acerqué a ella. –No pienses en nada, solo piensa en disfrutar de este momento.
No dijo nada. Nos veía hipnotizado. Vi a Magda.
-Estoy nerviosa. –Me dijo.
-No te preocupes, solo déjate llevar. Yo me encargo de todo lo demás. –Le dije y nos besamos. Llevé mis manos al hilo de su baby doll y lo desabroché. No cayó al suelo pero sus tetas quedaron al descubierto. Volteé a ver a mi tío que estaba helado, no hacía ningún movimiento, solo nos miraba.
Sin dejar de verlo, me agaché a las tetas de Magda, saqué mi lengua y con la punta toqué el pezón de su teta. Me levanté y nuevamente nuestros labios chocaron.
Magda llevó sus manos al hilo que sostenía mi baby doll. Cuando lo desabrochó, cayó al suelo y mis tetas enormes, colgaban. Me agaché a mamar el otro pezón de Magda.
-Nuestro amigo está muy serio. –Dijo Magda. -¿Acaso tiene miedo? Papi, ¿No te esperabas esto? –Le preguntó. Mi tío no respondió.
Magda corrió y se sentó a lado de mi tío. Este no hacía ningún movimiento, nos miraba a una y después a la otra. Caminé y me puse sobre Magda. Abrió su boca y me comió un pezón, le pasaba la lengua, luego lo hacía desaparecer en su boca y lo succionaba, luego los mordía. Al cabo de un rato, hacía desaparecer el otro pezón.
Yo ya estaba ardiendo y mi calzoncito estaba muy húmedo. Bajé mi mano a la entrepierna de mi tío y sentí la mano de Magda jugando con la ya erecta, verga. Y nos besamos.
De pronto sentí una mano más grande y los labios de Magda sonrieron. Vimos y mi tío había cambiado su mirada a una llena de lujuria.
-¿Por qué tardaste? –Le pregunté.
-Estaba imaginándome mil maneras en las que me las cogería. –Dijo.
Se levantó y lo vimos con una sonrisa. Caminé a la cama y me acosté. Magda llegó y levantó mis piernas, me quitó mi calzón.
-Esta mojado. –Dijo. Sonreí levantando mis hombros. Se puso sobre mí y nuevamente se comió mis tetas.
Al minuto apareció sobre mí la verga de mi tío. Abrí mi boca y entró la cabeza, me la comí.
-Vaya vaya. –Dijo Magda. –Ya estas comiendo y no me invitaste. –Me dijo. Me saqué la verga de la boca.
-Claro que tendrás tu ración, no seas golosa. –Sonreí. –Mientras soy yo.
-Bueno, entonces no la tengas fuera. –Me dijo. La agarró con la mano y la guio hasta mi boca, nuevamente desapareció.
Magda subió a besarme el cuello, luego mi barbilla y besó mis labios. Vi que de vez en cuando le daba unos besos a la verga. Luego bajó, besó mis pechos, mi vientre, abrió mis piernas y metió su lengua en mi panochita. Empezó a mamar mi panocha mientras yo mamaba verga. Mi tío tocaba mis tetas.
Estaba excitadísima. Tenía a dos personas a mi disposición, una dándome verga y la otra comiendo mi panocha. La lengua la sentía pasar por toda mi rajita, de arriba, abajo.
Al minuto no aguanté más y tuve un orgasmo. Arquee mi espalda.
-¡SIIII! –Grité de felicidad. Fue increíble. Sentí como Magda succionaba las paredes de mi cuevita para beber todo el líquido que solté. Cuando sentí que había soltado todo los líquidos posibles, empecé a masturbar la verga de mi tío. Necesitaba leche.
-Cambio. –Dijo Magda subiéndose a la cama y acostándose. Me levanté y ahora tocó el turno de meterme entre sus piernas. Saqué mi lengua y la pasé por toda su rajita. Magda se remolineó de placer. –Sí, muy rico. Así. –Decía.
A los 20 segundos, su panochita se puso húmeda. Tenía un sabor increíble. Con una mano abrí las paredes de su cuevita y metí la lengua lo más que pude. Magda estaba gimiendo de placer. Luego llevé mi lengua a donde empezaba su rajita y metí dos dedos en su panochita. Empecé a masturbarla rápido. Ella se empezó a mover al ritmo de mis movimientos.
-Sí, así, dame más. –Gemía. Vi que mi tío se masturbaba frente a ella. Ella no mamaba.
-Magda. –Le dije. Ella me miró con pena. Entendía lo que me decía. La miré fijamente y ella entendió también lo que le decía. Agarró la verga de mí tío y empezó a mamar.
Más feliz, le mamé su panocha hasta que le llegó un orgasmo. Sus líquidos sabían deliciosos. Y soltó más que de los que había soltado o al menos eso sentí. La limpié toda y subí a besarla. Y entre las dos le empezamos a mamar la verga a mi tío.
Me metí la cabeza a la boca, y Magda pasaba su boca por todo el palo. Luego ella se metía la cabeza y yo pasaba mi boca por la verga. Luego tocaba besarnos y masturbarlos. Nos turnábamos en ese ciclo. Luego de unos 10 minutos.
-Tío, allá hay condones. Ponte uno. –Dije mientras me levantaba.
-¿Tío? –Dijo asustada Magda.
-No me hagas caso. Estoy loca de placer que no sé lo que digo. –Y me agaché a darle un pico.
Con el condón en la mano, mi tío se agachó a comerse a Magda. Primero la besó, luego mordió sus pezones mientras la masturbaba. Se levantó y me puse encima de Magda y nos besamos. Me empiné dándole a entender a mi tío que era suya. Y mientras disfrutaba del beso, sentí las manos de aquel hombre abriendo mis nalgas y luego metiéndomela.
Empezó a bombearme a un ritmo lento pero muy rico. Gemí. Al minuto se movió más rápido y me olvidé de Magda para disfrutar de las embestidas.
-Más, más, más. –Le dije. A los 30 segundos se salió.
-Acuéstate. –Me dijo. Lo hizo y Magda se puso encima de mí. –No, tú dale sexo oral. –Le ordenó a Magda. Se agachó y de pronto sentí dos lenguas. Me levanté a ver y entre los dos me estaban mamando la panocha. Fueron cerca de 20 segundos.
Mi tío se levantó y de un golpe se la clavó a Magda. Y fue nuestra dinámica los siguientes 10 minutos, nos turnábamos para mamarnos la panocha y mi tío nos daba de perrito, yo tuve un según orgasmo y Magda también. Hasta que:
-Me vengo. –Dijo. A mí me estaba dando. Me volteé y abrí mi boca. Metió su verga y la llenó de leche que tragué con gusto.
Caía rendida a lado de Magda y mi tío se puso al otro lado.
-Increíble. –Dijo mi tío.
-Estamos a tus órdenes. –Le dije.
-La verdad no puedo creer que esto haya pasado. –Nos dijo con un tono de felicidad. –No creí que tendría tanta suerte como para tener a dos mujeres en mí cama.
-Puedes tenernos a nosotras o a las que quieras, solo pídelo. –Le dije.
-En serio no lo puedo creer, esto es un sueño.
-Pero…
-Sí, hay un pero, mija. –Dijo mi tío y nos vio.
-No te preocupes, lo sé y estaba consciente de que pasaría. –Dije sin la menor preocupación.
-July, eres una mujer increíble, perfecta. Serás una joya para el hombre que se gane tu corazón. –Y sus palabras me pusieron roja. –Solo espero y deseo que te cuides mucho.
-Gracias, tío. –Miré a Magda que solo estaba de espectadora.
-Te debo todo, y por lo mismo, sabes que debo hablar con tú papá. –Dijo.
-Lo sé y eso es lo correcto. Tú eres una persona muy buena y mereces lo mejor. Has lo que sea mejor para calmar tu consciencia. –Le di un pico a Magda y luego a mi tío. –Pero después de esto, quisiera pedirte un favor.
-En lo que pueda ayudarte, lo haré. –Dijo. Se levantó y empezó a vestirse.
-Preséntame a tu jefe. –Le dije.
-¿Cómo? –Dijo y me vio.
-Sí, quisiera hablar con tu jefe.
-¿Para qué? –Se puso su camisa y avanzó. Yo me había puesto sobre mis piernas.
-No te preocupes. –Le dije.
-Claro que me preocupo, si quieres trabajo, yo te ayudo a conseguirlo.
-No tío, es para otros asuntos.
-July, no necesitas ser la amante de un hombre con dinero, no eres así. Puedes trabajar decentemente.
-Agradezco tu preocupación, tío, pero yo traigo otros asuntos en mi cabeza.
-¿Puedo estar tranquilo? ¿Puedo salir de este cuarto pensando que nunca más te voy a ver pero que estarás bien? –Me preguntó.
-Soy una mujer fuerte, no te preocupes. –Me levanté y rodeé su cuello con mis brazos. –Sino crees solo piensa en esto: ¿Cómo crees que he sobrevivido estos meses sola? –Le di un pico.
-En eso tienes razón, ya no eres una niña. De hecho, desde hace mucho que yo ya no te veo como aquella niña chiquita, con sus vestidos hermosos y gritándome “Tío”. –Dijo y se hizo un momento incomodo de melancolía. -Tal día te veo en mi trabajo a tal hora. Di que eres mi hija y que llevas mi lonche. –Asentí. –Tengo que irme, quedé en estar con tu tía a las 4pm y ya pasó de la hora. Cuídate mucho, July. –Me abrazó muy fuerte.
-Tú cuídate más. Y deseo que pronto estén mejor. –Dije. Dar el pésame no era mi fuerte. –Y tío, esto del sexo no tiene que terminar, cuando desees, a mí, a Magda o a cualquier otra mujer, dímelo.
-Cómo te diría si no tengo tu número.
-Cierto, dame tú número y yo me comunico contigo cada cierto tiempo. –Le dije. Lo hizo. Nuevamente me abrazó y salió del cuarto.
-Julia… ¿Era tu tío? –Me preguntó sorprendida Magda.
-Mi tío político, en realidad su esposa es la hermana de mi papá.
-Pero como quiera…
-No es lo mismo. –Dije interrumpiendo. –Una se excita más con los familiares directos.
-¿Que? –Soltó un gritó de sorpresa.
-Por ejemplo, con mi hermana y con mi novio. –Le sonreí y le guiñé un ojo.
-¿En serio? –Me gritó. –Estás llena de sorpresas. –Se levantó al baño. –Me tengo que ir, tengo que ir a mi casa y luego al trabajo. ¿Cómo le haremos con el trabajo?
-Voy arreglar unos asuntos a tal ciudad y te hablo para ver cuando empezamos.
-Está bien, espero tu llamada pronto. –Me dijo. Salió del baño y empezó a vestirse con su ropa.
-Quiero arrancar lo más pronto posible. –Le dije. En menos de 5 minutos se arregló.
-Cuídate. –Se despidió y salió.
Me quedé pensando en lo que le pedí a mi tío. “Su jefe tendrá muchos conocidos también de dinero y a ellos les puedo vender a las muchachas”, pensé. “Son personas grandes mal atendidos en su casa”. “El problema son las mujeres, Magda podría conseguir gay y lesbianas, pero necesito mujeres de buen ver. Mi idea era convencer a Rebecca pero ella no creo que se deje. Tendría que entrar a trabajar de edecán y ahí convencer a las muchachas. Sí, eso haré”. Me levanté al baño, animada.
Me arreglé, agarré mis cosas y le llamé al taxista de anoche para que me llevara a la otra ciudad. Al inicio se negó pero le dije que allá estaba mi casa y que podríamos terminar lo de anoche, aparte de que le pagaría bien. Mi capital estaba llegando a su fin y me urgía que llegará Rebecca.
UN PAR DE HORAS MÁS TARDE
Estaba en la cama de mi casa, desnuda y empinada. El taxista me bombeaba torpemente y con fuerza.
-Así papi, dame más. –Me tenía agarrada de las caderas y me movía sin ritmo. Se salió y llenó mis nalgas de leche. No todos eran buenos amantes. La cogida no había durado ni 5 minutos. –Hay papi, muy rico, me cogiste delicioso. –Le dije.
-¿Regresarás por más? –Me preguntó con su orgullo de macho.
-Sin duda, no podría vivir sin el sexo que me diste. –Fingía estar agotada. La verdad es que no llegó a excitarme. Se sentó a mi lado. Acarició mi espalda. –Oye.
-¿Sí?
-¿No te gustaría ser mi chofer personal? –Le pregunté. –Te pagaría más de lo que ganas de taxista y aparte tendríamos más tiempo para esto. –Lo vi. Su rostro se había llenado de lujuria.
-Sí, acepto. –Dijo rápido.
-Perfecto. Inicias el lunes. –Le dije.
-¿Tienes coche? –Me preguntó. –El taxi no es mío. Trabajo para una compañía. –Y me dijo el nombre.
-¿Dónde queda la base principal? –Le pregunté.
-En esta ciudad. ¿Por qué la pregunta?
-Quiero conocer a tu jefe.
-¿Para qué? –Me preguntó. Se empezó a vestir.
-Traigo unos negocios entre manos y quiero hablar con esa persona. –Le dije. Lo vi titubeante. Me levanté y lo besé. –Eso no afectará la relación que tenemos. –Asintió medio bobo.
Nos despedimos y quedamos de vernos el lunes temprano para iniciar su trabajo de chofer.
Eran las 8pm, me metí al baño y salí bien fresca. Cené un poco y para las 9pm, pasadas, me senté a ver tele. Habían sido días productivos, solo me faltaba el dinero. Mañana temprano llegaría Rebecca.
-Hablando de… -Dije. El celular lo había dejado en el cuarto, apenas iba a subir las escaleras cuando tocaron la puerta de la casa.
Emocionada, corrí a abrirla. En cuanto la abrí, se me cayó el mundo encima. Estaba parado frente a mí el Lic. Eduardo. Lo Había olvidado por completo.
Traté de empujarlo sin éxito. Me empujó y caí de espaldas al suelo. Me golpeé la cabeza. Instantáneamente solté lágrimas.
-Por favor Eduardo, ¿Por qué me tratas así? -Le dije entre lágrimas.
-Porque no entiendes, te escondiste de mí y creíste que te burlarías, te tengo que enseñar una lección. –Vi como levantó su pie, puse mis manos frente a mi cara. Sentí la fuerza de su patada en mis manos y luego en mi rostro.
Abrí mis ojos, estaba parado a lado de mí el Lic. Se subía su ropa interior. Luego su pantalón. Bajé mi mirada como pude, seguía aturdida por el golpe. Estaba desnuda, encima del sillón. Vi mis tetas llenas de leche.
-Espero que hayas entendido. Mañana vendré a verte de nuevo y espero estés aquí. –Dijo.
El miedo se apoderó de mí, cerré mis ojos…
-Julia. –Escuchaba a lo lejos la voz de Rebecca. –Julia, despierta.
-¿Qué pasa? –Dije pero al parecer no se entendió.
-Julia, abre los ojos. –Escuché con más claridad a Rebecca. Abrí mis ojos y mi mirada estaba borrosa. Poco a poco se iba aclarando. Estaba Rebecca sentada en el sillón, era un ángel precioso. Miré mi cuerpo y estaba tapado con una cobija. A su espalda estaba un muchacho que no conocía.
-Sin duda, qué bello es despertar y ver una mirada llena de sinceridad, amistad y honestidad. –Le dije.
-Tonta, me fui y te dejé así. Llego y te encuentro igual. Me dijiste que te cuidarías. –Me dijo.
-No soy muy dada a cumplir mis palabras. –Sonreímos.
-¿Quién es? –Me preguntó.
-¿Quién es quién? –Dije.
-La persona que te hace esto.
-No te preocupes. –Le dije sin darle importancia.
-Claro que me preocupo, pero no por ti. Julia, explícame que es esto. –Me mostró la carta que le había dado.
-Él ¿Quién es? –Le dije mirando al chavo.
-Tengo miedo responder a eso. –Dijo Rebecca y volteó su mirada.
-¿Te mandaron? –Le pregunté.
-Sí, señorita. –Me respondió.
-Solo Julia. –Le dije. – ¿Nos puedes dejar un momento a solas?
-Sí, Julia. –Respondió. Salió de la casa.
-¿Por qué no me dijiste que… que… que…? –Rebecca no podía terminar la frase.
-Vengo huyendo de allá, no podía simplemente decirte quien era y lo que he hecho. Y menos a ti, que me trataste como nadie en mi vida lo había hecho. No te quería perder.
-Y ¿No pensaste que en este viaje me perderías? –Se levantó molesta.
-Claro que lo pensé…
-El primer día no me abrieron la puerta, solo entregué tu carta. El segundo día, apenas llegué y vi a hombres armados, armas por todos lados, droga y mucho dinero en camionetas. ¿Sabes qué significa eso? –Me preguntó y soltó lágrimas.
-Rebecca…
-Escúchame. –Rebecca tenía el poder de desarmarme. En ese momento me di cuenta de eso. –Cuando vi todo eso y te asocié, pensé que eras la persona más peligrosa con la que me había cruzado. Pero luego pensé en los días que pasamos juntos, y en el camino analicé que tú eres una persona que me necesita. No puedo alejarme de ti, necesito rescatarte porque en el fondo eres buena persona.
-Rebecca, yo no dejaré esto. Es lo que me gusta, es lo que quiero hacer. –Le dije y me senté en el sillón.
-¿Sabes? Vengo temblando desde que salí de tú ciudad. Porque es tuya. –Me dijo. –Venimos en una camioneta llena de armas y a toda velocidad. Si nos hubiera detenido un policía, no te hubiera podido contar esto.
-Rebecca, discúlpame. –Le dije.
Se limpió las lágrimas de sus ojos.
-Iré a mi casa, con mis papás. Necesito sentirme cobijada. –No dije nada. Me entregó mi carta y luego otra carta con una tarjeta. –Esto te lo manda el señor que no recuerdo su nombre. Es su tarjeta personal, dice que tiene suficiente dinero pero que igual te estaría depositando cada cierto tiempo, que no te preocupes.
Caminó a la puerta y salió de la casa. Me sentí mal por exponer a Rebecca de esa manera. Ella se asustó y se sintió mal, y lejos de odiarme, dijo que me ayudaría. Sin duda era una excelente amiga, la mejor.
Abrí la carta:
July, estoy muy tranquilo de saber que estas bien. Me tenías muy preocupado. Durante un mes no te comunicaste conmigo y mandé gente a buscarte a la ciudad que me habías dicho, irías. No te encontraron y me preocupé demasiado. Me dijiste que querías hacer y pensé lo peor. Ya no tiene caso pensar en eso, a seguirle para delante.
Edith anda furiosa porque te fuiste. Le expliqué lo que había pasado y le dije que necesitabas madurar por ti sola. Pero que regresarías cuando estuvieras lista. Pero no se calmó, ahorita trae a otra persona con ella y se ve ambiciosa. Espero que estés agarrando la experiencia necesaria y rápida porque cuando regreses las cosas no estarán tan fáciles como antes.
Por lo pronto, quédate tranquila. Aun puedo manejar a Edith a mi antojo y a la persona que trae aun no le da toda la confianza. Te preguntarás porque te ayudo, Julia, tú me recuerdas tanto a mi Edith de joven. Quiero que tengas una vida plena y de felicidad.
Tienes una camioneta a tu disposición y te mando un guardia, es de mi entera confianza. También te mando mi tarjeta personal, para evitar que te localicen. Te mando saludos.
Miré un rato la carta y luego la tarjeta. Ahora sí, tenía todo para empezar lo que quería. Me animé y corrí al baño a limpiarme. Me puse un pantalón, una blusa y unos tenis y salí con el guardia.
El día todavía estaba oscuro. Miré la hora y eran las 4am.
-Vamos a dar un paseo. –Le dije mientras subíamos a la camioneta. La encendió y arrancó. Vi en los asientos de atrás y traía armas. -¿Tienes coca? –Le pregunté. Sacó. Esnifé.
-¿A dónde vamos? –Me preguntó.
-Tengo que buscar un lugar para llevar a cabo un negocio de prostitución, de preferencia un edificio con tantos pisos. –Le dije.
-Tú dime por donde le doy. –Me dijo.
No conocía mucho la ciudad pero ya sabía ubicarme. Avanzó. Pasamos por varios lugares que se asemejaban a lo que buscaba pero ninguno terminó por convencerme.
-Si me permites una sugerencia. –Me dijo. Iba algo ida por la droga pero me levantó su voz.
-Dime.
-Mira, he trabajado para Edith y su gente por 10 años. –Me dijo. –La casa que te regalaron, era antes la casa de ellos. Por lo que me han platicado, en esa casa ellos iniciaron el negocio de la prostitución y no era tan grande como lo es hoy.
-¿En serio? –Pregunté poniéndole total atención.
-Sí, tenía tres cuartos. Esos cuartos no dormían. La cochera de madera, estaba dividida en dos, solo tenían cama. La sala estaba encerrada, la cocina igual. Y el patio enorme. –Dijo. –Tenían muchas mujeres pero no dónde meterlas a todas así que ellos dividían a las mujeres por días y a sus clientes igual. No descansaban pero levantaron despacio el negocio.
-Y ¿Ganaban mucho dinero? –Pregunté.
-Al inicio no esperes ganar las grandes cantidades, sobre todo porque tienes que invertir en un inmueble y para sacar esa inversión, lleva años.
-Pero no pienso construir algo, me llevaría mucho tiempo levantarlo.
-Pero tienes el dinero para… -Y no terminó. Lo vi y supe lo que quería decirme.
-Llévame a los fraccionamientos más ricos. –Le dije por dónde le diera y fuimos. Para las 5am, llegamos a los fraccionamientos privados. Vi emocionada, casas con patios enormes, casi del tamaño de una cuadra. La mayoría se vendían. Le eché el ojo a una. –Me encantan. –Le dije deteniéndonos en una. Anoté el número. –Es muy temprano para hablar, ¿No? –Dije.
-Es perfecta. –Me dijo el guardia.
-Vamos de regreso a mí casa. Tengo que cerrar un asunto y necesito tu ayuda.
-Vamos. –Me dijo.
Llegamos y para las 7:30am estaba lista para salir. Empecé a temblar. “Relájate, ya tienes nuevamente poder, no estás sola. La persona de abajo está a tu disposición y sabe hacer esto con mucha discreción”. Agarré nuevamente coca y esnifé.
Para las 8am, salimos. Le expliqué la situación y le pedí que buscáramos un lugar fuera de miradas porque lo que haríamos llamaría mucho la atención y no quería eso.
Dimos un par de vueltas por la ciudad y sus alrededores y encontramos una casa abandonada. Aún tenía partes en obra negra. Tenía una entrada para la camioneta y eso lo hacía mejor.
-Este es el lugar perfecto. –Le dije. –Vamos de regreso a mi casa.
Compramos algo de almorzar y regresamos a la casa pero nos mantuvimos alejados. Estaba nerviosa, ansiosa pero no entendía porque el sentimiento. “¿Por miedo? O ¿Por deseo de hacerlo nuevamente?”, pensé. A las 11am, vimos que llegó el Lic. Eduardo y tocó la puerta de mi casa y esperó. No salió nadie y vi como lanzó una mirada de enojo. Realmente, me dio un escalofrió.
-Es ¿Él? –Preguntó el guardia. Asentí. No pude hablar.
Lo seguimos. Llegó a una colonia de muy bajos recursos y se detuvo frente a una casa. Entró. Después de una hora, salió. Pensé en que tendría a alguien amenazada ahí dentro. Me entró más ira.
-Se lo merece. –Dije.
Marqué su número, respondió casi al instante:
-¿Dónde estás? Puta. –Me dijo. Me quedé callada. –Responde.
Agarré aire y respondí.
-Papi, no quiero que te enojes. Dime, ¿Que hago para complacerte? Quiero que estés feliz conmigo. –Le dije.
-Verte, es lo que quiero y educarte. –Me dijo.
-Me lo merezco porque te hice enojar. –Le dije.
-Ya estás aprendiendo.
-Te espero en tal dirección. ¿Puedes venir? –Le dije.
-Ahí estaré. –Me dijo. Colgamos.
Lo seguimos para ver a donde se dirigía. Llegó a la oficina y me sorprendió. Le volví a marcar.
-¿Papi? ¿Ya vienes? –Le pregunté.
-Me hablaron de la oficina, arreglo unos asuntos y ahorita llego. –Me dijo.
-No tardes. Te traes una botella para festejar, mi amor. –Le dije.
-Ni que te la merecieras. –Colgó.
Me entró un coraje aún más grande. Esnifé cocaína. Mi enojo, mi coraje, aumentaba. No podía creer la clase de persona que era.
-Vámonos. –Le dije al guardia.
Llegamos y escondió la camioneta. A los 20 minutos llegó el auto del Lic. Estábamos dentro de la casa. Mi guardia traía un arma y se escondió en uno de los cuartos. El lugar estaba abandonado y por cómo se veía, tenía años así.
Vi que se bajó el Lic. con una cara de sorpresa. No esperaba llegar a un lugar así. Caminó y se metió a la casa.
-Puta. –Gritó. Solté una lágrima. Me hizo daño.
-Acá estoy, sigue derecho y llega al final. –Le dije.
Al ser un día sin mucho movimiento, por no ser un día laboral, no había mucha gente en las calles. El silencio del mundo exterior ayudaba a que mi voz se escuchara fuerte aunque no gritara. Lo vi entrar al cuarto donde yo estaba. Me aterré. “Ten valor, Julia”, me dije.
-Sin duda tienes unos gustos terribles, pero que se puede esperar de una mujer así. –Me dijo. Me mantuve calmada.
Recordé la plática que había tenido con el guardia antes de que llegara el Lic. Eduardo. “Cuando llegue y entre al cuarto donde yo esté, no le haremos nada. Puedes llegar y mantenerte en la puerta, pero que no note tu presencia hasta que yo te diga”. Le dije.
-Papi, fue lo mejor que se me ocurrió. –Dije y me solté. Vi que llegó el guardia a la puerta.
Vi como levantó la mano y me dio una cachetada.
-Háblame bien. –Me dijo enfurecido. –Si vas hablar para decir esas pendejadas mejor no hables. –Otro golpe.
No hice movimiento alguno, no dejé de mirarlo fijamente. Tenía odio en mis ojos, rencor y me había provocado ira en ese momento.
-Lo siento. –Le dije.
-¿Lo sientes? Mira donde me tienes, en un lugar sucio, en una colonia pobre…
-No…
-… Y tú una puta… -No continuó. -¿No? ¿No qué? –Me preguntó.
-No lo siento por eso ni a ti te pido disculpas, lo siento porque lo va a pasar. –Le dije y le hice una señal al guardia. Este traía un garrote y golpeó la nuca del Lic. que cayó inconsciente.
-Este tipo de personas no existen en nuestro mundo. –Dijo el guardia. –Se ocultan muy bien entre la gente buena, amenazando y golpeando. –Soltó el garrote.
Lo vi tirado. Solo había que dar un paso más, y ese paso lo iba a dar sola.
-Vamos. –Le dije.
Con mucho esfuerzo, el guardia subió al Lic. a la camioneta. Yo me subí al auto del Lic. Avanzamos. Salimos de la ciudad y nos metimos entre cerros, arboles, hasta perdernos. Nos detuvimos.
Me bajé y el guardia hizo lo mismo. Abrió la puerta y bajó al Lic. que cayó de un golpe en el suelo. Ni se inmutó. Le ató las manos. El guardia sacó un arma y me la dio. La agarré con mucho miedo y me temblaban las manos. Esnifé cocaína.
El guardia empezó a despertar al Lic. y al cabo de unos minutos abrió los ojos. Lo puso de rodillas.
-Hola. –Le dije. El Lic. aún seguía atontado.
-Ju…ju… ¿Qué pasa? –Dijo y notó sus manos amarradas. -¡Hey! Desátame.
Lo vi a los ojos. Parecía un animal, un perrito, un gatito, recién nacido, indefenso. Pero el Lic. se miraba como un desecho del mundo. Algo que no servía para vivir. Se levantó y trató de correr hacía mí. El guardia con sus dos manos, lo detuvo, le metió una zancadilla y tirado le dio una patada.
-Ahí quédate, no te muevas. –Le dijo el guardia.
-¿Quién eres tú? –Le preguntó. El guardia no respondió. –Julia, suéltame. Te juro que si no me sueltas en este momento, te voy a… -Saqué el arma y le apunté. Abrió los ojos lo más que pudo.
-¿Sabes? –Empecé hablar. –Cuando te vi por primera vez entrando a la oficina, te me hiciste una persona muy atractiva. No solo físicamente, tenías algo que atraes a las mujeres; tú seguridad, tú carisma, tú manera de hablar. Me volviste loca, me enamoraste. –Le dije.
-Julia, ¿Qué es esto? –Dijo sin ponerme atención.
-Según sé, las personas que tienen “ese” aura que hace que nosotras las mujeres nos volvamos locas, normalmente son unos psicópatas. Como es tu caso. –Dije. –Tú y yo pudimos tener una vida feliz, como amantes, pero decidiste que no querías.
-No Julia, no me entendiste, lo que yo quería era que… -Recibió otro golpe del guardia en la cara.
-Aparte, no solo me haces daño a mí, tienes a más mujeres que golpeas. –Dije.
-Tú no sabes. –Se notó coraje en su voz. –La otra mujer es una puta que me anda buscando solo por mí dinero. Yo soy la víctima. –el guardia levantó su pie y le dio un patada en la cara, el Lic. cayó de espaldas. Gritó de dolor. –Te juró que cuando salga de esto, te vas arrepentir.
Caminé directo a él y me puse de rodillas a su lado.
-Eduardo, no vas a salir de esto. –Le dije. Silencio total. El guardia lo levantó y me alejé de ellos. Vi el cerro y los arboles inundar un gran espacio de la tierra.
-Julia, ¿Quieres dinero? Te lo doy, lo que quieras. Y prometo ya no molestarte y también a la otra pu… mujer. –Dijo. –Le doy todo mi dinero, pero déjame ir y te prometo irme de la ciudad.
Escuchaba sus palabras a lo lejos. Me volteé y caminé hacia él, me incliné y le di un beso en su boca. Me separé y avancé a la camioneta. El Lic. seguía hablando pero yo ya no escuchaba. Agarré el arma que me había dado el guardia. La vi, le di la vuelta y miré el otro lado.
Volteé y vi al Lic. tenía lágrimas en sus ojos. Avancé y me puse delante de él. Levanté el arma…
Luego de 3 horas, íbamos de regreso a la ciudad en la camioneta. No se habló para nada en el camino y eso le agradecía al guardia. Llegamos a la ciudad.
-¿A dónde vamos? –Me preguntó.
-No sé. Tengo que empezar con el negocio pero hoy nadie está disponible hasta mañana que inicie la semana. –Le dije.
-Tú decide. –Me dijo.
Me quedé un rato pensando en lo que había pasado.
-¿Qué me recomiendas? Sin ofender, tú que llevas más tiempo en esto, que podría hacer para olvidarme de esto.
-Al inicio es todo bien difícil, pero debes saber que un ciclo ya sé terminó. Tu eres libre esa persona. –Dijo. –Tú vida no acaba aquí, hay muchas cosas por hacer.
-Lo sé, pero no sé qué hacer. Necesito hacer algo conmigo ahorita. –Le dije.
-Aquí es cuando uno toma decisiones algo tontas. –Me dijo y sonrió.
-¿Cómo cuáles?
-Tatuarse, por ejemplo.
-Un ¿Tatuaje? –Repetí. Y lo pensé. Un tatuaje no era mala idea. La formación que mi mamá nos había dado era que un tatuaje era lo peor que una persona podía hacer con su cuerpo, aparte de drogarse.
-Sí, yo tengo unos en la espalda y en mi pecho. –Me dijo.
-¿Qué son? –Pregunté.
-Tengo a la santa muerte, mi nombre…
-No, la santa muerte no, en ese caso sería un ángel en mi espalda. –Le dije.
-¿Ves? Sí tienes una idea buena y clara. ¿Te animas?
-Sí, vamos. Llévame antes de que me arrepienta. –Le dije. Fuimos a sacar dinero y buscamos un lugar donde hicieran tatuajes.
Llegamos. Le expliqué lo que quería y le dije que era mi primer tatuaje. Me dijo todos los pros y contras de hacerme uno y al final, con más miedo, me acosté en una cama, me quité la blusa y me desabroché el brassier.
Escuché un ruido aterrador, me avisó que sentiría dolor y al instante, sentí como trabajaba en mi espalda.
A las 3-4 horas, terminó. Me levanté de la cama, y tapándome las tetas (más bien los pezones ya que las tetas no las cubría totalmente) me vi en el espejo. El ángel era chiquito, estaba en el centro, y cubría buena parte de la espalda. Era una mujer con su rostro hacia arriba, desnuda totalmente y con sus alas a los lados. Sus pechos los tapaban el cabello que caía por sus hombros y su entrepierna estaba cubierta por un listón que la rodeaba.
Lo vi y me gustó mucho mi tatuaje.
-Un apodo que te podría quedar ahora con ese tatuaje es el de “Ángel de la Muerte”. –Me dijo el guardia. Y sin dar más detalles porque no era el lugar, entendí a lo que se refería. Me sentí feliz. Para nada arrepentida de lo que había hecho.
Me puse la ropa. Me dio las últimas indicaciones. Pagamos y salimos del lugar. Estaba casi oscuro.
-Vamos a cenar. –Le dije más animada. El guardia me vio y sonrió. Cenamos en un lugar muy sencillo.
Para cerrar ese día, necesitaba sexo. Vi al guardia cuando íbamos de regreso a mí casa y no me pareció mala idea. Sin embargo, para cerrar bien el ciclo, tenía algo pendiente con una última persona.
Llegamos a mi casa.
-Ese es tu cuarto. –Le dije al guardia. –Esta es como tú casa, no te preocupes por mí. –Asintió. –Me bañaré. A lo mejor llega a alguien, un muchacho. Si llega, le abres por favor y lo pasas a mi cuarto. –Volvió a asentir y caminé a mi cuarto.
Me desnudé. Agarré mi celular y marqué un número.
-Hola, ¿Cómo estás? –Le dije.
-Decepcionado, enojado. Ya no te hablé al darme cuenta que no tenías interés por mí. Por lo que respecta, lo nuestro ya se acabó.
-No te pongas así, ¿Dónde estás? –Le pregunté.
-Ando con unos amigos, ¿Por qué?
-Ven a mi casa a verme. Vamos a hablar. Si después de hablar, no quieres nada, lo acepto y te vas. –Le dije.
-¿Dónde queda tú casa? –Le di la dirección. –Ahí llego.
Caminé al baño y me metí bajo el agua caliente de la regadera. Agarré la esponja y con coraje, traté de limpiarme todo lo sucio que había hecho. Al cabo de 10 minutos.
-¿Hola? –Escuché la voz de la persona que estaba esperando.
-Espérame. –Le grité desde el baño.
Agarré la toalla y salí del baño. Sentado en la cama, estaba Cesar. Ese novio mío que tuve abandonado.
-Si quieres me salgo. –Me dijo. –Espero a que te cambies. –Se levantó.
-No, espera. –Volteó y dejé caer mi toalla. Quedé completamente desnuda frente a él. Caminé directo a él. Cesar solo me veía con los ojos abiertos. Pasé mis manos alrededor de su cuello. Abrí mi boca, me puse de puntitas y lo besé. Rápidamente me respondió el beso y puso sus manos en mi cintura. Me separé. –No te he complacido como se debe. –Le dije. –Por eso quieres dejarme, pero no quiero perderte.
Me acosté en la cama. Le hice una seña para que se viniera. Sin dejar de verme, se quitó su camisa lentamente. Se agachó para quitarse los tenis y luego se levantó y se bajó su pantalón. Quedó en ropa interior. Lo miré de pies a cabeza y la verdad es que no tenía mal cuerpo.
Se subió a la cama y gateando se acercó a mí. Con una mano agarró uno de mis pechos y su boca buscó la mía. Abrí mis piernas y se metió entre ellas. Y empezó a simular que me penetraba. Sus movimientos eran lentos, y sus besos eran largos y profundos, su lengua tocaba mi paladar. Lo tomé de la cintura y empecé a acariciar su cuerpo.
Se separó de mi boca y sentí sus labios en mis cachetes, bajó a mi barbilla y besó mi cuello. Cerré mis ojos. Me estaba tocando con mucho respeto, como hacía mucho nadie lo hacía. Sentí su verga crecer en la entrada de mi panocha y me mojé. Estaba caliente. Y en otras circunstancias, sobre todo con otro hombre, ya le hubiera pedido verga, pero con la forma en que me trataba Cesar, preferí esperar su movimiento.
Se separó un poco de mis piernas y se acomodó para mamar mis tetas. Se concentró primeramente en meterse un pezón en la boca y succionarlo. Y mientras lo tenía dentro, con su lengua lo golpeaba. Subió una de sus manos y la llevó a mi boca. Estiró el dedo pulgar y me lo metió a la boca. Empecé a chupar, a morder despacio, a lamer. Me imaginaba una verga dentro de mi boca. Al cabo de un rato, se acomodó en mi otro pecho.
Anhelaba la verga de Cesar dentro de mí. Pero me estaba haciendo sufrir.
Bajó a mi vientre y lo besé todo, empezando desde el ombligo, luego alrededor, lo besaba y chupaba, terminando en mi cintura. Luego bajó a mis piernas y las besó y acarició. Solté más líquidos en mi entrepierna.
Abrió mis piernas, metió su cabeza entre ellas y las puso en sus hombros. Sentí su lengua húmeda en mi panocha, en la rajita. Me agarré fuerte de las sábanas. No sabía porque o que había pasado, pero estaba a punto de tener un orgasmo. A los 10 segundos, puse mi cuerpo duro, le agarré su cabeza y solté un gemido. Me había sacado un orgasmo con sus caricias. No había sido el más intenso pero si sorpresivo.
Moví mi cuerpo una vez, luego dos… varias veces y luego lo aflojé. Durante dos minutos, Cesar se dedicó únicamente a limpiar mi panocha y llenarla de saliva.
Se levantó y lo vi. Me incliné un poco para ahora ser yo quien lo complaciera, pero no hice ningún movimiento. Me había tocado tan hermoso que me quedé con la misma idea, dejar que él tomara las riendas. Era su momento.
Se bajó su ropa interior y saltó su verga apuntando al techo. Agarró su pantalón y sacó un condón. Lo abrió y se lo puso. Nuevamente se puso encima de mí dejando su cuerpo en el aire. Acercó su boca a la mía y nos besamos. Mis manos las pasé alrededor de su cuello. Él puso sus manos a un lado de mi cabeza.
Estaba ansiosa y deseosa de verga, y al hacerme esperar, solo provocaba que me calentara más. Solté más líquidos. Se separó de mí y me vio. Lo vi. Sonrió un poco y le regresé la sonrisa. Su mirada era como si estuviera enamorado de mí. Bajó su mirada y lo seguí y vimos su verga. Empujó un poco pero falló. Llevé mis manos a su verga y la guie hasta la entrada de mi panocha.
Nuevamente empujó, o por lo mojada que estaba, no batalló en resbalar hacia dentro. Solté un gemido cerrando mis ojos. Instintivamente rodeé su cintura con mis piernas y nuevamente puse mis manos en su cuello.
Esperé a que se moviera, pero no lo hizo. Se quedó dentro sin moverse.
Abrí mis ojos y lo vi, viéndome con una sonrisa.
-Voltéate, tonto. –Le dije. Me dio pena que me viera.
-Eres tan hermosa. –Dijo.
-Claro que no. –Llevé mis manos a mi rostro.
Las quité y seguía mirándome pero esta vez serio. Entendí esa mirada. Era totalmente de un hombre enamorado. Yo también me puse seria. Se agachó para darme un pico, luego otro. Luego nos besamos. Se separó y nuestras bocas quedaron muy juntas. Pude sentir su respiración. Sentí una leve embestida. A los 5 segundos, nuevamente me embistió.
Sus embestidas eran lentas. Le di un pico. Luego fueron más rápidas, no a como estaba acostumbrada con otros hombres. Cesar seguía embistiéndome con mucho amor y pasión. Nuevamente nuestras bocas se fundieron, y sus embestidas hicieron que gimiera.
-Eres una mujer increíble. –Embestida lento, un pico. –Eres hermosa y preciosa. –Repitió el proceso.
-Y tú eres un hombre especial. –Mis manos acariciaron su espalda, toda su espalda. Bajaron a su cintura y subieron a su rostro. Empecé a jugar con ese bello rostro que apareció ante mis ojos.
Pegó su cuerpo al mío. Y al sentirlo, caliente, húmedo, y lleno de vida, me llegó un segundo orgasmo. Y otra vez, no fue un orgasmo intenso pero fue un orgasmo que llenaba mi pecho de amor.
Se detuvo y se levantó poniéndose de rodillas, sin sacarla de mi panocha. Me vio mientras gemía de placer. Cuando terminé, lo vi y levanté mis piernas y las puse en sus hombres. Se subió encima de mí, mis piernas casi llegaban a mi cabeza. Empezó a bombearme despacio pero profundo.
Cerré mis ojos y se me vino la imagen de mi primera vez. Rafa me tenía en su cama con una copa de vino para los nervios, cosa que no ayudó para nada. Me amaba y lo sentía, por eso me entregué a él. Me besó y luego se agachó a besar mis pechos. Con ese simple gesto, me provocó un orgasmo. Cesar me seguía embistiendo. Sus labios tocaron los míos. No podía dejar de besarlo.
La noche de mi primera vez, con mucha ternura y amor, Rafa me masturbó, y me provocó otro orgasmo. Abrí mis ojos y Cesar ya no era la persona que me estaba cogiendo, en su lugar, Rafa había desaparecido. Sentí un nudo en mi pecho, volví a sentir amor.
Desesperada, bajé mis piernas y luego lo abracé y lo pegué conmigo. Lo acaricié por toda la espalda y nalgas. Cesar se movió un poco más rápido. Me empecé a mover a su ritmo.
-Dame, sí, por favor. Hazme el amor, no me dejes, ámame siempre. Te amo y te extraño. –Dije.
El recuerdo de Rafa llegaba a su fin, cuando se puso encima de mí y me penetró por primera vez. Llenó mi cuerpo de semen, y lo amé en ese momento, después de eso y sé que lo amaría toda la vida. Yo era suya completamente.
Ya no supe distinguir al hombre que estaba encima de mí. Mi corazón me decía que era Rafa y mi cuerpo me decía que era Cesar.
Luego de dos minutos de estarme bombeando, los dos al mismo tiempo tuvimos un orgasmo. Su verga se hinchaba dentro de mí. Levantó su cabeza y me vio. Lo vi mientras gemía. Luego nos besamos.
-Te amo. –Le dije a Rafa/Cesar.
Me vio y agotado, puso su cabeza a lado de la mía. Cuando terminó, se bajó y se acostó a mi lado. Agarramos un rato aire.
-No debió pasar esto. –Me dijo.
-¿Por qué? ¿Qué pasa? –Ese tipo de cosas ya no me asustaban en lo más mínimo y la verdad es que no fingía que me importara saber, porque realmente no me importaba.
-Ahora que estuvimos separados, me conseguí una nueva novia. –Me dijo.
-Yo no soy celosa. –Le dije y lo vi.
-Ella sí.
-Cesar, lo de ahorita fue increíble. Espectacular. A mí me gustaría seguir viéndote. –Le dije feliz.
-Pero entiende, ya no puedo, tengo novia. –Me dijo. –Y tú me dijiste que me amabas.
-Tú entiende. Es cierto que no te valoré pero lo que te propongo es que nos veamos a escondidas, sin que tú novia se dé cuenta. –Le dije.
-¿Quieres ser mi amante? –Dijo sorprendido.
-Quiero que vengas a verme seguido y me hagas el amor como hoy me lo hiciste. Quiero sentirte dentro de mí.
-¿No te incomoda que tenga novia?
-En lo más mínimo, pero si me abandonas, esto se acaba. –Dije. –Hoy me hiciste sentir como hacía mucho no me hacían sentir. –Pensé en voz alta y extrañé mucho a Rafa.
-¿Cómo? –Me dijo.
-¿Cómo qué? –Respondí. Sonrió.
-Te perdiste en los pensamientos.
-Sí, un poco. –Luego añadí. –Tú eres un buen muchacho y sinceramente, no soy la clase de mujer que quieras en tú vida y no eres la clase de hombre que quiero en mi vida. Pero si soy la clase de mujer que te hará disfrutar del sexo sin compromiso.
Me vio y nos besamos. Me recargué unos momentos en su pecho. Descansé por 5 minutos. Luego Cesar habló.
-Mis amigos me están esperando fuera de la casa. –Se levantó y se vistió rápido. Lo vi divertida. –Entonces, ¿Puedo venir a verte los días que quiera?
-De preferencia todos los días y si algún día quisieras quedarte a dormir conmigo, mucho mejor. Y no te enamores de mí.
-No lo prometo. –Dijo.
Nos dimos otro pico y salió del cuarto. Escuché la puerta principal y miré por la ventana. Se subió a un auto que tenía varias personas dentro y se fue.
Me tiré en la cama. Me quedé un rato pensando.
Cuando llegué a esta ciudad, varias personas me arroparon: la secretaria, su jefe, el Lic. Eduardo, Rebecca y Cesar.
Despacio, Cesar se metió en mi vida y empezamos a ser novios y Rebecca se convirtió en una amiga de verdad, sincera. Ellos me ayudaban a olvidar mis problemas.
Pero como dicen por ahí, los problemas te siguen a donde vayas y la secretaria y el Lic. Eduardo, me recordaron esa vida que ya no quería tener y me jalaron nuevamente a ese mundo.
Al final, con todos los problemas que tuve en este nuevo lugar, solo provocaron que me hiciera más fuerte.
Cesar, con el que en algún punto pensé en compartir mi vida y ser el engañado, resultó que sería mi amante, esa persona que les alivia el corazón a las mujeres.
Y Rebecca quizá se convertiría en esa persona que me rescate del mundo donde caí nuevamente.
Cerré mis ojos.
“Por lo pronto, esta semana tengo mucho trabajo. Tengo que ver a varias personas y convencerlas de que trabajen para mí”, y con este último pensamiento, me dormí.
Continuará.