Nueva Vida, Mismas Personas DESARROLLO

-Eduardo, te necesito dentro de mí ahora mismo. –Me separé y lo vi y me vio. Le sonreí. –Vamos a tu oficina y dame por el culo. –Le planté un pico, lo agarré de la mano y lo llevé a su oficina.

Sentí como algo golpeó mi cara. Me sobresalté. Olí comida.

-Ya levántese, floja. –Escuché decir a Rebecca.

Me estiré y me levanté.

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La vi en la cocina haciendo de almorzar.

-No tienes nada de comida, ¿Pues qué haces? –Me dijo poniendo sus manos en sus caderas y haciendo como que me regañaba. –Fui a comprar huevos, algunas verduras y demás cositas.

-Disculpa, no estoy acostumbrada a vivir sola. Me hacen falta unas clases. –Le dije apenada.

-Bueno, vente a almorzar.

-¿Qué hora son?

-10:10am –Me dijo.

-Iré al baño. –Dije y salí rumbo al baño.

Mientras caminaba, recordé lo de anoche, que lloré. Rebecca me había abrazado y me dijo unas palabras. Su actitud me había dado mucha confianza al grado de dormir como hacía mucho que no lo hacía, sin preocupaciones.

Regresé y Rebecca estaba sirviendo jugo en unos vasos. Ya tenía todo sobre la mesa. Me senté y la vi esperando que comentara algo de lo de anoche, que me preguntara. Empezamos a comer.

-Oye, Julia. –Dijo y mi corazón brinco. Me puse algo nerviosa, no quería hablar. -¿Qué planes tienes para hoy? –Su pregunta fue como si me hubiera dado un cube tazo de agua helada.

-Nada. –Respondí. –Lo que hago en mis días libres es estar aquí en mi casa, limpiando, preparando mi ropa de la semana y esas cosas.

Había servido huevos revueltos y en el centro puso pan con mantequilla.

-Hoy nos vamos a consentir. –Me dijo y lo primero que pensé fue en conseguir unos hombres para coger todo el día. Mi pensamiento se borró al verla, Rebecca no era ese tipo de mujer.

-¿Qué haremos?

-Es una sorpresa, vamos a terminar de comer, te pones algo sencillo y nos vamos.

Pasaron cerca de 20 minutos cuando terminamos. Me vestí con un pantalón de mezclilla, y una blusa. Rebecca iba igual. Agarramos un taxi y salimos.

-¿A dónde vamos? –Pregunté. No dijo nada y a los 10 minutos llegamos a un lugar. -¿Qué es este lugar?

-Es un lugar donde dan masajes. –Y mi mente retorcida volvió a jugármela; íbamos a ver a unos hombres que nos dieran masaje y terminaríamos cogiendo con ellos. –Vamos.

Bajamos y entramos. Caminamos al mostrador.

-Buenos días. –Saludamos a la muchacha que estaba en el mostrador.

-Buenos días. –Nos dio una hoja, como mostrándonos el menú. La agarré y la vi, no entendí nada de lo que venía salvo los precios que variaban desde $300 pesos hasta casi los $2000.

-Como aún no me han pagado, agarraremos el más barato. –Dijo sonriendo.

-Hoy, yo pago. –Le dije. Leí masajes relajantes y masajes anti estrés. No sabía cuál era la diferencia pero al leer anti estrés supe debíamos tomar uno de esos. –Vamos a tomar un masaje anti estrés, y tomaremos el más caro. –Le dije señalando el de abajo.

-Está bien. –Dijo la señorita. –Será tanto por las dos. –Saqué el dinero y pagué sin dudar. –Pasen por aquí. –Dijo la muchacha señalando una puerta que daba a un pasillo.

El pasillo tenía varias puertas a los lados. La señorita abrió una y entramos. Al entrar, el cuarto tenía un olor agradable, no muy impregnado pero sí agradable a vainilla. La luz estaba baja pero se miraba todo perfectamente. Lo primero que mirabas al entrar era una especie de jardín, con varias plantas y cerca de ahí estaba un sillón.

-Tomen asiento, ahorita las atendemos. –Dijo la señorita y caminamos a sentarnos.

-La verdad es que nunca había pagado un masaje caro. Está bien que gano un poco de dinero para darme un gusto pero esto para mí es un gusto caro, sobre todo porque lo hago casi todos los fines de semana. –Dijo Rebecca mientras miraba, boba, el lugar.

-Acostúmbrate porque tendremos nuestro masaje caro cada fin de semana. –Le dije. Me gustaba mucho presumir mi dinero y más cuando lo gastaba con gusto.

-A donde a mí me llevan es un cuarto muy sencillo con una cama y solo te acuestas ahí y te dan un masaje. Muy rico por cierto.

Entró una muchacha diferente al cuarto.

-Les traigo sus batas. –Nos dijo dándonos unas batas blancas y unas bolsas cerradas. Vi y eran calzones. –Ahí tienen un cuarto de baño para que se cambien. –Nos dijo señalando una puerta. Salió.

-¿Cuarto de baño? –Dijo asombrada Rebecca. –Allá solo hay una cortina y ahí una se desnuda. –Dijo. -¿Quién se cambia primero? –Me preguntó.

-Pues, al mismo tiempo, ¿No? –Dije algo excitada.

-Cállate. Iré yo primero. –Y entró a cambiarse agarrando un calzón.

Me quedé por un momento sola. Miré todo a mí alrededor y la verdad era demasiado hermoso. Solo el lugar te hacía relajar. Me sentí cómoda, a gusto. Alrededor de 10 minutos salió Rebecca.

-Está precioso ahí dentro. –Me dijo jalándome y emocionada.

Entré al cuarto de baño. Era una especia de baños de vapor. De las paredes estaba saliendo vapor, y había unos bancos donde uno se podía sentar.

-Que hermoso. –Dije.

-Es precioso. Cámbiate rápido. –Me dijo.

Me desnudé y agarré un calzón de los que tenía ahí. Y luego me puse la bata. La bata se abría de atrás. Estaba algo nerviosa, no sabía muy bien cómo actuar. Era mi primera vez.

Salí. Ya había dos muchachas esperándome. Rebecca ya había acostado, estaba desnuda de su espalda con solo su calzón.

-¿Me quito la bata? –Pregunté.

-No, solo acuéstate. –Me dijo la muchacha que se había quedado conmigo. Lo hice. Luego sentí como abría mi bata y dejaba al descubierto mi espalda.

Estaba muy cómoda acostada, la cama era perfecta. Mis tetas grandes, incluso, quedaban muy bien acomodadas.

Sentí una mano recorrer mi espalda. Luego un chorro líquido frío y después, empezó a tocar mi espalda.

Me llevo al cielo la muchacha. Espalda y cuello. Era riquísimo. No quería que acabara ese momento. Pero a los 20 minutos:

-Pueden pasar al baño de vapor. –Nos dijo la señorita.

Nos levantamos y nos metimos al baño de vapor. Nos sentamos. Fueron otros 20 minutos perfectos. Platicamos un poco de su trabajo y mi trabajo.

Salimos y ya nos tenían unos sillones donde nos acomodamos. Nos pusieron una crema en la cara y empezaron a darnos un masaje en las piernas y pies. Fueron otros 20 minutos. Terminamos y fuimos a un baño donde había un jacuzzi. Tenía burbujas. Nos metimos

En ese momento vi por primera vez las tetas de Rebecca al desnudo. Chiquitas, preciosas. Estaba excitada en ese momento, el masaje bien podría concluir con una cogida ahí mismo. Y lo deseaba.

Toqué su pierna con mis pies, luego su cuerpo y casi tocaba sus pechos. Ella siempre usó un muro contra mí. No deseaba nada conmigo.

Empezó a tirarme agua en los ojos a modo de juego y terminamos jugando de esa manera.

Me gustó mucho el gesto que hizo, de no querer nada conmigo más que mi amistad. Estaba conociendo a una persona muy diferente a las que había conocido en mi vida. Eso me hizo sentir totalmente segura.

Terminamos y salimos. Nos llevaron una toalla, una crema que nos pusimos en el cuerpo y al final nos vestimos y nos fuimos.

-Oye. –Le dije. –Nunca había hecho esto, fue muy rico. Siento que esto lo necesitaba desde hace mucho.

-Y lo que falta. –Dijo jalándome de la mano para correr.

Agarramos un taxi y nos llevó a un salón de belleza. Nos hicimos un manicure y pedicure. Mis manos y pies se veían preciosas.

Era una niña totalmente nueva. Fuimos a comer. Y luego para las 6pm llegamos a mi casa. Estaba agotada.

-Gracias por el día tan fabuloso. –Le dije abrazándola.

-De nada. Mañana iremos al gimnasio. Y luego iremos con mi nutriólogo para que te de una dieta. –Me dijo. –No es que la necesites, pero ya sabes, para vernos mejor. –Me dijo.

Sonreímos.

-Y ¿Ahora? –Le pregunté.

-Me tengo que ir. Tengo que ir a mi otra casa e iré con mis papás. –Me dijo. –Te dejo trabajando, imagino que tienes trabajo.

-Cierto. –Lo había olvidado.

Nos despedimos. Antes de irse:

-¿No quieres trabajar de edecán? –Su pregunta me tomó por sorpresa. –Acá son menos responsabilidades, menos tiempo el que trabajas y es buena la paga.

La verdad es que ese trabajo me llamaba mucho la atención, pero estaba expuesta a muchas drogas y sexo sin control, cosa que ya no quería en mi vida.

-Lo pensaré. –Le dije. Y dicho esto me sonrió y salió. Y era verdad, lo pensaría. Quería ser edecán pero necesitaba pensar en cómo ponerme límites, como hacer para no caer en todo ese mundo de nuevo.

Me puse ropa cómoda y bajé a la sala todas las carpetas para ponerme a trabajar.

Pensé un poco en el trabajo de edecán, bailaría sin duda, con el uniforme de una empresa de cerveza o refresco, de lycra, que se pegara en mi cuerpo, con las tetas resaltando y todos los hombres deseándome.

“No aguantaría, me iría con el primero que me lo pidiera”

, pensé. Luego llegó a mi mente yendo a un bar con uno de los que nos transportaba, poniéndome ebria y dándole las nalgas.

“Ahí también cedería”

.

Ya no me pude concentrar en el trabajo, mi imaginación voló.

-Hay Rafa, mi amor, como te extraño. Ahorita es cuando más te necesito. –Dije. Llevé una mano a mis pechos y los apreté. Sentía muy rico. –Te necesito dentro de mí, que me hagas el amor, que me hables, que me beses. –Bajé una mano a mi entrepierna, mi short ya estaba húmedo. Empecé a sobarme. Llegó Victor a mi cabeza, y mientras Rafa me daba de perrito, le mamaba la verga a Victor. Estaba teniendo un trío riquísimo. –No Victor, hoy solo quiero a mi prometido.

Me desnudé de la parte de abajo y metí un par de dedos en mi cuevita. Rafa me estaba haciendo el amor como nunca me lo había hecho. Me decía que me amaba, me acariciaba como las primeras veces y yo sentía como si fuera aquella niña inocente que probaba por primera vez el sexo.

-Dame más, dame más, no te detengas. –Le dije a mí Rafa imaginario. Mis piernas las tenía en sus hombros. –Vacíate, lléname. –El orgasmo me estaba llegando hasta que lo sentí. Saqué mis dedos húmedos que llevé a mi boca. Mi sabor era rico. Estaba agitada, cansada. Me acosté en el sillón y cerré mis ojos.

Mi mente siguió con su historia:

Entraba a la casa de mi tía, iba algo nerviosa. Dentro me esperaban todos los hombres con los que alguna vez tuve sexo. Eran muchos hombres. A algunos ya no reconocía. Otros, que eran los hombres que tenía en frente, eran los hombres con los que había tenido sexo con más frecuencia.

Los había citado para decirles que ya se había acabado mi putería y que nunca más me metería con nadie de ellos. Noté que algunos me reclamaban enojados; Entre ellos eran el profe de Victor, que me cogí para que pasara y el otro Miguel, el novio de mi hermana Olga. El Lic. me decía que me iba a meter a la cárcel porque trabajaba sin papeles.

Otros tantos, no dijeron nada y salieron de la casa; ahí vi a mi profe de la preparatoria, al hombre casado con el que me metí antes de hacer este viaje y a los 4 compañeros de la secundaria, entre otros. Vi al niño gordo que ni siquiera me volteó a ver. Sentí un nudo en el pecho.

La casa despacio se iba despejando.

Al final se quedaron solo dos personas: vi a Victor que estaba llorando, pidiéndome explicaciones, me preguntaba que si ya se me había olvidado que habíamos quedado en ser amantes siempre. Solo le decía que lo sentía.

Tocaron la puerta de la casa. Desperté de mi sueño. Me puse la ropa, mi short estaba húmedo.

-Voy. –Grité. Subí a quitarme el short y la ropa interior y me puse una falda que me llegaba poco arriba de las rodillas. No me puse ropa interior. No esperaba visitas y no tardaría en despachar a la persona. Bajé. Abrí la puerta.

-Hola. –Me saludó el Lic. con una sonrisa. Llevaba un ramo de flores en las manos.

-Ho… ho… ho… -Tartamudeé. No lo esperaba, ni se me pasó por la mente que fuera él.

-¿No me invitas a pasar? –Me dijo con su risa encantadora.

-A… adelante. –Dije.

“Es tu prueba fuerte, di que no a nada de sexo”

. -¿Le ofrezco algo?

-Si tienes whisky…

-Le ofreceré agua. –Vi que caminó al sillón y se sentó.

-¿Llegué en mal momento? –Preguntó. Caminé hacia él.

-Estoy trabajando. –Le dije. –No es mal momento, me puede ayudar. –Le di el vaso de agua y él me dio el ramo de flores. Lo puse en la mesa, encima de los papeles y me senté en otro sillón.

Vi al Lic. sentado viendo los papeles y luego recordé lo que había imaginado. Él me había echado miedo pero al final había salido de la casa de mi tía. Podía decirle que se fuera fácilmente. Agarré valor:

-Es mejor que se vaya Lic. –Le dije. Volteó a verme. Me puse muy nerviosa.

Victor reclamó un par de veces más pero al final salió de la casa de mi tía. Vi a una persona más parada frente a mí. Era mi tío, el papá de la niña de 15 años. Esa persona que me cogió cuando fueron a mi casa. Estaba llorando.

Le decía que lo sentía, que ya no íbamos a seguir cogiendo como habíamos quedado.

El Lic. ya estaba sentado a mi lado y nos besábamos mientras agarraba mis tetas.

-Esto no es correcto, ya no quiero hacerlo. –Le dije levantándome.

“Sé fuerte”

, me decía en mi cabeza.

Mi tío me reclamaba pero no por el sexo sino por su hija, decía que yo era la culpable de lo que le pasó. Que era una persona mala.

El Lic. me tomaba con fuerza de los brazos mientras me los apretaba y me plantaba un beso que no le respondí.

A lado de mi tío apareció mi prima, recordaba bien su rostro. Llevaba el uniforme de su secundaria. Lloraba y gritando, me reclamaba.

Sentí como mi corazón se me encogía y un dolor fuerte en mi cabeza. Acepté mi culpa y lloré.

Estaba en el sillón acostada boca arriba y el Lic. encima de mí mamando mis tetas. Sentía su verga tocar la entrada de mi panocha. Instintivamente abrí mis piernas para darle entrada fácil a su verga. De un golpe la metió toda.

Lo abracé contra mí y lo apreté con todas mis piernas mientras lo rodeaba con mis piernas. Mordí despacio sus hombros y clavé mis nuevas uñas en su espalda.

Mi tío y mi prima no me perdonaban por más que les explicaba y les pedía perdón. Incluso mi tío me dijo que ahí estaba disfrutando y cogiendo mientras él sufría la pérdida de su hija.

De pronto aparecieron mi tía y su otra hija. Y los 4 empezaron a gritarme. Caminaron hacia mí y…

Abrí los ojos. El sonido del despertador me levantó.

Estaba en la sala, acostada en el sillón. Me vi desnuda completamente. Estaba completamente a oscuras y no estaba el Lic.

Era la hora de cambiarse para ir a trabajar.

“No pude ser fuerte. No puedo serlo”

. Y mi día, mi semana, empezó mal al recordar a mis tíos y a mi prima.

Me bañé y al momento de maquillarme, vi que traía un golpe cerca del ojo, cachete. Hasta ese momento empezó a dolerme. Se me notaba mucho el golpe.

“¿Cómo me lo habré hecho? De anoche no recuerdo nada, me perdí en mis pensamientos. Quizá me quise suicidar”

, pensé. Traté de taparlo sin excito. Me dio mucha pena salir con esa marca en mi cara pero debía trabajar.

Llegué al trabajo cargada de carpetas. Entré y no había nadie. Cerca de las 10am llegó el Lic.

-Buenos días. –Saludé. No respondió. Fue muy fría su actitud.

Se encerró en su oficina. Para las 11am salió, pasó frente a mí sin decir nada y se dirigió a la salida del lugar. Se perdió detrás de la puerta. Se me hizo muy extraña su actitud. Siempre había sido muy amable.

A los 5 minutos tocaron la puerta.

-Voy. –Caminé a abrir. Era Cesar el que estaba detrás de la puerta.

-Hola. –Me saludó algo serio.

-Hola. ¿Qué haces aquí? –Pregunté como si fuera algo malo que estuviera aquí.

-El Lic. Eduardo entró allá arriba y aproveché para verte. –Me dijo. -¿Que traes en la cara? ¿Es un golpe?

-No es nada, me golpeé en la casa. –Mentí. Volvía a mentir. -Pasa.

-Me tienes muy abandonado. –Me dijo y nos besamos. Sentía una deuda enorme con ese muchacho que tenía enfrente.

-Hoy sin falta te veo en la tarde. –Le dije.

-Siempre me dices eso. –Besaba mi cuello, agarraba mis nalgas y ponía su paquete entre mis piernas y se movía. Mi falda ya estaba levantada.

-Yo también te deseo, quiero que me hagas el amor. –Se detuvo y me vio. Sin darle oportunidad, lo besé.

A los dos minutos:

-Mámamela.

-¿Qué? –Dije sorprendida. Vi que Cesar también se apenó poquito.

-Quiero sentir, nada más un ratito. –Me dijo en tono de súplica.

-Pero puede llegar el Lic. y descubrirnos.

-Ponle llave. Me lo haces aquí cerca y cuando llegue, nos vamos a dar cuenta y rápido nos acomodamos. –Su idea no me pareció para nada buena.

-De acuerdo, pero nada más un ratito chiquito y después te vas. –Le dije. –Voy por las llaves. Tú mientras bájate el pantalón.

Agarré las llaves y luego cerré la puerta. Cesar ya tenía su pantalón en el suelo y su verga apuntaba al techo. No tenía ni una mata de bello. Me incliné como hipnotizada mientras la agarraba con la mano.

En eso tocaron la puerta. Cesar corrió rápido al baño. Yo me acomodé la ropa. Abrí la puerta. Era el Lic. Eduardo.

-¿Qué pasó? –Dijo con una voz tranquila.

-Nada, adelante. –Entró como que buscando a alguien y mientras le miraba su espalda, se me vino a la mente un recuerdo; el Lic. y yo estábamos forcejeando en mi casa, él me decía que íbamos a tener sexo y yo me negaba, y al escuchar la negación, el Lic. me había soltado un golpe en la cara que me hizo caer. Solté un pequeño grito. El golpe que traía me lo había hecho el Lic. Sentí un miedo enorme al tenerlo ahí en frente.

El Lic. volteó a verme por el sonido que hice.

-¿Qué pasó? –Volvió a preguntar.

Pensé en Cesar, si el Lic. Eduardo se enteraba que estaba ahí, iba a tener muchos problemas. Me acerqué a su oído y le susurré:

-Eduardo, te necesito dentro de mí ahora mismo. –Me separé y lo vi y me vio. Le sonreí. –Vamos a tu oficina y dame por el culo. –Le planté un pico, lo agarré de la mano y lo llevé a su oficina. Entramos y cerré la puerta con llave.

“Cesar, sal de la oficina rápido”

, pensé.

El Lic. se lanzó sobre mí y nos besamos mientras sus manos iban a mis nalgas y levantaban mi falda. Yo llevé mis manos a su paquete y desesperadamente intenté abrir y bajar su pantalón.

-Voltéate, putita. –Me dijo con una sonrisa perversa que daba miedo. Se desabrochó su pantalón y lo bajó con todo y ropa interior. Miré su verga aun flácida.

Quería alargar más el momento, no me sentía cómoda. Me agaché para mamarle la verga, pero de un jalón me levantó y con mucha fuerza me volteó para luego, con una mano en mi cuello recargarme en su escritorio. Me golpeé en mi boca y sentí como escurría sangre.

Levantó mi falda y quitó mi tanga. Con sus manos abrió mis nalgas y su verga flácida tocaba mi culo. Empujó sin éxito. Nuevamente empujó y cerca del minuto, su verga estaba tomando tamaño y poniéndose dura.

Traté de zafarme pero puso sus manos en mi espalda y aplicaba mucha fuerza. Su verga se abría camino entre mis nalgas que despacio resbalaba hasta tocar la entrada de mi culo. Su cabeza estaba mojada. Sentí como abrió mi culo y seguido un dolor inmenso. Gemí.

No estaba mojada, ni siquiera le pasó un dedo antes. Y su verga no estaba lo suficientemente mojada. Empujó un poco más y con más fuerza. Pujé. Luego empujó varias veces. Solté unas lágrimas.

“Espero que ya te hayas ido, Cesar. Y sí no, lo siento”

, pensé.

-ME DUELE. –Grité como pude. –HAZLO DESPACIO PENDEJO. –Dije como pude.

-CÁLLATE PUTA. –Me dijo seguido de una nalgada. Luego me dio un par más.

Me agarré de los bordes del escritorio, para aplicar fuerza y sentir menos dolor. Me ayudó el haber gritado, hizo que me concentrara.

“Recuerda, abre tu culo para que el dolor sea menos. Ya lo sabes hacer”

, me dije. Sentí otro empujón y más dolor.

-ES… ES… -No pude seguir por el dolor.

“Abre tu culo, pendeja”

. Me empujó la cabeza contra la mesa. Sentía dolor en mi culo y en mi cara. Y no podía moverme. Empecé a llorar. Cedí totalmente.

Empujó más fuerte, su verga entró un poquito. Empujó más y el dolor aumentó. Luego de un rato, sentí gran parte de su verga dentro de mí. Me tomó de las caderas y empezó a bombearme.

Yo soltaba una enorme cantidad de lágrimas. Y sentía demasiado miedo de aquella persona. En ese momento si gritaba, podía golpearme.

Perdí la noción del tiempo hasta que llenó mi culo de leche. La sentí escurrir por mis piernas. La humedad del semen, me hizo sentir un poco menos de dolor. Su verga se puso flácida y se salió. Traté de levantarme pero el dolor me impedía moverme. Agarré fuerzas y con una mano en mi cadera, caminé hasta el sillón. Ahí me dejé caer.

-Deja de llorar. –Me dijo en tono molesto. –Ni que no te hubieran dado por el culo.

Lo miré con mis ojos llorosos y con un odio inmenso. Vi como salió de la oficina y me quedé ahí en silencio. Solo se escuchaba mis sollozos.

Me quedé acostada un par de horas. El dolor no desaparecía. Me levanté y fui al baño como pude. Me vi en el espejo y mi maquillaje estaba por toda mi cara y mi labio sangrando. Noté también rojo en mi frente. Tardé media hora en limpiarme y acomodarme la ropa. No traía tanga.

Salí nuevamente a la oficina y agarré mi tanga, me la puse. No podía seguir ahí así que agarré mis cosas y salí a mí casa.

Iba sufriendo todo el camino. Iba golpeada de todo mi cuerpo. Me costaba hablar. Tardé pero llegué a mi casa. Entré y tiré mis cosas a un lado.

Subí a mi recamara, agarré un poco de cocaína, esnifé y me tiré en la cama.

-Rafa, te necesito. Ven a protegerme. –Y por un momento, sentí que fue un error haber venido aquí.

Pensé en que ahorita, con todo y lo que había hecho, allá estaría protegida con mi familia. Podía correr a sus brazos y olvidarme de todo. Nadie me haría nada.

Me metí a bañar. La cocaína hacía su efecto. Salí y me vestí.

“Lo tengo que matar”

, pensé.

“Yo tengo fuerza para hacerlo. Lo he hecho antes”

.

A la hora de haber llegado a mi casa, tocaron la puerta. Más animada por el efecto de la cocaína, bajé a abrir. Me asusté al ver al Lic. Eduardo en mi casa.

Sin decir nada, entró y cerró la puerta. Me quedé paralizada. Fue directo hacia mí, vi como levantó su mano y sentí una cachetada que hizo que tambaleara.

-¿Quién dijo que podías irte de la oficina? Te pago para que estés ahí. –Me dijo con un tono de furia. De sus ojos salían flamas.

-Lic. yo pensé que… -Me dio un empujón e hizo que cayera.

-Tu trabajo no es pensar, es atender. –Me soltó una patada, traté de detenerla pero la fuerza de su pie era más y sentí como se doblaron los dedos de mis manos. Grité.

Vi cómo me rodeó y caminó alrededor de mí, viéndome.

-¿Qué le hice? –Le dije mientras comenzaba a llorar.

-Yo te pago y tú eres mía. ¿A poco crees que no supe que estabas con Cesar? –Me dijo. Me levantó como una muñeca de trapo y me recargó con la pared mientras me agarraba de la playera. –Olvídate de ese pendejo, sino te irá peor. ¿Me entendiste?

Asentí como pude. Me soltó y quedé parada como pude. Se alejó mientras se iba quitando su pantalón, vi que tenía una sonrisa. Me dio la espalda

“Hazlo, es el momento”

, me decía una voz dentro de mí.

Agarré la escoba con el palo, corrí hasta donde estaba el Lic. Eduardo. Le di con todas mis fuerzas en su cabeza, se tambaleó, luego volteó y como si lo sacara de una película, le pegué en la nariz. Gritó de dolor. Y sin dejarlo respirar le di otro en la cabeza que lo hizo caer de rodillas. Luego otro en su cuerpo que sin duda, no le causo dolor alguno. Pero el golpe de la nariz si lo hizo retroceder.

Solté la escoba y caminé hasta la cocina.

-Te voy a matar hijo de tu puta madre. –Estaba muy alterada. –He matado gente y tú te unirás a esa lista. Conmigo no se juega. –Agarré un cuchillo. Volteé y lo vi levantado.

Era ahora o nunca, era una lucha por vivir. La droga hizo que bombeara más mi sangre y me dio valor para asesinarlo.

“Yo puedo”

, me dije.

“Y cuando lo haga voy a…”

, y me congelé. ¿Qué iba hacer después de matarlo? No había nadie que pudiera llevarse el cuerpo, nadie que tapara mi delito. Si lo hacía, llegaría la policía y me meterían a la cárcel y ahí estaría por muchos años.

El Lic. caminó directo a mí y yo comencé a temblar. No podía hacerlo, no iba a hacerlo. Se puso frente a mí con sangre en su rostro. No me pude mover. Este mundo no era el mío, aquí yo no tenía la fuerza que tenía allá. Me sentí muy débil, solté un cuchillo.

-No tienes el valor para hacerlo. –Me dijo seguido de un golpe en mi nariz. Caía de espaldas.

Todo empezó a nublarse despacio, me arrastró hasta el sillón de la sala. Vi como bajaba su pantalón. Sentí como levantaban mis piernas y luego con la cara del Lic. estaba frente a mí, me besaba y pasaba su lengua por toda mi cara mientras se movía arriba, abajo.

Me sobresalté y tiré golpes al rostro que vi frente a mí.

-Cálmate. –Me dijo una voz. Abrí bien mis ojos y vi a Rebecca y a otra persona agarrando mis manos. Me tranquilicé. –Sí, se buena paciente.

Mi corazón latió muy rápido. Mi vista se aclaró y vi a un doctor que me miraba con una luz. Mi cuerpo me dolía. Estaba desnuda pero tapada con una toalla.

Vi luces rojas y azules por la ventana. Escuché un radio y un policía estaba frente a la puerta de la casa. Rebecca se levantó y fue con él. El doctor me hacía un par de preguntas, estaba aturdida pero le respondía como podía.

El doctor se levantó y habló con Rebecca. Le dio medicamento y lo acompañó a la salida. Regresó Rebecca junto con el policía.

-Oye, quieren hacerte unas preguntas. –Me dijo.

-¿Recuerdas lo que te pasó? –Me preguntó el policía.

Y como si fuera una película, todo apareció en mi cabeza y en partes la violación. Al final vi cómo se levantaba el Lic. y me decía:

“Ni una palabra a nadie de esto, si lo haces, voy a venir y te voy a matar”.

Dudé mi respuesta.

-No recuerdo nada. –Mentí. –Solo recuerdo haber ido a un bar, tomé algo y me sentí mareada.

-Señorita, trae signos de golpes. Todo indica que fue violada, ¿No recuerda algún rostro? –Me preguntó. Tenía en la mente, la imagen clara del Lic. Eduardo.

-No. –Respondí.

-Entiendo. –Dijo y le dio algo a Rebecca. –Si recuerda algo, me llama. –Rebecca asintió. Salió el policía y se quedó sola conmigo.

-Julia, es importante que digas quien te hizo esto. –No respondí. –Si no dices, ¿Cómo te puedo ayudar? –Me dijo y se acomodó a mi lado. Nuevamente me hizo sentir protegida. –Toma tu medicamento, me dijo el doctor que te harían sentir bien.

Me trajo agua y tomé las pastillas.

Me encendió la tele, me trajo un té y vimos tele. Me estaba dando sueño. De pronto, se me ocurrió algo.

-¿Sabes? Si puedes ayudarme de una manera. –Le dije.

-¿Cómo? –Me vio atenta.

Y con mi último esfuerzo.

-¿Irías al lugar donde vivo a llevarle un mensaje a una persona? –Dije y me dormí.

Continuará.