Nueva vida en Etiopía 8 parte

La familia blanca continúa humillada por los negros, sin límites

A la llegada de los primeros invitados, un matrimonio de nuestra edad, Candy se levantó para darles un beso y las típicas frases de cortesía. La invitada, negra, muy delgada, prácticamente un esqueleto andante, me miró y sonrió ante lo que veía. Yo seguía de rodillas, el disfraz de coneja había sido recortado en pechos y entrepierna para dejar a la vista mis redondas tetas sobresaliendo del traje y mi coño abierto por la postura que adoptaba. No quedaba nada a la imaginación.

-         Cielo, hay que ver, que envidia me das. Toda una familia, eso sí es un servicio. Ya he visto al pobre blanquito, y a las dos hijas, que guapas son..y ésta – dijo mirándome con una expresión que mezclaba pena y asco – debe ser la madre, no? Recuerdo que me comentabas sobre ella hace años, cuando teníais relación!

-         Pues sí, ya ves – comentó Candy – a lo que se puede llegar con el tiempo, eh? Y además, es muy obediente y no le hace ascos a nada, si la vieras!

Creo que iba a ordenarme hacer una demostración cuando entró otro matrimonio, más maduro, que me salvó momentáneamente, y tras ellos, continuadamente, los demás.

-         Holaaa – más besos, abrazos, comentarios sobre mi marido, mis hijas, y yo allí, de rodillas, expuesta como una estatua, escuchando como hablaban de mi familia y de mi sin ningún miramiento ni reparo.

Tras la llegada de todo el mundo, atendidos en el salón por Paloma ofreciendo bebidas y algo de picar, Candy hizo su entrada conmigo a su lado, a cuatro patas. Carolina, que ya había terminado de recibir invitados iba detrás, pudiendo ver mi raja del coño y mi ano en el recorte del disfraz, y mi marido se quedó junto a la puerta del salón, firme, por orden de John, que ya estaba al otro lado de la sala, junto  a los invitados departiendo sobre temas mundanos.

De pronto escuché una campanilla grave, me vino a la cabeza que era la del señor, y sin pensarlo, a cuatro patas, como más velozmente pude le busqué entre las piernas de los invitados, hasta ponerme a su lado en pocos segundos, jadeando exhausta.

-         Veis? – dijo al corrillo de amigos que le rodeaban – es una pasada, bien adiestrada es como más partido se les saca, verdad Olga?

Le miré desde abajo, recuperando la respiración

-         Si, Amo John, aquí esta su esclava, para lo que desee.

Muchas risas y comentarios sobre la envidia que les daban ver como estábamos de bien amaestrados.

Sonó en ese momento la campanilla aguda, lo que me hizo volver a los pies de Candy a la carrera de nuevo, para seguir con las risas de los presentes.

-         Olga, levántate – me ordenó Candy – quiero que nuestros amigos te vean bien, que vean como puede llegar a degradarse una blanca pija y creída europea. Gira a tu alrededor, con las manos en la nuca y las piernas separadas.

Obedecí, ante ellos, mostrándoles mi cuerpo, e incluso por orden de John meneando el culo para que el pompón simulara la cola de una conejita.

-         Salta!!

Mis tetas se movían a cada salto, ridícula

-         Ahora sácate el pompón del culo y muéstralo a todos, que vean el tamaño que llevas dentro.

Con dolor lo extraje, y lo mostré como quien muestra un trofeo.

-         Lámelo, que vean como dejas de limpias las cosas llenas de mierda con tu lengua.

Lamí, hasta dejarlo reluciente.

-         Bueno, ya veis todos como es Olga, una verdadera degenerada.  Empiezo a pensar que lo mejor que le ha pasado en la vida es acabar en nuestra casa, jajaja.

Todos rieron, y acabando mi exhibición de obediencia fueron hacia la mesa donde se sentaron a cenar, yo al lado de mi señora, de rodillas, con el pompón de nuevo en mi ano, esperando que cayera algo que poder comer.

Mis hijas no paraban de servir, y cada vez que se ponían al lado de algún invitado no faltaba una mano que se ponía en sus muslos y subía, buscando su coño, su ano, su culo, tocar, sobar, a lo que debían dejarse hacer, sin más, tanto negros como negras disfrutaron de apretar sus carnes duras e introducir sus dedos en sus coños, pero todo con un aire de superioridad que hacía que no resultara ni indecente, era como si acariciaran un perro.

John les comentaba que la intención era preñar a mis hijas, para rentabilizarlas, las crías eran llevadas a Europa, donde las ponían en manos de  familias blancas que al menos con eso se alimentaban. Cuando alcanzaran la mayoría de edad serían traídas a África con el pretexto de trabajar , algo que parecía un premio , y continuaba la cadena de esclavitud. Además una esclava embarazada era muy cotizada, ya que durante la gestación, sexualmente eran atractivas para los negros, y una vez paridas, una fuente láctea muy morbosa. También se convertían en amas de cría para los hijos de las negras, que así se olvidaban de tener que atenderlos y podían centrarse en disfrutar de la vida.

Al otro lado de la gran mesa no paraba de mirarme una señora, posiblemente mayor de ochenta años, vieja, gordísima, gigantescas tetas caídas y un culazo que ocuparía perfectamente dos sillas. Era la tía solterona de Candy, jamás se había casado ni tenido hijos. Su mirada daba mucho miedo, fijamente sobre mi cuerpo, con una sonrisa maquiavélica.

Arrodillada junto a mi dueña, de vez en cuando una patata o un trocito de carne era tirado al suelo, por ella o por su amiga, la esquelética,  sentada a su lado. Inclinando la cabeza buscaba lo que arrojaban para comérmelo, ya sin vergüenza, total, así era mi vida en ese momento.

-         De verdad que es una gozada, cuando vi el video que me mandaste de ella comiendo mierda, pensé que era imposible que alguien hiciera eso, pero ahora, viéndola, estoy segura que cualquier guarrada la haría , la blanquita, jajaja.

-         Piensas en algo, Amanda? – le preguntó Candy – puedes ser lo cruel que quieras, tras la cena jugaremos un rato, piensa que quieres…..

Era horrible escucharlas, pero estaba claro que no hablaban de personas, sino de bestias, que era lo que en ese momento tenían delante. Muchas bromas y cachondeo entre todos los comensales a costa de mi marido, mis hijas y yo, que era para lo que se habían reunido, ciertamente.

Tras la cena llegaron las copas en la terraza, era una noche muy agradable, y las rinconeras del porche se llenaron de negros y negras, ellos con puros y whisky, ellas con licores y algún cigarrillo. Mis hijas sirviendo y mi marido de pie junto a la puerta de la terraza, por si era requerido para algo, mientras yo seguía junto a mi señora, de rodillas.

Los señores miraban a Miguel, compadeciéndose entre burlas de que ya no tuviera testículos, y que su pene solo sirviera para orinar, sin ninguna fuerza ya. También miraban a mis hijas. Cualquiera de ellos habría querido llevarlas a alguna habitación y follarlas, pero claro, estaban con sus esposas y en una cena de clase alta.  No podían rebajarse a eso ahí, lo dejaban para cuando se juntaran ellos solos. La única diversión que se planteaban era humillarnos y reírse.

Lo primero que me ordenó Candy fue que pasara ante todos los invitados con la boca abierta, para mostrarles mis dos palas solitarias, y que también pudieran ver mis pechos operados y la colección de aros por mi cuerpo. Cada cual hizo lo que quiso, tocarlas, meter sus asquerosos dedos en mi boca hurgando en mis encías y luego limpiarse en mi cara o mis tetas para comprobar cómo la silicona había agrandado lo que antes eran unas diminutas tetas. Tras acabar la rueda de reconocimiento bucal volví junto a mi señora, que me quiso dejar totalmente desnuda. Me saqué el disfraz y el pompón, ya había hecho su labor, quedando como Dios me trajo al mundo ante aquellos degenerados. Recorrí la terraza en plan modelo,  despectivamente hablando, claro, riéndose mientras iba y venía moviendo el culo y las tetas a cada paso.

-         Amanda – dijo Candy sonriente agitando su copa de licor – ya has pensado que te gustaría ver?

-         Pues sí, mira – le respondió la amiga .- Por mucho que lo imagino no logro ver cómo debía ser este matrimonio íntimamente, follando, cuando eran una familia y por la noche se metían en la cama. La verdad es que me gustaría verlos follar, ya sé que el marido no tiene el pito operativo, jajaja, pero da igual, que lo simule, que se ponga sobre ella, se besen, le chupe las tetas, le coma el coño y luego acerque su ridículo colgajo e intente meterlo aunque sea, imitando los movimientos de tener sexo. Eso me gustaría!!!

Aplausos generalizados ante la idea, tendrían a un verdadero matrimonio interpretando una película porno ante ellos, seguramente esa noche todos follarían con sus parejas recordando este rato.

-         Miguel, acércate! – ordenó John a mi marido – Ya has oído lo que quiere la señora, así que queremos ver lo que hacíais cuando os acostabais en vuestra casa por la noche. Fóllatela, campeón, que una ocasión así no se te va a presentar muy a menudo, jajaja.

Miguel se acercó a mí.  Con un golpe de Candy en mi cabeza entendí que debía ponerme en el centro de la terraza tumbada en el suelo.

Mi marido se acercó, cortado, arrodillándose a mi lado, yo estaba sentada en el suelo. Por un momento ese primer tímido beso me transportó a otras épocas, pero los aplausos y vítores de los invitados me sacaron rápidamente de mi recuerdo. Comentarios y semiordenes de los espectadores demandando todo tipo de cosas.

-          Bésala con lengua, sóbale las tetas, joder, que para eso se las pagaste, así, la lengua hasta el fondo!

Mientras Miguel y yo intentábamos hacer todo ese tipo de cosas intimas ante aquellos desgraciados Paloma y Carolina seguían sirviendo bebidas a los señores, como camareras de un local de espectáculos porno, pero con sus padres como protagonistas.

La tía solterona de Candy seguía con atención, como los demás presentes,  callada pero sin dejar de mirarlo todo.

-         Venga, Miguel, que se tumbe ya y se abra de piernas, a ver cómo le comes el coño!- ordenó John viendo que el rato de los besos se alargaba y ya no les daba morbo.

Me recliné hasta tumbarme y separé las piernas, recogiéndolas para dejar mi chocho bien a la vista de Miguel, que hundió su cara separando con sus dedos los labios , abriéndome, como hacíamos en casa cuando disfrutábamos del sexo los dos en soledad.

-         Acaríciate las tetas, Olga, demuestra cómo te excita que te lo coman!!- dijo Candy.

Cerré los ojos y me acaricié, con mis dedos, los aros de mis pezones me resultaban extraños aún, pero la lengua de mi marido estaba haciendo su efecto y mi cuerpo reaccionaba, intentando evadirse de la realidad.   Incluso comencé a mover mis caderas y a arquear un poco mi espalda adoptando una posición que permitiera a Miguel lamer mejor.

La mano de John en la cabeza de mi esposo le separó de mí, dejándome sola moviendo la cintura y acariciándome las tetas de forma estúpida.

-         Venga, castrado, que ya la tienes caliente, para de comérselo que se correrá así si sigues, y fóllatela, que para eso es tu  mujercita, no?

El pobre intentaba frotar su pene flácido por mi coño, pero claro, sin ningún resultado, incluso con sus dedos lo cogió para meterlo dentro. Estaba bastante abierto y mojado por la excitación involuntaria por la comida que me acababa de hacer, pero nada, ni siquiera notaba aquel gusanito dentro de mí. Risas entre el público, que seguía bebiendo y cogiendo pastitas de las bandejas que mis hijas les ofrecían.

-         Olga, ponte a cuatro patas, a ver si es que le gusta más follarte cuando pareces una perra! – dijo Candy brindando con Amanda mientras hablaba y sonreía.

Me giré para ponerme como me había ordenado, Miguel tras de mí, su pollita caída pegada a mi culo.

-         Apoya la cabeza en el suelo y sepárate con las manos las nalgas, pónselo fácil, que vea bien los boquetes para que acierte, jajaja – me dijo Amanda, viniéndose arriba al comprobar lo gracioso de su idea.

Así lo hice, pero seguía siendo una imagen patética, aunque yo pudiera recordar cuando en esa postura mi marido en casa me agarraba por las caderas y notaba su polla en el fondo de mi coño, ahora no era así.

Cuando pasados unos minutos la situación ya no daba para más John hizo parar a Miguel y levantarse.

-         Que pasa, Miguel? Ya no te gusta tu mujercita? No te apetece follarla y llenarla de leche? Prefieres que lo haga un perro quizás? Eso sabes que si que le gusta a ella, no?

Mi marido agachaba la cabeza, mirando al suelo, hundido al ver como era el centro de todas las  miradas y burlas.

-         Sabes que, Miguel? – siguió John hablándole, mientras apoyaba su mano en el hombro de mi marido, en plan conversación de amigos – en el fondo creo que es que ya no le gustas, y no se esfuerza en excitarte. Se ha convertido en una cerda degenerada, ya la has visto comiendo mierda, meados, follando con perros….mírala en esa posición….- yo seguía con la cabeza y las tetas apoyadas en el suelo de la terraza y las manos separando mis nalgas, mostrando a todos mi coño, mi ano, abiertos por como estiraba hacia los lados con mis dedos – no es realmente una zorra? Qué opinas?

-         Si..si…señor….- balbuceando mi esposo intentaba expresarse para no irritarle – es una zorra, mi mujer es una zorra…..

-         Y que se hace con las zorras, Miguel?  Ella es la culpable de que tus huevecitos estén en tu cuello, te ha convertido en lo poco hombre que eres por no desearte, y ahora te ves así, y lo que es peor, tus hijas, míralas!! – mi marido las miró, levantando ligeramente la mirada del suelo – por su culpa una no va a saber lo que es un orgasmo en su vida y las dos se abren de piernas a cualquiera con un chasquido de dedos. Que vas a hacer con Olga, Miguel? Sabes? No crees que en esa postura estaría bien darle una buena patada en su coño? Que sienta el dolor que sientes tu en tus huevos, que sepa lo que estás pasando…..dale una patada, Miguel!

Mi marido recorrió con su mirada a todos los invitados, que expectantes disfrutaban del hundimiento de aquel pobre hombre, y después miró a Paloma y Carolina. La última mirada fue hacia mí, pero no era de pena, ni de respeto, ni de apoyo, era de rabia, algo dentro de él le decía que igual si era yo la culpable, ¿porqué esa gente nos odiaba? Él no había hecho nada malo cuando les conocíamos, así que igual era yo la responsable….

Cuando quise darme cuenta estaba situado a mi retaguardia, levantando la pierna y encastando su pie en mi coño, justo en el centro, dándome con todas sus fuerzas una patada, como si mi coño fuera un balón en el aire, que provocó aplausos y vivas en el público y a mí caer hacia delante, sin poder usar las manos, mis tetas y mi cara arañadas por el suelo por el impacto, junto con el inmenso dolor en mi coño que provocó un golpe tan fuerte.

-         Vuelve a tu sitio, Olga – me dijo John – a ver si Miguel quiere continuar.

Con lágrimas en los ojos recuperé la postura, temerosa, abriéndome de nuevo las nalgas. Miguel miró a Carolina y a Paloma, que estaban bloqueadas, con bandejas en la mano, mirando la escena, pero sin moverse.

-         Olga – me dijo Miguel – tú eres la culpable de todo esto!!!

Otra patada fue a parar a mi coño, dándome en parte en la tripa, caí al suelo revolcándome de dolor de nuevo, mientras Candy aplaudía feliz por el espectáculo que estaba dando a sus invitados.

-         Bueno, bueno, Miguel, para ya que me la vas a romper, pobre….- dijo Candy levantándose de la butaca y acercándose a mí para intentar levantarme de nuevo – ven, Olga, ven, que este animal te va  a destrozar si sigue dándote, pobre – mientras hablaba me acariciaba el pelo como se acaricia a un perro , empleando el mismo tono de voz.

La seguí a cuatro patas hasta ponerme a su lado en la butaca, y John miró a Miguel y aplaudió como se aplaude a un torero que ha hecho una buena faena.

-         Perfecto, Miguel, así se hace!!!! Ahora vete para tu camastro, al garaje, que son más de las doce de la noche y mañana tienes que madrugar, hoy te has comportado como debías!

El tono era humillante, pero Miguel, sin levantar ya la cabeza, obedeció retirándose a su lugar de descanso.  En un rato John iría, como cada noche, a esposarlo a una argolla de la pared para que no hiciera tonterías fuera de su control.

Los invitados se levantaron, realmente era tarde, el festejo había sido perfecto y tocaba recogerse. Uno a uno se fueron despidiendo, yo de nuevo junto a mi dueña de rodillas, aun dolorida en mi coño y en mi alma. La última en acercarse fue la tía anciana de Candy.

-         Cielo, me lo he pasado genial, jamás había visto una demostración de cómo se rebajan los blancos, ha sido maravilloso….sabes? es muy tarde…que te parece si me quedo a dormir aquí?

-         Claro, tía, usted ya sabe que esta es su casa, la habitación de invitados está siempre lista para usted – respondió Candy – necesita alguna cosa?

-         Pues sí, la verdad, si te soy sincera, me gustaría que me dejaras a esta blanquita esta noche en mi habitación, quiero comprobar ciertas cosas, tengo curiosidad..puedo?

-         Faltaría más, diviértase con ella como quiera, si por algún motivo la defrauda en algo, dígamelo y sabrá de verdad lo que es sufrir! – esto último lo dijo mirándome seria – Olga, mi tía quiere que pases la noche en su habitación, ya sabes, como si fuera yo, si te niegas a algo o no estás a la altura, prepárate!

-         Si…si…señora – respondí yo asustada por la mirada de aquella vieja, y por tener que pasar la noche en su habitación.

-         John y yo estaremos en la nuestra habitación con las dos hijas, cualquier cosa nos llama, de acuerdo?

-         Si, no te preocupes, así lo haré…una última cosa, me gustaría que le colocaras unas esposas en la espalda, soy muy mayor y quiero estar tranquila, puede ser?

-         Claro que si, tía, ahora mismo cuando suban se las pongo y ya se la lleva para el cuarto.

Una vez arriba , totalmente desnuda y con las esposas puestas pude ver como Paloma y Carolina entraban en el dormitorio de nuestros dueños, mientras yo seguía a aquella ballena con piernas,  negra y vieja,  al dormitorio de invitados. Me hizo pasar delante de ella y cerró la puerta.

-         Bien, bien, Olga, dijo sentándose con gesto cansado en la cama mientras yo estaba ante ella de pie, con las manos en la espalda, indefensa – sabes? Mis abuelos fueron llevados como esclavos a América, hace muchos años, iban como tu ahora, desnudos, esposados, a merced de aquellos negreros, como les llamaban a los blancos que les secuestraban aquí en África…como ha cambiado la historia, eh? Ahora una blanca desnuda está ante mí, una vieja negra,  y estás dispuesta a obedecerme en todo y a humillarte hasta el punto que yo quiera, verdad que si?

-         Si…si..señora…- respondí balbuceando.

Extendió sus manos gordas, hinchadas, y con ellas recorrió mi cuerpo, no se dejó nada, apretó mis tetas, fuertemente, estirando de los aros de mis pezones, para ir bajando por mi cintura hasta mi coño, recorriendo mi raja con su dedo índice, ligeramente introducido dentro. Un gesto de su mano me indicó que me girara, y su mano empujando mi espalda que me inclinase. Otro dedo jugó con la raja de mi culo, hasta encontrar mi ano e invadirlo un poco. Así , girada, inclinada, dejó de tocarme. Me dio miedo moverme, y estuve así hasta que me ordenó darme la vuelta.

Se había quitado el vestido y el sujetador, pero lo peor no fue ver su asqueroso cuerpo lleno de grasa, pliegues, sus ubres colgando como una vaca hasta tocar sus piernas casi…. fue comprobar que no llevaba bragas, sino un pañal de esos para ancianos, la muy desgraciada por lo visto tenía incontinencia!

-         Bueno, pues nada, ya que estás tú aquí te vas a encargar de mi limpieza hoy, estoy cansada y me da pereza hacerlo yo – dijo mientras se abría el pañal por los cierres laterales.

Al bajarlo por la parte delantera pude ver la raja de su chocho.  Era enorme, un palmo de raja, con labios abultados saliendo, totalmente peludo, ahí no había entrado una cuchilla jamás, y para más repugnancia, se había cagado y estaba todo embadurnado.

Se tumbó en la cama, sin quitar el pañal de su culo y puso los pies en el colchón, con las rodillas separadas.

-         Acércate y lame, quiero que lo dejes todo limpio, desde que supe que comías mierda he tenido ganas de comprobarlo por mí misma, y así, además, vengar a mis antepasados un poco, jajaja.

Arrodillándome en el suelo, con aquel túnel negro y peludo ante mi cara, hundí mi boca, comenzando a lamerlo todo. La peste que echaba aquel pañal que durante horas había recibido meadas y mierda era vomitiva. Los pelos que me llegué a tragar esa noche son incontables, lamiendo aquel gigantesco chocho de abajo a arriba y por las ingles sudadas. Las ubres de la vieja caían en la cama a los lados de su cuerpo mientras se agarraba los michelines de la barriga y los subía para arriba, estirando así el chocho y notando mejor mi lengua recorriéndolo.

-         Así, así, muy bien, es cierto eso que dicen que la lengua deja un fresquito muy agradable, sigue, Olga!

Callada continué la limpieza, la vieja incluso parecía relajarse, mientras se podían escuchar en la habitación principal risas y gruñidos varios.

-         Vaya con mi sobrina, como se lo pasa con tus hijas, no? Y su marido debe también disfrutar, tienen unos coñitos muy tiernos aún!

La risa de aquella vieja era insoportable, pero debía dejarlo todo limpio si no quería ser castigada por Candy, así que me apliqué hasta dejarlo todo impecable. En ese momento la vieja se levantó y se giró, tirando el pañal al suelo y colocándose a cuatro patas, su gigantesco culazo ante mí, aún más sucio que la parte del coño.

-         Ya que no puedes usar las manos, tendrás que meter tu cabeza dentro para lamer, dame bien con la lengua y tú saliva,  ver si el fresquito en mi ano me alivia las almorranas.

Otra media hora lamiendo aquel culo enorme y el ano lleno de almorranas y pelos. Como con mis manos era imposible cogerlo mi cabeza se hundía entre sus nalgas, mi boca solo tenía sabor a mierda repugnante, su culazo estaba lleno de trozos sólidos de mierda pegados, incluso en los pelos de los laterales del ano,  pero al final conseguí también dejarla limpia.

-         Mete la lengua en mi ano, que seguramente dentro hay suciedad, Olga, no dejes nada!

-         Si..si..señora, como usted mande…- y metí la lengua en aquella cloaca con piernas.

Cuando se dio por satisfecha hizo un gesto con su mano para que me retirase y se giró de nuevo, quedando semitumbada en la cama.

-         Me ha gustado tu servicio de limpieza, creo que vendré más a casa de mi sobrina, jajaja.

-         Gracias, señora, cuando usted quiera, estaré muy contenta de lamer su coño, su ano, limpiar su mierda y hacer lo que me diga – respondí yo esperando que quedara satisfecha con la respuesta.

-         Muy bien, pues ya que eres tan complaciente, quiero que me hagas un masaje de pies con tu boca, los tengo doloridos de los zapatos, toda la noche con ellos puestos, uffff.

Aquellos pies eran más asquerosos que su culo, llenos de duricias, callos, las uñas deformadas por la edad y el calzado. Mientras ella se recostaba en la cama y encendía la tele para mirar alguna cosa me dediqué a adorar sus pies con mi lengua, centímetro a centímetro, aguantando la peste que echaban y el asco que daban. Se quedó casi adormilada, y yo me relajé, pero la televisión la hizo despertar con un anuncio muy sonoro. Me miró, brillaban sus ojos, estaba disfrutando del momento.

-         Voy a dormir, esclava…me gusta llamarte esclava, es como llamaban a mi abuela, sabes? Pero quiero dormir sobre ti, te tumbaras para que mis pies reposen sobre tu cuerpo, estas blandita y serás cómoda.

-         Si señora, será un placer -respondí poniéndome en los pies de la cama tumbada en horizontal, para que pudiera poner sus piernas sobre la parte de mi cuerpo que quisiera.

Al verme colocarme ella se levantó lentamente y recogió algo del suelo. Era el pañal, que me puso ante la cara.

-         Sabes? No me gusta que me miren mientras duermo – me dijo mientras me colocaba el pañal en mi cabeza, ajustando los cierres en mi cuello – mucho mejor así, ya que tanto te ha gustado mi mierda, disfrutaras del aroma toda la noche.

Incomoda, con las manos esposadas en la espalda, de medio lado, ahogándome con el pañal lleno de mierda de aquella vieja en la cabeza, noté uno de sus pies apoyarse en mi teta derecha, y el otro ir a buscar mi entrepierna para apretarse contra mi coño.

-         Buenas noches, esclava – oí decir a la vieja mientras apagaba la televisión y se acomodaba la almohada.

-         Buenas noches, señora – pudo oír ella sordamente salir de dentro del pañal.

En el silencio de la noche aún se oía con más claridad las voces de John y Candy disfrutando de mis hijas. Para ellas aún la jornada no había acabado.