Nueva vida en Etiopía 2 parte

Ahora en el barco que les lleva a su nuevo pais, continuan las desgracias de Olga.

El acceso al barco que nos había de llevar a Etiopia no fué tampoco fácil ni cómodo. Más horas de colas, éramos centenares de blancos y blancas, de edades entre 18 y 50 años , como máximo.  Solo permitían el viaje a personas en edad de trabajar, así que las familias con menores de edad no podían ir, solamente podía viajar el miembro de la familia que quisiera trabajar, e intentar, desde allí, ayudar a los suyos, lo cual era casi imposible.

A la salida del área de celdas , todo el mundo desnudo, se nos  colocaban grilletes en tobillos y muñecas, eran bastante cortos, así que debíamos andar a pasos pequeños, vigilando de no caer.

Había gente de todas las nacionalidades europeas posibles, franceses, alemanes, belgas, holandeses,  que con sus medios habían podido llegar al puerto español de donde partían los barcos, unos, la mayoría, cargueros de mercancías donde se confinaba a los blancos en las bodegas, en cantidades claustrofóbicas, otros, los menos, antiguos cruceros de vacaciones, totalmente destrozados. Fue el que nos tocó a nosotros, con la suerte que por el número de pasajeros que llevaban en este viaje, tocábamos a una habitación por familia, prácticamente, y los que viajaban solos eran agrupados de cuatro en cuatro .

Escoltados por guardias negros armados fuimos llevados a las habitaciones, las puertas cerradas por fuera. Eran habitaciones muy antiguas, colchones sucios, malolientes, rotos, tirados por el suelo, supongo que en otros viajes en cada camarote podían haber viajado quince, veinte personas, incluso.

Tras varias horas esperando en la habitación, notamos que el barco comenzaba a moverse, fuera de puerto.  Los cuatro nos mirábamos, Miguel y yo, sentados en un colchón, Paloma y Carolina en otro. Era curioso, los cuatro, allí, desnudos, encadenados..no podía ser más que una pesadilla.

Llevábamos más de un día sin comer nada, sólo nos habían tirado unas botellas de agua en las celdas que bebimos todos a morro, pasándolas, repartiendo las partes mínimas que nos tocaban a cada persona de bebida.

Dos horas después de salir del puerto oímos como se abría la puerta. Dos negros, armados, nos indicaron que saliéramos. En el pasillo esperaban más blancos, como nosotros, en cola, dirigiéndonos hacia la cubierta principal del barco, donde nos hicieron permanecer a todos de pie, en filas. El sol quemaba, pero no se oía una mosca.

Pasaron varios guardias, colocando en el cuello de cada uno de nosotros un collar con un número. Parecían las fichas esas que se les pone a las vacas en las orejas para marcarlas y poder distinguirlas.

Al cabo de un rato pasó el capitán, era un negro atlético, bien cuidado, con uniforme, blanco, y gorro , de unos cuarenta años. Recorrió los pasillos de personas, disfrutando de algunas vistas, como las de mis hijas, donde se detuvo a recrearse, pero sin tocar nada, solo miraba detalladamente. Tras el paseo subió a una terraza superior, desde la que nos dirigió una charla, explicándonos que el viaje duraría tres días, en los que para comer tendríamos que trabajar, las mujeres limpiando y cocinando durante todo el día, los hombres, pintando, reparando, o haciendo la labor que les fuera asignada. Cada noche se entraría en los camarotes una caja con comida, para alimentarnos , pero en caso de no estar contentos con el trabajo hecho, podría ser que no hubiera nada, así que quedaba en nuestras manos ganarnos el honor de comer.

-          Para que veáis que aquí no se regala nada, ya que hoy no habéis trabajado, no comeréis, ahora os dirigiréis a vuestras habitaciones, de donde saldréis mañana al amanecer, para ir a los trabajos que os sean asignados.

En silencio, fuimos llevados de vuelta a los camarotes.

Una hora más tarde, ya anocheciendo, mientras intentábamos dormir de algún modo para olvidar e intentar estar fuertes por la mañana, la puerta se abrió. Eran otros dos guardias, armados.

-          Vosotras dos, dijo uno dirigiéndose a nuestras hijas, fuera.

Les miramos asustados, Miguel se levantó.

-          Donde van? A donde las llevan? No pueden llevárselas, dijo encarándose al guardia, el cual como única contestación le dio un golpe en el pecho con su arma que lo tiró al suelo.

-          Por favor, por favor, dije yo de rodillas, sollozando, no se las lleven, llévenme a mí, se lo suplico, a ellas no

-          El capitán las quiere a ellas, perra, dijo el negro con cara de asco

-          Déjeme hablar con el capitán, por favor, solo un minuto, se lo suplico, déjeme hablar con él.

Se miraron uno a otro, sonrieron…

-          Venga..acompáñanos, a ver que le tienes que explicar al capitán, jajaja, nos vamos a reir con la paliza que te va a dar.

Solo pude ver la cara de miedo de mi familia mientras me levantaba de estar de rodillas ante ellos y salía del camarote escoltada por los dos.

Al llegar a la sala donde se dirigía el barco pude ver a tres hombres, de unos treinta años, y al capitán, que ya conocía de la cubierta principal.

Estaba sentado en una especie de sillón de mando, ante el timón del barco, que era dirigido por uno de los chicos más jóvenes.

-          Que me traéis? Os pedí a las dos hermanas, no a la madre, para que quiero yo este vejestorio?

Hablaba un castellano típico de los negros que viven en nuestro país vendiendo bolsos y otras cosas por las calles.

-          Señor, se ha empeñado en venir a verle, quería hablarle, hemos pensado que igual se divertiría escuchándola.  Cuando quiera, la devolvemos a su lugar y le traemos a las dos niñatas.

El Capitán me miró. Yo estaba de pie, frente a él, hasta que uno de los guardias me dijo

-          De rodillas, perra, ante el capitán, de rodillas.

Obedecí.

-          Y bien, vieja..que quieres decirme?

-          Señor, por favor, se que usted quiere a mis hijas, para divertirse con ellas, pero también se que en el barco hay muchas más jóvenes guapas como ellas, le suplico que no les haga nada, que las deje trabajar y pasar estos tres días en paz, me quiero poner yo en su lugar, por si desea de mi cualquier cosa, estaré a su disposición.

-          A mi disposición? Tu? Que pretendes que haga contigo? Te has visto? Eres muy poca cosa, la típica pija cuarentona acostumbrada a vivir bien, si hasta tienes tetas de plástico, como muchas de las zorras que acaban aquí, la clase alta, os llamabais, jajaja…que esperas que haga contigo que no pueda hacer con tus hijas?

Callada, le miré, realmente lo que decía era cierto, pero yo debía luchar por mis hijas.

-          Señor, se que aquí usted dispone de todas las mujeres que quiere, y hace con ellas lo que le apetece, pero…alguna vez ha conseguido que una haga todo lo que usted quiera voluntariamente? Lo que le pido es que deje a mis hijas tranquilas, y a cambio, yo haré todo lo usted me ordene, sea lo que sea.

La cara del capitán cambio de semblante, una sonrisa maléfica se dibujó en su cara.

-          Todo…todo??? Estas segura?

-          Si..si..todo, señor….todo

Sabía que era una oferta arriesgada, no tenía claro hasta donde podría llegar la mente perversa de un cerdo como él.

-          Quitarle las cadenas, ordenó a los guardias, que obedecieron al momento

-          Bien, bien. Levántate y acércate que te mire

Hice lo que él decía, colocando mis manos en mi nuca y separando mis piernas, como me ordenó, parecía que últimamente todo el mundo me pedía lo mismo.

-          Buen chocho tienes, blanca, me gustan así, con los labios colgando, el clítoris gordito, salido, y ni un solo pelo, como se nota que eres una buena cerda, siempre lista para que un macho te use, es asi?

Sabía que estaba jugando a algo conmigo, y que dependía de mis respuestas que aceptara mi oferta.

-          Si, Capitán, soy una buena cerda, y siempre estoy lista para que un macho me use.

Aquellas palabras retumbaron en mi cabeza , como era posible que de mis labios saliera semejante frase?

-          Muy bien, muy bien, eso mismo quería oir….sabes? ya que cualquier macho, según tu, puede usarte, he decidido que durante estos días serás la hembra de un gran macho, precisamente de ese – dijo mientras señalaba con su dedo a un perro, de tamaño grande, tipo chucho callejero , tumbado en un rincón de la sala.

-          Pero…señor…es un perro- dije yo con voz titubeante.

-          Así es, perra, tú también eres una perra ahora, durante los días que dure el recorrido, te convertirás en mi perra, junto a el, los dos iréis a cuatro patas, paseareis a mi lado por las cubiertas controlando el buen trabajo de todo el mundo, no escuchare de tu boca ningún sonido parecido al que hacen los humanos, asi que te tocara ladrar, y aceptaras todas y cada una de mis órdenes, sean las que sean, rápidamente y sin malas caras. Aceptas mi trato? Si esa así, tus hijas y tu marido no pasaran más apuros que trabajar, como el resto de los blancos del barco.

-          Señor, dije totalmente hundida, acepto, no tengo alternativa, pero le suplico que tenga a mi marido y a mis hijas en una zona del barco donde no puedan ver mi situación, no soportaría que vieran que me he convertido en una vulgar perra.

-          Así será , tus hijas serán destinadas a la lavandería, en la parte más baja del barco, junto a tu marido, que será destinado a los motores. Solo saldrán de allí para ir al camarote, pero tú no podrás, estarás veinticuatro horas al día a mi disposición, como mi perra.

-          Si..señor….acepto- dije mientras dos lágrimas caían por mis mejillas.

-          Pues no se diga mas, muchacho, dijo dirigiéndose a un guardia joven, de apenas 18 o 19 años, tráeme la cadena de repuesto de Satán, ( así se llamaba el chucho).

Una vez el chico volvió con la cadena y el collar, me vi a cuatro patas, con eso en el cuello, y sabiendo que a partir de ese momento, y mientras durara el trayecto, pasaría a ser la perra del capitán, y  a estar disponible para todos sus caprichos.

-          Bien, perra, túmbate aquí, a mis pies, tengo que seguir trabajando , no puedo estar por ti.

Durante un rato estuve ahí, tumbada, en el frio suelo de la sala de mando de aquel hasta hace un tiempo crucero de placer para familias de bien, como la mía.

Estaba medio adormecida, a los pies de mi recién estrenado dueño, cuando un golpe de zapato en un costado me despertó.

-          Arriba, perra dormilona, vamos a dar un paseo por las cubiertas, a ver como se portan los blanquitos.

Le miré, desde mi posición, y comencé como pude el paso a cuatro patas a su lado, él tiraba de la cadena, dejando muy poco margen, y no tenia más opción que seguirle o ahogarme.

-          Vamos, Satán, tu también vienes.

Conmigo a su izquierda y con Satán a su derecha recorrió las cubiertas, yo podía ver a mis compatriotas , desnudos, encadenados, trabajando, ellas de rodillas fregando suelos como lo hacían nuestras abuelas, ellos en diferentes quehaceres, pintando, reparando cosas. Cada varios metros un guardia negro armado vigilaba que nadie dejara de hacer su faena.

Al girar una de las esquinas de la cubierta nos encontramos a un guardia apoyado en una barandilla, fumando un cigarrillo. A su pies, una mujer blanca, de unos treinta años, arrodillada, chupaba su miembro, erecto, grande, mientras él, relajado, miraba el mar.

-          Señor Piers, descansando un poco?

-          Si, Capitán, haciendo una parada de unos minutos para un cigarrillo.

-          Bien, bien, pero no deje de vigilar, ya sabe que estos holgazanes aprovechan cualquier descuido para vaguear.

-          Capitán, no se preocupe, los tengo controlados desde aquí arriba- dijo echando una mirada hacia abajo.

Uno de los que abajo pintaban barandillas era el marido de esa pobre chica, rabiando por no subir y matar a ese sucio negro, aguantando que su esposa estuviera con la polla del negro en la boca de rodillas ante sus propios ojos.

Al entrar en la zona reservada a la tripulación el aspecto de las salas cambio, moquetas, muebles decentes, un salón mínimamente limpio y arreglado, dos blancas con plumeros limpiaban los muebles cuando el Capitán las ordenó parar.

-          Tu- dijo señalando a una de ellas- coge ese plumero y mete el mango en el culo de mi perra

-          Si..si…señor, dijo asustada la pobre chica, mientras se situaba tras de mi, y con cara de lastima, introducía el mango en mi ano.

-          Joder, como sois las blancas, jajaja, asi, en seco, no has tenido ni la decencia de humedecer con saliva el ano de la pobre perra, jajaja..por cosas así habéis acabado como estáis .

El arqueo de mi espalda y un gemido apagado le hizo notar el dolor que me había provocado la introducción de ese aparato dentro de mi.

El Capitán llamó a un guardia, que estaba próximo, sonriendo ante la escena, para pedirle un cuchillo, con el que corto la melena de aquella chica que me había proporcionado una cola de perra.

Se lo entrego a la chica, paralizada por el pánico al ver venir a ese negro con el cuchillo

-          Ahora limpiaras con esto, apáñatelas pero no quiero nada de polvo.

Se puso en cuclillas, a mi lado, mirándome bien , con la posición de perra y eso saliendo de mi ano.

-          Asi, perrita, estas mucho mejor, estas guapísima, para ser una perra vieja da gusto verte.  Sigamos nuestra ronda, y menea bien ese culo, que se note que estas orgullosa de ser mi perra.

Me dio una palmadita en la cabeza y continuo su paseo por la sala , que nos llevaba a una nueva terraza, donde se sentó a fumar un cigarrillo en una especie de tumbona, y nos ordeno sentarnos a Satán y a mí.

-          Que día más bonito que hace, este sol, casi sin viento, la verdad, la vida es maravillosa, no?

Yo le miraba desde mi posición, él con su elegante traje de Capitán, relajado, realmente era imposible para mi concebir la pesadilla que estaba viviendo, hace escasos meses yo era una señora, una abogada, con una familia, una posición social más que envidiable, dinero, caprichos….y ahora….era la vulgar perra de ese negro !!!

Mientras él fumaba Satán comenzó a olisquearme,  supongo que por curiosidad canina, sin más, pero le hizo gracia a nuestro dueño.

-          Sabes,  aún no te he puesto nombre, Olga no es nombre de perra, no me veo por las cubiertas llamándote así. Me ha venido a la cabeza un chiste que oí hace años de un blanco, la verdad , era muy malo, pero ahora que lo pienso, a ti te queda genial. Te llamaré MISTETAS, jajaja, muy bien, ese será tu nombre, y ahora , mistetas, compórtate como una verdadera perra y olisquea a Satán, aprende de cómo él se comporta, es como quiero que tu lo hagas

Me vi a cuatro patas, llevando mi cara a la parte trasera del perro, mientras él hacia lo mismo conmigo, dando círculos los dos, ante la sonrisa del Capitán.

-          Te gusta, mistetas? Te gusta Satán? Demuestra que te gusta, menea la cola, jadea y huele bien su ano, busca el olor de perro que os pone a todas las perras cachondas.

Mientras hacía estos comentarios, y yo intentaba agradarle, apareció un oficial negro, con su elegante traje también, debía ser alguien también importante en el barco, porque se hablaban con respeto, pero con confianza.

-          Capitán, en la sala tengo lo que me pidió- dijo esbozando una sonrisa.

-          Tráela, si, es un buen momento.

El hombre desapareció para volver al minuto con una de las chicas que vi en la cubierta cuando nos hizo la charla el Capitán, posiblemente de la más guapa , el capitán tenía muy buen gusto respecto a mujeres. No tendría veinte años aun, preciosa, un cuerpo escultural, parecía una modelo.

-          Vaya  vaya, ven, acércate, muchacha- dijo el capitán mientras yo seguía con el morro del perro pegado a mi coño- te gustan mis perros? Has visto que belleza? Sobre todo el macho, la hembra..bueno…a saber que raza es, jajaja.

La chica nos miraba con cara de pánico, creo que esa situación la sobrepasaba, estaba viendo a una señora de casi 50 años comportándose como una perra ante aquellos hombres.

-          Tú que prefieres- interrumpió el capitán los pensamientos de la chica- ser perra, o ser mujer?

-          Ser mujer, ser mujer-  balbuceó ella, ante la sonrisa del capitán y del segundo que seguía al lado, disfrutando de la escena.

-          Eres virgen aun, o ya has sido ….usada?

-          No soy virgen, señor, tengo novio, está en el barco, junto a mí y mi madre.

-          Es afortunado, tu novio, la verdad, y el muchacho ya ha hecho uso de tu coño, no? Y de tu ano, también?

La manera en que se ruborizo la muchacha hacía pensar que iba a explotar, de roja que se puso.

-          Solo una vez por el ano, señor, por probar, pero me dolió mucho, y no lo hemos vuelto a repetir- dijo con sinceridad, temiendo mentir y ser descubierta.

El Capitán hizo un gesto al otro para que abandonara la cubierta, con la mano, sonriendo.

Se desabrocho el pantalón, tranquilamente, bajándolo hasta sus tobillos junto con los calzoncillos, como si fuera lo más normal del mundo, ante aquella muchacha y ante mí, en mitad de una cubierta al sol, y la miro fijamente.

-          Ahora ven, ponte a mi lado, inclínate dejando al alcance de mi mano tu coño, tu ano y tus tetas, y chúpamela.

La chica se quedó parada, mirándole sin saber si estaba oyendo o no lo que había creido oir.

-          Tú verás, tienes treinta segundos, o ordenaré tirar a tu novio por la borda, y tu madre irá detrás  al cabo de otros treinta segundos. Quieres verlo?

Pocos instantes después las manos negras del capitán se posaban en el culo blanco y perfecto de la chica, introduciendo uno de sus dedos en su coño, mientras ella chupaba afanosamente la polla negra, mejor dicho, la gran polla negra, del capitán.

-          Mistetas. Tumba a Sultán en el suelo y chúpasela también a él. Solidarízate con la chica, que no vea que es la única que chupa polla a un macho.

Allí estábamos las dos, ella inclinada y yo a cuatro patas en el suelo, chupando pollas , yo la de un miserable chucho, mientras el capitán iba introduciendo un dedo en el coño , después lo sacaba para introducirlo en el ano, o recorría el cuerpo de la pobre chica hasta llegar a sus tetas y jugar con sus pezones.

-          Ves, mistetas? Esto son pechos, no las bolas de silicona que tu tienes, por eso estas tu chupándosela  al perro, el pobre no puede decir que no le gustas, jajaja.

Era una humillación muy gratuita, que solamente buscaba hundirme aún más, si eso era posible.

-          Tienes un coñito precioso para ser blanca, sabes? Una rajita estrecha, finita, no como los labios colgantes y el clítoris salido de mi perra, tú si sabes cómo hay que tener el coño para que un macho lo encuentre atractivo.- comentaba con la chica , con naturalidad, como el que conversa del tiempo.

El perro estaba disfrutando de mi mamada, era una polla estrecha, pero larga, roja, venosa, apestaba a meados de chucho, y también me llegaba el olor de su ano, sus testículos, olor a perro sucio.

Aguantando la cabeza de la chica y entre espasmos el negro se corrió , grandes chorros de semen que entraron en la boca de aquella muchacha , que por miedo y necesidad se tragó.

Soltó su cabeza para volver a recomponer su ropa y, una vez vestido,  volvió  a llamar al otro oficial, para que llevara a la muchacha a su habitación, por lo visto la había escogido como su puta personal de este viaje.

Yo seguía chupando, con desgana, pero sin detenerme, mientras él encendía otro cigarrillo relajado, sacaba su teléfono del bolsillo y comenzaba a grabarnos.

-          Te  doy un minuto para que consigas que Satán vacíe sus huevos en tu boca, o lo pongo a montarte hasta que los vacíe en tu coño, mistetas.

Creo que ha sido la vez que más pasión he puesto en una mamada, con una mano acariciando sus huevos, con la otra pajeándolo bien fuerte, y con mi boca lamiendo, hasta que poco antes del minuto un chorro de semen de perro entro en mi interior, ni mi marido se había corrido en mi boca jamás, y ahora tenía el semen de un maldito perro en mi boca.

-          Traga, mistetas, traga, que se formalice ya la relación que tenéis, jajaja, dijo entre palmas, mientras con todo mi pesar tragaba para que ese liquido bajara por mi garganta.

El capitán se levantó para dirigirse hacia nosotros, y acariciando la cabeza del chucho, aún en extasis, celebró su corrida.

-          Muy bien campeón, ahora ya sabes cómo se usa a las perras blancas, jajaja.

Me miró, con una sonrisa burlona, disfrutando de haber conseguido romperme hasta el punto de hacerme hacer algo que jamás habría imaginado en mis peores pesadillas, y además, esforzándome por hacerlo bien.

-          Mistetas, estoy orgulloso de ti, te has comportado como la perra que espero que seas estos días.

Pocos minutos después, estábamos Satan y yo, a cuatro patas, continuando la ruta de inspección del capitán, cada uno a un lado, los dos moviendo nuestras colas de lado a lado, cada cual con un motivo diferente, claro.

En mi cabeza el único pensamiento era llegar a puerto y conseguir por fin junto a mi familia tener una vida , había decidido que haría cualquier cosa por mis hijas y mi marido.