Nueva Vida 12

Continuación de la historia y unas aclaraciones previas (con vuestro permiso)

Antes de dar paso al capítulo o episodio de hoy, me vais a permitir que haga un pequeña paréntesis para aclarar algunas cosas que he ido leyendo en los comentarios que vais dejado tan amablemente en las distintas partes de mi historia: quiero dejar claro de una vez por todas, que todo absolutamente que os he contado, y los acontecimientos que irán surgiendo, no son productos de la imaginación, si no hecho reales, que ocurrieron o estan ocurriendo. Esta es una historia verídica en su totalidad. Intento hacer un ejercicio de recuerdo incluso para que los dialogos sean los mas parecidos a los que se produjeron. Algunos de vosotros me habeis propuesto en vuestros comentarios que la historia evolucione, incorporando a nuevos personajes o nuevas situaciones. Me refiero a sexo en trio o alguna otra cosa parecida. Sería facil por mi parte complacer al lector. Pero no es el caso, por la razón que he indicado anteriormente. La historia es como es. Paso lo que paso. Y no pienso renunciar, a costa de perder lectores, a fabular sobre algo que no sucedió, que me gustaria que hubiese sucedido o a complacer al público. Lo siento, seguiré contando la historia tal y como es. Por lo menos, hasta que considere que no cuento con vuestro apoyo.

Finalmente, recordar que estos relatos que os participo es un ejercicio de autoexpiación, si la palabra está permitida. Es un diario de un amor verdadero, sin barreras y sin falsas malas conciencias. Por eso tambien, en los primeras entregas, invitaba a las mujeres que se sintieran identificadas, que contactaran conmigo. Alguna lo ha hecho (gracias a Dios) y ha raiz de ese contacto ha surgido una amistad y un compromiso personal que, al menos por mi parte, intentaré cuidar, mantener y procurar que siga creciendo y madurando.

Perdonad por el ladrillo que os acabo de meter, pero creia necesario hacer este inciso. Necesario y obligado. Gracias a todos por vuestro apoyo. Gracias a los que estais ahí y a los que seguireis estando cuando el viento deje de soplar la vela. Continuamos:

Al día siguiente, me desperté al oir el ruido que mi madre estaba haciendo en la cocina. Estaría preparándonos el desayuno. Las madres somos así. Mi madre estaba acostumbrada a preparar grandes desayunos, me refiero a desayunos muy completos. Lo que ella llamaba “almorzar bien”. Típico de gentes de campo.

Me molestó, sinceramente, que me despertaran los ruidos en la cocina. Miré el reloj de la mesilla. Eran las 08.00 de la mañana. Era sábado. Me arremoliné en torno a la almohada, a la que abracé. Hechaba de menos a Paco. Estaría dormido todavía. O a lo mejor, también le había despertado su abuela con el cacharreo que se traía.

Había dormido toda la noche en el lado de mi cama. El lado que ocupaba Paco estaba sin deshacer. Qué tal habría dormido él?. El dedo que me había hecho la noche anterior me había relajado, había permitido que durmiera plácidamente, sin apenas moverme de mi lado de la cama.

Como era imposible volver a conciliar el sueño, me levanté. Estaba desnuda. Fui a coger algo que ponerme, pasando por delante del espejo de la cómoda. Me paré en frente de él. Contemplé mi cuerpo desnudo. Giré mi cuerpo, mirando al espejo, vía parte de la espalda y mi culo. Estas como un tren, Marta, pensé para mí, aunque algun kilillo no estaría mal que perdieras, me autocontesté intreiormente.

Después de ponerme algo encima, salí y fui hacia la cocina donde encontré a mi madre en plena faena. Tenía la cocina patas arriba. Normal al no conocer donde se guardaban las cosas. Le di un beso y los buenos días.

–                    me estoy volviendo loca para buscar las cosas

–                    es que no se por qué tienes que estar haciendo nada

–                    sabes que madrugo mucho, Marta, y no puedo estar en la cama despierta... además, cada vez noto más cuando no duermo mi cama

–                    pero has descansado?, que el día de hoy va a ser largo...

–                    si, hija, he descansado bien

Estuve ayudando a mi madre a terminar de preparar el desayuno. Estaba haciendo pan frito. A mi padre el pan frito, migado con el café, le gustaba mucho. Mi madre pensaba a que a los demás tambien. Yo no sé si era una forma de rendir homenaje a su marido o qué, pero siempre nos ponía pan frito para desayunar, con su correspondiente café, naturalmente.

–                    voy a ir a despertar a Paco (dije a mi madre) y así desayunamos juntos

–                    dejale que duerma, Marta, si es mucho pronto para el

–                    no... seguro que le gustará desayunar con nosotras

Realmente lo que quería era estar un rato con mi hijo. Sabía que no podía hacer nada, no debía. Pero quería estar con él, darle los buenos días, como cada día, en la intimidad, sin la presencia de mi madres, que hubiera sido de una forma fría y aseptica.

Fui hacia la habitación de mi hijo. La puerta estaba cerrada, tal y como la dejó la noche anteior. Abrí con cuidado. La habitación estaba oscura. Olía a sueño. Es un olor característico para mi. Cuando abres una puerta donde ha estado durmiendo alguien y no se ha ventilado. Yo lo llamo así: olor a sueño. Fui hacia su ventana y levanté ligeramente la persiana, lo suficiente para dejar pasar la luz. Mi hijo dormía boca abajo. Le veía la espalda desnuda. Pasé mi mano en una caricia sobre su espalda. Cómo me gustaba sentir su piel. Le llamé despacito. El comenzó a despertarse. Se dio la vuelta. Su torso desnudo quedó ante mí. No tenía vello. Acaricié su pecho con mi mano dulcemente, todo lo más dulcemente que pude. Me encanta tocar el pecho de mi hijo.

–                    buenos dias, cariño

–                    buenos días

–                    qué tal has dormido?

–                    solo

Me gustó que me dijera de la forma que lo hizo ese “solo”. Era decirme “te he hechado mucho de menos, me hubiera gustado dormir contigo como todas las noches”. Me acerqué  a el y le di un pequeño beso en los labios. El cogió mi nuca y atrajo mi cara hacia la suya. El piquito se convirtió en un morreo autentico. Nos comimos la boca. Por encima de la colcha y sábana que le tapaban, pase mi mano y toqué su paquete. Estaba empalmado. No era la típica erección matinal de los hombres. Paco estaba empalmado.

–                    cariño, tranquilo... que está la abuela en la cocina

El seguía devorandome la boca, ajeno a lo que yo le decía. Yo tampoco era de piedra y comenzaba a gustarme ese morreo matinal. Seguía tocándole el rabo por encima de la ropa de cama. No podía estar mas duro y apetecible.

–                    te hiciste una paja anoche?

–                    si... y tú?

–                    tambien

–                    joder, Marta, es que lo podiamos a ver hecho...con cuidado y sin hacer ruido, pero lo podiamos haber hecho...

Ahora era yo quien le comía su lengua con ganas, con impetu. El me tocaba como podía mis tetas, que empezaban a reaccionar de forma efectiva. Los pezones se empezaban a poner duros y sensibles, la electricidad empezaba a llegar a mi chocho que notaba algo humedo. Empezaba a soltar leves gemidos mientras besaba a mi hijo y tocaba su polla a punto de caramelo.

–                    espera, espera....

–                    otra vez no, Marta

–                    espera.... voy a la cocina y ahora vuelvo

Me dirigí a la cocina donde seguía mi madre, terminado de preparar el pan frito.

–                    se levanta ese niño o qué?

–                    si, es que no sabe que ropa ponerse

–                    desde luego....

–                    voy a ayudarle a elegir algo, mamá, que si no este es capaz de estar mirando ropa todo el día

–                    venga daros prisa que el pan se enfría

Volvía a la habitación de Paco, seguía en la misma posición que le había dejando. Boca arriba con los brazos entrelazados por su nuca. Cerré la puerta. En mis casas, como supongo en la mayoría, las puertas no tienen pestillos. Era un riesgo. Importante, por otro lado. Acerqué la mesilla de noche de Paco a la puerta, de modo que si mi madre por alguna razón quisiera entrar la puerta no se abriera de golpe.

Paco me miraba en silencio. Yo me acerqué a el. Me senté en la cama. Volví a tocar su paquete que había perdido algo de consistencia pero que aun se encontraba en condiciones. Le besé en la boca.

–                    no tenemos mucho tiempo (le dije)

Paco me respondió con un beso profundo y húmedo, largo y excitante. Su polla volvía a estar como antes. Poderosa y caliente. Descorrí la colcha junto a la sábana, tiré hacia abajo de su slip. Allí apareció aquel tronco marcando las venas. Me tiré a él, como enloquecida. Me metí su arnés en la boca y succioné. Me gusta meterme la polla de mi hijo en la boca y sentir toda su rigidez. Lamía su polla con behemencia, concentrándome en donde ponía o pasaba mi lengua. Paco me sujetaba la cabeza. Con mi otra mano iba de sus huevos a su culo. Eso le gusta mucho a Paco. Intentaba meter un dedo en su agujero. El incorporaba su cintura. No era dolor. Era puro gusto. Yo mantenía mi boca ocupada en una mamada que, esta mal decirlo, estaba resultando apoteosica.

Desde el fondo de la casa, desde la cocina, la voz de mi madre rompió aquel momento.

–                    venid a desayunar ya, luego seguís, que esto se enfría

Paco que por aquella epoca no era muy dado a las palabras mal sonantes, a diferencia de otros chicos de su edad, no pudo evitar soltar

–                    me cago en la puta

–                    venga, vamos, que la abuela es capaz de presentarse aquí

–                    pues que venga, joder (me dijo con toda la rabia que pudo) mira como tengo la polla

–                    ya lo sé, mi vida, y casi que siento haberte hecho esto, te he puesto peor

–                    y una mierda...me has puesto de puta madre...

–                    gracias por lo que me toca, cielo

–                    que no, joder, que lo que quiero decir....

–                    sé lo que quieres decir, anda vamos a desayunar antes que venga la abuela

Salí primero yo de la habitación, recomponiendome no sé muy bien que porque todo había sido para Paco. El ni siquiera me había tocado, a penas un sobeteo en las tetas y unos tocamientos a mis pezones. Cuando entré en la cocina, mi madre ya estaba sentada. Movia con una cucharilla el vaso de café con leche que se había servido.

–                    pero bueno, viene ese niño o no

–                    que si, mamá, que ahora viene

–                    les consentís mucho a vuestros hijos, Marta

Yo tambien me sente en la mesa y al poco apareció Paco. Lo primero que hice fue fijarme en su paquete, a ver en que condiciones llegaba. No se vislumbraba ningun signo de excitación. Solo hubiera faltado que mi niño apereciera empalmado en la cocina y que su abuela se hubiese dado cuenta del pedazo pollon que tenia su nieto.

Paco dio los buenos días y un beso a mi madre y se sentó en la mesa con nosotros. Me parecía que le había desaparecido su cabreo, incluso le noté parlanchín. Pregunto a mi madre que tal había pasado la noche y se comporto como un hijo y un nieto atento, cordial, afable y cariñoso. Mi hijo tenía una vena de actor de mucho preocupar. Eso me daba tranquilidad. Me dejaba ver que podía confiar plenamente en que por su parte, y hasta donde pudiera evitarlo, que era mucho, por lo que veía, jamás nadie sabria nada de lo nuestro. Me daba tranquilidad y me quitaba un peso de encima. Paco cumplía su parte del pacto.

Cuando casi estabamos terminando de desayunar, mi madre hizo un comentario que hizo que Paco y yo nos mirásemos con ojos cómplices y supongo que pecaminosos

–                    ahora, mientras os duchais y os arreglais (dijo dirigiendose a mi), voy a bajar a la mercería a comprarme unas medias, que no me gustan las que traigo

–                    mamá, aquí no hay mercerías

–                    como que no?

–                    pues no, había una pero la cerraron hace tiempo

–                    y donde puedo comprarme unas medias?

Informé a mi madre donde podría adquirir las medias que queria.

–                    Bueno, pues eso, mientras os duchais y os arreglais voy a comprar las medias

–                    a ver si te vas a perder

–                    desde luego, Marta, te crees que soy tonta...

Paco habilmente intervino en la conversación que estabamos manteniendo mi madre y yo. Hizo de nieto adorable y comprensivo

–                    que no se pierde, mamá, ademas si no tiene perdida abuela, cuando salgas a la calle sin dejar la acera sigues todo de frente, te vas a encontrar con la tienda, no tiene perdida

–                    si ya lo sé, hijo, es que tu madre se cree que soy medio boba

Terminados de desayunar, mi madre entro en el baño y después se fue a su habitacion de la que salio vestida para irse a la calle a comprar las medias. Nos dijo que no tardaría y que fueramos arreglándonos. Seguramente no habría llegado a la puerta del ascensor cuando Paco y yo, en la cocina estábamos comiendonos la boca. Ahora si me tocaba abiertamente. Sin disimulos. Me tenía encajonada contra la puerta del frigorífico que nota frío. Me daba igual. Yo le tocaba a él. Paco me besaba con un vigor y un deseo exagerado. No paraba de comerme la boca, el cuelo. De sobarme las tetas que agarraba con fuerza, de pasarme su mano hasta encajarla en mi coño caliente ya de necesidad.

–                    vamos a follar, Marta

–                    aquí no, cielo

–                    donde sea, estoy que me salgo

A mi las palabras de mi hijo, dichas así, me ponían todavía mas berraca, fuera de control. Mis ansias eran descomunales.

–                    ven, vamos...

Le cogí de la mano y nos fuimos al cuarto de baño, que sí tenía pestillo. Entramos y cerre totalmente. Me bajé los pantalones del chandal, esperando ansiosa la llegada de la polla de Paco. Me apoyé en el lavabo y me puse en posición para recibir el mastil de mi hijo que se había quitado todo de cintura para abajo.

Cogió su polla con la mano y lo apuntó hacia mi coño. No tuvo ninguna dificultad en entrar. Al notarlo, las carnes se me abrieron de felicidad

–                    follame, mi vida.... follame como tu sabes...

Paco empezó a moverse de forma convulsa. Estaba muy excitado, tal vez demasiado excitado. Con unos cuantos golpes, solo con unos pocos, me advirtió de su corrida. Yo le dije que esperara un poco pero el y sus movimientos raudos estaban decididos a terminar, o es que no podían aguantar mas. Noté su chorro. Me quemaba el chocho, pero me volvía mas loca todavía. Mi hijo se había corrido abundantemente como siempre y yo me encontraba en un estado de sobreexcitación que necesitaba calmar.

Paco, agotado, se sento en la taza del water. Yo me incorporé y me apoyé contra la pared. Mi hijo me miraba. Con mi mano empecé a tocarme con desesperación. Me estaba haciendo una paja enfrente de mi hijo, que no me quitaba ojo de encima.

–                    lo siento, Marta

–                    no pasa nada, cariño.... no pasa nada

Todavía me ponia mas cachonda viendo como mi hijo no apartaba su mirada de mi, mientras yo continuaba mas acelaradamente mi masturbación. Note llegar el orgasmo. Iba a ser explosivo. Se lo hice saber

–                    Paco...me voy a correr...me voy a correr...me...corroooo

Entonces el se levantó de donde estaba sentado y se acercó hasta mi. Me abrazo y me besó. Besos suaves y dulces. Los besos que toda mujer necesitamos nada más corrernos. Así es mi hijo. Por eso le quiero tanto.

Cuando se me pasó el efecto del orgasmo, volví a la tierra y a la situación actual, que no era otra que en cualquier momento volvería su abuela de sus compras. Se suponía que deberíamos estar duchandonos, arreglandonos. Ademas tenía las camas sin hacer, los platos y vasos del desayuno sin  lavar. A ver que le decía yo a mi madre si volvía y se encontraba todo tal cual ella lo había dejado. Me sentía como una adolescente que aprovecha la ausencia de sus padres para tirarse al novio o darse un buen magreo.

Apresuré a Paco para ya que estabamos allí se metiera en la ducha y fuera avanzando.

–                    metete conmigo

–                    venga, no seas niño... y date prisa que en cualquier momento aparece la abuela

–                    que no sea niño, dices..

Paco se agarró su paquete como recordandome que para algunas cosas hacia tiempo que había dejado de serlo. Me pareció un gesto grosero, de mal gusto, y se lo hice saber. Corrió a pedirme disculpas y me dio unos cuantos besos en la mejilla.

–                    date prisa, anda

Le dejé metiendose en la ducha. Al poco oir el agua correr. Yo me puse hacer primero mi cama y luego la de Paco. Estaba fregando los vasos y los platos del desayuno cuando sonó el timbre del telefonillo. Mi madre volvía de comprar las medias.

CONTINUARA....