Nueva prueba en la academia

Continuo en la academia y pongo a prueba mis habilidades.

Continuo en la academia, en mi proceso de feminización. La verdad es que los primeros meses se volvieron un tanto rutinarios. Comidas, desayunos y cenas ligeras, mucho gimnasio, y las hormonas. Lo cierto es que mi cuerpo estaba cambiando bastante, sentía los pezones mucho más sensibles, mi piel si hizo como más delgada, mis caderas sentí que se ensanchaban un poco. Y con la dieta estricta me abdomen empezó a ser más plano, y el gimnasio mis piernas y brazos más definidos y mi culito más levantado.

También en este periodo tuve algo de tiempo de conoces a algunos de las chicas de la academia. Aunque la verdad no mucho, contantemente éramos vigilados y teóricamente no debíamos hablar entre nosotras, pero nos las arreglábamos para hacerlo.

Justin era el chico rubio de ojos azules, era muy bonito, delgado, cuerpo rico. Pero extrañamente era muy inocente, es decir, claro que sabía para que estábamos y aceptaba todo lo que implicaba, pero al mismo tiempo seguía soñando con príncipes azules y amor.

Roberto era una chica exótica de piel muy negra, como el ébano. Pero era hermosa, también tenía un cuerpo lindo delgado, pero era la más alta de todas, sus piernas y brazos eran delgados y esbeltos. Tenía el cabello sumamente rizado, pero lo usaba muy corto, extrañamente no lo hacía parecer chico, sino que acentuaba más sus rasgos delicados y femeninos. Era risueña, pero también creo que era la más inteligente de todas.

Andrés era una chica blanca, de pelo negro, era la más voluptosa de todas. Quizá en algún momento fue gordita pero con el trabajo de gym y la dieta había perdido kilos, pero aun así era las carnuda de todas. También era la más simple, siempre estaba riéndose y era la más sexual.

Yo como dije, soy también blanco, pelo negro, delgado. El tratamiento hormonal iba sacándome caderitas y unos pechitos de apenas una niña pequeña. También he notado que mis erecciones siento que son más pequeñas y como menos firme y mi espera diferente. Hay como una regla no escrita de no mastúrbanos, pero pues también nos las arreglamos.

Como les dije, fueron varios meses de puro gimnasio, comida, y hormonas. Pero una mañana de viernes, nos levantamos, todo fue normal, me puse ropa para el gimnasio, porque regularmente después de almorzar íbamos al gimnasio. Pero ese día, nos detuvieron en la puerta del comedor y nos llevaron a uno de los salones. Ahí nos esperaba el sr. Mendoza. (Olvidé hablar de él. El sr. Mendoza era lo más parecido a un director que tenía la academia, en realidad, poco se nos seguía hablando de la estructura de la academia y solo podíamos ir adivinando o interpretando las posiciones de cada uno de los maestros, nutriólogos, instructores escoltas. El sr. Mendoza era un tipo delgado, no muy alto, pero siempre vestía de manera impecable y sus modos y maneras, lo hacían ver como una persona sumamente estricta. Eso hacía que ninguna de nosotras estuviera relajada en su presencia y que cualquier dicho u orden de él su cumpliera a la brevedad).

—Bueno estudiantes hoy va a ser un día diferente. Hoy vamos tener una prueba de campo—. Guardo un instante silencio como para ver cuál era el efecto en nosotras. Nadie dijo nada. —Lo que vamos a ver hoy, son sus habilidades de seducción y sus habilidades para hacerse de objetos. Todas se van a vestir con la ropa que les vamos a entregar, todos los atuendos serán iguales, no irán maquilladas, y no tendrán un peso en la bolsa. Las vamos a ir a dejar a un centro comercial relativamente cercano de aquí. Ustedes deberán de hacerse con ropa, maquillaje y otros objetos de placer que deseen. No hay método establecido para hacerlo. Deben llegar aquí a la academia a más tardar a las 5 pm y contaremos el número de objetos y su valor para determinar su desempeño en la prueba.

—¿Cómo llegaremos aquí? — Preguntó Roberto, que se hacía llamar Nancy (y que a partir de ahora así la llamaré). —Ustedes deben buscar el medio de llegar aquí. Junto a sus ropas les daremos un pequeño mapa desde el centro comercial a la escuela, úsenlo de la manera que más consideren útil y consigan llegar antes de las 5 pm. ¿Alguna duda más? Creo que varias teníamos dudas, pero no dijimos nada, así nos aterraba el señor Mendoza.

—Bueno aquí están sus ropas, por favor las que están maquilladas, desmaquíllense, tienen 20 minutos para estar listas.

Todas nos apresuramos, tomamos las ropas y nos fuimos a nuestras habitaciones. La ropa resulto ser un conjunto de pants grises, con sudadera del mismo tono y una camisa interior blanca, nada más, una liga para el pelo y unos tenis blancos bastante baratos.

Salimos y nos condujeron al amplio lobby de la escuela. Ahí ya estaba Nancy, la chica de color, lo primero que me llamó la atención es que se había acomodado el pants, de tal manera que se le notaba un abultado miembro, y entendí (que tonta) que, si bien no podíamos usar ropa personalizada, podamos darle uso diverso a la ropa que nos dieron. Luego llegó Andrés, Andrea, la chica más carnudita y el pants se le ajustaba muy bien a las caderas y en la parte de arriba. Finalmente llegó Justin, que había pedido que le llamáramos Jenny, y al igual que yo no había hecho nada especial con su ropa. Pero sus hermosos ojos azules resaltaban donde quiera que estuviera.

Cuando estuvimos todas completas nos llevaron a una camioneta blanca, y nos fuimos al centro comercial. En el camino yo estaba pensando que hacer con mi ropa y que estrategia jugar. Me vino a la mente la situación que ya había vivido con mi tío. Podría jugar esa carta, la de la chica desvalida, ¿era posible que alguien quisiera apoyar a una niña que no tiene nada? Me pareció que era mi mejor opción y decidí que esa sería mi estrategia. Suponía que Nancy iba a jugar otra estrategia, mientras le seguía viendo el miembro a través del pantalón, en serio que era enorme. Y posiblemente Andrea también jugara otra estrategia, y no sé qué haría Jenny.

Cuando nos dejaron en el estacionamiento Andrea, Jenny y yo entramos por la misma puerta, Nancy ni siquiera vi para donde se fue, antes de que me diera cuenta se había separado de nosotras y se había ido por otra parte.

—¿Qué van a hacer? — Les pregunté, a Jenny y Andrea. —No digo —, dijo Andrea mientras se alejaba. Miré a Jenny que me miró creo que con ojos tan perdidos como los míos. —No sé —, dijo. —¿Tú? — —Tampoco estoy muy segura —. Le contesté. —La verdad creo que me voy a hacer algo así como la chica desamparada a ver si consigo algo así. Si pasan las horas y nada, pensaré otra cosa.

Jenny no dijo nada, pero yo pensé que no podía perder tiempo y me alejé de ella dejándola ahí, de pie en medio de un pasillo. Lo primero que tengo que hacer me dije, es conocer el centro comercial y ver qué tipo de gente hay. La verdad era viernes por la mañana, y casi todos los locales estaban cerrados y la plaza más bien lucía vacía. Esto iba a ser difícil, al menos a esta hora, quizá con el paso del tiempo, la plaza se iría llenando y las cosas cambien un poco.

Luego de recorrer todo el centro comercial, en realidad solo vi un candidato. Un hombre que parecía un ejecutivo, algo maduro, de unos 45 años. Se me hacía extraño que un hombre de ese porte estuviera en viernes en una plaza comercial, pero en realidad no tenía mucho de donde elegir, así que me senté en la siguiente banca junto al ejecutivo e intenté poner mi mejor cara de preocupación. Sin embargo, pasaron cerca de quince minutos y el hombre estaba absorto entre su celular y unos papeles que guardaba en el maletín, así que luego de ver que no había mucho futuro ahí me levante. Mientras esperaba que Don Ejecutivo me hablará, cosa que nunca hizo, vi que enfrente de mí se abrió un local de ropa de chica. Era el tipo de ropa estridente de colores chillantes y barata, pero pues no había mucho que hacer así que me levanté y entré a la tienda, y me puse a ver algunas blusas. Una chica se me acercó y me preguntó si buscaba algo, le dije que solo miraba y se alejó al darse cuenta que no era una cliente sino solo una mirona. Estuve viendo un par de blusas bonitas y unos shorts, pero pues decidí que debía dar otra vuelta en busca de un mejor prospecto que Don Ejecutivo.

Mientras salía una voz de hombre me dijo: —¿No encontraste nada que te guste? — Me giré con cierta sorpresa y vi un hombre maduro, supuse que más o menos de la misma edad que mi tío, pero menos en forma, con una incipiente calvicie un mucho más velludo. —No, no es eso —. Dije, de inmediato que salieron esas palabras me di cuenta que podía jugar el rol que tenía preparada con él, no estaba seguro como iba a salir, pero lo intentaría. —¿Entonces? — Fingí dudar un segundo. —Pues nada, no sé. Es ropa muy bonita —. Dije al fin. —¿No tienes dinero? —Preguntó. No respondí de inmediato. —Te estuve viendo desde hace rato, vi que mirabas al tipo de traje, pero nunca se dio cuenta que estabas ahí —. Lo dijo con una media sonrisa, pero no burlándose, sino más divertido de darse cuenta que él se había dado cuenta de toda la situación sin que yo me diera cuenta. Y es exactamente lo que había pasado, yo había estado tan pendiente de Don Ejecutivo que no noté que había alguien mirándome. La verdad me apenó un poco, quizá pensó que era una puta o una interesa (lo cual no estaba tan lejos de la verdad) y supongo que me sonrojé. Eso sí provocó una sonrisa amplia en su boca. —Pero no te avergüences, no pasa nada. Entonces ¿tienes dinero o no tienes dinero? — Preguntó a boca jarro. Solo hice gesto de negación con la cabeza. —Ok —, dijo él. —Y ¿hay alguna ropa que te gusté? — Solo hice el gesto de asentimiento está vez.

—A ver enséñame — dijo. Yo en realidad no estaba seguro de que la ropa me gustará, y no había visto una prenda especifica que me llamará la atención, así que camine primero al área de las blusas. Ahí busqué algo que más o menos me gustará, pero creo que tarde un poco porque dijo: —¿No habías visto ya la ropa? — —Pues sí, pero la vi sin pensar en tenerla, ahora si hay la posibilidad de tenerla tengo que pensarlo mejor—. Él me miró entrecerrando los ojos: —¿Y quién te dijo que podrías tener esa ropa? — Yo me avergoncé aún más, ciertamente no me había dicho nada de eso, yo lo supuse, y estaba mal, solo agaché la mirada, sin saber bien que hacer, la verdad, me dieron ganas de llorar y empecé a valorar irme. Pero antes de que me moviera, el hombre se rio otra vez: —No te creas, es un chiste, claro que te las vas a llevar —. La risa y la situación no hicieron que se me quitaran las ganas de llorar. —¡Qué malo eres! —Le dije y en realidad lo sentía. Y no sé si me había metido muy bien en el rol de chica desvalida o de verdad me había lastimado lo que estaba pasando, pero no pude evitar llorar. Me llevé las manos a la cara y un par de lágrimas salieron. —Ya discúlpame —, dijo el hombre. Yo no podía hablar y el hombre puso un de sus manos sobre mis hombros, creo que intentando consolarme y en ese momento yo me derrumbé. No sé qué me pasó, pero empecé a llorar como magdalena, y me pegué a su pecho.

—¿Qué pasa, que pasa? —Preguntó él alarmado. Yo hice un esfuerzo y tras unos quince segundos de llanto logré controlarme un poco. Al alejarme vi su rostro en shock y ahora fue a mí a la que me dio risa. —Perdón, tú cara. Perón no sé qué me pasa. Debes pensar que estoy loca. — Dije mientras me sorbía los mocos y me limpiaba las lágrimas de las mejillas. —Eres muy amable, pero creo que es mejor que me vaya y me calme un poco —. De verdad lo pensaba, ya no estaba actuando.

—No, no, ¿Cómo te vas a ir? Imposible. O déjame acompañarte —. Su voz sonaba auténticamente preocupada, y no supe que responder, mi primer instinto fue negarme, pero luego recordé que no estaba de vacaciones, estaba en medio de una prueba. Aun así, las palabras no salieron de mí, solo me quedé ahí sin irme. —¿Entonces te quedas? — Asentí con la cabeza. —¿Quieres ver la ropa? — Negué con la cabeza. —¿Qué quieres hacer? — preguntó. —Quiero caminar.

No dudó un segundo. —Rosy —, le habló a la chica que se me había acercado al entrar a la tienda, yo la había olvidado por completo, pero supongo que fue testigo de toda la escena. —Cúbreme por favor, llegó en un ratito —. La chica no dijo nada, pero se colocó detrás de la caja. —Vamos — me dijo el hombre. Me toco gentilmente de la cintura para invitarme a que saliera.

¿Ahora qué hacer? En realidad, no sabía, pero estaba más tranquila, creo que este hombre me va a ayudar, al menos con algunas cosas. —Bueno, mira yo soy Eduardo, soy dueño de ese local donde estabas, tengo algunos otros —, soltó una risita. —En realidad, nunca me quedó en los locales, pero hoy te vi y me dio curiosidad que andabas haciendo y todo se dio para que aquí estemos platicando. ¿Cómo ves? —

—La verdad no sé qué decirte —. —Ok, puedes empezar diciéndome tu nombre, edad y como llegaste aquí —. —Soy Luna, tengo 19 años y llegué aquí porque me trajeron de una escuela que está aquí cerca —.        Él se quedó pensando. —¿Qué escuela? — —Es un internado, en realidad no sé muy bien cómo llegar, por eso me dieron un mapa —. —Ok, bueno ya no te interrogó más, ¿qué quieres hacer? — Yo me había calmado bastante. Y creo que ya podía hablar con soltura. —¿Podemos ir a ver ropa? — Él sonrió: —Claro, ¿quieres que vayamos a mi local? — Yo ni dije nada. —¿No te gustó mi ropa? ——Es bonita, pero no es mi estilo, creo que a otras chicas les quedaría general —. Él se rio de forma socarrona. —Ok, ¿Cuál es tu estilo? — Me quedé pensando, en realidad no lo sabía. —Mmm, vamos a ver —. Lo tomé de la mano y me puse a guiarlo por los pasillos mirando los locales. Entramos a varios, y vi diversa ropa, alguna era elegante pero no se me hizo muy mi estilo. Al final, encontré una especie de sudadera de la marca Pepsi, que me quedaba arriba del ombligo, una falda negra, y unas calcetas que me quedaban justo arriba de las rodillas.

Me las probé, pero Eduardo me pidió que no me vistiera hasta que fuéramos otra vez a su local. Y así lo hice. Cuando estaba todo, nos fuimos a su local y al entrar le dijo a Rosy que se fuera a comer. En ese momento yo me acordé que en realidad no había comida nada desde el día anterior. Rosy salió del local lanzándome una mirada extraña, en ese momento no supe bien que significaba. Pero creo que fue la misma mirada que vi en la vecina de mi tío. Es la mirada “Eres una zorra” yo sé que eres una zorra, tú sabes que eres una zorra, todo el mundo y Eduardo saben que eres una zorra y Eduardo me está corriendo para cobrarte cualquier cosa que te haya comprado. Todo eso me dijo en una mirada que apenas duro un segundo.

—Bueno ahora sí, vamos a probarte eso —. Me dijo, y tomándome nuevamente de la cintura me guío hasta el fondo del local. Yo de inmediato me puse un poco nerviosa, bueno iba tener que mamar un poco de verga. —¿Vas a cerrar la puerta del frente? — Le pregunté. —Es cierto, que lista. —Miré el techo con los ojos, por andar de cachondo lo iban a robar. Pero algo que me inquietaba más que la mamada era que no estaba cien por ciento segura de que él supiera el tipo de chica que yo era. No me había hecho ningún comentario al respecto. Yo seguí caminado hacía la parte de atrás del local, esperaba que en el peor de los casos él solo se negara al sexo y me dejará ir con la ropa, pero sabía que se ponía poner muy feo.

Mientras llegaba al fondo, él me alcanzó y abrió una puerta a mi derecha que no había notado. —Pasa —, dijo. Así lo hizo. Era un cuarto un tanto oscuro, pero el prendió la luz y era una especie de almacén. Él tomo una silla y la colocó cerca de la pared y me dijo —Cámbiate, quiero verte.  Yo me quedé un poco dudando. —No dudes, sé que no eres una chica como otras. No es que seas fea, ni mucho menos, pero yo me gano la vida viendo la ropa de las mujeres, obviamente sé cómo les quedan y como no. Obviamente ya empezaste algún tipo de tratamiento porque tienes algo de caderas, pero no es cien por ciento como una chica de tu edad.

Me encantó que él siempre va dos pasos delante de mí, pero no me lo restriega, ni es malo, solo dice las cosas como son. Entonces ya más tranquila empiezo a quitarme la ropa. Empecé a hacerlo más despacio y a bailarle a él. Me quite la sudadera, y me acerque, mis incipientes pechitos se reflejaban tenuemente en la camisa banca interior. Él por primera vez, me tocó con lujuría, metió su una de sus manos debajo de mi camisa, pero fue a la espalda. Yo tomé su otra mano y la lleve sobre mi ropa hasta mi pecho. —Apriétame el pezón —. Le pedí, y él así lo hizo. Una corriente de excitación recorrió todo mi cuerpo. Me senté sobre piernas, quería sentir su verga a través de mi pants y de su ropa, pero no sentía nada. De todas maneras, lo besé con devoción. Nos besamos por un minuto o dos, pero yo quería más, así que levanté nuevamente y empecé a bajarle el pantalón.

Lo cierto es que cuando me baje de él y toque su entre pierna no sentía nada. No lo miré porque imaginé que sentiría vergüenza, y abrí su pantalón como si deseará genuinamente saber que había pero la verdad es que después de no sentir me daba más miedo o asco saber que había debajo. Aun así, lo abrí y vi una ropa interior de abuelo blanca y como trusa aun así intenté aparentar entusiasmo. Empecé a frotar el área de la trusa y entonces si sentía algo, pero la verdad era una micro madre, e hice todo el esfuerzo posible por mantener una cara de entusiasmo o al menos una póker face, “aquí no está pasando nada, todos los penes son minúsculos”. Baje la trusa y era algo increíble, la verdad no pensé que pudiera haber penes tan pequeños. Era una uña, algo inmamable e incogible. Pero no podía parar, él se había portado bien conmigo, ahora me tocaba a mí. Lo tomé entre mis dedos, he intenté masturbarlo, y besarlo. Pero luego de un par de segundos de estar besando, él me dijo: —Gracias, valoró tu esfuerzo, pero no hay nada que puedas hacer, esa madre es inútil —. Yo lo miré insegura de que hacer a continuación. Pero él me tomó de la mano y me jaló como para levántame. Así lo hice y luego él empezó a bajarme el pantalón. Yo lo dejé y mi pene apenas comenzaba a erectárse, pero como dije, mis erecciones eran más pequeñas y menos firmes. Pero él se llevó mi pene a la boca y empezó a mamar. —Que rico amor —. Le dije y él verdaderamente la mamaba rico. Iba hasta el fondo y luego volvía, me empezó a llenar de baba la verga, al principio pensé que era por su forma de mamar, pero luego sentí que lo hacía deliberadamente. O sea que a él le gustaba dejar un cochinal y estaba bien, a mí no me molestaba la verdad.

Empecé a experimentar un placer inmenso, y sujeté la cabeza y le dije: —Ya me voy a venir —. Pero él se alejó y dijo no. —¿Qué? — Destruyó uno de los orgasmos que creo hubiese sido de lo más intenso de mi vida. —Quiero que te venas en mi culo —. Me decepcioné, no lo niego, pero bueno no podía contradecirlo. Él apoyó sus rodillas contra el suelo y solo dejó su torso reposando en lo que sería el asiento de la silla. Yo me hinqué detrás de él y empecé a comerle el culo. Acariciaba con cuidado sus huevos y su pequeñito pene, su panza, sus muslos, mientras con mi lengua acariciaba su ano, y mordía un poco sus nalgas alrededor del culo. Ya que sentí que estaba más o menos lubricado me levanté y coloqué la cabeza de mi pene sobre la entrada de su culito. Él no dijo nada así que despacito fui metiendo mi pene. Vi como la cabeza desaparecía en su interior, el placer que sentía era diferente, no era igual al de una vagina, creo que era más apretado, pero diferente, faltaba la lubricación. Pero al mirar a Eduardo, el placer volvió, su cara era una mezcla de dolor y placer, sus ojos entre cerrados, su boca a media abrir, su respiración intensa. Empecé a bomberlo con más fuerza. Me dieron unas ganas intensas de besarlo, me acerqué a él, pero por la posición, su boca quedaba muy lejos de la mía, así que lo jalé. Él que no había visto que me acercaba me correspondió el beso en cuanto notó que yo lo buscaba. El beso me puso mil, empecé a bombear más rápido mientras nos besábamos. Intenté controlarme, extender todo lo posible la eyaculación, pero no podía apretaba muy bien. Le dije: —Me voy a venir —. Intenté salirme, pero en ese mismo momento él me abrazó con sus piernas. Quedé atrapado, no quería que me saliera, seguí bombeando hasta que exploté dentro de él. —Ufff que placer —. Saqué lentamente mi pequeño miembro que ya empezaba a ponerse flácido. Así que lo saqué y me recosté un segundo sobre su espalda. Hubiera podido estar un buen rato recargado sobre su espalda, pero él de pronto se levantó y me dijo que me vistiera con la nueva ropa. Así lo hice, acabe de desnudarme, y empecé a vestirme empezando por las calcetas largas. Yo me había dado cuenta que faltaba la ropa interior, pero la verdad me daba un poco de pena pedirle más.

Aun así el detectó el problema de inmediato. Se levantó brevemente y tomó, dos bolsitas de celofán que estaban sobre una caja o una mesa, no lo recuerdo bien. El caso es que me las mostró, eran conjuntos de panty y sostén en los colores estridentes que la tienda tenía por todos lados, uno era rosa fosforescente y el otro amarillo fosforescente.

Tomé el rosa y me lo coloqué, la tela se sentía muy bien, en mi trasero y el frente. Me puse luego el sostén rosa también y sobre él, la sudadera de Pepsi, luego la falda negra plisada y al final las calcetas. —¿Qué tal? — Le dije una vez que terminé de vestirme. —Perfecto —, me dijo él mientras terminaba de acomodarse la camisa en el pantalón. —Te faltan 3 cosas, creo —. Yo lo miré con cara de, no falta nada, todo está perfecto. —Mira te falta maquillaje, te faltan aretes y te falta comer —. Tenía razón, así que él se levantó y yo lo seguí, la verdad estaba algo cansada, pero apenas eran las 2 de la tarde, y ya empezaba a tener mucha hambre, así que tenía razón en lo de la comida.

—Si vamos primero a comer —. Le pregunté. —No prefiero terminar todo y luego ya relajarme un rato —. —Está bien —. Fuimos rápido a una pequeña joyería, y casi entrando había unos aretes enormes, eran como círculos, pero muy grandes, y de inmediato me enamoré de ellos. Él me dijo: —¿Viste algo que te gustará? — Y de inmediato le contesté —Esos —. De hecho, no eran tan caros, así que no me sentí muy mal. Luego salimos nuevamente a la plaza comercial y nos paramos frente a un expendio de maquillaje, donde un chico de modales afeminados empezó a maquillarme. Yo en este momento ya estaba muerta de hambre, así que no intervine mucho en lo que hizo el muchacho y cuando Eduardo estuvo satisfecho, yo también.

—¿Ya podemos ir a comer? Tengo un chorro de hambre —. —¿Qué quieres? — —Lo que sea, pero que no tarde mucho —. Luego recordé mi dieta y que en realidad si había ayudado mucho a generar un bonito cuerpo y no quería arruinarlo. —Mejor, vamos a ver —. En realidad, no había nada que me pareciera bueno para comer, y lo mejorcito era un local donde vendían pollo con arroz. Así que pedí eso, pero solo me comí el pollo y el arroz no. Terminamos de comer como a las 2 de la tarde. Y le pedí un último favor, saqué la dirección de la universidad, me puedes llevar allá. Él hombre miró la dirección un par de veces y luego dijo: —Sí, ¿ahí es la escuela? — —Sí —, le dije. —¿Te puedo visitar o me puedes hablar? O ¿sales seguido? — —En realidad nada de eso, corazón. No creo que me puedas visitar, no tengo acceso a teléfonos allá. Es un internado un tanto estricto y no sé cuándo pueda salir —. —Entiendo —, dijo él, pero yo dudé que realmente lo entendiera, pero no dije nada.

El carro de Eduardo resultó ser un pequeño auto, de reciente modelo, pero muy sencillo, nada ostentoso. Mientras me subía recordé por primera vez a mis compañeros, y de inmediato Jenny fue la que me preocupó, de alguna manera no la vi a la altura de la tarea. Intenté borrar esa idea de mi cabeza, y pensar que era posible que ella haya sido la que se desempeñó mejor. En el camino Eduardo empezó a agradecerme por el día y a preguntar si había disfrutado y estado cómoda. Le dije que sí, y que no tenía nada que agradecer, que antes yo debía agradecerle por todo lo que había hecho.

Llegamos pronto y Eduardo se impresionó con las instalaciones y con el hecho de que no conocía nada de este lugar. Avanzó hasta la reja, ahí lo dejaron pasar y me llevó hasta la recepción, ahí se detuvo. Yo le di un beso en la mejilla y me bajé, del carro. Le prometí que si me dejaban salir o hablar por teléfono a él sería al primero al que contactaría.

Al entrar, el señor Mendoza me estaba esperando. —Todas las prendas que hayas adquirido en el día ponlas sobre la mesa —. Me desnudé conforme lo solicitaba el señor Mendoza, puse los aretes también sobre la ropa y me pare ahí cubriéndome con las manos lo mejor que pude. El señor Mendoza se acercó y miró la ropa por encima: —No está mal, pero pudo haber estado mucho mejor. ¿comiste? — —Sí —, —¿Te maquillaron? — —Si —, —Muy bien, puedes ir a tu recamara, te llamaremos más tarde.

En mi habitación, me vestí y me senté en la cama a pensar como había ido el día. Creo que le hubiera podido sacar más cosas a Eduardo, pero la verdad sentí que no estaba bien. Quizá alguien más hubiera aprovechado mejor la situación, pero yo estaba cómoda con lo que había logrado. La verdad no esperaba ganar la prueba, pero tampoco esperaba ser la última, seguía pensando cómo habría resuelto Jenny la situación.

El tiempo paso, yo llegue como a las 2:40 a la escuela y como a las 4 llegó Andrea. No vi las cosas que traía, pero dicen que era mucho y carísimo. Luego supe que lo que había hecho era pedir un celular prestado y le habló a su benefactor, la persona que estaba pagando su estancia, y esa persona le compró todo.

Luego un poco más tarde de la hora indicada como a las 5:30 llegó Nancy. Traía bastantes cosas, también, pero menos que Andrea. Dicen que ella consiguió a una señora copetona y ella fue la que le pagó las cosas.

Nos llamarón para cenar y aún faltaba Jenny. Yo no podía dejar de estar preocupada, pero no podía hacer nada. Terminamos de cenar, y volvimos a nuestros cuartos, ahí yo estaba incomunicada. Me dormí como a las 10 y aún no había información de ella.

Al día siguiente supe lo que había pasado. Jenny no había sabido cómo manejar la situación y como a las 4 o 5 de la tarde, había dejado el centro comercial, con la misma ropa que nos habían dado. Intentó llegar caminando a la escuela. En el camino un grupo de tipos la interceptó y empezaron a molestarla. Pero eso rápidamente cambió y se transformó en una violación. Al final, los tipos al parecer la dieron por muerta y se fueron.

Como a las 8 la escuela había salido para buscarla, y la encontraron cerca de la 10:30 de la noche. La llevaron a un hospital donde dijeron que sobreviviría, pero con algunas cicatrices que requerirían cirugía plástica.

No nos dejaron visitarla y dijeron que cuando ella estuviera bien ella tendría que decidir si vuelve o no a la escuela. Pero eso lo contaré la siguiente ocasión. Gracias a todos por leerme y disculpen el tiempo sin escribir.