Nueva novela: UN PRÍNCIPE PARA EVA
Ella 40 años, él 28. Distintos trabajos, distintas situaciones, distintas metas... pero sí hay algo que tienen en común... A veces el amor viene de la mano del menos indicado. ¿Somos lo suficientemente valientes para darle una oportunidad? Nueva novela de Annabel Vázquez.
NUEVA NOVELA: UN PRÍNCIPE PARA EVA: el primer amor no tiene por qué ser el primero
Queridos lectores, muchos de vosotros me preguntabais dónde estaba, ya que hacía mucho que no publicaba nada nuevo. Pues bien, he estado trabajando en esta novela. Particularmente es una de mis favoritas. Por fin se pone voz a una generación perdida en las novelas de amor contemporáneo, parece que el romance solo es cosa de la veintena o la treintena, pero ¿qué pasaría si la protagonista fuera una mujer de cuarenta años, real, divorciada, con dos hijos a su cargo y que trabaja en una empresa de envasado de comida precocinada? ¿Qué pasaría si esa mujer tropezara con un chico once años menor que ella, un chico independiente, despreocupado y acostumbrado a hacer siempre lo que le apetece? Pues de eso va esta novela, de personas muy distintas, de puntos de vista opuestos, de lucha, superación de obstáculos, amor y... SEXO, sí, también hay SEXO, aunque no toda la novela es un relato puramente sexual. El sexo que se muestra es algo diferente a lo que estamos acostumbrados porque estos personajes encierran también sus propios SECRETOS. En un escenario tan mágico como NUEVA YORK, esta novela os llegará al corazón. Encontraréis esta obra en Amazon: "Un príncipe para Eva" de Annabel Vázquez. Me haría mucha ilusión que me dierais vuestra opinión y que os enamorarais como yo de esta historia tan singular. Este año también participo en el concurso literario, ¡no sea por no volver a intentarlo! Un beso a tod@s y como siempre GRACIAS por estar leyendo al otro lado y hacerme visible. Por cierto, si queréis ver el booktrailer lo encontraréis en youtube: Un príncipe para Eva de Annabel Vázquez.
FRAGMENTO:
Tras una tarde de risas en casa, Eva se plantó frente a la puerta acristalada del edificio de Christian, trataba de decidir en el último segundo si realmente era eso lo que quería. Tenía la sensación de que hacía unos días que iba en un tren desbocado y sin frenos. Inspiró profundamente y se concentró en el reflejo que se proyectaba en el cristal del edificio. Su media melena lisa, algo alborotada por el viento, esos enormes ojos negros enmarcados por unas largas pestañas rizadas, sus labios rojos y... ―sonrió por lo bajo mientras miraba hacia abajo―, la gabardina que Sharon le había prestado le quedaba bien, el ancho cinturón estilizaba al máximo su figura. Debajo tan solo llevaba una prenda que le hubiese dado mucha vergüenza mostrar a cualquier otro hombre. Un vestido semitransparente negro con encajes florales adornaba su piel. El delicado bordado cubría las partes más comprometedoras, pero dejaba poco espacio a la imaginación, pues se intuía cada curva de su cuerpo.
Pasado un rato, se armó de valor y cruzó la puerta. Sonrió al portero que la reconoció en el acto y no tardó en corresponderle.
―Vengo a ver a Christian.
Sam hizo el intento de coger el teléfono para informar de su llegada, pero ella se lo impidió.
―Me gustaría darle una sorpresa ―su sonrisa se desvaneció al caer en la cuenta de un pequeño detalle―, a menos que no esté solo, la verdad es que no sé si...
Sam negó con la cabeza, risueño.
―Suba. Seguro que se alegra de verla.
Eva asintió y subió al ascensor. Mientras dejaba atrás las plantas, se iba impacientando y empezó a sentir esos nervios que amenazaban con hacerla tropezar en la junta de cualquier baldosa.
Cuando llegó a su piso llamó con discreción y esperó lo que le pareció una eternidad hasta que Christian abrió enérgicamente la puerta. Llevaba puesta una camisa blanca y un pantalón vaquero negro. Hablaba animadamente por teléfono hasta que su diálogo quedó interrumpido. No esperaba verla ahí. Tan guapa y atractiva frente a la puerta de su casa.
―Hablamos luego, tengo que colgar.
No dio opción a que la otra parte se despidiera y colgó antes de arrojar el teléfono sobre el mueble del recibidor.
―¿Qué estás haciendo aquí? ¡Vaya! ―exclamó impresionado―. Creí que este fin de semana tenías a tus hijos.
Eva se humedeció los labios y se encogió de hombros.
―Cambio de planes. ¿Puedo entrar?
―¡Claro! ―Christian se hizo a un lado para dejarla pasar. No podía apartar los ojos de ella y no tardó en percibir cómo su cuerpo ardía en llamas.
Dio una vuelta de llave a la cerradura y dejó las llaves en el mueble del recibidor, junto al teléfono.
Eva no dejó que se diera la vuelta. Con su cuerpo pegado a su espalda, sus manos se colocaron en su cintura y tiraron de la camisa hacia arriba, liberándola de la presión del cinturón. Sus dedos se detuvieron en los botones, moviéndolos con maestría desde abajo. Con cuidado fue desabrochando uno a uno y, al mismo tiempo, la uña de su pulgar inició un recorrido ascendente por la piel al tiempo que el fino vello del pecho se erizaba.
Christian inspiró profundamente y cerró los ojos un momento, dejándola hacer. En cuanto su camisa estuvo desabrochada, Eva la abrió hacia los lados y llevó las manos a los hombros para retirársela. Él intentó darse la vuelta, ansiaba verla, pero ella se pegó todavía más a su espalda mientras le daba pequeños mordiscos en los hombros. La presión de sus dientes era delicada, suave, cariñosa... podía sentir el cosquilleo de su aliento, la calidez de su lengua y las caricias de sus labios recorrer su tersa piel de derecha a izquierda.
No le había dado tiempo a encender la luz, tan solo el brillo de la luna proyectado sobre el amplio ventanal del comedor, era testigo, una vez más, de sus encuentros.
Las sombras de sus manos bajaron por su duro abdomen y se centraron en desabrochar el cinturón. Hasta entonces nunca había experimentado tal sensualidad, tanta delicadeza y esmero y eso despertaba en él un deseo animal.
Se deshizo del cinturón y luego desabrochó el botón de los pantalones. Su mano cálida y segura se infiltró en su entrepierna haciendo que la cremallera cediera y se abriera dándole total acceso a su cuerpo. Palpó su pronunciada erección, ahuecó la palma y la acarició ejerciendo una leve presión. Su corazón se aceleró cuando sus dedos retiraron el elástico de los calzoncillos y se produjo el contacto piel con piel. La caricia empezó por los testículos y recorrió el grueso mástil con dos dedos desde la base hasta el glande. Sentir su contacto en la parte más erógena de su cuerpo, propició una reacción espasmódica.
Ya no aguantaba más; necesitaba besarla, acorralarla contra cualquier pared de la casa y arrancarle la ropa que la cubría para hacerla suya; pero una vez más, Eva bloqueó con astucia sus movimientos.
—No te muevas ―susurró en su nuca, con una voz cargada de deseo.
Él emitió un bufido; era excitante sentirla así, pero a la vez frustrante, porque como hombre anhelaba tocarla, percibir la reacción de sus senos al contacto de sus manos, sentir la humedad de su vagina preparándose para recibirle, incluso escuchar sus suaves jadeos mientras la hacía vibrar con el saqueo de su lengua. Cerró los ojos, dejándose llevar por el embrujo de sus manos, que hacía rato que lo habían paralizado.
Christian se rindió colocando las manos sobre el mueble, su cuerpo quedó levemente inclinado hacia delante mientras ella acariciaba sus antebrazos produciéndole un sutil cosquilleo. Durante un fugaz segundo dejó de sentir el cuerpo femenino pegado al suyo, cuando volvió a sentirlo se dio cuenta de que, en esta ocasión, podía percibir sus duros pezones sobre la espalda, presionándole con dulzura. Sus manos bajaron el pantalón y volvieron a aferrarse a su mástil masajeándolo con lentitud.
—Me gusta como es ―procedió con voz cautivadora―, tan dura y suave...
Sus palabras calientes no hacían más que incrementar su urgencia y antes de que volviera a intentar darse la vuelta, su mano se asió con tal fuerza a su miembro que tuvo que hacer un esfuerzo para no correrse. Se movía a un ritmo perfecto, acompasando su agitada respiración mientras vertía palabras excitantes en su oído.
—Me encanta sentir como se desliza en la palma de mi mano...
Christian jadeó. Cada vez le costaba más no mirarla, no tocarla, dejarla simplemente ahí, a su espalda mientras le masturbaba de esa forma tan particular.
—Quiero follarte –dijo él con la voz entrecortada, esperando que su desmedido deseo le hiciera desistir de la masturbación.
Ella gimió en su oreja antes de lamerla muy despacio. El cosquilleo hizo que Christian volviera a agitarse confuso por todo lo que le hacía sentir.
Estaba a punto de correrse y ella lo sabía. Su respiración iba en aumento y su corazón parecía que en cualquier momento iba a saltar del cuerpo.
El glande estaba húmedo, resbaladizo y ella aprovechó para incrementar el ritmo al intuir que estaba a punto de desatar su orgasmo.
Entonces sintió cómo la otra mano de Eva se infiltraba por la parte trasera del calzoncillo acariciando delicadamente sus glúteos hasta detenerse en el ano. Ese leve contacto, esa presión en el punto más delicado de su ser, le desestabilizó y no pudo evitar un movimiento de repulsa.
—Shhhh.... tranquilo, no voy a hacer nada que no te guste ―susurró junto a su cuello.
Quería estar tranquilo, impasible frente a lo que estaba haciendo, pero dudaba que pudiera conseguirlo. Había barreras que no quería traspasar, pero sentía tanta excitación, que por un momento su voluntad de hierro flaqueó y permaneció expectante a lo que Eva iba a hacerle.
Sin dar tregua a la intrusión, el dedo de la mujer siguió acariciando el espacio que hay entre ambos glúteos de arriba abajo, esperando a que se relajara. Cuando lo sintió preparado, presionó las puertas de su ano una vez más, mientras su otra mano seguía moviéndose sobre su miembro manteniendo un ritmo constante.
Una ola de fuego emergió desde la parte baja del estómago de Christian justo en el momento en que el dedo profundizó un poco en su recorrido, activando terminaciones nerviosas de su cuerpo que hasta ese momento permanecían ocultas. Sin poder hacer nada para evitarlo, se corrió en dos segundos. Fue un orgasmo intenso y profundo, pocas veces había experimentado algo similar y le asustaba que esas sensaciones tan fuertes se produjeran sin que hubiera penetración.
—Eva... ―fue lo único que logró articular.
Había sido la experiencia sexual más extraña, morbosa y placentera de toda su vida.
Ella al fin se retiró y dejó que se diera la vuelta y la observara. No había tenido tiempo de contemplar lo hermosa que estaba, pero en ese momento no le salieron las palabras.
Eva sonrió y se acercó con dulzura a su rostro confuso, y en ese gesto que la caracterizaba, besó con delicadeza su barbilla, sus mejillas y sus labios con cientos de pequeños besos.
Él cerró los ojos e inspiró profundamente.
―Odio que hagas eso...
―¿El qué? ―preguntó Eva sin dejar de besarle de esa forma tan suya.
―Que me hagas sentir como un estúpido adolescente que se corre a la primera de cambio.
Ella rio sobre sus labios.
―¿Y no lo eres?
Christian se mordió el labio inferior mientras volvía a subirse el pantalón de un movimiento enérgico. Sin darle tiempo a reaccionar, la cogió en volandas y la llevó a su habitación.
―Ahora te vas a enterar ―le amenazó con una sonrisa...
Nota de la autora: no te pierdas esta apasionante historia, "Un príncipe para Eva" de Annabel Vázquez, a la venta en Amazon en formato kindle y papel. Tengo que repetir que no es solo sexo, es una historia que aborda diferentes temas y además, trata con mucha naturalidad las relaciones de pareja.