Nueva infidelidad a mi marido: En una discoteca.

disfruté como una loca siendo la protagonista de aquel espectáculo, sabiendo que todos aquellos chicos se masturbarían aquella noche penando en mí.

NUEVA INFIDELIDAD A MI MARIDO.

Antes de nada quisiera agradecer a todos/as los que han leído mi relato, los que se han molestado en comentarlo y sobre todo, a los que me habéis mandado un correo electrónico expresándome vuestro parecer, del relato y de otras más cosas. Gracias a todos vosotros me he animado a escribir este segundo relato. En realidad, lo tenía ya en mente, pero quería esperar a ver la reacción de los lectores para animarme. A todos, muchas gracias. He tomado en cuenta las críticas para intentar mejorar mi siguiente relato, pero dejadme deciros que sobre gusto no hay nada escrito, y lo que les parecen bien una cosa a otros no tanto. Así que no podré complacer a todo el mundo. Me preocuparé de hacerlo, como la primera vez, lo mejor que pueda. También intentaré no ser tan explícita con los nombres y lugares ya que muchos de vosotros parece que me habéis ubicado muy bien y no me gustaría comprometer a terceras personas. Eso sí, empezaré este relato justo donde dejé el primero, corrigiendo la acertada crítica que me ha hecho wiliguz y thera84 Ciertamente el final es muy importante y creo que no le di la relevancia y suspense necesarios que wiliguz y thera84 reclaman. Eso que dije que descubrí que soy una adúltera y además me gusta serlo, es verdad, pero la cosa no fue tan fácil…empiezo.

Cuando bajé a la fiesta mi mayor temor era que Juan sospechara algo, pero no se había enterado de nada. No obstante, algunas de las mujeres de los amigos de mi novio (las cuarentonas envidiosas de mi juventud) no me quitaban el ojo de encima, y eso me hizo pensar que ellas sí sospecharon algo. Me cagué de miedo. Intenté evadir aquella situación diciéndole a Juan que estaba cansada y que deseaba irme. Para colmo allí estaba Luis, a escasos cinco metros de donde estábamos nosotros, mirándome con una sonrisa maliciosa en los labios que me hicieron pensar en lo peor. Menos mal que una de las jóvenes acompañantes de uno de los amigos de Juan se puso a hablar conmigo y me ayudó a echar esos temerosos pensamientos de mi mente. El caso es que después de mucho insistir, a esos de las 1 de la madrugada nos fuimos de la fiesta. Para que voy a decir lo contrario, lo pasé fatal, incluso me arrepentí de lo que había hecho. Juan me dejó en mi casa, a pesar de que yo les había dicho a mis padres que esa noche no iba a dormir en casa. Alegué que me encontraba indispuesta y nos despedimos con un tierno beso. Mientras nos besábamos, fue inevitable que viniera a mi mente la boca de Luis besándome con pasión. Aquella noche lo pasé fatal pensando que Luis en cualquier momento podría decirle a Juan lo que había ocurrido. Los remordimientos me persiguieron durante días. Por culpa de aquel polvo podía perder la relación que tenía con mi novio, y aunque fue un polvo increíble, tampoco me mereció tanto.

Ya os adelanté que yo no conocía quien era Luis pero a partir de aquella noche averigüé que era bastante famoso, no sólo en el mundo empresarial sino también en el del papel couché donde se le atribuían muchos romances que en ningún caso fueron confirmados y por eso se le consideraba uno de los últimos solteros de oro. Por estas razones, llegué al convencimiento (y no equivoqué) que Luis no le diría nada a Juan, pues ni era su estilo, ni sacaría de ello ningún provecho. Así fue, dos semanas después coincidimos mi novio y yo con Luis en la sala VIP de una famosa discoteca. Me acuerdo que era cerca de navidad y cuando vi a Luis creí morirme, pensé que iba a usar nuestra affaire en mi contra o pedirme que lo volviéramos hacer (algo a lo que, entonces, no estaba dispuesta a hacer). Pero al contrario, Luis se comportó muy caballerosamente. Se preocupó de conquistar a una chica guapísima que estaba allí (y lo consiguió) y a mí no me mencionó nada de lo que tuvimos.

Fue a partir de entonces cuando me relajé y justamente comenzó a crecer en mí la idea de serle infiel a mi novio. Supongo que es algo parecido a lo que les pasa a quienes cometen un delito o transgreden una norma, que en el momento en que lo cometen se arrepienten, pero una vez pasa el temor a ser descubierto, algo irremediable se apodera de su voluntad animándoles a cometerlo de nuevo. Y fue eso lo que justo me sucedió a mí. Esa misma noche recuperé la alegría natural que hay en mí, desplegué todos mis encantos con Juan, coqueteando y bailando de manera sexy, tanto que llamé la atención de los hombres que estaba allí que pronto se pusieron a bailar conmigo. Lejos de rechazar los continuos galanteos que me ofrecían, los recibí de buen grado, y comencé a excitarme muchísimo al saber que mi novio me estaba mirando bailando y tonteando abiertamente con aquellos tres o cuatro desconocidos, siendo la protagonista de la pista de baile. Después de un rato, uno de ellos (el cual estaba bastante buena) me invitó a irme con él a los baños, pero le contesté que no podía, ya que estaba con mi novio, algo que dejó totalmente colocado a aquel tipo. Regresé a dónde Juan que me recibió con un apasionado beso y metiéndome la mano por dentro del vestido, algo que supongo hizo que se me viera todo el culo…para el calentón del personal. A Juan se le notaba cachondo, aquel bailecito mío entre aquellos tipos también le había calentado a él y eso sólo hizo que en mi deseo de serle infiel creciera aún más.

En aquellos primeros meses saliendo con Juan, yo salía casi todos los días con mis amigas ya que había acabado la carrera en septiembre y aún no había decido qué hacer, si prepararme una oposición, comenzar a hacer prácticas en el despacho de un amigo de mi padre o hacer un máster. Esa última posibilidad era la que más me atraía, sólo por el motivo de que no empezaría a hacer el máster hasta septiembre del año siguiente, lo cual, me dejaba mucho tiempo para hacer lo que me diera la gana, o mejor dicho, no hacer nada. Además, tenía un novio rico que me llevaba a todos los lados que yo quería, y para eso, necesitaba tiempo.

Así fue como llegamos a la Navidad del 2005. Faltaba uno o dos días para nochebuena y mi novio estaba esos días fuera de la ciudad por motivos de negocios y yo había quedado para salir con mi amiga Marta. Aunque Juan no era (ni es) nada celoso en cuanto a mi forma de vestir, aproveché mi independencia vistiéndome muy sexy. Me puse una mini falda vaquera con medias de redecillas, unas sandalias de tacón alto plateadas de pulsera en el tobillo, y para rematar, un top negro palabra de honor. Estaba súper sexy y esa noche estaba dispuesta a triunfar. Mi amiga Marta no me fue a la zaga. Marta, que es muy guapa, llevaba unos pantalones estilo pirata, muy ajustados, y una camiseta negra sin mangas que le marcaba mucho sus grandes tetas, y calzaba unos tacones altos. Total que en nada salir a la calle, fuimos el escándalo del barrio. Después de ir algunas copas por los bares, decidimos ir a una discoteca.

Después de rechazar a cuatro o cinco chicos, nos encontramos a un antiguo vecino mío que llevaba años sin verle. Raúl, que es como se llama, está buenísimo, siempre me había gustado, pero él nunca me ha visto como a una mujer sino como su vecinita pequeña. Raúl estaba acompañado de dos amigos suyos, que también estaban tremendos, y nada más verme, se acercó a mí y comenzamos a hablar. Raúl me dijo que ahora vivía en otra ciudad, que me veía guapísima y se sorprendía de verme en una discoteca. - ¡Cómo que no está en casa estudiando!, me preguntó en tono burlón. - Ya he acabado la carrera…por fin, creí que nunca la terminaría, le respondí. - ¿Pero cómo, tan pronto?, me dijo. - ¡Pero Raúl, acaso crees que sigo siendo una niña! ¿Cuántos años te crees que tengo?, le pregunté. - No sé, 20 ó 21, ¿no? - Qué va, ya tengo 25. - Vaya por Dios, cómo has crecido…si parece que fue ayer cuando te veía con la coletas tonteando con los críos del barrio, me dijo mientras me cogía por la cintura. Pude comprobar como Raúl me miraba de manera distinta, y ni digamos sus dos amigos, que a Marta y a mí nos comían con la mirada. Nos fuimos a una zona más tranquila de la discoteca donde había mesas y allí nos invitaron a una cuantas copas. Marta y yo estábamos ya un poquito piripi, pero muy a gusto al lado de aquellos tres hombres. Raúl tiene alrededor de 38 años y sus amigos tendrían que tener más o menos lo mismo. En un momento dado uno de los amigos de Raúl, invitó a mi amiga Marta a bailar y yo me quedé con Raúl y su otro amigo. Mientras Marta bailaba cada vez más cariñosa con su acompañante, yo tonteaba descaradamente con Raúl. . Su amigo al ver el estado en el que se estaba poniendo las cosas, decidí levantarse y unirse a su otro amigo y a Marta en la pista de baile.

Mientras tanto, Raúl y yo continuamos hablando, le mentí diciéndole que no tenía novio y él me contestó que cómo era eso posible con lo guapa que era. Yo me hacía la tonta, y coquetamente le dije que le agradecía el cumplido pero la verdad es que nadie me quería. Raúl empezó a calentarse con mi coquetería, me puso la mano en el muslo, y me dijo - No digas eso, preciosa, seguro que vas por ahí rompiendo corazones. Yo les sonreí y me hacía la tonta a la espera de que se lanzara. En esto, me fijé que Marta estaba bailando con los dos amigos de Raúl muy acarameladamente, un reguetón de esos que están de modo. El que se fue a bailar con ella más tarde parecía que le había cogido la delantera al otro, ya que de pronto, Marta y aquél comenzaron a besarse mientras continuaban bailando. Para mi sorpresa, el otro chico, no se quedó atrás, y situándose detrás de Marta, se unió al baile comenzando a acariciar el cuello y el pelo de Marta. Verla así, rodeada de dos hombres tan guapos bailando tan sensual, me puso muy caliente, y casi me animé yo a lanzarme sobre Raúl cuando comenzó a acariciarme el muslo. - ¿Y qué, sabes que vas a hacer ahora?, me preguntó. - De momento, sólo me lo estoy pensando, igual me cojo un año sabático, le respondí. En eso que Marta y sus dos acompañantes dejaron de bailar, Marta se acercó a la mesa donde estábamos sentados, y sin mediar palabra, recogió su bolso y guiñándome un ojo, se marchó con los dos amigos de Raúl. -Parece que tu amiga no va a volver contigo esta noche, me dijo Raúl. - Ya veo... y que voy a hacer ahora, me voy a quedar solita, le dije con cara de tristeza. - No preciosa, cómo que sola, tú quedas conmigo que la noche es muy joven, me contestó Raúl.

Continuamos hablando pero Raúl no terminaba por lanzarse. No sé si era por corte (supongo que no) o por respeto, ya sabéis, me había visto crecer como su vecinita pequeña, conocía a mis padres, y tal vez por eso no terminaba de decidirse. Así las cosas, fui yo quien tomó las riendas del asunto, e imitando a mi amiga Marta invité a Raúl a bailar conmigo. Aprovechando que el DJ seguía con el reguetón comencé a imitar a mi amiga Marta. Me puse a bailar muy sexy y provocativa, pasé un brazo por el cuello de Raúl, y comenzamos a moverme al ritmo de la música. En esa postura mis tetas chocaban continuamente con el pecho de Raúl, bastante más alto que yo. La situación me divertía y me calentaba muchísimo y a Raúl también, porque finalmente me agarró por el culo y me apretón fuertemente a él, y con la minifalda ya podréis imaginar que se me veía todo. Estaba caliente pero quería excitarlo a él más. Me di la vuelta y comencé a restregar mi culo contra su paquete. Luego me di de nuevo la vuelta y nuestras bocas quedaron a pocos centímetros. Raúl empezó a besarme mientras me ponía las manos en las tetas y las amasaba con ambas manos. Entre el bullicio de la gente, nuestras lenguas comenzaron a mezclarse fuera de nuestras bocas, mientras mi mano buscaba su entrepierna, encontrándola dura como una roca. Por su parte, Raúl bajó una de sus manos y le metió por debajo de mi minifalda, intentado llegar a mi coñito.

Me estaba poniendo a cien pero no nos podíamos quedar allí, aunque a mí en esos momentos no me hubiera importado montar el espectáculo ahí en medio de la pista de baile. Raúl me dijo que nos fuéramos a un hotel pero yo no podía más y le contesté que nos fuéramos a los baños. Salimos de la pista con premura buscando los baños, y cuando llegamos, descubrimos una cola enorme para entrar en el de las chicas. Raúl me miró, no hizo falta que me dijera nada, pero a pesar de la vergüenza que podía dar era mucho mayor mi calentura, así que le cogí de la mano y, abriéndome paso entre la gente nos colamos en los baños de caballeros, ante las protestas de los cuatro o cinco chicos que hacía cola. De inmediato, un chico salía de una de las cabinas que había dentro y Raúl y yo nos metimos cerrando la puerta con el pestillo. Nada más entrar, Raúl se arrodilló y levantándome la minifalda, me colocó la pierna en su hombro, dejando mi coño a su merced. Recibí complacida la maniobra agarrándole de los pelos: - ¡Sí, cariño, cómete mi coñito!, le dije. Mi excitación era brutal y más cuando Raúl desplazó mis bragas y se puso a chupar mi coñito, me metiendo dos dedos en mi rajita. Estaba súper cachonda, tanto que a los pocos comencé a correrme mientras Raúl continuaba lamiendo todo mi raja y me masturbaba.

Quité mi pierna del hombro de Ricardo y me fue a sentar en la taza del váter. La verdad es que estaba bastante sucio. Raúl debió de ver mi cara de asco y prontamente se quitó su chaqueta y la puso encima del bate para que me pudiera sentar en ella. Así lo hice, y acto seguido comencé a acariciar su polla por encima del pantalón mientras le miraba a los ojos con cara de lujuria. El pobre Raúl no podía aguantar más, lo tenía a mi merced. - ¡Vamos nena, chúpame la polla!, me rogó desesperado. Así que le bajé la cremallera. - ¡Vamos a ver qué tenemos aquí!, le dije mientras le metía la mano dentro del pantalón y se la saqué afuera. Yo soy de las que pienso que la calidad es mejor que la cantidad, pero mejor si las dos cosas van unidas, y cuando saqué la polla de Raúl comprobé que al menos, de momento, una de esas dos cosas se estaba cumpliendo. - ¡Guauu!, exclamé al ver el tamaño de aquella verga aunque lo que más me impresionó fue el tremendo grosor que tenía. Me quedé admirando aquella hermosura, pajeándola lentamente. - ¿Te gusta lo que ves, María?, me preguntó Raúl. - ¡Ajá!, asentí. - Pues vamos, chúpamela, preciosa, me volvió a decir Raúl. Entonces agarré aquella magnífica verga por la base y me fui la metiendo lentamente en mi boca. Apenas me entró la cabeza y ya esa polla me llenaba entera, era demasiado gruesa, así que me limité a chupar sólo aquella parte. - ¡Oh, sí María, qué bien…cómetela!, me dijo. Traté de meter más verga en mi boca, aunque realmente no podía. Raúl entonces me agarró de la cabeza y la atrajo hacia su polla, y poco a poco fui tragando polla hasta que casi me la tragué entera, tanto que me atraganté, y me la tuve que sacar. Eso debió de encender aún más a Raúl, que con una sonrisa lasciva en su cara me dijo que me diera la vuelta y que me arrodillara en la taza del váter. Me levantó la minifalda hasta la cintura desplazando mis bragas hacia un lado. Luego colocó su gruesa verga en la entrada de mi coño y me la fue metiendo muy despacito, mientras yo me moría de gusto. Una vez me la metió entera, Raúl comenzó a follarme al tiempo que alguien aporreaba la puerta quejándose por nuestra tardanza. - ¡Ya vamos, coño!, gritó Raúl.

Pero por la postura en la que estábamos, Raúl se encontraba bastante incómodo, normal, ya que él es bastante alto y mi coño le quedaba bastante bajo. Así que me incorporé, me apoyé en la pared del baño y levanté mi culito dejándoselo bien en pompa, que sin perder tiempo, volví a clavarse su tranca hasta el fondo de mi coño. En esta nueva postura, también yo me sentí mucho mejor, ya que notaba la polla de de forma maravillosa ya que podía controlar el ritmo de la penetración. Mientras Raúl me bajaba el top y me sacaba las tetas por encima del sujetador, fue incrementando el ritmo de su follada. - ¡Qué bien Raúl, qué bien, sigue cariño, sigue…no pares!, le grité. - ¿Te gusta esta polla, verdad vecinita? - ¡Sí cabrón… vas a partir el coño con esa pedazo de polla que tienes, cabrón!, salió de mi garganta. Y así, justo en el momento en el otro chico llamaba a la puerta, comencé a correrme de nuevo: - ¡Aaaahhhhhh sssiiiiii!, de una manera absolutamente maravillosa. A los golpes de aquel chico, se unieron otros más mientras podíamos oír que un tipo le decía a otro que "hay dentro se estaba follando a una puta", o sea, yo. Entonces le dije a Raúl que se diera prisa, que la íbamos a liar. No debí hacerlo, porque no hay nada pero que decirle a un hombre que se corra para que no lo haga (igual que decirle que no lo haga para que en un momento se corra, además, justo cuando lo ibas a hacer tú, ¿no es así, chicas?).

Raúl continuó follándome bajo la presión de los continuos ruidos y risas que provocábamos a los que estaban en los baños. De pronto, miré hacia arriba y vi a dos chicos que nos estaba mirando desde la cabina de al lado (supongo que subimos en el váter). - ¡Joder, si la puta está buenísima!, exclamó uno. Supongo que la visión de aquellos dos chicos sería espectacular: Raúl follándome con fuerza desde atrás mientras mis enormes tetas balanceaban al ritmo de su follada. - Así tío, fóllate a esta puta, gritaban los chicos. Aquello se iba a desmadrar y decidí terminar con aquello. Le dije a Raúl que me sacara su polla y rápidamente me senté de nuevo en el váter y me puse a chupar su polla mientras lo masturbaba. Animada por los vítores de las numerosas cabezas que estaban mirándome desde arriba (ya a esa altura, desde la cabina del otro lado había otros chicos observando el espectáculo), me saqué su polla de la boca e incrementé la velocidad de la paja que les estaba haciendo a Raúl hasta que noté que comenzó a estremecerse, señal de que se iba a correr pronto. Entonces me volví a meter su polla en la boca, y sin dejar de masturbarle, me puse a chuparla hasta que comenzó a eyacular en mi boca. Aquella primera descarga me llegó hasta el fondo de mi garganta, lo que me obligó a sacarme su polla de la boca. Antes de que pudiera dirigir su polla hacia mi mano, otro chorro de semen me manchó la cara y el pelo mientras los tíos que nos dejaban de aplaudir con la corrida que me estaba echando encima Raúl.

Cuando por fin su polla dejó de escupir semen, me la metió de nuevo en la boca terminando de depositar dentro de ella los últimos restos de leche. Después de dejársela bien limpita, Raúl se agachó y me besó en la frente (supongo que le dio un poco de asco besarme en la boca, ya que la tenía toda llena de su leche). Salimos de la cabina del baño y una decena de chicos totalmente salidos me aplaudían y me decían toda clase de barbaridades. Yo simplemente les sonreí mientras me lavaba la cara y el pelo en el lavabo y Raúl, haciéndose un poco el machito, les decía a aquellos veinteañeros cachondos que me dejaran en paz.

Salimos de la discoteca y Raúl me llevó a mi casa en su coche. Luego nos intercambiamos los números de teléfono por si Raúl venía de nuevo a la ciudad. Cuando estaba entrando en mi casa, vi la llamada pérdida en el móvil: era de Marta y le mandé un SMS. "Me he follado a Fran, ha sido genial". Mientras subía a mi casa, me llegó al móvil la contestación de Marta: "Ya te contaré yo lo que ha sido genial…me he follado a los dos".

Le había vuelto ser infiel a mi novio, aunque no experimenté esa sensación mezcla de placer y miedo a ser descubierta por él, como la vez anterior. Eso sí, disfruté como una loca siendo la protagonista de aquel espectáculo, sabiendo que todos aquellos chicos se masturbarían aquella noche penando en mí. Un beso a todos.