Nueva cita con mi compromiso

Una vez más, como lo hemos venido haciendo desde hace varios años, nos reunimos con nuestro amigo para intentar me dejara embarazada.

NUEVA CITA CON MI COMPROMISO

Estando en el club de Gloria me llegó un WhatsApp de nuestro amigo Greg recordándome nuestro compromiso.

Nuestro compromiso era el de reunirnos lo más que se pudiera, pero esos días en que nos reuniéramos yo debería de estar fértil, para que mi amigo me dejara embarazada.

“Estimo que tus días fértiles más próximos te llegarán el fin de semana de la próxima semana. ¿Crees que nos podríamos reunir? yo quisiera ir a checar mi condominio. Podríamos ir todos allá y pasar unos días hermosos juntos.”

Cada vez que siento la posibilidad de verlo me aloco, todo me emociona y todo mi cuerpo se excita, además que me excita el pensar que le va a gustar mi nuevo color de piel. Claro, tenía que consultarlo con Horacio que regresa mañana, pero estoy segura de que él no tendrá ningún inconveniente y su respuesta me la dará, como todas las otras veces, todo emocionado, como si fuera a él al que vienen a ver, aunque, tengo que ser justa, ellos dos son buenos amigos y además los dos son dueños de ésta muñequita. Los dos pueden, y deben disponer de mí cada vez que sea posible.

El mensaje de Greg, como les digo, me puso más que excitadísima, caliente y en vez de esperar a Horacio para sus comentarios, aunque ya me había dado su aceptación, pero sí para ver sus planes. Yo si estaba libre, solo tenía como compromiso presentarme en la oficina dos días próximos, lunes y martes, de ahí en adelante estaré libre.

Investigué vuelos, pero regularmente ya no había vuelos directos hasta el puerto. Él, como también nosotros tendríamos que volar hasta la ciudad más cercana y de ahí en autobús hasta el puerto. Con lo de la pandemia no era lo más recomendable, pero Horacio propuso que nosotros lo recogiéramos, volaríamos desde nuestro aeródromo, nos coordinamos con su hora de llegada y de ahí volaríamos ya juntos, directo hasta el puerto. A Greg le encantó nuestra oferta, así que terminaríamos la visita a Gloria y a su lindo padre, nos presentaríamos en nuestras obligaciones. Horacio coordinó su programa con una visita obligada a las oficinas en el puerto Marítimo.

Pasaron dos semanas muy tensas en las que estuvimos muy ocupados cumpliendo con nuestros compromisos de trabajo, pudimos relajarnos, preparamos todo lo que iríamos a necesitar y, sabiendo la hora en que Greg arribaría, Horacio hizo el plan de vuelo coordinándonos con la hora de su vuelo. Hora y media de vuelo y ¡Que emoción, íbamos a recoger a Greg! ¡Le voy a  gustar mucho!

De la terminal comercial, en dónde recogimos a Greg, a la de aviones generales, la pasamos riendo y gozando, nos besábamos, nos abrazábamos.

“¡Qué bonita te ves, estás muy bronceadita! ¡Oh, has adelgazado mucho!” me dijo Greg.

“¿Estas toda bronceada?” me preguntó

“¡Tendrás que confirmarlo tú, mira mis piernas! Por lo menos ellas te dicen que sí estoy bronceada por una parte, lo demás hasta que lleguemos!” Le dije y lo besé.

Llegamos, rentamos un coche y fuimos directo a un restorán que antes habíamos conocido y que la comida era espléndida, y, además quedaba frente al mar. Al terminar la comida y después de habernos refrescado con algunas cervezas, partimos.

“Gracias, amigos, que bonito que me recogieron y que me demuestren que aún me quieren, yo me moría de deseos de verlos, y a ti, verte toditita desnuda. ¡Te deseo tanto, no me puedo calmar. Todo mi tiempo libre pienso en ti, veo tu carita, tus pechos, tus piernas!”

“¿Todavía deseas ser el padre de un hijo que me dejes dentro?” le pregunté

“¡Desde hace muchos días es en lo único que pienso! ¡Me emociona poder verte embarazada por mí! ¿Horacio, de veras, no te importaría?” nos consultó.

“¡Hicimos un acuerdo y yo sigo firme con él!” le contestó Horacio.

Me levanté, dejé mis sandalias junto a la mesa y caminé hacia el mar, metí mis pies, seguí más hondo y ya la falda del vestido se me mojó, me decidí y me zambullí en una ola, empapándome totalmente. Mi cuerpo se me veía reflejado, a través de la tela mojada, dándoles un buen sabor de boca a los dos. A mí me encanta exhibirme y excitarlos, estaba gozando lo mío, una de las cosas que a mi más me gusta. Fui a la mesa y me paré frente a ellos. ¡Que lindura, a los dos se les notaba lo que me estaban apreciando! Con Greg nunca me hicieron un trio, pero con su enormidad me bastaba, aunque algunas veces sí me venían esas ideas.

“¡No me has dicho de mis nalgas nada! ¿todavía te siguen gustando?” le hice la pregunta directa a Greg.

“¿Tienes algo en qué escribir?” Le pedí a Horacio “Quiero escribir algo que no quiero olvidar cuando él se vaya, después te aclaro.” Ya escribí, discretamente: Tamaño, todo y dolor . Eso era todo.

Del restorán fuimos a la unidad de Greg, ya se la habían preparado, la recorrí reconociéndola, arriba la recámara principal, rodeada de espejos y una cama super grande. Abajo dos cama matrimoniales y los muebles correspondientes. Al entrar, del lado derecho, el pequeño bar, tres bancos altos y el caunter de cubierta gruesa de madera fina, algo más elevado. Al verlo me dio un escalofrío, me emocionó recordar que ahí fue en donde me usó por primera vez. Yo, como cualquier mujer, me mojo un poco entre las piernas, yo creo que yo no solo me mojé un poco, me empapé, como si fuera primeriza. Alcancé a Greg, que se había desvestido e iba a echarse un regaderazo.

“¡MÉTEMELA PRONTO, NO PUEDO ESPERAR! Te estoy deseando desde que me llamaste, no me tortures más, daaaaamme tu pene, mi pussy le espera!” le rogué, y después hasta vergüenza me dio.

Me levantó de la cintura, me hizo a un lado mi pantis y comenzó a acariciarme con su glande, me sobaba el interior de mis muslos y me chocaba contra mi vagina. Mi clítoris lo sentía y se moría del placer. Me recostó sobre la cama y de rodillas en el suelo me empezó a lamer mis labios, todo alrededor, mi clítoris. No aguantaba más. Lo jalé y, prácticamente me le incrusté. ¡HASTA EL FONDO, PLEASE!

“¡mmmmmaaaaaaassss,  MAAAASSSSS! ¡QUE EXPLOSIÓN! ¡¡¡¡ME VINE INMEDIATAMENTE!!!!  todo se me borraba, ni mis brazos ni mis piernas reaccionaban, solo recuerdo que me dí cuenta de que me sentía como si fuera de gelatina, toda desguanzada. ¡QUE ENTRÓN ME HABÍA DADO!

Mis dos hombres ya se habían duchado y bajaron a la playa a darse un chapuzón. Yo estaba desorientada, en ese momento no sabía que decidir, pero me puse un bikini y me uní a ellos en el mar. Estoy segura de que lo que me hizo Greg a Horacio lo había excitado mucho, que en realidad yo me había hecho a mí misma, al entregarme. En el mar fui a él, le tomé su pene y se lo masturbé un poco, me sambuí y se lo mamaba, él se sentía feliz y el otro sonreía y se alegraba, me detenía por la espalda debajo de los brazos y me colocaba a la altura para que Horacio estuviera a la altura de mi pepita e intentara metérmelo debajo del agua. La playa desértica, pero las olas no nos dejaban realizar ese acoplamiento, causé que Horacio se viniera, pero pude juguetear con el semen que me salió y flotaba. Subimos a la unidad, nos duchamos y nos sentamos en el balcón, Greg totalmente desnudo, Horacio, al principio con traje de baño, después también desnudo y yo, pues entre los dos me quitaron el bikini, jugaron con mis pechos, Greg me mordisqueó los pezones, Horacio veía y esperó a que le dejaran un pecho libre y entonces, como desesperado, me lo mamó, me mordió, me chupó. Los dos gozaban haciéndome o viendo lo que el otro me hacía.

“¡Que hermosos se te han puesto los pechos, bien paraditos y duros, como si fueran copas sobre tu piel!” Dijo Greg.

Yo no me había dado cuenta de que sí, en realidad mis senos estaban duritos y muy estéticos, con mis pezoncitos paraditos. Tampoco Horacio se había dado cuenta, pero lo confirmó.

Los Margaritas que Greg es especialista en preparar, no faltaron, después de unos cuantos nos salimos a la alberca, todos desnudos, y nos metimos al agua en donde estuvimos un largo rato, ya estaba oscuro. Nos secamos y preparamos algunos bocadillos que sirvieron de cena. Horacio me preguntó, delante de Greg, para qué le había pedido que me apuntara esas palabras.

“¡Mira, Medírselo , porque en mis pensamientos no estaba segura del tamaño del miembro de Greg, no lo puedo creer, deseaba recordar su tamaño. Todo adentro es para recordarme que tengo que confirmar si estoy segura de que en realidad, todo el pitote de Greg  se  me mete hasta el fondo, no estoy segura si le dejo un poquito afuera, necesito sentir el golpe de sus huevos en mi ano, o medírselo con mi mano, pero ya veré. Del dolor , como cada vez que me coge Greg me agarra de sorpresa, no me fijo si siento molestias o dolor dentro de mí, por eso de la longitud de ese monstruo que se me mete y siento que me golpea en alguna parte, dentro de mi vientre, unas veces ese monstruo me lo he sentido en mi barriguita, con la mano me toco el vientre a la hora de las embestidas, y las siento claramente sobre mi pubis, que cómo que me crece. ¡Pero ya no me sigan preguntando, al responderles me excito más, que de por sí, solo con la presencia de los dos a la vez, mi cuerpo no resiste, se viene por culpa de ustedes!”

Horacio se puso de pie y al salir nos deseó que nos divirtiéramos mucho,

“¡Disfrútenlo lo más que puedan, ella es la mejor cogelona que existe en el mundo, no encontrarás algo mejor!” nos dijo hablandole a Greg. “Y ella necesita a alguien como tú, que le dé bien duro, bien adentro, la revuelque y maltrate, que me la deje toda desguanguilada, como trapo viejo, muy bien cogida, que solo se queje por las cantidades de leche que le dejes dentro, que disfrute tragándoselo, a ella le encanta. Y me la dejas cargada, embarazada. ¡ORALE, A COGER COMO DIOS MANDA, BIEN, FUERTE, PROFUNDO Y SABROSO! ¡Ya me platicarán mañana! ¡Los espero a desayunar, les preparo algo para que revivan y recuperen fuerza para que vuelvan a repetir!”

No se acababa de retirar Horacio cuando ya Greg había echado mano de mí. Yo estaba sentada en uno de esos sillones anchos, vino, me abrió las piernas, me acomodó e inició a paladear su postre, mi vagina estaba completamente inundada, me sentía algo inhibida por lo mojado que me sentía, pero éste me lamia, me succionaba el clítoris, mis labios que se levantaban ligeramente me los alcanzaba a morder, cada jaloncito que me daba de ellos era un estremecimiento el que yo sentía, me tenía en su poder, sus manos me jalaban fuertemente de las asentaderas. Me llenaba de su saliva, yo sentía cada vez más inundación en mis ingles, su inundación se me escurría hasta mi ano facilitándole me introdujera sus dedos.

Me cargó y subimos a su recámara en el piso de arriba. Pasamos frente a la recamara en donde estaba Horacio y tenía la luz todavía prendida, pero discretamente, para no lastimarlo, ni llamarle la atención, subimos silenciosamente. Greg me recostó sobre la cama y regresó a mi vagina, se la seguía comiendo vorazmente, me jaloneaba mis labios y mi clítoris con los dientes, cada vez sentía más cerca un orgasmo, pero él, al darse cuenta, se detenía, me volteó boca abajo y se dedicó a mi trasero, me metía un dedo, o dos, me los movía adentro, me volteó de nuevo sobre mi espalda, mis pechos estaban a su disposición, también me los comía, mis tetillas bien paraditas y duritas, también muy sensibles, pero su miembro estaba en su mejor estado.

“¿Quieres medirlo?” me preguntó.

“¡No, ya con lo que veo sé de qué tamaño es! ¡Qué lindo lo tienes, derechito, lisito, con una cabecita linda y se me mete riquísimo! ¡Eso sí, tengo que comprobar que se me va toditito para adentro, así que mídemelo!”

“¡VA PARA ADENTRO, TODITITO, NO TE PROCUPES, SI DUELE TE DIGO!” y me preparé en una posición práctica.

Se lo lubriqué bastante bien y ya él decidió que ese miembro fuera a visitar mi interior. A pesar de que le dije que ¡Fuerte, él me lo fue metiendo lentamente, pero estuvo mucho mejor. No sentía molestias y sí una sensación maravillosa, su glande iba acomodándose en todos mis huecos que encontraba, lo iba sintiendo claramente. Entraba y entraba, seguía dándome placer.

“¡Por favorcito, me lo metes todo adentro, hasta que yo te diga!” le indiqué.

“¡Ya no hay más afuera, todo está ya bien adentro, dame tu manita y siente!” me pidió.

Efectivamente, yo sí lo tenía todo adentro, no lo sentía hasta el momento en que se movió, lo sacó y lo volvió a meter, fue en eso que sí yo ya lo sentí, sí me chocaba contra de algo en mi interior. El movimiento del pene dentro de mí sí lo percibía en mi barriga, efectivamente ponía la mano y claramente lo sentía por la superficie. ¡QUE EMOCIÓN, QUE LINDURA! Me lo había metido estando en posición de misioneros. Yo no pude contenerme y me vine con mucha fuerza, no pude detenerme hasta tener ese orgasmo, que provocó que gritara de placer. Conociendo a Greg sabía que vendrían más. Se enderezó, me subió las piernas a sus hombros y continuó. En esa posición se hizo más espacio dentro de mí y más y más fácil me lo pude desaparecer dentro de mi conchita, mi pussy, como él le dice. Sus vellos me hacían cosquillas sobre mi pubis, enredaba mis dedos en ellos y me los tallaba sobre mi piel depilada.

Me levantó y quedé sentada directamente sobre ese pene que me estaba dando todo ese placer. Una posición que nos ayudaba a que nuestros pechos tuvieran contacto, nos abrazábamos para sentirnos más cerca y él me besaba mi cuello, mis senos y mis axilas que él sabía que me provocaba junto con las cosquillas, mucha más excitación. Me mordió al lado de mi seno, bajo mi axila y en eso sentí que quería dejarse venir, pero no podía.

Me le monté y cabalgué un buen rato, él se sentía complacido, pero estaba molesto porque no se podía venir y dejarme ese semen, razón de nuestro encuentro. Los dos sentimos mucho placer, seguimos cogiendo hasta la madrugada, pero él no llegó a su clímax para que su semen saliera, estábamos  muy complacidos y felices por el reencuentro a pesar de la ausencia de esa semilla de su amor.

En el desayuno jugueteamos un poco y pusimos nuestra mejor cara, pero Horacio me preguntó si algo había pasado, Greg estaba fingiendo y él lo había notado.

“¡No pudo venirse! Ni por más que le hicimos la lucha, a lo mejor soy yo. Le dí todo lo que pude y me lo agradeció, hasta quedó muy bien impresionado, pero no pudo y eso lo derrota!”

“Ya es mayor y necesita una ayudadita.” me dijo Horacio.

“¿Crees que con una pastillita azul le ayudaría?” le pregunté.

“La pastillita de Viagra es para que se le pare, creo que de eso no tiene dificultades, yo se la ví varias veces bien rígida, necesita algo más. Cuando regrese a su tierra que vea a su médico.” Me dijo Horacio

“¡Pero necesito algo de ya! ¡AQUÍ! ¿Cómo le podremos hacer? ¿Qué se te ocurre?” Le insistí. Aún estábamos haciendo sobremesa del desayuno y mientras Greg se retiró me dijo:

“Mira, entre la muchachada hablan de que ‘El Rayo Ruso’ es lo que funciona, pero como es solo si se deja, no creo que él esté dispuesto.” Me dijo Horacio

“¿Cómo es eso del Rayo Ruso?” le tuve que preguntar.

“¡Nada, si se le necesita me dices y yo te explico, pero ceo que él no se dejará!”

“¡Eso déjamelo a mí, yo me encargaré de que no le quede otra y se deje! ¡Vamos a probar! ¡Pero tú tendrás que estar verdaderamente dispuesto! ¿Me vas a ayudar?”

“Si me llamas, y solo cuando estés segura de que no habrá ninguna complicación. No vaya a ser motivo de rompimiento entre nuestras relaciones con él.”

Greg me quiso complacer y me llevó al centro del pueblo a comprarme algo, algo muy para mí, tenía que ser algo muy femenino que guardara su recuerdo. Mientras Horacio cumplía con  su trabajo, Greg y yo teníamos libre esa mañana.

Fuimos al centro con pocas esperanzas de encontrar algo que verdaderamente yo debía apreciar y él sentirse satisfecho. No había mucho, encontramos una boutique medio elegante y con prendas bonitas.

Fuimos al centro con pocas esperanzas de encontrar algo que verdaderamente yo debía apreciar y él sentirse satisfecho. No había mucho, encontramos una boutique medio elegante y con prendas bonitas.

“¡Vamos ahí, se ve bonito y yo pienso que si te regalo un vestido, cada vez que lo uses pensarás “Este me lo regaló Greg” como piensas cuando te vistes con la lencería parisiense.”

La única dependiente que encontramos, una chica mexicana vestida con atuendo tipo chino, peinada y maquillada como china, nos atendió. Nos mostró varios vestidos, casi todos me gustaron. A Greg lo invitó a que tomara asiento mientras yo me probaba los vestidos y hasta le ofreció un té.

Me probé varios y me decidí por uno. No muy caro para que Greg no fuera a pensar que yo abusaba. Ya había decidido, pero otra mujer me llevó dos más y me aseguró que uno de ellos se me iba a ver muy bonito, me revisó desde mi pecho, mis piernas y ella decidió.

“¡Pruébatelo, como te va a gustar, te lo llevas!” me insistió.

“Pero si ya escogí éste otro y mi amigo estuvo de acuerdo.” Bueno, me lo probé y salí del probador, traté de pagar antes de que Greg se diera cuenta y él pagara.

Metí la mano en la bolsa para que la chica viera la etiqueta y descubrí que estaba también el otro vestido.

Greg dijo que él me lo estaba obsequiando y pagó por el que yo había escogido, pero en la bolsa estaban dos vestidos, el que escogí y otro, uno de los que la ofrecida me dijo que me quedaba muy bien y me hizo probármelo. Lo intenté sacar, pero la chica dependienta mexicana dijo que no, que la cuenta estaba bien. Fui a reunirme con Greg, que había permanecido sentado a la entrada, frente a unas mesitas, tomando un té que le habían ofrecido. La chica mexicana me ayudó con mi bulto y me preguntó si deseaba un té, o un cafecito. Le pedí un té y le pregunté cuanto iba a ser por el otro vestido.

“¡La señora que la atendió es la dueña y dijo que así estaba bien, que ese vestido lo quería ver puesto en usted!” Ya no supe que decir. Ví a la señora china y fui con ella a agradecerle y a preguntarle el porqué del obsequio, que apenas la acababa de conocer y era mucho el valor del regalo.

“Le tiene que gustar, le quedó muy bien, la observé y usted es a la mujer que mejor le va a quedar.” Me dijo y le insinué que nos sentáramos a tomar algo, Greg me esperaba, ella no quiso acompañarnos y ya me tomé un té helado. Al salir fui con ella para agradecerle el regalo y me preguntó si conocía a más chinos, ella era de Macao, que antes había sido colonia portuguesa y dominaba el portugués así que el español no se le dificultaba, pero ahora Macao pertenecía a China.

En pocas palabras le dije que sí había conocido a unas personas chinas, me habían caído muy bien y verdaderamente los amaba, que fraternizamos con ellos debido a habernos encontrado en iguales circunstancias en un campo nudista.

“¿En un campo nudista? ¿En dónde?” quería saber.

“En un viaje a Italia cruzamos al vecino país de ellos, Eslovenia y ahí los conocimos y nos hicimos muy buenos amigos. Eran dos parejas, fotógrafos de modas, y nos invitaron y de ahí nació una amistad super íntima.” Le expliqué. Ya Greg deseaba nos marcháramos, así que nos despedimos, pero ella me preguntó

“¿Has ido a algún campo nudista aquí?”

“No, no conozco ninguno.”

“Aquí cerca hay uno, muy exclusivo. Pero hablamos de él en otra ocasión.” Me dijo

“Me gustaría ir a ese campo nudista, ¿se llega por la carretera?” le tuve que preguntar.

“No, solo por mar, hay un bote que hace servicio. Si quieres vamos juntas, yo también tengo curiosidad. Nunca he ido, necesito que alguien me acompañe. Dime cuando puedes.”

“¡Mañana mismo, solo dime en donde nos encontramos y a qué hora.” Y ya nos pusimos de acuerdo.

Greg y yo continuamos a pie hasta el restorán en donde nos encontraríamos con Horacio, un lugar famoso por sus mariscos. Terminando regresamos a la unidad de Greg, nos desnudamos y solamente ahí, tanto Greg como Horacio se dieron cuenta del nuevo color de mi piel. Sorprendidos los dos

“¡Qué bonito color, te queda hermoso, tienes que mantenerlo!” me dijeron. Me volví a sentir muy bella, recordando el recibimiento de las chicas de la oficina y de Pilar en especial.

“¡Qué ingratos son, ni siquiera se dieron cuenta de mi bronceado!” les reclamé.

Mis hombres se recostaron a dormir, yo fui a la playa y al regresar ya me esperaban unas Margaritas, como siempre en la casa de Greg, exquisitas. Nos pusimos a bailar, aquello se convirtió en una sesión de masajes, menos de baile. Ahí en la sala los dos solo querían tener sexo conmigo, y yo, siempre caliente, los deseaba. No era necesario excitarlos, ya estaban más de lo debido. Me acostaron sobre el respaldo de un sofá e inventaron forzarme a recibirlos por atrás.

Yo me emocioné y esperé prepararme para que Greg intentara meterme su enormidad por ahí, por donde yo ya sabía que él, desde hace mucho tiempo se lo había dicho a Horacio que quería. Horacio trajo unos condones lubricados, cada uno se puso el suyo y decidieron que Horacio fuera el primero. Antes me lubricó con mucha saliva, yo estuve a la expectativa sin perder la esperanza de que Greg también me la metiera por ahí.

Medio, yo sin ganas, acaricié a Horacio y lo animé a que tuviera una cogida muy rica y que me dejara preparada muy bien para recibir a la inmensidad de Greg, después de él. Horacio estaba muy excitado, me embistió durante un buen tiempo pero cuando sentí que se venía lo detuve. Greg se había mantenido frente de mí, yo le mamaba sus huevitos, el pene tenía el condón puesto. Lo jalaba hacia mí, me ensalivé un dedo y se lo metí en el ano y se lo movía dentro, todo pensando que a lo mejor lo del Rayo Ruso podría ser necesario. Greg no protestaba, le estaba gustando y me dejaba hacerle en su ano lo que me viniera en gana, aproveché para cerciorarme si él aguantaría a Horacio por detrás.

Greg no dejaba que Horacio continuara, se empujaron y Greg se arrimó a mi trasero, también él empezó por abrirme las nalgas y dejarme mucha saliva en mi hoyito, que ya estaba listo y sabía que le iban a meter algo rico. Yo estaba muy temerosa, dicen ellos que se notaba que tenía la piel de gallina, yo sí sentía una especie de escalofríos al esperar sentir lo que me iba a pasar al dejar entrar ese pene tan grande y gordo.

Me tocó con la pura puntita y yo respingué, dí un pequeño salto. Estiré mi mano y le tomé su pene que me lo restregué sobre mi  culito y ya se lo apunté a mi hoyito que ya sentí menos apretado y más listo para recibir al segundo, solo que éste iba a ser de mucho mayor tamaño. Me aflojé lo más que pude, todo el tiempo atenta al dolor que probablemente iba yo a sentir.

El monstruo de Greg fue encontrando su camino poco a poco. Paraba, lo retiraba por unos segundos y volvía a continuar su camino hacia adentro de mí. Lo iba sintiendo a la vez que yo perdía más y más mis sentidos. Me dí cuenta de que ya lo tenía todo adentro, o, por lo menos la parte más rica, pero me dijo Horacio que ya estaba todo adentro, yo no lo percibía como todo adentro, extrañaba el golpeteo con mis entrañas, que sentía cada vez que Greg me daba empujones metiéndome su pene por delante. Por primera vez sentí que las piernas de Greg estaban débiles, se recargaba sobre mis nalgas, se inclinaba para besarme la espalda y seguía amasándome las nalgas. Me las movía una para arriba y la otra para abajo haciendo que su pene, dentro de mí, recibiera movimientos de molinillo y en esas

¡Y, QUE SE VIENE! Explotó como novato, se le doblaron las piernas y cayó sobre mi espalda. Ahí se mantuvo unos segundos, se enderezó y me dio las gracias. No deseaba sacarlo todavía, dijo que aún seguía sintiendo rico. Yo, por mi lado, también seguía sintiendo la presencia del monstruoso pene, aunque no me daba cuenta del tamaño, ya lo sentía como parte mía, igual que si fuera el de Horacio, pero sentía muy bonito tenerlo todavía adentro. Greg ya no se apoyaba en mi espalda, me levantó de las caderas, sin sacarlo, y se sentó, recargándose en un sofá. Me jugueteaba mis senos, como le gusta, y me jalaba, levantándome mis pezoncitos. Horacio se arrodilló enfrente y se dedicó a chuparme y a juguetear mi vagina al grado que me causó otro hermosísimo orgasmo en el momento en que me rozó con la lengua mi clítoris. Yo también exploté y apretaba el pene de Greg que aún se mantenía dentro de mi ano, dándonos más placer. Ansiaba me hicieran  una doble penetración, Greg ya estaba con su pene por detrás y Horacio aún a medias, afuera todavía, pero listo.

Jalé a Horacio, le saqué el condón y lo abracé. Greg, que estaba debajo me detenía de las caderas, notó que Horacio que estaba entre nuestras piernas, se inclinaba para tratar de metérmela por mi hoyito de enfrente. Costó un poquito de trabajo y la doble penetración sí se me hizo. No se me iba a olvidar nunca.

Dice Greg que el verse con su pene dentro de mí, con el de Horacio también dentro de mí, causó que se volviera a venir. Yo lo noté perfectamente y me alegró mucho. Lástima que tenía un condón puesto, su lechita se quedó ahí dentro, yo la deseaba entre mis piernas, o disfrutándola en mi boca.  Los tres nos quedamos inmóviles por un rato, tal vez, como yo, pensando en lo hermoso que había sido.

Al día siguiente Horacio había invitado a Greg a ir a los muelles y visitar uno de los barcos de contenedores más grandes del mundo, y participar en las operaciones que iba a realizar. Se iban a quedar hasta tarde, así que yo podía disponer de todo el día para lo que yo deseara.

Aproveché para animar a mi amiga Estrella a emprender la aventura del velero. Nos pusimos de acuerdo y zarpamos. Fue un paseo precioso, lleno de sorpresas y cosas novedosas para mí, pero les cuento en mi otro relato que seguirá a éste, en donde doy todos los detalles MI NUEVA AMIGA.

Al regresar, en el departamento de Greg ya estaban mis hombres, cansadísimos, muy asoleados y empapados en sudor, listos para una ducha, un trago y una corta siesta antes de ir a cenar a un restorán que yo ya había escogido.

Me puse el vestido que mi amiga me había escogido, les gustó mucho, la falda muy corta, los hombros y parte del pecho descubiertos, así que yo ya me sentía como aquel día en que habíamos estado por primera vez precisamente en éste restorán que ahora yo había seleccionado, ‘El Dorado’, ¿cómo lo iba yo a olvidar? A pesar del tiempo que había pasado, el lugar seguía elegante y muy bonito. Había muy pocos clientes.

Yo, como aquella vez, sin brasier. El frente de mi blusa exponía a cada instante la hermosura de mis pechito, pero ésta vez ya morenitos de lo bronceada que estaba. Mis chicos estaban también medio excitados, pero platicábamos de cosas que habían pasado entre todo el tiempo en que no habíamos regresado a éste lugar.

“¿Recuerdas bien éste restorán?” me preguntó Greg.

“¿Por qué crees que lo escogí? Fue aquí en el lugar en que nos trastornaste nuestras vidas. Recuerdo lo que sentí al ver a todos esos meseros en fila, viendo lo que me hacías, hasta donde llegaban tus manos y qué tanto pecho enseñaba yo. Abajo no pudieron apreciar nada de lo que yo tenía, el jumpsuite no te dejó desnudarme esa parte aquí, en este mismo lugar. Y el pobre de tu amigo, mi dueño, no sabía qué hacer, estaba furioso, en ese momento no sabía en dónde encontrar una pistola, tú le estabas quitando a su mujercita.”

Ya para ese momento yo besaba a Horacio mientras me dejaba que Greg iniciara hacer lo que más le gusta, manosearme.

Todos nos besamos, cenamos algo muy rico. Del restorán nos trajeron un Champagne y copas. Bebíamos apenas la mitad y la parte de arriba de mi vestido ya estaba en mi cintura. Tomé una servilleta y me cubrí, pero ya estábamos muy pasados de copas. Horacio me levantó y subiéndome la falda me empezó a sobar las asentaderas, sobre mi pantis, pero a la vista de todos. Greg no se podía quedar atrás, me vació una copa del Champagne en la rajada de la separación de mis nalgas y me sobaba.

“¡Espérense, espérense! Vamos a la casa y allá me hacen todo lo que quieran, ¡o lo que puedan!” Les decía, pero en vano, ellos continuaban dando el espectáculo pornográfico siendo yo el objetivo, centro de sus calenturas. El cantinero nos mandó otra botella de Champagne. Yo era la única que, más o menos, aún estaba en sus cabales. Por pena, me bajaba el vestido, me volvía a subir mis calzones, les quitaba sus manos de mí, pero Greg me levantó y me puso sobre sus hombros, su boca besándome mi pubis.

“¡BÁJAME, BÁJAME, TENGO MIEDO! ¡Vámonos, yo manejo, los llevo a casa, allá me hacen lo que quieran!” Ya se calmaron, dos meseros nos ayudaron, yo pagué y quedé de regresar al día siguiente a pagar por la bebida. Manejé hasta la unidad, los dos se me quedaron dormidos en el camino. Ya los desperté, Horacio medio se despabilo me abrazó y, aún en el estacionamiento, neceaba que ahí nos echáramos un rapidito.

“¡No, no! ¡No un rapidito, yo me voy y quiero echarme un rapidote! ¡Así de grande como su trasero!” dijo el bárbaro de Greg. Me quitó el vestido, en realidad, me lo arrancó del cuerpo. Quedé en puros calzones al aire libre en el fresco de la noche. Me arrodilló en el césped quedando de perrito, y solo haciendo a un lado mi calzón, sin quitármelo me la trató de meter. Yo lo dejaba y lo ayudaba, él forcejeaba y dejé me entrara sin lastimarme, esta vez por mi vaginita, pero él seguía forcejeando y lastimándome. Ya me había dado cuenta de lo que él quería era meterme su monstruosidad pero por el culito. Estaba muy tomado así que le seguí la onda. Se lo chupé y ensalivé, él no quería esperar más, con lo poco que lo puede lubricar me volvió a empinar y, primero con mucha fuerza trató de que me entrara.

“¡Dame tantita de tu  saliva en mi culito, se necesita para que me entre fácil!” ya me hizo caso y me aflojé lo más que pude y dejé que me lo fuera metiendo. Inició suavecito, pero cuando noto que no me dolía y que yo le hacía espacio dentro de mí, ¡ARREMETIÓ CON TODAS SUS FUERZAS! YO SALÍ CASI VOLANDO, MIS POBRES RODILLAS ME DOLIAN!

¡Y RUGIÓ! Materialmente, como dándole a conocer al mundo de su proeza. Me depositó su lindo semen dentro de mí. Se enderezó, me besó las nalgas y me lamió el ano bastante, como me hace Dino cuando termina de cogerme. Se enderezó y fue a su unidad.

Horacio y yo nos quedamos un rato, uno frente al otro, yo totalmente desnuda y rete cogida por el trasero, y él excitadísimo. Lo abracé, abrazo que él me contestó abrazándome muy fuerte, nos besamos y nos fuimos tambaleando hasta nuestra cama, ahí lo busqué, lo desnudé y le dí a su pene lo que le correspondía. Le ofrecí que si todavía deseaba coger conmigo, que yo todavía sentía y quería con él.

“¿Quieres por detrás? Todavía le pregunté, ofreciéndome.

“¡Me gustaría, pero así no te puedo abrazar y ni acariciarte!” y me besaba.

“¡Ven, mi cielo, a ti te gusta por detrás y además te excitó mucho ver que Greg me llenara de su semen mi trasero. Dámelo un rato por detrás, si te vienes yo lo voy a sentir precioso, se mezclará con el semen de Greg. Yo me dejaré bien bonito y me vas acariciando como puedas y alcances, después yo te daré más cariño del que te tengo guardado!”

Ya de mañana, después de reconfortarnos un poco y desayunar, empacamos lo de Greg, íbamos a salir, había tiempo, el vuelo de él salía hasta en la tarde.

“¡Horacio! ¿Me permites un rapidín?” le preguntó Greg.

“¡Yo no, ella es la que te debe contestar, ayer la dejaste hecha leña, a ver si todavía puede!” Le contestó

Greg vino a mí, me abrazó y besó y en secreto me dijo

“¡Te deseo mucho, ya me voy y llevará tiempo hasta que nos volvamos a ver! ¿Te dejarías todavía un rapidito? Solo si no estás muy lastimada!” Ya estaba vestida, me había puesto unos shorts, me los quitó sin pedirme permiso y me jaló las pantaletas.

“¡Aunque estuviera muy lastimada te dejaría me hicieras lo que te guste y así recordarme siempre de éstos momentos de despedida. ¡Ven, mi cielo! ¿Cómo quieres hacérmelo?”

Me puso en posición de perrito. Me revisó mi pepita y mi culito, me los chupó y después me dejó saliva en mi pepita.

“¡Espérame, te vas y yo quiero recordar a este lindo monstruo que tienes!” Se lo besé y acaricié como si fuera mi lindo bebé. Se lo ensalivé bien y

“¡Ahora sí, ya te puedo recibir. Tenemos un poquito de tiempo, Horacio contó con que ibas a querer todavía ‘la del estribo’, como decimos acá.”

“¡Te adoro, me duele dejarte y no seguir dándote más de mi semen, como te gusta! Y ya no hay tiempo para un Rayo Ruso!” Me dijo antes de meterme ese lindo bebé. Sí terminó bien y quedamos contentos. En el camino, o vuelo, él prometió someterse al Rayo Ruso, si le volvía a pasar el que no lograba terminar.

Llegamos todavía con tiempo. Lo tuvimos que dejar ya documentado y después de despedirnos, todavía manoseándonos, salimos de regreso al puerto, no quería Horacio se hiciera de noche.