Nuestros comienzos

Los inicios de Lucía como sumisa, y mis comienzos como cornudo.

Para comenzar nos presentaremos.

Mi nombre es Hugo, tengo 39 años y vivo en un pueblo asturiano a las afueras de Oviedo, no me conservo mal, jugué al baloncesto de joven y continúo practicando deporte todos los días. Lucía, mi mujer, tiene mi misma edad, y toda la vida ha sido un bombón, 1,65, melena morena, y unas medidas 90-60-90.

Después de unos años de casados, nuestra vida sexual estaba pasando un momento bastante flojo, cuando la llegada de unos nuevos vecinos hizo cambiar por completo nuestra manera de ver las cosas.

Una mañana, salí de mi trabajo a tomarme el café de media mañana en el bar de siempre, y me encontré con que el camarero que me atendía desde hacía años se había jubilado y habían contratado a una mujer en su lugar.

Carmen era una mujer que rondaba los cincuenta, ,1,70 pelo corto rubio, ojos azules, y un cuerpo, que con algún kilillo de más seguía pareciendo explosivo, sobre todo porque su dueña se empeñaba en vestirse como si tuviese veinte. Como se suele decir, no se vestía, se envasaba al vacio. LLevaba unos vaqueros superajustados y una camiseta de lycra negra, que si bien le marcaba un poco esos kilillos de más, tenía un escote de los de quitar el hipo, de los que nada más verlo, sueñas con dormirte con la cabeza metida en ese canalillo.

Tras un rato charlando con ella, me comentó que ella y su marido andaban buscando piso, ya que vivían en Oviedo, y los horarios de apertura de la cafetería hacían que tuviese que madrugar mucho, y que prefería vivir cerca de su trabajo.

Entonces, entré mirada a su escote, y vistazo a su culito, que amenazaba con reventar las costuras del pantalón, le comenté que tenía mi ático de soltero vacio, que no era muy grande, pero que estaba amueblado, y tenía una enorme terraza, que podía alquilarselo no demasiado caro.

Me pidió mi movil, y me pregunto si podría enseñarselo a ella y a su marido esa misma tarde. Le comenté que no había problema, ya que vivía en el edificio que estaba justo en la acera de enfrente.

Solo imaginarme a Carmen tomando frente a la ventana de mi cuarto hacia que se me pusiese el pelo de punta. Salí de trabajar, y al llegar a casa le comenté a Lucía que probablemente alquilase el piso, y que con ese dinerillo me la llevaria a pasar el fin de año a Nueva York. Le encantó la idea de darle lustre a la visa en todas esas tiendas pijas, así que no puso demasiadas objeciones.

A media tarde sonó mi movil, Carmen y su marido estaban esperandome en el portal. Enrique, su marido, era un tipo con una pinta de macarra terrible, pantalón ajustado, camisa negra abierta, cadena de oro, bigote, y conducía un enorme 4x4 americano con multitud de focos, ruedas enormes. Vamos, un tipo al que no le gustaba pasar inadvertido.

El apartamento les encantó, así que en un minuto habiamos cerrado el trato.

Enrique comentó que, para celebrarlo podíamos ir, a tomarnos unas botellas de sidra a una fiesta que se celebraba en un pueblo cercano. Yo, atontado contemplando las enormes tetas de su mujer, comenté que me parecía bien la idea, pero que tendría que comentarselo a Lucía. Ella siempre se queja de que no soy nada aficionado a esas fiestas, así que supuse que le gustaría la idea.

No me equivocaba, y Lucia acepto encantada. Llame a Carmen y quedamos para cenar en una sidrería cercana. Cuando llegamos, Carmen y Enrique aun no habían llegado, así que pedí una mesa para cuatro y me senté con Lucia a tomar algo mientras esperábamos. Mi mujer llevaba una falda negra, ajustada, por encima de la rodilla, y una camisa no demasiado escotada. Como siempre, elegante, pija, y sexy.

Al poco rato, llegaron Carmen y Enrique, cuando los vi entrar, me quedé sin respiración, Carmen venía embutido en un vestido morado, cortisimo, con unas botas altas de interminable tacón, llevaba una especie de cinturón negro que hacía resaltar aun más sus enormes pechos, que parecían querer reventar aquella fina tela que las cubría.

Tras las presentaciones de rigor, nos dispusimos a cenar. Las chicas,para mi sorpresa, parecieron congeniar a la perfección. No me hubiese imaginado que una "pija",un tanto mojigata, como Lucía fuese a hacer buenas migas con una mujer explosiva como Carmen.

En cambio, a mi, Ennrique me parecia un gilipollas, tenía una actitud chulesca y macarra que me parecía deplorable, pero, eso no era nada comparable a lo caliente que me ponía su mujer. Las botellas de sidra caían una tras otra, y yo, que no suelo beber, comencé a estar bastante borracho.

Salimos de la sidrería, y nos dirigimos a la fiesta. Era una de esas fiestas de pueblo pequeño, donde una orquesta tocaba música pachanguera, bailonga, que personalmente detesto, así que Enrique y yo, nos dirigimos a la barra, pedimos unas copas, y las chicas se quedaron en la pista bailando.

Yo estaba totalmente borracho, y tras un par de copas, Enrique ya no me parecía un chulo barato. La conversación, como siempre que los tíos nos quedamos solos, se basaba en "mira a esa, que buena está", "mira a esa que culo"....

Entre copa y copa, Enrique me espetó:

"No se de que te quejas, menudo bombón tienes en casa", yo le contesté que el no podía quejarse, ya que todos los tipos presentes en aquella fiesta, matarían porque sus mujeres llegasen a la edad de Carmen en ese estado.

El me dijo que era cierto, que le encantaba que fuese así de llamativa, que era una mujer muy caliente, y que siempre consguía lo que quería, aunque el la tenía bien domada....

Me parecio otra de sus chulerias, pero la cantidad de alcohol que llevaba encima hizo que hasta me hiciese gracia el comentario, y le dije:

"Enrique, me parece que me estás vacilando,no creo que la tengas tan domada como dices, en casa siempre acaban mandando ellas"

El, me miró como con desprecio, y me espetó:

"Eso será en tu casa, en la mía se hace TODO lo que yo ordeno sin rechistar, yo soy el amo, y cuando quieras te lo demuestro, somos una pareja de gustos poco convencionales, bastante liberales, pero Carmen es mi sumisa, y obedece sin rechistar. Es más, desde que se han conocido no le quita ojo a tu esposa, seguro que le encantaría montárselo con ella, simplemente está esperando mi orden para pasar al ataque, y, por lo que estoy viendo no le costará demasiado"

Me giré y las vi bailando juntas a unos metros de nosotros, Carmen tenía bailaba detras de Lucía tomándola por la cintura y restregando sus enormes pechos contra su espalda, mientras se movían al son de un tema pachanguero.

Envalentonado por las copas, y contando lo convencional que era Lucia en la cama, le dije a Enrique:

"Eres un vacilón, eso no te lo crees ni tú, si tan seguro estás, apuestate algo...."

El le dio una profunda calada al cigarrillo y me dijo:

-"Deja el tema Hugo, estás muy borracho y no quiero que tengamos problemas después"

Solte una enorme carcajada, y le contesté, que donde estaba el machito, el amo de la casa, le llamé bocazas, vacilón, vamos, que me despache a gusto.

Entonces el se quedó en silencio, con una mirada rabiosa, dijo:

"Está bien niñato de mierda, quieres jugar, pues jugaremos. Sí esta noche Carmen logra montárselo con la zorrita de tu esposa, y que los dos lo veamos, no me cobrarás los 1000 euros de fianza del alquiler, si no lo logra, te pagaré el doble. ". Espero que seas hombre de palabra y ahora no te vuelvas atrás.

Me pareció que acababa de ganar mil euros de una manera facil, así que estreche su mano, y le dije.

"Además de vacilón, parece que te sobra el dinero, trato hecho".

Enrique llamó al camarero, pidió unas copas para los cuatro, y se acerco a decirle algo al oido a Carmen, se me quedó mirando con una sonrisa en su cara. Al rato las dos estaban tomándose la copa a nuestro lado, cuando Enrique me dijo que necesitaba darse un paseo,que había bebido demasiado, en seguida me ofrecía a acompañarlo, mientras las chicas se quedaban en la barra tomándose las copas.

En cuanto nos alejamos, el me dijo, que nos sentaríamos en la parte trasera de su enorme 4x4, ya que como tenía las lunas tintadas, nadie nos vería, y uno de los dos pordría saborear la victoria. Nos fuimos al aparcamiento y nada más sentarnos en aquellos enormes asientos de cuero, Enrique escribió un SMS a Carmen que decía".

"Estamos en el coche, quiero ver a la zorrita de Lucía bien domada sobre el capot delantero."

A los pocos segundos llegó la respuesta.

"No tardaré demasiado en retorcerle los pezones mientras me come el coño ante usted amo".

Nada más leer el mensaje de Carmen, e imaginarme a aquella mujer obligando a Lucía a comerle el coño tuve la mayor erección de mi vida, y, mientras encendía un cigarro dije:

"Vaya, parece que hay más de un vacilón en la familia"

Enrique contestó:

"Ya veremos niñato, ya veremos"

Continuará...