Nuestro primer trío real.
En realidad fue más bien un regalo para mi mujer. Un joven que podría ser nuestro hijo se la folla delante de mi salvajemente.
Hola, me llamo Luis y estoy felizmente casado con una mujer de 45 años, Bea, de muy buen ver, va al gimnasio asiduamente, mide 1,65 y tiene un par de kilos de más, muy bien repartidos, una milf en toda regla. Yo tengo 50 años y he tenido la suerte de una genética que me ha dado un buen cuerpo y lo he mantenido, pero los años pasan para todos, ya sabéis… llevamos 20 años casados y siempre hemos disfrutado de nuestra vida sexual, al principio fantaseamos con todo tipo de situaciones, mi mujer se ponía muy caliente con la de hacer un trío. Follábamos pero luego en las charlas del día a día notaba que si sacaba el tema lo esquivaba y se ponía nerviosa. Sin embargo a mi me ponía cachondísimo no el hecho de hacer un trío, sino observar a mi mujer follandose una buena polla, sentirme un voyeur, un poco cornudo.
Veíamos de vez en cuando alguna peli porno y me imaginaba cómo me sentiría observándola follando con otro hombre y me ponía a 100, y ella se mojaba viendo escenas de tríos seleccionadas “casualmente” por mí…
El caso es que fueron pasando los años, la monotonía, la falta de tiempo… metidos en los cuarenta…. echábamos un polvo a la semana, cada 15 días… pero yo me daba cuenta de cómo otros hombres la miraban con deseo por la calle, chicos jóvenes del gimnasio, y ella también se daba cuenta pero no lo reconocía cuando intentaba calentarla con el tema y desviaba la conversación.
El caso que me picaba la curiosidad y puse un anuncio en una página de contactos, para hacer un trío pero buscando un chico joven. Después de meses seleccionando, me animé y quedé para conocer a un chico de 19 años. Se presentó y entramos en una cafetería, nos sentamos y pedimos unos cafés. La situación era muy extraña para los dos. Empezamos a hablar sobre el tema, al principio los dos estábamos muy cortados. Un chico que podía ser nuestro hijo, que quería follarse a mi mujer y yo enseñando fotos de ella desnuda y explicándole que sería una sorpresa para ella, sus gustos y detalles. Al cabo de un tiempo ya cogimos confianza, y quedamos en que la iría preparando a ver si accedía al tema. Nos despedimos y seguimos en contacto por teléfono.
Para los que tenéis esta fantasía, deciros que para mi no fue fácil llegar a este punto, y a partir de aquí la cosa se puso más cuesta arriba. Trataba de fantasear todo lo que podía, en la cama la follaba con consoladores mientras hacía que me la chupara a cuatro patas, se volvía loca, pero cuando le sacaba el tema me llamaba loco. Pasó el tiempo hasta que un día le dije que me había lanzado por curiosidad y había puesto un anuncio, y que un chico estaba interesado. Poco menos que casi me cuesta el divorcio, estuvimos enfadados una semana hasta que volvieron las aguas a su cauce. Cuando pudimos hablar, le enseñé las fotos de Fran (así lo voy a llamar). Mide 1,80 y está delgado, con los músculos marcados, típico de hacer deporte a esa edad, bastante guapete. Cuando lo vio me miró y me dijo que menuda bobada, podría tener una chica joven y a ella ni la miraría, a lo que le aclaré que ya le había enseñado fotos nuestras y que decía que estaba muy buena. La cara de Bea era una mezcla de incredulidad e ira, pero le enseñé un par de fotos desnudo y se quedó medio boba. El chico estaba bien dotado, yo ya me había encargado de elegir lo mejor posible. Salía delante de un espejo en reposo con la polla morcillona, colgando y luego empalmado, toda horizontal y un poco torcida a un lado, lo llamativo era el grosor de la punta, se veía exagerado, y eso que tenía 20 cm más o menos. Me empezó a preguntar, a fantasear y acabamos follando como locos.
Durante la semana volvimos a sacar el tema un par de veces, pasó el fin de semana sin hablar de ello hasta que a mediados de la semana siguiente nuestro hijo adolescente nos dijo de quedarse en casa de un familiar. Le dije que podríamos salir a tomar algo y conocer a Fran. Curiosamente se quedó pensativa y no dijo nada. Pasar los días y el sábado después de comer y hechar una siesta, a media tarde me preguntó: ¿por qué no llamas al chico ese a ver que hace?
Me quedé sin palabras, sobre la marcha le escribí un mensaje. Al rato me contestó y quedamos a las siete en un centro comercial. Se lo digo a Bea y me contesta con un “vale, me voy preparando”.
Joder, ahora no estaba seguro, menuda locura, y si algún conocido nos ve? ¿Cómo iba a presentarle a mi mujer un chico para… follarla? Menudo marrón se me venía encima. Te un nudo en el estómago, y Bea aparece en el salón con un traje de una pieza ajustado por encima de la rodilla y una chaqueta a juego.
¿Qué tal estoy? Impresionante, le dije.
Dejó la chaqueta y pude ver el escote, un canalillo tremendo de su buen par de tetas de talla 105. Se giró y el vestido ajustado marcaba su culo, impresionante. No dije nada, quedé con Fran, me vestí y salimos en coche. Llegamos a la cafetería y allí estaba esperando de pie.
Al caminar se notaba el nerviosismo de todos. Llegamos, los presenté y entramos.
Nos sentamos y hasta después de llegar el camarero no pudimos hablar. Creo que todos teníamos un nudo en el estómago. Es difícil de explicar esta situación hasta que no la vives, te encuentras empezando a hablar con tu mujer y otro hombre para ver si hay feeling para luego poder disfrutar de ella en la cama… extraño, cortante…
Empezamos a hablar y después del café pedimos unas cervezas, pasó el tiempo, algunas cervezas y cuando nos dimos cuenta eran casi las diez; como empezaba a haber buen rollo entramos en un restaurante a cenar, ya se notaba que las cervezas empezaban a hacer efecto, estábamos cada vez más a gusto, hasta tal punto que Bea se fue al baño en mitad de la cena y al venir se sentó al lado de Fran, ya sin tapujos empezó a hablar con él pegada, ya que era un banco donde estaban sentados, y cuando me di cuenta el chico estaba nervioso, Bea ya estaba pasando su mano por la entrepierna del muchacho mientras hablaba, le enseñaba el generoso escote…
Como vi el tema, pedimos ls cuenta, pagamos y salimos. Ya fuera mi mujer en una de las esquinas al caminar le cogió la mano y se la llevó al culo y Fran ya se empezó a lanzar, sobando descarado.
Tengo que reconocer que me empecé a sentir incómodo, no me hacía gracia ir así por la calle, menos mal que hasta el parking no nos cruzamos con ningún conocido. La situación me tenía el corazón a mil por hora, quería dar marcha atrás, pero llegamos al coche, abrí y entraron en la parte trasera. Arranqué y salimos rápido en dirección a casa, eran diez minutos, pero en el primer semáforo, ya vi por el retrovisor cómo sobaba las tetas de mi mujer y ella empezaba a gemir. Fui todo lo rápido que pude, aparqué y subimos a casa. Rápido nos dijo que nos sentásemos y ella se fue rápido. En un instante volvió, sólo llevaba puesto un sujetador con una braga de encaje a juego, liguero y medias negras.
Nos miró y nos dijo: hoy es mi noche, ordeno y mando yo, esas son las reglas… y sin más, se puso de rodillas y empezó a quitarle los pantalones al muchacho. Mientras él se quitó la camisa y luego le bajó el boxer. La polla salió como un muelle, empalmado totalmente. Bea la miró y suavemente la cogió con una mano y cerrando los ojos metió la punta en la boca. Apenas podía meter más que la cabeza y empezó a chuparla y pajear con la mano.
Era el momento más excitante de toda mi vida. Siguió chupando un par de minutos lentamente, se levantó, se quitó la braga y lentamente se puso de rodillas encima, con la mano entre las piernas agarró la polla y la dirigió a su entrada. La frotó contra sus labios vaginales un par de movimientos y luego puso la cabeza en la entrada. El chico de un movimiento le metió la punta y ella se movió y le hizo señal de tranquilidad, no estaba preparada para ese tamaño todavía. Se movió lentamente y el cuarto o quinto movimiento ya desaparecía más de la mitad. Empezó a botar más hasta que veía como el culo de mi mujer tocaba los huevos de aquel semental.
La primera vez que ves a tu mujer penetrada por otro hombre es una mezcla de sentimientos encontrados, indescriptible.
Cabalgó esa polla un minuto, muy poco tiempo, se levantó, se giro y se volvió a sentar dándole la espalda, esta vez de frente a mi. Pude ver cómo la polla del chico desapareció dentro de mi mujer, completamente abierta de piernas mirándome de frente y subiendo y bajando, mientras los labios acariciaban ese aparato brillante cuando entraba y salía. Al cabo de unos cinco minutos noté que Fran se tensaba, Bea lo notó y aceleró el ritmo, durante el movimiento empezó a salir semen, se notaban los espasmos, uno, dos, tres… Creo recordar unos siete u ocho, la corrida salía a borbotones del coño, hasta que lentamente Bea se quitó, se giró y poniéndose de rodillas empezó a pajear lentamente. Se notaba que el muchacho estaba sensible por lo que se empleó con cuidado y sin dejar que se le bajara, empezó a chuparla le otra vez. Veía a mi mujer de rodillas, con el culo ahora hacia mí y parte de la corrida goteando del chumino chupando la polla de un crío que se acababa de correr en cinco minutos y seguía como una roca.
Estoy caliente como una perra, le dijo. Follame bien, déjame agusto, y se puso de pies, apoyada en la mesa, se levantó rápidamente, le puso la polla por detrás y volvió a penetrarla. Ahora bombeaba él y ella se dejaba. Parecían perros en celo. Los movimientos se tomaron salvajes, mi mujer vino como pudo hasta mi sillón y me empezó a chupar. Apenas podía con el movimiento y la postura forzada. Yo veía como Fran la agarraba de la cadera y la follaba salvajemente, me corrí y ella seguía chupando, fue uno de mis mejores orgasmos.
Se giró y fue como pudo hasta que se puso de rodillas en el sofá, y sin parar de follar veía aquel aparato entrar y salir del coño desde detrás, la vista era espectacular, una película porno en vivo.
El chico que se acababa de correr follaba con un poseso el chumino de mi mujer, y ella, medio girada, con las tetas botando como locas, le agarró de un brazo y empezó a gritar que se corría. Se dejó caer contra el sofá y follando como un loco durante otros diez minutos aproximadamente el chico se volvió a correr. Se quedó inmóvil y dejó que la polla saliese lentamente. Sonó un “plop” y se dejaron caer. Los tres descansamos. Las sensaciones eran extrañas…. Sólo un hombre que comparte a su mujer me entenderá, y la historia continúa.