Nuestro primer intercambio

"Tras un intenso noviazgo, pleno de excitantes aventuras sexuales que incluían sesiones en el coche, en un hotel o incluso en la casa de alguno de los dos, vino el matrimonio y todo se acabó. Aquellos deliciosos abrazos y sesiones de sexo en el salon de la casa de ella; aquellos escapes al 'limbo'..

Todas las parejas tienen su historia, pero a menudo una misma historia parece escoger a miles de parejas para renacer una y otra vez. Tal fue la conclusión a la que llegué después de "escuchar" a diversos amigos cibernautas contándome lo que parecía era un mismo relato:

"Tras un intenso noviazgo, pleno de excitantes aventuras sexuales que incluían sesiones en el coche, en un hotel o incluso en la casa de alguno de los dos, vino el matrimonio y todo se acabó. Aquellos deliciosos abrazos y sesiones de sexo en el salon de la casa de ella; aquellos escapes al 'limbo', cuando nadie sabía dónde estaban; aquellos 'después de la fiesta y antes de llegar a casa'... Todo, todo aquello se esfumó. Ahora, las cada vez menos frecuentes entregas amorosas parecieran haber perdido la chispa de la pasión..."

¿Porqué ocurre esto? ¿Es la ausencia de lo prohibido la razón del desinterés sexual post-matrimonial? Pareciera que sí, a decir de la historia de Eli y Alex, cuya valiosa experiencia relato, para todas aquellas ciberparejas que se hayan identificado con el inicio de este texto y, quién sabe, a lo mejor seguis sus pasos... y para todas aquellas personas que quieran disfrutarlo.

...

Después de dos hermosos años de excitantes aventuras premaritales, Eli y Alex decidieron unir sus vidas en "santo matrimonio". Todo pintaba para una felicidad absoluta, pero algo pasó. Transcurridas las primeras semanas enmarcadas en el disfrute pleno, y aunque el cariño no mermaba, ambos fueron percibiendo un declive en la intensidad de sus relaciones, y como consecuencia de ello, un decremento en la frecuencia de las mismas.

Eventualmente lo hacían, y desde luego, lo gozaban, pero no era como en aquellos tiempos. Faltaba algo. Ambos lo sabían, pero no se atrevían a hablarlo entre sí. Por falta de comunicación, excesiva prudencia o temor a la reacción del cónyuge, ambos permanecieron en ese estado de insatisfacción plena por ¡tres largos años!, hasta que apareció ella, la red.

Para Eli, Internet se había convertido en una herramienta que le ayudaba a resolver problemas en su trabajo. ¿Le ayudaría con su problema matrimonial?.

Rápidamente se interesó en los sitios para adultos. En su búsqueda, se tropezó con los molestos y abundantes sitios "gratuitos" que piden los datos de la tarjeta de crédito "para verificar la edad", lo cual le resultaba frustrante.

Afortunadamente se encontró con http://www.......... (omito por razones de marketing), ese maravilloso oasis en el ciberespacio. Pudo entonces asomarse a la intimidad de los "esposos en acción" y desarrollar su imaginación con la sección de relatos. Fue entonces que el "Eureka" llegó. Tras leer algunos relatos sobre parejas liberales, comprendió que en la práctica del intercambio de parejas había un peculiar atractivo. Antes de leer relatos sobre el tema, asumía repulsiva la idea de compartir a su marido, pero tras conocer diferentes historias, no pudo evitar reconocer que había algo de mágico en aquella posibilidad. ¿Pero como decírselo a él? ¿Como invitar a su cónyuge a participar en semejante práctica? Sabía, por sus andanzas prematrimoniales, que Alex no era el tipo de compañero conservador, pero de eso a proponerle un intercambio, había una buena distancia.

Tras mucho meditar, decidió inducirlo a semejante fantasía de la misma manera en la que ella había sido seducida: a través de la lectura de las experiencias que otros cibernautas compartían. Como parte del juego sexual, lo invitó a que leyeran juntos los relatos. Para Alex, aquella invitación resultó muy estimulante, su inteligencia y disposición ayudaron mucho, y pronto la gentil pareja encontró en aquellas lecturas un delicioso aperitivo sexual, así como una nueva forma de comunicación íntima.

Eli reconoció su éxito cuando empezó a notar cómo, en medio de aquellas lecturas que se acompañaban de mutuas caricias, su compañero hacía evidente su mayor grado de excitación cuando el relato tocaba temas como la infidelidad consentida o el intercambio de parejas. Fue entonces que comenzaron a contactar otras parejas liberales "sólo para jugar", y pronto establecieron correspondencia continua con diversos ciberamigos.

Con las semanas, la fantasía del intercambio fue madurando tras intimar enormemente con una pareja, Eva y Raúl, que parecía tener gran afinidad con ellos: novatos en el asunto; trabajos profesionales absorventes ambos; ni Adonis y Venus, ni Cuasimodo y Medusa ("normalitos", pues); alrededor de los 27; clase media; "buena gente"; etc., etc. Durante su carteo electrónico, los dos matrimonios habían establecido comunicación pareja con pareja y, en su momento, ellos con ellas individualmente, alcanzando un alto nivel de intimidad que los animó más temprano que tarde a encontrarse en un bar de Valencia.

Ese primer encuentro pareció la reunión de viejos amigos íntimos. El beso en la boca con que ellos saludaron a ellas pareció el banderazo de salida para la frenética "inmoralidad" en la que estaban a punto de sumergirse.

Sentados a la mesa, las parejas parecían ser Eli y Raúl, y Eva y Alex, pues de los flirteos iniciales habían pasado con rapidez a palabras al oído, a tomarse de la mano y hasta acariciarse aún discretamente en las piernas o la espalda. La cara del camarero que les atendía reflejaba extrañeza; no entendía bien a bien lo ahí pasaba.

Pasaron los minutos y con ellos creció la recíproca atracción entre las "nuevas" parejas. Después de una excitante conversacion y una que otra copa, Alex y Eva comenzaron a besarse reemplazando por fin la discreción por el descaro. Las miradas de Eli y Raúl se cruzaron estupefactas, pero tras algunos segundos de desconcierto, una sonrisa se les dibujó en el rostro: el intercambio se había formalizado.

Con ansiedad difícil de ocultar, pidieron la cuenta y las dos parejas se marcharon del lugar anhelantes del futuro inmediato. Eli y Alex invitaron a sus amigos a su casa, a la cual se desplazarían en los dos coches, Eli con Raúl y Eva con Alex.

La temperatura reinante en aquellos dos vehículos no fue propicia para la paciencia. Aún sin encender los motores y con desvergüenza notoria, Eva y Alex se enfrascaron en fenomenal manoseo observable desde el coche en el que sus cónyuges estaban, quienes comprendieron entonces que eran los "decentes" del cuarteto. Sólo se abrazaron y observaron con excitación la frenética escaramuza de sus osados consortes que rápidamente empañaron los cristales del coche.

La "indecencia" no se ausentó una vez que los vehículos se pusieron en marcha. Los indiscretos arrumacos de ambas parejas sorprendían, escandalizaban o divertían a conductores y transeúntes que coincidían con ellos. El colmo pareció llegar cuando Eli y Raúl, aparejados con sus parejas por un alto en el semáforo, observaron cómo la cabeza de Eva se meneaba verticalmente en el regazo de Alex.

-¡Qué desesperados!-,bromeó Eli...

No pudiendo evitar un ligero ataque de celos, el cual se suprimió rápidamente por la inquietud de los dedos de su circunstancial compañero que, golosos, hurgaban debajo de su falda. Ella entonces, acarició tiernamente y con tela de por medio entre las piernas de su amigo.

Para fortuna de la "liga de la decencia y las buenas costumbres", aquellas dos parejas finalmente llegaron a su destino. El rostro de los cuatro reflejaba excitación y felicidad, pero su aspecto evidenciaba que aquel trayecto había estado libre de pudor. Las manchas de humedad en el pantalón de Alex y la blusa de Eva, los pringosos dedos de Raúl y la íntima prenda de Eli, olvidada en el coche, confirmaban esta realidad.

"¿Qué sería lo propio, sentarse a la sala a hablar, o de plano seguir con lo que había comenzado en los coches?" se preguntaba Eli mientras entraban a su casa. En esos pensamientos estaba cuando, sin más ni más, su esposo y su amiga "desaparecieron" sin decir palabra. Después de unos instantes, y tras escuchar "ruidos extraños" provenientes de la habitación de los anfitriones, ella y su compañero confirmaron de nuevo su rezago en materia de "impudicia" con relación a sus parejas. De nuevo sus rostros se iluminaron con una sonrisa, sus miradas se cruzaron y terminaron fundiéndose en febril abrazo.

En el dormitorio, Eva y Alex llevaban a cabo todas aquellas locuras que por sus mails se habían prometido realizar. Habían fraguado algo así como un guión de triple equis, en el que se sucedían una a una todas aquellas posiciones que soñaban hacer, incluso aquellas, para muchos poco atractivas, que parecen diseñadas para actores porno. Pero esa era su fantasía, eso era lo que los ilusionaba. Las complexiones de ambos, les ayudaron a realizar gran parte de aquellas metas, quizá un tanto frívolas por su excesiva planeación, pero para ellos plenas de satisfacción y placer.

Eli y Raúl se comportaron menos pragmáticos. Más allá de guiones o detalle de posiciones, sus correos se habían impregnado de ternura, erotismo y "mórbida" poesía, y en esas condiciones realizaban su juego.

Para excitar a su compañero aún más, ella se recostó en el sofá y levantó levemente su falda, dejando al descubierto parte de lo que sabía su principal atractivo. Con satisfacción observó en su compañero un nivel de deseo como hacía mucho no notaba en su marido. Se encendió al máximo cuando Raúl se puso ante ella y, tras levantar totalmente su falda, se dio a la tarea de recorrer aquel trasero con labios y lengua. Ella recordó entonces las deliciosas sensaciones que una boca amable y sensible puede regalar.

Ilusionada, abrió sus piernas con la esperanza de dirigir aquella boca a sus partes más sensibles. Lo logró. Cuando la gentil lengua se paseó consecuente entre los dos montículos acercándose inevitablemente a su orificio menor, supo que bien había valido la pena aquella riesgosa aventura. Su nivel de gozo creció aún más cuando al tiempo que el húmedo músculo de su temporal amante le picoteaba febril, dos dedos incursionaban amables en su orificio mayor, haciéndola alcanzar los máximos límites de gozo posibles. ¡El Edén debería parecerse mucho a aquello!

Raúl no aguantó más. Los gemidos de placer que su esposa y su amigo emitían, sumados a los eróticos gimoteos con los que su compañera en turno evidenciaba su orgasmo, lo excitaron demasiado. Con ansia desmedida desabrochó nerviosamente su pantalón para liberar su pene y dirigirlo afanoso hacia el excitante portal que instantes antes había albergado a sus dedos. Sujetó entre sus manos la cadera de su compañera, quien amable y agradecida la había levantado, y penetró en aquella complacida y condescendiente mujer.

Para Eli, aquellos momentos fueron conmovedores. Había olvidado lo que eran los orgasmos apoteósicos, plenos de placer, aquellos que en su momento había tenido con su marido pero habían pasado a la historia. Sin embargo, ese día Raúl se los había recordado. Ahora disfrutaba feliz del golpeteo de su compañero sobre su trasero, de la deliciosa fricción que aquella carne ejercía sobre su entrada y de las educadas manos que inteligentes y complacientes se desplazaban sobre sus pechoshasta que ya no pudo más y se abandono, alcanzando uno de los mayores, mas excitante y placentero a la vez, orgasmo de su vida. ¿Qué más podía pedir?

Tras varios minutos de placer continuado, finalmente ocurrió. Raúl retiró apresurado su pene y descargó la consecuencia de su orgasmo sobre el trasero de Eli, como él tanto había fantaseado. Tras limpiarse un poco se acomodaron a descansar abrazados en el sofa, para esperar a sus cónyuges que, por el silencio reinante, seguramente habrían terminado también... por el momento.

Tras algunos minutos de espera infructuosa, Eli y Raúl decidieron acudir al dormitorio donde se encontraban sus compañeros, topándose con un enternecedor cuadro: ambos tórtolos yacían desnudos, abrazados y completamente dormidos, mientras la tele encendida mostraba aún las obscenas escenas de una estimulante película que para el efecto habían puesto sus compañeros. Por tratarse de los más "fogosos" del cuarteto, sus sorprendidos cónyuges no pudieron contener una risa entre burlona y divertida. La película porno les invitó a sentarse en aquella cama y, abrazados, se dieron a la tarea de observar aquellas imágenes.

No pasó mucho tiempo antes de que la excitación hiciera presa de ellos nuevamente. Aún sin perder detalle del filme, las manos de ambos acudieron al mutuo regalo de placer: ella, envolviendo entre sus manos la polla de su compañero, y sometiéndola a exquisito vaivén; él, incursionando febrilmente entre las piernas de ella, dando lugar a un recurrente roce. Sus bocas se encontraron de nuevo. Ambas lenguas parecían querer cambiarse de lugar y se frotaron juguetonas.

A los pocos minutos, la TV había perdido la atención de aquellos amantes, y ahora eran ellos las estrellas. Con una extraña combinación de agitación y ternura simultáneos, Raúl sujetó a Eli por la cabeza y la dirigió a su polla, implorándole atención oral. Complacida por la ansiedad de él, Eñi se subió a la cama para desde ahí dar meter dentro de su boca a la excitada parte de su compañero, procurando frotarle suavemente con labios y lengua, al tiempo que su mano masajeaba con delicadeza la parte que quedaba afuera. Con cierto remordimiento, recordó en ese momento que hacía muchos meses que no atendía a su marido de esa manera. Se prometió a sí misma hacerlo en la próxima oportunidad.

Pronto, aquella emotiva actividad despertó a Alex, quien aún adormilado observó con sorpresa la afanosa atención que su cónyuge regalaba a su amigo. Sólo la invitante posición canina de su esposa pudo evitar la aparición de los celos, quienes cedieron su lugar para dar paso a una rápida erección. Con el ansia natural del caso, Alex se colocó detrás de su esposa, para penetrarla, particularmente motivado por el hecho de saber que esa sería la primera vez que su querida esposa estaría con dos hombres.

Para Eli, aquella situación fue inédita. Apenas meses atrás su mente había sido incapaz de imaginar semejante acto de "indecencia", pero ahora su cuerpo se regodeaba feliz en las fronteras del deleite, sabiéndose objeto de placer por partida doble, ¡mientras Eva seguía dormida!

Finalmente aquello terminó en lo que tenía que terminar. Raúl alcanzó de nuevo su clímax descargando en la boca de ella, como tanto había soñado. Eli, complaciente, lo disfrutó hasta el clímax porque sabía la ilusión que a él le hacía. A los pocos minutos, Alex alcanzó también su momento, menos abundante por la intensa actividad de la noche, pero igual de satisfactorio.

Aquel cuadro se convirtió por horas en un hermoso monumento, soportando y exhibiendo ufano aquellos cuatro cuerpos que desnudos, inertes, complacidos y exhaustos, escandalizaron a la señora de la limpieza que, temprano como siempre, acudió al día siguiente.

Más temprano que tarde, tras aquella aventura, los cuatro participantes entendieron que la doble sensación de "engañar" a la pareja y "sufrir su engaño" simultáneamente, representaba una de las experiencias más excitantes para cualquier persona sexualmente libre, y que difícilmente podrían renunciar a esa práctica en el futuro.