Nuestro primer encuentro (2)
A pesar de lo contradictorio del título, sige siendo para vos.
Morfeo repara, sin duda. Luego de unas horas de dormitar, abrazos en la cama de aquel hotel, pensando ambos que nadie les creería que por Internet se inició todo, el cuerpo les pidió más.
Él besó su frente y la atrajo con su brazo hacia sí. La cara de ella se recostó en su velludo pecho, ella sentía esos vellos contra su oreja, su mejilla e incluso su boca. El sentía sus exhalaciones rítmicas, cálidas. Aquel aliento que horas antes había sorbido directo de la fuente en un intercambio de besos interminables.
Ella se despereza y sube una pierna sobre el cuerpo de él, su carnoso muslo se posa sobre el flácido pene de su amante. Él comienza a acariciar sus muslo, con suavidad, luego aprieta con fuerza para sentir la dimensión de esas piernas que hace poco le habían abrazado la cadera durante la penetración.
Ella se queja del apretón y su sube sobre él a caballito, le inmoviliza sus manos con las suyas, sonríen ambos sabiendo que el juego comienza de nuevo a empezar.
Ella toma las manos de él y las une detrás de su cabeza, él entiende, cuando se quiere jugar no se necesitan ataduras, ni respaldo de cama, ni ninguna necedad de esas.
Ella suelta sus manos sabiéndolas atadas por el deseo. Acaricia el pecho de él, ese pecho que había visto por webcam y ahora tenía a su disposición. Pasa sus dedos entre la maraña de pelos que lo cubren acaricia con las yemas de los dedos sus pezones.
Baja su cara a la de él y comienza a besarlo lentamente, con dedicación ("despacio que tengo prisa" decimos en Costa Rica). Su lengua sale lentamente de su boca para chupar sus labios, chupa el labio de debajo de derecha a izquierda, y luego el de arriba en sentido contrario. Él se deja hacer y no responde aún.
Su pene comienza a despertar y él siente el flujo de sangre que lentamente le va llegando a su amigo de infancia. Ella siente contra sus nalgas el inicio de su erección y entonces saca la lengua y comienza a besarlo con más ganas. Él responde, sus lenguas se rozan. Ella le chupa la lengua a él, luego a la inversa, la confusión en sus bocas es grande.
Ella mueve sus caderas rítmicamente, arriba, abajo, a los lados. Su pene cada vez más erecto. Ella acerca sus oscuros pezones a su boca, nada que objetar, son chupados, lamidos, mordidos. Él abre la boca como si fuera a dar su última bocanada antes de sumergirse en una piscina, pero es para abarcar lo más que puede del pecho que tiene a mano. Cuando tiene toda esa carne dentro de s boca, y siente que su mandíbula no da más, mueve su lengua dentro, acariciando el pezón con su lúbrico apéndice.
Su erección es total y ella lo nota. Toma su pene y lo dirige a su vagina, él sigue "atado" y solo espera. Ella frota su glande por la entrada de su vagina, que sigue húmeda por lo previo y lo actual. Él siente en el glande el rose delicado de los labios menores de ella, y el más áspero de los labios mayores más abultados y llenos de vellos.
Ella siente el glande de él, lo mueve sobre s entrada, presionando hacia los lados, como si fuera abriendo la entrada, pero sólo es para disfrutar más del contacto.
Mueve hacia adelante el pene de él y refriega su glande contra su clítoris, se sienta sobre el tronco de ese pene, abre sus labios mayores. El pene queda aprisionado entre la vagina de ella y el cuerpo de él.
El alza la cabeza y ve su pene apuntando hacia arriba, ella restregándose sobre él y la visión le parece como si la vagina de ella fuera una tortilla que envolviera su pene con suavidad.
Ella se mueve sobre el tronco, el roce de ese pene la humedece, y él siente la humedad que le moja su miembro.
Ella se recarga un poco al frente para poder rozar su clítoris contra su cuerpo (tramposa piensa él). Libre de sus ataduras él abraza esa espalda deliciosa y la abraza contra sí, ayuda con sus caderas a hacer más intenso el roce. Una mano la nalguea con un poco de fuerza y la otra le toma suavemente el pelo y la obliga a besar su boca.
Ella responde a la nalgada y se mueve con más fuerza. Su clítoris palpita con suavidad y su vaina se contrae rítmicamente por la excitación.
Lentamente se detienen y ella levanta su cadera, él toma su pene y lo apunta al cielo, ella se sienta sobre el lentamente, sólo la punta, sube y baja sobre su glande, la humedad es mucha y él siente como esa vagina parece estar chupándolo.
Ella desciende en cada bajada un poco más, la espera de la penetración total es deliciosa. La humedad de su vagina y la firmeza de su pene hacen buen complemento. Ella respira con más fuerza, ya desea sentarse de golpe, él adivina sus pensamientos y la toma de las nalgas, la inmoviliza cuanto estaba en la parte alta de su movimiento pendular, y toma las riendas de la cópula.
Ahora el se mueve dentro de ella, despacio, saboreando esa hembra colombiana que tiene encima. La cara de ella esta escondida en su cuello, y siente su agitada pero pausada respiración. Ya la penetración es casi total, y de golpe el la empuja de sus caderas hacia abajo a la vez que levanta la suya con fuerza, arqueando su cuerpo hacia arriba, deteniendo la bajada de ella e incluso levantándola un poco, la penetración fue total, y las siguientes no lo son menos. El ritmo es frenético, no hay tiempo de pensar, sólo de sentir. A ella se le aproxima el orgasmo y él tiene que relajar sus piernas para no ceder a la primera.
Cuando ella comienza a gemir en el éxtasis el saca su miembro de su vagina (si lo deja ahí se corre también) y la besa con furia para sentir sus gemidos guturales en su boca.
La coloca boca arriba, abre sus piernas y la penetra. Mientras ella se repone del orgasmo el la penetra lentamente esperando que este lista para jugar más a los amantes. Cuando la ve repuesta lleva sus piernas a sus hombros para hacer la penetración más profunda, se apoya con sus manos, estira sus piernas como si fuera a hacer flexiones y arremete con furia contra la vagina de ella. La penetración es dura, las carnes golpean con fuerza y la habitación se llena del sonido de jadeos y el golpe de la pelvis de él contra las nalgas y los muslos de ella.
Luego se detiene y la penetra despacio, sólo la puntita, uno, dos , tres veces y zas! de nuevo hasta adentro unas tres veces más. Realiza ese mismo movimiento varias veces, pero varía el número de penetraciones para que ella no sepa cuando la va a penetrar del todo.
Luego de un rato ella le pide que se ponga boca arriba de nuevo. Lo vuelve a cabalgar, pero dirige su pene a su colita. De cuclillas, como haciendo sentadillas se va sentando en él. Ese orificio tan estrecho lo tiene a punto del orgasmo, y tiene que hacer esfuerzos para no correrse. Ella siente ese dolor tan placentero del sexo anal, y comienza un subibaja lento sobre el pene de él.
Arquea su espalda hacia atrás, su cara mirando al techo. El alza la mirada y ve su pene entrar en ese culito delicioso, los pechos de ella y su vagina mirándolo de frente. Sus dedos buscan la gruta ahora desocupada y comienzan a jugar con su clítoris. Ella frunce el ceño y se muerde los labios.
La cabalgada es cada vez más fuerte y su pene se entierra entero dentro de ella, mientras la sigue masturbando. El orgasmo de ambos se acerca, a ella le llega primero y se sienta del todo sobre él para disfrutarlo toda penetrada, él no puede aguantar pero quiere algo diferente. De un caderazo la baja de su cuerpo, ella en medio de orgasmo, un poco decepcionada del aparente rechazo, él se mueve rápido y apunta su pene a los pechos de ella.
La descarga tibia sus pechos, más el orgasmo que tenía a medias la hace gemir con fuerza, con una mano esparce el semen sobre sus pechos, sus ojos cerrados, su boca semiabierta tomando aire, los gemidos de él taladrándole los oídos y luego la calma.
Dos besos suaves en la boca la sacan del letargo y las manos de él la levantan, la lleva al baño, los dos bajo la ducha, el agua tibia. Se enjabonan con suavidad y delicadeza, se besan, se abrazan, se reconocen. No, no empezaron de nuevo a coger en la ducha, no todos los relatos terminan igual.